La lengua del Tercer Reich: la semilla del odio
Por Inés Gómez Durán
El lenguaje utilizado por el régimen nazi era un lenguaje
“pobre”. Esta subcultura lingüística estaba llena de eufemismos militares y
grandilocuentes cuyo único fin era esconder las verdaderas implicaciones de la
tortura, la humillación y el asesinato
En 1935, Víktor Klemperer, catedrático de Filología en la
Universidad Técnica de Dresde (Alemania), perdió su puesto de trabajo a causa
de las políticas raciales del Régimen de Hitler. Él era judío, hijo de un
rabino, y como tal pasaba a ser considerado no alemán.
Poco importaban su germanofilia o el hecho de estar casado
con una mujer aria. Fue perseguido, acosado y amenazado de muerte, al igual que
su esposa. Desde 1933 hasta 1945, su único consuelo fue recopilar y escribir
sus impresiones lingüísticas como filólogo, que fueron publicadas una vez
acabada la guerra, en 1947, en un interesante ensayo llamado LTI. La lengua del
Tercer Reich.
Pero, ¿qué era lo que él llamaba la “perversión del
lenguaje”? ¿Cómo influyó la propaganda de Goebbels y el constante intercambio
de información manipulada entre los propios alemanes?
Klemperer tenía claro que las palabras podían ser tan
eficaces, mortíferas y certeras como la persona que las pronunciaba, o peor
aún, como aquellos que creían en su significado con una fe ciega e inquebrantable
Klemperer tenía claro que las palabras podían ser tan
eficaces, mortíferas y certeras como la persona que las pronunciaba, o peor
aún, como aquellos que creían en su significado con una fe ciega e
inquebrantable. No obstante, a simple vista, un fanático no tiene por qué
constituir un peligro: solo es un vehemente defensor de aquello en lo que cree.
Pero, ¿qué ocurre cuando las ideas que se defienden entran en conflicto con los
derechos fundamentales de otras personas?
Durante la Ilustración francesa, la palabra “fanatisme” fue
utilizada de forma crítica dada su escasa relación con el racionalismo. Según
expone Klemperer en La lengua del Tercer Reich, donde dedica un capítulo entero
a hablar de los orígenes y acepciones de esta palabra, el propio Russeau
sostenía una posición algo polarizada sobre el tema. Si bien el filósofo suizo
conocía las peligrosas implicaciones del término, también lo consideraba una
virtud “capaz de ensalzar el corazón de los hombres y brindarles la valentía
suficiente para no temer a la muerte”.
No es de extrañar, así pues, que de esta idea beba el
Romanticismo de los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, poco tienen que ver los
escritores románticos con el imaginario que rodea al fanático.
La exaltación del amor por la patria y el engrandecimiento
de las emociones primigenias raramente se relacionan con el odio al diferente y
la exclusión de un colectivo específico, por lo que sus cimientos no deben caer
en la frivolización o el reduccionismo.
En ‘La lengua del Tercer Reich’ puede observarse cómo los
elementos intangibles se traducen en algo corpóreo. Cómo simples términos
desembocan en toda una serie de leyes centradas en deshumanizar a la población
judía
En La lengua del Tercer Reich puede observarse cómo los
elementos intangibles se traducen en algo corpóreo. Cómo simples términos
desembocan en toda una serie de leyes centradas en deshumanizar a la población
judía y en insertar en las mentes de sus ciudadanos palabras con nuevos
significados, más belicistas y racistas.
El lenguaje utilizado por el régimen nazi era un lenguaje
“pobre”. Esta subcultura lingüística estaba llena de eufemismos militares y
grandilocuentes cuyo único fin era esconder las verdaderas implicaciones de la
tortura, la humillación y el asesinato. Palabras como “liquidar” en lugar de
“eliminar”; “expedición de castigo” en lugar de “dar una paliza y amedrentar” o
“arianizar” como metáfora de “acabar con aquello que no encaje en los
estándares raciales del Reich” eran algunas de las más utilizadas.
De la misma forma, durante los años del terror, Goebbels
también se valió del lenguaje religioso para engrandecer la figura del Führer a
través de la propaganda. Ya el 10 de febrero de 1932 Klemperer apuntó en sus
diarios la concesión de “ciertas licencias estilísticas” por parte del Führer
en un discurso donde este finalizó su charla con un “Amén”.
A pesar de lo absurdo de la situación, su finalidad estaba
clara: construir una figura mesiánica con la capacidad de hacer germinar las
semillas del nacionalsocialismo en las mentes y corazones de los trabajadores
alemanes. La retórica utilizada por el régimen siempre se centró en encumbrarle
como la única opción posible para el resurgimiento de una nueva Alemania.
Años después, durante la campaña electoral para las
elecciones de 1938, el ministro de Propaganda utilizaría también, entre otros,
los apelativos “instrumento de la Providencia” y “Gran Redentor” para referirse
a Hitler. Este Dios, por supuesto, contaba con su propia Biblia, el Mein Kampf.
Otro de los recursos más utilizados fue el uso de ciertos pronombres personales
y determinantes posesivos. “Ellos” y “nosotros”, lo propio y original en
contraposición con lo ajeno e impuesto.
El enemigo común debía ser visto como algo extraño, carente
de raíces germanas, de ahí que se volviera obligatorio para la comunidad judía
poner nombres hebreos a los recién nacidos.
Tenía que existir un muro, una distinción entre personas a
las que nada separaba físicamente. ¿Cómo si no iba a conseguirse la (ya
mencionada) “arianización”? No bastaba solo con la estrella de David. Los
judíos debían ser deshumanizados, comparados con animales, despersonificados.
“Para ellos, yo era el judío Klemperer”, apunta el autor,
quien tiempo después comenzaría a utilizar inconscientemente ese mismo lenguaje
dentro de su comunidad. “Incluso cuando se trataba de criticar al Régimen,
llevábamos puestas las gafas judías”.
Hay que tener claro que el lenguaje no es solo una vía para
comunicarse con otras personas: tiene la capacidad de modificar la realidad.
Puede cambiar, a través de sus ramificaciones y sus usos, la forma en la que la
sociedad observa los hechos que ocurren a su alrededor. Es capaz de unir a un
pueblo mediante discursos populistas; hacer que se sienta imprescindible,
especial y mejor que el resto. También, puede ayudar a manipular mediante la
palabra escogida o el eufemismo correcto y conseguir que millones de personas
vean normalizado un tiro en la nuca o un distintivo amarillo en la solapa de
un abrigo.
Klemperer lo sabía muy bien. Gracias a sus anotaciones, pudo
sobrellevar con cordura su situación: el abandono de sus amigos, las amenazas
hacia su mujer aria (quien siempre se mantuvo a su lado), su destitución como
profesor de Universidad y su internamiento en una “Casa de judíos”, donde un
chiste podía costarle la vida a cualquiera.
El lenguaje de las redes sociales, tan dado a la toxicidad,
solo es una prueba actual de la necesidad de una sociedad crítica, capaz de
entender que la información es mucho más que lo que se comparte en un post o en
un tweet
A pesar de que han pasado más de 70 años desde su
publicación, La lengua del Tercer Reich sigue funcionando como un enorme
escaparate en el que poder mirarse y analizarse. El lenguaje de las redes
sociales, tan dado a la toxicidad, solo es una prueba actual de la necesidad de
una sociedad crítica, capaz de entender que la información es mucho más que lo
que se comparte en un post o en un tweet.
La lengua crea y piensa por ti.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/la-lengua-del-tercer-reich-la-semilla-del-odio
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