Deuda, déficit y emisión monetaria
Mentiras piadosas estadounidenses
Por Alejandro Marcó del Pont
Los acreedores tienen mejor memoria que los deudores (James
Howell)
No existen diferencias entre mentiras blancas y mentiras
negras, de hecho, son exactamente igual de falsas que las invenciones raciales.
Las miradas étnicas consisten en tratar a una persona de manera no favorable
por tener características asociadas con una raza; para algunos estos estereotipos
definen su potencial perversidad. Las mentiras son consideradas un antivalor
moral, casi siempre tiene una connotación negativa. Pero una mentira blanca no
es los mismo que una mentira negra. La mentira blanca, como su color lo indica,
tiene buenas intenciones, nunca un blanco podría dañar a los demás, tanto que
hay mentiras blancas honestas. Las mentiras negras, por el contrario, se
encuentran en el extremo opuesto. Se tratan de mentiras dichas para conseguir
algún tipo de ganancia, son oscuras, misteriosas y dañan a terceros, son
típicas del egoísmo.
En el camino de las mentiras, el gran economista Friedrich
List, acuñó una frase inspiradora para el comercio, “pateando la escalera”:
“Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común
darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de
la posibilidad de subir detrás”. La idea, en este caso, tenía que ver con el
comercio y con un proteccionismo inteligente, implementado por los británicos
que, posteriormente, se promovería globalmente como: las ventajas del libre
comercio. Esto ocurrió solo cuando Inglaterra tenía el monopolio y dominaba la
producción. Lo mismo se podría decir acerca de la deuda, el déficit público, el
déficit externo y la emisión monetaria: haz lo que digo, no lo que hago.
El Tratado de Maastricht, denominado oficialmente Tratado de
la Unión Europea, sentó las bases de la Unión Europea tal como la conocemos
hoy. El déficit presupuestario anual de un país, según este tratado, no debe
exceder del 3% del producto interior bruto y la deuda pública no debe superar
el 60 % del PIB. Los datos del 2022 arrojan un déficit fiscal del 3.6% del PBI
y una deuda del 91.6%, cuando en 2021 el déficit era del 5.1% y la deuda del
94.5%, es decir, se incumple de manera sistemática, pero los europeos son
ampliamente flexibles en cuanto al desempeño de sus normas, siempre y cuando no
sea del sur europeo.
Estados Unidos es el rey del descontrol macroeconómico, pero
sin mayores reprimendas ni amonestaciones de los organismos internacionales que
tanta pulcritud fiscal y crediticia le reclaman a los países endeudados. Al
igual que Europa, que debería autosancionarse por no cumplir con sus tratados,
Estados Unidos debería implementar un plan de austeridad de magnitudes
indescriptibles si cayera bajo la supervisión del FMI.
Aquí se desata un debate realmente interesante para quienes
quieren reflexionar sobre esta extraña y ambivalente mirada en cuanto a la
aplicación de medidas de austeridad en países del sur global y el norte
hegemónico, específicamente Estados Unidos, tan en boga por las magnitudes de
su déficit fiscal, comercial y su infinita deuda. Al parecer la evaluación de
los ajustes, déficit y endeudamiento son diferentes en el norte que en el sur,
¿o es posible que la austeridad tenga una agenda oculta?
Comencemos por despejar algunas confusiones instaladas en
los medios acerca de la deuda americana
y sus techos, el déficit, etc. Es claro que el problema es político, no
económico, partiendo de la base que ningunos de los partidos estadounidenses
tiene una ventaja apreciable sobre el otro para la presidencia, un golpe de
efecto económico en campaña sería bienvenido, y no estoy hablando de las
internas dentro de cada bloque, como detonaciones controladas a Trump por
pagarle a una trabajadora sexual sin nombrar sus negocios con el Deep State, o
los negocios con Ucrania y China de la familia Biden.
Con una recesión en puerta, un año de recortes de gasto –en
atención médica, cupones de alimentos, seguro de desempleo, ayuda a estados y
ciudades–, la discusión ronda justo para los republicanos en torno al paquete
de medidas que se necesita para devolver a la presidencia a Donald Trump.
Probablemente Biden también lo sabe, ya que sus índices de aprobación (entre 42
y 43%) son apenas iguales que los de Gerald Ford o Jimmy cacahuate Carter.
(Como en Argentina, parecería que algunos jugadores clave están menos centrados
en las elecciones que en buscar su próximo trabajo).
