viernes, 29 de enero de 2021

El nacional populismo americano .

 El populismo estalla cuando las personas se sienten desconectadas e irrespetadas

Este es un artículo de opinión de Peter A. Hall, profesor de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard, y de Noam Gidron, profesor asistente de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Por Peter A. Hall y Noam Gidron

BOSTON, Estados Unidos, 8 ene 2021 (IPS) - La sociedad estadounidense está dividida en dos. En la elección presidencial de 2020, 81 millones de personas votaron por Joe Biden, mientras que otros 74 millones votaron por Donald Trump. Muchas personas fueron a las urnas a votar en contra del adversario en vez de apoyar con entusiasmo a su propio candidato.

Aunque esta intensa polarización es distintiva de Estados Unidos, pues nace de un fuerte sistema bipartidista, las emociones antagónicas detrás de ella no lo son.

Gran parte del atractivo de Trump se basaba en un mensaje clásicamente populista –una forma de política que está presente en todo el mundo–, que critica a las élites dominantes en nombre de la gente común.

La resonancia que tiene ese discurso implica que el tejido social en Estados Unidos se está deshilachando en sus bordes. Los sociólogos se refieren a esto como un problema de integración social. Algunos académicos argumentan que las sociedades están bien integradas solamente cuando la mayoría de sus miembros tienen vínculos cercanos con otras personas, creen que son respetados por otros y comparten un conjunto común de normas e ideales sociales.

Aunque la gente votó por Trump por varias razones, existe evidencia creciente de que mucho de su atractivo se basa en problemas de integración social. Al parecer, Trump aseguró un fuerte apoyo por parte de aquellos estadounidenses que sienten que han sido empujados a los márgenes de la sociedad dominante y quienes han perdido la fe en los políticos.

Esta perspectiva es relevante para entender por qué el apoyo a los políticos populistas ha ido aumentando en todo el mundo. Este desarrollo es objeto de un amplio debate entre quienes dicen que el populismo se deriva de las dificultades económicas y otros que enfatizan el conflicto cultural como la fuente del populismo.

Comprender la base del populismo es esencial para abordar su alza y amenaza a la democracia. Creemos que entender el populismo, no como el producto de problemas económicos o culturales, sino como resultado de que la gente se siente desconectada, no respetada y siente que su pertenencia a la sociedad es negada, dará lugar a respuestas más útiles sobre cómo detener su crecimiento y fortalecer la democracia.

 No solo en Estados Unidos

Un investigador y encuestador del partido Demócrata descubrió que el apoyo a Trump en 2016 abundaba entre las personas con poca confianza en los demás. En 2020, una encuesta encontró que “votantes socialmente desconectados eran más propensos a ver a Trump de manera positiva y apoyar su reelección que aquellos con redes personales más sólidas”.

Nuestro análisis de datos de encuestas de 25 países europeos sugiere que este no es un fenómeno puramente estadounidense.

Estos sentimientos de marginación social y la correspondiente desilusión con la democracia brindan a los políticos populistas de todos los matices y de diferentes países la oportunidad de afirmar que las élites dominantes han traicionado los intereses de sus ciudadanos trabajadores.

En todos estos países, las personas que participan en menos actividades sociales, desconfían de quienes les rodean y sienten que sus contribuciones a la sociedad pasan desapercibidas en gran medida, tienen mas probabilidades de tener menos confianza en políticos y baja satisfacción con la democracia.

La marginación afecta a la votación

Sentimientos de marginación social –reflejados en bajos niveles de confianza social, compromiso social limitado y la sensación de que uno no es respetado socialmente– están también relacionados con la decisión de la gente de acudir a votar y con la manera en que lo hace.

La gente que está socialmente desconectada tiene menos probabilidades de votar. Pero, si decide hacerlo, es mucho más probable que apoye candidatos populistas o partidos radicales, en cualquier lado del espectro político. Ese comportamiento es más infrecuente en personas que están bien integradas en la sociedad.

Esta relación permanece fuerte incluso después de otros factores, como el género o la educación, que quizás expliquen también el voto por políticos populistas.

Existe una correspondencia sorprendente entre estos resultados y las historias contadas por personas que encuentran atractivos a los políticos populistas. Desde votantes de Trump en el sur de Estados Unidos hasta partidarios de la derecha radical en Francia, una serie de etnógrafos han escuchado historias sobre fallas en la integración social.

Mensajes populistas como “recuperar el control” o “haz que América sea grande otra vez” encuentran una audiencia receptiva entre las personas que se sienten empujadas a los márgenes de su comunidad nacional y privadas del respeto que se les otorga a sus miembros.

Intersección de economía y cultura

Una vez que el populismo es visto como un problema de integración social, se vuelve evidente que posee raíces económicas y culturales que están profundamente entrelazadas.

La dislocación económica que priva a las personas de trabajos decentes las empuja a los márgenes de la sociedad. Pero también lo hace la alienación cultural nacida cuando las personas, especialmente fuera de las grandes ciudades, sienten que las élites dominantes ya no comparten sus valores y, lo que es peor, ya no respetan los valores por los que han vivido sus vidas.

