viernes, 24 de junio de 2016

Sobre el Brexit.



Sobre el Brexit ,

Una Inglaterra desindustrializada por el neoliberalismo y con libra alta al servicio de la City , no le bastó al gobierno conservador , el intento social del independentismo escocés , de cambiar  la situación , aunque perdiera ganando una autonomía , sino que el propio jefe de gobierno conservador ,   ante la desafección de sus propios diputados . convocó un referéndum , para no caer , y encima para ganar , establece un acuerdo a la carta con la UE que era más de lo mismo , estando además fuera de los acuerdos Schengen y no estar en el euro ,si hubiera hecho al revés y garantizara un salario digno para todos ,suprimiendo la devaluación salarial de emigrantes que utilizan las empresas privadas para devaluarlos a todos  hubiera dado seguridad a las clases medias inglesas y hubiera roto con aquello de. “no hay alternativa o la sociedad no existe”.
 Si en el 1975 votaron si , al entrar en la UE, luego de tener su propia organización de mercado dentro de la EFTA que era su modelo e imponerse entonces la UE,  a base de que Inglaterra es el problema ,  la UE es la solución, cambió, pero la Europa neoliberal austericista al final acabó con esa misma ilusión...
 Y no solo el referéndum escocés anticity  y social ya lo apuntó ,  sino los cambios en el propio partido laborista, tan divididos al final ,  como el conservador , pero por causas distintas. En este caso romper con el neoliberalismo.
 Si el neoliberalismo devaluó a las clases medias y ven que su futuro va a peor, solo es reflejo de lo  mismo dentro   de la UE, en último lugar un país que no estaba en  Schengen    no tenia problema con el control de la emigración, así el propio Camerón les dio razones a los xenófobos y a la xenofobia europea y  a la extrema derecha.
Un premio a la estupidez organizada. Dandoles razones a los xenófobos y luego intentando revertirlo sin cambiarlo .
 Siempre fue un problema político o de economía política  y no económico, y ahora les estallo en las narices. Y un problema de democracia europea , claro está. No solo a ellos sino a toda la UE.
Que después de lo Grecia y de la peor gestión de los exiliados que se mueren en  pateras  y de las guerras intervencionistas en Oriente Medio que lo provocaron , se podía ya dar por muerta .  

Ya el Parlamento se  le opuso, una vez , despues de bombardear Libia y ver como quedó , y  querer bombardear Siria , precisamente la parte gubernamental  , donde hay 7 millones de sirios desplazados bajo su protección. Claro esos,  para los medios ni existen.
Y de poco les sirvió las encuestas últimas a favor , al servicio de quien las pide y toda la parafernalia del miedo de los poderes fácticos de la casta global.

El divorcio de las gentes con la clase política dirigente se acentúa de un modo decisivo.
 A lo mejor a partir de ahora hasta merece la pena hacerse inglés si   vuelven a una   socialdemocracia keynesiana de estado industrial.
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.. Ya era elocuente está entrevista anterior..y a quien se hacía,

jueves, 23 de junio de 2016

La casta del Ibex35.

 

Una Gran Coalición llamada Ibex35

En 2013, mientras España era rescatada por la UE y se agravaban los recortes, aumentó la transferencia de gobernantes del PP y del PSOE a empresas clave. El Ibex35 se convertía, literalmente, en el gobierno en la sombra
 
 

