12 de octubre. Por un republicanismo anticolonialista
GERARDO PISARELLO
Los actos evocatorios del 12 de octubre de 1492 tendrán este
año un significado singular. Por el propio contexto de pandemia, que sitúa
cualquier reflexión pública en una suerte de niebla espesa, por momentos
irreal. Pero también por la emergencia, a uno y otro lado del océano, de una
extrema derecha descaradamente negacionista de lo que de crueldad y expolio
tuvieron aquellos choques sociales y culturales.
Esta realidad obliga a prestar atención a las ciento de
miles de voces que, en medio de una dramática violencia racista estatal y
paraestatal se están movilizando contra el neofascsimo en diferentes rincones
del mundo. Y constituye una buena ocasión, también, para articular un
republicanismo del siglo XXI con anticuerpos suficientes para repeler, entre
otras cosas, el virus letal del racismo y del colonialismo.
1- Bartolomé de las Casas y las semillas del republicanismo
anticolonial
Sin dudas, una de las figuras más interesantes para acometer
esta tarea es la del humanista y fraile dominico, Bartolomé de Las Casas.
Nacido en Sevilla hacia 1474 en un familia de mercaderes, Las Casas representa
a una generación que por su propia vivencia de la conquista en América
reaccionó a las atrocidades que él mismo describiría indignado en su
"Brevísima relación de la destrucción de Indias", de 1542. Su
experiencia de la brutalidad colonial –Las Casas calculó que en cuatro décadas
más de 12 millones de amerindios habían muerto como consecuencia de malos
tratos, matanzas, epidemias– no fue vana. Por el contrario, fue lo que le
permitió convertirse en una figura clave de la teorización moderna de los
derechos humanos y del republicanismo democrático.
Las Casas vivió unos 82 años. Llegó a La Española –hoy
Haití– cuando tenía poco más de veinte. Una década más tarde, hacia 1514, tomó
conciencia plena de lo que suponía el sistema de esclavitud y saqueo practicado
por conquistadores, colonos y encomenderos contra las poblaciones originarias.
A partir de entonces, dedicó el resto de su vida a denunciarlo y a proponer
medidas para acabar con este sistema. La más radical fue la supresión total y
definitiva de lo que consideraba el peor de los crímenes: la "encomienda perpetua", piedra
angular del régimen de explotación económica y de vejaciones sobre el que se
sostenía el edificio colonial.
En 1542, con las Nuevas Leyes de Indias, dictadas por Carlos
V, Las Casas vio como sus esfuerzos se traducían en algunas reformas. Sin
embargo, la reacción de los encomenderos fue tan brutal que el propio monarca
acabó retrocediendo y revirtiéndolas. Con la transición monárquica de Carlos V
a Felipe II, Las Casas vio menguada su influencia en la Corte. Eso le valió una
soledad creciente, pero en sus últimos años, lejos de amilanarse, se radicalizó
en sus posiciones. Agudizó sus críticas a la Corona. Defendió de manera
explícita el derecho democrático de los pueblos indios colonizados a su
autodeterminación y a ser restituidos en lo que por justicia les correspondía.
Solo se arrepintió de una cosa: haber aceptado en su juventud que la esclavitud
indígena fuera reemplazada con esclavos africanos para morigerar la tragedia
que le estaba tocando presenciar.
El escritor republicano cubano, José Martí, llegó a
escribir, refiriéndose al coraje político, a la empatía y a la firmeza ética de
Las Casas: "Empezó su medio siglo de pelea para que los indios no fueran
esclavos; de pelea en las Américas; de pelea en Madrid; de pelea contra el Rey
mismo; contra España toda, él solo, de pelea". Unas de estas batallas,
precisamente, fue la llamada "Controversia de Valladolid", una
polémica que lo enfrentó entre 1550 y 1551 a Juan Ginés de Sepúlveda. En dicha
discusión, Sepúlveda defendió las guerras de conquista contra los
"bárbaros" amerindios. Las Casas se opuso con argumentos
contundentes: ¿era justa pues, la guerra de los romanos contra los españoles
para liberar a estos de su barbarie? ¿no fueron más bárbaros, en tanto crueles
y estólidos, conquistadores y encomenderos que los pueblos amerindios? ¿cómo es
posible hablar sin más de razas o naciones bárbaras?
