miércoles, 30 de junio de 2021

Países con menos muertes en Sudamérica por el Covid-19 .

 Los tres países con menos muertes por Covid-19 en América Latina no son noticia

 Por José Manzaneda  

Fuentes: Cubainformación

¿Saben cuáles son los tres países con menor número relativo de muertes por Covid-19 en América Latina? El dato lo aporta el Institute for Health Metrics and Evaluation de EEUU y, curiosamente, no es titular de prensa (1). ¿Saben por qué? Porque son Nicaragua, Cuba y Venezuela (2). Países sometidos a sanciones o bloqueos de EEUU y con políticas sanitarias de orientación pública.

Hablemos de libertad de prensa en Rusia… y EEUU. Vladimir Putin atendió durante una hora a todas las cadenas occidentales, para informar sobre su reciente encuentro con Joe Biden. En la rueda de prensa de este, por el contario, los medios rusos fueron vetados (3). Otro ejemplo de libertad de prensa “made in USA”: Emily Wilder, corresponsal de la agencia estadounidense Associated Press, de religión judía, ha sido despedida por sus críticas a Israel en las redes sociales (4).

Un informe reciente de la OIT y Unicef, nos dice que en América Latina y el Caribe hay 8,2 millones de menores que trabajan (5). Si en Cuba hubiera cifras significativas de trabajo infantil, no les quepa duda: leeríamos extensos reportajes sobre uno más de los síntomas del “fracaso comunista”. Pero si, en Perú hay, en la actualidad, más de un millón de niños y niñas que trabajan, ¿por qué no hablan del fracaso del sistema capitalista (6)?

La Unión Europea ha impuesto nuevas sanciones a Bielorrusia por la detención del opositor de ultraderecha Roman Protasevich, tras ser desviado un avión de la compañía Ryanair. Para Bruselas fue “un ataque a la democracia, a la libertad de expresión y a la soberanía europea” (7). Hace ocho años, recordemos: el avión oficial de Evo Morales, presidente entonces de Bolivia, fue forzado a aterrizar en Austria, tras el cierre del espacio aéreo por parte de España, Italia, Portugal y Francia. La orden vino del gobierno de EEUU, que aseguraba que, en aquella nave, se escondía el disidente estadounidense Edward Snowden (8). Algo que, después, se comprobó como falso. Pero que nos mostró en qué consiste la “defensa de la soberanía europea”.

Colombia: desde finales de abril, la cifra de muertes en las protestas sociales, la mayoría por acción policial, supera las 70 (9). Hay más de 500 personas desaparecidas. A finales de mayo, el activista argentino Juan Grabois, participante de una comitiva de observación, fue deportado por el Gobierno colombiano (10). Que, a pesar de todo esto, es tratado con guante de seda por la prensa internacional. Ahora, imaginen que las muertes, la represión, las desapariciones o las deportaciones se produjeran en Cuba… o Venezuela.

Este país, Venezuela, sufre un bloqueo económico brutal. No solamente esta nación petrolera, debido a las sanciones, ha estado 14 meses seguidos sin vender un barril de petróleo (11). No solo tiene retenidos todos sus fondos públicos y sus reservas de oro en la banca internacional (12). Hace unos días, el mecanismo COVAX, de la Organización Mundial de la Salud, confirmó que, tras recibir de Caracas 109 millones de dólares para la compra de vacunas anti Covid, el banco UBS, en aplicación de las sanciones de EEUU, había bloqueado el pago (13). ¿Escándalo mediático? Cero.

 Edición gráfica y de video: Esther Jávega. Coordinación de subtitulaciones: Antonio García Moreno.

(1)  https://t.co/2RNKXGhSTO

(2)  http://www.healthdata.org/

(3)  https://twitter.com/HelenaVillarRT/status/1405326234825920512

(4)  https://www.aa.com.tr/es/mundo/corresponsal-de-ap-afirma-que-fue-despedida-por-criticar-acciones-de-israel-contra-los-palestinos/2250628

(5)  https://www.unicef.org/lac/comunicados-prensa/america-latina-y-el-caribe-se-alejan-de-la-meta-de-eliminar-el-trabajo-infantil

(6)  https://diariocorreo.pe/peru/peru-tiene-la-tasa-mas-alta-de-trabajo-infantil-en-sudamerica-892873/

(7)  https://www.dw.com/es/a-fondo-lukashenko-ordena-un-secuestro-est%C3%A1-putin-detr%C3%A1s/av-57693097

(8)  https://heraldocubano.wordpress.com/2021/05/25/en-8-anos-la-union-europea-perdio-la-memoria/

(9)   https://twitter.com/HelenaVillarRT/status/1405326234825920512

(10) https://actualidad.rt.com/actualidad/393253-colombia-deportar-activista-argentina-tension-gobiernos

(11)  http://www.cubadebate.cu/noticias/2021/06/16/venezuela-estuvo-14-meses-consecutivos-sin-vender-petroleo-por-sanciones-de-la-administracion-trump/

(12) https://misionverdad.com/venezuela/noticias-de-un-secuestro-el-oro-venezolano-en-el-banco-de-inglaterra  

(13) https://misionverdad.com/vicepresidenta-denuncia-bloqueo-de-pagos-de-venezuela-al-mecanismo-covax


 Nota del blog .- Por si hubiera dudas , como siempre , contraste la información ,  de la nota 1 ..Institute for Health Metrics and Evaluation de EEUU ya que no es posible ver el articulo completo  ver este enlace https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52225188  Los países mas afectados son Brasil . Colombia , Perú . México y Panamá . v Ver https://es.statista.com/estadisticas/1105336/covid-19-numero-fallecidos-america-latina-caribe/

De delitos y penas en el Estado penal español.

                           


Tras las huellas del Estado penal español

 Por Loïc Wacquant  

Fuentes: Ctxt

‘Neoliberalismo y castigo’ arroja luz sobre las doctrinas y políticas que han llevado a la asombrosa cuadruplicación de la población carcelaria del país durante los cuarenta años posteriores al fin del franquismo.

 En este estimulante y oportuno libro, Ignacio González Sánchez nos adentra en el Estado penal español para arrojar luz sobre las doctrinas y políticas que han llevado a la asombrosa cuadruplicación de la población carcelaria del país durante los cuarenta años posteriores al fin del franquismo, convirtiendo al país de rezagado en líder del encarcelamiento en la Unión Europea. Introduce a España en el concierto internacional de la penología comparada: la península ibérica no fue incluida en la influyente investigación de varios países de Cavadigno y Dignan, Penal Systems: A Comparative Approach[1]. González Sánchez hace así cuatro aportes al estudio sociojurídico del castigo, la desigualdad y el Estado.

 Primero, el autor muestra empíricamente la complejidad y flexibilidad del castigo estatal como institución social e histórica a varios niveles, en sintonía con la ahora clásica exhortación teórica de David Garland[2]. La penalidad se refiere, en efecto, a una realidad expansiva, que engloba la red de categorías, discursos, organizaciones y prácticas que tienen como objetivo producir, sostener y difundir el derecho penal, para desde ahí gestionar poblaciones y territorios problemáticos. Incluye mucho más que la respuesta técnica a la infracción legal por parte de agentes del Estado, policías, fiscales, jueces, delegados de ejecución de medidas penales alternativas y funcionarios de prisiones. La penalidad está íntimamente ligada con la protección social, la inmigración, las políticas urbanas y económicas. Y transmite, mediante contraposición, una imagen idealizada del “ciudadano digno, respetable y respetuoso de la ley”, en nombre del que se imparte justicia penal y se patrullan los límites de la pertenencia nacional. Para explorar la penalidad española, González Sánchez escarba pacientemente los estudios españoles existentes sobre el castigo y recurre con elegancia a una variedad de teóricos clásicos y contemporáneos, en particular a Émile Durkheim y Pierre Bourdieu, quienes le sirven para enfatizar la función simbólica del castigo (como, por ejemplo, en el tratamiento de los migrantes irregulares y los gitanos como parias sociales).

 En segundo lugar, González Sánchez amplía, enriquece y cuestiona la “tesis de la penalidad neoliberal” que propuse hace una década en Castigar a los pobres[3]. En ese libro elaboré un tipo ideal weberiano del Estado neoliberal, constituido por la articulación dinámica de cuatro corrientes políticas: la desregulación económica (del mercado laboral) a favor de las empresas; un Estado social restrictivo y disciplinario (para preparar y presionar a los pobres hacia un trabajo asalariado precario); una política penal expansiva y punitiva (para almacenar el excedente de mano de obra, evitar el escape hacia la economía sumergida y escenificar la soberanía del Estado para apuntalar su debilitada legitimidad); y el tropo cultural de la responsabilidad individual (como el pegamento cultural que mantiene unidos estos tres elementos). Argumenté que, lejos de ser contrario al neoliberalismo, como suelen argumentar los críticos de la sociedad de mercado, la política penal punitiva es uno de sus elementos constitutivos centrales[4].

