Chisgarabís de aparato
Cachorro del aparato del partido, no ha tenido nunca un
trabajo normal ni en la empresa privada ni como empleado público.
La pregunta es: ¿tan mal anda el PP para apostar por un
líder mediocre y con plomo en las alas por estar bajo todas la sospechas por
sus trapacerías con el título, el máster y sus cursos?
Por Agustín Moreno
Cuarto poder.
Tras la moción de censura y la retirada de Rajoy se abrió el
melón sucesorio en el Partido Popular. El mejor colocado era Núñez Feijóo.
Podía haber sido elegido nuevo líder del partido prácticamente sin discusión,
pero con buen criterio decidió no presentarse. Quizá su temor a las guerras de
dossieres y sus pasadas relaciones con un narco paisano, le llevaron a dar un
paso atrás y seguir en Galicia, territorio conocido.
Pero hete aquí que, junto
a la candidatura de la exvicepresidenta del Gobierno y niña mimada de Rajoy,
Soraya Saénz de Santamaría, se presenta como candidato Pablo Casado, un joven
diputado del PP que había tenido un ascenso meteórico desde las Nuevas
Generaciones tutelado por Aznar y Esperanza Aguirre. Aunque estaba bajo
sospecha pública por sus estudios, él no tuvo ninguna duda y optó por una fuga
hacia adelante quizá también para blindarse. Como levantaba menos rechazo que
Saénz de Santamaría, fue elegido nuevo presidente del PP.
Pablo Casado se dio a conocer en 2008 con aquel discurso agresivo
y desparpajado que hizo las delicias del partido y donde insultaba a la
izquierda y a los familiares de las víctimas del franquismo: “… la inmensa
mayoría de los jóvenes españoles son del PP y aún no lo saben. Si es que en
pleno siglo XXI no puede estar de moda ser de izquierdas, son todos unos
carcas, están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé
quién, con la Memoria Histórica”.
Cachorro del aparato del partido, no ha tenido nunca un
trabajo normal ni en la empresa privada ni como empleado público. Cuando debía
estar estudiando se dedicaba a pillar cargos públicos: asesor del gobierno de
Aguirre por 50.000 euros con 23 años y sin ninguna titulación, presidente de
Nuevas Generaciones, diputado autonómico de Madrid desde 2007, jefe de gabinete
del expresidente Aznar de 2009 a 2012 o diputado en las Cortes desde 2011.
En
su precocidad política, saltando de la nada al cargo y al sueldo público, están
sus dificultades para aprobar la carrera, su retraso académico y su afán por tunear
el currículum con másteres y cursos. No es la mejor educación política que el
ascenso de los dirigentes se base en las intrigas y los medros desde los
aparatos de los partidos. Trepar distrae de estudiar y el complejo de no tener
titulaciones académicas, cuando se anda sobrado de ambiciones, es quizá el
origen de todo lo sucedido. Desgraciadamente, no es ni el único caso ni el
único partido político donde se produce.
En el plano académico empezó a estudiar Derecho en la
Universidad Pontificia de Comillas (ICADE) y se le atragantó. He podido leer a
compañeros suyos que dicen que era muy simpático y hablador, pero no debía
estudiar mucho cuando de 1999 a 2004 apenas aprobó la mitad de la carrera y
agotó las convocatorias. Tuvo que trasladarse al CES Cardenal Cisneros, un
centro privado adscrito a la Universidad Complutense de Madrid y cuyos cargos
los nombraba el gobierno de Esperanza Aguirre; de hecho Lucía Figar era la
presidenta del patronato del centro de estudios.
Allí acabó de forma exprés la
carrera. Después de salir elegido diputado autonómico de Madrid en 2007, aprobó
en cuatro meses el 48% de las asignaturas, algo que los expertos consideran
imposible sin recibir “ayudas” ni por alumnos con altas capacidades, que no
parece el caso. Según dijo el exdirector del Centro, Alberto Pérez de Vargas,
recibía presiones de Esperanza Aguirre para pedirle favores académicos:
“Hombre, cuídame a este chico, que tengo mucho interés”. Aguirre lo ha negado y
ha llegado a decir que “A lo mejor llamó alguien haciéndose pasar por mí”.
