Xavier Domènech: “El
‘procés’ y la España vaciada son expresiones de un Estado que no reconoce la
plurinacionalidad”
El historiador advierte que “sólo desde la asunción de la
plurinacionalidad se pueden construir gobiernos estables” en la izquierda
española ante el panorama actual
El historiador advierte que “sólo desde la asunción de la
plurinacionalidad se pueden construir gobiernos estables” en la izquierda
española ante el panorama actual
IÑAKI PARDO TORREGROSA,
Xavier Domènech (Sabadell, 1974) dejó la política
institucional y sus cargos en Podemos Catalunya y Catalunya en Comú en
septiembre de 2018 después de tres años intensos y convulsos en los que fue
diputado del Congreso –su espacio fue la fuerza más votada en las elecciones
generales de 2015 y 2016– y del Parlament de Catalunya, donde entró después del
octubre catalán y de la aplicación del 155.
Decidió volver a la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB),
al departamento de Historia Moderna y Contemporánea, y hace poco puso en marcha
junto a otros exdirigentes políticos de la izquierda catalana el think tank
Sobiranies. Durante 2019 disfrutó escribiendo lo que él considera un libro con
“voluntad analítica”, el ensayo Un haz de naciones. El Estado y la plurinacionalidad
en España (1830-2017) (Península), que se acaba de publicar. El título se debe
a una frase de un artículo sobre la centralización del Diario de Barcelona de
1854 de Joan Baptista Guardiola:
“Que la raza española no es una sola; que el idioma en
España no es uno solo; que el clima no es uno solo; y que la historia no es una
sola: esto es, que en España los elementos constitutivos de su personalidad
nacional no son uniformes sino variados, y que no hay en ella, por tanto, un
solo pueblo, una sola nacionalidad, sino varios pueblos, varias nacionalidades:
que España no es, en el riguroso y buen sentido de la palabra, una sola nación,
sino un haz de naciones”.
¿Sigue vivo el procés?
Tal y como lo hemos conocido ya no existe. Siguen los
problemas que lo originaron y los que se generaron durante el mismo. También
los anhelos y sus consecuencias. Todo eso sigue vivo y una parte importante de
la población de Catalunya sigue queriendo la independencia. Además, están los
presos. Pero el procés que conocimos ya no está.
¿Por qué?
Hay un ejemplo muy evidente. Durante el procés siempre se
miraba al futuro, se marcaba un horizonte con aquello que tenía que venir. A
veces se planificaba a 18 meses vista, había hojas de ruta pautadas... y ahora
hace mucho tiempo que no se mira al futuro, incluso se mira al pasado y se
debate sobre lo que pasó en octubre de 2017 y lo que debería haber pasado. Pero
eso no quiere decir que hayan desaparecido los problemas.
¿Dónde sitúa el origen del conflicto?
Hay dos vectores de análisis. Uno empezó hace unas décadas y
es la crisis de las soberanías. Es la gran cuestión de esta época y toma
diversas formas. En algunos lugares toma la forma de cuestiones o encajes
nacionales irresueltos o de reconocimientos nacionales no realizados. Se ha
visto en Catalunya, Escocia o Canadá. Pero eso es una crisis de los procesos de
globalización y de las transformaciones del estado contemporáneo. Ese es un
vector que nos afecta como catalanes, pero no es nuestro y, como decía, tiene
diversas expresiones en diferentes lugares. Es un vector de época. Pero todo
esto no pasa en medio de la nada, pasa en medio de una historia con unas raíces
profundas. Uno puede ver el momento clave en la sentencia del Tribunal
Constitucional de 2010 sobre el Estatut y otro puede ver el origen en 1714,
cuando España deja de ser un país compuesto.
El ‘procés’ tal y como lo hemos conocido ya no existe”
En el libro toma otro punto de partida.
Yo me sitúo en la configuración del Estado liberal español,
a mediados del siglo XIX. Se conforma un Estado enormemente centralista en uno
de los países con mayor pluralidad protonacional de Europa. En el último tercio
del siglo XIX, a medida que se configura el Estado-nación español centralista,
monárquico y sin reconocimiento de los derechos de los ciudadanos, emergen
proyectos políticos nacionales alternativos. Aparecen el catalanismo, el
nacionalismo vasco, el galleguismo o el andalucismo y se genera una dinámica
plurinacional en el Estado español. El libro recorre diferentes etapas, también
analiza estas problemáticas en la Segunda República o en la transición.
