La fe y la furia: un libro sobre el anticlericalismo en
España
Ángel Viñas
En el post de la semana pasada me referí a uno de los libros
publicados por la granadina Editorial Comares. En este debo recomendar otro que
aborda un tema parecido desde otro ángulo. La sempiterna cuestión del
anticlericalismo en España. De todos es sabido que la SMICAR lleva años,
curiosamente en el período en que ha florecido el movimiento en pos de la
memoria histórica, reivindicando la suya. Numerosos son los integrantes del
clero regular y secular asesinados en la guerra civil que han sido beatificados
y, en algún caso, elevados a los altares. Muchos de ellos incluso encontraron
acogida en las páginas del Diccionario Biográfico Español de la Real Academia
de la Historia. Por otro lado, con perspectivas históricas modernas la compleja
relación de la SMICAR con la sociedad española ha dado origen a una abundante
literatura que ha roto moldes tradicionales.
Entre los numerosos títulos publicados en los últimos años
hay uno que quisiera destacar aquí porque tiene alguna relación con mi anterior
post. Es la conversión en libro de la tesis doctoral de la profesora Mary
Thomas. Le costó cuatro años de trabajo revisar una inmensa bibliografía, sobre
un tema no menos inmenso, y acuñar un marco analítico para reabordarlo con
nueva EPRE, obtenida en media docena de archivos y con las aportaciones desde
campos tan diversos como la sociología, la psicología social y la antropología.
El subtítulo explica de lo que se trata: la violencia y el iconoclasmo
anticlericales y populares en la España de 1931 a 1936. Va prologado por Sir
Paul Preston, que fue uno de los examinadores de la tesis.
En un plano de historia estrictamente política la aversión a
la Iglesia católica (la única posible en la España del XIX y hasta 1931) se
explica por su triple papel como soporte de la Monarquía, su apoyo a la
oligarquía y su lucha más o menos abierta contra los embates del mundo moderno
a la vez que predicaba la sumisión al orden establecido como si este hubiera
sido un resultado del designio divino. Nadie tan cualificado como el Conde de
Jordana en su segunda etapa de ministro de Asuntos Exteriores de la dictadura
franquista al recordar que de lo que se trataba era de combatir los destrozos
ocasionados por el comunismo alentando a las masas a apropiarse y disfrutar de
los frutos de esta vida en vez de aguardar, esperanzados, las delicias de la
vida eterna a la sombra del Señor. La SMICAR fue el basamento esencial que
apoyó tales teorías.
Sin embargo, la historia política no explica suficientemente
el tenor y la evolución del anticlericalismo en España que, tras la guerra de
la Independencia, terminó estallando tras la muerte del rey felón por
excelencia. Su duración de más de cien años no puede explicarse exclusivamente
por variables políticas. Mary Thomas hace una disección precisa de las más
importantes variables, de diversa naturaleza, que lo marcaron y condujeron a lo
largo del XIX. A principios del siglo XX el asalto de la modernidad sobre la
sociedad española se hizo imparable, aunque a trancas y barrancas. Los
grilletes con los que la SMICAR la atenazaba empezaron a aflojarse. Se soltaron
tras 1931 cuando la intelligentsia republicana, no anticatólica por naturaleza,
pero deseosa de reducir el papel de la Iglesia sobre la sociedad ocupó los
resortes del poder público, a nivel nacional, provincial e incluso local.
La obra de Mary Thomas explica, no obstante, los asaltos
contra las propiedades y rituales eclesiásticos por parte de amplias capas del
campesinado rural y del proletariado industrial por la desazón generada por la
reticencia de los poderes públicos en contrarrestar el vasto poder político y
social detentado por la SMICAR. Cuando el golpe de Estado, semivictorioso pero
también semifrustrado, determinó el colapso de la autoridad republicana en la
zona en que no triunfaron los rebeldes, las masas obreras y campesinas
descargaron su furor sobre una institución que habían divisado siempre como el
sustento y apoyo esencial del orden económico y social tradicional. El
iconoclasmo contra los símbolos católicos y la violencia contra el clero (que
generó más de siete mil víctimas entre el regular y el secular) dejó tras de sí
innumerables destrozos de edificios religiosos. Nada parecido había tenido
lugar durante los años anteriores, ciertamente un tanto convulsos. Es más,
algunas investigaciones empíricas como las publicadas recientemente sobre la
protección del arte religioso en la provincia de Ciudad Real muestran que entre
1931 y julio de 1936 apenas sufrió daños.
