Venezuela: ¿El único que festeja es Maduro?
Manuel Sutherland
El 6 de diciembre se
realizaron elecciones para una nueva Asamblea Nacional (AN), el único poder del
Estado que no respondía, desde 2015, al Partido Socialista Unido de Venezuela
(PSUV), hegemón absoluto en la política nacional. El partido que comanda
Nicolás Maduro controla 19 de las 23 gobernaciones, manda en 305 de las 335
alcaldías y tiene 227 de los 251 diputados de las asambleas legislativas regionales.
Todo ese poder contrasta con una desaprobación que roza el 90%, resultado de
una desastrosa gestión de la economía, que registró el peor colapso de su
historia en la era Maduro (2013-2020).
En estas circunstancias, parecía que la derrota electoral
del gobierno sería aplastante. Sin embargo, aparentemente sucedió lo contrario.
A pesar de una altísima abstención, que rondó el 70%, el PSUV celebra una muy
holgada «victoria», que le permite recuperar el control de la AN. No obstante,
este fracaso electoral opositor ha sido vendido como un triunfo por sus
publicistas, que se atribuyen haber conseguido una abstención histórica.
En este escenario surgen varios interrogantes: ¿con qué
porcentajes ha vuelto a ganar el chavismo? ¿Es realmente una victoria del
gobierno? ¿Cómo evaluar la estrategia abstencionista e insurreccional del ala
radical de la oposición? ¿Cuáles son las perspectivas a corto plazo en la
crisis política y los riesgos de apatía y desafección? Veamos.
Una derrota evitable
El gobierno ganó con 68% de los 6,2 millones votos
escrutados. Con algunas pocas diputaciones por decidir, el PSUV ha logrado
aproximadamente 185 escaños, lo suficiente como para tomar posesión de la AN en
pleno, es decir, para impulsar leyes de rango constitucional y cambiar a
piacere casi todo el entramado jurídico nacional. En números gruesos, se diría
que el chavismo obtuvo algunos votos más que en 1998, pero con un padrón
electoral que se multiplicó por dos y con todas las ventajas de ser gobierno
por más de dos décadas consecutivas. Si en la última elección parlamentaria, en
2015, votó alrededor de 74% del padrón electoral, ahora solo lo hizo alrededor
de 30%. Es decir, la abstención casi se triplicó y solo es comparable a la de
2005, durante los momentos más álgidos del gobierno de Hugo Chávez, cuando
ningún opositor se presentó a las elecciones, con discursos similares a los
actuales sobre la falta de garantías para la oposición. Entonces la abstención
fue de 75% y el chavismo se quedó con 97% de las bancas. (
El domingo pasado, en este contexto de abstencionismo
masivo, la alianza opositora mejor ubicada obtuvo algo más de un millón de
votos. Y en su conjunto, la oposición que participó de los comicios,
mortalmente dividida y atomizada, podría obtener alrededor de 87 diputados,
casi un tercio de la AN. Un dato que no deja de ser bastante significativo a la
vista de la feroz campaña de la oposición abstencionista para desacreditar a
quien se plantease enfrentar al chavismo por su terreno más débil: el
electoral.
Los votos totales del PSUV alcanzan los 4,2 millones. Eso
es, 25% menos que lo obtenido en las elecciones parlamentarias de 2015, pero
con un padrón mayor. Si se compara con los supuestos ocho millones de votos
obtenidos en las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente en agosto de
2017, la sangría es de casi 50%. Es de por sí notorio que si la oposición en
pleno hubiera ido a votar habría ganado fácilmente la elección. ( El subrayado en negro es del blog )
¿Es útil esta «victoria» del gobierno?
La «victoria» del gobierno era esperada. Hubo dos
maquinarias que la impulsaron con infinidad de recursos económicos y
mediáticos. Por un lado, el propio oficialismo presionó a su base política
amenazando con negarles cajas de comida a quienes no fueran a votar. Por otro
lado, Juan Guaidó y la «comunidad internacional» hicieron hercúleos esfuerzos
para evitar que su propia base opositora fuera a votar, para evitar así que que
los opositores al gobierno votaran en contra de Maduro y el PSUV. Es un secreto
a voces que el ex-candidato presidencial Henrique Capriles, quien había amagado
con participar en las elecciones del 6 de diciembre, tuvo que renunciar a tal
empresa por presiones que llegaron a ser vigorosas amenazas: desde sanciones
económicas hasta congelamiento de bienes en Estados Unidos. Así las cosas, con
intimidaciones en contra de todo aquel que quisiera votar contra el gobierno,
las elecciones parecían un juego de niños para el PSUV, que literalmente corrió
solo su carrera.
