domingo, 3 de marzo de 2024

Entrevista a la eurodiputada irlandesa Clare Daly.

 

 Entrevista a la eurodiputada irlandesa Clare Daly

«El papel de la Unión Europea ha sido frenar la paz en Ucrania y está haciendo lo mismo con Gaza»

 

 Pablo Elorduy

 

| 26/02/2024 |

 

Fuentes: El Salto

La eurodiputada irlandesa de The Left Clare Daly se ha hecho conocida por sus duros discursos contra el establishment. En esta entrevista se despacha contra la Comisión Europea y muy especialmente contra su presidenta, Ursula Von der Leyen.

La palabra que mejor puede definir a Clare Daly (Newbridge, Irlanda, 1968) es ‘cañera’. Junto a su compañero Mick Wallace, ha crecido a golpe de discursos sin tapujos en el Parlamento Europeo. Ambos pertenecen a un pequeño partido irlandés radical, Independientes por el Cambio, con el que superaron al partido tradicional de la izquierda irlandesa, el Sinn Féin en las elecciones europeas de 2019. Integrados en el grupo The Left en el Parlamento europeo, las intervenciones de Daly y Wallace se han hecho conocidos en todo el mundo. Llamar a Biden “Carnicero Joe” o a la presidenta de la Comisión Europea “Frau Genocide” puede parecer un exceso retórico, pero el hecho es que sitúa a la izquierda en unas coordenadas muy diferentes a la del lenguaje alambicado de la burocracia europea, y abre el campo para pensar en un modelo que impugne de raíz el estado de las cosas que se promueve desde Bruselas.

 

                                                                         


Foto: Clare Daly, eurodiputada desde 2019, pertenece al partido Independientes por el cambio, que obtuvo el 15% de los votos en las últimas europeas. (The Left)

El Parlamento Europeo aprobó el 18 de enero una resolución pidiendo un alto el fuego condicionado en Gaza. ¿Por qué votó en contra de ese texto?

La resolución que se aprobó no exigía en absoluto un alto el fuego. Utilizan las palabras “alto el fuego” para enmascarar las condiciones previas israelíes para el cese de las hostilidades, que consisten esencialmente en la eliminación de Hamás y la liberación de los rehenes. Todo el mundo sabe que eso es lo que Netanyahu ha dicho que le llevará a poner fin a la guerra. Y el resultado de la votación fue celebrado como tal por todas las autoridades israelíes. Tuitearon diciendo que la Unión Europea se mantenía a su lado, que les reafirmaba, y agradecieron la postura del Parlamento. Así que, en efecto, la votación dio luz verde a la continuación del genocidio, razón por la cual no votamos a favor. Fue una traición deplorable. No solo eso, sino que se votaron en contra de mociones que decían que los dictámenes del Tribunal Internacional de Justicia debían ser ratificados. El dictamen no se había emitido en ese momento, pero votaron en contra. En otras palabras, este organismo, la Unión Europea, que afirma que apoya el estado de derecho y los derechos fundamentales, rechazó una moción que decía que debemos respetar el resultado del Tribunal Internacional de Justicia. Votaron a favor de sancionar a Irán. No Israel, sino Irán. Realmente ridículo. También votaron en contra de muchas propuestas constructivas. Por eso votamos en contra.

 

¿El Parlamento Europeo tiene capacidad real de hacer algo para que Israel deje de matar en Gaza?

Podría empezar por lograr que tres de sus propios estados miembros —Alemania, Francia e Italia— dejen de armar el genocidio israelí. Lo he dicho en mi propio país: si Viktor Orban hubiera estado enviando armas, estarían pegando saltos, gritando para que compareciera ante el Tribunal Penal Internacional. Pero nadie ha abierto la boca sobre los líderes alemanes, franceses e italianos que han aumentado sus ventas a Israel desde que comenzó el genocidio. Es verdad que el Parlamento Europeo no tiene poderes legales para detener lo que ocurre, pero tiene el poder de la política y la opinión política para demostrar que no está de acuerdo con lo que está sucediendo. Además, podemos usar nuestro papel para avergonzar a nuestros líderes nacionales en casa.

 

¿De qué manera?

Si el Parlamento tiene una posición progresista, eso puede ejercer presión en los Estados miembros. Pero lo que hemos visto en Europa es un golpe llevado a cabo por Ursula Von der Leyen, que ha tomado poderes que no posee legalmente, en un intento de hablar en nombre de la Unión Europea en materia de asuntos exteriores. Que se le haya permitido hacerlo sin ningún tipo de contestación es una de las cosas más vergonzosas que han sucedido en esta situación. Pienso que el Parlamento podría hacer mucho, incluso como un escenario de opinión para el aislamiento de Israel. Sería una influencia poderosa. Hasta nuestros discursos se han conocido en todo el mundo. Mucha gente de Estados Unidos se ha puesto en contacto con nosotros.

 

¿Cómo?

Usé el Parlamento para señalar a Joe Biden, que se reclama irlandés. Pronuncié un discurso en el que dije: “no se puede ser irlandés y apoyar un genocidio: eso va en contra de nuestra historia, estás poniendo las armas en un genocidio. No sois vuestros antepasados, no, os repudiamos”. Entonces, incluso los medios de comunicación mainstream estadounidenses, como Newsweek, pidieron a la oficina de Biden que comentara al respecto. Eso demuestra que solo una diputada del Parlamento Europeo de un país pequeño puede presionar. Todo el mundo puede hacer algo en su propia esfera de influencia.

 

De cara al futuro, ¿cree que las instituciones europeos o sus representantes pueden llegar a sentarse en el banquillo por su complicidad en las acciones de Israel?

Lo serán, fijo. El hecho de que Israel utilizara las palabras de Ursula von der Leyen en su defensa del caso planteado por Sudáfrica fue increíblemente vergonzoso, por decirlo suavemente, para la Unión Europea. Los Estados que han armado a Israel son cómplices, pero también los que se han mantenido de brazos cruzados. Porque la responsabilidad en virtud de la Convención de Ginebra no es solo de no cometer genocidio como país, sino de prevenir y castigar al que lo comete. Y en ese sentido, no me cabe duda de que todos ellos son cómplices. Sé que países como Irlanda y España han actuado “menos mal”, pero en el contexto del genocidio, eso no basta. Creo que serán juzgados. Sabemos que Nicaragua quiere que se procese a algunos de ellos como cómplices y debería suceder.

 

De hecho, España ha seguido enviando armas.

No tenía ni idea.

 

En noviembre se envió casi un millón de euros en municiones. El gobierno de España ha dicho que se trata de munición de práctica.

Fucking hell! Ok, todo esto mientras dan discursos… Precioso.

 

 

¿Qué papel desempeñan en esta circunstancia los lobbies de la industria armamentística?

Creo que cada vez son más influyentes. Sabemos que la “burbuja de Bruselas” está siendo capturada por los grupos de presión, pero si ves la transformación de la Unión Europea ahora, desde los tratados de Niza y Lisboa, está avanzando a toda velocidad hacia un aumento masivo de la militarización, hacia la “Unión de Defensa”. Tenemos una fuerza de despliegue rápido, que en la práctica es un ejército permanente de, inicialmente, 5.000 soldados listos para el combate y, como ha dicho [Josep] Borrell, tienen capacidad para ir a territorios donde no nos quieren, es decir, poner meterse en el barro. Todo esto viene de hace diez años, cuando solicitaron recomendaciones a un grupo de opinión sobre cómo podemos hacer que Europa sea más segura y la mayoría de las personas de ese grupo, grupo de personalidades como los llaman, pertenecían a la industria armamentística.

 

¿Cómo influyeron?

Ese grupo dijo: “bueno, para que Europa sea segura, tenemos que gastar más dinero en defensa”. Así que crearon un plan para que los impuestos de los contribuyentes de la Unión Europea se gastara en desarrollar la investigación. Nuestro dinero se usó para que investigaran y después nos volvieron a vender el resultado —creado con nuestro dinero— para obtener beneficios. Eso dicta lo que está sucediendo en Israel. Esto es lo que dicta también su absoluta necesidad de mantener la guerra en Ucrania a toda costa. El papel de la Unión Europea ha sido frenar cualquier avance para un final pacífico allí, y están haciendo lo mismo en Gaza. No han hecho nada para lograr un acuerdo pacífico, en cambio están dando tiempo para que Israel cumpla sus objetivos de limpieza étnica. Algunos lo hacen de manera muy abierta. Son así de descarados. Y otros de manera menos abierta, como España, hablando de boquilla. Nadie, ningún gobierno de Europa puede estar orgulloso de lo que ha hecho.

 

¿Cómo valora lo que está haciendo su país natal?

En el caso de Irlanda, como antiguo país colonizado —el único en el lado occidental— tiene mucha capacidad de presión: hay 40 millones de personas en Estados Unidos que afirman tener ascendencia irlandesa. Irlanda realmente puede presionar a Joe Biden en un año electoral, porque sin el apoyo de Estados Unidos esto ya se habría detenido. Y el hecho de que Irlanda no lo haya hecho es vergonzoso en lo que a mí respecta. Transcurridos cinco meses, enviaron una carta a España para que revisaran el acuerdo de asociación con la UE, cuando dos malditos días después del ataque de Hamás, el 7 de octubre, ya estaban revisando la financiación palestina. Y ahora, cinco meses después, “están estudiando” el acuerdo. Es infame.

