"La COP25 ha cumplido las repetitivas expectativas de todos los observadores atentos y avisados: la resistencia política internacional, cerril e irresponsable, al compromiso"
"Las conclusiones de la COP25 en el resumen de la ministra de Transición Ecológica no pueden ser más lastimosas, tratando de no reconocer el fracaso rotundo"
Pedro Costa Morata
La Cumbre número 25 relativa al Convenio sobre el Cambio Climático (Conference of Parts, COP25) celebrada en Madrid, ha cumplido las repetitivas expectativas de todos los observadores atentos y avisados, es decir, la resistencia política internacional, cerril e irresponsable, al compromiso; la indiferencia ante la realidad física, velozmente degradante; la prioridad al desarrollo culpable; y la negativa de unos a hacer algo positivo mientras los más (y peores) no lo hacen.
Dominando la conferencia ha tenido lugar un profuso y florido despliegue de la farsa internacional, apoyándose en la globalización mediática y económico-financiera, sustituta de la inepcia, que parece superarse cada año y que, en Madrid, ha alcanzado cotas desconocidas, resumidas en la decisión adoptada de… ¡dejarlo todo para el año próximo! Una tónica prolongada de reticencias y dilaciones desde que en 2015 se diera por fenecido el Protocolo de Kioto, que obligaba, y se saludara el Acuerdo de París, que resulta satisfactorio porque, en definitiva, no obliga a nadie ni a nada.
No hay más que ver qué empresas se han volcado en publicitarse en los principales medios del país durante la celebración de la COP25. Primera y principal, Iberdrola, que ha financiado las páginas sobre esta conferencia del diario El País, (mostrando así un ejemplo perfecto de colusión económico-mediática, que la crisis climática favorece) y cuyo intrépido presidente, Sánchez Galán, pretende convertirse en líder por el clima jaleando a la “esperanzadora juventud internacional”, mientras su empresa (de la que es supremo responsable) persigue/vigila a los ecologistas gaditanos que se oponen a su central de gas de Arcos de la Frontera, e insiste en urbanizar el Parque Natural de Cabo Cope, en la costa murciana, donde posee una finca de 300 hectáreas, testigo de la derrota que en 1974 sufrió al fracasar un proyecto de central nuclear. (Héroes así son los que un mundo pasmado y condenado irá contemplando, in crescendo, ya que es la impostura la tónica de los tiempos, la estrategia del mundo empresarial y… la marca del calentamiento global.)
En dura competencia con Iberdrola, Endesa exhibe su preocupación ambiental, cuando todavía sus centrales térmicas en España siguen figurando entre las más contaminantes del mundo, generando problemas globales que evidencian las malas entrañas de la empresa. Aun así, en su publicidad anunciaba, para la COP25, “sus soluciones para una sociedad libre de emisiones”, ni más ni menos; una empresa que, en ciertos lugares de América, como en el Chile de los mapuches, arrasa tierras, tradiciones y derechos, convirtiéndose en distinguida villana internacional. O Repsol, símbolo insuperable del envenenamiento de aires y aguas por el petróleo, buque insignia de los hidrocarburos, que son, social y ecológicamente, muy destacados protagonistas en esta crisis climática; pero que se apunta al oportunismo ambiente para anunciar que llegará a “cero emisiones” mediante una complicada ingeniería financiera, la gestión de activos y los ajustes contables… todo un programa de manipulación e hipocresía; por ejemplo, y para entendernos, para que sus cinco venenosas refinerías en España “emitan cero”, procederán a la compra o plantación de miles de hectáreas de árboles que absorban el CO2 lanzado (He ahí la prueba de su sensibilidad y responsabilidad ante el cambio climático, dicen sus directivos). Todo esto sin que puedan ignorarse sus atropellos humanos y ecológicos en América latina.