Estos desarrollos económicos y culturales han formado la política occidental por mucho tiempo. Por lo tanto, los fracasos electorales de abanderados populistas como Trump no necesariamente presagian la desaparición del populismo

La suerte de cualquier político populista puede fluir y refluir, pero agotar la reserva de marginación social de la que dependen los populistas requiere un esfuerzo concertado de reforma dirigida a fomentar la integración social.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

 RV: EG..

 http://www.ipsnoticias.net/2021/01/populismo-estalla-cuando-las-personas-se-sienten-desconectadas-e-irrespetadas/

 

Nota  del blog  .Cada vez que  hay problemas siempre lo mismo desde la trastienda agitan la guerra de razas que es la guerra de los pobres  de todos contra todos . Ahora bien esto no llega a ningun lado a nivel  de armamento es como si sacaran navajas . .."La farsa insurreccionista que   presenció (...)el mundo entero ante  el Capitolio no es una sorpresa ni una anomalía. Este simulacro golpista, mezcla de esperpento y sublevación, es en cierto modo la culminación natural del ciclo político trumpista, nacido de una revuelta contra el establishment de la derecha norteamericana tras el colapso de 2008, y alimentado desde entonces por una colección de ansiedades -económicas, raciales, religiosas- que Trump ha sabido explotar pero que no puede en ningún caso resolver. Esa es la paradoja política que habita el corazón del trumpismo: gracias a su capacidad comunicativa y su carisma, Trump ha sabido representar la pulsión reaccionaria y la necesidad de afirmación que ha sacudido en la última década a la Norteamérica blanca y conservadora, llevándola al punto extremo de asaltar el poder legislativo estadounidense. Pero Trump, producto y artífice del mismo orden de la globalización neoliberal que generó el problema, nunca podría traducir esa ansiedad en un programa político real. Por eso el trumpismo lleva a la recreación permanente del conflicto: sin proyecto de sociedad ni orden alternativo, el trumpismo es conflicto puro, una revuelta contra un estado de cosas que en realidad solo busca preservar"  (1).


 Nota  (1) ver ...https://blogs.publico.es/otrasmiradas/43355/el-18-brumario-de-donald-trump/

 Y ver   https://rebelion.org/la-base-social-de-trump-es-producto-de-la-propia-historia-estadunidense/

jueves, 28 de enero de 2021

La guerra de Israel contra un cineasta .

La guerra de Israel contra un cineasta

Un niño palestino sostiene un cartel que culpa a Israel de la destrucción en el campo de refugiados/as de Yenín en abril de 2002. (Real World Photographs | Shutterstock).

La “única democracia de Medio Oriente” lleva 18 años de hostigamiento hacia un documentalista palestino por atreverse a mostrar los crímenes cometidos por el ejército israelí en 2002 en el campo de refugiados de Yenín.

María Landi

En marzo y abril de 2002, en el momento más álgido de la represión contra la segunda intifada palestina, el ejército israelí invadió las principales ciudades palestinas, incluyendo Yenín. La operación se llamó –en un típico ejemplo de esa tergiversación del relato tan cara a los sionistas− “Escudo Defensivo”. Después de bloquear el acceso al lugar, el 3 de abril las fuerzas de ocupación entraron en el campo de refugiados de Yenín con tanques, fuerzas especiales, unidades de comando y varias brigadas de reservistas; además, lo bombardearon por aire y tierra.

Cientos de milicianos palestinos lucharon agónicamente, armados solo con rifles semiautomáticos y rudimentarios conocimientos de guerra de guerrillas. Veintitrés soldados israelíes murieron en el ataque y decenas de palestinos/as fueron asesinados[1]. La destrucción fue casi total; el mujayyam tuvo que ser reconstruido enteramente con ayuda internacional (el único aporte israelí fue exigir que el ancho de los nuevos callejones permitieran el paso de sus tanques en una eventual invasión futura).

Algunos recordarán los llamados internacionales desesperados para que Israel permitiera a periodistas, observadores/as de derechos humanos y personal médico entrar al mujayam. Cuando por fin se levantó el sitio, uno de los que entró a documentar la destrucción fue el actor y cineasta Mohammed Bakri[2]. En su documental “Yenín, Yenín”, Bakri eligió la perspectiva de un joven mudo, habitante del campo, que corre silenciosamente entre los escombros para mostrar dónde los soldados israelíes ejecutaron a sus vecinos y dónde las excavadoras derrumbaron las casas, a veces encima de sus habitantes. Como anotó Jonathan Cook, es fácil deducir el significado de esa elección: cuando se trata de su propia historia, al pueblo palestino se le niega la voz; es testigo silencioso de su propio sufrimiento y abuso.

Desde el estreno del documental, Bakri ha enfrentado interminables batallas en los tribunales israelíes, acusado de difamar a los soldados que llevaron a cabo el ataque. Y ha pagado un altísimo precio personal y profesional: amenazas de muerte donde lo tildan de “nazi”, aislamiento, pérdida de contratos y un sinfín de facturas legales que lo han llevado casi a la bancarrota. La semana pasada, un tribunal del distrito de Lod ha dictaminado que el documental no puede volver a proyectarse en Israel y que todas las copias existentes deben ser recogidas y destruidas. Más aún: Bakri debe pagar 55.000 dólares (más 15.500 por gastos legales) de ‘indemnización’ a Nissim Magnaji, el oficial israelí demandante que participó en la masacre y aparece en la película durante cinco segundos. Magnaji es uno de los varios soldados participantes en la invasión de Yenín que llevan años demandando a Bakri. Ahora, tras la apelación de la defensa, el caso espera el fallo de la Suprema Corte de Israel.

Soldados israelíes en el campo de refugiados de Yenín el 20/4/2002 (IDF Spokesperson’s Unit/CC BY-SA 3.0).


“Un nervio abierto”

Sin duda escuchar los testimonios en el documental es desgarrador. Pero todo lo que hace Bakri es mostrar imágenes de soldados israelíes, tanques y vehículos blindados, de habitantes del mujayyam siendo arrestados y de la desolación general tras el ataque; en ningún momento hace una acusación explícita: las únicas voces que escuchamos son las de personas sobrevivientes.

