El "Plan B" no es una incógnita: Occidente siempre
está interesado en dividir a los árabes
Ramzy Baroud
La posibilidad de dividir Siria y Libia no es una
advertencia casual, está presente de manera extendida en el discurso
intelectual y de los medios occidentales
En la imagen, mapa de 1916 del Medio Oriente, que muestra la
división entre una zona A (francesa) y B (inglesa) según el acuerdo
Sykes-Picot.
Cuando las calles árabes estallaron de furia desde Túnez a
Saná, el panarabismo parecía una ideario simbólico. Ni la denominada revolución
de los jazmines utilizó consignas asociadas a la identidad árabe ni la juventud
egipcia colgó pancarta alguna que proclamara la unidad árabe en los edificios
adyacentes a la plaza Tahrir.
Curiosamente, el arabismo de la 'primavera árabe' fue casi
un resultado de conveniencias. Políticamente, a los gobiernos occidentales les
interesaba estereotipar a las naciones árabes y presentarlas como si fueran
homogéneas, como si los sentimientos nacionales, las identidades, las
expectativas y las revueltas populares procedieran de una misma causa anclada
en el pasado y se correspondiesen con una misma realidad precisa en el
presente. Así, muchos en Occidente esperaban que la caída de Zine El Abidine
Ben Ali de Túnez diera lugar a un efecto dominó, sobre todo desde que abdicó
Hosni Mubarak en Egipto. Fueron muchos los pretenciosos que, desconociendo la
región y su complejidad, se preguntaban “¿quién será el siguiente?”.
Después de la duda inicial, EEUU y sus aliados occidentales
se movieron rápidamente para influir en el resultado de los procesos de algunos
países árabes. Su misión era garantizar una transición sin problemas en los
países cuyo rumbo lo había marcado el impulso de las revueltas, acelerar la
caída de sus enemigos y apuntalar a sus aliados para que no sufrieran el mismo
destino.
El resultado fue la devastación. Los países en los que
intervino Occidente, sus aliados y, como era de esperar, sus enemigos, se
convirtieron en infiernos no por el fervor revolucionario sino por el caos
militante, el terrorismo y las guerras sin fin. Libia, Siria y Yemen son
ejemplos obvios.
En cierto modo, Occidente, sus medios de comunicación y sus
aliados se autoproclamaron guardianes osados no solo del destino de los árabes
sino de la forja de sus identidades. Ahora, cuando en algunos países árabes
colapsa toda noción de nación –Libia, por ejemplo– EEUU se abroga la
responsabilidad de fabricar escenarios futuros para los Estados árabes en
descomposición.
En su testimonio ante un comité del Senado de EEUU para
discutir el cese del fuego en Siria, el secretario de Estado, John Kerry reveló
que su país está preparando un “Plan B” por si fracasa el alto el fuego. Aunque
se abstuvo de ofrecer detalles específicos, Kerry ofreció pistas. Puede que “si
esperamos mucho más sea demasiado tarde para mantener a Siria como
Estado", indicó.
La posibilidad de dividir Siria no es una advertencia casual
sino que está presente de manera extendida en el discurso intelectual y de los
medios de comunicación estadounidenses y de otros países occidentales. Michael
O'Hanlon, del Brookings Institute, ya lo reseñó en un artículo de opinión
publicado por Reuters en octubre pasado. En él reclamaba que EEUU hallara un
“propósito común con Rusia” sin perder de vista “el modelo de Bosnia”.
“[...] De manera similar, la Siria del futuro podría ser una
confederación de varios sectores: uno mayoritariamente alauí, otro kurdo, un
tercero principalmente druso, un cuarto compuesto en gran parte por musulmanes
suníes, y finalmente una zona central de grupos mixtos en el principal cinturón
poblacional del país, desde Damasco a Alepo”.
Lo peligroso de la solución de O'Hanlon para Siria no es el
total desprecio por la identidad nacional siria. Francamente, muchos
intelectuales occidentales ni siquiera han llegado a aceptar la idea de que las
naciones árabes lo sean según la propia definición occidental de nación (léase
el artículo Aaron David Miller, “Tribes with Flags” [Tribus con banderas]). No,
el verdadero peligro radica en que el desmantelamiento de los países árabes,
por controvertido que sea, es muy verosímil; los precedentes históricos
abundan.