 
22 de Junio de 2016 
   
¿Qué sucedería si Esther Koplowitz tuviera que negociar con un gobierno de Pablo Iglesias los casi 1.000 millones de euros en préstamos que adeuda a Bankia (junto al BBVA)? (una deuda cuyo pago y vencimiento el ministerio de Luis De Guindos —y sus emisarios de BFA-BANKIA— han prorrogado hasta 2020). ¿Y si Florentino Pérez tuviera que negociar con Nacho Álvarez los créditos de Bankia que avalan sus acciones en ACS? O, vayamos más allá: ¿qué pasaría si un eventual gobierno de Podemos se enfrentara a los 500 millones de euros que pide el dueño de ACS para costear las pérdidas del AVE a Francia? Ahora, reformulemos estas preguntas en clave electoral: ¿apoyará el PSOE un gobierno liderado por Podemos, tal y como demandan las preferencias de sus electores, con un mandato que implique revertir o modificar los intereses y expectativas de los grandes empresarios del país? ¿O apoyará una gran coalición con PP y Ciudadanos, aunque esto suponga su automática y acelerada pasokización?
Aunque es cierto que no hay oráculo politológico que muestre el futuro, sí pueden alumbrar algunos antecedentes: el PSOE y el PP se han unido durante 24 años para defender los intereses de los grandes gestores del Ibex, generando una enorme dependencia mutua entre el Estado y las grandes empresas del Ibex, lo cual hace que muchos miembros del aparato estatal y de las grandes empresas actúen como un mismo “bloque”. El diccionario geológico llama bloque a aquel “fragmento de la corteza terrestre delimitado, total o parcialmente, por fallas, que constituye una unidad geológica y que tiene un comportamiento tectónico unitario”.
El PSOE y el PP se han unido durante 24 años para defender los intereses de los grandes gestores del Ibex, generando una enorme dependencia mutua entre el Estado y las grandes empresas
Una muestra de esta unidad tiene su reflejo en el flujo constante de ministros, secretarios, subsecretarios y presidentes de órganos reguladores que pasan velozmente a estas empresas (alrededor de un 20% de todos los consejeros del Ibex a lo largo de 24 años). También se muestra en el torrente continuo de recursos públicos drenados a estas empresas y por ende, a sus propietarios, los grandes garantes de los partidos tradicionales (con donaciones, condonaciones y cuotas de poder económico), y los primeros interesados en las grandes coaliciones. Una cifra: de 2004 a 2008, el periodo en que aparecen en los papeles de Bárcenas los pagos en negro de OHL al PP, un tercio de la facturación del grupo OHL venía de adjudicaciones de comunidades gobernadas por el PP.
Políticos en los consejos
Comencemos por 1991, año en que arranca el índice bursátil Ibex35. Heredero del FIEF 35, en el nuevo índice aparecen siete empresas participadas por el Estado (Fecsa, Repsol, Telefónica, Sevillana, Tabacalera, Endesa y Unión Fenosa), aportando el 40% de la capitalización total. Si exploramos los consejos de administración de esas empresas podemos encontrar 134 consejeros procedentes del Estado (el 27% del total), ya sea en administración local, autonómica, nacional o extranjera. Los más relevantes, aquellos que ocuparon un cargo en el gobierno y la alta administración, cargos políticos sujetos a nombramiento por parte del gobierno, eran un total de 114.
Ese año, a pesar de los 16 años pasados desde su muerte, la figura de Franco aún estaba muy presente en el poder económico. De los 114 consejeros, 36 habían sido nombrados altos cargos del gobierno durante el franquismo. La mayoría de ellos, en empresas de la construcción, como Antonio Carro Martínez (Vallehermoso), que fuera ministro de Gobernación, o los ministros de Trabajo Licinio de La Fuente (Dragados) y Fernando Suárez González (Urbis).
Sólo el PSOE le superaba, sentando en las poltronas del Ibex a 46 consejeros. A diferencia del sector vinculado al franquismo, los ex altos cargos socialistas se extendían por múltiples sectores, como el bancario, las empresas de energía y las empresas públicas: Miguel Boyer, el ministro “expropiador” de Rumasa, se sentaba en la constructora de las Koplowitz (FOCSA) y en Vidriera Española. Otro ministro del PSOE en los años ochenta, Joan Majó Cruzate, titular de Industria, acabó en Catalana de Gas. Majó no es cualquiera: sustituyó en Industria a Carlos Solchaga, el gran conseguidor de puestos en el Ibex35.
Pero el Ibex también era un trampolín político: en otro sector, el de las telecomunicaciones, se sentaba Elena Salgado, que 20 años después sería todopoderosa ministra de Economía y Hacienda con Zapatero. Entonces, tras su paso por las direcciones generales de varios ministerios (Obras Públicas y Economía), acabó en la pública Telefónica. En la misma empresa pública coinciden políticos del PSOE procedentes de múltiples ministerios: de Asuntos Exteriores, como el ministro Carlos Westendorp y Cabeza. Y del Ministerio de Industria, como secretario general de planificación industrial entre 1990 y 1994, Eugenio Triana, diputado también del PSOE.
Los restos de la UCD
El siguiente sector político de importancia en 1991 es UCD. Desaparecido como actor político relevante, se convierte en un lobby económico de gran envergadura. Veinticinco consejeros de empresas del Ibex tuvieron su primer cargo durante el periodo de gobierno de UCD. Entre ellos destaca, sin duda, Leopoldo Calvo Sotelo Bustelo, el sucesor de Suárez. Su retiro en el Ibex35 es todo un símbolo de la carrera de los ministros de la UCD: de presidente del Gobierno pasa a ser consejero del Banco Hispanoamericano. En este banco coincidirá con miembros del PSOE como Vicente Álvarez Areces (alcalde de Gijón), o con ministros del franquismo como Antonio Barrera de Irimo, ministro de Hacienda entre 1973 y 1974.
Los consejos de administración de las empresas del Ibex, aunque mantienen una unidad-bloque, están sujetos a cambios en su composición interna, que varía en función de los cambios en el gobierno. Tal es la influencia del Estado que, tras la victoria de Aznar, los ex altos cargos de gobiernos del PSOE pasaron de ser 46 a 17. Por otro lado, tras cuatro años de gobierno del PP, aparecen los primeros altos cargos del Estado en estas empresas: el ministro de Obras Públicas con el PP entre 1996 y 2000, Rafael Arias-Salgado, pasó velozmente ese mismo año a Carrefour. O José Joaquín Puig de La Bellacasa Urdampilleta, desde 1997 miembro del Consejo de Estado por nombramiento del Consejo de Ministros de Aznar, simultaneando el cargo con su puesto en el consejo de la hotelera Sol-Meliá.
2004-2010, vuelve el PSOE
De nuevo con el PSOE en el Gobierno desde 2004, la foto del Ibex35 en 2010 muestra cómo el control del BOE y de SEPI le permite retomar posiciones perdidas en el conjunto del Ibex35. Pasa de 17 a 25 miembros. Durante este periodo, el PSOE desembarca con toda su artillería, desde el vicepresidente del Gobierno Narcís Serra I Serra, el presidente Felipe González o Josep Borrell, ministro de Obres Públicas y luego presidente del Parlamento Europeo. La preferida, Gas Natural, donde Serra y González comparten sillón. En 2010, el Ibex era una burbuja todavía: mantenía niveles de capitalización de 2004, aunque la tasa de paro había alcanzado el 14,7% y España se encontraba en recesión, con un retroceso del 3,6% del PIB. Entonces la vieja guardia del PSOE se adentra por completo en las grandes empresas españolas.   
En 2010, el Ibex era una burbuja todavía: mantenía niveles de capitalización de 2004, aunque la tasa de paro había alcanzado el 14,7% y España se encontraba en recesión, con un retroceso del 3,6% del PIB    
El PP, a pesar de perder el Gobierno nacional, no se queda atrás, con siete ex altos cargos en empresas del Ibex. Del periodo del gobierno de Aznar saldrán consejeros como José Folgado Blanco, secretario de Estado en Industria, que pasará a formar parte de Red Eléctrica, la corporación participada por SEPI. O, emulando a Salgado, De Guindos, cuyo puesto en Endesa fue una premonición de su ascenso a ministro en 2012. Antes había sido secretario de Estado en los dos últimos años de legislatura de Aznar. Endesa, la gran empresa pública de electricidad, había sido vendida a la italiana Enel, aunque quizá por patriotismo mantenía en nómina a otros políticos, como Miguel Roca Junyent, el defensor de la infanta, concejal y diputado por Convergencia.
Hay que decir que el PSOE es un hueso duro dentro del Ibex. Mantiene un suelo fijo en su cuota de poder económico, algo que se refleja en su leve retroceso en este selecto grupo tras perder el gobierno en 2011 y sufrir una severa derrota en las elecciones: de 25 ex altos cargos, pasa a colocar 20. La escudería González es quizá la más beneficiada, pues mantiene su cuota de poder, con el propio González, Luis Carlos Croissier Batista, su ministro de Industria, o Miguel Boyer (Economía y Hacienda). Las empresas preferidas por la casa, las de energía: Red Eléctrica, Repsol y Gas Natural. En cuanto a los altos cargos del PP, estos pasan de 7 en 2010 a 9 en 2013. Y no son cualquiera, ya que aparece la plana mayor del Gobierno de Aznar: Josep Piqué (Exteriores), Angel Jesús Acebes (portavoz del Gobierno), Juan Carlos Aparicio Pérez (ministro de Trabajo), José Folgado Blanco (Industria), Abel Matutes (Exteriores) o Isabel Tocino Biscarolasaga (Medio Ambiente).
Mientras España había sucumbido al rescate y se agravaban los recortes, en el Ibex35 se afianzaba la transferencia de miembros del Gobierno del PP y PSOE hacia empresas clave
Así, en 2013, mientras España había sucumbido al rescate por parte de la Unión Europea al sector financiero y se agravaban los recortes sociales, en el Ibex35 se afianzaba la transferencia de miembros del Gobierno del PP y PSOE hacia empresas clave. El Ibex35 se convertía, literalmente, en el gobierno en la sombra. O mejor dicho, en la gran coalición en la sombra.
Pero veamos las consecuencias de este desembarco en empresas del Ibex de ese gobierno en la sombra: su posición en el sector eléctrico permite tener la cuarta factura eléctrica más cara de Europa, con un incremento del 70% desde el inicio de la crisis, frente al 50% y 40% de Alemania y Francia, respectivamente. 
También tolera un agujero de 25.000 millones con las eléctricas, cuya financiación llevará a pagar unos intereses de 3.250 millones hasta 2026. En el sector del petróleo y gas, el preferido por el PSOE, podemos estar orgullosos de su labor: la venta de gasolina en España tiene el margen de beneficio más elevado (precios antes de impuestos) de Europa (0,403 frente a 0,378 de la media europea), y sus empresas acumulan sucesivas multas de la CNMV por pactar precios.
No se puede olvidar al hijo predilecto de los gobernantes hispanos: el sector financiero, rescatado en su conjunto, y en particular a Bankia,  la gran prestamista de barones del Ibex como Florentino Pérez (450 millones en 2002 para la compra de Dragados, 1.100 para comprar Iberdrola en 2003, y 2.058 millones para ampliar dicha participación en 2006), las hermanas Koplowitz (840 millones a la sociedad patrimonial) o el marqués de Villar Mir (535 millones entre 2009 y 2011), además de la gran accionista de Mapfre, Iberdrola, Iberia, Indra, Ebro Foods o BME.
La consecuencia de rescatar a Bankia fue acabar con todas las cajas de ahorros, principal fuente de financiación local y autonómica hasta ese momento de numerosos proyectos sociales y económicos.
¿Será relevante esta gran coalición del Ibex35 a la hora de formar gobierno? Como dijo a principios de junio Felipe González, que el viernes cerrará la campaña del PSOE en Madrid, todo es una cuestión de compatibilidad: “Los pactos tienen que hacerse con quienes sean compatibles con las reformas que se quieran hacer”.


 http://ctxt.es/es/20160622/Politica/6815/Ibex-35-elecciones-26J-franquismo-sociol%C3%B3gico-econom%C3%ADa-empresas.htm .. En Público.es


martes, 21 de junio de 2016

España , sobre banderas y patriotismo .



