Liberales
Un liberal-liberal defiende a rajatabla la cultura del
mérito personal y por lo tanto rechaza los cargos, títulos u honores
hereditarios. Eso lo lleva incluso a rechazar la idea de la monarquía, un
sistema basado en la transmisión familiar de la jefatura de Estado
Marco Schwart
Qué obsesión la de ciertos dirigentes y exdirigentes de
nuestra aún rancia derecha por proclamarse liberales, etiqueta con la que
pretenden darse una pátina de modernidad. La desfachatez de estos personajes
para moldear el lenguaje a su acomodo no conoce límites. Dejemos de una vez por
todas las cosas claras: no son liberales. Serán otra cosa, algún híbrido ideológico
extraño, alguna mutación carpetovetónica de Adam Smith o de quien sea, pero no
liberales. El liberalismo de verdad no consiste solo en vociferar contra la
intromisión del Estado cuando afecta determinados intereses particulares, sino
que exige mantener ciertas posiciones relativas a la extensión de derechos que
muy pocos de nuestros sedicentes liberales están dispuestos a asumir. Los
liberales de la derecha española, que haberlos haylos, carecen de influencia en
el PP y no son precisamente los que andan aireando sus certificados de
liberalismo.
Un liberal auténtico estaría, por ejemplo, inequívocamente a
favor del matrimonio homosexual. No por la simpatía personal que le pueda
despertar o no el colectivo gay, sino porque se trata de una ampliación de las
libertades que no obliga a nadie a ejercerla y que no cercena la libertad de
terceros. Sin embargo, cuando el Gobierno de Zapatero promovió la ley que
permitía el matrimonio de personas del mismo sexo, el PP movilizó a sus huestes
en manifestaciones multitudinarias de protesta. Y cuando se aprobó la ley en el
Congreso, la recurrió ante el Tribunal Constitucional. El PP habló de
"valores" y de la "defensa de la familia", argumentos
morales que no invocaría un liberal.
Un liberal genuino intenta estirar al máximo la libertad de
expresión, con todas las consecuencias que a veces conlleva. El Gobierno del
PP, en un momento de fuerte contestación callejera, sacó adelante en 2015 la
Ley Orgánica de Protección de Seguridad Ciudadana, conocida como ley mordaza,
de la que Amnistía Internacional señaló lo siguiente: "No respeta los
estándares internacionales de derechos humanos y daña las libertades de
expresión, información, reunión, política y asociación".
Un liberal puro está a favor de despenalizar las drogas. El
PP, cada vez que ha podido, ha hecho todo lo contrario: endurecer las sanciones
para el consumo de estupefacientes. En 1991, cuando el liberal Aznar ya estaba
al frente del partido, propuso modificar el Código Penal para castigar el
consumo de drogas en "vías públicas" o "lugares de
concurrencia". Sin entrar en el debate de lo acertadas o no que puedan ser
las medidas restrictivas del consumo, lo indiscutible es que no son propias de
una mentalidad genuinamente liberal.
Un liberal-liberal defiende a rajatabla la cultura del
mérito personal y por lo tanto rechaza los cargos, títulos u honores
hereditarios. Eso lo lleva incluso a rechazar la idea de la monarquía, un
sistema basado en la transmisión familiar de la jefatura de Estado. Como señalé
en una columna anterior, la revista The Economist, considerada el templo del
liberalismo, es consecuente con sus principios y se ha declarado contraria al
concepto de la monarquía. En España, la derecha no solo defiende la Corona y
tiene entre sus grandes figuras a personas que airean títulos nobiliarios
heredados (todo lo cual es legítimo, pero no genuinamente liberal). También
sataniza a todo aquel que se atreve a cuestionar el sistema monárquico con el
argumento de que su objetivo es destruir el orden constitucional. Lo irónico es
que la propia Constitución parece ser más liberal que la derecha, ya que
permite defender las ideas e incluso modificar el propio modelo de Estado, eso
sí, mediante unos procedimientos que hoy lo hacen prácticamente imposible.
