El régimen de Kiev, respaldado por la OTAN, está promulgando nuevas leyes draconianas que desterrarán toda disidencia. Cualquier opinión que no esté alineada con el régimen se considerará traición y se prohibirá, e incluso será objeto de persecución y represión violenta.

Las nuevas leyes consagran una campaña despiadada contra los medios de comunicación independientes en Ucrania, que ha hecho estragos durante los últimos cuatro años bajo la presidencia de Vladimir Zelensky. Los partidos políticos de la oposición y las asociaciones de prensa han sido clausurados, y los periodistas disidentes han sido objeto de violencia o se han visto obligados a exiliarse. La tendencia tóxica contra la libertad de expresión se remonta al golpe de Estado del Maidán, patrocinado por la CIA, que derrocó al gobierno surgido de las elecciones en febrero de 2014.

Ese golpe llevó al poder a un régimen de extrema derecha en Kiev que se enorgullece de quienes colaboraron en el pasado con la Alemania nazi. Más de un millón de judíos fueron exterminados por los fascistas ucranianos en nombre del Tercer Reich.

Las contradicciones en el seno del régimen de Kiev dan que pensar. El presidente, Zelensky, es supuestamente de origen judío. Sin embargo, su régimen está apuntalado por paramilitares de corte nazi, como los batallones Azov y Aidar, que forman la columna vertebral de las fuerzas armadas ucranianas. El patrón financiero de Zelensky era el oligarca ucraniano Igor Kolomoisky, que también es judío, y sin embargo Kolomoisky financia a paramilitares neonazis.

Los gobiernos occidentales que dicen ser custodios de la «democracia» y la «libertad» han estado bombeando miles de millones de dólares en armamento al régimen fascista de Kiev encabezado por un presidente judío. Los gobiernos y medios de comunicación occidentales tratan de cuadrar esa contradicción afirmando que el régimen de Zelensky es una «democracia» y encubriendo su conducta pro nazi. El armamento de Ucrania enviado desde 2014 por Estados Unidos y otros miembros de la OTAN está impulsando de forma temeraria una guerra mundial con Rusia. Las llamadas democracias occidentales están alineadas con el fascismo en una guerra incipiente contra Rusia que podría terminar en una catástrofe nuclear. Para quienes prestan atención histórica a las verdaderas causas y a la geopolítica de la Segunda Guerra Mundial –la interacción de las potencias occidentales y la Alemania nazi– y la posterior Guerra Fría, el actual enfrentamiento puede no resultar sorprendente.

Las relaciones de una figura pública occidental con Ucrania son particularmente sorprendentes por su incongruencia. George Soros, el multimillonario filántropo estadounidense, fue uno de los primeros partidarios del cambio político en Ucrania tras su independencia de la Unión Soviética en 1991.

A través de su Open Society Foundation, Soros canalizó millones de dólares para promover la «revolución» del Maidán en Kiev. Soros trabajó mano a mano con el gobierno de Estados Unidos y sus agencias – la CIA, la National Endowment for Democracy y la USAID–, para crear «grupos de la sociedad civil» y una letanía de organizaciones de medios de comunicación que impulsaron puntos de vista antirrusos.

La Open Society Foundation de Soros sigue proclamando hasta hoy que «está con Ucrania» y acusa a Rusia de estar llevando a cabo un «asalto a la democracia». La OSF tiene el objetivo de recaudar fondos hasta 45 millones de dólares que, según dice, se utilizarán para «proteger a la sociedad civil ucraniana».

La realidad que se esconde tras la retórica de Soros es que el régimen de Kiev está dominado por fuerzas nazis que pretenden aplastar cualquier disidencia y libertad de expresión, como demuestran las nuevas leyes represivas sobre los medios de comunicación.

Incluso las organizaciones no gubernamentales occidentales financiadas por Soros, como Reporteros sin Fronteras y el Comité para la Protección de los Periodistas, con sede en Estados Unidos, han condenado el escandaloso ataque a la libertad de expresión por parte del régimen de Zelensky.

No se trata sólo de una desafortunada cuestión de malas compañías. Soros y el Departamento de Estado de Estados Unidos, junto con el entonces vicepresidente Joe Biden, fueron fundamentales para llevar al régimen de Kiev al poder en 2014. Fueron fundamentales para construirlo como una agresiva punta de lanza antirrusa que repudió los acuerdos de paz de Minsk de 2014-2015 y fomentó la actual guerra con Rusia.

Soros, que durante muchos años ha expresado públicamente una profunda antipatía personal hacia el presidente ruso Vladimir Putin, parece haber utilizado hábilmente a Ucrania como un campo de juego geopolítico para promover sus intereses personales y empresariales. El multimillonario capitalista tiene sus ojos puestos en la privatización de las industrias ucranianas de energía y agricultura. Por supuesto, los intereses imperialistas de Washington y la OTAN encajan perfectamente con su aparente filantropía.

Desde hace tiempo se acusa a Soros de promover «revoluciones de colores» en nombre de Washington para desestabilizar a los adversarios geopolíticos, Rusia y China en particular.

El caso de Ucrania es especialmente significativo. La temprana participación de Soros en la promoción del violento golpe de Estado de Kiev condujo directamente a la creación de un régimen extremo y reaccionario que sirvió obedientemente a los intereses imperialistas de Washington contra Rusia, al tiempo que causaba la miseria de la mayoría de los ucranianos. La cábala gobernante de Kiev está plagada de corrupción, de anarquía pro-fascista y de estrangulamiento de una sociedad cívica en vías de extinción bajo un presidente judío autocrático amado por Hollywood y las agencias de inteligencia estatales occidentales.

Las grandiosas afirmaciones de Soros de apoyar el «periodismo independiente» y la «sociedad cívica» han demostrado ser falsas ante la actual represión de la libertad de expresión en Ucrania.

Esto nos lleva a la última y quizás más inquietante contradicción: George Soros (92), nacido en 1930 en el seno de una familia judía, creció en Hungría durante la ocupación nazi, siendo un adolescente que intentaba evitar ser enviado a una cámara de gas. Ha admitido haber ocultado su identidad judía como cristiano. Se insinúa que colaboró siendo adolescente con el régimen nazi en Budapest informando sobre las propiedades judías para su confiscación. Él niega haber participado en ninguna fechoría y dice que sólo era un joven desventurado que acompañaba a un agente inmobiliario pro-nazi.

Hay que reconocer que algunos miembros de la derecha antisemita estadounidense han tratado de hacer pasar a Soros por un «globalista nazi» de forma ridícula.

Años después de la guerra, Soros emigró a Occidente y más tarde obtuvo su enorme riqueza como capitalista buitre apostando contra los perdedores. Es conocido por ser el «hombre que quebró la libra esterlina» y por haber obtenido un beneficio de mil millones de dólares en un solo día durante un colapso del mercado en 1992.

Digamos que George Soros tiene un sentido preternaturalmente agudo del oportunismo depredador. Un multimillonario de origen judío que financia un régimen pro-nazi en Ucrania para que haga su voluntad no está más allá del cálculo cínico. En eso consiste el capitalismo.  

Artículo original: https://strategic-culture.org/news/2022/10/17/soros-and-kiev-regime-supping-with-devil/