lunes, 29 de mayo de 2023

El neoliberalismo nos lleva al fascismo.

Ignacio Ramonet: “El neoliberalismo destruye la clase media, que cae hacia la pobreza y alimenta la extrema derecha”

Catedrático de teoría de la comunicación y exdirector del mensual 'Le Monde diplomatique', Ignacio Ramonet reflexiona en Santiago de Compostela sobre las múltiples crisis en curso y los pliegues de las nuevas tecnologías: “La inteligencia artificial añade una dimensión más en términos de la incertidumbre de la información, pero eso ya existía antes”

 Daniel Salgado

 A Ignacio Ramonet (Redondela, Pontevedra, 1943) se le deben no pocas ideas fuerza de la izquierda durante el cambio de milenio. De un editorial de Le Monde diplomatique, el periódico mensual que dirigió entre 1990 y 2008 y convirtió en uno de los órganos críticos con el neoliberalismo más respetados, nació ATTAC, que buscaba tasar las transacciones financieras internacionales. A otro de sus artículos en las mismas páginas corresponde la popularización de la expresión “pensamiento único” para referirse al paisaje ideológico de la pos Guerra Fría, dominado, a su juicio, por los intereses del capital financiero internacional. Autor de libros que alimentaron el movimiento altermundialista como La tiranía de la comunicación (1999), Cómo nos venden la moto (junto a Noam Chomsky, 1995) o Propagandas silenciosas (2001), teórico de la comunicación y catedrático emérito en la Universidad París VII, Ramonet ofreció el pasado 25 de mayo en Santiago de Compostela una conferencia, organizada por la universidad, sobre un mundo sometido a crisis. “Estamos en una policrisis”, advierte, con el cambio climático como condición última. A la guerra de Ucrania no le ve un final próximo “y lo ha cambiado todo”. La extrema derecha asciende alimentada por la destrucción de las clases medias. La manipulación informativa ha entrado en una nueva dimensión debido a los saltos tecnológicos. Pero, aunque el panorama que dibuja es tenebroso, percibe esperanza: “La humanidad se está organizando. Siempre hay movimientos que, a la vez, intentan explicar lo que pasa y resisten a ello”.

 En su conferencia en la Universidade de Santiago de Compostela realizó un diagnóstico del estado del mundo a partir de dos crisis encabalgadas, la provocada a partir de 2020 por el coronavirus y la desatada en 2022 por el ataque ruso a Ucrania. Pero Europa no había acabado de salir de la anterior, la iniciada en 2008. ¿Es la crisis constitutiva del capitalismo?

 El mundo va de crisis en crisis. Hay una concatenación. La crisis de 2008, la de las subprime, se prolongó y en Europa se tradujo en el control de la UE de varios Estados, entre ellos Grecia, pero también Irlanda o Portugal. No fue el caso de España, pero estuvo muy cerca. Esa fue la crisis final del neoliberalismo o de la globalización. Las sociedades son incapaces de ir más lejos por esa vía. Pero como el capitalismo no tiene otro modelo, sigue esa tendencia. Es inercia. Las tesis de [el economista francés Thomas] Piketty demuestran cómo el neoliberalismo produce desigualdad de manera estructural. Con el covid y con Ucrania la globalización no es posible. El mundo ha dejado de ser uno y se ha vuelto a dividir en varios.

 ¿Qué síntomas le permiten afirmar que la globalización –o el neoliberalismo si es que son sinónimos– se ha terminado?

 El neoliberalismo ya no funciona. ¿Por qué no funciona? Esencialmente porque la producción de desigualdad ha sido tal que las sociedades lo rechazan. El ejemplo más llamativo es lo que pasó en el Reino Unido en otoño. Boris Johnson, el primer ministro, tuvo que dimitir por escándalos ligados al coronavirus. Entonces, el Partido Conservador eligió a una señora que se llamaba Liz Truss. Esa primera ministra presentó un programa ultraneoliberal para salir de la crisis, con más privatizaciones, más reducción de los servicios públicos, una brutal bajada de impuestos. ¿Y qué ocurrió? El Banco de Inglaterra dijo que ese plan era la ruina de Inglaterra. Las empresas, la propia Bolsa de Londres, dijeron que ese modelo no funcionaba. O sea, los propios actores fundamentales de la globalización, del neoliberalismo, dijeron: “No, eso ya no funciona”. Liz Truss duró como seis semanas. Y se eligió al actual primer ministro [el también conservador Rishi Sunak] con un programa más moderado. El propio sistema, el propio capitalismo, no quiere el neoliberalismo.

 El bloque dominante ¿tiene un plan para después del neoliberalismo?

 No lo veo. Lo que sí vemos es que este modelo ya no funciona. La otra evidencia es el exceso de desigualdades. ¿En qué se traduce? En la desaparición de las clases medias. Están desapareciendo. Nuestros hijos que han ido a la universidad, cosa que no habían podido hacer nuestros padres, tienen un nivel de vida inferior al de nuestros padres. Entonces ¿para qué sirve la universidad, o qué tipo de oportunidades se le proponen a la juventud de hoy? Hay un problema con la juventud, dicen. No hay un problema con la juventud, hay un problema con el modelo económico que ha destruido los servicios públicos y provocado el empobrecimiento de los pobres. Las sociedades no dan más. ¿Y qué implica en términos políticos? La clase media que desaparece y que se ve desesperada está votando a la extrema derecha en toda Europa. No vota a la extrema derecha por pasión neofascista, sino porque ninguna otra familia política responde a esa desesperación.

 ¿En Europa hay un giro político reaccionario?

Sí, claro. La interpretación que se le ha dado a la crisis no es de tipo social o económico, es de tipo identitario. Se dice a la gente: “No, tus hijos no tienen trabajo, porque el trabajo se lo llevan los inmigrantes”. La dimensión identitaria, racista, adquiere una gran importancia. Como en Estados Unidos con Trump. El neoliberalismo destruye las clases medias, las clases medias caen en un tobogán hacia la pobreza y se desesperan al ver el desclasamiento del que son víctimas, y ese desclasamiento, interpretado por algunos como rivalidad con los inmigrantes, se convierte en racismo. De ahí el voto a la extrema derecha, que está subiendo en todas partes.

 El escenario político francés, donde la alternativa electoral a la Presidencia de la República se reduce a elegir entre el neoliberalismo de Macron y la extrema derecha de Le Pen, ¿puede extenderse al resto de Europa?

 Francia es un poco especial. En primer lugar, por el sistema electoral: la doble vuelta hace muy complicado imponerse a menos que tengas una fuerte mayoría. Es lo que pasa ahora. El Frente Nacional, que ahora se llama Reagrupamiento Nacional, puede llevarse todo. Ya es el primer partido en la Asamblea Nacional. Si por ejemplo Macron hubiese disuelto la Asamblea con ocasión de la crisis de las pensiones, quien iba a salir ganando hubiera sido la extrema derecha. Sobre todo después de tantas huelgas y tanta violencia, a la que los medios le dieron mucha importancia. Lo que llamamos la mayoría silenciosa podía haber reaccionado votando a la extrema derecha como protección contra el desorden.

 No ve posible, entonces, que la disputa electoral en los Estados europeos se sintetice entre opciones análogas a Macron y Le Pen.

No, no lo creo. Además, la extrema derecha francesa no es neoliberal, es antineoliberal. Están a favor de la intervención del Estado, nostálgicos de un Estado fuerte.

 ¿La izquierda política está a la altura del momento histórico?