En un artículo a propósito del fallo reciente, el escritor y activista israelí Miko Peled señalaba: «Cometer crímenes de guerra de todo tipo es una tradición muy arraigada en el ejército israelí. Se remonta a los primeros días de la era pre-estatal, cuando en 1948 las milicias sionistas se convirtieron en un ejército organizado en medio de la campaña de limpieza étnica de Palestina (…) Por eso hay tanta oposición a la película y al propio Bakri en Israel: él tocó un nervio abierto y, dado que es un palestino ciudadano de Israel, también es un nombre muy conocido entre los israelíes, que están furiosos con él. Bakri se atrevió a entrar en el campo y hablar con sus residentes sin mostrar lo que comúnmente se conoce como “el otro lado”.  Además, como queda muy claro a lo largo de la película, el espíritu de la gente del campo de Yenín permanece invicto.»

Peled recordaba también una entrevista −publicada el 31/5/2002 en el diario israelí Yediot Aharonot− que el periodista Tsadok Yehazkeli realizó a Moshe Nissim, apodado “el Oso Kurdo”, conductor de un buldócer del ejército; el soldado se hizo famoso durante la invasión del campo de refugiados por haber manejado su buldócer durante 72 horas seguidas, destruyendo casas sin preocuparse –así lo dijo− si estaban o no habitadas. El Oso hace afirmaciones –difundidas ampliamente hace 18 años− como: «Poco me importa el área de 100 por 100 metros que aplasté [el centro del campo]: en lo que me concierne, les dejé un estadio de fútbol para que puedan jugar»; «De lo único que me arrepiento es de no haber tirado abajo todo el campo»; «Nunca le di a la gente oportunidad de salir de las casas antes de pasarles por arriba con mi excavadora. Yo no esperaba»; «Me alegraba con cada casa que tiraba abajo, porque sabía que a [los palestinos] no les importa morir, pero les importan sus casas». Aunque estas declaraciones no aparecen en el film de Bakri, ilustran cuál era el clima entre las tropas israelíes que entraron al mujayyam. De hecho la unidad en la que operaba el Oso recibió una medalla, y él se convirtió en un héroe para las tropas.


¿Lealtad al opresor?

La también cineasta palestina con ciudadanía israelí Suha Arrar escribió: «Si la polémica que rodea a Mohammed Bakri revela algo es la profundidad del fascismo en el Estado de Israel, y su deseo de ocultar y distorsionar la verdad, mientras simultáneamente se jacta, como “democracia ilustrada”, de apoyar a artistas palestinos/as para que “cuenten su historia”. Pero, ¿qué tipo de historia podemos contar como cineastas: la historia palestina real, o una que simplemente se ajuste a la visión sionista?»

Según Arrar, el establishment israelí «quiere mostrarnos sólo como terroristas o caricaturas folclóricas. La exitosa serie televisiva Fauda es el ejemplo más flagrante: los personajes palestinos son retratados como terroristas o como traidores.» Al gobierno le encanta apoyar obras que ofrecen una imagen estereotipada y negativa de los palestinos como fanáticos o retrógrados que oprimen a sus mujeres (uso del velo, crímenes de honor, matrimonios arreglados); y de paso muestra que le da oportunidades a los cineastas palestinos, que con el éxito de sus películas en festivales internacionales terminan sin querer colaborando con el lavado de cara de Israel. La cineasta recordó, además, que aunque el 20 por ciento de la población de Israel es palestina, solo recibe el tres por ciento de los fondos estatales para la cultura.

Arrar relata su propia experiencia al recibir fondos públicos para su película “Villa Touma” en 2014: su exigencia de que el film fuera presentado internacionalmente como “palestino” le valió ataques de varios ministros e instituciones, que la acusaron de fraude y robo y quisieron obligarla a devolver los fondos recibidos. Según Arrar la situación ha empeorado mucho con los últimos gobiernos del Likud; en particular con la ex ministra de cultura Miri Regev, que entre otras cosas hizo aprobar la ley de “lealtad en la cultura” (para silenciar a artistas que no sigan la línea del gobierno extremista de Netanyahu), desfinanció al emblemático teatro palestino Al-Midan de Haifa y creó un fondo para apoyar la producción de cine en las colonias judías ilegales de Cisjordania ocupada.

Esto ha tenido consecuencias muy negativas para las y los creadores palestinos, que optan por una creciente autocensura o por emigrar adonde puedan trabajar con libertad. Algunos artistas como la propia Arrar han decidido –con gran perjuicio económico− no aceptar fondos estatales, porque «No queremos representar a un país que no nos representa a nosotros.»

En efecto, la peripecia de Mohammed Bakri y sus colegas es la lucha contra un Estado etnocrático obsesionado por invisibilizar a su indeseada población árabe y silenciar sus perspectivas críticas.

«La persecución política en Israel no sólo existe contra las y los activistas, sino también contra los artistas palestinos que tratan de hacer oír su voz. Esto se llama fascismo. Hay un profundo temor de escuchar la verdad, y la verdad es que hay todo un pueblo que aún vive bajo una ocupación militar, que está siendo oprimido diariamente. Es muy fácil construir una valla para esconderse de la verdad; pero ninguna de las vallas o muros cubrirá la realidad en la que vivimos. Como cineastas, continuaremos haciendo lo mejor para exponer esa realidad.», concluye Suha Arrar.

[1] Un informe de Human Rights Watch afirmó que al menos 52 personas palestinas habían sido asesinadas, denunció evidencia de crímenes de guerra cometidos por el ejército israelí (como ejecuciones extrajudiciales y uso de civiles como escudos humanos) y reclamó una investigación exhaustiva para determinar las responsabilidades.
[2] Mohammed Bakri es una figura de renombre en el cine palestino (y tres de sus seis hijos, también actores, son bien conocidos: Saleh, Ziad y Adam). Nacido en 1953 en un pueblo de Galilea y graduado en actuación y literatura árabe por la universidad de Tel Aviv, Bakri participó en numerosas obras de teatro y películas -palestinas, israelíes e internacionales- y recibió varios premios. Además escribió e interpretó cuatro obras teatrales unipersonales y dirigió cuatro documentales sobre la realidad palestina.

