lunes, 9 de octubre de 2017

Emmanuel Macron, la nueva “esperanza blanca” antisocial .

 
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El lenguaje antiobrero e insultante de monsieur Emmanuel Macron, la nueva “esperanza blanca” de la UE merkeliana



Lo comentó el pasado sábado, 7 de octubre. Marc Bassets, en el global imperial [1]. Vale la pena recordar y valorar lo señalado. Monsieur Macron visitó la primera semana de octubre el departamento de Corrèze [2]. Un grupo de trabajadores de una fábrica en dificultades “protestaban en un ambiente de tensión” (¿cómo si no?). Podemos imaginar sus razones: despidos, malas condiciones de trabajo, desesperación ante lo que se les avecinaba, etc. Reunido con políticos profesionales locales, monsieur Macron apuntó en un lenguaje soez-elitista, el suyo: “Algunos, en vez de montar follón, deberían ir a ver si puede buscar trabajo ahí [en otra fábrica cercana], porque además están cualificados para hacerlo”. La palabra usada, bordel (follón, lío, quilombo) tiene connotaciones vulgares, nos recuerda Bassets.
Hace unas semanas, como seguramente recordamos, el mismo monsieur Macron llamó “vagos” a las personas que se oponían y enfrentaban a su (contra)reforma laboral. No es imposible que, entre otras, la española del PP le haya servido de inspiración. Los neoliberales confesos aprenden siempre de lo peor.
Monsieur Macron se excusó en el segundo caso, creo que no en el primero. Se quiso referir, explicó, “a los políticos que durante décadas se habían quedado de brazos cruzados en vez de reformar Francia”. Si fuera así, si fuera esa la referencia real de sus “vagos”, ¿encajaría bien el calificativo? ¿Los políticos que se han opuesto a las contrarreformas laborales francesas son unos “vagos”? ¿Monsieur Macron es, por el contrario, el ejemplo de político laborioso?
Pero hay más antecedentes nos recuerda Bassets.
Cuando era ministro de Economía con el presidente Hollande, monsieur Macron usó el término de “iletrados” para referirse a los trabajadores de un matadero que iba a cerrar sus puertas. En la misma línea y en esa misma época, en una discusión con unos trabajadores huelguistas que “le reprochaban tener suficiente dinero para pagarse un traje elegante como el que el ministro llevaba”, les respondió sin más miramientos: “La mejor manera de pagarse un traje es trabajar”. ¿Lo entendieron? ¿Les quedó claro a los trabajadores lo que hay que hacer para vestirse como hay que vestirse?
Volvamos a Corrèze y recordemos su comentario: “Algunos, en vez de montar follón, deberían ir a ver si puede buscar trabajo ahí [en otra fábrica cercana], porque además están cualificados para hacerlo”. ¿Despiste, un mal momento, un enfado circunstancial? Nada de eso, por supuesto que nada de eso. Rascando un poco, irrumpe, una vez más, la cosmovisión neoliberal, impía y antihumanista. Los trabajadores, que ellos llaman o suelen llamar “mano de obra” o “mano de obra no cualificada”, reflejados en su contabilidad como “gastos de personal” al lado de sus gatos energéticos por ejemplo, los trabajadores, decía, son una mercancía, sin apenas derechos, una mercancía, como casi todo en la civilización del capital, que debe acomodarse a los planes “creativos” del capital. Sin huelgas, si reuniones, sin manifestaciones, sin organizaciones. Donde el capital ordene, allí hay que ir y basta. El capital manda en plaza. En todas las plazas. Y si hay paro por razones “estructurales” o de “supervivencia de las empresas” a buscar cualquier tipo de trabajo y donde sea, cerca o a 1.000 km de casa. O, si no hay más remedio, a esperar la buena nueva. Sin rechistar y en nuevos ciclos de nuevos reciclajes.
Mientras tanto, a prepararse y a usar, cuando sea el momento, un lenguaje delicado, elitista, exquisito, nada de “follones”, un lenguaje como el que usa monsieur Macron, la esperanza blanca de esta UE merkeliana que se saca la careta salvaje antiobrera a la primera del turno.
El lenguaje dice mucho de nosotros; los insultos antiobreros dicen mucho de monsieur Macron y de lo que realmente representa.

Notas
1) https://elpais.com/elpais/2017/10/06/opinion/1507302599_985794.html
2) Viejo feudo, señala Bassets, no sé si de forma contradictoria o a título descriptivo, “de los presidentes Jacques Chirac y François Hollande”.

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