Como era de esperarse, poco después de que varios países
latinoamericanos desconocieran la elección del pasado domingo, la Unión Europea
rechazó el resultado y pidió a Maduro que trazara un camino hacia la
reconciliación nacional. Es muy fácil entrever que el chavismo se negó a
aceptar la propuesta de veeduría y acompañamiento de la UE debido a que ello
podría estimular una participación que le habría proferido una derrota sin
atenuantes. Su tarea era promover acciones que impulsaran la abstención del voto
opositor, cosa que logró con un enorme éxito. Incluso el día de la elección, se
encargó de cometer innecesarias y burdas irregularidades electorales para
azuzar a los abstencionistas. Desde los polémicos «puntos rojos», donde se
escanea el «carné de la patria» como forma de control de quienes votan por el
PSUV, hasta el repentino cambio, el mismo día de la elección, del lugar de
votación de Maduro y su esposa, de su lugar original en el barrio popular de
Catia al fuerte militar Tiuna.( Bueno temía un atentado y se curo en salud )
Al gobierno lo tiene sin cuidado el manido discurso sobre la «legitimidad». De hecho, respondió señalando que en otras partes del mundo hay mucha abstención (por ejemplo, en las elecciones parlamentarias en Rumania) y que en 1993 Rafael Caldera ganó las presidenciales con apenas 17,66% del padrón electoral, poco menos que el 20% obtenido por el gobierno en estas últimas elecciones, y nadie cuestionó su legitimidad. En su defensa, el Poder Ejecutivo argumenta que a pesar de la negativa de los observadores internacionales de la UE, más de 1.500 observadores nacionales e internacionales se han sumado y desplegado en los centros electorales del país. (En las elecciones municipales de Francia que tuvieron lugar el 28 de junio, donde se elegían alcaldes en las grandes ciudades del país, comenzando por París, la tasa de participación electoral fue del 40 %) (Y esto no es todo: en las elecciones legislativas del 2014 que tuvieron lugar en Estados Unidos, la “mayor democracia del mundo” la tasa de participación electoral se empinó unos pocos puntos encima de la venezolana: 36 %) ( También es verdad que hay entre 4 a 5 millones fuera de Venezuela , que muchso vuelven por la pandemía y la falta de apoyo o criminalizandolos a donde fueron , como en Perú y Sudamerica además está descompuesta y igual los del grupo de Lima )
Pasada la polémica de las elecciones, el gobierno asegura
que por fin podrá ofrecer sustento legal a sus políticas económicas, que pasan
por una apertura y una búsqueda frenética de inversiones extranjeras a
cualquier costo. Se espera que se aprueben leyes proclives a la privatización
exprés de valiosos activos estatales, proceso que ya se ha venido adelantado
sotto voce. También se planean aperturas masivas, endeudamiento y normas que
garanticen la inversión ventajosa de empresarios iraníes, turcos, rusos y
chinos. La intención es sobrevivir día a día. Cada hora en que se mantienen en
el poder es ganancia.
La insurrección imaginaria
En un aciago 20 de mayo de 2018, el ala mayoritaria de la
oposición decidió abstenerse en las elecciones presidenciales. La táctica había
sido empleada tan temprano como en las mencionadas elecciones parlamentarias de
2005, en las que, previsiblemente, el chavismo arrasó con la totalidad de las
curules y promovió con total serenidad las leyes que más fácil le harían el
trabajo de gobernar sin ningún contrapeso. En mayo de 2018 se argumentó que el
régimen había excluido a candidatos opositores históricos de la batalla
electoral. Por esa y otras irregularidades, la oposición decidió abstenerse en
aras de presionar por condiciones electorales óptimas. El resultado es por
todos conocidos.