 

¿Entiende la resistencia de Hamás?

¿Si simpatizo con Hamás?

 

No, si entiende por qué se produjo el ataque del 7 de octubre.

Justo al día siguiente del ataque, el 8 de octubre, tuvimos una reunión privada del comité de seguridad y defensa aquí, en Bruselas. Los representantes de la Unión Europea sobre el terreno, en Palestina, estuvieron presentes en esa reunión y dijeron que lo único que les sorprendió de lo ocurrido fue la escala del ataque, que la idea de que se hubiera producido ese acto de resistencia no era una sorpresa en absoluto. Nos dijeron que había tardado mucho en llegar, que estaba previsto y reconocido por el aumento masivo de la violencia de los colonos, los ataques contra las mezquitas —especialmente los de la mezquita de Al Aqsa— y por lo irrespetuosos y provocadores que estaban siendo los israelíes. Dijeron: “Esto se veía venir, solo sorprende la magnitud del ataque”. Incluso el periódico israelí Haaretz dijo: «¿Qué esperabais, habéis encarcelado a la gente en una prisión al aire libre, esto es inevitable“. Las personas que discuten las cosas de manera racional y adecuada lo han entendido bien. Así que mi opinión es la misma: es increíble que no haya ocurrido antes. Han creado las condiciones para esto.

 

Sin embargo, la resolución del Parlamento Europeo de la que hablábamos antes insiste en el marco de la desaparición de Hamás.

Es como cuando se habla del Estado Islámico o de la guerra contra el terrorismo: “todos son terroristas; la red de Hamás está en todas partes: este es Hamás, este otro es Hamás, tú eres Hamás”. Israel tenía la responsabilidad legal de dirigir la Franja de Gaza —cosa que no ha hecho, eso lo ha dejado en manos de la ONU— y Hamás ha sido elegida como administración política de esa zona. Hamás tiene un brazo armado que participa en actos de resistencia violenta, como ellos la llamarían, contra la potencia ocupante. Y muchas otras organizaciones también lo hacen, no solo Hamás. No tenemos la historia completa de lo que pasó el 7 de octubre, y tal vez nunca la tengamos, pero lo que sí sabemos es que, sin duda, allí había activistas y combatientes de la resistencia armada que está bajo el paraguas de Hamás, también había otros grupos, probablemente hubo jóvenes descontentos que vieron la oportunidad, y sabemos que los propios israelíes también mataron a muchísimas personas ese día. Así que no necesito estar en una gran comisión para tener una idea general sobre qué pasó realmente. Pero probablemente nunca lo sepamos en detalle. Ya sabes, los hechos reales de lo que pasó permanecerán ocultos y escondidos.

 

La semana pasada entrevisté a un especialista del movimiento BDS, y me dijo: “A Israel se le está acabando el tiempo”. Están desesperados y ven cómo la masacre de Rafah puede suponer un punto de inflexión desde el punto de vista de su apoyo internacional. ¿Cuál cree que es la perspectiva a corto plazo?

Estoy de acuerdo con esa lectura, quiero decir, definitivamente Israel ha perdido. Está perdiendo a lo grande en el tribunal de la opinión pública. El apoyo de Biden y Europa se está agotando, no por una cuestión de conciencia, sino porque las personas de su jurisdicción no van a aguantar esto mucho más tiempo. Obviamente, los Gobiernos de todo el mundo —del mundo árabe y de otros países— están sometidos a una presión cada vez mayor y, a su vez, están devolviendo una presión cada vez mayor a los Gobiernos occidentales. Supongo que podemos esperar algún tipo de cese el alto el fuego que sea una tregua, una pausa, que, en algún momento, se produzca algún tipo de parada. Pero, ¿qué saldrá de eso? En realidad, mientras Estados Unidos siga bloqueando un alto el fuego probablemente lo que estamos viendo continúe por más tiempo. Pero sí creo que Israel ha perdido ya y también está perdiendo militarmente.

 

¿En qué sentido?

Incluso si esto continúa e incluso si matan al doble de personas de las que están matando, e incluso si siguen adelante en Rafah van a seguir perdiendo militarmente. No pueden ganar desde ese punto de vista. Pero al mismo tiempo, el proyecto sionista nunca va a ser derrotado militarmente, solo puede serlo políticamente. Y eso está ocurriendo ahora, porque han perdido el apoyo de grandes sectores de la comunidad judía, particularmente en Estados Unidos. Y eso es decisivo.

 

Aún así, es difícil estar esperanzado en este momento.

Creo que este es un momento muy difícil para las personas activistas: observan el horror y ven que continúa y piensan: “Oh, Dios mío, mi actividad de protesta no funciona porque esto no se ha detenido”. Pero en realidad hay muchas capas detrás de esto. Las personas que han estado involucradas en la causa durante años están comprendiendo que, en realidad, se ha acabado para Israel. Este proceso puede ser muy sangriento y horrible en cuanto a la forma en que se desenreda, pero definitivamente ha terminado. Ahora hay personas que están leyendo sobre Palestina y que nunca lo habían hecho antes.

 

Esta semana se cumplen dos años desde la invasión rusa de Ucrania.

Hemos gastado 133.000 millones en los últimos dos años de gasto directo, proveyendo armas y manteniendo al Estado de Ucrania, y Rusia está claramente en una posición mucho más fuerte que hace dos años. Había un acuerdo de paz sobre la mesa en abril de 2022, que ahora sabemos que los rusos y los ucranianos estaban dispuestos a firmar. El punto de quiebre de ese acuerdo era que los ucranianos no iban a llegar a un acuerdo bilateral con Rusia porque, de manera comprensible, no confiaban en ellos (¿por qué lo iban a hacer?) y necesitaban una garantía de seguridad de las otras partes. Occidente dijo que eso no iba a pasar y básicamente se les ordenó que siguieran luchando. Y es devastador pensar que se han perdido cientos de miles de vidas y que millones de personas han sido desplazadas. El país está en ruinas. Rusia se ha apoderado de gran parte del país y, en la otra zona hay enormes sectores que han sido absorbidos por fondos de inversión y fondos buitres que se están involucrando en el ”proyecto de reconstrucción“. Así que la idea de Ucrania como Estado independiente ha fracasado.

 

¿Cómo ha cambiado esto la Unión Europea?

Los dirigentes de la Unión Europea se las arreglaron para disfrazar una guerra como un proyecto de paz. Los rusos fueron responsables de la invasión en primer lugar, por supuesto que lo fueron, pero el jefe de la OTAN dejó muy claro cuando llegó a Bruselas que Rusia fue a la guerra porque quería que hubiera menos OTAN en sus fronteras, y se han asegurado de que tiene más. Vienen aquí todas las semanas en busca de más dinero, más armas, a medida que mueren más personas y se cede más terreno, y más personas en Europa están pasando por dificultades económicas. Esta semana han publicado una encuesta en la que solo el 10% de la población de Europa cree que Ucrania puede ganar la guerra. Un 10%. Al 40% no le importa o no sabe si lo hará, pero no les podría importar menos. Mucha gente dice: no quiero saber nada, estoy harto de esto. Entonces, ¿qué tiene Europa?

 

Bueno, sin duda se ha acelerado la industria de Defensa. Sin duda, se ha impulsado la idea de la defensa con mucha más fuerza que antes. Han logrado en gran medida extender la idea de la fusión de la UE con la OTAN de una manera que nunca se había hecho. Hay una enorme ironía en esto, ya que antes uno de los principales obstáculos para un ejército de la UE era Gran Bretaña. Porque Gran Bretaña ama a la OTAN y quería mantener la Alianza Atlántica con los Estados Unidos, mientras que las demás potencias europeas querían su propio ejército europeo. Gran Bretaña se ha ido y el ejército de la Unión Europea ahora es básicamente la OTAN. Ahora son una sola cosa, lo que es terrible para países neutrales como Irlanda.

 

También esta semana se ha confirmado que Ursula Von der Layen se postula para un segundo mandato como presidenta de la Comisión Europea. ¿Cómo lo valora?

Para empezar, en el caso de Irlanda, creo que el pueblo votará activamente para salir de la Unión Europea si ella sigue. La popularidad de la Unión Europea en Irlanda, que era uno de los países más proeuropeos, está por los suelos y cuando se pregunta a la gente una de las razones principales es Ursula von der Leyen. Tenemos que recordar que Ursula von der Leyen nunca debía haber estado en esta posición. Fue una ministra de Defensa fracasada en Alemania, enfangada en la corrupción. Y cuando la ruptura de las conversaciones para la presidencia de la comisión se rompió y no sabían a quién presentar, dijeron: “sí es estupendo: nos deshacemos de ella, la sacamos de Alemania y no puede hacernos ningún daño”. Y ahora nos está haciendo daño a todos.

 

¿Qué representa Von der Leyen?

Representa a las grandes corporaciones en todos sus aspectos. Es absolutamente sionista y lo ha sido desde el principio. Es pro-OTAN, una halcón de la guerra, que proviene de una élite muy adinerada que quiere usar la Unión Europea como una especie de vehículo para quitarle más poder a los Estados nacionales, a los Estados miembros, para que esta burbuja asuma más poder. Creo que esas élites pueden sacarle mucho partido, es una buena portavoz. Es moldeable. Es aseada, una especie de feminista de misil de crucero, lo cual es simplemente asqueroso.

 

El día 22 manifestó que estaba abierta a pactar con la extrema derecha siempre y cuando no sea una extrema derecha putinista.

