…Y en Italia se cayó un puente
En Italia se cayó un puente. El ministro del interior
italiano se atrevió a murmurar que la condenada política de austeridad impuesta
por Alemania en la UE, “nos impide dedicar el dinero necesario a la seguridad
de nuestras autopistas”. La respuesta de Bruselas fue decir que eso era
“populismo” que la culpa es de la mala administración de los manirrotos
italianos. Ojala fuera así.
Según datos de la OCDE Italia se gastó (en 2015) 14.000
millones en su red viaria de 7000 kilómetros. Alemania, que tiene una red de
autopistas casi dos veces mayor que la italiana (13.000 kilómetros) se gastó
ese mismo año 11.600 millones. Es decir que Italia invierte más que Alemania en
ese terreno. Que los puentes alemanes están hechos un asco lo reconoce hasta el
Frankfurter Allgemeine Zeitung, principal órgano escrito del establishment
alemán de piñón fijo. Y no solo los puentes, también las vías férreas, el
sistema de señalizaciones alemán, etc., etc. están en gran parte decrépitos.
No es un problema italiano ni alemán. Es un problema europeo
que es resultado directo de la política de reducir el gasto público, y
privatizar, aplicada desde hace años. En Francia el descarrilamiento de
Brétigny de julio de 2013 fue un claro síntoma. Toda la infraestructura
ferroviaria, excepto la de alta velocidad, está dejada. La última huelga de los
ferroviarios franceses tuvo que ver también con la línea de Macron prosiguiendo
esa decadencia inducida a favor del transporte por carretera y de las
privatizaciones. Accidentes similares relacionados con el abandono han tenido
lugar igualmente en Inglaterra y en Bélgica. En Italia se han hundido once
puentes en los últimos cinco años. La reducción de las inversiones en
mantenimiento de infraestructuras son claras, especialmente a partir de 2011
bajo el gobierno de San Mario Monti. Pero ni siquiera es un problema de la UE.
Los informes de la American Society of Civil Engineers
(ASCE) revelan desde hace años el catastrófico estado de abandono de las
infraestructuras públicas en Estados Unidos; no solo aeropuertos, puentes, vías
férreas, carreteras, canales y puertos, sino también suministros de agua,
escuelas, etc. Es, como suele decirse, un “problema sistémico”.
Hace muchos años que los ricos lograron condiciones para
repartir menos y dedicar más a su propio engorde: véase la evolución rampante
de las grandes fortunas y la concentración cada vez más desigual de las rentas
en los países ricos. Todo esto sería del dominio público si no fuera por
nuestros medios de comunicación estructuralmente corruptos, por la sencilla
razón de que forman parte de ese problema y de esa política: en su inmensa
mayoría pertenecen a magnates y grandes grupos económicos y naturalmente son
fervientes seguidores del culto neoliberal.
Vean sino cómo se ha informado del fin de la “ayuda”
financiera a Grecia, hito que se produjo el 20 de agosto. Fue casi una
celebración; “Grecia ve la luz al final
del túnel”, “gracias al sacrificio de su población, Europa seguirá entera…” y
cosas así. Sin embargo, los datos son claros; la deuda griega ha pasado del
135% del PIB en 2009 al 180%, el paro del 10% al 20%, el país ha perdido
400.000 habitantes…. Y Alemania se ha embolsado 3000 millones en concepto de
intereses! “Grecia lo ha conseguido, nosotros lo hemos conseguido”, declaró el
21 de agosto el comisario Pierre Moscovici (en el telediario alemán Tageschau).
¿Son idiotas o nos toman por idiotas? Da un poco igual. Las elites viven en su
mundo hasta que el asunto les estalla en las manos.
Y como guinda, el anuncio de que Berlín quiere que el
sustituto de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea (número uno
de la UE) sea un alemán: Manfred Weber. Los alemanes siguen copando puestos en
la UE. Con métodos conspirativos de nocturnidad y alevosía que han sido
denunciados hasta por la defensora del pueblo, Emily O´Reilly. Impusieron a su
hombre, Martin Selmayr, como secretario general de la Comisión, un cargo
fundamental. Sin publicación de vacante ni aviso de concurso, denunció
O´Reilly.
Los alemanes, la derecha alemana, controlan el presupuesto
de la UE (¡hasta2027!) con el torpe Günther Oettinger, dirigen el Banco de
inversiones europeo, el mecanismo de rescate del euro, el secretariado del
Parlamento Europeo y tienen la jefatura de casi todos los grupos parlamentarios
de la cámara. Allí donde no tienen a su hombre, tienen a un títere, un hombre
de paja o de la confianza de la canciller Merkel, como el polaco Donald Tusk,
un caso entre muchos. Y allí donde hay un tipo al mando que no les gusta, éste
tiene a su lado a un comisario alemán para controlarle. Recuerda mucho a los
primeros secretarios de las repúblicas de la última URSS: todos eran locales,
pero casi todos tenían como segundo a rusos de toda confianza… Y ahora quieren
poner a Weber, un tipo sin gran experiencia, en el puesto de Juncker. Una cosa
es segura: seguirán cayendo puentes y seguiremos saliendo de la crisis como
Grecia.
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