Reino de España: La patria (glups)

Ctxt


Puede sorprender la introducción del palabro “Patriotismo”, emitido por Podemos, en esta campaña. Particularmente, a mí me sorprende también la denuncia de ello por parte de los grandes partidos -nacionalistas, en muchos de sus tramos básicos-, y el alud de críticas y denuncias aparecidos en la prensa diaria, que parecen denunciar que Podemos es, lo nunca visto en España, un partido nacionalista. ¿Es Podemos nacionalista? ¿Lo es sólo Podemos? ¿Podemos rompe la pauta de partidos no-nacionalistas, iniciada por el PP, autoproclamado primer partido no-nacionalista del Estado en los 90's del siglo XX? ¿Estamos en un periodo de auge nacionalista, vinculado al populismo? Vayamos por partes. El nacionalismo español es un animal de compañía de creación reciente. Es otro objeto no milenario. Más bien un marco creado en tres grandes etapas. Se puede pensar que nace con la guerra de la Independencia. Ahí, de hecho, nace la bandera española. Igual, ahora que lo pienso, la historia de esa bandera puede dibujar la historia del nacionalismo que invoca. Agárrense.
La actual bandera española es la bandera de la marina borbónica española. La bandera española, como su nacionalismo, no existía antes de Napoleón. Existía la bandera del rey, y la figura del rey como aglutinante de algo que no era aún la nación. Como la bandera del rey -blanca- era la misma que la del rey de Francia y el de Nápoles, se inventó ese distintivo rojo y amarillo. Para evitar equívocos, supongo. En tanto que plaza de marina, era la bandera que ondeaba en Cádiz cuando los bombardeos de los franceses. Lo que le hizo adquirir carácter simbólico. En un reducido grupo: esa bandera fue prohibida por el absolutismo. Posteriormente, sólo estuvo vigente tras el Pronunciamiento de Riego. Tres añitos. En su banda amarilla, esos tres añitos, estaba escrita la palabra Constitución. Como saben, Riego y la Constitución fueron hechos puré tras su trienio. Y la bandera volvió a ser blanca. No obstante, las banderas, en el siglo XIX, parecen importar una higa. Espartero realiza toda su campaña contra el carlismo -en principio, muy patriótica- con una bandera que no es la española -que volvía a ser, oficialmente, la roja y amarilla, gualda para los cursis-, sino un pendón morado. Pretendía ser un homenaje a los Comuneros, pero por un error filológico, en el XIX se entendió que el morado medieval -es decir, el granate, un rojo oscuro- era el morado actual. Ese error, prolongado en el tiempo, dio origen a la bandera republicana. Que tampoco importa una higa. La primera tricolor española es la exhibida por Torrijos en su pronunciamiento. Sólo se sabe que tenía una franja verde. La I República no perdió un segundo en su simbología. En un museo militar con banderas capturadas al enemigo -casi todas son españolas; la historia del Ejército de aquí abajo haría reír, si no hiciera llorar-, vi una bandera de la I República. Era un trapo granate, con estas palabras bordadas: República Federal.
Las banderas -y se supone que los nacionalismos que simbolizan- empiezan a ser importantes por aquí abajo en la Restauración. Que es la formuladora del nacionalismo español. Ya saben: catolicismo + monolingüismo. No existe otra formulación. Es decir, no hubo ocasión de un nacionalismo progresista y republicano, fundamentado en valores cívicos. La Restauración es, también, la que depura los símbolos. Como la bandera, que vuelve a ser aquella rechazada por el absolutismo y, al parecer, desgastada a lo largo de la Restauración. De hecho, es la Restauración quien, en un momento tardío, legisla la obligatoriedad de sus símbolos, es decir, de su nacionalismo. En 1902 se legisla el uso de la bandera y del pack himno y demás simbología. Es decir, en esa época ya existen otras banderas -la vasca, la catalana, pero también, y sobre todo, la republicana, la roja, o la negra- que pugnan con la bandera roja y amarilla, convertida en símbolo de la monarquía o/y del nacionalismo español, en ausencia de otro. Es decir, ya existen otros nacionalismos e ideologías, que entran en colisión con el nacionalismo español. Sobre el carácter hegemónico y excluyente del nacionalismo español: tan tarde como en 1898, Pi i Margall, que a pesar de todo no había perdido el prestigio de haber sido jefe de Estado, sufre una campaña de difamación y vacío desde el nacionalismo, por oponerse a la guerra en Cuba con EE.UU. Esa campaña acaba con su prestigio. Zas.
Por lo que se ve, no hubo tiempo de crear otro nacionalismo posterior. La II República y el exterminio franquista no dio lugar a crear esa identidad abierta, cívica y no identitaria -quizás la palabra sea “republicanismo” a secas- que por aquí abajo se necesita como agua de mayo. Con posterioridad al paréntesis republicano, se opta por el corpus nacionalista y simbólico de la Restauración, adornado con ultranacionalismo fascista. La impronta del fascismo en el corpus, de por sí reaccionario, del nacionalismo español, debe de ser importante, en tanto no tuvo ocasión de ser sometido a juicio, como el nacionalismo alemán, italiano, rumano, húngaro o, incluso, el portugués.
La Transición vuelve a adoptar el corpus nacionalista y simbólico de la Restauración -sin duda, el más sangriento del siglo XX en la Península-. Adornado, en esta ocasión, con imprecisiones de Pi i Margall, como la palabra nacionalidad, que ahora no venía a ilustrar nada, sino a evitar el uso de la palabra “nación” por otro sujeto que no fuera España. No es mucho. Es Restauración, básicamente. La sentencia del TC sobre el Estatut de Catalunya de 2010, por si hubiera dudas, especifica que España no es un Estado federal, que sólo hay un sujeto nacional y que las autonomías son descentralización, no federalización. Es decir, que estamos, de cuatro patas, en el Corpus Restauración y, glups, posfranquismo. Con preciosismos republicanoides, como, lo dicho, la adopción de palabros como nacionalidades, y estados de ánimo como el soportarse mutuamente, del breve Ortega republicano. Ha habido pocas aportaciones posteriores. Y todas, desde la derecha, como el no-nacionalismo, forma de ultranacionalismo español pasado por Habermas -a través de la alocución patriotismo constitucional, adoptada por el Aznar de la II Legislatura- que en su día hizo escandalizar a Habermas. Viene a significar que el nacionalismo de la Restauración, oficializado en la Constitución y en la cultura política democrática, viene a ser una suerte de normalidad, por lo que no merece el término de nacionalismo, que sí que merecen otros nacionalismos.

El nacionalismo -el español, u oficial, en tanto que la Constitución le da la razón que defiende desde la Restauración, cuando aspiró a ser el único nacionalismo en plaza; y los otros nacionalismos, pues también- es un gran motor político en la Transición. En tanto, una vez aplazados otros temas, como la propiedad, la calidad democrática, la forma del Estado, la democracia económica, pasó a ser el único tema de discusión política posible. Es más, canalizó el resto de discusiones, y posibilitó políticas dirigidas a grupos amplios -naciones, nacionalistas- antes que reducidos -clases, por ejemplo-. Es un instrumento usual -es EL instrumento básico- de la Cultura de la Transición.

En España, en fin, sigue aplazada una identidad fundamentada en derechos, en valores éticos y cívicos, no nacionalistas. No ha habido ningún Gobierno que, por ejemplo, rechazara las ventajas del discurso identitario. Ningún partido que aspire al poder puede mearse, al parecer, en ese juego de espejos creado en la Restauración, potenciado en el Franquismo y recreado en la Transición.

¿Es Podemos un partido nacionalista? No lo sé. Su uso, notorio, del palabro patria no viene de la tradición española, sino de la sudamericana. Bolivia y, espero -lo ruego- Ecuador. Es una palabra básica del posmarxismo y paragramscismo de Laclau y Mouffe. Es decir, no viene de una tradición cultural, sino de una dinámica de las ciencias sociales, y de experiencias políticas alejadas a la realidad peninsular. El uso de patriotismo aparece como un intento de crear un nuevo marco para crear hegemonía. Las Repúblicas sudamericanas están equipadas de serie con ese nacionalismo. Y con otros. Por aquí abajo, pues no. El patriotismo español nace en la Restauración y el resto de nacionalismos suponen una fricción carlista o federalista contra la Restauración. Es difícil cambiar un marco. Cuesta mucho tiempo y pasta. Es difícil que Podemos cuele patriotismo como animal de compañía, y que esa palabra no caiga en su antiguo marco. Ese que facilita no emitir políticas para grupos sociales concretos como, pongamos, los asalariados. No es imposible. Pero supone mucho esfuerzo. Quizás, y esto puede ser un indicio para evaluar las futuras evoluciones de la palabra patriotismo emitida por Podemos, costaría menos calorías, pero más políticas, intentar refundar un marco olvidado, denominado republicanismo.


Fuente: http://ctxt.es/es/20160615/Politica/6683/Patria-Nacionalismo-Podemos-Glups.htm

sábado, 18 de junio de 2016

Francia la moción de censura contra la UE.