 Este modelo se despliega para explicar las permutaciones de la penalidad en la era del neoliberalismo triunfante, es decir, en las cuatro décadas posteriores a la crisis fordista de mediados de la década de 1970. No obstante, se basa en un análisis histórico de la invención de los presidios a finales del siglo XVI, que muestra que el encarcelamiento delictivo surgió como parte integral de la formación del Estado en la temprana Europa moderna[5]. Retornar a los orígenes de la prisión penal (no solo cautelar) también revela que siempre, y en todas partes, se ha dirigido prioritariamente a “poblaciones a la vez desposeídas y deshonrosas”, desalojadas de las posiciones económicas seguras (el eje material) y privadas de honor y de vínculos sociales con la comunidad local (el eje simbólico). Este descubrimiento doble sugiere que el florecimiento de la penalidad neoliberal a fines del siglo XX, caracterizada como iatrogénica, frenética y pornográfica,  dirigida al precariado, los migrantes irregulares y los enfermos mentales pobres, participa de la formación del Estado neoliberal que emerge de los escombros de su predecesor keynesiano. La imprevista rehabilitación y redespliegue de la prisión (tras su descrédito generalizado en la posguerra) es una dimensión central de esta construcción política. En el caso de la España contemporánea, es necesario tener en cuenta tres factores adicionales para dar cuenta de su distintiva trayectoria nacional: la integración en la Unión Europea; la transición a la democracia después de un largo período de dictadura, caracterizado, paradójicamente, por una baja dependencia de la prisión; y la persistencia del terrorismo etnorregional, que sirve de pretexto y conducto para el despliegue de una vigilancia policial intensiva y duras medidas penales (como penas de prisión extremadamente largas).

 En tercer lugar, en España, como en otros países avanzados, surge un estrecho vínculo entre la penalidad y la creciente desigualdad urbana. En la ciudad ibérica esto se concreta en una política de “limpieza policial” del espacio público, para que la visibilidad de las personas sin hogar no obstaculice el flujo de turistas extranjeros, cuyos euros son fundamentales para la economía local y nacional. El aumento de la presencia policial también facilita la gentrificación de barrios históricos populares, como Lavapiés en Madrid, El Raval en Barcelona, ​​Ruzafa en Valencia y Casco Norte en Sevilla, al convertirlos en lugares de consumo y residencia atractivos para personas de fuera del barrio y para los promotores inmobiliarios[6]. Esto plantea la cuestión de si “el despliegue del castigo estatal sigue la geografía de la marginalidad” en la metrópoli española como lo hace en la portuguesa y la francesa (y la estadounidense), donde un pequeño número de barrios estigmatizados y relegados sirven como “campos de prueba” para la penalidad neoliberal y proveen de la población de la que se alimentan de manera desproporcionada las cárceles del país[7].

 Por último, Neoliberalismo y castigo vuelve a plantear la cuestión de un modelo penal distintivo “sureño”, basado en la articulación tanto de las similitudes como de las particularidades de las formaciones sociales de España, Portugal, Italia y Grecia –entre ellas, la histórica resistencia de las estructuras económicas agrarias, un sistema familiar característico, la fuerza de la iglesia, la precariedad laboral normalizada, la democratización tardía y el telón de fondo de regímenes fascistas y dictaduras militares–. Aunque no considera este cuarteto como tal, González Sánchez aporta materiales valiosos para caracterizar lo que podría llamarse un “camino mediterráneo hacia el Estado penal”.

 Neoliberalismo y castigo establece nuevos estándares para el estudio sobre el castigo, la desigualdad y el Estado en la península ibérica y constituye una seductora invitación a los académicos españoles para unirse al debate global que busca descifrar el lugar de la penalidad en la construcción de la ciudadanía europea en el siglo XXI.

 ——————–

 Prólogo del libro Neoliberalismo y castigo (Bellaterra Ediciones), de Ignacio González Sánchez, sociólogo y profesor de Criminología en la Universitat de Girona.

 Notas :

 1. Michael Cavadigno y James Dignan, Penal systems. A comparative approach (London: Sage, 2006). Para una rica contextualización de España en Eurpa, ver Tapio Lappi-Seppälä, «Explaining imprisonment in Europe» European journal of criminology 8, no. 4 (2011): 303-328.

 2. David Garland, Castigo y sociedad moderna: un estudio de teoría social (México: Siglo XXI. [1990] 1999).

 3. Loïc Wacquant, Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad ciudadana (Barcelona: Gedisa. [2009] 2010).

 4. Para Brown, siguiendo la concepción de «gubernamentalidad» de Foucault, «la gobernanza neoliberal aspira de manera más general a reemplazar el derecho, la policía, el castigo y las directivas”; «la movilización neoliberal del derecho» no busca «reprimir o castigar, sino estructurar y afectar a la conducta de la conducta». Wendy Brown, Undoing the demos. Neoliberalism’s stealth revolution (Cambridge: MIT Press, 2015), pp. 141 y 148.

 5. Bronislaw Geremek, La Potence ou la pitié. L’Europe et les pauvres du Moyen-Âge à nos jours (París: Gallimard, 1978); Pieter Spierenburg, The prison experience. Disciplinary institutions and their inmates in early modern Europe (Amsterdam: Amsterdam University Press, [1991] 2007); Norbert Finzsch and Robert Jütte (eds.), Institutions of Confinement. Hospitals, Asylums, and Prisons in Western Europe and North America, 1500-1950 (Cambridge: Cambridge University Press, 2003).

 6. Daniel Sorando y Álvaro Ardura, First we take Manhattan. La destrucción creativa de las ciudades (Madrid, La Catarata, 2016).

7. Gilles Chantraine, «Prison, désaffiliation, stigmates» Déviance et société 27, n° 4 (2003): 363-387; Lucie Bony, «La prison, une «cité avec des barreaux»? Continuum socio-spatial par-delà les murs» Annales de géographie n° 2 (2015): 275-299; y Manuela Ivone Cunha, Entre o bairro e a prisão: tráfico e trajectos (Lisbon: Fim de século Ediçoes, 2002), y «Les gitans, la prison et le quartier une relation spécifique devenue le modèle ordinaire» Études tsiganes 21 (2005): 34-47; y Robert J. Sampson and Charles Loeffler, «Punishment’s place: the local concentration of mass incarceration» Daedalus 139, no. 3 (2010): 20-31.

 Fuente: https://ctxt.es/es/20210601/Firmas/36366/neoliberalismo-castigo-carcel-policia-desigualdad-pobreza.htm

martes, 29 de junio de 2021

El crepúsculo de un rey

Juan Carlos I , el crepúsculo de  un Rey

Documental  del Canal+ Francia  subtitulado

VER  DOCUMENTAL NO EDITADO EN ESPAÑA 


https://youtu.be/k_9nBtguljQ
 



domingo, 27 de junio de 2021

La crítica de la Transición. La ley de amnistía de 1977

 
La crítica de la Transición en las páginas de Ruedo ibérico

 

Escrito por
Joan Martínez Alier   

Lunes, 06 de Junio de 2011 00:00

Ediciones Ruedo IbericoUn reciente ensayo sostiene que en España no se debatió fuerte y abiertamente sobre los crímenes franquistas durante la Transición 

Introducción

Un reciente ensayo sobre la Ley de Amnistía de 1977 de una becaria de la Universidad de Zaragoza (María García Yeregui) escrito con precisión y con la pasión propia de una magnífica nueva generación de historiadores contemporáneos, sostiene con razón que en España no se debatió fuerte y abiertamente sobre los crímenes franquistas durante la Transición.

 

El debate solo ha empezado ya entrado el siglo XXI gracias a los historiadores y gracias al proceso del juez Garzón. Apenas se habló entonces acerca de la violencia política ejercida durante la dictadura y la guerra civil en términos de violaciones de los derechos humanos. La evidencia del silencio la encuentra en el análisis de los contenidos del diario El País y de la revista Triunfo. No usa ni hay razón para que use ni parece haber leído los Cuadernos de Ruedo ibérico cuya difusión era relativamente escasa. ¿Fuimos la excepción que confirma la regla? ¿Cómo acallaron a otras voces como las nuestras?