En primer lugar, como cuestión legal, el Tesoro de los
Estados Unidos está obligado a hacer los pagos. El límite máximo de la deuda no
anula esta obligación. La Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, no tiene
discreción legal para detener los pagos o elegir qué pagar y cuál aplazar. Si
no se realizan los pagos podría ser destituida por no cumplir con la
constitución americana, que dice (Enmienda XIV (julio 9, 1868) sección 4):
“La validez de la deuda pública de los Estados Unidos que
esté autorizada por la ley, inclusive las deudas contraídas para el pago de
pensiones y recompensas por servicios prestados al sofocar insurrecciones o
rebeliones, será incuestionable…
El techo de la deuda, por el contrario, es una ley, muy
discutida, por cierto. Ordena al Tesoro no que deje de hacer pagos, sino que
deje de emitir valores más allá del límite de 31,4 billones de dólares; que se
deje de endeudar. Pero el Congreso de los Estados Unidos ha impuesto techos
sucesivos a la deuda nacional, cada uno más alto que el anterior. Esos excesos
requerían préstamos para cubrirlos. Los préstamos se acumularon para alcanzar
techos sucesivos. Un ritual altamente político de amenazas y contraamenazas que
acompañó cada aumento del techo requerido por la necesidad de endeudarse para
financiar los déficits.
Es economía elemental para cualquier país del mundo, si su
Congreso aumentara los impuestos o redujera el gasto federal, o ambas cosas a
la vez, no habría necesidad de pedir prestado y, por lo tanto, no sería
necesario preocuparse por el límite máximo de los préstamos. El techo se
volvería irrelevante o meramente simbólico. Entonces, el problema real es que,
cuando el endeudamiento se acerca a cualquier techo, las opciones de política
son estas tres: aumentar el techo (para pedir más prestado), subir los
impuestos o recortar el gasto. Por supuesto, también serían posibles
combinaciones de ellos.
En contraste con esta realidad, en el mundo en general, ante
los problemas de deuda, los políticos engañan durante el debate. Tanto
políticos, principales medios de comunicación y académicos, simplemente omiten
considerar los aumentos de impuestos, todo gira en torno a la austeridad, jamás
en torno a incremento de impuestos a quienes más ganaron con estas crisis.
Alguien tiene que pagar los ajustes, los ricos o los pobres. El Partido
Republicano exige recortes de gastos o, de lo contrario, bloqueará la elevación
del techo. Los demócratas insisten en que elevar el techo es la mejor opción y
después discutir los recortes.
Que el Gobierno discuta los techos de la deuda o el
presupuesto son cosas diferentes. El Presidente muchas veces ha explicado que,
a su entender, elevar el techo de la deuda no es una negociación, es una
obligación el Congreso, siempre lo ha hecho, y el espera que cumplan con su
deber, una vez más, de acuerdo con la Constitución y eso no es negociable. Por
el contrario, discutir sobre el presupuesto es discutir sobre el gasto futuro,
lo cual es apropiado para que la Casa Blanca y el Congreso debatan entre sí.
Pero también hay evidencia por la cual los republicanos
quieren agrupar las dos negociaciones. En las últimas décadas, cuando los dos
partidos no pudieron llegar a un acuerdo presupuestario y el Gobierno cerró, el
resultado generalmente ha sido una victoria para los demócratas. Esta no es la
primera vez que puede haber cierres gubernamentales por falta de presupuesto,
de hecho, si el Gobierno cerrara sería la vez número 21, desde Gerald Ford en
1976 a Donald Trump en el 2018.
En el invierno de 1995 a 1996, el Gobierno cerró dos veces.
Los republicanos en el Congreso aprobaron fuertes recortes a Medicaid y
Medicare y cortes de impuestos destinados a personas con altos ingresos, esta
idea se repitió en casi todos los cortes. El único cambio en un cierre mucho
más largo ocurrió en el 2018 cuando Trump exigió fondos para un muro fronterizo
con México, y el corte duró 35 días.
El Fondo Monetario Internacional advirtió sobre
“repercusiones muy graves” para Estados Unidos y la economía mundial si la
nación no paga su deuda, instando a demócratas y republicanos a llegar a un
consenso sobre el límite de la deuda. Las discusiones se están llevando a cabo
en un momento muy difícil para la economía global; la evaluación del organismo
es que habría repercusiones muy serias, no solo para EE.UU. sino también para
la economía mundial en caso de default de la deuda de EE.UU. Lo extraño es el
trato, el formato delicado y deslucido del organismo en como se dirige a los
Estados Unidos, opuesto a las condicionalidades y recomendaciones a países
endeudados. En este caso puede haber consecuencias para la economía mundial; al
parecer el FMI no tiene la misma mirada para el déficit, la deuda y la emisión
monetaria de un país que hace 50 años tiene déficit fiscal, como se ve en el
cuadro, e incremento de deuda.
El FMI ha sido llamado el “ bombero de la crisis financiera”
del mundo, en el que confían los países miembros para hacer frente a la deuda
soberana paralizante y evitar que el contagio se propague por todo el sistema
financiero mundial. Un país miembro (hay 189 miembros a partir de 2020)
generalmente convoca al FMI cuando ya no puede financiar sus deudas o ante la
posibilidad de una crisis. El Fondo extenderá un préstamo al Gobierno y ayudará
a organizar un nuevo cronograma de pago de la deuda que el país pueda manejar.