Ella está más influida por la extrema derecha que cualquier persona de extrema derecha de aquí. Está en contra de los inmigrantes. Es racista en su comportamiento. Puede que sea más inteligente haciéndolo, pero el hecho es que en la extrema derecha están contentos de tenerla en ese puesto. Así que ese es solo un juego para ella, porque la verdad es que ha abandonado el Green New Deal, lo ha tirado por la ventana, a cambio de los contratos de la industria de la defensa y ha descartado las preocupaciones sobre medioambiente para beneficiar a las grandes empresas agroquímicas. Así que lo normal es que la extrema derecha esté muy contenta con ella y ella lo esté con la extrema derecha.

 

Del otro lado, hay un problema con los partidos de centro —Socialdemócratas, liberales, verdes— y la incapacidad de salir de determinados marcos. ¿Cómo cree que puede quedar la situación después de las elecciones europeas de junio?

Va a ser muy interesante lo que suceda. Estamos en una coyuntura muy peculiar de nuestra historia. En mi opinión, la brecha entre las personas en el poder y la ciudadanía común está en uno de sus puntos más profundos. Cuando hablan de Europa y cuando hablan en nombre de los gobiernos de Europa, no lo hacen en nombre de los pueblos de Europa. Pero tienes toda la razón en que todo ese centro político, que incluye a los halcones de la guerra, los Verdes, los socialdemócratas etc, ha dado lugar a una situación en la que las personas que están en contra del sistema, y ven a todas esas personas apoyándose en un lenguaje políticamente correcto y ocupando todo su tiempo en temas de política de identidad —que son importantes, pero no son los más importantes—, sienten que cuando expresan su preocupación por la guerra, por la forma en que se manejó la crisis del covid, se les acusa de ser conspiranóicos, locos, de extrema derecha. Y, de hecho, se trata de las condiciones de la sociedad.

 

¿En qué sentido?

Cuando se produjo la crisis financiera, se discutió sobre la austeridad y el impacto en los niveles de vida de las personas y, ahora, nada de eso está articulado. Se supone que la gente debe absorber un aumento enorme del costo de la vida, un aumento enorme del precio de la vivienda, un aumento enorme del sufrimiento, y los problemas ni siquiera se reconocen porque todo el tiempo se habla de otras cosas. Esto ha llevado a la gente a buscar alternativas. Y la extrema derecha —algunos de ellos— han mejorado su retórica y afirman estar en contra el establishment. Mucha gente piensa que si el sistema les critica, debe ser porque está bien. Así que no creo que la extrema derecha crezca porque la gente sea necesariamente racista, creo que la extrema derecha crecerá por la falta de alternativas, por el fracaso del centro. Sin embargo, creo que habrá algunas personas interesantes que van a venir a Bruselas y que son otra cosa.

 

¿Como quienes?

Hay posibilidad de que haya algunos buenos representantes de la izquierda italiana. Hay opiniones encontradas al respecto, pero todo el equipo de Sahra Wagenknecht involucra a muchos activistas por la paz y a mucha gente de la izquierda. Son diferentes tipos de izquierda, y creo que eso es necesario.

 

¿Cómo valora su propia experiencia en el Parlamento Europeo?

Ha sido increíble. La semana pasada estuve en la contracumbre de la Conferencia de Seguridad de Múnich, hablando de paz, de alternativas y justo cuando salí del tren un tipo me detuvo. Es gente que te ha visto las redes sociales, que te dice: ”Tú y Mick Wallace habláis por nosotros». Estuvimos en Londres por lo de Julian Assange. Fue increíble, no podíamos ir por la calle sin que nos pararan. ¿Qué te dice eso? Una de las ventajas que tenemos es que hablamos inglés y eso nos permite comunicarnos con un público más amplio, pero también es el mensaje: recibimos literalmente cientos de correos. Puede que en las próximas elecciones no me elijan, pero esa es otra historia, el hecho es que el espacio político es enorme. Hay que encontrar la salida porque, cada vez más, se manipula la política electoral. El discurso oficial es que hay una lucha entre la democracia contra el autoritarismo, pero en realidad están adoptando tácticas exactamente iguales a las que utilizarían la Duma y Putin. Esos grandes poderes se parecen cada vez más a lo que critican. Creo que es muy difícil, pero debemos tener esperanza.

 

Respecto a Julian Assange, el hecho es que él denunció crímenes de guerra. Los responsables de esos crímenes están bien situado y él depende de un Tribunal para no ser prisionero de por vida. Usted estuvo en Londres esta semana para apoyarle, ¿qué piensa de todo este caso?

Primero, tengo que decir que la movilización ha sido impresionante. Frente al Tribunal de Justicia había personas que vinieron desde Australia, de Suecia, de Suiza. Gente que se ha gastado su propio dinero para estar allí porque se dan cuenta de que esto va de la criminalización del periodismo. Pero para mí trata también de provocar un efecto paralizante en el movimiento por la paz, porque el hecho de que el trabajo de Julian expusiera los crímenes de guerra, las torturas, ciertamente ayudó a cambiar esas prácticas. Esa información pasó a ser de dominio público y provocó un trabajo brillante sobre la industria armamentística, el blanqueo de dinero, el dinero público que se embolsaron esas élites y cómo el proyecto realmente fue el de crear una guerra sin final. Y creo que ese mensaje es muy relevante hoy en día. Y sí, es irritante ver a los verdaderos criminales de guerra viviendo a lo grande y que en el caso de Assange su vida ya se haya perdido, quiero decir… ¿Cómo puede alguien volver a ser él mismo después de haber vivido eso?

 

Hace poco, Tariq Ali decía que el caso de Navalny y el de Assange tenían equivalencias, que solo cambia el ritmo al que se produce la ejecución de la condena.

La respuesta a los dos casos es muy gráfica. Literalmente saltan arriba y abajo por una y no mencionan la otra en absoluto. En cierto modo eso te lo dice todo, sí.

 

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/union-europea/paz-ucrania-palestina-entrevista-clare-daly

jueves, 29 de febrero de 2024

Los orígenes del capitalismo, la esclavitud



 

                                                                                    


Los orígenes del capitalismo, la esclavitud

Romaric Godin 25/02/2024

 

 Un libro publicado recientemente en el Reino Unido sitúa la esclavitud en el corazón de la Revolución Industrial británica. Un estudio valioso para comprender nuestro mundo y su evolución.

 La cuestión de los vínculos entre esclavitud y capitalismo viene de lejos y sigue desatando pasiones y debates. Si bien el estudio de los vínculos entre la producción basada en la esclavitud y el nacimiento de la sociedad capitalista está hoy bien asentado en Estados Unidos, esta labor sigue siendo menos importante para Europa, donde nació el capitalismo.

 Estados Unidos es un caso muy especial porque su economía se estructuró en torno a la esclavitud. En el Viejo Continente, los historiadores económicos apologistas del capitalismo han defendido durante mucho tiempo -y siguen haciéndolo- la idea de que la esclavitud fue un factor secundario en el nacimiento de la Revolución Industrial. Para muchos, la trata de esclavos fue una especie de "detalle" en la historia económica del capitalismo.

 Un libro publicado en 2023 por Polity y aún no traducido al francés arroja nueva luz sobre las primeras horas del nacimiento del capitalismo y desentraña esta narrativa, construida en gran medida a lo largo del siglo XIX, tras la abolición de la esclavitud.

 En Slavery, Capitalism en Industrial Revolution, dos investigadoras, Maxine Berg y Pat Hudson, sitúan la esclavitud y el sistema de plantaciones que surgió de ella en el centro del desarrollo de la economía británica en el siglo XVIII. Y lo convierten en un factor determinante de la Revolución Industrial y de las formas particulares que ha adoptado el capitalismo británico hasta nuestros días.

 El libro es importante porque se basa en una gran cantidad de datos que intentan trazar el impacto global de la esclavitud en el desarrollo económico. El objetivo de las dos investigadoras es comprender cómo esta actividad y la de la plantación caribeña, que no podría haber existido sin el comercio de esclavos, tuvieron un impacto más amplio en el conjunto de la economía británica: en el comercio, la industria, las finanzas, la agricultura y el consumo. Y cómo esta influencia sentó las bases de la Revolución Industrial y del poder capitalista británico en el siglo siguiente.

 Redescubrir la importancia de la esclavitud en la economía del siglo XVIII

 "La esclavitud formó parte [de la transformación de la economía capitalista británica en el siglo XVIII]. Y no sólo formó parte de ella, sino que estuvo en su centro, influyendo en la transformación de la agricultura doméstica, la formación de capital, el cambio tecnológico, la transformación de las prácticas comerciales y financieras, y la revolución de las finanzas públicas y privadas", explican las autoras.

 El libro explora cada una de estas facetas, no sólo "siguiendo el rastro del dinero" procedente de los beneficios de las plantaciones y el tráfico de seres humanos hacia las inversiones que alimentaron la Revolución Industrial, sino también considerando cómo estos sectores influyeron en la forma en que la gente hacía negocios, innovaba, contrataba créditos y consumía.

 Uno de los grandes intereses de este libro es que no se limita a "rastrear" los flujos financieros, sino que adopta un enfoque más global que ve la trata de esclavos y la industria como lo que realmente fueron: un importante sector capitalista dentro de una economía británica en transición.

