Acoso y derribo a la democracia
Jacinto Morano
La familia de Pablo Iglesias e Irene Montero (con sus hijos
pequeños) ha tenido que abandonar su lugar de vacaciones a la vista de los
insultos, las amenazas y el acoso que estaban padeciendo. Ha sido noticia en
todos los telediarios, pero la desgracia es que no es noticioso, porque estaban
en ese lugar intentado escapar de los insultos, amenazas y acoso que llevan
sufriendo meses en su domicilio (domicilio aireado, en contraste con los de
todos los líderes políticos, hasta la náusea por todos los aparatos mediáticos
que en el mundo son). Y ni siquiera son actos aislados. Sumemos las agresiones
a la ministra de Trabajo, los destrozos en el coche de la directora del
Instituto de la Mujer, el hostigamiento a la portavoz de Unidas Podemos en el
Parlamento Europeo y a Juan Carlos Monedero…
¿Muestras de solidaridad de los adversarios? Muchas. Pero
con la boca pequeña. Y con el inevitable
“pero...”. Es sorprendente cómo la derecha española (la de la Ley
Mordaza) se apresura a equiparar un acoso sistemático, insistente y planificado
en las esfera familiar de líderes políticos con la protesta social, las
movilizaciones puntuales y no violentas de protesta por determinadas políticas.
Significativamente con el movimiento anti desahucios y por la vivienda digna.
Sirve para un doble objetivo: deslegitimar la protesta social (es lo mismo que
un acoso) y mandar un mensaje claro a sus huestes escuadristas: sigan,
aprieten, denles, que en el fondo se lo merecen.
La apuesta es clara: además de hostigar al adversario a ver
si se aburre y manda todo a paseo (no lo van a conseguir), generar un clima que
asocie la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno con una tensión
intolerable. La mera presencia. Porque, ¿qué reivindican los acosadores? ¿Cuál
es su petición? ¿Protestan acaso contra la modificación de los ERTE por el
Gobierno, que ha amortiguado la destrucción de empleo durante la pandemia y que
los líderes empresariales y de derechas, que se opusieron a ella, piden
prorrogar (con las crisis se te pasa el neoliberalismo)? ¿Contra el incremento
en la inversión pública en sanidad y educación que el Gobierno del Estado ha
garantizado a las comunidades autónomas? No, en absoluto. No es una medida o
una política lo que les subleva. Es la mera existencia del Gobierno de coalición
y la presencia de Unidas Podemos en el mismo.
Porque el hecho de que Unidas Podemos y, en concreto, Pablo
Iglesias estén en el Gobierno es algo inasumible para la derecha patria.
Independientemente de lo que haga o deje de hacer. La democracia para los conservadores
españoles (que desde el siglo XIX han admitido sistemáticamente decenas de
conspiraciones contra las libertades democráticas con tal de evitar el acceso
al poder del enemigo) es una democracia con asterisco. Se acepta mientras no
gane alguien que quiera cambiar las cosas. El filósofo Carlos Fernández Liria,
cuando hablaba de los países latinoamericanos, afirmaba que la democracia era
“el intervalo entre dos gobiernos de izquierdas”. Eso es precisamente lo que
piensa la derecha española.
En el lógico y rico debate ocurrido en los últimos años en
la izquierda transformadora española sobre la adecuación o no de participar en
un Gobierno en minoría con el PSOE (y en qué condiciones hacerlo), nunca ocupó
el centro de la discusión si esa circunstancia estaba fuera de los límites
asumibles por los poderes reales de nuestra sociedad; si, lejos de una
estrategia de cooptación o invisibilización, lo que iba a ocurrir es una
tensión hasta el límite de la formalidad democrática para expulsar a Unidas
Podemos del Gobierno. Llamamientos a gobiernos de concentración (que no sabemos
bien lo que son), el lawfare ampliado por los medios y el hostigamiento en las
calles son las tres patas del “track one” de la derecha española.
“Track one” era la denominación que la Secretaría de Estado
del premio Nobel Henry Kissinger ponía en marcha para desestabilizar gobiernos
progresistas en latinoamérica. Cuando no funcionaba, pasábamos al “Track two”:
se busca al Pinochet de turno y se aplica un cuartelazo, gritando que el
gobierno es ilegítimo y la patria está en peligro. No hay ruido de sables, pero
lo de la ilegitimidad del gobierno lo hemos escuchado desde la moción de
censura que echó a Mariano Rajoy y, últimamente, a raíz de la huida de Juan
Carlos I, pues consideran inasumible que un vicepresidente del Gobierno
cuestione los chanchullos de la institución monárquica y argumentan que estamos
ante un plan orquestado por Unidas Podemos para reventar el sistema
institucional (como si los millones se los hubiera ingresado Pablo Iglesias a
Juan Carlos de Borbón en la cuenta). Se busca un ambiente que legitime
movimientos “raros”. Poca broma.
Esta estrategia pone de manifiesto una realidad: la
incapacidad de la derecha para construir un proyecto político propio. Su relato
y su discurso es a la contra y personalizado: “Estos no”. La derecha está
absolutamente instalada en lo que señala Innerarity, que me recordaba el otro
día una amiga que sabe mucho: “La política se convierte en diletantismo organizado
cuando sus operaciones sólo tienen el valor de un entretenimiento: discutimos
más acerca de personas que de asuntos políticos o el valor del escándalo en la
política que sustituye al intercambio de argumentos”. Esto es: la derecha no
tiene otra cosa de qué hablar ni qué proponer más allá de poner toda la carne
en el asador para atacar personalmente y deslegitimar a las caras visibles de
sus adversarios. Poco les importa usar patrañas para ello o las consecuencias
que sobre las vidas personales puedan tener. Todo vale.
Pero esta ausencia de proyecto no se puede combatir en los
mismos términos, ni la estrategia de acoso y derribo se va a neutralizar en las
instituciones o en las redes sociales. O, desde luego, no solo. Allí donde se
proponen ataques ad hominem, proyecto, propuesta y transformación. Cuando se
ponen sobre la mesa acosos y hostigamientos, organización y movilización
social. Frente al déficit democrático que excluye opciones legítimas del debate
público, valores y realizaciones republicanas.
La mejor forma de defender el proyecto del cambio y a los
compañeros que sufren el acoso y hostigamiento (y a sus familias) es levantar
un muro de derechos democráticos, de libertades y de justicia social que solo
deje fuera (y mande al vertedero de la historia) a los mismos que siempre nos
han querido llevar a las tinieblas de la reacción, los que se dedican a
intentar cortar flores, pero no van a detener la primavera.
https://www.cuartopoder.es/ideas/opinion/2020/08/20/acoso-derribo-democracia-jacinto-morano/
Y más ...https://kaosenlared.net/por-que-permite-el-psoe-el-acoso-a-podemos/
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