No hay nadie como la escritora Arundhati Roy
Joel Whitney
Es conveniente para el Estado ver cada nuevo levantamiento
de manera ahistórica. Presentarlo en un marco de Guerra Fría maoísta (léase:
comunista) frente al progreso
En el subcontinente indio, Arundhati Roy irrita más que
nadie a los medios de comunicación y las élites políticas. Tal vez sea porque
ningún literato de hoy, en India o en cualquier parte del mundo, ofrece como
Roy una prosa tan bella y penetrante en defensa de los condenados de la tierra.
Es posible fijar la secuencia que sigue la política india
por el tiempo que ha transcurrido desde que Arundhati Roy enfureció al
gobierno. Ha sido precisa y amargamente predictiva tras su meticulosa disección
de dos décadas de desarrollo insostenible en la India -con su nacionalismo
hindú islamófobo y su violencia de casta-, junto a la búsqueda de un imperio
global por parte de EEUU.
Cuando se aprobó en India la ley de diciembre -que restringe
los derechos de ciudadanía de los musulmanes-, quienes suelen leer los ensayos
de Roy ya disponían de un marco, que se remontaba a dos décadas atrás, para
ubicar estos hechos. A mediados de invierno, los musulmanes eran golpeados y
linchados en las calles de la capital. Esto fue impactante, pero nada nuevo, y
quienes habían leído sus ensayos recordaron sus advertencias sobre los
asesinatos en masa en Gujarat en 2002, un temprano estallido de lo que ella
calificaba explícitamente de genocidio contemporáneo. Roy es conocida por dos
novelas melódicas y maravillosamente complejas. El Ministerio de la Felicidad
Máxima,seleccionada para el Premio Booker en 2017; y la novela con que debutó,
El dios de las pequeñas cosas, que ganó ese mismo premio hace 20 años. El
verano pasado, con fanfarrias menos sonoras, sus ensayos fueron recopilados -en
una edición de más de ochocientas páginas- por Haymarket Books con el título Mi
corazón sedicioso. Ahora que Roy se acerca a los 49 años, los tres libros
vienen a ser todo un gran logro literario.
Con el título de sus ensayos, Roy hace guiños al poder para
irritar a los fiscales generales y sus aliados en los medios. Los primeros son
propensos a abofetearla con cargos (desde que apareció su primera novela), y
los segundos a acampar al lado de su casa para acosarla por su supuesta
traición "antinacional". Mientras estaba trabajando en su segunda
novela, sintió la necesidad de huir del subcontinente. El Ministerio de la
Felicidad Máxima es magistral e intrincado. El humor melódico presente en sus
novelas también adorna sus ensayos, de modo que su desprecio por las políticas
deshumanizadoras y paternalistas en India y EEUU se complementa con un amor
profundamente sentido por la lengua, guiños irónicos y una manera de
desenmascarar merced a la solidaridad de clase trabajadora, además del cariño
por los animales salvajes y el amor a la naturaleza.
Sus ansiedades guían a los lectores y lectoras por los
senderos de la violencia de los grandes proyectos hidroeléctricos, el alegre
ingreso de India al club de las potencias nucleares y las atroces políticas en
Cachemira. Una cuestión omnipresente es la preocupación sobre lo mal que todo
puede llegar a ser antes de que la izquierda del país cuestione suficientemente
la narrativa de superpotencia de la India moderna. "Dada la historia de la
India moderna, creo que teníamos que pasar por esta fase", dijo a un
entrevistador, el otoño pasado, que le preguntó por el gobierno del primer
ministro de extrema derecha, Narendra Modi. "Solo espero que no paguemos
un precio demasiado alto hasta que salgamos de esto."
Sigue................
https://www.lahaine.org/mundo.php/no-hay-nadie-como-la
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