Pero la formación política y filosófica de Las Casas le
permitió ir más allá. Como conocedor de Aristóteles que era, su crítica del
genocidio americano le llevó a esbozar una teoría republicana y democrática del
buen gobierno que se anticiparía a autores como Rousseau. En su tratado sobre
El poder de los reyes y los derechos de los súbditos (De Regia Potestae…, en el
original en latín) llegó a consagrar un principio anticolonial básico: que
ningún Estado -ni rey, ni emperador- puede enajenar territorio ni cambiar su
régimen político sin consentimiento expreso de sus habitantes. Las razones eran
evidentes: el poder de soberanía procede del pueblo, y al elegir a sus
gobernantes, el pueblo no pierde nunca su propia libertad. Los reyes y
gobernantes –continuaba Las Casas- no son señores de los reinos. Son
administradores de intereses comunes. De ahí que, citando a Bartolomé de
Brescia, acabara defendiendo que los reyes fueran nombrados por voluntad
popular, "aunque por costumbre se venga haciendo lo contrario" (De
Regia Potestae…)
2- "Que se pierdan las colonias y se salven los
principios". El republicanismo anticolonial en la Revolución francesa y
más allá del Atlántico
La admirable radicalidad democrática y anticolonial con la
que Bartolomé de Las Casas afrontó el tremendo "choque de mundos" en
pleno siglo XVI le granjearía el reconocimiento –hasta el día de hoy – de
pueblos indios en Chiapas y otros sitios de América. Pero su influencia se
proyectaría sobre la propia Europa, comenzando por la Revolución Francesa.
La cuestión colonial generó un importante debate en la
Asamblea Constituyente francesa de mayo de 1791. Pierre-Victor Maloüet, dueño
de plantaciones de azúcar en Santo Domingo y reputado portavoz del sector
esclavista, reclamó una Constitución específica para las colonias con el fin de
que la Declaración de derechos no se aplicara en ellas. Algunos diputados más
desvergonzados, como Moreau de Saint-Méry, propusieron directamente que fuera
el esclavismo en las colonias lo que resultara constitucionalizado.
El encargado de responderles fue el diputado Maximilien
Robespierre. Y lo hizo de manera fulminante, en una memorable intervención el
13 de mayo. "Que perezcan vuestras colonias, si pretendéis conservarlas a
este precio. Sí, si fuera necesario perder vuestras colonias o perder la
felicidad, la gloria, la libertad, yo repetiría: ¡que perezcan vuestras
colonias!"
La burguesía colonialista, girondina, insultaba a
Robespierre y al Abad Grégoire llamándoles "Lascasistas". Sabían de
lo que hablaban. Y sabían lo contagiosas que las ideas del fraile sevillano
podían resultar. No en vano, al socaire de las ideas y movilizaciones que
agitaban Francia, en 1791 se produjo en Haití un levantamiento de esclavos
encabezados por el líder negro Toussaint L’Ouverture. Los trabajadores se declararon
hombres y mujeres libres y atacaron las propiedades de los terratenientes.
En 1793, por disposición de los jacobinos, los esclavos de
colonias francesas obtuvieron la emancipación. Toussaint, un ex esclavo que
sabía leer y tenía 50 años, fue declarado presidente vitalicio de la isla. Con
la caída de Robespierre, Napoleón intentó recuperar el control colonial sobre
la isla. Sin embargo, fue derrotado por el general negro Jean Jacques
Dessalines. En 1804, este proclamó la República de Haití, que suplantó al
francés Saint-Domingue. Confiscó todas las plantaciones y estipuló una reforma
agraria que repartió la tierra entre los ex esclavos. Haití se convirtió así en
la primera República independiente de América y en la primera República negra
del mundo.
3- Dionisio Inca Yupanqui en las Cortes de Cádiz: "un
pueblo que oprime a otro no puede ser libre"
Muchas de estas ideas viajaron también las Cortes de Cádiz.
A la ciudad, asediada por la peste y la guerra, concurrieron no solo diputados
de toda la península, sino también diputados americanos, de las colonias
españolas de ultramar. No se trataba de simples aventureros. Eran personas que
arriesgaban la vida y que tenían la certidumbre de que estaban ante una
revolución que podía llegar a trascender el marco de la monarquía absolutista.