Publicado en el semanario Brecha el 22/1/21.

14F . Una puntualización sobre ellas .

 14F  ,

LDM .

Me parece que no va a cambiar nada fundamental .. el PSOE se sostiene en su  gobierno de coalición con UP  con el voto de ERC y los nacionalistas vascos y catalanes , cualquier cambio si no participa ERC no es posible  ,sea en gobierno de izquierdas en Cataluña , sea en uno independentista  , que puedan estar de acuerdo entre ellos , no olvidemos que hay elecciones porque no se entendieron y disolvieron el Parlamento , es MÁS si no hay acuerdo van a la repetición de elecciones  ; tampoco creo que tengan mayoría para un gobierno de izquierdas en Cataluña incluso por el sistema electoral que premia el voto provincial independentistas ..y la abstención  que habrá de los que antes votaron al Cs . Y si no se entendieron antes los independentistas  a elegir desde el Parlamento un presidente de la Generalitat , veremos ahora  , ya que  las elecciones para ellos son de nuevo un plebiscito no solo entre unitaristas e independentistas   sino entre ellos . Y así  una cosa son las elecciones y quedar mejor ; otra que al PSOE le interesa  presidir  EN ESTA LEGISLATURA  la Generalitat .. fuera de una victoria holgada entre ellos y  ERC  ,que no se dará . Los nervios de algunos vienen , sobre todo entre independentistas  porque  no es lo mismo que sea el PSC-PSOE  el más votado en Cataluña  , que lo fuera el Cs , siendo además que subir el PSC refuerza la acción  del gobierno central  pero por ser Illa   el gestor  central de  la  pandemia.   Gane quien gane  nadie tendrá mayoría y lo importante  es que haya una presidencia y gobierno que gobierne y apruebe presupuestos y gestiones los fondos europeos con rapidez .

 

martes, 26 de enero de 2021

Covid-19: España bajo el colapso económico.

Covid-19: España ya no tiene medios para reconfigurarse

 Spark

23 de enero 2001

Fuente . www .lci.fr .

A la vista de sus cifras epidémicas, teóricamente España ya debería haberse reconfigurado. Pero el país dice que ya no tiene los medios financieros para tal medida. El cierre de la primavera pasada provocó un desastre económico.

23 de enero 20:09 -

Brindis en el restaurante: esta escena es cosa del pasado para los franceses. Pero sigue siendo relevante en España. Y los clientes se benefician. "Es cierto que somos unos privilegiados, qué placer tomar una cerveza en la terraza. Nos ayuda a aguantar, de lo contrario nos volveríamos completamente locos", dicen.

En España, el encierro de la pasada primavera, uno de los más estrictos de Europa, sigue en la mente de todos. A medida que la epidemia comienza a aumentar de nuevo, algunos españoles creen que el gobierno debería imponer medidas más drásticas. "La prioridad debería ser frenar el virus y quizás considerar la opción de volver a contenerlo". Pero tal medida no está en la agenda.

Por ahora, el gobierno español se apega a las restricciones de movimiento entre regiones. A partir del lunes, el toque de queda en Madrid se adelantará a las 22.00 horas. Nos mantenemos bastante lejos del toque de queda francés, o incluso de la recontención general como en Portugal o Inglaterra.

Si el país no está listo para reconfigurarse es porque simplemente no puede permitírselo, según el profesor de economía Rafael Pampillon. “El primer encierro provocó un desastre económico sin precedentes. España es un país de servicios. Si volvemos a estar paralizados, restaurantes, hoteles y turismo, será muy difícil recuperarnos”, explica. él.

España tampoco dispone de fondos suficientes para compensar a las empresas y a los desempleados en caso de cese total de actividad. "No somos un país pobre ni un país rico. Si pudiéramos dar la misma ayuda que en Francia o Alemania, probablemente no habríamos reabierto todo", declara Josep Maria Argimon, secretario de la Agence de salud pública en Cataluña.

El país termina la semana con un historial de epidemia muy pobre con un promedio de 35.000 contaminaciones por día. Es casi el doble que Francia.

https://www.lci.fr/international/video-covid-19-l-espagne-n-a-plus-les-moyens-de-reconfiner-2176370.html

 Nota del blog .Tiene tela que  para enterarse  uno de esto  lo tenga que hacerlo  a través  de la prensa extranjera . Aunque se entiende para no provocara pánico . Ya que además en España las empresas  ´que pueden  hacerlo se resisten al teletrabajo  . Y Francia prepara a la opinión pública ante un posible tercer confinamiento .Pero por otras informaciones  que tengo , lo dudo . Mientras en Holanda hay revueltas callejeras contra los confinamientos .  Al mismo tiempo en Mediapart dicen:

 "Covid-19: l’ombre portée des dettes privées sur le système bancaire.

Alors que la congélation des économies européennes s’éternise, le risque que nombre d’acteurs privés (entreprises et ménages) ne soient plus en mesure de rembourser leurs prêts s’accentue. Tout le système bancaire pourrait s’en trouver fragilisé.".............


La economía española se contrajo un 11% en 2020, el mayor desplome desde la Guerra Civil . ( El País)


lunes, 25 de enero de 2021

En tiempos del milenio .