Habitualmente la furia anti eclesiástica de, sobre todo, la
primera mitad de 1936 se ha explicado por motivaciones irracionales o acciones
criminales, cuando las turbas (sic) se hicieron dueñas de las calles y plazas.
Este libro muestra que durante las décadas precedentes de rápido cambio social,
económico y cultural los actos anticlericales habían ido adquiriendo un claro
significado político y fueron a su vez una manifestación de los cambios
acaecidos en una España en la que la transformación estructural chocaba con la
impavidez del sistema político y, en particular, de la propia Iglesia española.
En el fondo no es de extrañar que cuando llegaron al
Vaticano oleadas de noticias sobre los desastres que se habían abatido sobre la
Iglesia y el clero españoles el sustituto del secretario de Estado Giuseppe
Pizzardo acudiera a una explicación antropológica de andar por casa, pero que a
la vez representaba un fracaso de la dirección de la Iglesia en España: los
españoles, no habían sido nunca realmente un pueblo católico en la plena
acepción de este término. No habían alcanzado el ideal y la disciplina morales
que constituían el corazón mismo de lo católico, a pesar de toda la devoción
que prestaban a las formas externas y al ceremonial. La pregunta es, ¿quiénes
habían sido los responsables? Sin duda a la Iglesia católica española le
correspondía algún tanto de culpa. La
obra de Mary Thomas muestra hasta qué punto había sido responsable por no haber
sabido afrontar, como en otros países europeos occidentales, los desafíos de la
modernidad. Y eso a pesar de todos los
esfuerzos emprendidos.
Hasta el advenimiento de la República la SMICAR había
registrado un fracaso total y absoluto en adaptarse a los cambios que tenían
lugar entre las clases desposeídas, tanto en el campo como en las ciudades, y
que habían pasado años y años tratando de enfrentarse al insoportable peso que
ejercía sobre todas sus actividades. Las pequeñas actividades por atenderlos,
bien intencionadas o no, habían incluso reforzado un anticlericalismo visceral
que, tras la dictadura primorriverista, penetró en el ámbito político.
Ciertamente la receta que la SMICAR distribuyó a grandes
cucharones tras la guerra fue la menos adecuada posible para conseguir un
triunfo duradero. En cuanto, a partir de 1959, se abrió la espita de la
emigración y se reanudó el proceso de cambio económico y social, el
apartamiento de las masas de la jerarquía se acentuó. La transición y la
consolidación democrática abrieron los repertorios de elección pública. La
“descatolización” dio pasos de gigante. Hoy, según ha revelado EL PAÍS (27 de
diciembre de 2018) con datos del Pew Research Center norteamericano, España es
uno de los países en los que tres de cada cinco encuestados han dejado de
considerar la religión católica como aportadora de una significación especial
para la identidad nacional. En proporción al número de habitantes la caída de
la fe católica en España es la más marcada en Europa occidental y solo va por
detrás de la ocurrida en Noruega o Bélgica.
Cuando se examinen las relaciones entre la SMICAR y la
sociedad española desde la perspectiva del largo plazo (la clásica longue
durée) es posible que se advierta que la dictadura de Franco consagró un
triunfo de la primera que, por lo impuesto con las armas y en buena medida
ahistórico, ni fue sostenible ni pudo sobrevivir demasiado tiempo a un clima de
libertad política y de pluralismo social, como el que bien o mal representó la
Segunda República Española.
Obras como la de Mary Thomas están destinadas a durar y a
explicar unos fenómenos sociales que la guerra y la dictadura bruscamente
interrumpieron. De seguir al ritmo de los últimos años los cerebros que dirigen
la Conferencia Episcopal tendrán du pain sur la planche (es decir, no los
faltará curro). La reacción del señor obispo de Córdoba a los resultados de las
recientes elecciones andaluzas quizá muestre que, como pasó en tantos otros
países, al menos una parte de la jerarquía católica sigue sin aprender nada.
Mientras tanto, seguiremos esperando años y años a que aparezcan los Teilhard
de Chardin, los Mauriac, los Maritain y los Mounier que, tal vez, en alguna
ocasión la SMICAR española regalará al mundo.
Ángel Viñas Historiador, economista, diplomático. Es
catedrático emérito de la UCM.
Fuente:
http://www.angelvinas.es/?p=1666
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