 La izquierda carece de teoría. Ha habido muy poca reflexión. ¿Cuál es el gran teórico de izquierda hoy? ¿Varoufakis? ¿Pero en qué medida? Sacó la lección, según él, de lo que había pasado en Grecia, pero... Quizás Piketty es el único economista que ha aportado algo en términos de denuncia de las desigualdades, de reflexión sobre la política fiscal: qué impuestos son necesarios, cómo corregir las desigualdades mediante una política fiscal. Pero no hay teoría. Mientras tanto ya van 20 o 30 años de la extrema derecha subiendo. No basta con decir que algunas masas se portan mal. No se portan mal, las masas no se portan ni mal ni bien, no se trata de moral, se comportan en función de lo que creen que les va a permitir sobrevivir como familia, como categoría social o como grupo.

 No existe una alternativa fuerte como en su día fue el socialismo.

 Yo no lo veo. Nosotros lo que podemos decir es que necesitamos que el Estado sea más redistribuidor, necesitamos que el Estado, sobre todo después de la covid, tenga más capacidad de tener servicios públicos, necesitamos que el Estado sea capaz de reindustrializar nuestros países porque las políticas neoliberales de externalizar la producción han sido un desastre, como se vio en la covid. Finalmente el modelo Biden, un modelo tímidamente neokeynesiano, es un poco lo más a la izquierda que puede haber. Y fíjate lo que es.

De las dos crisis de las que habla, la del coronavirus ha quedado atrás, pero la guerra de Ucrania continúa. ¿Cómo acabará?

No tenemos la bolita de cristal, ¿verdad? Puede acabar muy mal, con la utilización de un arma nuclear, que sería catastrófico para la humanidad. Pero es muy difícil adivinar el final de la guerra de Ucrania. Mientras esté Putin en Rusia se ve muy difícil que el Gobierno ruso devuelva Crimea o abandone sus pretensiones sobre Crimea como parte estructural de la Rusia eterna. ¿Qué es una victoria ucraniana? ¿Detener la invasión donde está? El discurso de Zelensky no va en esa dirección para nada, sino en recuperar todo el territorio anexionado por Rusia. Eso incluye el Dombás y también Crimea. Cuando algunos Estados dicen hay que sentarse en la mesa a negociar está bien, pero ¿sobre qué bases? Alguno de los dos contendientes va a a tener que hacer concesiones, así se terminan las guerras. Pero por el momento los espíritus no están en esa situación.

¿Por qué?

 Se habla de contraofensiva, de que la OTAN va a entregar F–16 a Zelenski. Rusia sigue con su intención de recuperar el conjunto del Dombás, porque considera que eso es estructuralmente territorio ruso y forma parte de la patria histórica no sé cómo.... No se ve bien cómo puede terminar esa guerra. Por el momento no cabe duda de que fracciona el mundo.

 ¿En qué sentido?

 El mundo está hoy dividido por lo menos en tres partes. Por eso la globalización ya no puede funcionar de la misma manera. Y menos con las sanciones. Por un lado están Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, unidos contra Rusia. Por otro, Rusia y sus aliados –Bielorrusia y algunos países de la ex Unión Soviética. Y por otro, toda una parte del Tercer Mundo que no está ni con uno ni con otro.

¿Liderados quizás por Brasil?

 Claro. La posición de Brasil es una posición bien constructiva por parte de Lula, aunque sin resultados concretos. Pero le da un rol a China en términos de capacidad diplomática. Este reencuentro entre Irán y Arabia Saudí, que estaban separados y prácticamente en guerra en el teatro de Yemen, ha sido posible gracias a Pekín. ¿Qué rol jugará Pekín en la posguerra de Ucrania? No cabe duda de que va a cambiar el mundo. El Consejo de Seguridad no funciona. Habrá que redefinir Naciones Unidas, no está funcionando en este momento. Muchos países se están posicionando para el después de la guerra de Ucrania. Será como el después de la Segunda Guerra Mundial, no con esa dimensión, pero para nuestro tiempo, en cierta medida, sí.

 Al final, en todo caso, la globalización económica no implicó una globalización política.

 No, el mundo está fracturado de hecho, en muchos aspectos.

 Usted se refiere al entrelazamiento de varias y distintas crisis, pero ¿existe alguna que sobredetermine a las demás?

Hay una que nos concierne a todos, el cambio climático. Es decisivo. No es que sobredetermine, pero al cambio climático le da igual la guerra de Ucrania o no, sigue con su transformación. Cada uno de nosotros lo puede constatar a su nivel: se encuentre donde se encuentre en el planeta está viendo desde el punto de vista climático cosas que nunca antes había visto, tampoco las personas mayores en su experiencia vital. Y hay preocupaciones muy grandes en torno por ejemplo al agua. ¿Qué va a ocurrir en torno al agua dulce? Hay países que no van a tener agua, lo que va a provocar grandes migraciones. Si el cambio climático provoca migraciones en África del Norte, las migraciones van a venir para Europa. Este fenómeno se sumará a la desaparición de las clases medias y a cómo esta desaparición alimenta el ascenso de la extrema derecha. Lo que está pasando con Vinicius en este momento muestra que el racismo es un tema de actualidad en España. Y no es anecdótico que ocurra en el fútbol.

 Los saltos tecnológicos, otro de los temas que está en el centro de su reflexión, ¿afectan a la calidad de la información? La manipulación mediática existía antes de las redes sociales o la inteligencia artificial...

 Estructuralmente no es nada nuevo, en efecto. La comunicación en el último siglo y medio ha avanzado a golpe de innovaciones tecnológicas: el telégrafo, la radio, la televisión, Internet y las redes sociales, la propia fotografía cambió la historia de la información... Y otras tecnologías, la linotipia, la rotativa, el micrófono, el altavoz... La comunicación está acostumbrada a verse sometida a cambios tecnológicos brutales, violentos. El problema es que con Internet se ha cambiado de dimensión.

¿Por qué?

Primero, Internet ha permitido realizar algo que durante mucho tiempo pareció imposible: la democratización de la información. En los años 70 el informe McBride –de Seán MacBride, un premio Nobel de la Paz irlandés– pedía no seguir en un mundo en el que cinco agencias de noticias dominaban la información y la mayoría de los medios de comunicación reproducían esas noticias. Había grupos multimedia que poseían la prensa, la radio, la televisión. Eso se terminó, porque ahora con un teléfono cada uno puede hacer su información y difundirla en Twitter o en Facebook o en Instagram. La democratización en la información está hecha. ¿Se ha resuelto el problema? No se ha resuelto el problema, evidentemente.

Han aparecido otros problemas, quizás más complejos.

La solución de un problema plantea nuevos problemas. Ahora el tema no es tanto la capacidad de producir información, sino que el uso de las nuevas tecnologías se ha vuelto tan sofisticado que nadie sabe muy bien ya de qué estamos hablando. ¿Qué certidumbre tengo de que la información que recibo es una información verificada? Ninguna. La inteligencia artificial añade una dimensión más en términos de incertidumbre, pero eso ya existía. Por otra parte, en qué medida toda esa información en forma de puzzle que estoy recibiendo me permite tener una visión del conjunto coherente y que me dé una explicación que me sirva en mi vida cotidiana como ciudadano. Es muy complicado. E Internet, que apareció como una gran solución, gratuita y sin límites, hoy día es una trampa para muchísima gente, que tiene la ilusión de tener información y no está informado. O se informa de cosas que le interesan –la farándula, el deporte, y ojo, no siento ningún desprecio por estas cosas– y tiene mucha información sobre eso, pero nada más. Lo que verifica una cosa que digo desde hace mucho tiempo: la información oculta la información. Mientras, nadie tiene una idea clara de lo que ocurre en Ucrania. ¿Bajmut se tomó por completo o no? Nadie lo sabe, ni siquiera el presidente de los Estados Unidos.

 Algo que se aprende en sus libros es que con toda tecnología informativa aparecen también nuevos modos de manipulación. Un debate clásico de la teoría crítica es si el núcleo del problema reside en la propia tecnología o en su propiedad.

 Claro. Hoy son las redes. Quién posee las redes, y en qué medida el propietario de las redes ejerce la censura cuando puede.