Un liberal coherente, sea o no creyente en su esfera
individual, defiende el laicismo. Ya en el siglo XVII, John Locke, considerado
el padre del liberalismo, abrió el debate sobre la libertad de religión y la
separación de la Iglesia y el Estado. El historial del PP va en otra dirección:
defiende la asignatura de religión evaluable y computable en los colegios, la
presencia de símbolos religiosos en la toma de posesión de los miembros del
Gobierno o las manifestaciones públicas de fe por parte de las autoridades. El
PP es el único partido que incluye una referencia al cristianismo en sus
estatutos. En el congreso nacional del partido de 2004, Gabriel Elorriaga y Ana
Pastor quisieron suprimir esa expresión religiosa, pero los frenó el entonces
ministro del Interior, Jorge Fernández, quien después condecoraría a dos
vírgenes por "méritos policiales". Más adelante, en el congreso de
2012, lo volvió a intentar, también sin éxito, la presidenta madrileña Cristina
Cifuentes. El PP está en su derecho de defender de tal modo la presencia de la
religión en la esfera pública, pero, lo sentimos, eso no es liberalismo.
Un liberal defiende la eutanasia. "La eutanasia,
entendida como la ayuda a morir o la asistencia al suicidio de quien no puede
hacerlo por sí mismo, es éticamente legítima. Cada ser humano autónomo es
propietario pleno de sí mismo, de su mente y de su cuerpo. Este derecho de
propiedad o legitimación del control significa que el propietario puede hacer
lo que desee con su propiedad siempre que no agreda la propiedad ajena. Las
declaraciones de personas con creencias religiosas en contra de la eutanasia no
son argumentaciones racionales, sino posturas frecuentemente reaccionarias y
oscurantistas". El anterior párrafo está tomado del portal
liberalismo.org, que tiene como objetivo "la divulgación del pensamiento
liberal en el mundo hispanohablante". El PP se ha opuesto tradicionalmente
a apoyar una ley de eutanasia invocando razones de trasfondo religioso. A lo
máximo que ha llegado es a proponer una ley integral de cuidados paliativos
para procurar una "muerte digna" al paciente, lo que no hay que
confundir con la eutanasia activa, en la que el paciente tiene derecho a que se
le quite la vida. Algunos dirigentes conservadores se han pronunciado en favor de
una ley de eutanasia -como el exministro García-Margallo, que dijo que "no
seguir viviendo es una decisión personal"-, pero no han logrado modificar
la línea oficial del partido.
Por último y no menos importante, un liberal de verdad
defiende con todas sus consecuencias el libre mercado, con la mínima –o nula-
intromisión del "Leviatán" llamado Estado. La escuela más puritana
del liberalismo considera que los empresarios deben asumir todos los riesgos y,
si llega el caso, pagar con sus propios bienes si fracasa el negocio. Aquella
visión se rompió con la introducción del concepto de sociedad anónima, que
permitió a los propietarios no responder con sus bienes ante situaciones
adversas y dio un impulso decisivo al capitalismo como hoy lo entendemos.
Para el PP, el liberalismo económico se limita a bajar
impuestos a los ricos y a las sociedades, eliminar tributos al patrimonio o a
las herencias y flexibilizar -eufemismo por precarizar- el mercado laboral.