 Como señalan las autoras, los contemporáneos eran muy conscientes del papel crucial que desempeñaba la esclavitud en la economía británica del siglo XVIII. En 1718, William Word, plantador jamaicano y autor de un Ensayo sobre el comercio, afirmaba que el comercio africano era "la fuente y el progenitor de donde procede todo lo demás".

 La influencia de los plantadores y esclavistas en el Parlamento británico era una característica dominante de la política británica a principios del siglo XVIII. Es cierto que el país que se convirtió en el Reino Unido de Gran Bretaña en 1707 mediante la unión de Inglaterra y Escocia iba a dominar el comercio de esclavos durante todo el siglo.

 Los británicos, que a finales del siglo XVII todavía aventajaban a los portugueses en la deportación de africanos, acapararon casi el 43% del comercio de esclavos entre 1751 y 1775, frente al 27% de los portugueses y el 17% de los franceses. A finales de siglo, seguían controlando el 37% de este espantoso mercado  .

El objetivo de estas deportaciones era abastecer las inmensas plantaciones de las numerosas islas antillanas controladas por los británicos, como Jamaica y Barbados, donde se producía café, tabaco y, sobre todo, azúcar. El azúcar estaba en el corazón de la primitiva máquina capitalista que había comenzado con la esclavitud.

 El gusto por el azúcar lo cambia todo

 Las dos autoras explican cómo se modificaron el consumo y los gustos de los europeos para que la producción de las plantaciones pudiera beneficiarse de un mercado inmenso y en constante crecimiento. "A medida que crecía la oferta de azúcar, también lo hacía su popularidad", resumen las autoras. Entre 1700 y 1783, la producción de azúcar en las Antillas británicas se cuadruplicó.

 Este fenómeno se logró a través de dos canales que no son ajenos a los mecanismos del capitalismo actual: la atracción del consumo de lujo que se había vuelto asequible, y la adicción al propio producto, que se convirtió en una "necesidad".

 La imposición del azúcar al consumo de los europeos, incluidos los más pobres, en el siglo XVIII es, en cierto modo, la primera victoria del marketing en apoyo de la producción en masa. Es un recordatorio de que la demanda y el consumo son a menudo las consecuencias más que las causas de las opciones de producción.

 Pero lo que el libro muestra es que esta revolución culinaria, concebida para garantizar la rentabilidad de las plantaciones de caña de azúcar basadas en la esclavitud, tuvo un efecto general en cadena sobre la economía. En primer lugar, alimentó la demanda de bebidas azucaradas procedentes de otras plantaciones esclavistas (café, chocolate) o del comercio asiático, como el té.

 La fiebre del azúcar también impulsó otros sectores, en el propio Reino Unido, como la cerámica, el comercio minorista, los intermediarios financieros y las infraestructuras portuarias. Todos estos sectores impulsaron a su vez el resto de la economía, en particular la producción de metales y minerales.

 Lo que Maxine Berg y Pat Hudson muestran es el efecto en cadena de esta industria basada en la esclavitud sobre la dinámica capitalista e industrial general del Reino Unido. Esta dinámica no siempre es inmediatamente visible. Pero las autoras destacan, por ejemplo, hasta qué punto esta revolución del consumo fue un elemento clave de la "revolución industrial", un cambio significativo en la relación con el trabajo que hizo posible la revolución industrial.

 Así, señalan, "el deseo de una nueva variedad de bienes condujo a cambios graduales en el comportamiento de los hogares ordinarios de Europa Occidental". Poco a poco, para poder permitirse el lujo ahora alcanzable del azúcar, se abandonó la economía de subsistencia en favor del trabajo asalariado. La gente estaba dispuesta a trabajar más y durante más tiempo para adquirir estos bienes, que se habían convertido, según los propios relatos de finales del siglo XVIII, en necesidades esenciales.

 Al mismo tiempo, el sistema de plantaciones sentó las bases de la futura organización capitalista del trabajo y la producción. La industria azucarera de la época era una "síntesis de campo y fábrica", un verdadero "agronegocio" que no se parecía a "nada conocido entonces en Europa". El jugo de la caña de azúcar debía procesarse rápidamente tras la cosecha para producir cristales de azúcar y melazas que, una vez destiladas, producían ron, un producto que pronto se popularizaría también en los mercados europeos.

 Productividad, innovación y disciplina

 La plantación era, por tanto, un sistema integrado que requería importantes innovaciones para su época con el fin de organizar y mejorar la producción. El sistema de contabilidad que se implantó permitió calcular con mayor precisión los rendimientos y, por consiguiente, reducir las "necesidades" de los esclavos en materia de alimentación, vivienda y vestido para extraer el máximo valor posible.

 Estas prácticas contables iban a desempeñar un papel decisivo en el nacimiento y desarrollo del capitalismo. "La contabilidad normalizada hizo posible la separación de la propiedad y la gestión, separación que sigue siendo poco frecuente en las empresas británicas y europeas más de un siglo después", señalan las autoras.

 La contabilidad también permitió aumentar el control y la intensificación de la mano de obra. El sistema de plantaciones confirmó la observación que Marx haría un siglo más tarde: el aumento de la productividad iba de la mano del deterioro de las condiciones de trabajo. El libro señala que "las condiciones de trabajo empeoraban a medida que mejoraban la gestión y la tecnología". Poco a poco, las plantaciones de las Indias Occidentales británicas del siglo XVIII se asemejaron a las grandes fábricas del siglo siguiente, con la violencia añadida del régimen esclavista, donde los rebeldes eran azotados, apaleados y ahorcados.

 Al mismo tiempo, la plantación también se esforzaba por mejorar la productividad mediante una mecanización cada vez mayor. Una vez más, vemos hasta qué punto es erróneo el argumento clásico (y ahora insostenible) de que la esclavitud impediría cualquier aumento de la productividad necesario para el desarrollo capitalista.

 Los autores muestran con gran detalle la importancia del sistema de plantaciones en las innovaciones clave del periodo. Esto fue particularmente cierto en términos de energía, donde el vapor se utilizó a escala masiva desde finales del siglo XVIII en las Indias Occidentales británicas, en un momento en que su uso era muy limitado en el Viejo Continente. Lo mismo ocurrió con la maquinaria y las técnicas agrícolas de selección y mejora de semillas. Todo ello fomentó la innovación en la metrópoli y fue una de las claves del avance británico a principios del siglo XIX.

 La financiarización de la economía

 La alta productividad del sistema de plantaciones y el atractivo de sus productos permitieron a Inglaterra, un país pequeño con muy pocos recursos naturales, "salir de las limitaciones de [su] economía doméstica" multiplicando los recursos agrícolas y los ingresos comerciales. De hecho, toda la economía británica iba a ser remodelada por el sistema esclavista.

 Los puertos comerciales del Atlántico, principalmente Liverpool y Glasgow, desarrollaron un hinterland que suministraba los productos manufacturados necesarios para el comercio triangular basado en la esclavitud, sobre todo textiles y productos metálicos. La geografía económica del Reino Unido se vio profundamente alterada como consecuencia de ello, y las principales zonas industriales ya estaban implantadas a principios del siglo XIX, antes de que se generalizaran la energía, el vapor y el ferrocarril, impulsados por el comercio atlántico.

 Una de las aportaciones más interesantes de este libro es el examen del desarrollo de las finanzas en el contexto del sistema esclavista. La magnitud de las inversiones necesarias para desarrollar las plantaciones hizo rápidamente imprescindible el uso de cartas de crédito y deudas. Del mismo modo, los riesgos inherentes al comercio marítimo condujeron al desarrollo del sistema de seguros. Por último, los colosales beneficios de la esclavitud alimentaron la necesidad de un sistema financiero capaz de gestionar su reinversión, según la lógica capitalista clásica.

 Londres se convirtió rápidamente en el primer centro financiero del mundo, superando a Amsterdam a finales del siglo XVII. Los financieros londinenses desarrollaron innovaciones que serían cruciales para el futuro desarrollo del capitalismo.

 Se estableció un sistema de garantías sobre los préstamos contraídos por los traficantes de esclavos, lo que permitió a los británicos intensificar el comercio de esclavos, mientras que holandeses y franceses tuvieron que hacer frente a la falta de crédito y a elevados riesgos. Al mismo tiempo, se desarrolló un verdadero mercado de bonos privados emitidos por las plantaciones. Se convirtieron en verdaderos instrumentos de pago que permitieron la industrialización de las zonas portuarias del interior.

 El dinero de la metrópoli se dirigía hacia las necesidades de las plantaciones, y luego volvía a Inglaterra y Escocia para financiar los sectores impulsados por el comercio triangular, pero también para financiar al Estado. Las autoras hacen especial hincapié en el hecho de que la demanda de deuda pública por parte de los plantadores permitió estructurar nuevos instrumentos que aún hoy constituyen la base de las finanzas, y que no sólo proporcionaron un apoyo estatal esencial para el desarrollo capitalista británico, sino que también financiaron las guerras coloniales que reforzaron el sistema de plantaciones.

 El efecto a largo plazo de la esclavitud sobre el capitalismo

 Maxine Berg y Pat Hudson no defienden, como ellas mismas afirman en su prefacio, la idea de que exista un vínculo causal o necesario entre esclavitud y capitalismo. Por el contrario, su meticuloso estudio pretende volver a situar la esclavitud en el centro del proceso que condujo a la constitución de la primera sociedad capitalista del mundo. Este intento fue lanzado por el historiador del Trinity College in Hartford, Connecticut, Eric Williams en 1944, pero desde entonces ha sido combatido y soslayado por la mayoría de los historiadores de la Revolución Industrial en el Reino Unido.