 El panorama que dibuja es oscuro. ¿No intuye luces en el horizonte?

 Sí, por supuesto. La primera, nuestra capacidad de entender. Todos y todas estamos preocupados por entender este nuevo mundo. Que es reciente, acaba de ocurrir. La guerra de Ucrania empezó hace un año. Se tardó mucho tiempo en entender cómo funcionaba la Guerra Fría, cómo funcionaba la descolonización... Por otra parte, las sociedades están cada día más alerta sobre estos peligros. El cambio climático es un peligro, pero no ha destruido aún el planeta ni la humanidad. La humanidad se está organizando. Para cada una de estas crisis tenemos no solo advertencias, sino movimientos a la vez de resistencia y de explicación. Esto es lo más esperanzador.

  https://www.eldiario.es/galicia/ignacio-ramonet-neoliberalismo-destruye-clase-media-cae-pobreza-alimenta-extrema-derecha_128_10237242.html


Nota del Blog  .- Todo esto es aplicable a España visto además el resultado de las elecciones de ayer, si el  mundo en crisis  tras crisis está fracturado de hecho, en muchos aspectos. lo político solo es una expresión de ello y a pesar de lo políticos.   Así que el   PSOE  haya perdido Aragón . Extremadura , Valencia o Baleares no tiene lógica en incluso en  Cantabria .Si bien se entiende que  desapareció  el Cs y VOX  bajo de 52 a 14 . El PP  tendría 138.  Y Podemos casi  ha desaparecido  , no así ni Comunes  y Compromis  pero no fue al  PSOE solo- paso de  120 a 121  . La abstención fue importante

Ver  una simulación respecto  unas generales ya convocadas. De los resultados electorales en Catalunya y Euskadi -en esta última ha crecido EH Bildu-, demuestran hasta qué punto las élites y los medios de comunicación configuran realidades diferentes. Y como, en último término, las posibilidades de competir en las democracias occidentales no son reales. ¿Qué habrán visto los vascos y catalanes que el resto de los españoles no han sido capaces de percibir?


 https://www.eldiario.es/politica/resultados-municipales-28m-si-hubieran-sido-elecciones-generales-pp-gana-izquierda-gobernar_1_10250519.html

viernes, 26 de mayo de 2023

Savater: Vuelta de Siracusa

Savater: crónica de una moral antiética


Vivimos esa experiencia en Uruguay entre 2003 y 2009 y aprendimos además que la venta comercial de libros implica a veces ofrecer productos de dudoso beneficio para el crecimiento espiritual.

Luchando por un mundo a la altura de nuestra especie, cada vez que vendíamos algún libro de Fernando Savater, entre otros, creíamos estar agregando un grano a la noble idea de “Potenciar la razón”, título de una de sus obras. Si esa razón es dotada además de sensibilidad mediante reflexiones éticas, se facilitaría la posibilidad de corregir “entuertos”. En el 2005 (guarden la fecha), “Ética para Amador” (1991) de Savater, seguía vendiéndose como pan caliente. En su prólogo el autor aclara no ser un manual de ética para estudiantes, pero que cualquier educación que se precie debe promover “la reflexión moral”. El libro dirigido a su hijo Amador, es presentado como “personal y subjetivo” desde la relación universal que tiene un padre con su hijo. Agrega además que, lejos de pretender forjar ciudadanos bienpensantes o malpensantes, lo que el libro pretende es “estimular el desarrollo de librepensadores”.

Meses atrás un artículo de Julio César Guanche en rebelión.org (1) nos dio a conocer a Alfonso Sastre y el interés nos llevó a su obra, “La batalla de los intelectuales”. Revisando la edición de Clacso, prologada por Atilio Borón (2), leímos con cierta sorpresa lo que ya muchos sabían. Savater y otros intelectuales mencionados por Sastre, había dejado atrás su pasado izquierdista para encontrarse hoy “sonriente, en las filas de la derecha más patriótica”. ¿De derecha ese demandado filosofo cuyos textos invitaban a pensar? Costó creerlo.

Quiso la vida que a las pocas semanas se nos presentase una ocasión para revelar la verdad del asunto. El Presidente de Colombia Gustavo Petro, estuvo de visita en España y repentinamente, Savater formuló críticas contra el ilustre visitante, como si lo hubiesen estimulado a manifestarse. Sus afirmaciones, aprovechadas y replicadas inmediatamente por los medios de la derecha española, fueron editorialmente catalogadas de “demoledoras”.

Sin dejar dudas sobre sus preferencias ideológicas, Savater decretó que a Colombia se le había acabado “la suerte” al haber elegido a su “primer presidente de izquierdas”. Desacreditándolo políticamente y sin argumentos, tildó a Petro de “averiado rebelde institucional”, pretendiendo además humillarlo intelectualmente con la acusación de ser “provocativamente ignorante” en varios asuntos. Savater lamentó incluso que fuera tan incapaz en comparación “con la cantidad de colombianos de talento que uno ha conocido”.

Siendo España el segundo destino de la migración colombiana, después de EEUU, era de suponerse de manera razonable, que alguien informado como Savater estuviese al tanto de la tragedia de muerte, violencia y exclusión que ha convertido a Colombia en el país con la mayor cantidad de desplazados internos del mundo. FARC, ELN, guerrilla y conflicto armado son términos asociados a Colombia, pero también Pablo Escobar, Narcotráfico, Paramilitarismo y Violencia. Uno supondría de un padre deseoso de que su hijo sea un libre pensador, que también estuviese preocupado por los constantes cargamentos de droga que saliendo desde Colombia inundan el “mercado” español, destruyendo la vida de miles de jóvenes. Savater sabe que los responsables por toda esa “mala suerte” han sido los gobiernos de derecha, los únicos que han manejado las riendas de Colombia hasta la llegada de Petro.

Sin precipitarnos, quisimos ver en el fanatismo de sus ataques al Presidente Petro, cierta influencia del ambiente de retroceso y oscurantismo que atraviesa España y toda Europa. Buscamos entonces otros contextos con juicios suyos más equilibrados y objetivos. Tuvimos “mala suerte”. En el 2018, mientras Colombia seguía dirigida por la narcopolítica, con informes de la ONU que confirmaban el aumento en los volúmenes de cocaína que salían de su territorio, Savater tenía ya a Gustavo Petro en sus “reflexiones”. Aunque los informes de DDHH denunciaban la aterradora situación de Colombia, Savater atacaba los planteamientos políticos de Petro por parecerles “un desastre”, mientras guardaba total silencio ante la genocida realidad colombiana. Rara y original manera de potenciar la razón.

Buscando más atrás, 2012, encontramos otra curiosidad. El expresidente colombiano Álvaro Uribe Velez, ampliamente denunciado por sus vínculos con grupos paramilitares, narcotráfico y otros horrores, incluyó a Savater en unas palabras de agradecimiento: “Pensadores como Fernando Savater y Edurne Uriarte y programas políticos como el del Partido Popular inspiraron nuestra política de Seguridad Democrática y nos ratificaron que cuando al terrorismo se le apacigua con concesiones agiganta su capacidad destructora.” (3)

¿El siniestro Álvaro Uribe elogiando al experto en ética? Antes de llevarlos al origen de esta “afinidad electiva”, necesitamos presentar algunos datos de la realidad colombiana.

Según el informe presentado a comienzos del 2021 por la Jurisdicción Especial para la Paz de Colombia (JEP), en las dos primeras décadas del presente siglo, por lo menos, 6.402 jóvenes fueron ejecutados extrajudicialmente. El 78% de estos crímenes (casi 5 mil), ocurrieron entre los años 2002-2008 del gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010).