Desde el 23 de enero de 2019, cuando el diputado y
presidente de la AN Juan Guaidó se autojuramentó en una plaza, en un un mitín,
como «presidente encargado de la República», la vía electoral y la lucha
democrática contra el régimen de Maduro han sido considerada como
colaboracionistas y gallináceas. En febrero de 2019, las encuestas decían que
Guaidó tenía hasta 80% de aceptación popular. Los gobiernos aliados de Estados
Unidos y varios europeos más salieron a aplaudirlo. El 23 de febrero se planteó
una insurrección sui generis a través de un atípico caballo de Troya: la ayuda
humanitaria internacional. Esta ingresaría «sí o sí» por la frontera
colombiana. El plan era que la gente se abalanzara sobre los camiones y el
Ejército se uniera a la sublevación popular. Este desaguisado fue un rotundo
fracaso: no se pudo hacer ingresar ni una caja en una porosa frontera donde el
contrabando de gandolas de gasolina y alimentos es inmenso cada día. ( En la frontera de Colombia no hay un puente solo ,sino tres , cosa que obvian siempre las informaciones y eso les permitio manipular las fotos areas de los puentes cuando quemaron los containers , habia mas puentes con camiones que querian pasar a Venezuela , como ya probe en este blog y también se vio como fueron quemados por la oposición según probó la prenda americana )
Cuando se creía que el intento frustrado de asesinar a Maduro con un dron cargado de explosivos, el pasado 4 de agosto de 2018 en la avenida Bolívar, era la intentona subversiva más osada, amanecimos el 30 de abril de 2019 con un conato de golpe de Estado cívico-militar protagonizado por Guaidó. El joven «presidente» aseguraba haber tomado, o estar dentro, de la base aérea La Carlota, ubicada en el corazón de Caracas. Pocas horas después, y sin un solo tiro, la sedición fue aplastada. Varios de los militares se entregaron aduciendo que los habían engañado y otros huyeron a embajadas extranjeras esa misma tarde. Nadie se responsabilizó del bochornoso coup d’état, que terminó ampliamente ridiculizado en redes sociales. En 2018 ya habíamos presenciado la masacre del grupo armado encabezado por Óscar Pérez, ex-comando policial famoso por disparar contra el Tribunal Supremo de Justicia y robar armas de alto calibre en el fuerte de Paramacay. La subestimación del poder militar y policial del gobierno bolivariano es realmente asombrosa. En 2019 se desarrolló otra nueva aventura insurreccional de índole militar. En la tarde del 26 de junio el gobierno declaró, en tono de sorna, que frustró otro intento de alzamiento militar. Ese día fueron apresados más de 30 militares que enfrentarían cargos de «traición a la patria», acusación generosamente endilgada por jueces chavistas. ( No olvidemos que sus más prominentes opositores llegaron, en su ofuscación, a solicitar a las autoridades civiles y militares de Estados Unidos que invadiesen o atacasen a su propio país ni tampoco olvidemos las protestas de las guarimbas , un intento clave de "revolucion de lo colores" ,con muertos de todos lados incluidos militares y policias , culpando la gobierno de la muerte de todos ellos ).
En pleno pandémico 2020, entre el 3 y el 4 de mayo, se optó
por un intento foquista con tonalidades de farsa en el corazón de la bahía de
Macuto y de Chuao: un par de peñeros con alrededor de 22 personas pobremente
armadas irrumpieron con pertrechos militares y sólidas convicciones de liberar
a los 30 millones de venezolanos víctimas del régimen actual. Ahí estaban
ex-militares armados, había uniformes, equipos y todos portaban sus verdaderos
documentos de identidad. Entraron por el litoral central a plena luz del día, a
pocos kilómetros del mayor puerto del país y de una base naval, en un área
densamente poblada. La incursión derivó en un sangriento combate donde murieron
varios jóvenes alzados. El gobierno capturó incluso a ex-militares
estadounidenses en una operación que fue vista como una parodia de Bahía de
Cochinos, a baja escala.
El abandono de la lucha electoral parece empujar a la
oposición a formas de aventurerismo político de lo más inverosímiles. Entre
farsas y tragedias se yuxtapone la mar de fracasos insurreccionales. Las sediciones
parecen caer en el terreno favorito de un gobierno de índole militar y
policial, que con apoyo de otros regímenes (Cuba, Rusia, China, Irán), expertos
en control social y lucha antisubversiva, sortea con extrema facilidad estas
iniciativas. Los fracasos son tan estrepitosos que, por embrionarios, la gente
los cree irreales o incluso inventados por el mismo gobierno. ( Ya leí en otros medios que van hacer privatizaciones y que incluso del petroleo ,se entiende a Rusia y China y pagar sus creditos )
Las chanzas sobre la esterilidad de este tipo de iniciativas
llenan las redes sociales y la frustración se apodera de miles de venezolanos
que terminan simplemente votando con los pies y abandonando el país. Cada motín
deriva en un profundo sentimiento de derrota y pesadumbre; en una sensación de
derrota inmanente y una vocación por el descalabro que abate la moral de las
bases opositoras y las sitúa en el campo de la espera de un fementido milagro:
una invasión de tropas estadounidenses que liberen a la población del
comunismo. Una posibilidad mil veces negada por todos los voceros oficiales de
Estados Unidos, que en repetidas ocasiones han negado tan sangrienta
posibilidad. Incluso se han burlado de activistas proclives a «exigir» una
invasión liberadora que los coloque en el poder, tildando sus propuestas de
«realismo mágico».