 Su trabajo permite restablecer la conciencia del papel formativo y central que desempeñó la industria esclavista en el surgimiento del capitalismo, así como captar la huella que tal hecho pudo dejar en el desarrollo de la historia económica británica.

 La esclavitud proporcionó al capitalismo moderno algunas de sus estructuras fundamentales de producción y consumo.

 Y, de hecho, los dos últimos capítulos del libro se esfuerzan por mostrar este impacto duradero. La abolición del comercio de esclavos por Londres en 1807, seguida de la abolición de la esclavitud entre 1833 y 1838, no puso fin al dominio de la esclavitud sobre el capitalismo británico.

 Los inversores londinenses no sólo siguieron apoyando masivamente las industrias basadas en la esclavitud en el sur de Estados Unidos, Cuba y Brasil, sino que reprodujeron una forma de sucedáneo de la esclavitud en las plantaciones de Guyana y el Caribe, con la deportación y la explotación violenta de trabajadores del sur de Asia.

 El impacto también es evidente a más largo plazo. La financiarización de la economía británica en los años 80 parece haber perpetuado la lógica de la plantación. No es casualidad, además, que muchas de las dependencias de la Corona caribeña, como las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas, se hayan convertido en paraísos fiscales paralelos en apoyo del poder global de la City.

 Los autores rastrean claramente una serie de rasgos de la sociedad británica contemporánea hasta esta historia original: no sólo el racismo, sino también el alto nivel de desigualdad, la formación muy estrecha de las élites y la fortísima división geográfica de Inglaterra.

 "La esclavitud dio al capitalismo moderno algunas de sus estructuras fundamentales de producción y consumo y promovió las desigualdades de raza, clase y lugar que han caracterizado a Gran Bretaña y al resto del mundo en los últimos tres siglos", escriben Maxine Berg y Pat Hudson. Esta conclusión coincide con muchos análisis recientes, algunos de los cuales adoptan un enfoque diferente, como el reciente de Sylvie Laurent (véase su entrevista aquí).

 ¿Por qué el Reino Unido?

 Por último, hay una cuestión que sigue siendo importante. El Reino Unido no fue la única potencia europea implicada en la esclavitud. El sistema de plantaciones y la deportación de esclavos comenzaron en el siglo XVI con Portugal, que, junto con Brasil (que no abolió la esclavitud hasta 1888), fue un actor importante a largo plazo. En Santo Domingo, Francia tenía la colonia azucarera más productiva del mundo y, junto con los Países Bajos, también fue un actor importante en este sistema.

 Entonces, ¿por qué surgió primero el capitalismo industrial en el Reino Unido? Sin duda, nos hubiera gustado contar con más elementos comparativos en este libro para entenderlo. Pero el libro proporciona algunas pistas interesantes. En primer lugar, hay que recordar que el capitalismo no es sólo el producto de la esclavitud. Algunas otras estructuras institucionales y económicas desempeñaron un papel importante, sobre todo en la agricultura.

 El terreno sobre el que se construyó el sistema de plantaciones no fue el mismo en todas partes. La resistencia de las estructuras feudales y del consumo de lujo en Francia y Portugal bloqueó sin duda la lógica de acumulación del mercado que funcionaba al otro lado del Canal de la Mancha.

 El libro aporta, sin embargo, pruebas más concretas del desarrollo británico, en particular la existencia de un centro financiero ya globalizado y muy innovador en Londres, y el efecto de arrastre hasta al menos 1776 de los asentamientos europeos en Norteamérica, que actuaron como correa de transmisión de los fenómenos antes descritos.

 Por último, hay un elemento central: el Estado británico fue un decidido partidario del sistema de producción de plantaciones, y lo demostró no sólo en el plano institucional, sino también en el militar. La derrota de Francia y los Países Bajos en 1763 al final de la Guerra de los Siete Años es, desde este punto de vista, un acontecimiento capital en la historia del capitalismo.

 El libro de Maxine Berg y Pat Hudson es una importante contribución a la historia de la Revolución Industrial, un tema que ha sido objeto de mucho debate en los últimos años. Sólo cabe esperar que esta obra se amplíe y extienda a otros países, como Francia.

 Desde este punto de vista, cabe señalar que la idea del libro surgió a raíz de la "descolocación" de las estatuas de esclavos en Bristol en 2021. Así pues, el movimiento de la sociedad fomenta y hace avanzar la investigación, contrariamente a lo que afirma el pensamiento conservador. Este no es el menor de los mensajes positivos del libro.

 Romaric Godin  es periodista desde 2000. Se incorporó a La Tribune en 2002 en su página web, luego en el departamento de mercados. Corresponsal en Alemania desde Frankfurt entre 2008 y 2011, fue redactor jefe adjunto del departamento de macroeconomía a cargo de Europa hasta 2017. Se incorporó a Mediapart en mayo de 2017, donde sigue la macroeconomía, en particular la francesa. Ha publicado, entre otros, La monnaie pourra-t-elle changer le monde Vers une économie écologique et solidaire, 10/18, 2022 y La guerre sociale en France. Aux sources économiques de la démocratie autoritaire, La Découverte, 2019.


  Traducción:Antoni Soy Casals

Fuente:https://www.sinpermiso.info/textos/los-origenes-del-capitalismo-la-esclavitud

https://www.mediapart.fr/journal/economie-et-social/140224/aux-sources-du-capitalisme-l-esclavage

domingo, 25 de febrero de 2024

Susana Baca: fuego y agua del Perú negro

 

Fue la primera persona negra en ser designada ministra de Cultura de Perú.

En lo que fue el primer disco de Susana Baca, en 1987, Silvio Rodríguez escribió: “Delicado es la primera palabra que llega cuando busco calificar ‘Poesía y Cantos Negros’, del Perú. Todo en este trabajo coincide para revelar tan difícil sustancia. Repertorio, orquestaciones, sonoridad de la grabación, y por supuesto la tierna levedad conmovedora, la humana voz de Susana Baca”.

Exactas palabras. Y es que ese disco se grabó en Cuba en 1987 para luego ser editado en Perú con un sello creado por Susana y su esposo Ricardo Pereira. “Nadie quería grabar un disco en el que hubiera poesía. Me miraban hasta mal”. Pero lo hizo, y aclara: “Habíamos hecho una grabación muy elemental en Perú con la que fuimos al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en la Unión Soviética (1985). Allá fue Silvio Rodríguez quien nos ofreció su estudio en Cuba para hacer un análisis más riguroso. Tuvimos entonces el privilegio de grabar con gente que después llegó a unos tops impresionantes. Esa matriz se quedó en La Habana. Los buscadores de grabaciones viejas buscaban cintas para ver si las volvían éxito como el Buena Vista Social Club. En este caso Tumi Records sacó el disco sin mi permiso: se trató de un robo, pero ganó el Grammy, y yo rechazaba firmar discos de ese sello porque se trataba de un robo”.

En esa grabación estaba “María Landó”, el tema que atrapó en 1995 a David Byrne. “Ah, bueno, ella tuvo éxito porque David Byrne la señaló”, habrían dicho, pero no fue así. “David Byrne se conmovió con mi canto y quiso que yo estuviera en un disco de una compilación que hizo. Pero él no se subía conmigo a los escenarios; yo era quien tenía que ganarme mi pan. Pero es muy lindo que él haya dicho: ‘Susana me gusta, Susana tiene un espíritu de la música y dice lo que siente’. Eso creo que lo conmovió”. Byrne conoció la voz y el proyecto de Susana a través de las clases de castellano que recibía en el Taller Latinoamericano en Nueva York de un argentino radicado en Estados Unidos, un excelente compositor y promotor de todo lo latino en el Norte: Bernardo Palombo, el autor de “Imágenes Latinas” y “Canción por el fusil y la flor”.

Susana Baca
Susana Baca tiene un espíritu de la música, dijo el músico estadounidense David Byrne.

Antecedentes

Se recuerda aquel mensaje de marzo de 2023 a través de sus redes sociales: “Gracias a todos por su amor, su cariño y su maravillosa energía. Hoy hemos vencido”. Había sido intervenida en una situación compleja de la que no se sabía mucho por parte de sus seguidores, millones en todo el mundo. Y eso aconteció en el hospital donde actualmente está de nuevo: el Hospital Edgardo Rebagliati, en Lima, la ciudad que la vio nacer.

Las plegarias de 2023 llevaron a muchos que no la habían detallado a pensar en ella, en su obra, en la importancia que ha tenido y mantendrá para la música y cultura afroperuana la nacida el 24 de mayo de 1944 en el seno de una familia musical y defensora de sus raíces, aunque tuvo dificultades que la marcaron, como la separación de sus padres siendo ella una niña. Fue su madre, a punta de cocina, sabor culinario y baile quien los levantó y formó, y Susana ha agradecido siempre el apoyo musical y el sabor de la gastronomía afroperuana, de manos de su madre. Ella recuerda con gratitud los primeros pasos por su ciudad natal. Es notable ese recuerdo de Susana porque toda la familia estaba involucrada en el ritmo y la melodía hasta el punto de que sus primos fundaron el legendario grupo “Perú Negro”. No pudo ser de otra manera: la entonces niña Susana Baca de la Colina tomó el camino de los suyos pero desde otra perspectiva: el estudio, la investigación y, claro, la puesta en escena de lo aprendido, de la mano de sus extraordinarias aptitudes interpretativas.