Las muertes quedaban en cierta forma ocultas, mientras el ejército divulgaba partes de guerra con cifras de “guerrilleros muertos en combate”. Fue entonces, gracias a las denuncias de las madres y familiares de esos muchachos que en el 2008 aparece la verdad. La llamada política de “Seguridad Democrática” de Uribe que en su elogio a Savater reivindicaba no dar “concesiones” a los “terroristas”, necesitaba mostrar resultados. Como si fuera una fábrica, la gerencia exigía productividad (más muertos), ofreciendo “incentivos” en forma de premios y ascensos en la carrera militar. Nacen así los “falsos positivos”, jóvenes asesinados, sobre todo campesinos, que luego eran vestidos como guerrilleros. A esas matanzas solo les faltó una organización a escala industrial para que se pareciesen a la “solución final” de los nazis.

En las matemáticas del horror, el promedio de jóvenes asesinados durante los 6 años “más productivos” de la presidencia de Uribe, rondaba los 832 al año. Esto quiere decir que para el año 2005, a casi 2.500 jóvenes les fue arrancada la oportunidad de soñar y de convertirse en libres pensadores, como quería Savater para su hijo en “Ética para Amador”. ¿Qué tiene de especial el 2005? Cinismo y perversidad. Ese año Savater visitó Colombia, pero no para solidarizarse con las familias que sufrían, sino para darle legitimidad “intelectual” al gobierno responsable de esos crímenes. Ofreció varias conferencias, incluida la más estelar, promovida y presentada por el mismísimo Álvaro Uribe. O sea, hemos resuelto dos incógnitas. El agradecimiento de Uribe al filósofo en el 2012 y el lamento de Savater al atacar a Petro porque este no era un colombiano de “talento” como otros que ha conocido.

Antes de su conferencia en presencia del talentoso Uribe, Savater logró auto hipnotizarse, abstrayéndose del genocidio llevado adelante por la política de “Seguridad Democrática”. La nueva ideología del ex anarquista, bloqueaba epistemológicamente su libre albedrio, impidiéndole investigar por elemental sensibilidad humana que pasaba de verdad en Colombia. Sin embargo, el horror estaba tan presente en el ambiente que mismo negándose a verlo para no apuntar a sus anfitriones, se animó a decir que Colombia buscaba “casi con desespero, fórmulas eficaces para encontrarse con la democracia, la educación y la ética».

Superada esa recaída retórica en la sensibilidad, Savater volvió a la pedantería de las bellas palabras desconectadas de la realidad, aplicando la máxima hipócrita: «Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago». Como queriendo recordar al público su pasión en promover el pensamiento, aclaró que la ética es “reflexionar si lo que estamos haciendo es humanista».

Darle su espaldarazo al gobierno de un criminal, sin duda, era la quintaesencia de lo humano y por eso aceptó sonrientemente que Uribe hiciese su presentación en la “Tertulia con Fernando Savater” del 28 de abril de 2005 (Bogotá – Cundinamarca) (4).

El anfitrión empezó con un “Mil gracias, maestro, nos honra mucho con su visita”, para luego informar al filósofo que Colombia había pasado “del período de las garantías retóricas al período de las garantías efectivas, gracias a la Seguridad Democrática”. El cierre no pudo ser mejor. Mostrando al gran pensador que estaba ante un presidente de gran generosidad, Uribe habló del futuro que nunca llegó: “En el momento en que cesen los actos de violencia, el Gobierno acepta que se han creado las condiciones mínimas para poder avanzar en un proceso de diálogo”. Aunque los diálogos para la verdadera pacificación de Colombia, solo están ocurriendo ahora con Gustavo Petro, ¡casi veinte años después!, Savater considera que a Colombia se le acabó la suerte. Más miserable no se puede ser.

El cierre de la presentación de Uribe debió llevar al éxtasis de la emoción y la incredulidad al filósofo español. El gran jefe paramilitar, en un acto de magnánima humildad, terminó sus palabras diciendo: “no le digo más, maestro, porque vinimos a escucharlo a usted”.

El filósofo alemán Jürgen Habermas, al confesar su disgusto por la negativa de Martin Heidegger en hacer una autocrítica de su adhesión al nazismo, planteó esta pregunta: “¿La tarea principal de los que se dedican al oficio del pensamiento no es lanzar luz sobre los crímenes cometidos en el pasado y mantener despierta la consciencia sobre ellos?”.

Savater está fuera de esa reflexión. Es un reo, reincidente, en la estupidez del mal.

Notas:

(1) https://rebelion.org/el-tercer-hombre-analisis-de-una-utopia-reflexiva/

(2) http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20100604034038/sastre.pdf

(3) https://www.larazon.es/historico/9132-espana-ejemplo-de-madurez-por-alvaro-uribe-ULLA_RAZON_443344/

(4) http://historico.presidencia.gov.co/prensa_new/sne/2005/abril/28/13282005.htm – (Palabras del presidente Álvaro Uribe al instalar la tertulia con Fernando Savater)


https://rebelion.org/savater-cronica-de-una-moral-antietica/

Anisio Pires. Sociólogo venezolano graduado por la Universidad Federal de Rio Grande del Sur (UFRGS), Brasil. Profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV) y articulista de opinión sobre temas de geopolítica, política y comunicación.

martes, 23 de mayo de 2023

Después de Bajmut ¿qué?.

 Después de Bajmut ¿qué?. La nueva estrategia de EEUU

M K BHADRAKUMAR

Altos funcionarios imperiales ya han desarrollado un plan para transformar la guerra de Ucrania en un «conflicto congelado» similar a lo que ocurre en Corea o en Cachemira

 La declaración de 2700 palabras de los líderes del G7 sobre Ucrania, emitida en Hiroshima después de su cumbre, pasó por alto la cuestión más candente de hoy en día: la llamada contraofensiva ucraniana contra las fuerzas rusas.

 Es un silencio ensordecedor, ya que circulan rumores sobre la desaparición del comandante en jefe de las fuerzas armadas de Ucrania, además de que el presidente-comediante Vladimir Zelensky ha estado evitando regresar a su país con una interminable gira con fines publicitarios. Ya ha visitado Helsinki, La Haya, Roma, El Vaticano, Berlín, París, Londres y Jeddah e Hiroshima. Parece que algo está podrido en Dinamarca

 Coincidiendo con la cumbre del G7, el jefe del PMC de Wagner, Yevgeny Prigozhin, anunció el sábado que la operación rusa para capturar el centro de comunicaciones estratégicas de Bajmut, que duró 224 días, se completó con éxito, superando la resistencia de más de 80.000 soldados ucranianos.

 Es un momento doloroso para Zelensky, quien se había jactado ante los legisladores estadounidenses en diciembre pasado que "al igual que la Batalla de Saratoga (en 1777 durante la Guerra por la independencia de EEUU) la lucha por Bajmut cambiará la trayectoria de nuestra guerra por la independencia. y por la libertad."

 Mientras tanto, para distraer la atención, ahora se habla de un sutil cambio en la política estadounidense con respecto al suministro de aviones de combate F-16 a Ucrania en un futuro indeterminado. En realidad, nadie puede decir cómo se encontrara el estado ucraniano cuando lleguen los aviones, ¡si es que llegan! Según medios informados Biden todavía parece vacilar entre dos posiciones. Los F-16 son un arma muy importante para la su exportación; ¿Qué pasaría si los rusos los destruyeran en vuelo y arruinaran su prestigio?

 Rusia parece haber llegado a la conclusión que sólo una victoria total hará que los estadounidenses y los británicos entiendan que Moscú habla en serio sobre los tres objetivos detrás de la operación militar especial: uno, seguridad y protección de la comunidad étnica rusa, con derecho a vivir en paz y dignidad en los nuevos territorios; dos, desmilitarización y desnazificación de Ucrania; y tres, una Ucrania neutral, soberana e independiente liberada de EEUU y que deje de ser un vecino hostil.

