Georges Corm, Europa y el mito de Occidente. La construcción de una historia. Ediciones Península, Madrid, 2010.
Una reseña de Christian Rubí,
El concepto de Occidente es ante todo un
concepto geográfico o astrológico, de origen latino. El lugar donde se
pone el sol podría cambiar dependiendo de la situación de la persona
que lo observa, es una cuestión de emplazamiento. Pero esta idea se ha
convertido en la señal de una barrera infranqueable, en una encrucijada
de sentimientos especiales, un eslogan portador de esperanzas
humanistas. Y es en Europa en dónde se ha producido esta alquimia. ¿Cómo
y por qué? Estas son las preguntas a las que este libro trata de dar
respuesta. El concepto de Occidente, a partir de una construcción
específica tuvo tamaño peso que podría ser tomado por un concepto mítico
globalizante. Una vez más, ¿por qué? ¿Y por qué se le asigna la
construcción de un universo mental, abriendo la puerta a la extrema
violencia que se infligieron los pueblos de Europa dos veces
consecutivas en el siglo XX? Por último, ¿cómo podemos conectarlo con
los sistemas filosóficos que han ejercido siempre una fuerte influencia
en la lengua, en los programas y en los objetivos de los partidos
políticos, así como en cualquier producción cultural?
Inicialmente, el autor insiste en que
estuvo tentado de llevar a cabo una historia de la aparición del
concepto de Occidente, sus usos filosóficos, históricos, sociológicos.
El pretendía explicar cómo un concepto geográfico simple había podido
convertirse en un concepto polisémico y conflictivo. Al mismo tiempo, se
hacía necesario explicar también cómo se fortalece, durante los dos
últimos siglos, de manera casi obsesiva, el uso de ese concepto, en
particular a partir de los extravíos de la imaginación histórica y
geográfica. Pero Georges Corm abandonó esta búsqueda por otra diferente:
explicar las modalidades de uso, más intensivo cada vez, de dicha
noción. De hecho, en el siglo XIX el concepto de Occidente sirvió como
polarizador emocional en los diferentes universos mentales, visiones y
percepciones del mundo que agitaban Europa. El concepto de Occidente se
propaga desde el mismo momento en el que las contradicciones entre
visiones históricas y políticas del mundo se agudizan.
Antes de ahondar más profusamente en el
análisis de la génesis de la mitología de Occidente, concebido como una
masiva identidad totalizadora, es preciso recordar que el autor ya había
estudiado los conceptos de Oriente y Occidente en otro trabajo,
haciendo de las "mega-identidades" formas específicas de lo que Marc
Crépon denomina exitosamente las "geografías de la mente." En una
reedición de su libro, va aún más lejos. Se examina en primer lugar el
componente mítico del concepto de Occidente, los modos y técnicas de su
desarrollo, su funcionamiento y las funciones que cumple en las
diferentes áreas donde se utiliza (la política, la literatura, la
música, la historia. ..).
La identidad occidental
En todos los casos, el uso del concepto
de Occidente, junto con una mirada de menosprecio hacia Oriente — sobre
el cual Corm hubiese podido citar alguna célebre inversión de mirada,
siempre "occidental" (Friedrich Nietzsche, por ejemplo, o François
Jullien) – se corresponde con una estilización y una idealización de la
historia del continente europeo. Su objetivo es eliminar la diversidad
de situaciones en Europa, para evacuar los conflictos internos y en su
lugar construir la oposición – bloque contra bloque – frente al resto
del mundo. Este concepto se crea para referir una unidad trascendente,
un « espíritu » de Europa, una « civilización » europea, que se piensa, a
veces, única y específica, y que se cree que ocupa un lugar central en
la historia del mundo.
Sin embargo este uso — centrado en una
Europa unida y homogénea — no puede ocultar por completo « la variedad
de los contactos mantenidos con otros pueblos del mundo, con toda la
variedad de pueblos, costumbres, ciencias, tecnologías y niveles de
civilización fuera de Europa ». Las relaciones con otros pueblos
existían ya durante el período griego, la Edad Media e incluso el
Renacimiento, y rechazan siempre la imagen de una Europa replegada sobre
sí misma.
Pero esta no es la « verdad » que va a
originar el mito. Este quiere fortalecer las separaciones. Obviamente,
en el corazón de todas las cuestiones planteadas, la del Islam y su
estatuto, llega rápidamente a un primer plano, sobre todo porque muchos
libros (incluyendo recientemente: Samuel P. Huntington, Bernard Lewis)
atacan con vehemencia al mundo islámico, alegando la idea del fracaso de
su civilización.