¿Cuál cree que es el momento más decisivo para el procés que
hemos conocido nosotros?
Cada momento tiene sus características. En la Primera
República, en 1874, se da el momento iniciático. Intento explicar que es el
gran momento de posibilidad de una reconfiguración de las bases del Estado
español a partir de la idea de soberanías compartidas, un reconocimiento de las
soberanías territoriales y una ampliación de la democracia muy potente en
términos políticos y sociales. El fracaso de esa experiencia explica en gran
parte la emergencia de los proyectos nacionales alternativos en el Estado. Hay
otro momento en la Segunda República que es muy importante porque gran parte de
las características de lo que vivimos hoy están ahí: el nacimiento del primer
modelo autonómico en el caso de Catalunya o el nacimiento de los principios
básicos de la constitucionalidad como el hecho de que los estatutos sean bloque
de constitucionalidad. El otro gran momento evidentemente es en 1978. Se
intenta dar una solución de una cierta ambivalencia y ambigüedad a los
programas nacionales que acaba siendo lo suficiente ambigua como para permitir
lecturas unilaterales desde el centralismo. Y después están las tres grandes
crisis territoriales del siglo XXI, el plan Ibarretxe, el procés y el fenómeno
de la España vaciada. Son expresiones de una problemática y de una dinámica
política de un Estado que no reconoce su propia diversidad plurinacional y territorial.
No es solo un problema de lo plurinacional. El tema de la España vaciada va
ligado. Teruel Existe no quiere una nación, pero sí reclama que los grandes
partidos nacionales españoles representen sus demandas.
El fracaso de la Primera República explica en gran parte la
emergencia de los proyectos nacionales alternativos en el Estado”
¿Será Catalunya independiente? En el libro dice que no lo
es, todavía.
Digo que no lo es todavía porque el futuro no está escrito.
Explico porque no ha pasado, pero no digo que no pase. La dinámica política se
ha basado en la cultura de la victoria y la derrota, la victoria de unos y a
derrota de otros y no en la mirada al futuro y eso no significa que se haya
acabado. En el futuro todas las posibilidades están abiertas. Los partidos de
Estado tienen que tener claro que si quieren mantener a Catalunya necesitan
nuevos pactos. Se puede explicar políticamente que ha sido todo un soufflé, que
ha sido un juego de élites. Evidentemente hay intereses. Todo eso es evidente.
Pero intento explicar que no es una cuestión táctica o estrategia política o de
mantenimiento de poder, sino que hay un problema de raíz profunda. Y si no
capaces de encararlo y solucionarlo no quiere decir que desaparezca. Seguirá
existiendo y puede tener expresiones diversas en realidades históricas
cambiantes. Es difícil que Catalunya sea independiente en esta época, pero eso
no quiere decir que no lo vaya a ser en el futuro. Y quien quiera caminar hacia
un nuevo proyecto conjunto debe tomar conciencia de eso, no sólo de cómo se
ganan unas elecciones. Conciencia de cómo se puede ganar un proyecto común.
El soberanismo catalán y el independentismo deben caminar hacia
la construcción de agendas compartidas con otros soberanismos del Estado”
¿Qué salida tiene el independentismo ante la negativa del
Estado a abordar la autodeterminación?
La idea de la posibilidad de desconexión, a mi juicio, ya
está agotada después del octubre de 2017. Hay un poder enorme de afirmación, de
movilización, de construcción y de dominio de la institucionalidad. Pero hay
que seguir el camino que dibujan otros soberanismos del Estado. Hace unos años
era impensable el papel que están jugando en la dinámica estatal EH Bildu o el
BNG. El soberanismo catalán y el independentismo deben caminar hacia la
construcción de agendas compartidas con otros soberanismos del Estado, que
probablemente no compartirán toda la agenda, pero una parte importante sí es
común. No veo otra salida.
En el libro explica que el catalanismo siempre quiso
reformar España. ¿Es esa la senda a recorrer?