 Sin duda, los niveles sin precedentes de hostilidad estadounidense hacia Rusia solo han endurecido la determinación de Moscú. Si la alianza anglosajona sigue con su escalada, la campaña rusa bien puede expandir la operación a toda la región al este del río Dniéper. Los rusos entienden que esta guerra será larga y la pelota está ahora en la cancha estadounidense.

 Lo que me viene a la mente es un discurso del presidente Vladimir Putin cuando en julio del año pasado habló en la Duma: "Hoy escuchamos que quieren derrotarnos en el campo de batalla. ¿Bien, qué puedo decir? Dejemos que lo intenten. Hemos oído hablar de que Occidente quiere luchar contra nosotros 'hasta el último ucraniano'. Esta es una tragedia para el pueblo ucraniano, pero parece ser la opción que ha elegido la OTAN. Pero ellos deben saber que aún no hemos comenzado nada en serio".

 Bueno, la operación rusa finalmente comenzó «en serio», por tanto las inquietudes detrás de la demora rusa son totalmente explicables. En ese discurso Putin también quiso dejar en claro que "Occidente debe saber que cuanto más dure la operación militar especial de Rusia, más difícil será para ellos negociar con nosotros".

 Esto implica que la pregunta más importante de este momento es: ¿qué ha pasado con la contraofensiva ucraniana? Las fuerzas rusas tienen una superioridad abrumadora en todos los sentidos. Incluso si el núcleo duro de las fuerzas ucranianas -entrenadas en Occidente-, que suman entre 30 y 35 000 soldados, logran algún avance en la línea del frente de 950 kilómetros de largo, ¿qué puede suceder a continuación?

 No se equivoquen, seguirá un contraataque ruso tan masivo que el ejército ucraniano solo pueden terminar en una trampa de fuego y sufrir grandes pérdidas. ¿Entonces, qué habría logrado con la contraofensiva el eje anglosajón?

 Además, el ejército ucraniano se habrá agotado tanto que nada impedirá que las fuerzas rusas avancen hacia Kharkov y Odessa. Aquí radica la paradoja. Porque, a partir de ese instante, los rusos no tendrán con quién hablar en Kiev.

 Si se repite el comportamiento estadounidense en Vietnam, Afganistán o Irak y Siria, tendremos algo a lo que atenerse. La reciente experiencia histórica nos dice que Washington no hará nada. El analista estratégico estadounidense, David MacGreggor (coronel retirado) ha dicho a principios de esta semana en la televisión:

 "Puedo decirles que Washington no va a hacer nada. Lo he advertido antes... nosotros los EEUU no somos una potencia continental, no somos una potencia terrestre, excepto en nuestro propio Hemisferio. Somos principalmente una potencia aeroespacial y marítima, al igual que Gran Bretaña. ¿Y qué significa eso? Cuando nos va mal, volvemos a casa... Eso es lo que hacemos siempre. Simplemente nos vamos. Y creo que eso está en la agenda ahora".

El silencio sepulcral de la declaración del G7 sobre la contraofensiva ucraniana es comprensible. Esa declaración debe yuxtaponerse con un informe que apareció en 'Politico' en la víspera de la cumbre de Hiroshima. La revista, citando a altos funcionarios estadounidenses, explicó que ya hay un plan para transformar la guerra de Ucrania en un «conflicto congelado» similar a lo que ocurre en la Península de Corea o en Cachemira.

 Funcionarios del Pentágono le contaron a Político que los recientes paquetes de ayuda militar a Ucrania reflejan un "cambio a una estrategia a largo plazo" de la administración Biden. Según estos funcionarios ya se está hablando con Kiev sobre la naturaleza del futuro de Ucrania.

 Si la membresía de Ucrania en la OTAN se estanca, las garantías occidentales podrían variar desde un acuerdo de defensa mutua al estilo del artículo 5 de la OTAN hasta acuerdos de armas con Ucrania similares a los utilizados con Israel, de tal manera que "el conflicto se mantenga entre una guerra activa y un enfrentamiento frío".

 De hecho, la declaración del G7 comenzó a conceptualizar la «europeización» de Ucrania con reformas para establecer una economía de mercado impulsada por el sector privado y las instituciones financieras occidentales, y, por supuesto, manteniendo la capacidad militar disuasoria frente a Rusia.

 Es bastante asombroso. Mientras se aclara la falsa narrativa sostenida por los medios occidentales, que hablaban de una derrota militar de Rusia en Ucrania y del derrocamiento de Putin, ya se está levantando otra narrativa, esta vez quieren convencernos que Rusia simplemente se dará la vuelta y observará pasivamente a EEUU integrando a Ucrania a la alianza occidental creando una herida abierta y permanente en las fronteras occidentales de Rusia. Una amenaza que pretende consumir recursos rusos durante las próximas décadas y complicar los lazos con los vecinos.

 Sin embargo, la reacción del canciller ruso Lavrov a la Cumbre del G7 confirma que Moscú no caerá en la trampa de un "conflicto congelado". Su declaración es contundente:

 "¿Habrá que echar un vistazo a las decisiones que se están debatiendo y adoptando en la cumbre del G7 en Hiroshima, que tienen como objetivo la doble contención de Rusia y la República Popular China? Allí se anunció en voz alta y clara que el objetivo es derrotar a Rusia en el campo de batalla, sin detenerse en este momento táctico, porque después quieren eliminarnos como rival geopolítico. Esta decisión, por así decirlo, incluye el acuerdo de imponerse sobre cualquier otro país que reclame un lugar independiente en el mundo. El G7 ha dicho que estos países serán considerados como enemigos y habrá que reprimirlos."

Lavrov también señaló que expertos militares del G7 está discutiendo abiertamente escenarios destinados a una ruptura territorial de Rusia, y "no ocultan que la existencia de Rusia como un centro independiente es incompatible con el objetivo de la dominación global de Occidente... Tenemos que dar una respuesta firme y consistente a la guerra que se nos ha declarado".

 También es cierto, que no todos los estadounidenses son incapaces de ver la guerra a través de los ojos de Rusia. Lea aquí una carta pidiendo un poco de cordura a Washington. Está escrita por un grupo de distinguidos exdiplomáticos y oficiales militares asociados a la Fundación "Eisenhower Media Network". Por cierto, pagaron para que saliera en el New York Times, pero el resto de medios del establishment optó por ignorarlo.

 observatoriocrisis.com

 Texto completo en: https://www.lahaine.org/mundo.php/despues-de-bajmut-ique-la

Mentiras piadosas estadounidenses

 Deuda, déficit y emisión monetaria

Mentiras piadosas estadounidenses

 

Por Alejandro Marcó del Pont  

 Los acreedores tienen mejor memoria que los deudores (James Howell)

 No existen diferencias entre mentiras blancas y mentiras negras, de hecho, son exactamente igual de falsas que las invenciones raciales. Las miradas étnicas consisten en tratar a una persona de manera no favorable por tener características asociadas con una raza; para algunos estos estereotipos definen su potencial perversidad. Las mentiras son consideradas un antivalor moral, casi siempre tiene una connotación negativa. Pero una mentira blanca no es los mismo que una mentira negra. La mentira blanca, como su color lo indica, tiene buenas intenciones, nunca un blanco podría dañar a los demás, tanto que hay mentiras blancas honestas. Las mentiras negras, por el contrario, se encuentran en el extremo opuesto. Se tratan de mentiras dichas para conseguir algún tipo de ganancia, son oscuras, misteriosas y dañan a terceros, son típicas del egoísmo.

 En el camino de las mentiras, el gran economista Friedrich List, acuñó una frase inspiradora para el comercio, “pateando la escalera”: “Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás”. La idea, en este caso, tenía que ver con el comercio y con un proteccionismo inteligente, implementado por los británicos que, posteriormente, se promovería globalmente como: las ventajas del libre comercio. Esto ocurrió solo cuando Inglaterra tenía el monopolio y dominaba la producción. Lo mismo se podría decir acerca de la deuda, el déficit público, el déficit externo y la emisión monetaria: haz lo que digo, no lo que hago.

