Iñigo Sáenz de Ugarte
Uno de los fracasos más evidentes del procés independentista
fue la ausencia de apoyo exterior. El listón estaba muy alto. Carles Puigdemont
intentó convencer a los catalanes de que EEUU y la Unión Europea no tendrían
más remedio que reconocer la independencia de Catalunya si triunfaba el
referéndum. Nada de eso ocurrió después del 1-0, a pesar de que los medios de
comunicación de Madrid estaban muy alarmados por los esfuerzos de la
Generalitat por vender su mensaje en el extranjero. Al final, lo que llegó del
exterior fue el previsible apoyo de los gobiernos europeos al Gobierno español
–sólo debilitado por las imágenes de cargas policiales a votantes del 1-O– y
mucho ruido. Como el procés tiene una vertiente jurídica posterior que es poco
menos que una historia interminable, quizá no deban sorprendernos los
argumentos aparecidos en un auto de un Juzgado de Instrucción de Barcelona. Más
que ruido, es un espectáculo.
La detención de tres pesos pesados del procés, aunque sin
cargos públicos en el momento de los hechos, ha vuelto a sacar a la luz los
trabajos de la Guardia Civil como policía judicial en distintas
investigaciones. Los oficiales que aportaron informes a las causas y
testificaron en las vistas correspondientes, como el teniente coronel Baena,
vieron ignoradas varias de sus conclusiones en el juicio del Tribunal Supremo y
sufrieron una rotunda derrota con la absolución de Josep Lluís Trapero en la
Audiencia Nacional. Ahora vuelven a la carga y, a tenor de sus aportaciones que
aparecen en el auto del juez Joaquín Aguirre, corren el riesgo de quedarse en
materia prima de titulares escandalosos en la prensa.
El contenido del auto no debe hacer prejuzgar una
investigación que lleva declarada secreta desde hace un año y de la que no se
sabe lo suficiente. Se investiga un presunto fraude en subvenciones de la
Diputación de Barcelona, pero en ese árbol han crecido ramas tan diferentes
como la financiación de la estancia de Carles Puigdemont en Bélgica y las
actividades de Tsunami Democràtic. Sin embargo, no se debe considerar
irrelevantes los "indicios de criminalidad" con los que el auto
justifica los registros realizados el miércoles en varios domicilios. Ahí es
donde empieza un relato de los hechos que combina las andanzas de un personaje
estrafalario del procés con la fantasía aportada por la Guardia Civil.
El protagonista es Víctor Terradellas, el Willy Fog
convergente, una persona con la energía, falta de cualificación y contactos
oscuros suficientes para no desentonar en la constelación de amigos y asesores
con que la Administración de Donald Trump ha poblado la política exterior de
EEUU en los últimos años. En una época en que la Generalitat buscaba ayuda del
exterior, cualquiera servía.
Con una desbordante capacidad de moverse por varios países,
Terradellas es el presunto arreglatodo que conocía a gente, pero que al final
cumplió mucho menos de lo que había prometido a los arquitectos del procés. De
hecho, casi no cumplió nada. Eso no impide al juez explotarlo a tope. El auto
se refiere a "un grupo de Rusia creado en la época de Gorbachov para el desarrollo
de esa plataforma de criptomonedas" con el que supuestamente estuvo en
contacto Terradellas.
Dejando a un lado el hecho de que en los tiempos del ex
secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética no existían las
criptomonedas y al pequeño detalle de que la URSS ya no existe, lo más
llamativo es la rapidez con que ese grupo de composición desconocida se adapta
a otras funciones en sólo tres párrafos del auto. En el primero, se hace
referencias a las ciberdivisas. En el segundo, el grupo pasa a estar interesado
en tareas de "información" (pongamos que habla aquí de propaganda).
No sólo eso, sino que está dispuesto a aportar entre 100 y 300 millones. En el
tercero, la trama pasa a cobrar aires militares con un titular fantástico por
el que "el jefe" de ese grupo había ofrecido enviar a Catalunya
"diez mil soldados y pagar toda la deuda catalana".
Más allá de que esta revelación proceda o no de la imaginación calenturienta de Terradellas, un 007 con licencia para fardar, el juez –que suponemos que no ha visto la película 'Amanecer rojo'– o la Guardia Civil aportan una explicación de su cosecha: "Es decir, en otoño de 2017 Rusia habría ofrecido apoyo a Carles Puigdemont si hubiese declarado la independencia hasta el punto de haber trasladado a Catalunya a 10.000 soldados. (1) De haber aceptado, probablemente los acontecimientos habrían sido trágicos y habrían desencadenado un conflicto armado en el Estado con un incierto número de víctimas mortales".