 

A los 24 años, en 1968, obtuvo su título universitario de educadora, y ha sido siempre inmensa promotora y divulgadora de la música afroperuana. Ejerció su profesión y la tarea en áreas rurales, lo cual le ayudó a compenetrarse con un mundo invisibilizado.

Después de graduada y con el tiempo, se enamoraron -comenzando la década de los ochenta- Susana Baca, educadora, y Ricardo Pereira, sociólogo, una yunta que se mantiene y que ha trabajado con ahínco en la recuperación de la memoria musical de origen africano en Perú.

En contexto

Cuando Mercedes Sosa dio a conocer en 1972 la “Cantata Suramericana” nos aproximó a Perú con aquel tema “Acércate Cholito” de Félix Luna y Ariel Ramírez: “Un pueblo que renueva de los Incas el solar/ y en el costado mismo de la América que crece/ su esperanza ya estremece con su canto popular”.

También durante un tiempo le correspondió a Tania Libertad dejarnos saber de la riqueza musical de su tierra, como lo había hecho Chabuca Granda y también Yma Sumac, y como luego lo haría Eva Ayllón, quien, pasmosamente, no es suficientemente conocida en el Caribe.

Susana Baca
La madre de esta intérprte peruana levantó y formó sus raíces musicales.

Pero no solo era la música. De Perú muchos nos prendamos a través de la literatura de Ciro Alegría, de quien nos marcó “El mundo es ancho y ajeno”, nos marcó César Vallejo, nos marcó José María Arguedas fundamentalmente con “Los ríos profundos” y más recientemente Antonio Cisneros. Vargas Llosa también marcó… y desmarcó.

Retomando el pentagrama, pudimos observar con alegría cómo Perú reivindicaba su Cajón, su historia negra, e incluso su particular afroandinidad, elementos que durante un buen tiempo fueron sacados de la historia oficial que a todos nos contaron en nuestro continente entonces adormecido.

No todo ha sido fácil para Susana Esther Baca de la Colina, pero esta mujer tiene una gran perseverancia surgida de sus convicciones, sus búsquedas, sus empeños y hasta su terquedad creadora, pudiéramos decir. Extraordinaria representante de la musicalidad de la nación peruana, y sobre todo del elemento africano en la conformación de esa musicalidad, Susana emprendió con vigor su camino. En 1972 obtuvo el primer premio en un festival internacional efectuado en Lima y en el que participaban, entre otros, Alfredo Zitarrosa y Víctor Heredia. Fue una clarinada.

Susana Baca
Una profunda y entrañable amistad unió a Susana Baca y Mercedes Sosa, La Negra.

Su primer álbum, “Poesía y Canto Negro”, fue el grabado en 1987 en Cuba, país que siempre abrió sus puertas a la autenticidad de Susana. Participaron músicos de Perú y cubanos de alta categoría. Entre los músicos cubanos participantes de esta experiencia estuvieron Carlos Averhoff y Germán Velazco en el saxo, el “Tosco” José Luis Cortés en la flauta, Martha Duarte en uno de los violines, Pedro Luis Ferrer en la guitarra, la Camerata de Cuerdas Brindis de Salas, integrantes del grupo Irakere y alumnos de la Escuela Nacional de Arte en los coros.

Roberto Arguedas, Juan Medrano y Félix Vílchez destacaron entre los peruanos en el arte de la guitarra, el Cajón y los efectos sonoros. El productor general fue el eterno compañero de Susana, Ricardo Pereira.

En este álbum sorprendente, donde la poesía y la música conviven en la voz de Susana, es donde encontramos el texto de Silvio Rodríguez: “Delicado es la primera palabra que llega cuando busco calificar ‘Poesía y Cantos Negros’, del Perú. Todo en este trabajo coincide para revelar tan difícil sustancia. Repertorio, orquestaciones, sonoridad de la grabación, y por supuesto la tierna levedad conmovedora, la humana voz de Susana Baca”.

 

Había poesía en esa producción, poesía como las de Benedetti, Vallejo, Neruda, Chabuca Granda, Guillermo Gálvez y Rodolfo de la Fuente. Es en este primer disco donde aparece María Landó con poesía de César Calvo y música de Chabuca Granda. Y al respecto, desde el vamos, Chabuca fue importante en la vida de Susana y viceversa porque Chabuca hasta la nombró su asistente personal y la llevó a vivir a su casa para que Susana escuchara música y poesía. Cuando Chabuca se iba a ausentar del hogar por algún compromiso o viaje, la orden era precisa: “Las puertas siempre se le abrirán a Susana para venga a escuchar música”.

Cuando Chabuca falleció, en marzo de 1983, Susana y su esposo se afincaron para rendirle honores siguiendo en la recuperación del sonido de su tierra. Para ello se fueron por toda la costa peruana recopilando testimonios orales, escritos y música afroperuana. Toda esa odisea quedó registrada en el libro “Del fuego y del agua”, contenido en una joya discográfica del mismo nombre, y que vio la luz en 1992.

Hay otros libros: “El amargo camino de la caña”, de 2015 y “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de 2022.

 

Apuntes

Declarando en torno a las diferencias entre la música de la costa y la del interior de Perú, dijo: “La música afro es mucho más alegre, mientras que la música andina expresa la nostalgia de una población, pero lo más conmovedor de nuestros sonidos es que podemos disfrutar también de esa mezcla maravillosa que es la música afroandina y lo vemos en los cantos de adoración y en los cantos de Navidad. Ahí está la mezcla del zapateo del negro y los versos nostálgicos del interior”.

Consultada acerca de Chabuca Granda, declaró: “Ella fue muy generosa conmigo. Lo fue con su casa, con sus libros; escuchar su música para mí era como beber la esencia peruana. Chabuca tuvo épocas en las que exploró la música de la serranía, tanto como indagó en la vida de los personajes típicos de la costa. Un día ella me llevó a la casa de la mujer que inspiró su tema ‘La flor de la canela’, se llamaba Victoria Angulo, ya estaba viejita, pero conservaba su estirpe de reina. Chabuca se inspiraba en los personajes típicos de nuestra realidad”.

 

Susana ha logrado mucho, pero medios de difusión poderosos y con otros intereses no ayudan a divulgar esa magnífica obra condensada en discos como “Travesías”, “Lamento negro”, “Vestida de vida”, “Eco de sombras”, “Espíritu vivo”, “Afrodiáspora”, “Palabras Urgentes”, “A Capella” y el genial “Del fuego y del agua”, que en realidad no es un disco con información, sino un libro con un disco ilustrativo, resultado de once años de recorrido investigativo hecho por esta pareja a lo largo y ancho de la costa de su patria.

En 2011 Susana Baca fue designada ministra de Cultura de Perú, la primera persona negra en ocupar un cargo ministerial en esa cartera, pero ese tránsito fue breve, lo que no significa que ese haya sido el paso político de Susana Baca, pues para ella la política es otro estadio, es relacionarse con la vida, y ella lo ha hecho, no desde una militancia partidista sino desde la ternura y el amor a su pueblo.

Su más reciente producción musical, el disco “Epifanías”, estuvo recientemente entre los nominados al Grammy como mejor álbum de música global. Baca ganó un Grammy Latino por mejor álbum de música folclórica en 2002 con “Lamento Negro”, otro en 2011 por su colaboración con el grupo puertorriqueño Calle 13 en la canción “Latinoamérica” y el último en 2020 con su trabajo “A Capella”, surgido desde el aislamiento generado por la pandemia del coronavirus.

 

Epílogo

Se encuentra hospitalizada en la unidad de Cuidados Intensivos del hospital Edgardo Rebagliati, donde se hacen grandes esfuerzos para recuperarla. Ni su esposo Ricardo Pereira ni los médicos dan cuenta pública de lo que aqueja a Susana Baca. “Tiene achaques del tiempo y enfermedades nuevas e insospechadas”. Ese es el reporte oficial.

América Latina ora por ella y junto al pueblo peruano hace votos por la recuperación de una mujer como pocas en la historia musical y sociológica del Perú y de la América del Sur.


Susana Baca: fuego y agua del Perú negro | En Profundidad | teleSUR (telesurtv.net) 




sábado, 24 de febrero de 2024

La banalización del genocidio

 

 Gaza: sobre genocidio, judaísmo y nazificación

ARIEL FELDMAN

Las discusiones sobre el conflicto entre Palestina e Israel están saturadas de falacias y juegos retóricos, incluso en la justificación del genocidio en curso

 Los sucesos en Gaza son la demostración simple y brutal de una realidad cotidiana en cualquier sociedad: que hay vidas que valen más que otras. Sin embargo, en el día a día eso no suele justificarse racional ni políticamente. Vivimos con ello, como puede cada uno. Con angustia, negación, indiferencia, militando políticamente. Pero cuando en un conflicto que implica identidades colectivas se justifica desde una instancia de poder la falta de valor de un tipo de existencia, es que estamos a las puertas o ya cruzamos el umbral de un genocidio.

 En este momento, humanamente lo central es frenar el genocidio del pueblo palestino. Disputarle a Israel la prerrogativa de hablar en nombre de lo judío es central en esa tarea, y en otro artículo abordé la deformación y traición del judaísmo llevada adelante por el Estado de Israel que dice representarlo. Sin embargo, el judaísmo es ineludible en todos los aspectos de este conflicto, y pensarlo vuelve a ser central para permitirnos comprender parte de la dimensión de esta crisis.