Francia es el centro de la crisis europea

La Vanguardia


EL MANIFIESTO DEL 28 DE MAYO QUE PASÓ DESAPERCIBIDO


El ambiente en París, ciudad en la que palpita el corazón de Francia, se está haciendo más rebelde. Desde que el 19 de febrero se colgara en la red la llamada contra la ley laboral que fue inmediatamente firmada por más de un millón de personas, se han sucedido nueve jornadas de protesta y huelga sindical, y multitud de manifestaciones. En ese caldo nació la ocupación de las plazas, el 31 de marzo, y se alzaron los estudiantes. Desde entonces cada día ocurre algo, algún desafío, alguna protesta. Qué lejos queda el ambiente del pasado otoño, cuando era el Frente Nacional quien determinaba los temas del debate público y las políticas xenófobas, identitarias y de seguridad ante el terrorismo. Hoy es lo social lo que prima. Y como telón de fondo, cada vez más presente, el descrédito de la Unión Europea.
El epicentro del problema no es el Brexit. Una eventual salida del Reino Unido de la UE es economicamente irrelevante (hay mucha exageración ahí), pero políticamente debilitaría la influencia de Estados Unidos, del que el Reino Unido ha sido el más solicito servidor, en el continente. Solo por eso harán cualquier cosa por evitarla, pero el verdadero problema está en Francia. Fue Francia, no Inglaterra, la fundadora de lo que se está desmoronando desde 2007. Y es aquí donde se decidirá la verdadera partida.
Después de Grecia (71%), Francia es líder europeo en opinión desfavorable sobre la UE: 61%. En el último año ese desprestigio ha aumentado aquí 15 puntos. En España (49%), 16 puntos, según el último sondeo. El proyecto de reforma laboral está culminado tres décadas de frustración francesa por el robo de soberanía y el deterioro del nivel de vida medido en; recortes de ingresos, aumento de la desigualdad y retroceso de los servicios públicos. Esa es la enfermedad francesa.

En el nombre de Europa

Todo eso se ha ido imponiendo en nombre de Europa, y el proyecto de ley laboral, que se quiere forzar por decreto a falta de mayoría en el parlamento y en la calle, ha sido la gota que ha colmado el vaso. El gobierno francés no parece entender la situación y sigue viviendo en el universo anterior a febrero. Por eso responde con el arsenal de una firmeza ultraderechista: desde esta semana se ha introducido una amenaza de prohibición de manifestarse, alegando las turbias violencias de las manifestaciones que la policía ha propiciado por acción -nunca se había visto tanta violencia policial y tantos manifestantes heridos- y omisión, por la indulgencia oportunista demostrada hacia la acción de los casseurs. Sin miedo al ridículo, el Ministerio del Interior ha llegado a recomendar que no se hable de política en los estadios durante la Eurocopa, oportunidad cirquense en la que Hollande y Valls querían ampararse para capear el temporal social, entre un ataque yihadista y otro que fortaleciera una victimizada unión sagrada. Todo esto no parece estar funcionando muy bien e ilustra la incapacidad de los gobernantes para comprender la situación. Se sabe que el proyecto de ley está directamente inspirado en las directrices, documentos y resoluciones de la Comisión Europea, organismo que, tras lo que se vio en Grecia el pasado julio, “es capaz de verdaderos golpes de Estado”, como dijo el domingo una dirigente izquierdista en el Teatro Dejazet de París.

Moción de censura a la UE

En ese contexto, el 28 de mayo, antes de diluirse, quizás temporalmente, en todo un rosario de acciones y proyectos activistas, la asamblea de la Nuit Debout parisina aprobó uno de esos documentos que acaso sean vistos como históricos cuando culmine el actual proceso ciudadano. Se trata de la Moción de censura contra la Unión Europea. En siete párrafos y cuatro conclusiones se resume todo el alegato ciudadano contra la UE: su dictado de políticas violadoras del derecho y de la libertad sindical, la utilización del euro y el dumping fiscal para empobrecer a los Estados y privatizar el sector público, la sumisión de esa política a los intereses de las multinacionales, la inmoralidad de sus políticas migratorias violadoras de la convención de Ginebra, su apoyo a las intervenciones militares que ponen en peligro la paz mundial y fomentan el militarismo, y, finalmente, la constatación de que todas esas orientaciones se adoptaron contra lo expresado en las urnas (en Grecia, Portugal y antes en Francia, Holanda e Irlanda) en virtud de la doctrina Juncker que afirma que, “no hay opción democrática contra los tratados europeos”.
Considerando todo eso, la asamblea -unas 300 personas, pero no se rían de las minorías cuando una situación social es propicia-; acuerda la desconfianza en la Comisión Europea y sus instituciones, censura a la UE y sus tratados y pide la dimisión de la Comisión, propone votar esta moción en las plazas de Francia y de Europa, y llama a construir una Europa solidaria entre sus pueblos y respetuosa de la soberanía popular.
Ha quedado dicho, a 28 de mayo de 2016, en este París cuyo ambiente se hace más rebelde.
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2016/06/17/francia-es-el-centro-de-la-crisis-europea-63317/

miércoles, 15 de junio de 2016

La amenaza llega por la derecha.

