Los orígenes del capitalismo, la esclavitud
Romaric Godin 25/02/2024
Un libro publicado recientemente en el Reino Unido sitúa la
esclavitud en el corazón de la Revolución Industrial británica. Un estudio
valioso para comprender nuestro mundo y su evolución.
La cuestión de los vínculos entre esclavitud y capitalismo
viene de lejos y sigue desatando pasiones y debates. Si bien el estudio de los
vínculos entre la producción basada en la esclavitud y el nacimiento de la
sociedad capitalista está hoy bien asentado en Estados Unidos, esta labor sigue
siendo menos importante para Europa, donde nació el capitalismo.
Estados Unidos es un caso muy especial porque su economía se
estructuró en torno a la esclavitud. En el Viejo Continente, los historiadores
económicos apologistas del capitalismo han defendido durante mucho tiempo -y
siguen haciéndolo- la idea de que la esclavitud fue un factor secundario en el
nacimiento de la Revolución Industrial. Para muchos, la trata de esclavos fue
una especie de "detalle" en la historia económica del capitalismo.
Un libro publicado en 2023 por Polity y aún no traducido al
francés arroja nueva luz sobre las primeras horas del nacimiento del
capitalismo y desentraña esta narrativa, construida en gran medida a lo largo
del siglo XIX, tras la abolición de la esclavitud.
En Slavery, Capitalism en Industrial Revolution, dos
investigadoras, Maxine Berg y Pat Hudson, sitúan la esclavitud y el sistema de
plantaciones que surgió de ella en el centro del desarrollo de la economía
británica en el siglo XVIII. Y lo convierten en un factor determinante de la
Revolución Industrial y de las formas particulares que ha adoptado el
capitalismo británico hasta nuestros días.
El libro es importante porque se basa en una gran cantidad
de datos que intentan trazar el impacto global de la esclavitud en el
desarrollo económico. El objetivo de las dos investigadoras es comprender cómo
esta actividad y la de la plantación caribeña, que no podría haber existido sin
el comercio de esclavos, tuvieron un impacto más amplio en el conjunto de la
economía británica: en el comercio, la industria, las finanzas, la agricultura
y el consumo. Y cómo esta influencia sentó las bases de la Revolución
Industrial y del poder capitalista británico en el siglo siguiente.
Redescubrir la importancia de la esclavitud en la economía
del siglo XVIII
"La esclavitud formó parte [de la transformación de la
economía capitalista británica en el siglo XVIII]. Y no sólo formó parte de
ella, sino que estuvo en su centro, influyendo en la transformación de la
agricultura doméstica, la formación de capital, el cambio tecnológico, la
transformación de las prácticas comerciales y financieras, y la revolución de
las finanzas públicas y privadas", explican las autoras.
El libro explora cada una de estas facetas, no sólo
"siguiendo el rastro del dinero" procedente de los beneficios de las
plantaciones y el tráfico de seres humanos hacia las inversiones que
alimentaron la Revolución Industrial, sino también considerando cómo estos sectores
influyeron en la forma en que la gente hacía negocios, innovaba, contrataba
créditos y consumía.
Uno de los grandes intereses de este libro es que no se
limita a "rastrear" los flujos financieros, sino que adopta un
enfoque más global que ve la trata de esclavos y la industria como lo que
realmente fueron: un importante sector capitalista dentro de una economía
británica en transición.
Como señalan las autoras, los contemporáneos eran muy
conscientes del papel crucial que desempeñaba la esclavitud en la economía
británica del siglo XVIII. En 1718, William Word, plantador jamaicano y autor
de un Ensayo sobre el comercio, afirmaba que el comercio africano era "la
fuente y el progenitor de donde procede todo lo demás".
La influencia de los plantadores y esclavistas en el
Parlamento británico era una característica dominante de la política británica
a principios del siglo XVIII. Es cierto que el país que se convirtió en el
Reino Unido de Gran Bretaña en 1707 mediante la unión de Inglaterra y Escocia
iba a dominar el comercio de esclavos durante todo el siglo.
Los británicos, que a finales del siglo XVII todavía
aventajaban a los portugueses en la deportación de africanos, acapararon casi
el 43% del comercio de esclavos entre 1751 y 1775, frente al 27% de los portugueses
y el 17% de los franceses. A finales de siglo, seguían controlando el 37% de
este espantoso mercado .
El objetivo de estas deportaciones era abastecer las
inmensas plantaciones de las numerosas islas antillanas controladas por los
británicos, como Jamaica y Barbados, donde se producía café, tabaco y, sobre
todo, azúcar. El azúcar estaba en el corazón de la primitiva máquina
capitalista que había comenzado con la esclavitud.