La denuncia y el debate político de tales crímenes contra los derechos humanos habría sido cortada por la Ley de Amnistía de octubre de 1977, que amnistiaba (art. 2f) los delitos cometidos por funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas (tales como el no perder la vida y vivir en libertad). Quienes habían impedido el ejercicio de tales derechos, fueron amnistiados. Mejor dicho, se auto-amnistiaron con la aquiescencia de los partidos políticos de centro y de izquierda que habían ganado escaños en las primeras elecciones en España desde 1936, las de 1977.

Y así fue, ni en la política parlamentaria ni en la prensa y la televisión se debatió abierta y ampliamente sobre los crímenes franquistas, ni durante el gobierno de UCD hasta 1982, ni en el período socialista de 1982 al 1996, ni en el gobierno de Aznar del Partido Popular (cuyo presidente es Manuel Fraga, ex ministro de Franco) hasta el 2004. Se empezó por fin a despertar la memoria histórica en el ámbito parlamentario con el gobierno de Zapatero, por presión de los historiadores y de los "nietos" de quienes habían sido asesinados y enterrados en fosas comunes y con los intentos muchas veces frustrados de revisar retrospectivamente la legalidad de las sentencias de muerte de los consejos de guerra franquistas. No hubo tampoco en España una Comisión de la Verdad como en Sudáfrica o en Perú. Llamaba la atención en Argentina o en Chile que la justicia española pudiera arrinconar y hasta juzgar a militares y torturadores de esos países y por el contrario no hiciera nada contra los franquistas.

La Transición no logró pacificar los ánimos en el País Vasco. A partir de 1982, el gobierno socialista se implicó en operaciones ilegales contra ETA, como lo había hecho la UCD. La prensa de derecha y el PP usaron los GAL para erigirse paradójicamente en defensores de los derechos humanos contra el PSOE aunque se sabía que UCD había estado implicada en similares actividades. Con los socialistas con la inocencia prontamente perdida y a la defensiva, no era momento de pensar en abrir el tema de los crímenes franquistas y de derogar o cambiar la Ley de Amnistía de 1977. Con el gobierno de Aznar, entre 1996 y 2004, era incluso más difícil esa derogación. Con el gobierno de Zapatero, pudiera haberse considerado la posibilidad de discutirla pero los propios socialistas no querían hacerlo. Si el PP se refuerza en las elecciones del 2012, se alejará más esta posibilidad, diga lo que diga el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Uno puede preguntarse si es todavía posible que el caso Garzón pueda desembocar a través de la justicia europea en una reconsideración de la (pretendida) amnistía de los crímenes franquistas de 1977. De hecho, a Garzón se le ha acusado por la justicia española de haberse saltado expresamente la Ley de Amnistía de 15 de octubre de 1977 pues él quería investigar (en el auto que dio el 16 de octubre de 2008) si, como parecía, Franco y el resto de los jefes militares y colaboradores que se rebelaron contra la República habían ideado un plan de exterminio sistemático de sus oponentes que acabó con, al menos, 114.266 desaparecidos (además de los muertos comprobados). Según Garzón, este plan constituiría un delito de crímenes contra la humanidad no previsto en la ley de 1977. Los muertos comprobados quedaban al margen (posiblemente por haberse amnistiado o prescrito los hechos).

La organización Human Rights Watch el 18 de marzo de 2010 explicó en un comunicado que Garzón era investigado penalmente por prevariación, al intentar indagar presuntas detenciones ilegales y desapariciones forzadas de más de 100.000 víctimas, ocurridas entre 1936 y 1951, mientras que los tribunales españoles han impedido sistemáticamente las investigaciones sobre abusos cometidos durante la guerra civil que sufrió el país (1936-1939) y la dictadura del General Francisco Franco (1939-1975), invocando la Ley de Amnistía de 1977. Uno de los principales argumentos en contra de Garzón por la justicia española ha sido que en su investigación sostuvo equivocadamente que la Ley de Amnistía de 1977 no se aplicaba a los delitos que él quería investigar. El Tribunal Supremo determinará si Garzón incurrió en el delito de prevaricación.

Para diversas organizaciones de derechos humanos internacionales, conviene derogar la Ley de Amnistía de 1977 pues los gobiernos tienen la obligación de garantizar a las víctimas directas e indirectas de violaciones de derechos humanos la justicia y las reparaciones adecuadas. Hay opiniones legales, como las del propio juez Garzón, que aseguran que la Ley de Amnistía de 1977 no impide investigar (algunos de) los crímenes franquistas pero el hecho es que esos crímenes no fueron investigados judicialmente durante más de treinta años desde la llegada la democracia, y que el propio Tribunal Supremo parece pensar (contra Garzón) que la Ley de Amnistía era una ley de punto final, por muchas protestas nacionales o internacionales que haya al respecto. Por otro lado, se argumenta (en el caso español, con treinta años de retraso) que la causa contra los crímenes del franquismo está avalada por la doctrina internacional, según la cual, las leyes de punto final no pueden ser aplicadas cuando se trata de crímenes contra la humanidad. Ciertamente pues, ha habido en los últimos años varios pronunciamientos de organismos internacionales instando a España a derogar la Ley de Amnistía de 1977 dada la imprescriptibilidad de este tipo de delitos. Y el Parlamento español no ha hecho ningún caso ni creo que vaya a hacer ningún caso. La impunidad de los franquistas quedó atada y bien atada.

El pésimo ejemplo español de la Transición permitiendo la auto-amnistía de criminales al servicio de una larga dictadura podía servir pour encourager les autres. Por suerte este no ha sido el caso en Argentina, gracias a una ironía de la historia, es decir, la guerra de 1982 de la señora Thatcher en las Malvinas derrotando a los militares argentinos. En Chile la Transición ha sido más a la española pero no totalmente. Ironicamente otra vez, la diferencia chilena se dio en parte por la intervención del juez Garzón con su auto de detención contra Pinochet en Londres que causó gran irritación a Thatcher que admiraba la política económica neoliberal de Pinochet. Ese auto de Garzón contra Pinochet reseña la larga lista de convenios internacionales pertinentes y le debe haber servido de entrenamiento para sus diligencias contra el franquismo años más tarde.

Treinta años no es nada

Supongamos pues, apoyando al juez Garzón, que la española Ley de Amnistía de 1977 no comprende imprescriptibles delitos contra los derechos humanos reconocidos internacionalmente tales como desapariciones y secuestro de niños. Podría también pensarse que, no ya los asesinados desaparecidos en la guerra y postguerra (como García Lorca) sino también los asesinados con paradero (como Lluís Companys), fueron víctimas de crímenes contra la humanidad que de ninguna manera podían ser amparados por la Ley de Aministía de 1977. ¿Cómo se explica entonces que en 1980, 1985, 1990,1995, 2000, 2005 ningún fiscal y ningún juez español iniciaran causas por crímenes franquistas? ¿Habrá que pensar que estaban prevaricando? ¿Cómo es posible que haya habido que esperar al juez Garzón en el 2008, cuando el propio juez Garzón actuaba en Chile y Argentina desde antes? Y si no era Garzón, ¿por qué no actuaron en 1980, 1985,1990, 1995, 2000 fiscales democráticos y de larga trayectoria anti-franquista como por ejemplo Jiménez Villarejo? Eso no tiene una contestación, pienso yo, de técnica jurídica ni de circunstancias personales, sino sociológica y política. El miedo perduraba aunque disminuía. Además la interpretación oficial y celebratoria de la Transición en términos de una reconciliación que había liberado a los presos políticos franquistas y que excluía elucidar judicialmente los crímenes franquistas era casi unánime en al arco parlamentario y predominaba en los medios de difusión masiva.

Antes de 1975, Gabriel Jackson había aventurado cifras sobre los muertos de la represión franquista durante y después de la guerra similares a las que ahora se manejan (y muy distintas de las de Hugh Thomas). Un historiador del régimen, Salas Larrazábal, publicó un balance mucho más favorables para los franquistas que el de Jackson (yo logré publicar una temeraria carta contra los inventos de Salas Larrazábal en la revista Destino en 1975). Desde 1977 hasta el 2007 hubo durante 30 años investigación histórica en España que mejoró enormemente la que había podido hacerse antes sobre los crímenes del franquismo pero no hubo intentos de juicio contra los franquistas por delitos contra derechos humanos. Porque la verdad es que los franquistas habían sido amnistiados en 1977 (según creían y creen aún la gran mayoría de parlamentarios y el aparato judicial) con el beneplácito de Partido Comunista, el Partido Socialista, el PNB y CiU. En el Parlamento en 1977 solo expresó una queja contra la Ley de Amnistía el diputado Francisco Letamendía, autor prolífico de libros sobre la historia de Euskadi en Ruedo ibérico, autor también de "El NO vasco a la Reforma" en esos años de la Transición, amigo mío y de la editorial Ruedo ibérico a la cual había aportado con Miguel Castells Arteche (y con el pseudónimo Kepa Salaberri) un excelente libro sobre el Proceso de Burgos de 1970 en el cual él había sido el más joven abogado.

