domingo, 23 de septiembre de 2018

España atrincherada en sus obsesiones.


 "Como si de un país bananero se tratara"




Esa España convencida de la supremacía de sus excepciones a las normas generales sufre anomalías, “como si de un país bananero se tratara”. La interpretación de las leyes se topa, a veces, con una notable contaminación de prejuicios. El paquete se completa con políticos y medios afines,  decididos a imponer sus opiniones como preceptos.



Rosa María Artal 
  

 La frase dibuja el retrato de una España atrincherada en sus obsesiones. “Exigiendo como si de un país bananero se tratara” fue uno de los lamentos de jueces reunidos en un chat institucional tras la negativa del tribunal alemán de Schleswig Holstein a extraditar a Carles Puigdemont por rebelión. El estupor de una justicia tuerta por sus prejuicios ideológicos que se manifiesta sin cautela, seguros de sus criterios. Forman parte de esa España convencida de la supremacía de sus excepciones a las normas generales. Y que no deja ahí las pruebas de su existencia.

Apenas encajada la noticia de ese preocupante chat,  la Fiscalía del Supremo decide no investigar el Máster de Pablo Casado en la Rey Juan Carlos. Tres compañeras de máster con las mismas 18 convalidaciones y los mismos cuatro sobresalientes en las cuatro asignaturas restantes están imputadas, él no, dado que el aforamiento del que disfruta por ser diputado incluye asuntos privados. Tras la sorprendente disposición de la Fiscalía, la decisión última es del alto Tribunal. Cuatro de los cinco jueces a cargo del caso, recordemos, están nombrados  por el PP.