Ni populismo ni comunismo
La amenaza llega por la derecha



Entonaba Amaury Gutiérrez en una canción romántica: “Andan diciendo por ahí que te olvidaste del Ayer…”. Dejando por un momento el amor a un lado, es fácil olvidarse del pasado en sociedades que no construyen memoria.
Hace unos días, en Austria ha estado a punto de ganar el partido de ultraderecha FPÖ de Norbert Hofer. Viktor Orbán gobierna en Hungría hace ya unos años; Amanecer Dorado tiene una relevancia considerable en Grecia, el Frente Nacional de Le Pen se ha consolidado en Francia, y Donald Trump tiene serias posibilidades de aterrizar en la Casa Blanca. Quizás la palabra ‘fascismo’ es demasiado precisa para englobar a todos ellos, así que es mejor usar ‘extrema derecha’. Y ante el grito histérico de "¡que vienen los comunistas!", a uno le da responder: "¡no, no, que llegan los fachas!".
Bromas aparte, diría que no estamos prestando atención a lo que está sucediendo en Europa y –por interés evidente– en Estados Unidos. A título personal, no sé si se debe a que el fascismo o extrema derecha se considera un fenómeno superado cuyos nuevos brotes no llegarán a florecer en ningún caso, pero lo de Austria no es para chiste. Ni lo de Francia. Ni Trump.
Por otro lado, parecería difícil de entender por la irracionalidad de las doctrinas ultraderechistas, pero si intentamos hacer una lectura amplia del momento histórico que vivimos y de sus antecedentes, es posible encontrar respuestas, para lo cual me parece fundamental introducir insistentemente en la discusión –y a pesar de quienes rechazan las ideologías como si fuera posible situarse al margen de ellas– un concepto: ‘neoliberalismo’.
¿Sentido Común?
No es una palabra que oigamos en los debates –pese a que muchos autores la utilizan–, entre otras cosas por su tinte peyorativo. No es mi intención utilizarla como insulto, sino reivindicarla como un elemento que está ahí y que es imprescindible para entender prácticamente toda la esfera política, económica, social e incluso cultural. Algunos lo definen (y, creo, lo simplifican) como la “desregulación del Mercado”, pero no es sino otra forma de regulación. Me parece más interesante el planteamiento del neoliberalismo como la toma del Estado por parte de las doctrinas liberales. Y se nutre de una serie de premisas que nada tienen de científicas o técnicas, pero sobre las que construye sus recetas: el Hombre es malo por naturaleza, la gente es egoísta; lo privado es más eficiente que lo público; el mérito como valor social en el camino al triunfo frente a la inacción parasitaria; la economía es una ciencia pura, inamovible y al margen de la política; la política es aburrida y poco útil, de manera que no sirve de mucho involucrarse; y finalmente, frente a los valores devaluados de la acción colectiva y la solidaridad, aparece el individualismo como elemento principal en un Mercado que se presenta como ley y verdad incuestionables, garante de las libertades, y en el que hay que competir contra el resto por hacerse un hueco.
Si entre el 45 y el 75 hubo voluntad de levantar el suelo de los ciudadanos, trabajando por una mayor igualdad y por consolidar ciertos derechos, a partir de la crisis del petróleo del 73 cambió el paradigma, y la desigualdad no era ya solo un mal menor, sino necesario, porque servía (y sirve) para rebajar las expectativas de la gente.
El gran triunfo del neoliberalismo ha sido lograr que sus propias lógicas se perciban como “sentido común”, de manera que algunas de ellas se yerguen como verdades universales y, por tanto, no hace falta explicarlas ni justificarlas. Si el Mercado es presentado como una Ley Natural –que viene dada y a la que hay que adaptarse– no hace falta justificar los recortes o las reformas laborales, puesto que son medidas inevitables; si la idea de que lo privado funciona mejor que lo público no hace falta demostrarla por ser incuestionable, tampoco es necesario justificar la privatización de servicios públicos; si la inacción es considerada un mal social –puesto que el trabajo solo es válido si genera algún tipo de rentabilidad– y el mérito es el valor que debe perseguir cada persona para obtener reconocimiento social, entonces la responsabilidad de la falta de acceso al mercado laboral (hasta el lenguaje se ha ‘neoliberalizado’) es nuestra, por nuestra inacción o falta de mérito, por nuestro fracaso; si la política es aburrida y no sirve para cambiar nada, no hace falta que la gente se movilice, lo que hay que hacer es pensar en uno mismo y estar entre los primeros para salvarse, como haría cualquiera.
Con el neoliberalismo y sus verdades y su sentido común se ha logrado durante mucho tiempo apagar la llama de cualquier disidencia bajo la ‘ilusión’ de la democracia representativa, que establece que votar a opciones liberales cada cuatro, cinco o seis años es un ejercicio democrático más que suficiente. Puesto que sus promotores creen en esta democracia de escasa intensidad, ¿por qué no democratizar la economía (es decir, entender entre otras cosas que es un instrumento político que se puede usar de diversas formas)? Porque eso supondría cuestionar qué se produce, por qué y para qué, y quién lo decide.
El ciudadano queda desamparado. Con miedo y sin respuestas. A esto se añade la corrupción endémica del sistema, que desvela la enorme estafa que se está sufriendo, así como el maridaje del poder económico-financiero con el político-mediático; los medios y, sobre todo, los grandes rotativos, desinformantes masivos, que avalan y elogian las medidas neoliberales, muestran, al final de los finales, todos ellos –hasta los más críticos– exactamente las mismas fronteras ideológicas. Se evidencia también que la justicia no es igual para todos, que desde un país extranjero siguen dictándonos unas medidas económicas de recortes que cada vez afectan a más gente, y que a todo esto nos responden apelando a la unidad…
No tienen respuestas y no son convincentes. Surgen nuevos miedos y la gente queda presa de la incertidumbre, la amenaza del desempleo que te hace más dócil; la violencia institucional, que lejos de defender tus derechos y libertades, te recuerda en la práctica que no existen tales. Todo esto supone, en última instancia, una profunda desafección de la gente hacia todos aquellos elementos que conforman una suerte de identidad. Ese “desarraigo identitario” del que habla Ramonet hace inservible la apelación a la unidad, porque no responde a nada de esto, no responde al paro, a la precariedad y a la desigualdad. Ya si te vas al Caribe para explicar lo que sucede en tu país, demuestras estar totalmente desubicado, y no solo geográficamente.
Esta peligrosa combinación –un sistema injusto y unos gobernantes sin respuestas– siembra el caldo de cultivo para la extrema derecha, que siempre ha sido nacionalista y xenófoba. El miedo en un modelo económico que cada vez tiene menos empleos, la pérdida de libertad de quienes cada vez tienen menos margen de decisión y el desapego de la política por la corrupción y por su falta de respuestas, genera también rabia y rencor, y facilita los relatos que culpan de los males de la Nación al extranjero. Si recortan en Sanidad y Educación; si hay que esperar seis horas para que te atiendan en urgencias; si desahucian pese a que hay pisos vacíos; si encima insisten en que no hay otra alternativa, el resultado es el pánico por parte de algunos sectores que compran la solución de señalar a extranjeros que llegan y que, según nos desinforman algunos, reciben las ayudas que niegan a los de casa.
Es dramático. Le Pen proponiendo cerrar las puertas a los extranjeros hasta que no resuelvan el problema de los franceses, Trump llamando criminales y violadores a los mejicanos o asegurando que echará a todos los musulmanes, una Europa desvergonzada armando el búnker contra la ‘invasión’ de refugiados… el fenómeno xenófobo y fascista seguirá aumentando si no se cambian las políticas. El “ellos culpables” y el “nosotros primero” tienen una base nacionalista que es errónea, asumiendo que los Derechos Humanos lo son antes para el que pisa suelo patrio, de manera que estos tienen prioridad en épocas inevitables de vacas flacas. Pero aun asumiendo que esto es una aberración intelectual y moral, tampoco es cierto que no haya alternativas. Lo que ocurre es que este sistema fuertemente cimentado –también en lo cultural–, antes que cambiar y reinventarse, está dispuesto a abrazar la narrativa del odio al extranjero en general, y al Islam en particular.
Hay alternativas desde el momento en que dejamos de aceptar las lógicas neoliberales como verdades universales que no necesitan ser explicadas. En el momento en que las cuestionamos, podemos empezar a construir un nuevo sentido común. Y abrimos así la puerta de un nuevo espacio en el que justificar los presupuestos teóricos y económicos de dicha alternativa, que por cierto son fácilmente justificables.
¿Por qué debemos aceptar que el Ser Humano es malo y egoísta por naturaleza? El Hombre es Sociedad y es Cultura; es circunstancias, no dispone de un gen del Mal. El egoísmo se aprende y se puede desaprender. ¿Cómo va a ser malo y egoísta cuando ha sido la solidaridad y la fraternidad de los ciudadanos la que ha hecho que tanta gente no se quede en el camino? Y ya no solo por bondad: que una sociedad sea avanzada y desarrollada depende de que haya un nivel de desigualdad muy reducido, que aporte seguridad a todos; y eso es de sentido común. Lo que no es de sentido común es que haya gente sin casas y casas sin gente. Que haya gente podrida de dinero y gente tirada en la calle.
La Economía no es una ciencia pura. Si lo fuera, ¿por qué no se ponen de acuerdo un economista de izquierdas y otro de derechas? Es, incuestionablemente, una herramienta política, y como tal, ¿por qué no iba a haber más alternativas? Ahora Bruselas pide más recortes para España. No dejará de pedirlos nunca. Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo; eso es de sentido común, y lo dijo un científico.
Si lo privado funciona mejor que lo público, ¿por qué tuvimos que rescatar a los bancos con el dinero de los contribuyentes?
¿Qué supuesta verdad incuestionable es esa de que si le va bien a los ricos, le va bien al resto porque generan empleo? ¿Qué empleo han generado? Si lo que se ha demostrado en esta crisis/estafa es que hay menos empleo y más ricos. Y más trabajadores pobres. ¿Aquí solo se remangan unos o qué pasa?
¿Por qué se amnistía fiscalmente a quienes traen de vuelta dinero que nunca debieron llevarse? ¿Sentido común? ¿Por qué no se levanta el secreto bancario y se acaba con los paraísos fiscales, si es de sentido común? ¿No será por el maridaje entre el capital financiero y el poder político? ¿Por la corrupción? Dada la sangría que supone, es de sentido común que hay que ser implacable con todo ello.
Los enemigos del sistema
Hay una realidad terrible: al sistema (el sistema ‘de facto’, es decir, el que ha corrompido su estructura, retorcido sus presupuestos y secuestrado los principios democráticos) no le preocupan los fascistas, sino las corrientes progresistas que en toda Europa están emergiendo contra las políticas de austeridad y la escasa democracia de la UE. Y esto se debe, en mi opinión, a que son dichos movimientos los que están señalando claramente cuáles son los problemas y quiénes los defienden. La postura xenófoba y radical es insostenible, y por eso no se consideran una amenaza. Pero se equivocan, sencillamente porque no prestan atención a sus pueblos. Aunque sea un discurso de extrema derecha, el principio de la prioridad con el nativo antes que con el extranjero, está fuertemente extendido. Europa es cada vez más xenófoba, y es tal su ceguera que no ha estallado en cólera con el cierre de las fronteras para los refugiados de guerras provocadas por Occidente.
Los promotores neoliberales asumen las democracias representativas como un mal menor siempre y cuando sus límites estén claramente definidos y estáticos. Al primer atisbo de mayor participación, saltan las alarmas y ponen en marcha la maquinaria mediática –su mayor y principal estructura de defensa– para absorber, cuando no eliminar, la disidencia política. Todo ello basándose en sus verdades absolutas, en su control del pensamiento dominante, en su Sentido Común. Es una dictadura financiera con un brazo político-liberal y otro mediático, de desinformación masiva.
No es solo que subestimen la amenaza fascista. Es que hay algo de fondo que, de alguna manera, comparten: el irrespeto a la Democracia y a los Derechos Humanos (DDHH). Los Estados-nación de Europa han suscrito la Declaración Universal de DDHH, pero no es solo que no la cumplan, es que ni se la creen. No creen en el derecho a la vivienda, no creen que todos tengan los mismos derechos ni que sean iguales ante la ley, no creen en la libertad material, de opinión o de expresión. No creen en ello porque lo condicionan a la capacidad monetaria que tengamos y a la capacidad individual de “ganarse la vida” y de adaptarse dócilmente a las situaciones que vienen. Si hay menos trabajo y es más precario, mejor eso que nada. Estar en paro no es una desgracia, sino una oportunidad.
Y tampoco tienen respeto por la Democracia, porque les aberra preguntar a la gente, les aberran las manifestaciones, y si emergen movimientos disidentes, ponen en marcha toda la maquinaria para llevar a cabo una guerra sucia.
En España
En España no ha surgido una extrema derecha tan evidente porque el espacio ideológico de centro-derecha lo cubren los herederos de esta tradición política, y que con José María Aznar transitaron de alguna manera hacia el neoliberalismo europeo. Aquí, recordemos, triunfó el fascismo o, por ser todo lo preciso posible, triunfó un nacional-catolicismo tradicionalista dirigido por militares golpistas que recuerda al totalitarismo del Japón de entre guerra, y que durante algún tiempo se apoyó del fascismo español, y que claramente se identificaba con el italiano, así como con el nazismo alemán. Triunfó y luego transitó hacia una Monarquía parlamentaria cuyo jefe de Estado fue nombrado por el propio general Franco, y donde la constitución del Estado de derecho se llevó a cabo con un desequilibrio de fuerzas (los herederos franquistas, la Iglesia y el Ejército controlaban el aparato del Estado frente a las fuerzas socialdemócratas y comunistas, recién salidas de la cárcel o de la clandestinidad) que hacía imposible romper todas las raíces del régimen anterior, que quedó atado y bien atado.
España, como tantos otros países, tiene pendiente grandes problemas estructurales que no ha sabido solventar a lo largo de la historia. Son problemas que se transfieren también en la cultura cívica de la gente y que, por tanto, son capaces de frenar los avances necesarios para ampliar la democracia nacional. En nuestro caso, creo que tiene que ver con 1) la cuestión territorial: es imprescindible repensar nuestra identidad como país, atender a la realidad cultural y plural para reconfigurar un Estado que, necesariamente, va a reconocer la pluralidad de nacionalidades integradas en un todo que así lo reconoce. Y 2) la memoria histórica: es también imprescindible asumir de dónde venimos e iniciar un profundo proceso de reparación, y no de “reabrir heridas” porque nunca se cerraron.
Y sucede que las fuerzas representantes del neoliberalismo ponen palos en las ruedas de quienes tratan de avanzar en esta resolución, porque al sistema neoliberal le conviene que dichos problemas estructurales permanezcan, porque de lo contrario, la sociedad se acercaría un poco más a esa identidad cultural y nacional que permita enfocar el proyecto de país y desarrollar una democracia verdaderamente avanzada. En este sentido, se puede explicar fácilmente la caída de quienes han representado la socialdemocracia en España, puesto que han cedido en sus políticas económicas y abierto las puertas a las doctrinas liberales (Zapatero fue quien inició las políticas de recortes al inicio de la crisis). Han armonizado un marco económico que nada tenía que ver con los principios socialdemócratas, y lo que es peor, han arrastrado consigo a una parte importante de su electorado, que de identificarse con las ideas, terminó identificándose con las siglas, consolidando una suerte de ‘socioliberalismo’ situado cerca de ese centro ideológico, que viene a ser la indefinición de quienes apelan únicamente al “sentido común”. El sentido común neoliberal que hemos intentado desmontar aquí.
Siendo tan amplia la corriente neoliberal en España –desde la derecha heredera del franquismo, pasando por la nueva derecha que trabaja con la narrativa del centro ideológico hasta las estructuras políticas socioliberales (antiguos representantes de la izquierda socialdemócrata) –, es normal que emerja un nuevo partido-movimiento anti-austeridad y con la ambición de reconstruir el espacio de la izquierda y de la socialdemocracia, aunque se llame de otra forma. Y es normal que las fuerzas neoliberales ataquen principalmente a dicho movimiento, y lo anuncien como la llegada del Mal.
Y es normal que no haya una extrema derecha claramente identificada en España, puesto que, como hemos planteado, está interiorizada en esa parte de la sociedad que centraliza sus demandas en un partido heredero, pero readaptado al paradigma de la monarquía parlamentaria y la democracia liberal, y que encuentra su marco de existencia con el nuevo centro-derecha y con los socioliberales.
Pero por normal que sea, no debería serlo. Nunca toleraremos a los intolerantes; nunca legitimaremos a quienes no suscriban los DDHH. La única solución posible será, en España, reparación. Y en Europa, antifascismo.
Blog del autor: http://lalogicadelkruger.blogspot.com/
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 Nota .- Véase además el caso inglés y la posibilidad de un Brexit , con sondeos que le están dando 7 puntos al si sobre el no .