Los colectivos de nietos de las víctimas del franquismo pueden comparar la Transición españolas con la argentina "donde (como ha escrito Diego Barcalá, 1/11/2009, HYPERLINK "http://www.publico.es" www.publico.es) las leyes de punto final fueron derogadas para que los responsables de la tortura política desfilen ante los tribunales democráticos". No ha sido fácil. Uruguay ha estado oscilando entre el ejemplo español y el argentino. En España, el blindaje de la Ley de Amnistía de 1977 (que tal vez contravenga tratados internacionales pero cuya vigencia es respaldada fuertemente no solo por la justicia sino por destacados políticos socialistas) permite que Garzón pasara fulminantemente de tardío acusador a acusado.

Los Cuadernos de Ruedo Ibérico

Con José Manuel Naredo y con quien fue el alma de las Ediciones Ruedo Ibérico de París, José Martínez Guerricabeitia (que era veinte años mayor que nosotros, nacido en 1921), tomamos la entonces atascada revista Cuadernos de Ruedo ibérico con brío en 1974, y editamos desde el número 43-45 hasta el número final, el 63-66 en 1979 publicado ya en Barcelona (dedicado íntegramente al ecologismo y a criticar la energía nuclear). Los Cuadernos de Ruedo Ibérico habían empezado en 1964-65 con apoyo de Jorge Semprún y de Fernando Claudín que habían sido expulsados del Partido Comunista, y en ellos y en sus suplementos escribieron jóvenes estudiantes y profesionales como Manuel Castells, Joaquín Leguina, Juan Muñoz García y muchos otros. Varios fueron a parar al PSOE, otros como Naredo y yo nos mantuvimos independientes durante y después de la Transición. Un aislamiento doloroso, con amistades desgarradas o perdidas con personas que a veces, ahora, ya han muerto haciendo imposible una conversación pausada sobre quién tenía más razón.

Cuando el PSOE triunfó en 1982 parecía hacerse realidad por un bello momento el verso de Salvador Espriu, només uns dits joves si encara són nets, guariran les plagues de l'estesa pell, solamente unos dedos jóvenes, todavía limpios, podrán curar las llagas de la extendida piel de toro de España. Pero los ministros del PSOE habían tragado ya todos los sapos de la Transición excluyente, se habían des-moralizado ya antes de ser ministros, habían optado por la continuidad y no supieron resolver el contencioso pendiente en el País Vasco porque se habían subordinado mentalmente con la amnistía a la versión que convenía a los franquistas. La Transición no fue un ejemplo de "a enemigo que huye, puente de plata" sino, al contrario, "si no puedes ganar a tu enemigo (ni lo intentas), júntate con él", a expensas de los excluidos especialmente en Euskadi.

El final de los gobiernos de Felipe González (que hicieron algunas cosas muy buenas como meter a España en la Unión Europea) fue una mezcla de tragedia y de zarzuela. La tragedia de los GAL (cuyos actos no han sido aún juzgados en su totalidad) y la corrupción al estilo de la ladrona directora del Boletín Oficial del Estado y del jefe de la Guardia Civil fugado a Bangkok.

En un artículo enviado a CRI y que no se publicó, Joaquín Leguina nos había recomendado a los que quedábamos en Ruedo ibérico en 1977 que nos metiéramos en el PSOE, pero ¿cuántas dimisiones tendríamos en la cuenta (a ejemplo de Ignacio Sotelo) si le hubiéramos hecho caso?

Tal vez quien más artículos escribió en Cuadernos de Ruedo ibérico fue Luciano Rincón que vivía en Bilbao y que estuvo preso varios años por su labor para la editorial. Juan Goytisolo llevó desde el principio hasta el final la asesoría literaria, publicando el mismo varios ensayos. Mi primer artículo, sobre la agricultura andaluza, fue en el 1967, en el número 13-14, se llamaba "El Reparto". El economista J. M Vegara (que estaba en Paris, más tarde concejal en Barcelona con el Partido Socialista de Cataluña, amigo muy cercano de Pascual Maragall, ambos autores con pseudónimo en Ruedo ibérico), me trajo en julio de 1968 a La Habana donde yo investigaba historia agraria, el primer ejemplar de La estabilidad del latifundismo escrito entre 1963 y 1967 entre Oxford y Córdoba. En Andalucía hablé con anarquistas sobrevivientes, escuché de escondidas Radio España Independiente en algún cortijo y entendí cómo el poder del franquismo se basaba en la memoria de una gran matanza, en la represión continuada y en un gran miedo. Recuerdo otro artículo mío en Ruedo ibérico (y en Marcha, de Uruguay) de 1970 con el título: "España: el miedo empieza a desaparecer". Muy prematuro.

Naredo por su parte tomó su primer café con Pepe Martínez cuando a los 22 años visitó París en el verano de 1963, para acudir a una reunión de estudiantes comunistas que tuvo lugar en Arrás (tras esta reunión fue expulsado del Partido Comunista por sus desavenencias con la dirección de Santiago Carrillo). Ese primer contacto de Naredo se afianzó al residir en Paris durante 1966-1967 para hacer un curso de postgrado sobre las Cuentas Nacionales y la "técnicas de la planificación" francesas, completado con un stage en el INSEE. A raíz de ello coordinó la publicación en los Cuadernos de Ruedo Ibérico y en sus voluminosos suplementos, de varios documentados ensayos de un grupo de "jóvenes economistas" madrileños (en un principio compuesto por Juan Muñoz García, Arturo Cabello, Santiago Roldán, que venían elaborando junto con Naredo, en una columna semanal de la revista Triunfo firmada como "Arturo López Muñoz"). La relación de Naredo con Ruedo ibérico y conmigo se afianzó todavía más durante su segunda estancia en París entre 1970-1973, cuando trabajó en la OCDE, estrechando su colaboración con los Cuadernos de Ruedo Ibérico y con la propia empresa editorial.

En el nacimiento de la nueva época de la revista en 1974, Naredo y yo éramos ya pues viejos conocidos de Ruedo ibérico, habíamos comido muchos platos de pasta cocinados y servidos por Marianne Brüll, factótum de Ruedo ibérico, en el 27 de la rue de Sommerard cerca de la sede de la rue Latran, un rite de passage para los más iniciados. (Marianne Brüll mantiene ahora la página HYPERLINK "http://www.ruedoiberico.org" www.ruedoiberico.org). No éramos unos recién llegados, éramos amigos de Pepe Martínez y jóvenes estudiosos. Pero él sabía mucho más. Había hecho la guerra, había estado en la cárcel y en el exilio, sabía fabricar libros, vivía en Paris desde 1947. Pierre Vilar decía de él que era "anarco-marxista". El, con Nicolás Sánchez-Albornoz, Ramón Viladás, Vicente Girbau y Elena Romo había fundado las Éditions Ruedo ibérico en París el año 1961. En el 2001 caen dos aniversarios que podrían celebrarse en el Colegio de España de París, pues Pepe Martínez murió hace 25 años en Madrid el 12 de marzo del 1986, el día del referéndum de la OTAN. Costaba olvidar que la OTAN había albergado a Salazar. Pepe Martínez murió en el silencio y soledad impuestos por el consenso de la Transición. El decía una frase: la guerra efectivamente había acabado pero le iba a suceder una larga época de "guerra" sobre la historia de la guerra y del franquismo.

Entre 1974 y 1978 publicamos diversos ensayos contra la Transición. Una selección va a publicarse próximamente en la editorial Backlist de Barcelona, compilada por el joven historiador Xavier Diez que aprovechará la ocasión para dar cuenta también de los animados debates actuales sobre la Transición. Hay artículos de esos años escritos a tres o cuatro manos, con Alfonso Colodrón, con Alberto Hernando, con Naredo y Pepe Martínez. Pusimos mucha atención en las muchas huelgas del postfranquismo. Había una tradición en Ruedo ibérico de crítica al dominio del PC sobre Comisiones Obreras. Juan Antonio Díaz y Santiago López Petit habían publicado un libro en Ruedo ibérico que se llamaba Comisiones Obreras: entre el fraude y la esperanza. El Pacto de la Moncloa no hubiera sido posible sin ese dominio del PC sobre Comisiones Obreras.