Sí, pero ahora también lo siguen matrices nacionalistas que
no estuvieron nunca en ese juego, como es le caso del nacionalismo vasco en su
expresión abertzale y en su versión más conservadora. Ambas están jugando ese
papel. En 2011 hubo un récord. Nunca había habido tantos diputados en el
Congreso que representaban un proyecto nacional alternativo o regionalista. En
2015 y 2016 esa cifra menguó por el resultado de Podemos y sus confluencias,
que abrieron un horizonte de esperanza plurinacional, pero en 2019 se ha batido
el récord de nuevo. Ahora incluso se defienden provincias como, el caso de
Teruel Existe. Es evidente que eso tarde o temprano lleva a una reconstrucción
o transformación, sino una nueva formación del pacto territorial. Pero también
del pacto político, social y democrático. Uno tiene que decidir si quiere estar
o no en ese proceso. Pero estar es estar en el vacío y en la nada. No creo que
haya campo fuera de ese proceso para el desarrollo, hay que participar. No se
puede pretender solo que el Estado solucione o no una demanda y si no lo hace
rechazar al Estado. No te puedes quedar fuera y esperar que el Estado lo
solucione. Hay que transformar la realidad y el propio estado. Ese es el gran
reto de todos, la transformación del propio Estado.
En el libro expone que aunque el pensamiento de José Ortega
y Gasset no triunfó durante la Segunda República, sí lo hizo después. ¿El PSOE
debe elegir entre lo que proponía Ortega y Gasset o el camino que marcó Manuel
Azaña? Pedro Sánchez citó al segundo en su último discurso de investidura.
La configuración inicial del Estado en 1978 no es
centralista ni regional sino que es un Estado que puede tener autonomías. No se
define el modelo territorial, eso llegará poco después con el despliegue de los
estatutos. Pero desde 1978 hasta ahora, menos en el momento originario, hay
mucha influencia de los hijos de Ortega y Gasset y del pensamiento del
filósofo, con su idea de la ‘conllevancia’, de tolerar al otro para no
construir a partir del otro y la idea de erigir el Estado central como el gran
rector ante la posibilidad de que haya poderes autonómicos. Para mí el camino
de Ortega y Gasset ya es un camino agotado para las izquierdas españolas,
porque les lleva a no gobernar. Ahora mismo la suma de las fuerzas
territoriales hace muy evidente que solo hay dos alternativas en términos de
configuración de poder en el Estado. Una es la que pasa por las tres derechas
-PP, Ciudadanos y Vox- y la otra pasa por la plurinacionalidad. Solo desde la
asunción de la plurinacionalidad se pueden construir gobiernos estables. Si no,
se construyen a partir de mayorías y correlaciones de fuerzas que se unen
puntualmente por el temor de que gobierne la derecha. Y un gobierno configurado
sólo en base a los temores puede tener poco futuro.
Solo hay dos alternativas en términos de configuración de
poder en el Estado. Una es la que pasa por las tres derechas y la otra pasa por
la plurinacionalidad”
¿Hemos pasado entonces del bipartidismo de PP y PSOE, que
primero fue UCD y PSOE, a la dicotomía entre la mayoría de la moción de censura
que echó a Mariano Rajoy y la mayoría de Colón y de los tripartitos de la derecha?
Hay una idea alternativa a esos dos caminos. La ensayó el
PSOE en la repetición electoral de 2019, cuando buscaba una vía que no le
aboque a la asunción de la plurinacionalidad y las transformaciones que eso
conlleva. No salió como esperaban, que Ciudadanos creciera. Subió Vox. Ahí está
la respuesta a si hay otra alternativa a esa disyuntiva. Al menos ahora no se
ve en el horizonte. O se toma como modelo la configuración que se dio en
Andalucía o se asumen mayorías alternativas, que si quieren estables tienen que
asumir transformaciones a medio plazo mucho más profundas de lo que se está
haciendo hasta ahora.
¿Cómo se puede concretar hoy el proyecto plurinacional y
federal en España?