Otras preguntas, sobre las que
volveremos, son planteadas en este libro, pero todos convergen en la
misma idea: ¿se imaginan el enorme potencial para el renacimiento de la
cultura y del pensamiento en Europa si los cánones del discurso
occidentalista fueran abandonados? El autor del libro, al igual que el
autor de estas líneas, tendería a responder favorablemente a tal
pregunta.
Nadie niega, sin embargo, que "su
expansión mundial, la efervescencia de Europa, su deseo de pensar lo
universal, sus diversos modelos políticos..." la conviertan en
imprescindible para comprender lo que sucedió en el mundo. Durante
siglos, su historia también explica la de otros continentes. El autor va
más allá: « no hay nada en el mundo que no haya sido afectado por
Europa y, sobre todo, por las formas en la que los europeos han contado
la historia del mundo » y que se contaron a sí mismos, al menos para
(auto)explicar su genio, sus éxitos, sus fracasos, "en breve lo que
consideran su destino excepcional en la historia del mundo." También es
necesario insistir en el lado oscuro que muchos dejan de lado: el
genocidio, la esclavitud, la explotación, la opresión colonial, los
estallidos de las pasiones nacionalistas ... « Es notable observar el
paralelismo entre la violencia que los europeos se han infligido entre
ellos y aquella que han ejercido sobre otros pueblos » (a menos que ello
ya no constituya un paralelismo sino una serie de « disparos de prueba
»). Y el autor explica: « Fue, por tanto, difícil de conciliar la
violencia y la crueldad con los clichés de una Europa, o de un
Occidente, como lugar privilegiado de la aparición del reino de la razón
y del humanismo universal » .
En el banquillo, en primer lugar, G.W.F.
Hegel y Max Weber. « Son probablemente los filósofos y sociólogos
alemanes, con Hegel y Weber a la cabeza (destacamos también al
antropólogo francés Louis Dumont), los que han contribuido
mayoritariamente a formar la conciencia de un destino « occidental »
común a los pueblos europeos. « A ellos, sobre quienes el autor vuelve
reiteradas veces, hay que añadir el romanticismo alemán y la mística.
Probablemente habría que tomar más precauciones para afirmar esta
hipótesis, en todo caso, habría que señalar paradojas más centrales,
relacionadas con la Ilustración, antes de correr el riesgo de ser
demasiado unilateral. Sin embargo, es precisamente en los textos de
dichos filósofos en los que se observa la construcción de una
supra-identidad. Decir "Occidente" es tener una visión
histórico-filosófica de un continuo territorial e histórico (construido
por completo), una identidad supuesta de trascender todas las
diferencias entre los pueblos europeos, a pesar de las guerras y los
conflictos religiosos, nacionalistas e ideológico. "El Occidente se
convierte en una entidad mitológica, una imaginación exuberante, y
también en un formidable espíritu de frontera, una máquina para crear
una fuerte alteridad, incluso radical e insalvable, entre los pueblos,
naciones, culturas y civilizaciones. »
Por otra parte, esta idea de Occidente
tan aceptada y arraigada desde hace tiempo hace que cualquier crítica,
cualquier deconstrucción de la imaginación mitológica suscite reacciones
hostiles. La evidencia fue puesta de manifiesto durante los debates
sobre las "raíces" de Occidente y de Europa, durante las discusiones que
terminaron acumulando de forma indiscriminada, por satisfacer a todos:
la racionalidad griega, la herencia del derecho romano, el monoteísmo,
las tribus germánicas, la Ilustración... pretenden la aceptación de
todos, de una genética europea única y específica, que se remonta a los
albores del tiempo, pese a la imposibilidad técnica de conciliar todas
estas "fuentes" .
Observando cuidadosamente los textos de
referencia, uno se da cuenta, y el autor sigue su lectura línea por
línea, de que la invención del "genio de Occidente" parece no haber
estado nunca en deuda con otras culturas. Todo el mundo quiere demostrar
que esa construcción es puramente endógena, de naturaleza casi
esencialista, que no debe nada a los contactos bien con África bien con
el mundo oriental musulmán (Philippe Nemo, Sylvain Gougenheim, Jacques
Ellul). En este sentido, el papel del filósofo e historiador Ernest
Renan (1823-1892) fue decisivo. Según el autor, Renan fue el creador de
la primera implementación flagrante del concepto. A partir de este punto
focal, la palabra "Occidente" comenzó una fulgurante carrera: « La
palabra mágica, la palabra favorita, la palabra tótem en torno a la cual
se reúnen las diversas tribus europeas. » En torno a ella, la
organización de un mundo binario: el bien y el mal, el creyente y el
hereje, lo civilizado y lo bárbaro... que encuentran expresión en los
textos y cursos de François Guizot, a saber cuando construyó su discurso
épico sobre la historia europea identificada con LA civilización.
