Alucinado quedeme el jueves noche cuando Felipe VI, con su gracejo oratorio y gestual de apuesto playmóvil mecánico, se refirió a las décadas preconstitucionales, o sea franquistas, en estos divertidos términos: "No olvidemos que los avances y el progreso conseguidos en democracia son el resultado del reencuentro y el pacto entre los españoles después de un largo periodo de enfrentamientos y divisiones".

Cierto es que, durante la dictadura, hubo divisiones entre los verdugos del franquismo y sus víctimas, pensé. Una división natural, casi geográfica, que separa con tres metros de tierra profunda a los asesinos de los asesinados. Es una manera de decirlo, y este hombre está muy preparao, así que no voy yo a cuestionar desde mi diminuta ignorancia las certezas semánticas del Rey.

También se puede llamar división a la frontera que separa a los curas que robaban niños de los niños robados y sus familias. O la división que hubo entre cadeneros fascistas y feministas violadas y asesinadas. O entre partidos políticos legales e ilegales (todos) durante aquellas gloriosas calendas.

Que sí, don Felipe, que estoy de acuerdo en que, durante el franquismo, estábamos pelín más divididos que ahora. Y que de esa división nacieron los dividendos que su graciosa majestad iba a recibir como herencia desde una cuenta opaca y suizo-panameña de 64 millones de euros.

También se le puede llamar división a los hondos sentimientos que se enfrentarían en el limpio corazón de Felipe VI cuando se supo heredero de esa cuenta. Tan atribulado estaba el rubio monarca que durante un año ocultó a su amado pueblo la existencia de esos dinerillos. Y solo renunció a ellos cuando The Telegraph, periódico de la pérfida Albión inspirado por el Maligno, tuvo la desfachatez de publicarlo.

El viernes me lancé rijoso sobre los periódicos papeleros y monárquicos del día para ver qué comentaban sobre este "largo periodo de enfrentamientos y divisiones" con que Felipe VI resumió la cruel y descerebrada dictadura de Franco. En El País y en El Mundo, nada. Ni una coma en una fosa. ABC sí cita el párrafo en su editorial, pero con cuidado de no contextualizarlo demasiado hacia el franquismo. Y La Razón, sin entrecomillarlas, hace suyas las palabras exactas del regio caudillo para evocar un tiempo que "sólo desde la estulticia y un reprobable sectarismo se pretende revisar". O sea, chicos, que estáis invitados a arrojar vuestros libros de historia a la chimenea. Muera la cultura, viva la muerte.

Como ya no echan Epi y Blas en la tele, me puse a revisar los discursos borbónicos inaugurales que nos leyó nuestro añorado emérito, a ver qué decía de Franco.

1975, con acento demudado: "El año que finalizamos ha dejado un sello de tristeza, que ha tenido como centro la enfermedad y la pérdida del que fue durante tantos años nuestro Generalísimo. El testamento ofrecido al pueblo español es sin duda un documento histórico que refleja las enormes cualidades humanas y los sentimientos llenos de patriotismo sobre los que quiso asentar toda su actuación al frente de nuestra nación". La figura del dictadorcillo ferrolano no aparece ya más en sus relatorios navideños del 76 y el 77.

Pero peor parada sale la palabra democracia, inexistente para el rey en aquellos años, salvo que este cronista se haya quedado dormido en algún momento del maratón cinematográfico con sabor a NO-DO.

Al llegar al año 1978, la que se echa en falta en el discurso del rey es la palabra Constitución. O Carta Magna. Y eso que la hoy sacrosanta había sido ratificada el día 6 de diciembre de aquel mismo año, 18 días antes, y entraría en vigor cuatro días después de la regia homilía. No se sabe si la palabra constitución le daba vergüenza, asco o miedo al monarca, o si, simplemente, no le había salido bien pronunciada en los ensayos y le habían ahorrado el apuro eliminándola.

Como esto de escuchar la voz joven del emérito engancha más que las tragaperras, continué mi hazaña navideña hasta 1981, año del golpe de Estado medio fallido de Antonio Tejero y el general Alfonso Armada, preceptor de Juan Carlos cuando príncipe franquista. Y tampoco nada dijo el joven rey de los golpistas, que hasta el último momento aseguraban actuar en su nombre. Si nos ponemos exégetas, sí vemos que Juan Carlos alude a los pistoleros como "unos hombres cuya colaboración es necesaria, porque no podemos prescindir de ningún español dispuesto a trabajar decididamente por su patria". Quizá por eso los que secuestraron a balazos el congreso en 1981 fueron rapidísimamente indultados, no como los cabrones imperdonables del procés. Qué urnas ni qué hostias, habiendo pistolas, que son menos peligrosas estando en buenas manos.

Será costumbre borbona eso de farfullar mucho para nada decir. Si por eso fuere, que hubieran dejado el timón de la transición a don Chiquito de la Calzada I. Y los discursos de navidad hubieran resultado más divertidos.

Cabe añadir que, según cuentan los más conspicuos cronistas áulicos, el discurso de Felipe VI del jueves fue revisado por la sección PSOE de nuestro gobierno, sin participación de la facción facinerosa de Podemos. O sea, que el PSOE permitió a Felipe VI decir eso del "largo periodo de enfrentamientos y divisiones". No sé si fue torpeza, incapacidad lectora o el primer gesto genuinamente republicano del PSOE en 45 años. Pero El Preparao ha quedado retratao, y con eso debemos conformarnos, pues esto es España. Ahora me voy a poner el vídeo de Arias Navarro titulado Franco ha muerto, que es otra comedia que a mí me da mucha risa.

https://blogs.publico.es/repartidor/2020/12/26/los-discursos-franquistas-de-los-borbones/