martes, 14 de junio de 2016

Los patriotismos en España.

¿Qué es patriotismo y qué es España?

14 jun 2016

Vicenç Navarro
Autor del libro ‘Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país’. Anagrama, 2002
El patriotismo ha sido uno de los sentimientos más utilizados por las derechas de este país a fin de movilizar a la población en defensa de sus intereses particulares. Su supuesto patriotismo ha sido la coartada emocional para justificar las intervenciones del Estado (sobre el cual ejercen una enorme influencia) para mantener sus privilegios, presentando sus acciones como resultado de su supuesto “amor a la Patria”. En esta versión, la Patria y los intereses económicos, financieros y corporativos representados por las fuerzas políticas conservadoras y neoliberales (que a nivel de calle se las conoce como las derechas) son categorías y conceptos homologables.
El caso más claro de esta situación en la historia reciente de este país fue el golpe militar patriótico del año 1936 (apoyado por las fuerzas del nazismo alemán y del fascismo italiano, sin cuya ayuda tal golpe no hubiera sido exitoso) que interrumpió la democracia española, presente en la II República. Este golpe tuvo como objetivo principal proteger la propiedad de grupos financieros (como la banca) y empresariales (como  los grandes terratenientes y la gran patronal), así como de grupos corporativos (como la Iglesia y el Ejército) cuyos beneficios habían sido reducidos por las reformas realizadas y/o propuestas por el gobierno republicano popular, medidas que afectaron también a las clases sociales pudientes, que dominaban la vida política y mediática del país, de las cuales los grupos e instituciones citados anteriormente formaban parte.

¿Qué quería decir “salvar la Patria” en el golpe militar supuestamente patriótico de 1936?

El eslogan de los golpistas era la llamada patriótica a “salvar la Patria Española” de los “rojos” y “separatistas”, identificando la Patria con sus intereses. Tal golpe estableció, al resultar vencedores los golpistas (en parte como consecuencia de la falta de ayuda militar procedente de los otros países europeos, excepto la Unión Soviética, que sí ayudó), una de las dictaduras más sangrientas que existieron en la Europa Occidental en el siglo XX. Según el mayor experto en fascismo europeo, el profesor Malefakis, de la Universidad de Columbia de la ciudad de Nueva York, por cada asesinato político que cometió el régimen fascista liderado por Mussolini, el régimen dictatorial del General Franco cometió 10.000. En total, más de 400.000 militares y civiles perecieron en aquel conflicto, originado por aquel supuestamente patriótico golpe militar. Y todavía hoy España es el país del mundo, después de Camboya, que tiene mayor porcentaje de personas desaparecidas por motivos políticos, el paradero del los cuales es todavía desconocido.
Dicho régimen dictatorial era consciente de que tenía a la mayoría de la población en contra, lo cual explica que el terror fuera una política de Estado (terror aplicado para salvar la Patria), alcanzando unas dimensiones que se han definido correctamente como genocidio. Fue un genocidio de clase, en contra de la clase trabajadora y de las clases populares, realizado en defensa de los privilegios de unas minorías que controlaban aquel Estado. Fue un régimen enormemente represivo y corrupto dirigido por un General responsable del mayor número de asesinatos de españoles de la historia de este país, un General, además, enormemente corrupto como bien se ha documentado. Es una desvergüenza nacional que este personaje tenga todo un monumento nacional.

¿Qué quería decir la defensa patriótica de la “unidad de España”?