La alteridad de Oriente
Es sobre esta base sobre la que se
inventa, de modo inverso, Oriente. Oriente se está convirtiendo en una
necesidad ineludible en el discurso mitológico occidental. Sin Oriente,
por supuesto no hay Occidente. Pero sin Oriente, no existe punto de
tensiones ni temores, no existe despliegue militar ni defensa del "mundo
libre". Así G. Corm añade: « Poco importa la realidad y la coherencia
de ese Oriente. Lo esencial es crearlo, también, en la imaginación ». Y
Oriente varía en contenido según los problemas enfrentados: después de
haber sido eslavo o amarillo, se convirtió en musulmán. Las imágenes que
se han cristalizado en la imaginación occidental condensan una serie de
disparates sobre los que se podría narrar toda una serie de historias:
las mujeres esclavizadas, el gusto por el terrorismo y la sangre, las
faltas de valores individuales, el fanatismo, el odio hacia el hombre
occidental, barbas asquerosas, sacrificios, dictadores sangrientos...
Evidentemente, encontramos muchos autores que denuncian esta función
despectiva de la literatura europea sobre Oriente (Edward Said, Lucette
Valensi, Jack Goody y el propio Georges Corm).
Sería injusto no mencionar también la
existencia de una crítica occidental del discurso occidentalista, sin
hablar de los rechazos exteriores de dicho discurso. Y en el que el
autor explora esas modalidades que se diversifican en: discursos
denigrantes, discursos críticos o discursos despectivos
Incluso la crítica más fuerte del mito
—cualquier discurso anestesiante entendido como espíritu crítico — viene
menos de los discursos que de las mismas prácticas de Occidente. Desde
que la barbarie se descubre intrínseca en Europa en lugar de extrínseca
(lo primitivo, lo salvaje), el narcisismo de Occidente se convierte en
un hecho insostenible. En un pasaje sobre la música europea, el autor
profundiza sobre dicho aspecto. De hecho se requiere razonar sobre ese
punto: o bien Occidente es la vanguardia de la humanidad, la
civilización que ocupa el centro de la aventura humana, y en este caso,
esa súbita barbarie, después de siglos de progreso y refinamiento, sólo
puede seguir siendo inexplicable y misteriosa, escapando a la misma
razón que Occidente afirma encarnar; o bien esa barbarie tiene sus
raíces en la propia historia de Europa, que, por lo tanto, no es menos
« salvaje » que los que le han otorgado ese adjetivo peyorativo.
Sin embargo, para llegar al final del
debate iniciado por Corm, ¿no se estaría sustituyendo dicho mito por un
fenómeno de desplazamiento, desde Occidente a Europa? Es cierto, señala
el autor que Europa ahora « disfruta » del mismo tipo de promoción que
procede de generalizaciones masivas, de una búsqueda de raíces
profundas, y del mito de la unidad. La emergencia del discurso sobre
« el alma de Europa » o sobre el tesoro inexpugnable de su historia, es
típico en ese sentido. ¡El oficio de ideólogo tiene aún un futuro por
delante! Esta es la conclusión Corm, siguiendo las ideas del historiador
Jean-Baptiste Duroselle (La idea de Europa en la historia, París, Denoël, 1965).
Después de todo, Corm podría tratar de
enfrentar mito y realidad. ¿Hubiese sido productiva tal experiencia ? Es
difícil de determinar. Lo que es cierto es que el autor continúa
realizando los comentarios necesarios ante los acontecimientos (mal)
citados en los textos de referencia. Hecho eficaz. Sin embargo, la
deconstrucción no se detiene ahí. Se abren muchas perspectivas de
investigación: La de la auto-celebración de Europa a partir de la idea
de la ciencia, la del gusto occidental por los viajes, la de la
curiosidad intelectual acerca del otro, la de la generación del
capitalismo comercial en Europa, etcétera, etcétera.
http://cafeuropa.e-monsite.com/es/blog/libros-para-debatir/un-libro-para-pensar.html
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