 El Tratado de Maastricht, denominado oficialmente Tratado de la Unión Europea, sentó las bases de la Unión Europea tal como la conocemos hoy. El déficit presupuestario anual de un país, según este tratado, no debe exceder del 3% del producto interior bruto y la deuda pública no debe superar el 60 % del PIB. Los datos del 2022 arrojan un déficit fiscal del 3.6% del PBI y una deuda del 91.6%, cuando en 2021 el déficit era del 5.1% y la deuda del 94.5%, es decir, se incumple de manera sistemática, pero los europeos son ampliamente flexibles en cuanto al desempeño de sus normas, siempre y cuando no sea del sur europeo.

 Estados Unidos es el rey del descontrol macroeconómico, pero sin mayores reprimendas ni amonestaciones de los organismos internacionales que tanta pulcritud fiscal y crediticia le reclaman a los países endeudados. Al igual que Europa, que debería autosancionarse por no cumplir con sus tratados, Estados Unidos debería implementar un plan de austeridad de magnitudes indescriptibles si cayera bajo la supervisión del FMI.

 Aquí se desata un debate realmente interesante para quienes quieren reflexionar sobre esta extraña y ambivalente mirada en cuanto a la aplicación de medidas de austeridad en países del sur global y el norte hegemónico, específicamente Estados Unidos, tan en boga por las magnitudes de su déficit fiscal, comercial y su infinita deuda. Al parecer la evaluación de los ajustes, déficit y endeudamiento son diferentes en el norte que en el sur, ¿o es posible que la austeridad tenga una agenda oculta?

 Comencemos por despejar algunas confusiones instaladas en los medios acerca de la deuda  americana y sus techos, el déficit, etc. Es claro que el problema es político, no económico, partiendo de la base que ningunos de los partidos estadounidenses tiene una ventaja apreciable sobre el otro para la presidencia, un golpe de efecto económico en campaña sería bienvenido, y no estoy hablando de las internas dentro de cada bloque, como detonaciones controladas a Trump por pagarle a una trabajadora sexual sin nombrar sus negocios con el Deep State, o los negocios con Ucrania y China de la familia Biden.

Con una recesión en puerta, un año de recortes de gasto –en atención médica, cupones de alimentos, seguro de desempleo, ayuda a estados y ciudades–, la discusión ronda justo para los republicanos en torno al paquete de medidas que se necesita para devolver a la presidencia a Donald Trump. Probablemente Biden también lo sabe, ya que sus índices de aprobación (entre 42 y 43%) son apenas iguales que los de Gerald Ford o Jimmy cacahuate Carter. (Como en Argentina, parecería que algunos jugadores clave están menos centrados en las elecciones que en buscar su próximo trabajo).

 En primer lugar, como cuestión legal, el Tesoro de los Estados Unidos está obligado a hacer los pagos. El límite máximo de la deuda no anula esta obligación. La Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, no tiene discreción legal para detener los pagos o elegir qué pagar y cuál aplazar. Si no se realizan los pagos podría ser destituida por no cumplir con la constitución americana, que dice (Enmienda XIV (julio 9, 1868) sección 4):

 “La validez de la deuda pública de los Estados Unidos que esté autorizada por la ley, inclusive las deudas contraídas para el pago de pensiones y recompensas por servicios prestados al sofocar insurrecciones o rebeliones, será incuestionable…

 El techo de la deuda, por el contrario, es una ley, muy discutida, por cierto. Ordena al Tesoro no que deje de hacer pagos, sino que deje de emitir valores más allá del límite de 31,4 billones de dólares; que se deje de endeudar. Pero el Congreso de los Estados Unidos ha impuesto techos sucesivos a la deuda nacional, cada uno más alto que el anterior. Esos excesos requerían préstamos para cubrirlos. Los préstamos se acumularon para alcanzar techos sucesivos. Un ritual altamente político de amenazas y contraamenazas que acompañó cada aumento del techo requerido por la necesidad de endeudarse para financiar los déficits.

 Es economía elemental para cualquier país del mundo, si su Congreso aumentara los impuestos o redujera el gasto federal, o ambas cosas a la vez, no habría necesidad de pedir prestado y, por lo tanto, no sería necesario preocuparse por el límite máximo de los préstamos. El techo se volvería irrelevante o meramente simbólico. Entonces, el problema real es que, cuando el endeudamiento se acerca a cualquier techo, las opciones de política son estas tres: aumentar el techo (para pedir más prestado), subir los impuestos o recortar el gasto. Por supuesto, también serían posibles combinaciones de ellos.

 En contraste con esta realidad, en el mundo en general, ante los problemas de deuda, los políticos engañan durante el debate. Tanto políticos, principales medios de comunicación y académicos, simplemente omiten considerar los aumentos de impuestos, todo gira en torno a la austeridad, jamás en torno a incremento de impuestos a quienes más ganaron con estas crisis. Alguien tiene que pagar los ajustes, los ricos o los pobres. El Partido Republicano exige recortes de gastos o, de lo contrario, bloqueará la elevación del techo. Los demócratas insisten en que elevar el techo es la mejor opción y después discutir los recortes.

 Que el Gobierno discuta los techos de la deuda o el presupuesto son cosas diferentes. El Presidente muchas veces ha explicado que, a su entender, elevar el techo de la deuda no es una negociación, es una obligación el Congreso, siempre lo ha hecho, y el espera que cumplan con su deber, una vez más, de acuerdo con la Constitución y eso no es negociable. Por el contrario, discutir sobre el presupuesto es discutir sobre el gasto futuro, lo cual es apropiado para que la Casa Blanca y el Congreso debatan entre sí.

 Pero también hay evidencia por la cual los republicanos quieren agrupar las dos negociaciones. En las últimas décadas, cuando los dos partidos no pudieron llegar a un acuerdo presupuestario y el Gobierno cerró, el resultado generalmente ha sido una victoria para los demócratas. Esta no es la primera vez que puede haber cierres gubernamentales por falta de presupuesto, de hecho, si el Gobierno cerrara sería la vez número 21, desde Gerald Ford en 1976 a Donald Trump en el 2018.

 En el invierno de 1995 a 1996, el Gobierno cerró dos veces. Los republicanos en el Congreso aprobaron fuertes recortes a Medicaid y Medicare y cortes de impuestos destinados a personas con altos ingresos, esta idea se repitió en casi todos los cortes. El único cambio en un cierre mucho más largo ocurrió en el 2018 cuando Trump exigió fondos para un muro fronterizo con México, y el corte duró 35 días.

 El Fondo Monetario Internacional advirtió sobre “repercusiones muy graves” para Estados Unidos y la economía mundial si la nación no paga su deuda, instando a demócratas y republicanos a llegar a un consenso sobre el límite de la deuda. Las discusiones se están llevando a cabo en un momento muy difícil para la economía global; la evaluación del organismo es que habría repercusiones muy serias, no solo para EE.UU. sino también para la economía mundial en caso de default de la deuda de EE.UU. Lo extraño es el trato, el formato delicado y deslucido del organismo en como se dirige a los Estados Unidos, opuesto a las condicionalidades y recomendaciones a países endeudados. En este caso puede haber consecuencias para la economía mundial; al parecer el FMI no tiene la misma mirada para el déficit, la deuda y la emisión monetaria de un país que hace 50 años tiene déficit fiscal, como se ve en el cuadro, e incremento de deuda. 