No es ningún secreto que la formación moderna de los países
árabes es en gran medida resultado de la división de la región árabe dentro del
Imperio Otomano en mini-Estados. Fue el resultado de las necesidades políticas
y de los compromisos surgidos del Acuerdo Sykes-Picot de 1916. En aquel
momento, EEUU estaba más volcado en su vecindad americana y el resto del mundo
era en gran parte un tablero de juego dominado por Gran Bretaña y Francia.
El acuerdo franco-británico, con el consentimiento de Rusia,
lo motivó netamente el poder, los intereses económicos, la hegemonía política y
poco más. Así se explica por qué la mayoría de las fronteras de los países
árabes eran perfectas líneas rectas. De hecho, se trazaron con lápiz y cartabón
sin considerar otros múltiples factores relacionados con la propia evolución
orgánica de la geografía ni su prolongada historia de conflicto o concordia.
Han pasado casi cien años desde que las potencias coloniales
fragmentaran a los árabes y nunca se han respetado las propias fronteras que
esas mismas potencias crearon. Por otra parte, han invertido mucho tiempo,
energía, recursos e incluso guerras para asegurarse que la arbitraria división
no concluya jamás.
Occidente no sólo detesta la expresión “unidad árabe”, también
aborrece a todo aquel que se atreva a infundir lo que considera terminología
hostil y radical. El segundo presidente de Egipto, Gamal Abdel Naser, argumentó
que la verdadera liberación y la libertad de las naciones árabes estaban
intrínsecamente ligadas a la unidad árabe.
Por lo tanto, no sorprende que la lucha por Palestina
ocupara una faceta central en la retórica del nacionalismo árabe a lo largo de
los años 50 y 60. Abdel Naser fue elevado por la mayoría de los árabes a la
categoría de héroe nacional, y Occidente e Israel lo denigraron como paria.
Para asegurarse de que los árabes no se unieran jamás,
Occidente se empleó a fondo en su mayor desunión. En 2006-2007, la ex
secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, dejó claro que EEUU pondría
fin a su apoyo a la Autoridad Palestina si prosperaba la unión de Fatah y
Hamas. Anteriormente, cuando la resistencia en Iraq alcanzó un punto
insoportable para los ocupantes estadounidenses, se dedicaron a dividir a los
iraquíes impulsando los criterios sectarios. Sus intelectuales aún sopesan la
posibilidad de dividir Iraq en tres estados autónomos: chií, suní y kurdo.
Libia fue totalmente destruida después de que la invasión de
la OTAN convirtiera un levantamiento regional en una guerra sangrienta. Desde
entonces, Francia, Gran Bretaña, EEUU y otros han apoyado algunos sectores
contra otros. Cualquiera que fuera el sentimiento de nación que existiera desde
el fin de la colonización italiana en ese país, ha sido diezmado por el
retroceso de los libios a sus identidades regionales y tribales para sobrevivir
a la conmoción.
El Embajador de Libia en Roma rechazó recientemente un Plan
B para dividir Libia en tres protectorados separados de Tripolitania, Cirenaica
y Fezzan. No obstante, parece que los libios son en la actualidad la parte más
irrelevante para determinar el futuro de su propio país.
El mundo árabe siempre ha sido visto por los occidentales
como un lugar de conquista para explotar, controlar y domesticar. Esa forma de
pensar sigue definiendo la relación. Como se sigue temiendo la unidad árabe se
prodigan nuevas divisiones denominadas “Plan B” cuando el status quo que llaman
“Plan A” parece imposible de mantenerse.
Lo realmente interesante es que, a pesar de la falta de una
visión pan-árabe en los países árabes que experimentaron revueltas populares
hace cinco años, pocos acontecimientos en la historia moderna han unido a los
árabes más que los cantos de libertad en Túnez, las voces victoriosas en Egipto
y los gritos de dolor en Yemen y en Siria. Es esa tácita pero sentida identidad
colectiva la que impulsa a millones de árabes a aferrarse a una esperanza, por
débil que sea, de que sus naciones sobrevivirán a esta arremetida como a la
previsible división occidental.
ramzybaroud.net. Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
Extractado por La Haine
Texto completo en: http://www.lahaine.org/el-plan-b-no-es
y ver ...
Ver hay tradución en el post superior de Rebelión..
http://www.globalresearch.ca/exposing-the-libyan-agenda-a-closer-look-at-hillarys-emails/5514010
y ver ...
Ver hay tradución en el post superior de Rebelión..
http://www.globalresearch.ca/exposing-the-libyan-agenda-a-closer-look-at-hillarys-emails/5514010
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