Tiene que haber una aceptación de la plurinacionalidad y eso
tiene elementos de federalismo y de confederalismo. Los problemas no se
solucionan con una construcción más profunda del Estado de las autonomías, que
no es un Estado federal. Se podía pensar cuando nació que era un suelo por el
que transitar y no un techo y que España se podía convertir en un Estado
federal. De hecho, hubo autores y políticos que defendían que ya era un Estado
federal, pero tal y como ha evolucionado no lo es. La única vez que aparece la
palabra federación en la Constitución de 1978 es para prohibir de forma
específica la posibilidad de que las autonomías se federen. El Estado debe
asumir la plurinacionalidad y que no es solo una cuestión cultural sino también
de soberanías.
¿Y cómo se llega a ese punto?
En el libro dibujo varias vías de salida. Hay muchas. Puede
haber una implosión del Estado o la independencia de Catalunya en un futuro
indeterminado. Puede haber una vía de intentar un reformismo más o menos plural
dentro del Estado autonómico, pero lo veo muy complicado. O por otra parte se
puede llegar a un nuevo momento constituyente. Aunque a estos momentos
constituyentes a veces no se llega por la capacidad de propuesta sino por la
incapacidad de propuesta. Lo estamos viviendo ahora con el caso de la monarquía,
que tiene que ver con la degradación de un sistema político y con una crisis de
legitimidad creciente. Si no construyes una propuesta alternativa a eso puede
acabar implosionando el sistema.
Si quieren estables las mayorías alternativas a la derecha
tienen que asumir transformaciones a medio plazo mucho más profundas de lo que
se está haciendo hasta ahora”
Asegura que el PSOE no es un partido federalista y que nunca
lo ha sido a pesar de algunos de sus posicionamientos.
Cada uno puede ser lo que quiera independientemente de lo
que digan los demás, pero durante sus gobiernos desde 1978 asta ahora no ha
habido ninguna evolución federal del Estado. Si ellos dicen que lo son, yo no
entraré a discutirlo. Pero para mí su matriz no lo es en la medida que la
mayoría de las izquierdas se conformaron a partir de una matriz federal,
mientras que el PSOE lo hizo a finales del siglo XIX desde una matriz
diferente. Surgen de la versión más mecanicista del socialismo de la Segunda
Internacional. No vienen de las raíces propias de España. Para simplificarlo,
se da una paradoja. El PSOE es un partido socialista y obrero y hasta los años
80 del siglo XX, con el PSC, no consigue una base sólida en Catalunya. El
espacio del Estado con más proletariado es donde menos presencia hay del PSOE
durante el siglo XX. Eso seguramente tiene que ver con el hecho de tener una
lectura más importada que propia. Y el PSOE sí ha tenido pensadores y figuras
federalistas, pero su matriz no lo es. Creo que la Declaración de Granada de 2013
se explica por la relación del PSOE con el PSC, creo que viene más de la
dialéctica del PSOE con su partido catalán, que sí necesita eso. De hecho, creo
que esa declaración se hace en gran parte a cambio de que el PSC deje de
defender el referéndum y el derecho a decidir de Catalunya. Ese es el
compromiso, pero el PSOE no aplica luego la declaración. No ha habido ningún
paso efectivo más allá de ese texto.
Hace poco vimos como Pablo Iglesias e Irene Montero usaban
como foto de portada en sus redes la imagen de una escultura en homenaje a la
Primera República de una plaza de Barcelona, que además también incluye un
homenaje a Francesc Pi i Margall, uno de sus presidentes e intelectual
federalista. ¿Sigue vigente su proyecto?
El republicanismo federal de mediados del siglo XIX era de
raíz igualitaria, igualitarista y muy catalana. Ese movimiento se enfrentó a
las grandes problemáticas de fondo. El libro empieza con un capítulo que se
llama “El viaje de Lluís Companys”. Su declaración de 1934 se ha leído muchas
veces como una declaración de independencia de Catalunya, pero no lo fue.
Proclamó “el estado catalán dentro de la república federal española”, que es
exactamente la fórmula de la Primera República. Companys señaló de forma clara
que había un problema de origen que requería un cambio radical de la propia
concepción del Estado. El libro se fija más en la configuración del Estado
español como problema marco. Si no se soluciona eso, difícilmente
solucionaremos otros problemas. Es un gran símbolo que hayan puesto esa foto.