A cambio, el miembro acepta implementar reformas que el FMI diseña para
rectificar su macroeconomía, con políticas comerciales, monetarias, fiscales,
etc. Las condiciones de préstamo están diseñadas no solo para garantizar el
reembolso de los préstamos, sino también para garantizar que el dinero prestado
se gastará de acuerdo con los objetivos económicos establecidos. El FMI no
puede imponer su voluntad a los países miembros; los países aceptan la
asistencia financiera condicionada del fondo de “forma voluntaria”.
Es más que obvio que el país tiene que solicitar ayuda al
FMI, y Estados Unidos, inventor del organismo para endeudar y condicionar a los
países, jamás pensará en pedir ayuda y menos recibir condicionalidades. Lo
extraño es que el FMI no presione a los países del primer mundo con las medidas
que usualmente pregona, que en general son primera plana del menú de salvataje.
Uno de sus trabajos más difundidos, “Ajuste fiscal para la estabilidad y el
crecimiento”, del año 2006, podía servir de recomendación en cada uno de los
puntos para el gigante del norte, porque todo el índice, desde la página uno de
dicho paper, ¿cuándo es necesario un ajuste fiscal?, hasta cómo debe llevarse a
cabo el ajuste, se amolda a cada uno de los problemas americanos y las amargas
soluciones del FMI.
A menudo se ha denunciado al Fondo como el principal
culpable de las fallidas políticas de desarrollo implementadas en algunos de
los países del mundo. Se argumenta que muchas de las reformas económicas que el
FMI requiere como condiciones para sus préstamos (austeridad fiscal, altas
tasas de interés, liberalización del comercio, privatización y mercados de capital
abiertos) a menudo han sido contraproducentes para las economías, y en algunos
casos devastadoras para las poblaciones locales. En el caso de la economía
americana, el proteccionismo es el que prima, los aranceles que restringen el
comercio de algunos bienes centrales para su desarrollo ocultándose en la
seguridad nacional, frenan la competencia, estimulan el déficit fiscal y el
mayor endeudamiento.
El Fondo también ha sido criticado sobre la base de la
extralimitación o el «desplazamiento de la misión” en temas macroeconómicos que
condicionan a los países, pero facilitan el negocio de las multinacionales
americanas con negocios leoninos como privatizaciones, compras a precios de
oferta de empresas o condicionamiento de deuda en moneda externa.
Hay un trabajo sobre la austeridad, dentro de tantos, que
llegó a la lista de los mejores libros de economía durante el año pasado, según
el Financial Times. Se titula “El orden del capital: cómo los economistas
inventaron la austeridad y allanaron el camino hacia el fascismo”, de Clara
Mettei. El libro examina la relación entre el pensamiento económico, las
políticas de austeridad y el ascenso del fascismo utilizando los registros
históricos en Europa para argumentar que la austeridad (apretar el cinturón,
recortar los programas gubernamentales, etc.) tiene menos que ver con los
presupuestos y la deuda y más con hacer deliberadamente la fuerza laboral se
sienta insegura.
Mattei rastrea la austeridad moderna hasta sus orígenes en
la Gran Bretaña y la Italia de entreguerras y revela cómo la amenaza del poder
de la clase trabajadora en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial
animó un conjunto de políticas económicas de arriba hacia abajo que elevaron a
los propietarios, asfixiaron a los trabajadores e impusieron un régimen
económico rígido y jerárquico. Esta lejana idea resulta muy presente en la
austeridad actual.
De todas maneras, la idea motora es que más allá de que
Estados Unidos no solicite al FMI su ayuda, el organismo no sólo no criticó
abiertamente las políticas económicas comerciales, deficitarias y de
endeudamiento de la nación septentrional, cuando son uno de los mandamientos
para los países en vías de desarrollo a los que les presta dinero, así como
tampoco critica o se opuso a los préstamos improcedentes, como el argentino o
préstamos fallidos de un país en guerra (Ucrania), cuya factibilidad de
reintegro es absolutamente inviable. Por ende, el FMI y los préstamos para
países en vías de desarrollo, donde se pueden sacar ventajas en cuanto a condiciones
y condicionalidad, es una cosa, para el primer mundo o países desarrollados, es
otra. En una las mentiras son negras para sacar beneficio, en el otro caso las
mentiras se venden como blancas disfrazadas de salvataje económico. Las dos son
políticas a conveniencia.
Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2023/05/21/mentiras-piadosas-estadounidenses-deuda-deficit-y-emision-monetaria/
Nota del blog
Estados Unidos va dejando de ser lo que fue y sólo le queda la fuerza militar, pues ha traicionado el discurso liberal en que se amparaba ideológicamente. De ahí que hable de un mundo basado en reglas y no en el liberalismo económico, que eso precisamente es lo que está exigiendo China: un mundo en que los negocios puedan desarrollarse sin que se inmiscuya el proteccionismo de las sanciones. Ahora los estados Unidos tienen miedo de aplicar el liberalismo económico y han acallado a muchos Think Tanks liberales, ahora no le conviene.
(https://rebelion.org/estados-unidos-desacreditado-por-la-guerra-de-ucrania-y-las-sanciones-a-rusia/).
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