Milenarismo con retraso

DAVID TORRES

Todo el mundo esperaba el fin del mundo acompasado con el cambio de milenio por culpa de un desbarajuste informático y resulta que el fin del mundo se presenta ahora, con veinte años de retraso y además por medios exclusivamente analógicos. El viejo dilema entre lo digital y lo manual -ejemplificado entre los relojes Casio y los relojes de toda la vida- se ha resuelto a favor de la medida de tiempo tradicional: la manecilla, la arena, la clepsidra. No es serio imaginarse a los cuatro jinetes del Apocalipsis en moto, citándose en Tinder y compartiendo mensajes en Facebook, sino cabalgando a la antigua usanza, a uña de caballo, entre calaveras y guadañas, como una banda heavy metal de los ochenta.

El efecto 2000, en efecto, fue una chapuza clamorosa, más que nada porque no tuvo en cuenta que un fin del mundo como Dios manda requiere de jinetes apocalípticos: la Peste, la Guerra, el Hambre y la Muerte. La Guerra y el Hambre estuvieron ahí desde el comienzo de los tiempos, sólo que últimamente nunca salen en las noticias, y la Muerte siempre fue un asunto personal, aunque cada vez le da más por montar orgías, raves y acampadas multitudinarias. En cuanto a la Peste la tenemos encima desde hace más de un año y tampoco es que hayamos hecho mucho por detenerla, primero porque había que salvar la temporada veraniega, después porque había que salvar la Navidad y ahora porque hay que salvar San Valentín y la Semana Santa, que se anuncia más santa que nunca.

Los signos apocalípticos se suceden entre el estupor general, más allá de las predicciones de los Simpson: la erupción del Etna, un pequeño terremoto en Granada y uno bastante más gordo en la Antártida, notificado por la caída de un meteorito en Antofagasta, frente a la costa chilena. Todavía no hay una fecha prevista para el aterrizaje de naves extraterrestres, pero todo se andará, es cuestión de tiempo. Arrabal se adelantó 31 años con sus predicciones alcohólicas sobre el milenarismo en aquella divertida tertulia de Sánchez Dragó en la que no dejaba meter baza a nadie, igual que cuando se ponía a hablar de Bobby Fischer. Pensábamos que estaba borracho cuando decía a voces que el milenarismo iba a llegar y olvidábamos el hecho esencial de que los borrachos siempre dicen la verdad. También parecía que Arrabal iba de coña cuando era el único tertuliano que estaba hablando en serio.

Un cura de los salesianos, muy apocalíptico él, nos aseguraba a los chavales que teníamos mucha suerte, ya que íbamos a ser la generación que iba a presenciar en vivo y en directo el fin del mundo y la resurrección de los muertos. Hemos tenido que esperar un poco, pero no le faltaba razón al hombre. A lo mejor los números redondos no acaban de funcionar porque la Tierra no es una esfera perfecta sino achatada por los polos, según dicta la ciencia. Sin embargo, en contra de todas las evidencias científicas, cada vez más gente vuelve a creer que es plana y, para darles la razón, los polos se están derritiendo. Aquella vieja alternativa entre apocalípticos e integrados, preconizada por Umberto Eco, se está decantando claramente a favor de los primeros, sólo que Umberto Eco no tuvo en cuenta que la inmensa mayoría de los apocalípticos acabarían integrados, resignados en la certeza del final, y seguirían pirándose de compras, de bares y de fiestas mientras el mundo se va tranquilamente a la mierda.

domingo, 24 de enero de 2021

El olor a azufre de Carl Schmitt .

Trump, en Compostela

La derecha glotona, el neoconservadurismo, aprendería de Goldwater una lección fundamental: privatiza los servicios públicos, haz de la política un negocio, no tengas ningún escrúpulo, pero, sobre todo, no lo digas

Manuel Rivas  

La historia política de Trump comenzó en Santiago de Compostela, alrededor del año 1964.

En la ciudad apostólica había encontrado refugio Carl Schmitt, conocido como ‘kronjurist’ del nazismo, el principal artífice en la elaboración de la “arquitectura jurídica” del III Reich. En realidad, Santiago fue mucho más que un refugio. Tratado con el admirativo sobrenombre de Don Carlos, Schmitt encontró allí un hábitat obsequioso, el apoyo de las altas autoridades franquistas y una relación colaboracionista y afectuosa con catedráticos e intelectuales “victoriosos”, entre ellos, y en especial, el carlista Álvaro D’Ors, tan consecuente reaccionario como brillante romanista.

En 1962, Don Carlos fue condecorado y objeto de un gran homenaje organizado por el Instituto de Estudios Políticos, que dirigía en esa época un nuevo tanque del pensamiento autoritario autóctono, Manuel Fraga Iribarne (1). El acto tuvo lugar en Madrid, en la sede del partido único, el Movimiento Nacional, con la presencia de las jerarquías políticas, eclesiásticas y jurídicas. Todos honraron al teórico del “decisionismo” (los actos del Führer-Duce-Caudillo se traducen en ley), del “estado de excepción permanente”, la política como sinónimo de “guerra” (fría o caliente) y la consideración del adversario o disidente como “enemigo”. Y en su intervención, Carl Schmitt, Don Carlos, bendijo su propio homenaje como una “fiesta sagrada”.

En su retiro compostelano, en 1964, Don Carlos, siempre atento al ajedrez político mundial, mostró su interés y simpatía por un candidato a la presidencia de los Estados Unidos llamado Goldwater. Tenía fama de ultraconservador militarista. Pero había un matiz en el que se hacía notar de forma novedosa: quería privatizar y convertir en negocio los espacios ganados por el “estado de bienestar”  del tío Frank (Roosevelt, aquel peligroso populista de izquierdas) y fue el único candidato que se manifestó en contra de la Ley de Derechos Civiles. Tanta sinceridad sería la ruina de Goldwater.