¿Y qué decir de Coca-Cola que –cediendo por unos días a esa necia pretensión de “dar felicidad”, y a la que no llega el momento de acusarla de “corruptora de la juventud” y “enemiga gastronómica pública”– propone “reciclar juntos”, apuntando a ese otro nuevo negocio que ha conseguido hacernos trabajar gratis a impulsos de todo un sentimiento de culpabilidad, ladinamente inyectado en todos y cada uno de nosotros? (Porque no se trata de reciclar, enviando la botella al contenedor, sino de volver a utilizar ésta una y cien veces).
Lo peor del nuevo espectáculo –ese “tinglado de la vieja farsa, la que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes…”, que Benavente zahería en Los intereses creados (1907)– lo ha protagonizado, sin embargo, la adolescente sueca Greta Thunberg, surgida como espectáculo de masas en los últimos meses al modo –servata distantia– de aquellas niñas campesinas de Lourdes o de la joven Juana de Arco, es decir, como una inocente criatura que, habiendo recibido la inspiración divina (o similar) en algún tipo de crisis nerviosa o extática, interpreta y decide que su misión es salvar al planeta, lanzándose a un proceloso escenario saturado de mentiras –como las pastorcillas pidiendo la salvación de Rusia o la doncella de Orleans librando a su país de los odiados ingleses, en ambos casos males absolutos dictados por el cielo–, pero con una “metodología” de la que se puede decir que nada tiene de ecologista.
Visitar Davos para pedir que se comporte la canalla financiera, ser recibida por el Papa, que simboliza la negativa a afrontar la tragedia demográfica, o entrevistarse con un Obama que fue destacado protagonista de la “rebaja” del Acuerdo de París, que en nada alivia el problema climático (como vemos desde entonces), resulta sorprendentemente ingenuo, desoladoramente inane, indignantemente desviacionista. Y dejarse envolver por la fanfarria mediática global, que es una de las claves encontradas para que las conferencias del clima resulten fraudulentas (moviendo siempre a un optimismo infundado), imprime pulsaciones heterogéneas, pero todas ellas incómodas. Es un caso con mucho de irreal y también que lamentar, éste de la aparición de Greta, ya que su aura providencial no impedirá que el mundo al que se ha entregado –falso, ruin e implacable– la queme y aniquile.
“Pero ha conseguido arrastrar a la juventud”, dicen los bienintencionados a la búsqueda de alguna esperanza frente a la condena multifacética de la Tierra… Se refieren a las movilizaciones de los “Viernes por el clima”, otro fenómeno del que lo menos que se puede decir es que procede de uno de esos milagros a los que la opinión más crédula se entrega sin el menor análisis, sospecha o indagación; y sin querer reparar en que en nuestra generación de jóvenes (ésta, y quizás la anterior) domina el consumismo compulsivo mamado y respirado, y una tendencia tan conservadora y derechizada de facto que no ha de extrañar que la reivindicación más popular que se eleva desde sus movilizaciones sea la de “exigir un futuro”. Que es un enfoque pobre, egoísta, inepto, antropocéntrico, desviado e injusto: ajeno y desconocido en el movimiento ecologista, que ha ido centrando y afinando su esfuerzo y sus planteamientos en el Planeta, en la deuda con él contraída y en la supervivencia de la vida, que la especie humana no hace más que entorpecer.
Las conclusiones de la COP25 en el resumen que ha ido haciendo la ministra de Transición Ecológica no pueden ser más lastimosas, tratando de no reconocer el fracaso rotundo aludiendo a no se sabe muy bien qué “avances”, que atribuye, en todo caso, a lo que no es propiamente la conferencia: que si el aumento de la conciencia mundial, que si las empresas y sus iniciativas positivas, que si Greta y su ejemplo para la juventud… Un balance, que quisiera disimular las pamplinas, la incompetencia y la mala voluntad internacionales.
https://www.cuartopoder.es/sociedad/medio-ambiente/2019/12/21/clima-y-farsa-i-el-espectaculo
Y VER II ( segunda parte ).
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