 Hay que entender que la centralidad que gana esta masacre, frente a las que hubo en Siria o en Uganda, no tiene que ver con una especial empatía global con los palestinos, sino por quién es el agresor. Se explica por el hecho de que es el autoproclamado «judío» Estado de Israel el que esta cometiendo un genocidio en Gaza. Permitir un nuevo genocidio constituye una crisis civilizatoria ya de por sí, porque el hecho mismo habla de lo que podemos esperar del andamiaje institucional y político que organiza nuestra sociedad. Pero a su vez, este genocidio en curso genera una atracción trágica por la singularidad, repito, del victimario. Es central subrayar que lo judío como causa de la especial significación de la masacre que estamos viendo en Gaza nada tiene que ver con el antisemitismo, como intenta establecer la propaganda israelí y sectores de la comunidad judía en la diáspora. Lo medular es el hecho de que la gran víctima de la modernidad europea, los judíos, que estarían representados por el Estado de Israel, está cometiendo un genocidio en Gaza. Si bien el régimen israelí señala que lo hace en nombre de lo judío y su derecho a la existencia, veremos cómo la destrucción de la vida en Gaza va a contramano del significado mismo de ser judío. Israel está, en cambio, encarnando esa vieja Europa retrograda, capitalista y cristiana a la que, como señalara León Rozitchner, lo judío se enfrentaba con su mera existencia y que, por eso mismo, fue víctima de ella con persecuciones, progroms y finalmente con el Holocausto.

 Es conocida la idea de que la Ilustración, el alma de la modernidad europea, aquella que encarnaba la confianza occidental en una razón humana atada a la lógica del progreso, de lo afirmativo, la esperanza en el dominio progresivo de la naturaleza a través de la técnica, la ciencia y la administración de lo humano, fue herida en las trincheras de la Primera Guerra Mundial para finalmente morir en los campos de concentración. La Europa germano parlante encarnaba la cumbre de las capacidades civilizatorias que dicha razón occidental había podido alcanzar. La comunidad que había gestado a Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Husserl, Kant, Hegel, Marx, Nietzsche, Goethe, Max Planck, Einstein, Humboldt, y muchos etcéteras, fue la misma que estaba utilizando todas esas mismas potencialidades racionales, científicas, químicas, tecnológicas, artísticas, comunicacionales, no para desarrollar una mejor vida colectiva sino para perpetrar un genocidio con el sello de las capacidades de dicha modernidad. La significación del Holocausto frente a otros genocidios no estuvo dada por el hecho de quiénes fueron sus víctimas, sino por quiénes fueron sus perpetradores.

 Filosóficamente, lo central es el victimario. Como señalara sobre el Holocausto Yeshayahu Leibowitz, teólogo y filósofo, conocido en su momento como la conciencia de Israel, «nosotros no lo hicimos. Los que lo hicieron fueron los alemanes; por lo tanto es su problema». Él lo señaló ante la evidente centralidad que el Estado le estaba dando a la victima judía que decía cobijar. Era ganancia para las dos partes: eximía del foco a la culpable sociedad europea y permitía al Estado de Israel la apropiación del Holocausto, que fue central para la nazificación de los árabes y en particular de los palestinos, como veremos más adelante. Enzo Traverso señala que dicha apropiación hizo que el Holocausto deviniera una «religión civil». De este modo se volvió discurso oficial, por lo tanto administrable, un dogma que no promovía la reflexión sino que era instrumentalizable para sostener la victimización de los judíos de forma extemporánea y poder así esgrimir una inexistente amenaza de aniquilamiento para justificar y lograr oprimir al pueblo palestino con la impunidad que brinda el halo de inocencia de ser la víctima eterna.

 La fascinación occidental por Israel no se entiende centralmente por la culpa. La fascinación está dada porque el flamante Estado de Israel permitía la salvación de esa idea de progreso sobre la que se basaba la civilización occidental y cuya hegemonía estaba en una crisis terminal luego de haber sido clave en el genocidio judío. Israel fue fundado por ciudadanos europeos libres de culpa del Holocausto, incontaminados de la mancha oprobiosa, una última esperanza de la Ilustración que fuera aniquilada con Auschwitz. Israel fue para occidente la conquista del desierto oriental, la colonización ilustrada de tierras bárbaras, unos cruzados que instauraban una democracia a la europea en tierra santa, el desarrollo tecnológico, el riego por goteo, la tecnología militar, la industria del software, el milagro económico de Medio Oriente. Primero como tragedia y luego como farsa. Israel utiliza todas esas capacidades, toda su razón instrumental, todo su desarrollo capitalista, occidental y judeocristiano, no para generar una comunidad próspera para todas las personas que habitan su territorio, sino para, en nombre de un sueño trasnochado de Ilustración revestido de choque civilizatorio, poner sus capacidades al servicio de la dominación y la inviabilidad de la vida de los palestinos.

 Los valores y conquistas de las libertades individuales que sí implicaba la modernidad, como son las conquistas democráticas y los derechos ciudadanos, son a su vez instrumentalizadas bajo la lógica de dicho dominio. La supuesta única democracia de Oriente Medio (donde las vidas de los palestinos de los territorios ocupados están gobernadas por el régimen sionista, pero no pueden votar autoridades de dicha administración), así como los derechos sexuales y de la mujer, son utilizados para justificar la destrucción de la vida palestina.

 Vale recordar que los procesos de deshumanización son elementos centrales en todo proceso genocida: no se puede masacrar a alguien que tiene alma si creemos en las almas, o si lo consideramos persona o, en el mejor de los casos, si lo reconocemos como un par. Ese procedimiento de quitarle la prerrogativa de lo humano no se da de un momento a otro. Los judíos sufrimos un largo camino de deshumanización que luego se volvió planificada por parte de la sociedad europea nazificada en los campos de concentración. Fuimos víctimas del genocidio más aberrante de la historia moderna. Lo sufrimos hace un par de generaciones solamente.

 En 1929 Albert Einstein le escribió una carta a Weismann, quien luego fuera el primer presidente del Estado de Israel, en la que le decía «Si nosotros nos revelamos incapaces de alcanzar una cohabitación y acuerdos con los árabes, entonces no habremos aprendido estrictamente nada durante nuestros dos mil años de sufrimientos y mereceremos todo lo que llegue a sucedernos». El desinterés de judíos israelíes y en la diáspora ante la masacre de gazatíes habla del proceso de deshumanización que sufren los palestinos hace años y, en consecuencia e indefectiblemente, de la perdida de humanidad y una tendencia creciente a la perdida de toda sensibilidad por parte de sus victimarios y cómplices. Es un proceso también largo, iniciado con la negación de la existencia de los palestinos en la tristemente famosa frase de los albores del sionismo político «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», que se volvió prontamente material con el proceso de colonización de un sionismo exclusivista que rezaba y reza que en un Estado seguro para los judíos no debía haber palestinos, aún si ese Estado se estuviera implantando por la fuerza en tierras pobladas, donde el problema del antisemitismo era insignificante.

 Einstein escribió esa carta frente a las politicas y tratos delesnables del movimiento sionista hacia la población nativa de Palestina ¡en 1929!, años antes de que se consumara la Nakbah y la limpieza étnica de 750.000 almas, antes del menos conocido régimen militar que sufrieron los palestinos-israelíes entre 1949 y el 1966, antes de la ocupación de los territorios en 1967, antes del drama de los refugiados, antes del Estado de apartheid en Jerusalem oriental y Cisjordania, antes del oprobioso e ilegal muro de separación, antes de las leyes discriminatorias aprobadas en el Parlamento israelí, antes del asedio y destrucción de Gaza y del llamado explícito al genocidio de varios altos funcionarios del Estado de Israel.

 Cuando se analiza la historia de los actos institucionales de Israel, los legales y los bélicos, es fácil comprobar que sólo de manera derivada su problema fue con las organizaciones políticas y político militares palestinas. Su problema siempre fue la población palestina misma, pues un Estado exclusivista que se autodenomina judío y democrático precisa limpiar étnicamente su territorio para poder ser tal. Pero la limpieza étnica, hecho comprobado y reconocido internacionalmente en el reconocimiento de los refugiados palestinos, si bien crimen de guerra, no constituye un genocidio. Hoy, sin embargo, estamos en presencia de otra cosa.

                                                     

Sistemáticamente se vandalizan los textos en árabe hasta que finalmente se la excluyó legalmente como lengua oficial.