Y así fue.
En diciembre de 1810, se escuchó en la sala de sesión de las
Cortes un discurso inédito, que dejaría una honda impresión entre sus miembros.
Ese alegato, poco conocido, hablaba de la igualdad entre españoles e indios
americanos. Lo pronunció el diputado suplente por el Virreinato del Perú,
Dionisio Inca Yupanqui. Sus palabras quedarían para la historia: "La mayor
parte de los diputados y de la Nación apenas tienen noticia de [América] este
dilatado continente. Los Gobiernos anteriores la han considerado poco, y solo
han procurado asegurar remesas de precioso metal, origen de tanta inhumanidad,
del que no han sabido aprovecharse […] Un pueblo que oprime a otros no puede
ser libre […] Napoleón, tirano de Europa, su esclava, apetece marcar con este
sello a la generosa España. Pero esta, que lo resiste valerosamente, no
advierte […] que se le castiga con la misma pena que por el espacio de tres
siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos. Como Inca, Indio y Americano, ofrezco
a la consideración de vuestra majestad un cuadro sumamente instructivo. Dígnese
hacer de él una comparada aplicación, y sacará consecuencias muy sabias e
importantes".
Las palabras de Inca Yupanqui sacudieron las Cortes. En
ellas, resonaba el eco lejano de las resueltas revueltas indígenas
protagonizadas en América contra el partido de los encomenderos. Así, por
ejemplo, la de Julián Apaza Nina, más conocido como Túpac Katari, hijo de un
minero aimara, que había llegado a montar en el Alto Perú un ejército de
indios, mestizos, mulatos y negros y había llegado a cercar la ciudad de la
Paz, en 1781, junto a su compañera, Bartolina Sisa, y su hermana, Gregoria
Apaza. O la de José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru, quien se
levantó contra el Corregidor español a resulta de los abusos que suponían los
tributos, diezmos y el sistema de mita minera en Potosí.
La mayoría de diputados peninsulares en Cádiz escuchó con
atención pero la respuesta fue fría, cuando no airada. Y es que a las palabras
de Inca Yupanqui se sumaron las de otros diputados de ultramar que reclamaron,
sin ambages, autonomía política y competencias económicas para las provincias y
municipios de América. Para los "serviles" partidarios de Fernando
VII de Borbón, esto era inadmisible, puesto que suponía poner fin a las remesas
americanas de las que se nutría la Monarquía. Entre los diputados liberales
moderados, los recelos no eran menores, ya que veían en estas demandas
americanas dos pulsiones inaceptables: el federalismo y el republicanismo.
Esto hizo que los únicos en solidarizarse de manera abierta
con las peticiones de ultramar fueran los sectores liberales más radicales y
cercanos al republicanismo. Uno de los más decididos fue el diputado por Lugo,
Domingo García Quintana. En su intervención, criticó duramente las vejaciones
cometidas contra los amerindios, defendió la abolición de la esclavitud e
incluso, en un momento de arrebato, llegó a sostener: "hablar y amenazar
no nos sacará de apuro: cuchilla, cuchilla es lo que necesitamos y
pronto". También el salmantino José Valcárcel Dato se pronunció en
términos semejantes. Tras defender las exigencias americanas, denunció sin
ambages a los jueces y funcionarios que "han presentado en aquellos
preciosos dominios los más escandalosos y repetidos ejemplos de crueldad, de
despotismo, de sobornos, de dilapidación […] habiendo quedado las injusticias
más atroces, no solo sin castigo, sino que han sido premiados muchos autores de
ellas".
4- El anticolonialismo republicano y federal de Pi i Margall
Las peticiones de autonomía y de una relación federal por
parte de las colonias americanas chocaron una y otra vez contra el absolutismo
monárquico, hasta que, frustradas, se convirtieron en independentismo. Sin
embargo, las propuestas de un reencuentro libremente decidido y entre iguales,
no desparecieron. El propio Simón Bolívar, a través de su ministro en Londres,
Francisco Antonio de Zea, hizo llegar a
las Cortes de Cádiz, sin suerte, la propuesta de una confederación republicana de
ambos hemisferios.