(Imagen de la película Que vienen los rusos, que vienen los rusos!, la comedia de Norman Jewison)
Más que incierto, elevado. En este punto, conviene aclarar
que nunca ha habido una invasión rusa de Europa Occidental desde 1945. Antes,
tampoco. Lo raro no es que el juzgado haya autorizado los registros en varios
domicilios, sino que no haya declarado la guerra a Rusia, aunque, como el
invierno se acerca, la historia nos dice que no es la mejor época.
La fantasía apocalíptica que el juez Aguirre ha hecho suya
supone un evidente desconocimiento de la historia reciente de Rusia. El
Gobierno de Vladímir Putin intervino con tropas en la guerra civil ucraniana y
se anexionó Crimea. También en la guerra de Siria para apoyar al Gobierno de
Asad. Además, una empresa privada de mercenarios propiedad de un empresario
cercano al Gobierno ruso ha enviado fuerzas militares a la guerra de Libia.
Esas intervenciones tenían una lógica desde el punto de vista de la política
exterior rusa. Una invasión rusa de Catalunya, no. Evidentemente, Putin estaba
muy interesado en que los países de la UE aceptaran la anexión rusa de Crimea,
así como en continuar con la exportación de gas ruso a Alemania, no en causar
una guerra en el Mediterráneo.
Pero la mezcla de la imaginación de Terradellas y el
misterioso "grupo de Rusia" llevan al juez a decretar que "Rusia
habría ofrecido apoyo a Carles Puigdemont". Y no hay más que hablar.
Dos nuevos personajes en la película
La visita que hizo Oriol Soler para reunirse con Julian
Assange en Londres es conocida, así como la defensa del proceso independentista
que hizo el fundador de WikiLeaks a través de Twitter. Pero eso no es
suficiente para el juez Aguirre, que mete también a Edward Snowden en la novela
de espías. En ese momento, el auto se inventa literalmente una conexión que no
existe. Afirma que Margarita Simonián, directora de la cadena pública RT –antes
Russia Today– es "la editora, precisamente, de Julian Assange y Edward
Snowden".
Por editora, la gente pensará que Assange y Snowden estaban
a las órdenes de Simonián. Es falso. Assange hizo un programa de entrevistas
para RT en 2012 cuando estaba asilado en la embajada ecuatoriana en Londres.
Snowden nunca ha trabajado para RT por mucho que viva en Moscú.
La estrategia de propaganda del Gobierno ruso pasa por
diferentes vías. Su prioridad reside en la opinión pública rusa, lo que no es
extraño. De cara al exterior, el canal RT y otros medios públicos se ocupan de
destacar las crisis y conflictos internos de los países europeos como forma de
cuestionar las críticas que recibe el Gobierno ruso en los medios de
comunicación de Europa. En un plano más clandestino, pero escasamente secreto
por ser bastante conocido, empresas rusas con conexiones con el Gobierno
generan contenidos de desinformación destinados al extranjero, cuya eficacia es
cuestionable o muy difícil de medir. El referéndum del Brexit fue un éxito para
los partidarios de la salida de la UE gracias a décadas de desinformación
originadas en Gran Bretaña, los errores del Gobierno de Cameron y la división
interna del Partido Conservador. No por las posibles interferencia rusas. Lo
mismo se podría decir del procés catalán.
El juez Aguirre ha optado por la alternativa de la
conspiración. De cara a colocar su contenido en los medios de comunicación, la
clave siempre es elegir el titular de más impacto. En eso, el juez realmente ha
estado insuperable.
Ahora bien, poco después de que la policía militarizada
española difundiera el nombre de la operación, una aclaración no oficial
intentó parar la oleada de críticas por el espíritu fascista del operativo y
dio una excusa de mal pagador. El nombre del operativo no sería Volhov sino
Voloh, una divinidad de la mitología eslava, protectora de la tierra. La culpa ahora es de quien la tecleo . Sin
embargo ese nombre se utilizó hace un año en una operación
muy similar, en la que se investigaba el desvío de fondos públicos a entidades
próximas a la antigua Convergència, poco después de las acciones de protesta
contra la sentencia del procés lideradas por Tsunami Democràtic. .
Avión Mosca , el Polikárpov I-16 Viquipedia Alvaro Getafe
Ver un video de RT burlandose https://youtu.be/kpBZfOJnZNI
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