Explicamos en CRI en 1976 y 1977 cómo eran los primeros gobiernos de la monarquía (en artículos con Juan Muñoz –más tarde vicepresidente del congreso de los diputados- y con Naredo), la creciente presencia de banqueros, empresarios y de políticos que venían de la ACNP (en sustitución del Opus Dei, como quien dice), los que iban a ser protagonistas de la Transición como Alfonso Osorio, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Oscar Alzaga, Leopoldo Calvo Sotelo. Nos irritó mucho el silencio deliberado con que se acogió el libro que publicó Ruedo ibérico sobre la Asociación Católica Nacional de Propagandistas en 1974 porque es importante para entender el franquismo (Herrera Oria, Martin Artajo, Castiella, Silva Muñoz) y el post-franquismo.

El más notable artículo en CRI en esos años ocupó todo el número 54 (nov.-dic 1976) redactado casi al cien por ciento por Naredo, y se llamó "Por una Oposición que se oponga". Años más tarde lo reeditó con nostalgia el editor Herralde en Anagrama en Barcelona. Yo escribí un artículo más corto de parecido argumento en enero el 1976, que se llamó "La oposición política: grandes rebajas". Recuerdo que fue en enero porque de ahí vino la idea de las rebajas. Y también escribí antes, ya en 1975 en vida de Franco, una serie de artículos con el título "Contra la Reconciliación", título estridente que llamaba infructuosamente a un debate que el Partido Comunista no quería sostener ni permitir. Uno de esos artículos criticaba a Juan Linz, su noción de régimen autoritario de pluralismo limitado. También criticamos con toda la fuerza posible el Pacto de la Moncloa en el 1977, y asimismo el artículo 8 de la Constitución (que el general Armada estuvo por esgrimir en febrero del 1981 y que el PNB a veces ha propuesto eliminar). Había otras revistas de orientación parecida pero más ligeras, Bicicleta, Ajoblanco, El Viejo Topo, que a partir del 1975 se publicaron en el interior. Vender libros y revistas de Ruedo ibérico fue ilegal hasta el 1977.

La Transición se hizo a marcha lenta, con control desde arriba, con represión. Se han contado los muertos. Algunos han hablado de una Transición sangrienta. Fue además una Transición excluyente. La violencia vino de los aparatos del estado y de su entorno, y también de algunos de los que fueron o se sintieron excluidos. En Ruedo ibérico tuvimos miedo de abrir una librería en Barcelona o peor en Madrid cuando proliferaban "guerrilleros de Cristo Rey" y similares. En octubre de 1975 la librería de Paris en la rue de Latran había sido dañada por un bombazo. Ruedo ibérico había co-editado el libro de la Operación Ogro publicado por Mugalde en Hendaya sobre el atentado a Carrero Blanco en diciembre de 1973. Nunca se supo quien había puesto la bomba y a cuenta de quién, seguramente policías españoles quienes, como he escrito otras veces, habrán servido a la monarquía constitucional tan profesionalmente como a la dictadura y estarán ya jubilados.

Los nombres de las calles

Uno puede obsesionarse con la memoria histórica. Recuerdo haber visitado la Universidad Menéndez y Pelayo en Santander hace diez años, poco tiempo después de que su rector, el ex ministro Ernest Lluch, muy amigo mío en la universidad de Barcelona cuando teníamos veinte años, falleciera en un atentado cruel y particularmente absurdo de ETA. Recuerdo que hace diez años una avenida principal de Santander se llamaba Camilo Alonso Vega, tal vez se llama así aún. Un capitán general franquista, ministro del interior con Franco, un criminal político de primer orden. Pensaba en Ernest Lluch que debía ver ese nombre cada vez que iba al aeropuerto o de compras. Tal vez le hayan cambiado el nombre a esta calle. Es posible que la memoria de muchos de los héroes criminales del franquismo sea erradicada de las calles. Si la Transición en España se hubiera hecho a impulsos de la "resistencia" anti-franquista, esos nombres hubieran caído ya, como ha ocurrido en Cataluña y en Euskadi casi totalmente. Muchas estatuas de Franco han sido retiradas en un proceso que ha durado treinta años.

No hubo en España una entrada popular masiva en la "resistencia" en las postrimerías de franquismo, un anhelo general, repentino y oportunista de derribar estatuas y cambiar los nombres de las calles como en Italia y en Francia en 1945. Tal vez lo impidió el miedo. Se mantiene casi 40 años después el monumento mortuorio a Franco en Cuelgamuros que el propio Franco hizo construir con trabajo forzado, allí está su túmulo, una atracción turística vecina a El Escorial. Se debate actualmente cómo neutralizar simbólicamente ese monumento, es todavía posible que se convierta con su carga pro-franquista en un elemento aceptado de la historia como les ocurrió hace tiempo a los vecinos del Generalísimo en El Escorial, a quien nadie les puede hacer el equivalente a un proceso penal retrospectivo aunque alguno se lo mereciera.

Si el franquismo perduró en el callejero es porque la Transición fue consensuada. Cuando protesto, me dicen que es una extravagancia irritarse por los nombres de las calles. Sería inimaginable una calle del General Weyler en La Habana pero hay muchas calles del General Weyler en España y en sus islas, aunque los historiadores saben que fue responsable de la política de "reconcentración" y de cientos de miles de víctimas en la guerra de Cuba y de otras atrocidades en Filipinas. En España, eso se olvidó a nivel popular incluso por los descendientes de quienes criticaron a Weyler, eso está ya muy lejos y además siempre hubo partidarios de luchar hasta el último hombre y la última peseta en las casi últimas colonias. ¿Hay mociones en los ayuntamientos españoles para cambiar el nombre de las calles General Weyler? ¿No se produce un similar olvido en muchos países coloniales? ¿Pasará lo mismo con el gran monumento a Franco para mala pedagogía de las generaciones futuras?

¿Quién amnistiará al amnistiador?

No recuerdo en qué momento de indignación y de desespero en 1975 al ver como se escapaba la Transición escribí en Barcelona (y por eso el artículo está firmado solo con iniciales) el texto que pregunta: ¿quién amnistiará a los amnistiadores? Estoy contento de haberlo escrito y publicado entonces, aunque podría haber estado mejor argumentado. El artículo está en CRI 46-48, junio-diciembre 1975. Copio algunos párrafos.

"Se habla todo el tiempo de reconciliación y se pide una amnistía. Se discute la diferencia entre indulto (que supone el perdón de quien delinquió) y la amnistía (que implica reconocer que no se delinquió). Tal vez habría que dar una amnistía o indulto a personas como Fraga (ministro del gobierno que asesinó a Grimau y a otros), o a Pío Cabanillas (ministro del gobierno que asesinó a Puig Antich), o a Areilza, alcalde de Bilbao al ser conquistado por las tropas franquistas: todos ellos, y muchos otros, parece que están dispuestos a reconocer sus errores pasados y lo estarán cada vez más. Pero hay mucha distancia entre amnistiar a unos cuantos arrepentidos y dar una amnistía general a todos los que han llevado a cabo la represión franquista: hay que exigir responsabilidades políticas no sólo a los policías torturadores sino a los organizadores y cómplices de la represión. ¿Por qué? No por ansia de venganza, sino porque la petición de responsabilidades políticas lleva aparejada una necesaria discusión y esclarecimiento a fondo de la represión desde 1936 hasta la fecha, lo cual evidentemente perjudicará mucho más a la derecha que a la izquierda. Una vez esclarecidos y discutidos los hechos, una vez la derecha colaboradora con el franquismo haya sido desacreditada por su papel en la represión, entonces sí que podrá dárseles un indulto o amnistía, y podremos reconciliarnos.

Pero lo que resulta realmente curioso es que la izquierda, o la llamada izquierda. no está discutiendo si va a exigir responsabilidades políticas a los franquistas o si les va a perdonar ya de entrada sin una investigación previa y detallada de la represión desde 1936 hasta ahora, sino que la izquierda está reclamando que los franquistas le den una amnistía ¡a la propia izquierda! Realmente, el colmo. La izquierda solicita perdón y clemencia en vez de denunciar la ilegitimidad de los poderes actuantes, y en vez de insistir en la cantidad de muertos que Franco y los franquistas han producido, ante la complacida aquiescencia de obispos y generales y del borbónico sucesor de quien no se recuerda que, por ejemplo, intercediera cuando Puig Antich fue asesinado ni que denunciara la brutalidad policial cuando, poco tiempo después de ser nombrado sucesor, varios obreros fueron asesinados en Granada, El Ferrol y otros lugares. Ni que, ya más cerca de la herencia, hiciera otra cosa que aprobar mediante hipócritas cláusulas de estilo el asesinato de las últimas cinco víctimas de Franco. La izquierda, así, ayuda a que el poder se consolide.