La derecha glotona, el neoconservadurismo, aprendería de Goldwater una lección fundamental: privatiza los servicios públicos, haz de la política un negocio, no tengas ningún escrúpulo, pero, sobre todo, no lo digas. Guarda tu secreto. No lo vayas pregonando en una campaña. Goldwater cayó de culo, pero es reconocido como un precursor. Injertó en una única cepa lo que parecía un oxímoron: el neoliberalismo y el nacionalismo supremacista, negacionista, xenófobo, machista...Y todo el resto de atributos del canibalismo ilustrado.

Es de comprender la curiosidad de Don Carlos por este pavo llamado Barry Goldwater. A pesar del culto a los antepesados, le interesaba mucho el futuro. Él ya vio venir a Trump y al trumpismo. Es muy posible que Trump no tuviese ni idea de quien fue Carl Schmitt, pero todos los gurús, spin-doctors y aprendices de brujos que fueron armando en las últimas décadas el remake fascista, como el indultado Steve Bannon, lo tienen en un altar.

El fascismo de segunda mano lleva mucho azúcar, sal y grasa, aunque combina muy bien con el bliss point, el punto de perfume de los poderosos. Trump se fue parodiando un lema popular: “¡Marcho porque tengo que marchar!”. Pero la marca “decisionista”, también en muchos juristas, está en expansión. Los discípulos de Don Carlos, de allá y de aquí, practican una política con un estilo propio de la hostilidad bélica. En España, la derecha furiosa sigue tratando al gobierno democrático como un apestado ilegítimo. Así que cuando no prepara un golpe, prepara un churrasco. O viceversa.

 https://ctxt.es/es/20210101/Firmas/34795/neoliberalismo-Carl-schmitt-goldwater-trumpismo-manue-rivas-fraga.htm

Nota del blog .-(1)  Cuando las huelgas en Asturias  torturaron   salvajemente a los mineros  y   de ellas hubo un muerto  y raparon la cabeza a las mujeres de los mineros ante la protesta internacional  y de intelectuales  por las torturas  Fraga soltó aquello de que:  ""Parece, por otra parte, posible que se cometiese la arbitrariedad de cortar el pelo a Constantina Pérez y Anita Braña, acto que de ser cierto sería realmente discutible, aunque las sistemáticas provocaciones de estas damas a la fuerza pública la hacían más que explicable, pero cuya ingenuidad no dejo de señalarle, pues es claro que la atención que dicha circunstancia provocó en torno a sus personas en manera alguna puede justificar una campaña de truculencias como la que se orquestó. Vea, por tanto, cómo dos cortes de pelo pueden ser la única apoyatura real para el montaje de toda una «leyenda negra» o «tomadura de pelo», según como se mire.". ( Carta a José Berqamín ) (1). 

Tengo un librillo , encontrado en una librería de  libros  de   ocasión  de  Fraga ,  que es  del año 1952 titulado: ASI se gobierna ESPAÑA ,publicado por la Oficina de información diplomática , una apología total del franquismo , y de la Historia de España , peor aun que el texto de Formación del Espíritu Nacional  ,de las escuelas  de la época.. Su paso por la Falange ha sido borrado de su biografía online. No aparece en su currículum en la web del PP ni en su trayectoria en la del Senado. La red, sin embargo, guarda aún su rastro, y la nota del BOE en la que se dió a conocer su cese como Delegado Nacional de Asociaciones de Falange. El Boe publicó aquel cese el 9 de febrero de 1961. (2)

 



Tampoco fotos como esas se han perdido. 





sábado, 23 de enero de 2021

La historia desde abajo .


¿Por qué sobrevive la "historia desde abajo"?

Hernán Confino  

La «historia desde abajo», promovida por intelectuales como E.P. Thompson y Christopher Hill, modificó el modo de entender la historia desde una perspectiva de izquierda. La historiografía asumió rigurosidad y compromiso político, a la vez que evidenció que ciertas visiones «desde arriba» omitían a actores populares trascendentales para comprender el pasado y el presente. Los cambios globales en el mundo del trabajo y los desplazamientos ideológicos podrían haber horadado este modo de pensar la historia. Sin embargo, sus actualizaciones han mantenido viva a esta corriente que hace historia «al ras del suelo».

Pronto vamos a desaparecer, severamente juzgados;/pero sobre nuestra propia escoria se levantará/la obra de redención de los de abajo,/a la que consciente o inconscientemente/todos hemos cooperado (Mariano Azuela, Epistolario y archivo, 1991)

¿Quién extrae el cobre, el zinc, el cobalto, el oro y el carbón?/¿Quién hace crecer los granos de soja y cacao?/¿Quién hace el silicio? ¿Quién cocina la cena?/¿Cuáles son sus relaciones y fuerzas de producción? (Peter Linebaugh, «Tras la estela de Perry Anderson», Rey Desnudo, 2013)

Mariano Azuela nació en 1873, en Jalisco, México. Desde muy joven se interesó por las dos actividades que lo acompañarían durante el resto de su vida: la medicina y la literatura. La política lo alcanzó inmediatamente después. La revolución mexicana de 1910 lo envolvió y Azuela comenzó a servir como médico de la tropa de Julián Medina. El retrato más perdurable de su experiencia revolucionaria, Los de abajo (1915), una suerte de etnografía literaria de las huestes revolucionarias, es también la parábola de una desesperanza. En medio de su experiencia, Azuela retrató en su diario de campaña las diferencias internas que afligieron al bando insurgente. Si Los de abajo despertó lecturas contrapuestas y fue entendida, alternativamente, como una mordaz crítica al movimiento revolucionario o como un fresco descarnado de la inequidad social del México de principios del siglo XX, sobre una cuestión no hubo casi excepciones: la representación de «los de abajo» en la novela de Azuela era casi tan rupturista como su contexto de producción. Azuela explicó, tiempo después, las razones que habían motivado su particular retrato: «Formando parte, como médico, de las fuerzas revolucionarias de Julián Medina, compartí con aquellos rancheros de Jalisco y Zacatecas –ojos de niño y corazones abiertos– muchas de sus alegrías, muchos de sus anhelos y muchas de sus amarguras. Ahora han desaparecido casi todos ellos y quiero dedicar estos renglones a esa casta indómita, generosa e incomprendida que, si sabía sonreír para matar, sabía también sonreír para morir».