La justificación del golpe militar patriótico fue mantener la “unidad de España”, unidad que, por cierto, nadie estaba cuestionando, pues las voces que supuestamente abogaban por su ruptura estaban, en realidad, deseando establecer otra visión de España, que fuera plurinacional, donde se respetaran los distintos pueblos y naciones unidos por consenso democrático y no por la fuerza militar. El Presidente de la Generalitat de Catalunya, Lluís Companys, definido por los golpistas como secesionista y asesinado por ello, no era separatista. En realidad fue en su día director de una revista llamada Nueva España, y lo que proponía era una redefinición de España, pidiendo la federación de sus distintos pueblos y naciones, reflejando la diversidad que la enriquece.
En realidad, las dos fuerzas mayoritarias de las izquierdas españolas, el PSOE y el PCE, durante la lucha en contra de la dictadura, defendieron esta visión plurinacional de España, incluyendo el derecho de cada una de sus naciones a decidir sobre su articulación dentro del Estado español. Tal derecho a decidir fue abandonado por la oposición del Ejército y del Monarca durante la Transición, proceso de transición que se desarrolló bajo su supervisión y con un gran domino de las fuerzas conservadoras que controlaban el Estado y que configuraron el producto final, incluso el redactado de la Constitución. Ni que decir tiene que las izquierdas y otras fuerzas democráticas también pudieron dejar su imprimátur en dicho documento, pero el desequilibrio de fuerzas en el periodo de transición era tal que las derechas tenían mucho más poder e influencia sobre el Estado que las izquierdas, que acababan de salir de la clandestinidad. Y ello quedó reflejado en el documento llamado Constitución. Cuando las derechas, así como El País (y el PSOE) hablan de patriotismo constitucional, están, en realidad, promoviendo una perpetuación de las relaciones de poder desequilibradas, sintetizadas en aquel documento, producto de un proceso en el que las derechas tenían mucho poder y las izquierdas muy poco. La Constitución tiene elementos positivos, pero también otros muy negativos de difícil cambio debido al sesgo enormemente favorable a las derechas que determina la configuración del Senado, que tiene la clave del cambio constitucional. Ahora bien, muy difícil no quiere decir imposible, pero el sesgo está bien claro como resultado de aquel desequilibrio de fuerzas al que hice referencia antes en mi observación sobre la Transición.

Los enormes costes de este tipo de patriotismo y de esta visión de España

El dominio del Estado dictatorial por parte de las fuerzas conservadoras fue la mayor causa del enorme retraso económico, social, político y cultural de España. Cuando ocurrió el golpe militar patriótico en 1936, España tenía un nivel de desarrollo y riqueza (medida por el PIB per cápita) semejante al que tenía Italia. Al final de la dictadura, casi cuarenta años más tarde, España tenía un PIB (indicador del nivel de riqueza) per cápita que era solo el 64% del de Italia. Y el Estado del Bienestar era, el año de la muerte del dictador, 1975, uno de los menos financiados en Europa (junto con Grecia y Portugal, que habían sido también gobernados por dictaduras ultraconservadoras). Estas fueron las consecuencias del patriotismo de derechas, que antepuso la defensa de sus privilegios a los intereses de la mayoría de la población. El domino de las derechas sobre el Estado español explica pues, como ya indiqué, el gran retraso económico, político y social de España, que incluso continúa en el día de hoy, siendo España uno de los países que tiene el gasto social por habitante más bajo de la UE-15 (el grupo de países con un nivel de desarrollo similar al español), y ello a pesar de los indudables progresos conseguidos durante sel periodo democrático (ver mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. Anagrama, 2006).
 
La otra España y el patriotismo popular

Frente a este patriotismo de las derechas ha existido siempre otra visión de España y de la Patria, la cual identifica Patria con la gente normal y corriente, y patriotismo con la defensa de sus intereses. Desde esta perspectiva, patriotismo era y es el sentido de pertenencia a un colectivo que a través del ejercicio de su soberanía configura y desarrolla su propia identidad. Patriotismo popular es, pues, a diferencia del patriotismo elitista, el garantizar y expandir la calidad de vida de la población, constituida en los diferentes pueblos y naciones existentes en España (respetar esta diversidad no es lo mismo, como maliciosamente presentar los sostenedores del patriotismo de derechas, conseguir privilegios especiales).
En esta visión, un acto patriótico es, por ejemplo, establecer programas universales de atención sanitaria a la población, o garantizar la buena educación a toda la infancia, adolescencia, adultos y personas de edad avanzada, o ayudar a las familias en su desarrollo, o asegurar una jubilación digna a todos los ciudadanos cuando, por razones de edad o de lo que fuera, una persona se retira de su trabajo, o facilitar que todo ciudadano tenga un trabajo satisfactorio y bien remunerado, y así una larga lista de compromisos e intervenciones que ayudan a crear una conciencia de identidad, pertenencia y soliaridad. Esta visión surge de una concepción del poder derivada de la soberanía popular y entra en conflicto con la otra visión casi mística del concepto de Patria, en la que esta es identificada con los intereses particulares de los grupos económicos, financieros, políticos, corporativos y mediáticos dominantes.
La visión popular de la Patria y el patriotismo se construye siendo parte integrante de la formación de la colectividad, en contraposición con el concepto elitista de Patria de las derechas, que la identifican con símbolos, narrativas e instituciones que se equiparan con las estructuras del poder. Es un síntoma saludable que esta visión popular, profundamente democrática, que había caracterizado la visión de España del patriotismo de las izquierdas, sea recuperada ahora por los herederos del 15-M, contraponiéndola a la visión elitista de derechas que domina en los establishments políticos y mediáticos del país. El 15-M era una denuncia del sistema democrático español precisamente por su falta de democracia (“no nos representan”) como consecuencia del maridaje entre el poder financiero y económico por un lado, y el poder político y mediático por el otro. Sus eslóganes hablaban claro. “Esta España no es nuestra España”, y llevaban razón.

La utilización, de nuevo, del argumento de la defensa de la “unidad de España”

Predeciblemente, estamos viendo una enorme resistencia y hostil oposición a la redefinición de España, que incluye el derecho a  decidir, derecho apoyado por la gran mayoría de la población de Catalunya. Según las sucesivas encuestas, unos porcentajes elevados de la población que vive en Catalunya desean ejercer tal derecho. Derecho a decidir implica, naturalmente, el derecho a escoger, siendo una de las alternativas la de la secesión de Catalunya de España. Pero no es la única alternativa. Esta resistencia a esta posibilidad es justificada por parte de los establishments políticos y mediáticos españolistas porque asumen que ello conllevaría la secesión de Catalunya (oposición al referéndum es, según ellos, oposición a la secesión). Es interesante indicar que este supuesto asume que la mayoría de los catalanes desean separarse de España, lo cual las encuestas señalan que no es cierto. Pero no deja de ser interesante que tales establishments asuman este deseo de separación, pues, si eso fuera cierto, están –con su negativa a permitir tal derecho a elegir- decidiendo continuar con la situación actual a base de fuerza militar (garantizada por el Ejército, según declara la Constitución), pues parecen admitir que el deseo de los catalanes es separarse, pero no tienen que permitirles que lo hagan, percepción que precisamente es la mayor causa del crecimiento del independentismo. La mejor manera de prevenir la secesión es, precisamente, hacer el referéndum, con la plena expresión democrática. Ni que decir tiene que, en el caso improbable de que la población catalana mostrara un claro apoyo mayoritario por la secesión (posibilidad que yo creo que sería menor si se permitiera la plena expresión democrática del sentir de la población catalana, pero que sería más que probable en el caso de que la intolerancia antidemocrática continuara por parte del Estado español), tal deseo de separación de Catalunya debería consensuarse con el Estado español.
En realidad, este Estado está siendo cuestionado por fuerzas progresistas a lo largo del territorio español que comparten con las fuerzas de izquierdas progresistas de Catalunya la visión plurinacional, habiéndose establecido una alianza y coalición con Podemos e IU (que a su vez comparten esta visión plurinacional) que probablemente, en su acción coordinada, expresada democráticamente, permitirá y forzará un cambio. Hoy los deseos de justicia social (con la exigencia de un cambio y reversión de las nefastas políticas de austeridad) y de democracia van de la mano en esta redefinición de España.