Así pues, eso de pedir amnistía no es sólo desmovilizador sino que es un poco ridículo. En todo caso, a la vez que se pide amnistía, habría que discutir si se amnistiará a los eventuales amnistiadores. Una amnistía que permitiera al franquismo y a la sucesión del franquismo sacarse de encima, a última hora, como quien no quiere la cosa, a cientos de miles de muertos y todo lo que cuelga, sería una mala operación para la izquierda, pues le privaría de una buena arma de ataque contra la derecha. La izquierda debería anunciar que exigirá responsabilidades políticas (que no quiere decir, necesariamente, penas de muerte, sino, por ejemplo, inhabilitación para la vida pública) a los miles de personas que desde 1936 han colaborado activamente, e incluso con silencio cómplice, en la represión".

Los CRI son de muy fácil acceso. Están en bibliotecas extranjeras y españolas, hay además una excelente edición facsímil publicada en Valencia. Nosotros no participamos entonces ni ahora del entusiasmo por la Transición, al contrario. Queda probado por tanto que no todo el mundo participó del consenso de la reconciliación nacional y de la auto-amnistía. Sería interesante hacer un inventario de esas críticas. La auto-amnistía que se preparaba fue criticada por José Bergamín en enero de 1976 en lenguaje algo críptico en las páginas de Sábado Gráfico en Madrid. Treinta años después, Ricard Vinyes escribía en El País (25/10/07) que él se contaba entre "quienes consideramos la Ley 46/1977 como lo que realmente es: un éxito indudable del antifranquismo y a la vez un punto final, una auto-amnistía de los responsables de tantos crímenes" mientras que el historiador Francisco Espinosa, recordando la pléyade de jóvenes historiadores que con poco apoyo oficial han investigado la represión franquista en las provincias, escribía en la revista disidente Archipiélago ("Reflexiones en torno al fenómeno revisionista", n. 72, p. 120) que el auténtico espíritu de la Transición había sido el pacto de silencio, la impunidad de la auto-amnistía del 77 y las políticas del olvido.

La verdad es que en Ruedo ibérico en 1975 ya advertimos que eso iba a ocurrir. Pero en tantísimos años ni a mi (ni a Naredo), aunque (entre los dos) somos bien conocidos internacionalmente en campos como la economía ecológica, la historia agraria y la historia ambiental, la ecología política, la economía agraria, la política hidráulica, las contabilidad macro-económica y el urbanismo, casi nadie nos ha preguntado nada sobre la Transición. Dimos abiertamente nuestra opinión en un excelente documental de Paco Ríos y Mariona Roca para la televisión española sobre Ruedo ibérico (que está en la web), pero al coloquio en televisión cuando se presentó este documental invitaron a Santos Juliá y a Joaquín Leguina (ambos ex autores de CRI y ambos del PSOE) y no a nosotros. Muchas gracias pues por esta invitación al Colegio de España en Paris.

En su vida desde 1961 a 1981, Ruedo ibérico publicó unos 200 libros además de los Cuadernos y sus suplementos. En esos años 1974-79 Ruedo ibérico publicó varios libros de actualidad y unos cuantos clásicos: el Gernika de Southworth, el Eco de los Pasos que es el título de las memorias de García Oliver, la Extremadura Saqueada, un libro muy original de geografía regional ecológica de Naredo, Mario Gaviria y Juan Serna fruto de la campaña contra la central nuclear de Valdecaballeros. Yo fui contratado como catedrático en la Universidad Autónoma de Barcelona en 1975-76 y en 1977 publiqué en Londres Haciendas, Plantations and Collective Farms (Cuba and Peru). Naredo y yo estudiábamos en los años 1970 muy intensamente temas de energética agrícola, él publicó estudios importantes sobre la agricultura española y juntos publicamos en 1979 un artículo sobre la contabilidad energética de Podolinsky y la reacción de Engels y Marx. Estos eran temas que nos apasionaban y apasionan, y que han ayudado al nacimiento internacional de la economía ecológica. Con estos auto-elogios, quiero decir que no éramos ni somos especialistas en la Transición. No somos politólogos de oficio sino de afición. En 1975-79 dediqué muchas horas a dar clases de economía sin explicar a los alumnos qué pensaba de la Transición. Sería sin embargo frívolo y falso decir que la Transición era meramente nuestro hobby; al contrario era nuestra angustia. Debíamos decir algo, protestar, sabíamos que las "teorías" del PC sobre el franquismo como el dominio de una camarilla latifundista y financiera contra el cual se enfrentaría una democrática alianza de la clase obrera y la burguesía industrial, eran verdaderas tonterías. Ruedo ibérico había publicado muchos libros de anarquistas españoles y también de autores que venían del POUM. Estábamos muy distanciados del Partido Comunista (y viceversa). No compartimos para nada el entusiasmo de los diputados del PC por la Ley de Amnistía de 1977. El PC español se había distanciado de la Unión Soviética solamente en 1968, con la invasión de Checoeslovaquia, no había protestado contra la invasión de Hungría en 1956. De Pepe Martínez hay que decir que no era de este mundo en absoluto.

En esos años de la Transición excluyente, con el empuje de Pepe Martínez y en medio de los apuros económicos de los traslados y las deudas de Ruedo ibérico, tomamos una posición muy clara "Contra la Transición". Este será el título de la colección de artículos de CRI que prepara Xavier Diez. Pedíamos entonces una oposición que se oponga. Esa era también la opinión de otras personas y otros grupos (especialmente en Euskadi pero también en otros lugares) como los que se han dedicado después con perseverancia a hacer listas con "todos los nombres" de los asesinados y desaparecidos en 1936 y años sucesivos. Los de la CGT en Andalucía a veces citan mi artículo de 1975, ¿quién amnistiará al amnistiador?. Sin embargo, como escribe acertada y honestamente la joven historiadora Maria García Yeregui, efectivamente no hubo un gran debate abierto durante la Transición sobre los crímenes franquistas. La prensa más democrática (como El País y Triunfo) no se escandalizó por la auto-amnistía, al contrario. ¿Cómo fueron acalladas las voces que pedían un debate?

Vergüenza internacional

En un artículo en El País del 3 de marzo de 2010 el fiscal y demócrata José M. Mena afirmaba que por fin, treinta años después, ya entrado el siglo XXI, Garzón intentó investigar los crímenes del franquismo. Pero el cazador (a quien nadie puede acusar de madrugar demasiado) ha sido cazado, ha sido procesado porque se supone que debe conocer, siendo juez, las leyes vigentes y sin embargo deja de lado la Ley de Amnistía de 1977.

En defensa de Garzón, el fiscal Mena asegura que había y hay base jurídica nacional e internacional suficiente para que esa investigación de los crímenes franquista sea posible, y para considerar que Garzón ha sido competente para llevarla a cabo en el cargo que tenía en la Audiencia Nacional antes de ser apartado de ella. Me pregunto entonces porqué el propio fiscal Mena no tomó la iniciativa hace décadas ni tampoco algún otro fiscal del reino. Esto aparte, comprobamos que a Garzón no se le permitió completar la investigación judicial de los crímenes franquistas. Y, en conclusión, escribía Mena, "para vergüenza internacional de todos nosotros, se le cambia de investigador a investigado, de juez a acusado".

Ahora bien, ¿quiénes son esos "nosotros", quiénes son ustedes que sienten vergüenza internacional? En Argentina o en Chile hay gente normal que pregunta cómo es posible que Garzón y otros jueces españoles procesaran y llevaran a la cárcel o causaran graves incomodidades a políticos criminales o torturadores de esos países y, sin embargo, los jueces españoles no hayan procesado a los autores de los crímenes franquistas. Conocemos la historia de esos crímenes gracias al trabajo esforzado de muchos historiadores. Pero no hubo investigación judicial ni procesamientos porque hubo en la práctica el equivalente a una Ley de Punto Final dictada el 1977. Eso es lo que muestra (por ahora) el caso Garzón.

En 1975-76, tras la muerte de Franco y llegada la Transición, el Partido Comunista continuaba presionando hacia la reconciliación nacional como llevaba años haciéndolo, con Carrillo al frente. El PSOE que apenas existía en la época se apuntó encantado, lo mismo los mayores partidos catalanes y vascos. Eso se reflejó en la composición de la comisión que redactó la Constitución, desde Fraga (ex-ministro del criminal Franco) hasta Solé Tura, del PSUC (el partido comunista catalán). Hubo famosos símbolos sociales de la reconciliación: el beso cortesano de Carrillo en la mano de la reina, el matrimonio de la Duquesa de Alba con un ex-militante de la izquierda socialista (un aviso de que la transición excluía la reforma agraria).