El gusto por el azúcar lo cambia todo
Las dos autoras explican cómo se modificaron el consumo y
los gustos de los europeos para que la producción de las plantaciones pudiera
beneficiarse de un mercado inmenso y en constante crecimiento. "A medida
que crecía la oferta de azúcar, también lo hacía su popularidad", resumen
las autoras. Entre 1700 y 1783, la producción de azúcar en las Antillas
británicas se cuadruplicó.
Este fenómeno se logró a través de dos canales que no son
ajenos a los mecanismos del capitalismo actual: la atracción del consumo de
lujo que se había vuelto asequible, y la adicción al propio producto, que se
convirtió en una "necesidad".
La imposición del azúcar al consumo de los europeos,
incluidos los más pobres, en el siglo XVIII es, en cierto modo, la primera
victoria del marketing en apoyo de la producción en masa. Es un recordatorio de
que la demanda y el consumo son a menudo las consecuencias más que las causas
de las opciones de producción.
Pero lo que el libro muestra es que esta revolución
culinaria, concebida para garantizar la rentabilidad de las plantaciones de
caña de azúcar basadas en la esclavitud, tuvo un efecto general en cadena sobre
la economía. En primer lugar, alimentó la demanda de bebidas azucaradas
procedentes de otras plantaciones esclavistas (café, chocolate) o del comercio
asiático, como el té.
La fiebre del azúcar también impulsó otros sectores, en el
propio Reino Unido, como la cerámica, el comercio minorista, los intermediarios
financieros y las infraestructuras portuarias. Todos estos sectores impulsaron
a su vez el resto de la economía, en particular la producción de metales y
minerales.
Lo que Maxine Berg y Pat Hudson muestran es el efecto en
cadena de esta industria basada en la esclavitud sobre la dinámica capitalista
e industrial general del Reino Unido. Esta dinámica no siempre es
inmediatamente visible. Pero las autoras destacan, por ejemplo, hasta qué punto
esta revolución del consumo fue un elemento clave de la "revolución
industrial", un cambio significativo en la relación con el trabajo que
hizo posible la revolución industrial.
Así, señalan, "el deseo de una nueva variedad de bienes
condujo a cambios graduales en el comportamiento de los hogares ordinarios de
Europa Occidental". Poco a poco, para poder permitirse el lujo ahora
alcanzable del azúcar, se abandonó la economía de subsistencia en favor del
trabajo asalariado. La gente estaba dispuesta a trabajar más y durante más
tiempo para adquirir estos bienes, que se habían convertido, según los propios
relatos de finales del siglo XVIII, en necesidades esenciales.
Al mismo tiempo, el sistema de plantaciones sentó las bases
de la futura organización capitalista del trabajo y la producción. La industria
azucarera de la época era una "síntesis de campo y fábrica", un
verdadero "agronegocio" que no se parecía a "nada conocido entonces
en Europa". El jugo de la caña de azúcar debía procesarse rápidamente tras
la cosecha para producir cristales de azúcar y melazas que, una vez destiladas,
producían ron, un producto que pronto se popularizaría también en los mercados
europeos.
Productividad, innovación y disciplina
La plantación era, por tanto, un sistema integrado que
requería importantes innovaciones para su época con el fin de organizar y
mejorar la producción. El sistema de contabilidad que se implantó permitió
calcular con mayor precisión los rendimientos y, por consiguiente, reducir las
"necesidades" de los esclavos en materia de alimentación, vivienda y
vestido para extraer el máximo valor posible.
Estas prácticas contables iban a desempeñar un papel
decisivo en el nacimiento y desarrollo del capitalismo. "La contabilidad
normalizada hizo posible la separación de la propiedad y la gestión, separación
que sigue siendo poco frecuente en las empresas británicas y europeas más de un
siglo después", señalan las autoras.
La contabilidad también permitió aumentar el control y la
intensificación de la mano de obra. El sistema de plantaciones confirmó la
observación que Marx haría un siglo más tarde: el aumento de la productividad
iba de la mano del deterioro de las condiciones de trabajo. El libro señala que
"las condiciones de trabajo empeoraban a medida que mejoraban la gestión y
la tecnología". Poco a poco, las plantaciones de las Indias Occidentales
británicas del siglo XVIII se asemejaron a las grandes fábricas del siglo
siguiente, con la violencia añadida del régimen esclavista, donde los rebeldes
eran azotados, apaleados y ahorcados.
Al mismo tiempo, la plantación también se esforzaba por
mejorar la productividad mediante una mecanización cada vez mayor. Una vez más,
vemos hasta qué punto es erróneo el argumento clásico (y ahora insostenible) de
que la esclavitud impediría cualquier aumento de la productividad necesario
para el desarrollo capitalista.
