Grecia, España y la reestructuración de la deuda: ¿llegamos
tarde?
Las soluciones pasan por reconocer el origen privado de la
crisis y seguir reconociendo asimetría en las soluciones institucionales para
favorecer a los países deudores
Ignacio Muro Benayas
21/03/2015
Los problemas sociales encuentran una solución adecuada a
las relaciones de poder en cada momento. Si, durante años, unos son capaces de
esconderlos y camuflarlos mientras otros llegan tarde a desentrañarlos y a
enfrentarse a ellos, entonces, suele ocurrir que los escenarios políticos
cambian. E incluso cambia la naturaleza del problema. Eso está pasando con la
deuda: cuando los ciudadanos griegos y de otros pueblos del sur despertaron, ni
los deudores ni los acreedores eran ya los mismos como consecuencia de múltiples
procesos de socialización.
Una deuda exterior, fundamentalmente de instituciones
financieras del sur, comprometida con bancos privados de Francia, Alemania,
Inglaterra, etc, financiadores interesados de las múltiples burbujas
periféricas, se había deslizado, paso a paso, para acabar siendo deuda
fundamentalmente pública y comprometida con instituciones públicas europeas u
organismos multilaterales.
El problema desde Grecia y España
La naturaleza del problema económico de la deuda griega
sigue siendo el mismo. Como dice Stiglitz lo que ha ocurrido se puede resumir
diciendo que "la UE no esta rescatando a Grecia sino a los bancos
alemanes". Lo mismo reconoce el FMI. Más, si esa es la esencia económica
del problema, esa realidad se ha ido camuflando durante siete años a través de
múltiples mecanismos.
Lo que ha ocurrido es que los sucesivos planes de rescate
griegos han sido soportados por prestamistas institucionales (un 65% por el
Eurogrupo y el BCE) sustitutos de la banca alemana, mientras los prestatarios,
los que soportan la carga de la deuda, no son ya los bancos griegos sino los
ciudadanos a través de su gobierno. Y ese doble cambio tiene sus consecuencias:
mientras los bancos han desaparecido de la primera linea, los gobiernos
europeos más conservadores (en realidad, toda Europa) pueden presentarse como
defensores de los intereses de sus
contribuyentes españoles, alemanes, portugueses… mientras acusan al pueblo
griego de todos los despilfarros.
En España, los procesos de socialización de la deuda han
tenido el mismo efecto perturbador. Si en 2008 las empresas y bancos españoles
reconocían una deuda de 600.000 euros, principalmente financiada con bancos
franceses (por 200.000 millones de euros) alemanes (160.000 millones de euros)
o estadounidenses (140.000 millones de euros), siete años más tarde había
desaparecido en buena medida de los balances bancarios. Si el primer deudor es
el gobierno (la deuda pública ha pasado a significar el 100% del PIB mientras
en 2008 estaba en el 39%), los principales acreedores son ya españoles, ya que
los titulos de deuda están en un 55% renacionalizados.
¿Qué significa esto? Que cualquier renegociación o quita
sobre la deuda pública española agravaría, en primer lugar, la recesión de
balances de los agentes economicos españoles y sus problemas de solvencia y
liquidez. Y ahí se incluyen desde los propios bancos españoles (204.000
millones de euros en septiembre de 2014) al Fondo de Reserva de la SS (52.000 millones de euros) o
ahorros particulares colocados en fondos de inversion y pensiones (100.000
millones de euros).
De modo que la naturaleza del conflicto político es ya
sustancialmente diferente.
No conviene ignorarlo entre otras razones porque esos
camuflajes, esos mecanismos de socialización, han servido, también, al progreso
europeo: lento y parcial pero progreso al fin.
Europa y su triple mecanismo de socialización de riesgos
Conviene entender de qué modo han ido cambiando las cosas
para poder construir un relato adecuado a la realidad.
1. El saneamiento de la banca ha sido, el primer mecanismo
por el que los gobiernos nacionales han socializado deuda privada bancaria de
sus países para convertirla a deuda pública.
Ese proceso ha sido común en toda Europa, desde Inglaterra a Lituania.