La Transición fue excluyente. Aisló a la izquierda libertaria y a la izquierda marxista que no se acomodó en el PSOE, se quiso quebrar y finalmente se quebró el movimiento independentista vasco. Todo un éxito. La Ley de Amnistía fue como un chiste: los que habían matado sin sufrir ningún castigo y sin perder ni una de las antiguas pesetas de su patrimonio con la muerte de Franco, se daban el lujo de amnistiar a los que habían perdido la guerra y habían perdido la paz de los cementerios durante 35 años, y de paso se amnistiaban ellos mismos.

Los que protestamos (fuimos bastantes) no tuvimos audiencia en los medios. Bien natural, nosotros éramos excluidos de la Transición. El Partido Comunista y el (nuevo) Partido Socialista fueron actores principales en esta Transición excluyente, argumentando pro domo sua que los poderes fácticos (el Ejército) no permitían ir más allá. Los nuevos políticos dieron el equivalente a una Ley de Punto Final que ahora se comprueba que era efectiva. Es bien posible que a Garzón le absuelvan de los cargos de prevaricación (por no respetar esa Ley de Amnistía del 1977) pero es menos probable que la investigación y condena judicial de los crímenes franquistas continúe. Tal vez algún juzgado local que investiga casos de desparecidos sentencie en este sentido pero el fallo estará sujeto a apelación. Tras los años del gobierno de Zapatero no hay en los mayores partidos parlamentarios entusiasmo por reavivar la memoria histórica y menos aun por derogar o enmendar la Ley de Amnistía de 1977. Tal vez la nueva generación que protesta en las plazas en mayo del 2011 cambiará esto, pero no es improbable que el próximo gobierno español en el 2012 sea del PP y el presidente honorario de este partido es Manuel Fraga.

Los artículos y dictámenes, las tesis doctorales que se escriban diciendo que la Ley de Amnistía debe ser derogada o cambiada o que no hace falta ni tan solo hacer esto porque ab initio no podía cubrir los crímenes franquistas contra la humanidad que no prescriben, tendrán mérito, pero la realidad parece indicar que nadie será nunca procesado ni tan siquiera investigado judicialmente (por lo menos en España) por crímenes realizados en el franquismo. Diez años más, y la cosa ya quedará clara definitivamente. Al juez Garzón le frenaron en seco. Tal vez el salga absuelto pero su causa está probablemente perdida. Cabe la hipótesis que el Tribunal Supremo español u otro tribunal en posterior apelación, diga que la Ley de Amnistía (que es un fruto de la política de Reconciliación Nacional) no puede impedir sin embargo la investigación de los crímenes franquistas y le de la razón al juez Garzón. Eso sería muy saludable.

El gobierno socialista de Zapatero, tal vez avergonzado como dice Mena y como lo podría estar el propio Mena si era de los partidarios de la Reconciliación Nacional, tras 35 años de retraso les da a veces medallitas a las hijas e hijos de los represaliados (como ocurrió con los militares anti-franquistas de la UMD). Espero que a nadie de los que quedemos de la editorial Ruedo ibérico se le ocurra nunca ir a Madrid a recoger una medallita a la libertad de expresión que nunca le ofrecieron a Pepe Martínez. Eso suponiendo que nos la quieran dar, tantos años de silencio después. Si ustedes sienten vergüenza, se la aguantan. Era previsible. Fue previsto, explicado y advertido.

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Nota  .-  El texto es una participación en un coloquio internacional en Francia  en 2011 .  Pero luego  también  hay  ese libro  que son los artículos publicados en la revista de Ruedo Ibérico . Esta claro que el pacto de la Transición  fue además de la Monarquía   la ley de Amnistía del 77 de punto final . )

Texto original en 

 
https://todoslosnombres.org/sites/default/files/investigacion142_1.pdf

 Y ver  ...https://www.publico.es/politica/ley-amnistia-germen-impunidad-fascista-40-anos-ley-amnistia.html

  

 

 


sábado, 26 de junio de 2021

El caso Wanninkhof y el amarillismo periodístico televisivo.

Dolores Vázquez y la lesbofobia


Fuentes: https://www.publico.es/


Cuando el machismo sigue extendido como referencia cultural de toda práctica social en todos los estamentos de la sociedad y es la base de toda discriminación social


Si alguien se pregunta para qué hacen falta a estas alturas y en este país las celebraciones por el Día del Orgullo LGTB, bastaría con que echara un vistazo a El Caso Wanninkhof-Carabantes, dirigido por Tania Balló, un documental modélico por su claridad, brevedad y ecuanimidad al relatar los pormenores y circunstancias una de las mayores vergüenzas judiciales ocurridas en este país: la condena de Dolores Vázquez Mosquera por el asesinato de la joven Rocío Wanninkhof. La cantidad de equivocaciones, prejuicios y disparates que concurrieron en su resolución lo convierten en un perfecto ejemplo de todo lo que no debe hacerse durante una investigación policial, todo lo que no debe admitirse en un procedimiento legal y buena parte de la podredumbre homofóbica que circula todavía por nuestra sociedad.

En octubre de 1999 Rocío Wanninkhof, una joven de 19 años, desapareció en la localidad malagueña de Mijas, dejando únicamente un rastro de sangre y unas zapatillas de deporte. Tras una serie de búsquedas infructuosas llevadas a cabo por la policía y patrullas de voluntarios, apareció su cuerpo casi un mes después, prácticamente en estado de descomposición. Las habladurías de los vecinos, la presión mediática y una errónea praxis policial condujeron a la detención de Dolores Vázquez, una mujer que había sido pareja de la madre de la víctima, Alicia Hornos, e incluso había convivido con ella y con sus hijas.

Antes del juicio propiamente dicho, Dolores fue condenada en las tabernas y en los telediarios, se escribieron artículos repulsivos en los periódicos comentando su aspecto masculino y su falta de feminidad; supuestos especialistas declararon en tertulias radiofónicas y televisivas, sin el menor pudor, que estaban convencidos de su culpabilidad a pesar de que no había una sola prueba en su contra y de que contaba con una sólida coartada: en el momento del asesinato estaba cuidando de una de sus sobrinas y los recibos telefónicos atestiguaban que en todo momento había permanecido en casa. Nada de eso sirvió para atenuar el linchamiento mediático y el lamentable espectáculo de un juicio con jurado popular donde saltaron a la luz acusaciones tan grotescas como su aspecto hombruno, su afición por el karate, su voz ronca o el testimonio de una mujer que decía haberla visto apuñalando una foto de Rocío en el cartel de búsqueda (era una empleada ucraniana que no entendía bien el castellano y a quien Dolores Vázquez intentaba explicar mediante una pantomima el asesinato).

A Dolores Vázquez la condenaron por su aspecto y por su sexualidad: era una lesbiana que no podía tener hijos y que mató a la hija en venganza ante la madre que había roto con ella. En agosto de 2003, cuando llevaba casi dos años en prisión, apareció en Coín, muy cerca de Mijas, el cuerpo de Sonia Carabantes, otra muchacha asesinada en circunstancias similares a las de Rocío Wanninkhof. La Guardia Civil descubrió que, entre los restos de ADN hallados en el lugar del crimen, había coincidencias con otro rastro de ADN de varón encontrado en una colilla recogida en el sitio donde escondieron el cadáver de Rocío Wanninkhof. Gracias a la denuncia de su ex esposa, fue detenido Tony King, un fugitivo de la Interpol con un largo historial de agresiones sexuales en Gran Bretaña y en Málaga.

Tras diecisiete meses en prisión, Dolores Vázquez fue puesta en libertad sin que prácticamente nadie entre la inmensa mayoría de predicadores y psicólogos de baratillo que la pusieron públicamente en la picota se arrepintiera de sus palabras. La condenaron de antemano por lesbiana, por no ser madre, por no encajar en los cánones tradicionales de lo femenino, por no ser una mujer como Dios manda. Lo peor de todo es que, casi dos décadas después, ningún organismo público la ha indemnizado ni le ha pedido perdón por todo el sufrimiento y el escarnio padecidos. Para que luego digan que no vivimos en una sociedad patriarcal.


Fuente: https://blogs.publico.es/davidtorres/2021/06/28/dolores-vazquez-y-la-lesbofobia/

jueves, 24 de junio de 2021

Asombros liberales .