Según publicó El Mundo hubo profesores que afirmaron que “le regalaron parte
del título”. Pero el dato significativo a retener es que aprobó casi media
carrera en solo cuatro meses, cuando le costó cinco años en ICADE cursar la
otra mitad.
Después de aquella experiencia debió de pensar que era muy
fácil engordar el currículo si se tenían amigos para construir la ficción. Se
graduó en Administración y Dirección de Empresas (ADE) en la Universidad Rey
Juan Carlos. Y vinieron los plagios de trabajos y el máster regalado según dice
la jueza instructora del caso.
O sus estudios que él llama de “posgrado” en
Harvard y Georgetown; cursos que en realidad hizo en Aravaca (Madrid) en cuatro
días no metafóricos, sin tener que hacer ningún examen y becado por ser
parlamentario. Con esa impostura propia de un fantasmón, también se presentó
como profesor visitante de Georgetown, cuando solo había dado alguna
conferencia.
Al saltar el escándalo del máster de Cristina Cifuentes en
la Universidad Rey Juan Carlos, que le llevó a dimitir, se destapa una trama
que salpica de forma directa a Casado. Se apresuró a desmentir su implicación y
a enseñar desde lejos las portadas de unos pocos folios como sus trabajos de
fin de máster. Pero la justicia abrió una causa por el “caso Máster” y la jueza
instructora, Carmen Rodríguez-Medel, desplegó una pieza separada para
investigar cómo consiguió el máster Pablo Casado.
La jueza imputó a otras tres
alumnas del mismo máster. No lo pudo hacer con Casado ya que al ser diputado
está aforado y es el Tribunal Supremo el que tiene que decidir. Pero sí concluyó
la instrucción diciendo que fue conseguido el título “a modo de prebenda” y
pidiendo al Supremo que fuera imputado por cohecho impropio y prevaricación
administrativa.
Hasta aquí lo que podríamos llamar las hazañas académicas.
Políticamente hay que decir que Casado es muy de derechas. Sionista convencido
ha sido fundador del think tank “Friends of Israel Initiative”. admira a Aznar
como su “referente político e ideológico”, compite con Rivera a ver quién se
lleva el voto de la ultraderecha, es irresponsablemente xenófobo con la
inmigración y no duda en propagar bulos como el de los millones de personas
agazapados en el norte de África para invadirnos, catalanofóbico….
No parece
muy fino, sino más bien de brocha gorda y provocador cuando llama asesino al
Che Guevara, compara el futuro de Puigdemont con el presidente republicano de
la Generalitat fusilado Lluis Companys, cuando afirma que el trabajo de las
kellys es como el de un médico, cuando llama imbécil a Javier Bardem o la
última boutade de ¡Viva el rey! cada vez que se estornuda. Sí que parece que ha
logrado frenar la caída electoral del PP, ayudado por la errática y torpe
política de Ciudadanos.
Ahora bien, los casos de los másteres (incluido el de la
dimitida ministra Carmen Montón) han hecho un gran daño a la Universidad
Pública, a sus estudiantes que se dejan la piel luchando por aprobar, a sus
familias que hacen sacrificios económicos importantes, a la proclamada cultura
del esfuerzo y al todos somos iguales.
En el caso de Pablo Casado es un
escándalo, que ya se conocía durante el proceso de elección del nuevo
presidente del PP. Por eso la pregunta es: ¿tan mal anda el PP para apostar por
un líder mediocre y con plomo en las alas por estar bajo todas la sospechas por
sus trapacerías con el título, el máster y sus cursos? Casado cree que si el
Supremo no le imputa todo pasará y a ello se confía.
En el PP lo tienen muy
claro y lo ha dicho Rafael Hernando: “No se va a producir” la imputación. Pero
están equivocados. Siempre puede haber sospechas sobre la objetividad de una
sala que tiene una composición muy mayoritaria de jueces conservadores, entre
ellos el juez Llarena (NOTA 8). Pero sobre todo, existirá la duda sobre la
preparación académica y política de una persona que dirige el principal partido
conservador de España y que aspira a ser presidente del Gobierno de la nación.
Para afrontar las graves dificultades que tiene el país se necesitan dirigentes
con estatura política y moral, no chisgarabís de aparato.
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