El limitado compromiso de las derechas con la soberanía popular

Esta defensa de los intereses de la mayoría (y no solo de la minoría) de la población exige una concepción más popular y extensa del patriotismo, homologándola al concepto de soberanía popular. La falta de sensibilidad hacia esta soberanía popular es lo que ha ocurrido en dos sentidos. Uno es el claro abandono de la soberanía en el apoyo por parte del PP, Ciudadanos y CDC a los tratados de libre comercio, como el TTIP (que favorecen predominantemente a los grupos financieros y  empresariales, representados por las derechas, pero perjudican a la mayoría de la población). Anteponer los intereses minoritarios sobre los mayoritarios es un ejemplo claro de falta de patriotismo, imposibilitando el ejercicio de la soberanía popular, al trasladar las decisiones a niveles supranacionales, lejanos e indiferentes a tal soberanía. Y otro ejemplo de la violación de los derechos de decisión y soberanía popular es también la práctica de las derechas (PP, Ciudadanos y Convergència) de mostrar una gran docilidad hacia el gobierno alemán (representante del capital financiero alemán) y sus políticas neoliberales, y ello para beneficio del capital financiero y la gran patronal españoles, que se benefician de las políticas impuestas por aquel gobierno y por el español, que representan los mismos intereses dentro de la Eurozona. Y ahí está el quid de la cuestión. Pero, mírese como se mire, es difícil sostener que las derechas en España puedan hoy presentarse como las fuerzas patrióticas que la han salvado. En realidad, si España es, como debería verse, la suma de las poblaciones (de las cuales la mayoría son las clases populares) de sus distintos pueblos y naciones, entonces es fácil de ver que su compromiso con España tiene escasa credibilidad, pues sus políticas públicas la han dañado enormemente, tanto en su calidad de vida como en su integridad. Así de claro. 

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 Nota .- Faltaría hablar del patriotismo republicano español sobre todo durante la guerra, contra la intervención de los fascismos . No olvidemos que la intervención de  Mussolini y Hitler movilizó el primero casi 90 mil soldados , 50 mil  permanentes y con aviación , tanques y escuadras y el otro 16 mil particularmente la aviación  y además más de 50 mil rifeños y 20 mil  portugueses , vease los estudios de Balfour o Coverdale , sobre el tema

lunes, 13 de junio de 2016

La Unidad Nacional.

Reino de España: La Unidad Nacional



Guillem Martínez

09/06/2016

En la pasada legislatura, o legislatura precox--desapareció, zas, en los prolegómenos; algo, por lo común, poco épico--, fue imposible alcanzar un pacto gubernamental de izquierdas. PSOE argumentó que ello se debió a la cosa referéndum catalán. Es posible que no sea sólo por eso. Pero, lo importante, el caso de la cosa, es que para explicar esa imposibilidad, se recurrió al marco "Unidad Nacional". Lo que indica que el marco "Unidad Nacional" es importante. Es, tal vez, el marco de todos los marcos. El más autosuficiente. El más descomunal. ¿Qué diablos es? ¿Por qué lo defendió el PSOE de la pasada legislatura hasta el punto de jugarse, todo apunta a ello, su existencia? ¿Por qué se presenta como algo tan importante y a defender --como en las pelis españolas de los 40's-- con, literalmente, la vida?
Se podría entender que "Unidad Nacional" es equivalente al concepto "Unidad Territorial". Pero no lo es. El concepto "Unidad Territorial" no ha existido mucho por aquí abajo. De haber existido, hubiera generado una depresión absoluta, pues España es, de hecho, el país europeo que más territorio ha perdido desde que empezó a formularse como Estado. En el XVII pierde, por ejemplo, una amplia franja de territorio históricamente aragonés --la actual Catalunya Nord--. Ese mismo siglo, con la marcha de Portugal echando leches, España pierde, incluso, la posibilidad de ser una "Unidad Territorial" Peninsular --hoy, si se fijan, La Península son cuatro entidades estatales diferenciadas; muchas como para calificar a España, una de ellas, como "Unidad"; demasiadas como para no calificar la Unidad Española como fracaso histórico--. En el XVIII, España pierde, en la Guerra de Sucesión, todo el monto de territorio europeo. De paso, para que UK abandone el territorio, se le entregan dos territorios históricamente españoles, como Menorca o Gibraltar. No problem system. En el XIX, y en dos grandes etapas, se pierde todo el territorio americano y asiático. En el XX, y en pleno franquismo, se pierden las últimas posesiones africanas, algunas de ellas bajo esa forma, tan territorialmente española, como la provincia. Todo esto indica que el concepto "Unidad Territorial", muy laxo, no tiene nada que ver con el concepto "Unidad Nacional", místico, sacrosanto, un marco al que aludir para explicar un fracaso como el de la anterior legislatura. Lo que indica que "Unidad Nacional" no transcurre en el territorio, esa cosa cambiante a lo largo de los siglos.
La "Unidad Nacional", ese misterio, no es un concepto muy viejo. No puede existir antes del concepto nación, que empieza a nacer, tímidamente, en el XVIII. Nación, a su vez, no es territorio. No es tampoco, en su origen, algo que aluda a la cultura, o la lengua, o la idiosincrasia de una entidad política. En origen, alude a la sociedad real. Es decir, a la no Real. La nación es la sociedad, exceptuando al poder monárquico. Por eso mismo, el palabro nación tuvo serios problemas genéricos para existir por aquí abajo. Se utiliza en la Guerra de la Independencia, pero se le jubila con el absolutismo posterior. Posteriormente, es una palabra más vinculada al liberalismo, si no a la revolución, como atestigua su utilización en conceptos como Milicia Nacional, guardias locales de voluntarios revolucionarios que, de una forma u otra, existen a lo largo del XIX, en cada brote revolucionario. Fueron importantes. Metáfora: la bandera de la Milicia Nacional de Madrid era una tricolor, que con el tiempo acabó siendo admitida como la bandera republicana española. La última vez que existieron Milicias Nacionales fue en el ciclo revolucionario de 1868, que transcurre tras la primera revolución democrática española. Defendían la nación. Lo no-Real. En esta época, por cierto, a través de un republicanismo explícito, de corte federal. El federalismo, a su vez, era una novedad política, que cuajó con fuerza por aquí abajo. Con muy pocos meses de diferencia, fue formulado en Francia, por Proudhon, y en España por Pi i Margall. Cuando nace, no lo hace para garantizar diversas entidades nacionales --lo dicho, no están formuladas; el concepto nación, nacido para identificar a la sociedad civil, aún no significa netamente una identidad--, sino para garantizar la existencia de un Estado no autoritario ni vertical, a través de la división de la Soberanía --hasta hace poco, una calidad que detentaba el soberano y, por extensión, el Estado--, en tres unidades, que se la repartían y la ejercían. A saber: el Estado Federal, el Estado federado y el municipio.
Toda esta lógica democrática desapareció tras un golpe de Estado y la I Restauración, un paréntesis muy largo, que dura hasta 1931. La Restauración, ojo al dato, ya utiliza, a tope, el concepto "Unidad Nacional". Donde nación ya es una identidad cultural, que también formula la Restauración. Es España, la nación española, una sola lengua, el castellano, y una sola cultura, la católica. ¿Qué es la "Unidad Nacional"? Supongo que una construcción defensiva de esa idea de nación, y también una respuesta al proceso democrático y federal que la Restauración vino a aplazar. Es decir, también es la defensa de que la Soberanía es indivisible. Pertenece al Estado. Jamás la cederá a un Estado federado y al Municipio. La defensa de ese concepto de nación monolingüe, católica y no democrática, pasa por ahí. Es la "Unidad Nacional". "Unidad Nacional" prima sobre "Unidad Territorial". Posiblemente, las grandes victorias militares locales, por ejemplo, han sido en el campo de la "Unidad Nacional", antes que en el de la "Unidad Territorial", donde nuestros militares se han cansado, literalmente, de perder. O, lo que es lo mismo, las grandes victorias han sido sobre la sociedad. En tanto que antidemocrático y reaccionario, el concepto "Unidad Nacional" está cargado de sangre y represión.
Anyway. Cuando un candidato de izquierdas habla de defensa de la "Unidad Nacional", de que la "Unidad Nacional" no es negociable, que jamás pondrá en riesgo la "Unidad Nacional", no se remite a un concepto milenario. Habla de un marco creado en la I Restauración, recreado en el Franquismo --curiosidad: el Franquismo recrea pocos mitos propios; la mayoría de sus mitos culturales y políticos vienen de la Restauración--, y adoptado, como animal de compañía, en la II Restauración/la Transi. Es decir, está jugando fuera de casa. O está asumiendo, sin saberlo, que su casa es otra a la prevista. Está asumiendo, en fin, una idea de nación y de soberanía del siglo XIX, nacida para aplazar un proceso democrático vigoroso, y utilizada, para lo mismo, en el siglo XX. Ni más ni menos.

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo)
Fuente:
www.ctxt.es