Se trata de un camino de derrotas continuas que, por una parte,
justifican la insistencia en la vía insurreccional, abandonando la lucha
democrática electoral (debido, según ellos, a todas las injusticias, ventajismo
y trampas que el gobierno comete en ese terreno); y que, por otra, explicita
por qué la oposición decidió abstenerse y continuar por una ruta de
confrontación que a todas luces parece condenada a la derrota. La consulta del
12 de diciembre, promovida por Guaidó, aparece como la manifestación de
impotencia más severa que han protagonizado en años.
2021: ¿entre la apatía y la desafección?
Parecía esperable que gran parte de la oposición siguiera
este 6 de diciembre por la senda abstencionista. Casi sin iniciativa, el
«presidente encargado» Guaidó prometió, para contrarrestar las elecciones
«fraudulentas», una consulta popular online el 12 de diciembre. Con un consejo
nacional electoral paralelo integrado solo por sus más íntimos aliados, se
presentarán a la población, a través de Telegram y otra app, preguntas como:
«¿Exige usted el cese de la usurpación de la Presidencia de parte de Nicolás
Maduro (…)? ¿Rechaza usted el evento del 6 de diciembre (…) y ordena usted
adelantar las gestiones necesarias ante la comunidad internacional para
rescatar la democracia (…)?». Estas preguntas son tan groseramente obvias que
mueven a la risa a los propios opositores más radicales. Preguntar lo que es
axiomáticamente aceptado por sus bases parece un acto que solo deja en
evidencia la propia falta de táctica y estrategia.
A fines del año próximo, habrá elecciones para alcaldes y
gobernadores. El gobierno cuenta con un nuevo auge de la campaña abstencionista
que le permita ganar otras elecciones sin competencia. Es quizás por eso que,
siendo tan abiertamente represivo, deja a Guaidó acometer sus campañas
políticas sin tocarle ni un pelo. Es de esperar que el propio Maduro aliente la
abstención del voto opositor y promueva su inmovilismo. Pero que la misma
oposición lo haga no es más que ponerse un chaleco de cemento justo antes de
tirarse al río. De más está decir que el gobierno bolivariano jamás ofrecerá
condiciones electorales óptimas. Si la oposición quiere asumir de verdad su
papel, deberá luchar a brazo partido en el único terreno donde tiene ventaja:
el electoral, mientras este siga de uno u otro modo abierto. Al final de
cuentas, la única victoria importante de la oposición frente al gobierno fue en
las urnas.
Manuel Sutherland
economista y director del Centro de Investigación y Formación Obrera
(CIFO), Caracas.
https://www.sinpermiso.info/textos/venezuela-el-unico-que-festeja-es-maduro
Nota del blog .- 1. Abrams, enviado especial del gobierno de Donald Trump para Venezuela e Irán, ha confirmado sin ningún tipo de anestesia, vergüenza o lenguaje políticamente correcto, que tanto los medios de comunicación como buena parte del liderazgo y los partidos opositores son empleados de la Agencia de EEUU para el Desarrollo (Usaid), nada menos que la fachada “decente” de la CIA, si es que tiene alguna. La declaración ostenta el valor de una confesión espontánea o tal vez de una echada al pajón por parte de quien ya sabe que va de salida.
Nota del blog .- 2. Carpiles Radonski expresó que algunos dirigentes políticos se fanatizaron con la figura de Trump hasta perder la racionalidad, "vieron a Trump como un Dios (...) fue el error más grande para encontrar una solución a la crisis del país", agregó. El excandidato presidencial denunció que Trump los usó para ganar los comicios en el estado La Florida, "fue más que obvio que fue un juego interno para ganar en Florida usándonos a nosotros, los venezolanos que estamos aquí adentro", añadió. Finalmente, Capriles enfatizó que la solución a las diferencias políticas y problemas económicos del país está en la población, "la solución no puede ser sin tener en cuenta a los 25 millones de venezolanos", concluyó.
Pero además Capriles intento que la UE enviara observadores , dudaron , pero salió la administración americana y dijo no y se plegaron a ella y apoyaron a Guido. Aduciendo además que era el presidente légitimo , cuando en Venezuela las presidenciales estan separadas de las parlamentarias y Maduro gano las suyas y ni murio ni está enfermo ni inutil .. La UE así se hundió en su propio abismo . Y Guaido ahora ya no puede ser presidente virtual exterior. Asi cumplieron aquella ley de la estupiedez del tuerto que para que el contrario , se sacara aun ojo , se saco el suyo y se quedo ciego . Y como Borrell dijo : "No esperabamos que Maduro aguantara tanto ". Y la ministra exteriores española más de lo mismo . Esperando Godot o sea a ver que hace Biden . Lo han dicho ellos .
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