Los autores muestran con gran detalle la importancia del
sistema de plantaciones en las innovaciones clave del periodo. Esto fue
particularmente cierto en términos de energía, donde el vapor se utilizó a
escala masiva desde finales del siglo XVIII en las Indias Occidentales
británicas, en un momento en que su uso era muy limitado en el Viejo
Continente. Lo mismo ocurrió con la maquinaria y las técnicas agrícolas de
selección y mejora de semillas. Todo ello fomentó la innovación en la metrópoli
y fue una de las claves del avance británico a principios del siglo XIX.
La financiarización de la economía
La alta productividad del sistema de plantaciones y el
atractivo de sus productos permitieron a Inglaterra, un país pequeño con muy
pocos recursos naturales, "salir de las limitaciones de [su] economía
doméstica" multiplicando los recursos agrícolas y los ingresos
comerciales. De hecho, toda la economía británica iba a ser remodelada por el
sistema esclavista.
Los puertos comerciales del Atlántico, principalmente
Liverpool y Glasgow, desarrollaron un hinterland que suministraba los productos
manufacturados necesarios para el comercio triangular basado en la esclavitud,
sobre todo textiles y productos metálicos. La geografía económica del Reino
Unido se vio profundamente alterada como consecuencia de ello, y las
principales zonas industriales ya estaban implantadas a principios del siglo
XIX, antes de que se generalizaran la energía, el vapor y el ferrocarril,
impulsados por el comercio atlántico.
Una de las aportaciones más interesantes de este libro es el
examen del desarrollo de las finanzas en el contexto del sistema esclavista. La
magnitud de las inversiones necesarias para desarrollar las plantaciones hizo
rápidamente imprescindible el uso de cartas de crédito y deudas. Del mismo
modo, los riesgos inherentes al comercio marítimo condujeron al desarrollo del
sistema de seguros. Por último, los colosales beneficios de la esclavitud
alimentaron la necesidad de un sistema financiero capaz de gestionar su
reinversión, según la lógica capitalista clásica.
Londres se convirtió rápidamente en el primer centro
financiero del mundo, superando a Amsterdam a finales del siglo XVII. Los
financieros londinenses desarrollaron innovaciones que serían cruciales para el
futuro desarrollo del capitalismo.
Se estableció un sistema de garantías sobre los préstamos
contraídos por los traficantes de esclavos, lo que permitió a los británicos
intensificar el comercio de esclavos, mientras que holandeses y franceses
tuvieron que hacer frente a la falta de crédito y a elevados riesgos. Al mismo
tiempo, se desarrolló un verdadero mercado de bonos privados emitidos por las
plantaciones. Se convirtieron en verdaderos instrumentos de pago que
permitieron la industrialización de las zonas portuarias del interior.
El dinero de la metrópoli se dirigía hacia las necesidades
de las plantaciones, y luego volvía a Inglaterra y Escocia para financiar los
sectores impulsados por el comercio triangular, pero también para financiar al
Estado. Las autoras hacen especial hincapié en el hecho de que la demanda de
deuda pública por parte de los plantadores permitió estructurar nuevos
instrumentos que aún hoy constituyen la base de las finanzas, y que no sólo
proporcionaron un apoyo estatal esencial para el desarrollo capitalista
británico, sino que también financiaron las guerras coloniales que reforzaron
el sistema de plantaciones.
El efecto a largo plazo de la esclavitud sobre el
capitalismo
Maxine Berg y Pat Hudson no defienden, como ellas mismas
afirman en su prefacio, la idea de que exista un vínculo causal o necesario entre
esclavitud y capitalismo. Por el contrario, su meticuloso estudio pretende
volver a situar la esclavitud en el centro del proceso que condujo a la
constitución de la primera sociedad capitalista del mundo. Este intento fue
lanzado por el historiador del Trinity College in Hartford, Connecticut, Eric
Williams en 1944, pero desde entonces ha sido combatido y soslayado por la
mayoría de los historiadores de la Revolución Industrial en el Reino Unido.
Su trabajo permite restablecer la conciencia del papel formativo
y central que desempeñó la industria esclavista en el surgimiento del
capitalismo, así como captar la huella que tal hecho pudo dejar en el
desarrollo de la historia económica británica.
La esclavitud proporcionó al capitalismo moderno algunas de
sus estructuras fundamentales de producción y consumo.
Y, de hecho, los dos últimos capítulos del libro se
esfuerzan por mostrar este impacto duradero. La abolición del comercio de
esclavos por Londres en 1807, seguida de la abolición de la esclavitud entre
1833 y 1838, no puso fin al dominio de la esclavitud sobre el capitalismo
británico.
Los inversores londinenses no sólo siguieron apoyando
masivamente las industrias basadas en la esclavitud en el sur de Estados
Unidos, Cuba y Brasil, sino que reprodujeron una forma de sucedáneo de la
esclavitud en las plantaciones de Guyana y el Caribe, con la deportación y la
explotación violenta de trabajadores del sur de Asia.