El genocidio no se mide por su efectividad, porque lo central del genocidio es la intención de realizarlo, y por lo tanto su inminencia. No deberíamos acercarnos a su posibilidad siquiera. Por eso la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio tiene en su nombre el término prevención, pues la humanidad no puede permitirse esperar a que se realice para luego evaluar simplemente las sanciones. Por eso la voluntad de cometer un genocidio es uno de los elementos centrales para poder calificar una agresión como tal. Después del 7 de octubre el Ministro de Defensa israelí, afirmó: «Estamos luchando contra animales humanos», Avi Dichter, ministro israelí de Agricultura, llamó a la guerra a ser la «Nakba Gaza», el ministro Amihay Eliyahau sugirió como solución al «problema palestino» lanzar una bomba atómica en Gaza, diversos altos funcionarios denominaron nazis a los palestinos y señalaron su responsabilidad colectiva por el brutal ataque de Hamas, de lo que se derivaba la necesidad de la neutralización del colectivo responsable, no simplemente de una de sus organizaciones político militares. Lo sintetizó el vicepresidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas: «No hay inocentes en Gaza. Tal vez los niños menores de 4 años». Ese castigo colectivo se está llevando acabo centralmente por medio de un bombardero indiscriminado, matando miles de civiles y destruyendo las más básicas condiciones para la viabilidad de la vida de los gazaties, a la vez que el bloqueo absoluto del territorio, que afecta al cien por ciento de la población y no a los combatientes, está generando condiciones sanitarias y de hambruna con altísimo riesgo de muertes aun más masivas que las ya producidas por los ataques aereos y terrestres. Por eso la denuncia de Sudafrica tuvo un primer aval en las cautelares contra Israel de la Corte Internacional de Justicia, y especialistas como Luis Moreno Ocampo plantean la fortaleza del caso presentado.

 

Si alguien cree que no estamos ante un genocidio por la magnitud, porque un 1,5% de la población total no le es suficiente, que piense entonces en la construcción de una discursividad donde la vida palestina no vale lo que una vida humana. Esa visión, esa escala del valor de la vida, se apalanca en un largo proceso de nazificación de los palestinos. La nazificación de los opositores a las políticas sionista es una estrategia que se ha utilizado desde que la palabra «Nazi» cobró su significación y potencia simbólica. El historiador Nur Masahla cita numerosas declaraciones y escritos de los lideres sionistas que a partir de mediados de la decada del 30 analogaron el nacionalismo árabe al nazismo alemán. Desde ese momento hasta el presente ese mecanismo, esa industrilización del Holocausto como la llamó Norman Finkelstein, no dejó de utilizarse. La gravedad es máxima. El nazi es un monstruo frente al cual sólo cabe la eliminación, es irrecuperable. Y aquel que defiende a aquel que fue nazificado es a su vez un antisemita. O si sos judío, sos un Judenrat, un colaborador de los nazis. Es así que, como vimos más arriba, la administración del Holocausto como «religión civil», del judío eternamente amenazado en su existencia, permitió que una potencia ocupante, con uno de los ejercitos más potentes y mortíferos del planeta, se apropiara e instrumentalizara al judaísmo para plantarse como víctima de sus colonizados. El epítome perverso de esa inversión que permite la nazificación de los palestinos la formuló la entonces Primera Ministra israelí cuando en 1969 en una entrevista en la televisión inglesa dijo «Nunca perdonaremos a los árabes lo que nos obligaron a hacerles». Son innumerables este tipo de declaraciones, pues son política de Estado. En medio de los actuales ataques a Gaza pudimos presenciar el espectáculo grotesco de la comitiva israelí yendo a la ONU a justificar sus crimenes de guerra con la victimizante estrella de David amarilla con que se marcaba a los judíos en campos y guetos.

La contradicción última de ese proceso de nazificación es que en realidad el movimiento sionista, aquel que apela al señalamiento de antisemitismo e identifica nazis en instituciones internacionales y movimientos sociales, en intelectuales y artistas, llevó adelante una lucha en absoluto heroica contra el nazismo verdaderamente existente. Como recuerda Ilan Pappe, era mayoritario en el movimiento sionista el autocentramiento en el proceso migratorio, de modo que no querían enemistarse con el régimen de Hitler. El sionismo llegó a considerar un error el boicot declarado en la decada del 30 por el resto de los judíos del mundo contra los nazis. Ben Gurion, padre fundador del Estado de Israel, dijo en ese entonces que «Al sionismo le corresponde las obligaciones de un Estado; por consiguiente, no puede iniciar una batalla irresponsable contra Hitler mientras él siga siendo el jefe de un Estado». El movimiento sionista tuvo contactos con el régimen nazi hasta entrado el año 1937 para negociar la salida de judíos de Alemania de forma concertada, de modo que pudieran conservar sus bienes y llevarlos al futuro Estado. El historiador israelí Tom Segev afirmaba que los lideres sionistas sólo estaban interesados en salvar a los judíos que quisieran marcharse a Israel, y que tenían una actitud desdeñosa para con los judíos de la diáspora que, entrados los años 30, no se habían subido a la política sionista. Coincide con Ilan Pappe, quien señalaba que el abandono de toda estrategia de rescate de las organizaciones sionistas ante el inminente exterminio judío formaba parte de un repudio más amplio de la diáspora misma, cosa que se siguió evidenciando luego de la creación del Estado, que renegaba y reniega de «los judíos que fueron como ganado al matadero» frente a aquellos pioneros que emigraron a Israel para fundar el Estado. Es así que los levantamientos en campos de concentración y guetos, como el famoso de Varsovia, realizados por fuerzas de la resistencia que contenían muchos miembros antisionistas en su ceno, fueron sionisados como política de Estado. Había que apropiarse de la figura del judío empoderado. Los alzados eran la expresión del nuevo espíritu judío de armas tomar frente a los millones que habían decidido dejarse matar.

 Esto es lo que hizo y sigue haciendo el sionismo con el judaísmo, utilizarlo. Esa misma razón instrumental, que en su desbocamiento aplastó las fuerzas de la reflexión y develó su verdadero semblante en los hornos crematorios y en Hiroshima, es la que encarna Israel instrumentalizando al judaísmo, haciéndolo medio para otro cosa, medio para el dominio y la conquista como fin en sí mismo. Es así que el Estado de Israel y sus organizaciones sionistas satélites en la diáspora pueden estrecharse las manos con individuos y partidos de la derecha Europea y norte y latinoamericana, con marcadas posturas racistas en general y antisemitas en particular, siempre y cuando apoyen las políticas del Estado de Israel. Su lucha «contra el antisemitismo» no es otra cosa que la utilización del capital simbólico del judío galútico que en realidad desprecian, para justificar los horrores del sionismo. El supremacismo del sionismo desbocado genera fascinación en las derechas radicales occidentales, e Israel no ha dejado de abrazar dichos apoyos a costa de la lucha contra el verdadero antisemitismo, que es la lucha por la libertad, la igualdad y la justicia para todos los seres humanos.

 El judaísmo nada tiene que ver con ese endiosamiento del poder y el dominio. La identidad judía fue siempre un otro del poder, una negatividad de la Europa imperial, retrograda y racista. Poseedora de la experiencia en el cuerpo de la opresión, la identidad judía estaba sostenida en la resistencia a la violencia y en la reflexión, en el estudio de un libro no evangelizador, que no confería poder, que es absolutamente terrenal porque no promete un más allá, como recordaba León Rozitchner. En la tradición judía la festividad más significativa es la de Pesaj, en la que el pueblo judío festeja la salida de la esclavitud, una celebración de la libertad y el fin de la opresión que lo termina constituyendo como pueblo. Pueblo que luego se forjó durante dos milenios en la discriminación y la persecución que lo emplazaron indefectiblemente en el lugar de la negatividad frente al poder occidental y cristiano. No es casual el porcentaje de cuerpos y mentes rebeldes que dio el judaísmo, de Trotsky a Marx, de Rosa Luxemburgo a Walter Benjamin, de Zinóviev a Mordejai Anilevich, de Axelrod y Martov a Clara Zetkin. Nada genético, una identidad construida en una cultura de la resistencia. Por eso no hay que dejar de repetir que lo que vemos en Israel no es judaísmo, es más bien antijudaísmo, la transfiguración de una tradición de la resistencia en su opuesto fascistoide.

 Vale mencionar las excepciones. El sionismo, en tanto fue entendido como movimiento nacional de liberación de los judíos de su calvario europeo, tuvo representantes como Borojov, Buber y muchos otros, que entendieron que no se precisaba un inviable Estado exclusivista sino una convivencia justa en un Estado plurinacional y socialista con los palestinos. Pero nunca tuvieron posibilidades de que su línea se impusiera. Hay que decirlo: si bien hubo diversas corrientes dentro del cosmos sionista, la historia tuvo un solo sionismo verdaderamente existente, exclusivista y colonizador, que subvierte todos los valores humanistas del judaísmo. Podemos llamarlo Israelismo para rescatar a aquellos que creyeron y creen en un sionismo plurinacional y antirracista.

 La victima ejemplar, cuyo genocidio dio origen hace tan poco a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y a la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio (1948) se transformó por obra y gracias del secuestro identitario por parte del Estado de Israel, en el victimario ejemplar. Eso es lo que explica la trascendencia historia de la masacre en Gaza. La tragedia del secuestro del judaísmo por parte de Israel eleva una pregunta traumática a todos, judíos y no judíos: ¿Qué podemos esperar del ser humano que somos, así, arrojado a la historia, si una comunidad que sufrió un genocidio hace un puñado de años, termina encarnando las lógicas, el vocabulario, la estrategia y los valores de quien fuera su verdugo para, ahora en posición dominante, poder destruir un pueblo, porque lo considera necesario y, sobre todo, porque puede. La capacidad o incapacidad de que esto que está sucediendo genere algo en cuerpos, reflexiones, sensibilidades y nuestras instituciones, posiblemente constituya un acontecimiento que nos va a marcar como civilización, una cesura. La conciencia de generaciones futuras va a preguntarse qué hicimos cuando nos tocó defender lo que queda de humanidad en la humanidad.

 

Jacobinlat

 

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