En España, ha liberado a la banca del crédito al promotor inmobiliario y
comprometido recursos equivalentes al 30% del PIB, en un 90% fondos publicos
nacionales. Las pérdidas finales estimadas rondarán entre el 16% y el 20% del
PIB.
2. La renacionalización de la deuda pública externa. Una vez
socializado el riesgo interno a los propios estados tocaba el turno a la deuda
exterior. El carry trade (financiación del BCE a los bancos del sur para
aportar la liquidez suficiente para adquirir títulos de “su” deuda pública)
inaugura el llamado “circulo vicioso” entre deuda soberana y deuda bancaria.
Pero ha sido mucho más que eso: ha sido,
en realidad, un “mecanismo virtuoso”
para los bancos franceses y alemanes que les ha permitido ir transfiriendo su
exposición al riesgo periférico a los bancos de los países deudores,
convenientemente financiados. Los bancos españoles llegaron a disponer de casi
490.000 millones de euros en 2012 (cerca del 50% del PIB) para bajar a 250.000
en 2013. Con un efecto añadido: el diferencial de tipos del carry trade aportó,
además, en esos años casi el 35% de los margenes bancarios.
3. La mutualización a través del BCE de deudas nacionales.
Como los bonos de la deuda publica adquirida por los bancos se depositaban como
garantía en el mismo BCE, el carry trade inauguraba tambien un tipo de
operaciones de mutualización indirecta de los riesgos europeos y, por ello, el
BCE fue acusado por los países del norte de estar comprando de forma encubierta
Deuda Publica del sur. Esa política
continuó después con las subastas a largo plazo TLTRO y ha dado un salto
cualitativo con el QE: ahora ya no se trata de deuda bancaria sino de deuda
pública, y, sobre todo, ya no son operaciones asimétricas y puntuales para
atender a los países con problemas sino actuaciones periódicas y simétricas,
basadas en una fórmula exacta que equilibra el riesgo compartido de cada país
respecto a su PIB. El camino hacia la mutualización se ha institucioanlizado.
La crisis ha acelerado la “solidaridad europea” al tiempo
que convertía en paganos a sus ciudadanos. No hay que minusvalorar lo primero,
como tampoco hay que olvidar que estos tres programas han conseguido su
principal fin: cargar todo el peso del rescate financiero sobre deudores y
contribuyentes. Lo peor es que ese desvío consciente de riesgos hacia los ciudadanos
fue acompañado de un proceso de culpabilización social para justificar el
empobrecimiento posterior y unos ajustes de castigo, totalmente ineficaces.
La defensa de los deudores construye Europa
Enfrentarse hoy con el problema de la deuda requiere ser
consciente de estos cambios para evitar el aislamiento y el enfrentamiento
entre naciones. Lo contrario sería suicida. Las fuerzas realmente progresistas
están obligadas a buscar soluciones para sus países mientras construyen un
relato inteligible para los ciudadanos de toda Europa que, mientras la
fortalece como proyecto eficiente y solidario, hilvane todo lo ocurrido.
Grecia lo está intentando en medio del fuego cruzado. Lo
esencial es recalcar que el problema de
la deuda se sigue agravando en Europa. Nadie cree que se pueda descender en los
próximos 10 años a los limites del 60% establecidos en Maastricht sin una
reestructuración profunda de una deuda pública que, en términos medios, alcanza
el 90% del PIB. Mucho más cuando países como Italia, Irlanda o Portugal tienen
que dedicar entre el 4,5 y el 5% de su PIB a pagar gastos financieros. Peor aún
cuando es evidente que los tipos de interés no estarán eternamente en los
niveles actuales y pueden repuntar no tardando mucho.
Las soluciones pasan por reconocer el origen privado de la
crisis y seguir reconociendo asimetría en las soluciones institucionales para
favorecer a los países deudores. Hay que encontrar los caminos técnicos
(vinculación de los pagos al crecimiento, deuda perpetua) que aceleren la
consolidación de la deuda pública adquirida por el BCE como deuda no reclamable
y convertir al mismo BCE en algo similar a prestamista de última instancia.
La solución es política y Europa debe dar el salto.
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