La novela de Azuela es única. La casta indómita, generosa e incomprendida que evoca, en cambio, bien podría estar integrada por los muertos cuyo recuerdo demandó Walter Benjamin en sus Tesis sobre el concepto de Historia o por los constructores invisibles a los ojos de aquel obrero de los versos de Bertolt Brecht que solo encontraba césares y reyes en su libro de historia. También podría estar conformada por el campesino ludita que rescató E.P. Thompson de la «prepotencia de la posteridad» o por los levellers y los diggers sobre los que escribió Christopher Hill en El mundo trastornado. El ideario popular extremista de la Revolución inglesa del siglo XVII (Siglo Veintiuno, 1998). Ya como enfoque, detrás de las inconformidades de Benjamin o Brecht, ya como tradición teórica, en las plumas de alto vuelo de Thompson y Hill, la mirada desde abajo expresó, desde sus comienzos, una disconformidad con la forma de narrar y de pensar el devenir histórico. Thompson lo planteó contundentemente en su ensayo History from below [Historia desde abajo] (1966) que, según Jim Sharpe, puso la historia desde abajo en la «jerga común de todos los historiadores»: allí criticaba el lugar que la historiografía británica había deparado a la «gente común», solamente «presentada como uno de los problemas que el gobierno ha tenido que manejar». En este punto, el compromiso político de Thompson no distaba mucho de las intenciones que habían animado las intervenciones de Benjamin o Brecht en el período de entreguerras: la disciplina histórica, antes que compendiar la historia de los grandes hombres y sucesos, debía procurar la redención de los oprimidos, de los invisibles, de los muertos.


Ese compromiso político convertido en tradición teórica, al decir de Harvey Kaye, a través de la pluma de los historiadores marxistas británicos incumbía directamente al oficio del historiador, que debía prescindir de la derrota política como premisa explicativa del proceso histórico y abstraerse de los modelos omnicomprensivos que consideraban el devenir histórico, en el caso de la ortodoxia marxista, como un desarrollo ontogenético de modos de producción. En su lugar, la investigación debía ir en busca de la cotidianeidad, los hábitos e imaginarios de la «gente común»: anteponer la explicación histórica a los modelos prescriptivos, saludar sus actos resistentes pero sin silenciar los momentos de conformismo. En resumen, la investigación debía iluminar el rol de «los de abajo» como actores del pasado. Ese conocimiento de «los de abajo», entonces, posibilitaba la transformación de las víctimas vencidas en actores conscientes de la historia. La disciplina histórica transmutaba, así, en productora de teoría social y se convertía en una herramienta política indispensable de la New Left británica, ofreciendo una mirada emancipadora alternativa en tiempos en que la bipolaridad de la Guerra Fría era presentada como única posibilidad explicativa. La prescripción revolucionaria se volvía, en los renglones escritos por los marxistas británicos, investigación empírica, conocimiento situado y explicación histórica.

Estos planteos prefijaron buena parte del sentido de los desarrollos posteriores de la historia social durante las décadas de 1970 y 1980, y despertaron ecos cada vez más críticos en la de 1990, a medida que comenzaban a leerse intensivamente en las universidades argentinas y latinoamericanas. Ahora bien, si los escritos «clásicos» sobre historia desde abajo tenían interlocutores claros –dentro y fuera del marxismo– en el contexto de la Guerra Fría, más trabajoso resulta dilucidar qué herramientas aporta hoy este modo de interpretar, y escribir, la historia.

A principios del siglo XXI, horadada la etapa discursiva de la explicación histórica, hubo un resurgimiento de la historia desde abajo. Si bien la consideración del lenguaje como estructurante de la realidad histórica (y no como mero reflejo exterior a ella) permitió una mayor densidad en el estudio de los proyectos políticos alternativos, tuvo como saldo negativo, según la historiadora italiana Simona Cerutti, «la disolución de ‘lo social’ en sus dimensiones discursivas». La caída del Muro de Berlín no implicó el mutismo de la historiografía ni el fin de las ideologías. La publicación en 2001 de Essex Pauper Letters (1731-1837) del historiador británico Thomas Sokoll habilitó a que Tim Hitchcock saludara, en su reseña sobre la obra, el surgimiento de una «nueva historia desde abajo». Las cartas de los pobres recopiladas por Sokoll demostraron «que los pobres reconocieron y utilizaron un poderoso sentido de agencia en sus tratos con el Estado británico». La voz de los pobres, puesta al servicio de la restitución de la racionalidad de esos mismos pobres, recordaba la empresa de Hill sobre la revuelta dentro de la revolución inglesa o los trabajos sobre la «economía moral de la multitud» de Thompson. La historia debía escribirse «a ras del suelo». Este «resurgimiento», como no podía ser de otro modo, alentó nuevas preguntas sobre la historia desde abajo quizá porque, como dijo Marc Bloch en su relectura del afamado proverbio árabe, «los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres».