El impacto también es evidente a más largo plazo. La
financiarización de la economía británica en los años 80 parece haber
perpetuado la lógica de la plantación. No es casualidad, además, que muchas de
las dependencias de la Corona caribeña, como las Islas Caimán y las Islas
Vírgenes Británicas, se hayan convertido en paraísos fiscales paralelos en
apoyo del poder global de la City.
Los autores rastrean claramente una serie de rasgos de la
sociedad británica contemporánea hasta esta historia original: no sólo el
racismo, sino también el alto nivel de desigualdad, la formación muy estrecha
de las élites y la fortísima división geográfica de Inglaterra.
"La esclavitud dio al capitalismo moderno algunas de
sus estructuras fundamentales de producción y consumo y promovió las
desigualdades de raza, clase y lugar que han caracterizado a Gran Bretaña y al
resto del mundo en los últimos tres siglos", escriben Maxine Berg y Pat
Hudson. Esta conclusión coincide con muchos análisis recientes, algunos de los
cuales adoptan un enfoque diferente, como el reciente de Sylvie Laurent (véase
su entrevista aquí).
¿Por qué el Reino Unido?
Por último, hay una cuestión que sigue siendo importante. El
Reino Unido no fue la única potencia europea implicada en la esclavitud. El
sistema de plantaciones y la deportación de esclavos comenzaron en el siglo XVI
con Portugal, que, junto con Brasil (que no abolió la esclavitud hasta 1888),
fue un actor importante a largo plazo. En Santo Domingo, Francia tenía la
colonia azucarera más productiva del mundo y, junto con los Países Bajos,
también fue un actor importante en este sistema.
Entonces, ¿por qué surgió primero el capitalismo industrial
en el Reino Unido? Sin duda, nos hubiera gustado contar con más elementos
comparativos en este libro para entenderlo. Pero el libro proporciona algunas
pistas interesantes. En primer lugar, hay que recordar que el capitalismo no es
sólo el producto de la esclavitud. Algunas otras estructuras institucionales y
económicas desempeñaron un papel importante, sobre todo en la agricultura.
El terreno sobre el que se construyó el sistema de plantaciones
no fue el mismo en todas partes. La resistencia de las estructuras feudales y
del consumo de lujo en Francia y Portugal bloqueó sin duda la lógica de
acumulación del mercado que funcionaba al otro lado del Canal de la Mancha.
El libro aporta, sin embargo, pruebas más concretas del
desarrollo británico, en particular la existencia de un centro financiero ya
globalizado y muy innovador en Londres, y el efecto de arrastre hasta al menos
1776 de los asentamientos europeos en Norteamérica, que actuaron como correa de
transmisión de los fenómenos antes descritos.
Por último, hay un elemento central: el Estado británico fue
un decidido partidario del sistema de producción de plantaciones, y lo demostró
no sólo en el plano institucional, sino también en el militar. La derrota de
Francia y los Países Bajos en 1763 al final de la Guerra de los Siete Años es,
desde este punto de vista, un acontecimiento capital en la historia del
capitalismo.
El libro de Maxine Berg y Pat Hudson es una importante
contribución a la historia de la Revolución Industrial, un tema que ha sido
objeto de mucho debate en los últimos años. Sólo cabe esperar que esta obra se
amplíe y extienda a otros países, como Francia.
Desde este punto de vista, cabe señalar que la idea del
libro surgió a raíz de la "descolocación" de las estatuas de esclavos
en Bristol en 2021. Así pues, el movimiento de la sociedad fomenta y hace
avanzar la investigación, contrariamente a lo que afirma el pensamiento
conservador. Este no es el menor de los mensajes positivos del libro.
Romaric Godin es
periodista desde 2000. Se incorporó a La Tribune en 2002 en su página web,
luego en el departamento de mercados. Corresponsal en Alemania desde Frankfurt
entre 2008 y 2011, fue redactor jefe adjunto del departamento de macroeconomía
a cargo de Europa hasta 2017. Se incorporó a Mediapart en mayo de 2017, donde
sigue la macroeconomía, en particular la francesa. Ha publicado, entre otros,
La monnaie pourra-t-elle changer le monde Vers une économie écologique et solidaire,
10/18, 2022 y La guerre sociale en France. Aux sources économiques de la
démocratie autoritaire, La Découverte, 2019.
Traducción:Antoni Soy
Casals
Fuente:https://www.sinpermiso.info/textos/los-origenes-del-capitalismo-la-esclavitud
https://www.mediapart.fr/journal/economie-et-social/140224/aux-sources-du-capitalisme-l-esclavage
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