Cuando el republicanismo federal se agota en el siglo XIX sus hijos e hijas
caminan por muchos espacios, como el anarcosindicalismo. Hay una gran herencia
del republicanismo federal. De hecho, el mapa del republicanismo federal es el de
la CNT posterior, prácticamente, en el arco mediterráneo. Pero también hay una
parte que desemboca en el catalanismo, en el andalucismo o en el galleguismo…
Probablemente a partir de todos esos sujetos políticos, nacionales y sociales
se puede encontrar la solución volviendo al problema matriz que expresaba de
forma muy clara el proyecto de Pi i Margall.
El republicanismo federal de mediados del siglo XIX era de
raíz igualitaria y muy catalana. Ese movimiento se enfrentó a las grandes
problemáticas de fondo”
¿Por qué cree que sólo se acepta la cesión de la soberanía
si es hacia arriba y no hacia abajo.
En algunos discursos de Pedro Sánchez que ataca al
independentismo se ve. Después de la sentencia del Tribunal Supremo contra los
líderes del independentismo el presidente del Gobierno dijo que era un
movimiento que estaba fuera de época porque estábamos en la época de las no
fronteras y de las soberanías compartidas. Es muy sorprendente escuchar a
dirigentes políticos hablar de soberanías compartidas si hablan del marco
europeo y en cambio cuando hablan del marco estatal se refieren a la soberanía
como indivisible, absoluta e inalienable, algo prácticamente monárquico. Hay
una dificultad enorme de aceptar la posibilidad de soberanías compartidas a
nivel de Estado. Hacia arriba se ve muy claro que la construcción de un pacto
se tiene que hacer a partir de compartir soberanías y hacia abajo no se acepta
esa lógica. Cuanto más se habla de construir un proyecto de soberanías
compartidas a nivel europeo más insostenible es seguir pensando que hay un solo
demos existente en España.
Y Ver .. Xavier Domènech: ''El coronavirus ha puesto de manifiesto que el sistema autonómico es fallido"
Nota del blog ..No es solo el que habla del estado autonómico fallido por el coronavirus sino que la polémica esta en toda la prensa (1) Pero como bien dice ..en esta entrevista en la SER...
" El estado autonómico está fallido, con los recortes draconianos de 2008, que afectaban directamente a las competencias de las comunidades. Es un estado que no ha renovado la financiación autonómica desde 2014, aunque por ley debía hacerlo. El coronavirus ha puesto en evidencia que el modelo está en crisis desde hace mucho tiempo."
(1) https://www.eldiario.es/contracorriente/tarde-jugando-fuego_132_6178247.html
Y como dice un comentario 41 Adiro.."De esta pandemia tendremos que extraer importantes conclusiones, pero sin duda la primera de ellas debe ser que un Estado serio y fuerte debe mantener ciertos servicios esenciales de Protección Civil garantizados para momentos de emergencia nacional y crisis profunda. El Ministerio de Sanidad debe recuperar su papel como controlador, gestor y coordinador de unos recursos hospitalarios que han de llegar a todos los ciudadanos por igual. No se trata necesariamente de centralizar, sino de coordinar recursos humanos y materiales, de implantar protocolos de actuación de obligado cumplimiento, de redistribuir equitativamente los fondos siempre escasos. En definitiva, de organizar con racionalidad un Estado que al parecer no teníamos. Ni siquiera disponíamos de una tarjeta sanitaria común y válida para todos los ciudadanos en todo el territorio nacional, como ocurre en la mayoría de los países del mundo. También en eso somos raros. Es intolerable que mientras en una comunidad autónoma hay camas vacías de sobra en otra esté muriendo gente en los pasillos de los centros sanitarios por falta de asistencia. Como tampoco se puede admitir desde un mínimo sentido común que un presidente de comunidad autónoma, por muy nacionalista de lo suyo que sea, impida el paso de hospitales de campaña del Ejército o de unidades militares de desinfección que solo tratan de salvar vidas humanas. Por no hablar del desastre de las residencias de la tercera edad en la Comunidad de Madrid, donde más de 4.000 personas han perdido la vida en instalaciones privatizadas que ahora sabemos funcionaban en condiciones higiénicas tercermundistas".