 Asombros liberales

La división de la derecha según una de sus militantes

Rafael Poch 

La divisoria entre izquierda y derecha pasa por dos vectores fundamentales e inseparables, dice Oskar Lafontaine: el rechazo al modelo neoliberal y el rechazo a la guerra. No se puede ser de izquierdas sin combatir un sistema socioeconómico que pone el beneficio y la explotación en el centro de la economía humana hasta el punto de poner en peligro el futuro de la especie. No es de izquierda quien no repudia el dominio económico y militar de las naciones más fuertes en las relaciones internacionales. Es decir, la izquierda es: anticapitalismo, ecologismo, antiimperialismo y antimilitarismo. Lo que queda al otro lado es “derecha” aunque se llame verde o “socialista”. A partir de ahí los programas de transformación, las reformas, los pragmatismos y los posibilismos son cuestiones de táctica, objeto de legítimo y necesario debate, pero obviar alguno de estos vectores fundamentales, o sustituirlos por “estilos de vida”, deja al sujeto fuera de la izquierda. 

La actual confusión, crisis y debilidad de la izquierda en Occidente tiene que ver con la falta de claridad respecto a este consenso general básico. La derecha es otro asunto. No está en crisis pero está dividida. 

El libro de la periodista de derechas americana Anne Applebaum, Twilight of Democracy trata sobre eso. En el coro de plañideras por la división de la derecha, en un vector “liberal” y otro “iliberal”, fenómeno generalizado en Europa y Estados Unidos, el libro de Applebaum es ejemplar por la ceguera del asombro que expresa. 

Applebaum es una cold warrior de los tiempos actuales, una puesta al día de aquel Robert Conquest ayudante del Pentágono en las cruzadas de la guerra fría, cuyo principal mérito fue multiplicar por cinco las cifras, ya de por sí suficientemente horrorosas, de la represión estalinista. Cuando Gorbachov abrió los archivos y los números de Conquest se hundieron estrepitosamente, el viejo agente del Information Research Department (IRD), la unidad secreta de propaganda de la inteligencia británica, tuvo la desfachatez de mantenerse en sus trece. Hoy sus libros están completamente desacreditados. Applebaum es una especie de segunda versión de eso.                             

Como Conquest, esta autora también escribió premiados libros militantes sobre el Gulag y la hambruna de Ucrania. Académicamente no aportan nada, pero encajan muy bien con la propaganda atlantista hoy requerida para mantener bien dividido el continente y bien demonizada a Rusia. Su último libro, traducido al español como El ocaso de la democracia, la seducción del autoritarismo, es interesante porque va más allá de ese servicio. Ejemplifica la incapacidad de la derecha “liberal” para explicar la génesis del trumpismo y sus epígonos europeos como reacción a la propia gestión neoliberal de las últimas décadas. Precisamente por eso, su éxito editorial está garantizado.

Applebaum llegó a Varsovia en 1988 como corresponsal de The Economist, sumó la particular visión polaca de la historia europea (“víctimas de los dos totalitarismos”) a su propio bagaje derechista y se casó en 1992 con el periodista Radosław (Radek) Sikorski, brillante estrella ascendente polaca de la derecha liberal europea que llegó a ser ministro de defensa y exteriores de su país. El libro de Applebaum expresa el asombro por la deserción en masa del liberalismo de la derecha polaca para abrazar el populismo trumpista de los hermanos Kaczynski, sus paranoias conspirativas y su curso retrógrado, antisemita, chauvinista y ultracatólico contra lo extranjero y diferente. En ese giro, la autora pierde amigos, se distancia de antiguos compañeros de viaje polacos y europeos, y a la hora de explicar los motivos elude cualquier examen introspectivo.

Desde finales de los ochenta, toda la reforma liberal-thatcherista de Leszek Balcerowicz (su nombre era invocado con devoción por los liberales de mentalidad estalinista de la escuela de Yegor Gaidar en la Rusia de los noventa) puso en manos del capital extranjero el patrimonio nacional, más del 30% de la industria y el 70% de los activos bancarios, así como el relato que de ello se hacía, el 80% de la prensa escrita. Y todo el proceso se hizo con nocturnidad, sin la menor consulta.

“El grueso de las decisiones estratégicas del devenir postcomunista del país fue tomado sin consulta o mandato democrático, el orden político que presidió la aplicación del liberalismo económico en Polonia fue en sí mismo una forma de autoritarismo sin control pese a estar apoyado por los demócratas liberales en Polonia y Occidente”, resume Gavin Rae. El referéndum que aprobó la constitución tuvo una participación del 43%, el ingreso en la UE fue apoyado por el 42% (2004) y la inclusión en la OTAN (1999) ni siquiera fue consultada. Es decir: el autoritarismo ahora denunciado ya era una realidad cuando los amigos de Applebaum estaban en el poder como respetables liberales europeístas y atlantistas.

La nueva economía llevó a dos millones de polacos a tenerse que buscar la vida en el extranjero mientras en 2012 el 25% del empleo era temporal. Convertido en símbolo de la corrupción elitista liberal, el propio marido de Applebaum fue pillado en el llamado “Waitergate” comparando las relaciones de Polonia con Estados Unidos con el sexo oral (algo bastante exacto y aplicable al conjunto de la UE) en el curso de una comida de 500 dólares a base de langosta a cuenta del erario público…

Todo esto tiene cronologías similares en muchos países de Europa. En Francia, con la sociedad más despierta, la reacción –lo que representa el lepenismo– fue mucho más temprana, pero cambiando fechas y nombres cada país puede aportar su propia crónica propiciadora de la marea antiliberal en el campo de la derecha.

En lugar de revisar los resultados de las décadas anteriores, Applebaum prefiere achacar el espectáculo polaco a explicaciones mucho más cómodas como el legado del comunismo, el conservadurismo de la Iglesia católica, las paranoias de la población y sus xenofobias. Su libro expone una deshonesta ceguera ante los desastres propiciados por la amplia derecha neoliberal, un espectro que no solo en Alemania incluye a verdes y socialdemócratas, y es como la traducción al europeo de la leyenda americana que explica el éxito popular del trumpismo en la “injerencia” rusa y otras simplezas.

La degradación de la mayoría, el obsceno enriquecimiento de unos pocos y el descrédito de los medios de comunicación en manos de magnates que han hecho “sexy” al autoritarismo desaparecen del análisis. En su lugar se propone una especie de psicoanálisis, sobre el rechazo del comunitarismo y de ese “estilo de vida” (Sarah Wagenknecht de Die Linke en su libro Die Selbstgerechten – Los Arrogantes) que también es casi el único atributo de gran parte de la “izquierda”. Igualdad y equidad reducidas a “igualdad de género” y similares, la broma del lenguaje inclusivo (gloriosamente rechazado en Francia), justicia como asunto identitario, y caridad hacia los emigrantes, que también la necesitan, en lugar de encarar el imperialismo, el belicismo, la deuda ecológica y el comercio injusto que está en la base de los flujos migratorios Sur/Norte. 

En la última masacre de palestinos protagonizada por Israel en mayo, desencadenada por el ataque a la mezquita al-Aqsa de Jerusalén en pleno Ramadán (¿qué pasaría si la basílica de San Pedro del Vaticano se llenara de gases y balas de goma israelíes en Pascua?), el periodista brasileño Pepe Escobar presentaba así la realidad de la democracia liberal occidental realmente existente: “Bombardeamos sedes de medios de comunicación y destruimos la libertad de prensa en un campo de concentración a cielo abierto mientras prohibimos manifestaciones pacíficas (Francia) en condiciones de estado de excepción en el corazón de Europa”.

El asombro liberal expresa una incapacidad de comprensión relacionada con la decadencia de las democracias de baja intensidad occidentales en el siglo XXI y la deshonestidad intelectual de sus propagandistas.

Una encuesta de abril reveló que por primera vez la confianza del público en los medios de comunicación en Estados Unidos está por debajo del 50%. “Malas noticias para los periodistas: el público no comparte nuestros valores”, tituló The Washington Post, el diario propiedad del quinto hombre más rico del mundo de cuyo consejo editorial forma parte, precisamente, Anne Applebaum. 

No es un asunto de hartazgo con la defensa del privilegio oligárquico, no es una cuestión de la obscena y sistemática justificación del statu quo imperial y de la grosera y más cínica manipulación informativa. Es un asunto de “tecnologías”, del “Internet”, de las “noticias falsas” –como si estas no fueran diarias en la prensa establecida desde siempre– cuando no culpa del pueblo ignorante que ha dejado de sintonizar con unos “valores”... Independientemente de estos diagnósticos, la reacción sigue su curso. A quienes no entienden su sentido solo les queda asombrarse. 

 Fuente .-   CTXT

https://ctxt.es/es/20210601/Firmas/36297/liberales-eeuu-iliberales-libro-Anne-Applebaum-ocaso-democracia-rafael-poch-gulag.htm