 El FMI ha sido llamado el “ bombero de la crisis financiera” del mundo, en el que confían los países miembros para hacer frente a la deuda soberana paralizante y evitar que el contagio se propague por todo el sistema financiero mundial. Un país miembro (hay 189 miembros a partir de 2020) generalmente convoca al FMI cuando ya no puede financiar sus deudas o ante la posibilidad de una crisis. El Fondo extenderá un préstamo al Gobierno y ayudará a organizar un nuevo cronograma de pago de la deuda que el país pueda manejar. A cambio, el miembro acepta implementar reformas que el FMI diseña para rectificar su macroeconomía, con políticas comerciales, monetarias, fiscales, etc. Las condiciones de préstamo están diseñadas no solo para garantizar el reembolso de los préstamos, sino también para garantizar que el dinero prestado se gastará de acuerdo con los objetivos económicos establecidos. El FMI no puede imponer su voluntad a los países miembros; los países aceptan la asistencia financiera condicionada del fondo de “forma voluntaria”.

 Es más que obvio que el país tiene que solicitar ayuda al FMI, y Estados Unidos, inventor del organismo para endeudar y condicionar a los países, jamás pensará en pedir ayuda y menos recibir condicionalidades. Lo extraño es que el FMI no presione a los países del primer mundo con las medidas que usualmente pregona, que en general son primera plana del menú de salvataje. Uno de sus trabajos más difundidos, “Ajuste fiscal para la estabilidad y el crecimiento”, del año 2006, podía servir de recomendación en cada uno de los puntos para el gigante del norte, porque todo el índice, desde la página uno de dicho paper, ¿cuándo es necesario un ajuste fiscal?, hasta cómo debe llevarse a cabo el ajuste, se amolda a cada uno de los problemas americanos y las amargas soluciones del FMI.

 A menudo se ha denunciado al Fondo como el principal culpable de las fallidas políticas de desarrollo implementadas en algunos de los países del mundo. Se argumenta que muchas de las reformas económicas que el FMI requiere como condiciones para sus préstamos (austeridad fiscal, altas tasas de interés, liberalización del comercio, privatización y mercados de capital abiertos) a menudo han sido contraproducentes para las economías, y en algunos casos devastadoras para las poblaciones locales. En el caso de la economía americana, el proteccionismo es el que prima, los aranceles que restringen el comercio de algunos bienes centrales para su desarrollo ocultándose en la seguridad nacional, frenan la competencia, estimulan el déficit fiscal y el mayor endeudamiento.

 El Fondo también ha sido criticado sobre la base de la extralimitación o el «desplazamiento de la misión” en temas macroeconómicos que condicionan a los países, pero facilitan el negocio de las multinacionales americanas con negocios leoninos como privatizaciones, compras a precios de oferta de empresas o condicionamiento de deuda en moneda externa.

 Hay un trabajo sobre la austeridad, dentro de tantos, que llegó a la lista de los mejores libros de economía durante el año pasado, según el Financial Times. Se titula “El orden del capital: cómo los economistas inventaron la austeridad y allanaron el camino hacia el fascismo”, de Clara Mettei. El libro examina la relación entre el pensamiento económico, las políticas de austeridad y el ascenso del fascismo utilizando los registros históricos en Europa para argumentar que la austeridad (apretar el cinturón, recortar los programas gubernamentales, etc.) tiene menos que ver con los presupuestos y la deuda y más con hacer deliberadamente la fuerza laboral se sienta insegura.

 Mattei rastrea la austeridad moderna hasta sus orígenes en la Gran Bretaña y la Italia de entreguerras y revela cómo la amenaza del poder de la clase trabajadora en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial animó un conjunto de políticas económicas de arriba hacia abajo que elevaron a los propietarios, asfixiaron a los trabajadores e impusieron un régimen económico rígido y jerárquico. Esta lejana idea resulta muy presente en la austeridad actual.

 De todas maneras, la idea motora es que más allá de que Estados Unidos no solicite al FMI su ayuda, el organismo no sólo no criticó abiertamente las políticas económicas comerciales, deficitarias y de endeudamiento de la nación septentrional, cuando son uno de los mandamientos para los países en vías de desarrollo a los que les presta dinero, así como tampoco critica o se opuso a los préstamos improcedentes, como el argentino o préstamos fallidos de un país en guerra (Ucrania), cuya factibilidad de reintegro es absolutamente inviable. Por ende, el FMI y los préstamos para países en vías de desarrollo, donde se pueden sacar ventajas en cuanto a condiciones y condicionalidad, es una cosa, para el primer mundo o países desarrollados, es otra. En una las mentiras son negras para sacar beneficio, en el otro caso las mentiras se venden como blancas disfrazadas de salvataje económico. Las dos son políticas a conveniencia.

 Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2023/05/21/mentiras-piadosas-estadounidenses-deuda-deficit-y-emision-monetaria/

Nota  del blog 

Estados Unidos va dejando de ser lo que fue y sólo le queda la fuerza militar, pues ha traicionado el discurso liberal en que se amparaba ideológicamente. De ahí que hable de un mundo basado en reglas y no en el liberalismo económico, que eso precisamente es lo que está exigiendo China: un mundo en que los negocios puedan desarrollarse sin que se inmiscuya el proteccionismo de las sanciones. Ahora los estados Unidos tienen miedo de aplicar el liberalismo económico y han acallado a muchos Think Tanks liberales, ahora no le conviene.

(https://rebelion.org/estados-unidos-desacreditado-por-la-guerra-de-ucrania-y-las-sanciones-a-rusia/). 

domingo, 21 de mayo de 2023

La izquierda belicista europea.

 Cuando la izquierda europea dejó de ser pacifista en Ucrania.


Hasel- París Álvarez

Hace una década, la máxima preocupación de estos ecologistas era proteger al leopardo de la caza furtiva. Ahora ellos son los Leopard, los cazas y los furtivos

Se dice que la guerra de Ucrania ha transformado irreversiblemente el orden mundial, político y económico. Pero lo que más ha cambiado es la cultura izquierdista.

Al inicio de la guerra, el consenso occidental era no enviar a Ucrania armamento ofensivo, para evitar una escalada bélica. Nadie quería cruzar la delgada línea entre «ayudar a los ucranianos a defenderse» y «declararle la guerra a Rusia». Los rusos podrían responder atacando territorio de la OTAN, que a su vez iniciaría una III Guerra Mundial, con posibilidad de lluvia ácida.

Un año después, buena parte de las izquierdas europeas han cambiado el pacifismo y la neutralidad por el envío de tanques pesados, como los Leopard. Entre los gobiernos más comprometidos con esta operación hay varias socialdemocracias: España, Portugal, Alemania, Dinamarca, Noruega y Canadá. Con la escalada ya en marcha, Finlandia (otra socialdemocracia) está debatiendo enviar aviones de combate y entra en la OTAN.

Ucrania pide más: misiles de mayor alcance, buques de guerra, submarinos. Y, quizás en un futuro, como ha augurado Zelensky, «que los países miembros de la OTAN también envíen a sus hijos a morir en la guerra»

La progresía occidental ya pone más esfuerzo en mandar armamento al campo de batalla que en mandar diplomáticos a la mesa de negociaciones. Y ese paso no lo ha dado solamente la socialdemocracia, sino también varios partidos a su izquierda: desde la Lewica («izquierda») polaca hasta la danesa Rød-Grønne («roja y verde»), pasando por la Vasemmistoliitto («Alianza de izquierda») finesa y concluyendo con el espacio de Yolanda Díaz en España.

Además, la izquierda alemana, traumatizada con la «memoria antinazi» (como la izquierda española con su «alerta antifascista») y obsesionada con no repetir el pasado, ahora envía sus panzer en dirección a la estepa oriental como si estuviese en pleno 1941.

Otra novedad cultural: hace solamente un año, nuestras izquierdas estaban empeñadas en expulsar de la Unión Europea a Polonia, por no permitir que se casen sus homosexuales ni aborten sus mujeres. Ahora esa misma izquierda celebra el liderazgo europeo de Polonia, dispuesta a inmolar en el altar de la guerra sus tanques, sus aviones y, si fuera menester, sus homosexuales y sus mujeres.

