Reino de España: Suicidio procesal .
Laia Serra
La represión que no cesa. Muchos de los jóvenes que fueron
detenidos en las protestas de octubre de 2018 y de 2019 está optando por
admitir hechos, aunque no sean ciertos o que sean parcialmente ciertos.
Lo ha hecho, confesó unos hechos que no ha cometido. Peor
aún, ha asumido pagar una cuantiosa indemnización para la reparación de los
daños de una furgoneta policial que no ha dañado y una indemnización por las
lesiones de un agente que cayó mientras lo golpeaba para detenerlo. Esta
decisión duele en el alma de cualquiera: defender la propia dignidad y la
verdad, o claudicar y comprar seguridad. Esta confesión engrosará las
envenenadas estadísticas que el día de mañana serán usadas para demostrar que
el sistema funciona: los cuerpos policiales redactan atestados, la Fiscalía y
las acusaciones particulares sostienen acusaciones en base a estos atestados y
finalmente se dicta una sentencia que cierra el círculo y valida todo el
engranaje. Una vez cerrado el acuerdo, se hará un juicio, llamado de
conformidad, que se reduce a que las acusaciones rebajan la penal para asegurar
un no ingreso en prisión a cambio de la admisión de los hechos y de la pena por
parte de la persona encausada. Nuestra confesión servirá para demostrar que los
agentes policiales detuvieron a quien correspondía, que la Fiscalía y las demás
acusaciones también acusaban a quien correspondía y que la sentencia ha
condenado a quién era culpable. ¿Qué muestra más indudable hay que una
confesión para demostrar la culpabilidad de alguien?
Las que nos dedicamos al derecho penal antirepresivo estamos
asistiendo a un doloroso fenómeno que podríamos llamar suicidio procesal
colectivo. Muchos de los jóvenes que fueron detenidos en las protestas de
octubre de 2018 y de 2019 está optando por admitir hechos, aunque no sean
ciertos o que sean parcialmente ciertos. Esta decisión no es un absurdo, sino
que ha sido impulsada por el sistema. Por un lado la sentencia del juicio del
Procés ha roto la confianza de una gran parte de la ciudadanía en la imparcialidad
del sistema judicial. Junto con esto, los medios de comunicación han divulgado
las peticiones de prisión para algunos de estos jóvenes. El resultado es que
los encausados y sus familias no quieren arriesgarse a ingresos a prisión que
romperían sus proyectos vitales y optan por el pragmatismo, ya que ni su
inocencia ni la mejor de las estrategias de defensa pueden asegurar una
absolución.
La reforma del Código Penal de 2015 y sus potenciales
consecuencias pasaron inadvertidas en su momento. Una de sus perversas
novedades fue la incorporación de una modalidad agravada de delito de
desórdenes públicos, que prevé varios supuestos como el hecho de ir con la cara
cubierta, llevar objetos peligrosos o que se produzcan en manifestaciones
concurridas, y que comporta una pena de 1 a 7 años de prisión. Si a esto le
añadimos unos eventuales delitos de daños, de atentado a la autoridad y de
lesiones, aunque sean leves, las penas pueden llegar a equipararse con las de
un homicidio. Este delito no se había utilizado hasta ahora, pero la Fiscalía
comenzó a usarlo en estas últimas manifestaciones, consciente de la presión que
ello supone sobre los encausados. La Fiscalía no es la única protagonista de
esta dinámica. La Generalitat, en nombre del departamento de Interior y de los
agentes de los Mossos, es la que condiciona el cierre del acuerdo al pago
íntegro de las indemnizaciones por lesiones y por los desperfectos en el
arsenal policial.
Esta situación está dejando en un callejón a muchos
encausados. En el caso de las manifestaciones de 2018 y 2019, muchos encausados
eran muy jóvenes, y está siendo su primera experiencia represiva. El sistema
está configurándose de manera que sólo las personas con trayectoria política y
amplio apoyo social podrán asumir el riesgo de atravesar un procedimiento
judicial represivo. El resto de personas anónimas no podrán asumir la
inmolación de defender sus derechos. La rabia derivada de confesar hechos no
cometidos, junto con la progresiva desconfianza hacia las instituciones, puede
marcar una generación. Como sociedad no nos podemos permitir que el abuso y el
temor representen nuestro sistema judicial. El gobierno de la Generalitat no
puede seguir formando parte de este entramado represivo y al mismo tiempo
pretender seguir reivindicando un modelo de país basado en los derechos.
Laia Serra es abogada
penalista.
Fuente:
https://www.ara.cat/opinio/suicidi-processal-laia-serra_129_3113142.amp.html
Traducción:Roger Tallaferro .
https://www.sinpermiso.info/textos/reino-de-espana-suicidio-procesal
No hay comentarios:
Publicar un comentario