España sufre estas anomalías, “como si de un país bananero se tratara”. Son insostenibles.
Dejando a un lado prejuicios precisamente, el problema de base puede seguirse a través del procés catalán. El abogado Gonzalo Boye solía dar en las redes el parte meteorológico de las incidencias judiciales. Amanecía soleado en Europa para sus defendidos pero los persecutores, dueños absolutos de la verdad, nunca cogieron el paraguas. Ningún país  ha considerado a ninguno de los políticos catalanes que se fueron de España reos de los graves delitos que se les imputan, tal como se desarrollaron los hechos. Por las mismas acusaciones permanecen encarcelados otros políticos, algunos desde hace 11 meses en prisión preventiva sin juicio.
España tiene una justicia propia de un país autoritario, con sus leyes y códigos mordaza, tras los cambios ejecutados por el gobierno del PP. Y siguen vigentes pese a haber un nuevo ejecutivo. La justicia belga tampoco aceptó mandar a España al rapero Valtònyc a cumplir  nada menos que tres años y medio de prisión “por enaltecer el terrorismo e injuriar al rey en las letras de sus canciones”. Por muy chirriantes que sean. La interpretación de esas leyes se topa, a veces, con esas cabezas que muestran una notable contaminación de prejuicios. El paquete se completa con políticos y medios afines,  decididos a imponer sus opiniones como preceptos.
García Albiol, el líder de un PP minimizado electoralmente en Catalunya, afirma que los jueces del chat expresan “el sentir de la mayoría de los catalanes”. Su presidente nacional, Pablo Casado, ha llegado a calificar de “ xenófoba” la Diada de Cataluña.  La máquina de tuits y declaraciones de Albert Rivera y sus Ciudadanos suelta casi cada hora soflamas en el mismo sentido. Con las ideas básicas del ideario común: golpe de Estado, supremacismo, totalitarismo, nazismo, violencia. Y sin duda encuentran público propicio.
En esa España, José María Aznar, ex presidente del Gobierno por el PP, acude a declarar en el Congreso por la financiación ilegal de su partido y lo convierte en un mitin político de desaforados ataques a sus enemigos. La agria faz se vuelve vapuleo justo en las crónicas de la prensa al servicio de lo que representa. Le sigue una conversación con Felipe González, moderada por la directora de El País, para hablar de la Constitución, prevista sin duda con anterioridad.  En este acto Aznar se muestra simpático y hasta bromista, dicen.
Luego sabemos por Gabriela Wiener que Aznar saca un libro. “Aznar ha usado a la Comisión Investigadora del Congreso, a Iglesias, a Rufián, para promocionar su libro, su regreso a la política y anunciarnos que pese a haber quedado herida de muerte, tras la debacle del gobierno popular y su financiación ilegal, la derecha para él está más viva que nunca. Azul o naranja”, escribe nuestra compañera de eldiario.es
“Como si de un país bananero se tratara”, la España oficial rescata los jarrones agrietados y les da un baño de ultramontana modernidad. Siguen pareciendo del “todo a cien" 
“Como si de un país bananero se tratara”, el año judicial abre con esta foto de sus próceres, a pesar de la inapelable lucha de las mujeres por ocupar de una vez el lugar que nos corresponde. Florentino Pérez (ACS) entrega a Isidro Fainé ('la Caixa') el Premio Forbes a la Filantropía, al tiempo que el ex-ministro Soria se hacía con una puerta giratoria en  Volkswagen a quien favoreció en el conflicto de la emisión de gases. Miembros poderosos del IBEX, periodistas como Juan Luis Cebrián, la Iglesia Católica, el líder de la Familia Franco y otros se unen en una fundación "para promover valores". Lo que ellos consideran valores. Y por si faltara poco la burguesía catalana suspira por Manuel Valls para llevarlo a la alcaldía de Barcelona, cuando Francia lo ha desahuciado y hasta  el partido de Macron le rechazó. 
“Como si de un país bananero se tratara” la sanidad gestionada por el PP en Madrid, con apoyo hasta ahora de Ciudadanos, paga hasta seis veces más por el mismo tratamiento en un hospital concertado que en uno público. Mientras una alcaldesa y diputada regional reivindica al Caudillo que ganó la guerra y lo convierte así en modo plausible de llegar al poder.
El capítulo de las corrupciones  - largo capítulo echen un vistazo- nos lleva a Torrelodones y la infame amenaza de un edil del PP, queremos la silla y de no conseguirá esto podría tener consecuencias personales, no deseables.  “Como si de un país bananero se tratara”. Siciliano. Ha dimitido. Y Santas Pascuas.
En Llanes, un idílico municipio asturiano, el concejal de IU, Javier Ardines, de 52 años, fue encontrado muerto a golpes el 16 de agosto. Hace más de un mes en el que las noticias han pasado muy por encima del hecho. Imaginemos que hubiera sido de otro partido. El periodista Carlos Prieto ha hecho un reportaje desde el mismo Llanes para El Confidencial, modélico. Sigue las trazas de por qué medio pueblo se sintió agraviado por Ardines al punto de querer su muerte. Y vamos palpando la corrupción instalada en el rico municipio, el caciquismo, el feroz clientelismo, las familias enfrentadas, los miedos de los vecinos, incluso a hablar. Algunos lo hacen: “el concejal más coherente que ha tenido este pueblo en 40 años”, “el cargo público más quijotesco de Asturias”. Javier Ardines renunció incluso a su sueldo de concejal y siguió trabajando en la pesca. Salió solo de casa de madrugada hacia el barco. Y así le mataron.
Estas lacras están presentes en multitud de lugares de España, copados por reyezuelos de taifas sin otro partido real que el poder y el dinero. “Como si de un país bananero se tratara”.  Intoxican la médula espinal de España. Intentar cambiarlo acarrea sus riesgos mientras tantos sean cómplices con su silencio. Esperemos que el ADN tomado a media vecindad de Llanes y la dignidad de algunos resuelvan al menos el caso. La limpieza ha de hacerse mucho más a fondo.
Un país bananero, hallazgo semántico. Siempre se ha hablado de repúblicas bananeras. España es una monarquía. El miércoles tuvo un acto solemne en el Teatro Real de la Villa y Corte. Con la presencia de Felipe VI y Letizia, autoridades y celebridades varias. Se representaba Fausto, de Gounod, con montaje de La Fura dels Baus.
Las crónicas cortesanas lo dejaron bien claro: “D os lazos amarillos malogran el éxito de la Fura dels Baus en el Teatro Real” ¿Qué tragedia pudo ocasionar semejante desastre, ensombrecer tamaño resplandor? Veamos “El escenógrafo y responsable del vídeo Alfons Flores y el figurinista Lluc Castells lucían el símbolo político contra el Estado”.  No lo es. Es el símbolo que pide la liberación de los presos que de haberse ido a otro país de Europa no estarían encarcelados. Qué disgusto para el selecto público que contaba con, nos dicen, “personalidades como Isabel Preysler o Carmen Lomana, entre otros”.
Abucheos, aplausos y vivas al Rey en su tribuna. La Reina llevaba –dice la crónica social- un look  atrevido y elegante con pendientes regalados  por Bvlgari en el nacimiento en su día de su hija Leonor.
Claro que no somos un país bananero. Aquí las bananas, las habichuelas, el rape, los autobuses, los estudios, se trabajan con esfuerzo. Hasta la coherencia y el valor, aunque cueste. El contraste es demasiado duro. Tanto, que una tibieza gubernamental puede llevar a perder la partida.



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