La izquierda cosmopolita, sin-fronterista y postpatriótica, que nos decía que «la tierra no es de nadie más que del viento», de pronto quiere empeñar la vida y el patrimonio (ajenos) no solamente en nombre de la soberanía nacional ucraniana, sino de la reintegración territorial de hasta el último centímetro de Crimea. El propio ejército ucraniano afirma que nuestros tanques no bastan para alcanzar tal objetivo, lo cual hace aún más vana la esperanza de Occidente.

¡Qué decir de la socialdemocracia nórdica, allá en Suecia y Finlandia! Tanto que habían combatido la proliferación de armas atómicas, para acabar teniendo por principal aspiración engrosar la OTAN, que se compromete con ser «una alianza atómica hasta el día en que dejen de existir armas atómicas».

¿Y los Verdes en Alemania? Los primeros en hablar del calentamiento global se han convertido en los responsables primeros de calentar la Nueva Guerra Fría, con declaraciones como la de Annalena Baerbock: «Los europeos estamos en guerra contra Rusia». ¿Querrán compensar dicho calentamiento global buscando un invierno nuclear? Hace una década, la máxima preocupación de estos ecologistas y animalistas era proteger al leopardo de la caza furtiva. Ahora ellos son los Leopard, los cazas y los furtivos.

La izquierda internacionalista que criticaba el bloqueo a Cuba o a Palestina actualmente apoya el uso de sanciones como arma de guerra económica. La izquierda del Black Lives Matter está consiguiendo que tales sanciones dañen la capacidad de los países africanos de traer de Rusia alimentos básicos y fertilizantes agrícolas (en palabras de Macky Sall, líder de la Unión Africana).

La izquierda multicultural que predicaba la «alianza de civilizaciones» ya dedica casi el doble de presupuesto a la guerra que a ayudar a los países pobres del mundo.

Todo aquel con una mínima conciencia social en la segunda mitad del siglo XX sufrió el macartismo. Es decir, la persecución y la acusación falsaria de ser «prosoviético». Pues en pleno siglo XXI sus hijos repiten la idéntica acusación de «prorruso» contra todo aquel con una mínima conciencia geopolítica.

El progresismo bobaliconamente europeísta, que solía ser más bruselense que las coles, ahora aplaude un envío de tanques forzosamente impuesto al eje franco-alemán. Una victoria sobre la Unión Europea por parte de su rival (EEUU), su desertor (Reino Unido) y su bestia negra (Polonia). Todo ello en beneficio de que puedan vender nuestras armas países ajenos a las regulaciones de seguridad de la UE (Canadá, Noruega, Turquía). ¡Que suene el Himno a la Alegría!

Los que antaño se manifestaban contra la OTAN, por tratarse según denunciaban de una organización expansionista al servicio del imperialismo yanqui, hoy la ven con ojos cada vez mejores.

Putin es tan machuno y patriarcal, es tan caucásico (nunca mejor dicho) y tan contaminante (con todo ese petróleo y carbón y gas natural), que en comparación la OTAN empieza a resultarles «progresista». Al fin y al cabo, ahora en el Pentágono hay mujeres, incluso varias de ellas están «racializadas».

Los ejércitos otanistas ya no luchan por combustibles y tierras raras, como antes, sino para que Eurovisión y el ‘Kyiv Pride’ puedan celebrarse en la capital ucraniana. Por no hablar de las ventajas ecológicas: cuantos más Leopard pongamos a destruir y a ser destruidos, menos vehículos de altas emisiones quedan en activo. Y menos humanos con vida consumiendo recursos escasos.

¿Cómo ser progre hoy en día sin ser otanista?

Sin embargo, todas estas transformaciones en la izquierda parecen demasiado profundas como para ser una mera reacción a la Rusia de Putin [esa que, comparada con estas socialdemocracias, es mucho más progresista]. Aquí, en la España del PSOE, ya habíamos visto antes el milagro de la transustanciación. Pasar del OTAN no a estar directamente en primera línea de bombardeo sobre Yugoslavia.

Lo que está ocurriendo en las filas progresistas occidentales es, en realidad, la culminación de un proceso iniciado desde Mayo del 68 hasta la caída del muro de Berlín del 89.

Es la absoluta absorción de la izquierda por parte del capitalismo, al que ya no aspira seriamente a derribar. Solamente se busca hacerlo más políticamente correcto, más sostenible, más diverso e inclusivo.

La izquierda realmente existente ha quedado para aplicar el desmantelamiento productivo que dicte la transición energética del BCE. Y las recetas migratorias que dicte el FMI. Y la compra de coches que dicte la Agenda 2030 de la ONU. Y el «ser feliz sin nada» que dicte el Foro de Davos.

Como no puede ser de otra forma, la consecuencia de rendirse así al capitalismo es acabar también rendido ante su brazo armado: la OTAN. Primero la plata y luego el plomo. Y esto lo harán poco a poco sin excusa, o más rápido con la excusa de Rusia, de China o de la Cochinchina.

Podemos bautizar a esta progresía con el título de «izquierda leoparda», un hallazgo de Julián Jiménez. El profesor la define como «aquella que en Venezuela apoya a la extrema derecha diciendo que Maduro es un dictador, en Ucrania apoya a Azov con el mismo argumento y, en general, apoya a EEUU en cualquier conflicto».

Son «los Antonio Maestre, Pedro Vallín, Estefanía Molina, Santiago Alba, la intelectualidad de PRISA y El País«, que «están contra la guerra hasta que llega el PSOE al Gobierno y toca apoyar su acción militar, desde Afganistán a Libia».

El concepto de «izquierda leoparda» tiene algo de irónico. Rima con «rojipardo», que es precisamente el término peyorativo que esta izquierda usa para insultar a quien se salga de su estrechísimo marco mental, ya sea por la izquierda («roji-«) o por la derecha («-pardo»).

«Se ha llamado ‘tanquista’ a quien se solidariza con pueblos que realmente sufren tanques, invasiones y bloqueos»

También les gusta usar el mote de «tanquista». Un invento de liberales y progres británicos para descalificar a socialistas y comunistas. Se les asociaba con los tanques soviéticos en Budapest y los tanques chinos en Tiananmen, para así tacharlos de violentos enemigos del civilizado Occidente.

Todo esto en los años ochenta, mientras Margaret Thatcher mandaba armas nucleares contra los argentinos en Malvinas y vehículos blindados contra los mineros en su propio país. De manera trágica, se ha llamado «tanquista» precisamente a quien se solidariza con cubanos, vietnamitas, coreanos o sirios. Es decir, con pueblos que realmente sufren tanques, invasiones y bloqueos.

En un bello giro de la Historia, por fin se le puede llamar «tanquistas» a quienes realmente lo son y han sido siempre: la «izquierda leoparda». Lo merecen por sus queridos tanques Leopard, claro, pero también por sus semejanzas con el animal que les da nombre.

Es un depredador oportunista, capaz de tragarse cualquier cosa, especialista en adaptarse al entorno que sea. Mientras está el sol fuera, duerme sin importarle el ajetreo diurno, despertándose solamente para cazar en cuanto cae la noche.

Así es la «izquierda leoparda»: sus ojos están cerrados durante la jornada laboral, dejando hacer al mercado con indiferencia. Pero ¡ay cuando llega la noche oscura del imperialismo! Allí saca sus garras y colmillos.

Hasel- París Álvarez

almendron.com.

Cuando la izquierda europea dejó de ser pacifista en Ucrania – insurgente.org . Tu diario de izquierdas.

   Y ver   ..

La izquierda otanista (lahaine.org)    https://lahaine.org/gD9I