No faltaron, sin embargo, las voces que a lo largo del siglo
XIX entendieron que la única forma de mantener la unión entre la península y
América era renunciar al colonialismo y reconocer formas federales y
confederales de convivencia. Una de las más firmes fue la del republicano
catalán Francesc Pi i Margall. En 1854, con solo 30 años, Pi escribió desde
Madrid una de las críticas más crudas y duras de la colonización española.
"Hemos procedido siempre con las colonias como con nosotros el antiguo
pueblo de Roma. Nuestras leyes han levantado una valla eterna entre vencedores
y vencidos; nuestros gobiernos las han entregado constantemente a la rapacidad
y al despotismo de los capitanes generales […] ¿cuándo nos hemos ocupado de la
suerte de los indios bravos? Nos hemos contentado con decir que no son hombres,
para cohonestar nuestra vergonzosa e imperdonable incuria".
Para Pi, la rapacidad y la ceguera colonialista no podían
redimirse bajo el centralismo de los borbones. Por eso, como presidente de la I
República española, fue partidario del federalismo interno y externo y de un
amplio reconocimiento del autogobierno dentro y fuera de las fronteras
estatales. En el proyecto de Constitución de 1873, influido por sus ideas,
Cuba, Filipinas y Puerto Rico eran reconocidos como Estados dentro de una
Federación republicana.
Sin embargo, las ideas de Pi, así como las de muchos
federales de libre adhesión, fueron derrotadas. Con la primera Restauración
Borbónica, España reemprendió su política nacionalista y colonialista, pero el
1 de enero de 1899 ya había perdido tres colonias más. Poco años antes, cuando
la criminalización de los rebeldes cubanos y filipinos acaudillados por José
Martí y José Rizal arreciaban, Pi repetía los mismos argumentos de Bartolomé de
Las Casas: "Nosotros, que así procedemos, ¿es justo que califiquemos ahora
de bandoleros a los que contra nosotros se alzan por su independencia? […]
Nación alguna tiene derecho a ocupar territorios que otros hombres pueblen,
como éstos no se lo consientan. Si una nación los ocupa por la violencia, los
vencidos pueden en todo tiempo combatirla hasta que la arrojen del suelo de su
patria".
5- Por un republicanismo anticolonialista, fraternal e
internacionalista
Si la Primera Restauración Borbónica solo ensanchó la herida
colonial durante en el siglo XIX, la Segunda, impulsada por Franco y consumada
durante la transición, tampoco la ha cerrado. No en vano, Juan Carlos I, nieto
de Alfonso XIII, comenzó su reinado estrechando relaciones neocoloniales con
las dictaduras de Videla, en Argentina, y de Pinochet, en Chile. Y lo acabó
mandando callar a un presidente elegido democráticamente, precisamente por
cuestionar esas relaciones de las que el Rey Borbón, como se está viendo ahora,
sacaba provecho económico personal de forma descarada.
Nada asegura, ciertamente, que un régimen republicano acabe
de la noche al día con el lastre del racismo y del colonialismo
institucionalizados. Son muchas, de hecho, las prácticas contradictorias,
incoherentes, que sobre estas cuestiones, atravesaron también al republicanismo
peninsular y americano. Con todo, esta tradición, en sus versiones
democráticas, no oligárquicas, ha tendido, desde de Las Casas hasta
Robespierre, desde Bartolina Sisa e Inca Yupanqui hasta Pi i Margall, a colocar
la lucha anticolonialista entre sus principales preocupaciones.
En un momento en el que el Partido de los nuevos
encomenderos, del despojo de los bienes comunes y del neo-supremacismo intenta
imponerse con violencia voraz en Bolivia, Chile o Estados Unidos, con el visto
bueno de Vox y tantos otros profetas del odio, repensar un republicanismo
anticolonial e internacionalista, no es una cuestión secundaria. Es la más
urgente de las batallas si de lo que se trata es de salvar de la barbarie más
atroz a lo que otro Lascasiano, Francisco Fernández Buey, llamaba la humanidad
sufriente. Eso y evitar, antes de que sea muy tarde, una degradación
irreversible del planeta y sus especies.
Profesor de Derecho Constitucional y diputado de En Comú Podem en el Congreso
Y VER ..https://www.cuartopoder.es/cultura/2020/10/12/canciones-criticas-con-el-12-de-octubre-y-el-descubrimiento-de-america/
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