 En los últimos años, los debates sobre la historia desde abajo se concentran en dos puntos centrales de su desarrollo previo: los actores estudiados y la escala propicia para hacerlo. En cuanto al primer tópico, los análisis se dirigen a problematizar aspectos centrales de este modo de entender la historia. Detrás de la pregunta who is below? [quién está abajo], este (re)enfoque de la historia desde abajo deconstruye la noción de agency, como acción consciente pero también como capacidad de actuar, y complejiza la imagen del todo social, más allá de la dicotomía entre patricios y plebeyos, o entre burguesía y proletariado. Además, otras intervenciones de la última década se preguntan por la posibilidad (y deseabilidad) de transcender la demarcación socioeconómica en favor de incluir a las mujeres en el «abajo» de la sociedad patriarcal. El giro espacial, «que suplantó en algunos casos la lucha de clases por la lucha de los lugares», y el paradigma de la comunicación, que tanto énfasis hizo en circuitos de sociabilidades, conspiran, tal como lo planteó Cerutti, contra el entendimiento de agency como «contrahegemonía consciente». Esto lleva, por ejemplo, a que se desatienda la lucha de clases como motor de la historia y se discuta la misma noción de «cultura popular»: ¿se precisa una derrota previa para la reconstrucción desde abajo? ¿Debe esta cultura, para ser considerada popular, haber sido invisibilizada? ¿Puede la cultura popular despojarse de la lucha de clases en la que los marxistas británicos la habían inscripto? Ciertamente, estas preguntas marchan en sintonía con la advertencia premonitoria que oportunamente había lanzado Tony Judt a fines de la década de 1970, sobre los riesgos de una historia desde abajo despolitizada, que llevara a la fragmentación de la comprensión histórica y transformara una mirada de la acción (acción política de sus escritores y agency de sus objetos de estudio) en una suerte de antropología cultural retrospectiva y nostálgica.

Por otro lado, la renovación historiográfica de la historia desde abajo se da en solidaridad con otra perspectiva más reciente, heredera consciente del mundo globalizado: la de la historia global. Quienes hacen historia global debaten la viabilidad de considerar el surgimiento del capitalismo como un fenómeno meramente nacional. La «historia global desde abajo», entonces, desliza la mirada de la subalternidad hacia otros espacios y enfoques de análisis. Entre estos, quizá el más relevante, por su ambiciosa pretensión explicativa, sea el estudio de los vínculos y las circulaciones atlánticas que tuvieron «los de abajo» entre los siglos XV y XVIII, y que contribuyeron al surgimiento del capitalismo moderno. En 2000, un año antes de la publicación del libro de Sokoll, dos historiadores thompsonianos, Peter Linebaugh y Marcus Rediker, publicaron La hidra de la revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico. Allí decían: «Nuestro libro dirige la mirada desde abajo. Hemos intentado recuperar algo de la historia perdida que habla de una clase multiétnica que fue esencial para el surgimiento del capitalismo y de la economía global moderna». ¿Por qué esa historia, esencial para el surgimiento del capitalismo, había sido invisibilizada? Los historiadores sostenían una doble causalidad: en primer punto, por la represión que habían sufrido los marineros, los esclavos y los campesinos sobre los que trataba el libro. En segundo punto, «por la violencia de la abstracción utilizada a la hora de escribir la historia». Las denuncias historiográficas de Linebaugh y Rediker, deudoras de la crisis de los grandes relatos pero también de las viejas peleas de Thompson con el estructuralismo, eran absolutamente consistentes, por ejemplo, con las que había esgrimido éste en La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963). Se modificaba la perspectiva, que ya no estaba puesta en la génesis del capitalismo inglés como modelo clásico de acumulación originaria, sino en los contactos entre una miríada de desposeídos que colmaron los barcos que, desde el siglo XVI, triangularon entre Europa y América y fueron la tracción a sangre que precisó el naciente capitalismo para su acumulación y despegue. La escala de indagación cambiaba y focalizaba en intercambios y circulaciones. El proceso resultante, por tanto, también se modificaba. La empatía por los vencidos, en cambio, se mantenía intacta.

 Si existe un hilo invisible que traza, a modo de «línea torcida», algún tipo de genealogía entre las intervenciones de Azuela, Benjamin, Brecht, Thompson, Hill, Sokoll, Hitchcock, Rediker y Linebaugh, este se encuentra, no en el método ni en el registro, sino en las premisas políticas que animan sus escritos. La mirada desde abajo muestra, como ninguna otra, que la historia académica no puede, ni debe, escribirse desde la neutralidad. Quizás por eso, como enfoque, la historia desde abajo ha logrado sobrevivir al ocaso de su tradición teórica, fuertemente ligada a las disputas político-intelectuales de la Guerra Fría que enmarcaron su surgimiento, y aún es capaz, con una vitalidad que trasciende la melancolía de los anaqueles, de dar cuenta de los proyectos políticos emancipadores que se alzaron en los últimos siglos.

 Cuando le preguntaron a Azuela para quién había escrito Los de abajo, el escritor mexicano no dudó: «Salíamos con los jirones del alma que nos dejaron los asesinos. ¿Y cómo habríamos de curar nuestro gran desencanto, ya viejos y mutilados de espíritu? Fuimos muchos millares y para estos millares Los de abajo (…) será obra de verdad, puesto que ésta fue nuestra verdad». Justamente hoy, en un presente en el que es menos imaginativo pensar el fin del mundo que divisar uno sin capitalismo, resulta aún más apropiado sumergirse en la reconstrucción histórica de las luchas de nuestro pasado y arrebatar, desde el suelo, las verdades humanas del fresco catastrófico que paralizó al ángel de la historia.

 Hernán Confino  es becario postdoctoral en el CONICET.

Fuente:https://nuso.org/articulo/la-historia-desde-abajo-notas-sobre-una-pervivencia/?utm_source=email&utm_medium=email