Pero el liberalismo económico es mucho más: es rehuir las subvenciones del
abominable Estado, como las que recibió durante mucho tiempo la fundación FAES:
según una reciente fiscalización del Tribunal de Cuentas sobre el ejercicio de
2016, la fundación presidida por el expresidente Aznar obtuvo de lejos la mayor
cuantía de apoyo público (966.765 euros), seguida de la socialista Pablo
Iglesias, con 623.240 euros. Liberalismo económico también es no reclamar
inyecciones económicas para sectores y empresas amigos. Es no crear redes de
financiación política a cambio de favores económicos con fondos del odiado
Estado. Como sucedió con Fundescam, una oscura fundación del PP de Madrid
presidido entonces por la liberal Esperanza Aguirre, a la que el liberal
presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, hizo generosas donaciones, tras lo cual
recibió contratos públicos por 6,4 millones para sus empresas. Y, por supuesto,
no crear entramados delictivos para saquear al Estado, como sucedió con Gürtel,
a menos que digan –a estas alturas todo es posible- que la red formaba parte de
un plan maestro para cumplir el viejo sueño liberal de reducir el Estado a la
mínima expresión.
https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/liberales_129_6463323.html
Nota del blog .-
Nada de lo sucedido hasta la fecha desde 1993, en que José
María Aznar puso en marcha la estrategia de derribar a Felipe González sin
respetar ni siquiera el consenso antiterrorista, permite pensar que se pueda
contar con la derecha española para una política de Estado . A
Aznar le importo un pepino romper el consenso del 78, desmantelar los
servicios secretos y llamar movimiento
de liberación a ETA y cederle a Pujol
todas las competencias que le pidió. Y luego acusar al PSOE de hacerlo ellos. No es un partido que tenga
sentido de Estado. Ni ha tenido un presidente jefe de gobierno estadista ( quiza quitado Fraga , que no fue presidente ) y lo más grave no creen
en España. Y no lo hacen porque se creen
que España son ellos y como son tan podridos
vuelcan su imagen sobre la de España y se tapan de banderas. Aznar hizo las grandes
privatizaciones de empresas públicas
rentables y perdimos la soberanía económica
y repartiendo sus puestos entre amiguetes – ¿qué lo hizo Francia o
Alemania?- y luego entro en el euro a destiempo por puro oportunismo como
antes, para rematarlo e hizo a España un
país dependiente sin soberanía, para así poderlo manejar como cipayos o
mayordomos de palacio sea de Berlín o de Washington, su idea solo es la
pasta para ellos, y no son ni
liberales. Ni demócratas
cristianos . Son como
nacional católicos reprimidos una especie de “neocons” castizos americanizados . Si añadimos a eso el desastre de la gestión de Rajoy en lo de crisis del 2008 lo rematamos. Se cargó la medicina pública puntera, en cirugía e investigación.
Se cargó la naciente energía solar y
eólica puntera se cargó el I+D y de cultura
quien te ha visto y quién te ve.
Para tener cultura propia no se puede obviar nuestra memoria liberal y republicana y ellos su memoria es meramente la frustación imperial católica universal. De Isabel Católica a los Tercios de Flandes o los conquistadores americanos .Pero bajo el filtro de la frustación imperial franquista.
Y Aznar ya sabemos cómo
terminó al servicio del peor periodismo y de
los buitres exteriores contra su país. El
deseo de la derecha es tener una casa en Miami o un apartamento en Washington o
en las Bahamas cerca de un paraíso fiscal. Por que España solo es su cortijo para saquerla . Y llevarse el dinero fuera como hizo el émerito. Su ejemplo es bien la Iglesia Católica Apostólica y Romana , un Estado dentro del estado .tan unidos a ella , dependiente de un paraíso fiscal , el Vaticano . ¡ Patriotas a Dios ! No por Dios , ni de Dios . A mi los que tienen fe en Dios o en el Evangelio, me merecen un profundo respeto . -Quiza en eso por ser filosoficamente agnóstico como Wittgenstein o Hume y un ateo frente a la Iglesia Católica- .Por no tener no tienen ni fe en si mismos y como la van a tener en España .O tener sentido de Estado . Su fe es un paraiso fiscal .Como han hecho con Madrid . No va más alla. Y su alternaviva Vox peor todavia. con su añoranza del cortijo franquista. Por eso salio ese general cipayo diciendo lo de fusilar ahora a 26 millones de Españoles que al final al saltar a las redes y a la prensa , le entro la diarrea .Y lo negó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario