lunes, 31 de julio de 2017

La constituyente venezolana se ha convertido en pánico en las pantallas.

 Un manifestante empuña una pistola en Caracas, Venezuela, este domingo. REUTERS/Andres Martinez Casares
 Un manifestante empuña una pistola en Caracas, Venezuela, este domingo. REUTERS/Andres Martinez Casares
¿Quién teme a la Constituyente venezolana?

La pupila insomne


Mariano Rajoy teme a la Constituyente venezolana. Felipe González y Jose María Aznar, Albert Rivera y Pedro Sánchez, hasta el calculador Pablo Iglesias teme a la Constituyente. La oposición golpista venezolana y Donald Trump temen a la Constituyente. Los empresarios venezolanos que especulan con la comida del pueblo, las hordas de jóvenes desclasados y bien pertrechados que queman a chavistas, los intelectuales orgánicos, los que callan, los que otorgan, los paraperiodistas que no paran de disparar a las audiencias europeas. Todos sienten que se les acaba el tiempo para torcer el brazo a la revolución bolivariana. Hay muchos y distintos tipos de miedos que atraviesan el ámbito de la política. El miedo a un proceso constituyente es parecido al miedo que históricamente ha aterrorizado a las oligarquías cuando avizoran una posibilidad revolucionaria por pequeña que esta sea. A veces, es un miedo irracional pues hay pueblos sumisos y doblados por el talón de hierro capitalista que no guardan rescoldo alguno de rebelión. Pero eso no importa ni al orondo y clásico burgués, ni al joven tiburón especulador. Si hay una remota posibilidad de que ese pueblo despierte ahí estarán, la amenaza terrorista, las leyes mordaza, el caos tercermundista y la crisis económica que todo lo explica. El miedo de las élites europeas a los procesos constituyentes tiene mucho de terapia preventiva, es un “por si acaso mejor prevenir que curar”.
El miedo del imperialismo estadounidense es otro tipo de miedo. Es el histórico miedo del esclavista a que los esclavos dejen de cultivar la tierra y se liberen, es el miedo del colono a un ataque de los indios sobrevivientes. Es el miedo a que los asesinados, los desaparecidos, los torturados y los saqueados latinoamericanos reclamen justicia. A que el retrato del imperialista salga a la luz y se vea nítidamente y sin máscara su democracia realmente existente. Donal Trump y antes Barak Obama temen que América Latina deje de ser un patio trasero donde hacer ricos negocios que oxigenen la economía estadounidense.
El miedo español es un miedo neofranquista y tiene su origen en una Constitución sin Asamblea Constituyente. La historia de nuestra Constitución es la historia de un apaño, de una componenda entre las élites franquistas y las nuevas élites socialistas y nacionalistas, ambas conectadas por finos hilos geoestratégicos a los intereses estadounidenses.
No hubo pueblo español, ni vasco, ni catalán, ni siquiera franquista que participara en la elaboración de la Constitución española de 1978. Las elecciones del 15 de abril de 1977 no fueron para elegir a una cámara constituyente que elaborara ninguna constitución. Fue la Ley de Reforma Política (15 diciembre de 1976), aprobada por las Cortes Franquistas la que sentaba las bases para elegir a unos parlamentarios que a su vez designaran una Comisión de Asuntos Constitucionales compuesta por sólo 7 miembros repartidos entre comisionados de probado curriculum franquista como el ministro de Información y turismo Manuel Fraga Iribarne o Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, letrado del Consejo de Estado y Secretario General técnico del ministerio de Justicia; y comisionados vinculados al emergente y ambicioso PSOE como el abogado Gregorio Peces-Barba o Jordi Solé Turá. Después, sólo después de que la lápida del consenso enterrara la esperanza de recuperar la democracia republicana se hizo un referéndum legitimador.
Para la reforma constitucional del 2011 tampoco hubo necesidad de preguntar al pueblo, y eso que el artículo a reformar, el 135, era nada menos que aquel que obliga a cualquier gobierno, sea del signo que sea, a priorizar el pago de la deuda antes que cualquier otro gasto del Estado, primero la bolsa y luego la vida. Quince días para maniatar al próximo gobierno y ni siquiera un referéndum de ratificación ¿Por qué había de opinar el pueblo si ya opinan sus representantes? ¿Por qué preguntar si las respuestas venían dadas desde la troika europea?
¿A qué se debe que las Constituciones den tanto miedo y los procesos constituyentes mucho más?
La Constitución es la regla básica que fundamenta y ampara el sistema jurídico de un país así como el funcionamiento de las instituciones y poderes de un Estado. Se suele decir que es la ley de leyes. Las constituciones establecen los marcos jurídicos pero a su vez éstos implican una redefinición del Estado y de la fuente de la soberanía. Cuando son el resultado de procesos constituyentes suponen la incorporación de los ciudadanos a la discusión, elaboración y ratificación de la constitución, caso que se dio en Venezuela en 1999; estamos hablando de procesos en los que hay una ratificación popular del contrato social en la que los ciudadanos establecen y aprueban los instrumentos concretos para el ejercicio del poder del Estado y sus instituciones. Es algo así como si los ciudadanos participaran en la elaboración de los instrumentos que puede utilizar el Estado para gobernar y al mismo tiempo dijeran qué herramientas no pueden ser utilizadas.
Las constituciones otorgan poder al Estado pero también limitan el ejercicio de ese poder.
Las clases populares, siendo la fuente de poder en el proceso Venezolano, se convirtieron también en 1999 en fuente de derecho pues no se limitaron solo a votar una constitución previamente elaborada por juristas o comisionados no electos, sino que participaron activamente en la elección de los encargados de elaborar el articulado de la Constitución y también en discutir y debatir sobre las propuestas que éstos realizaban.
Cada Constitución, dice el constitucionalista Roberto Gargarella, trata de responder a uno o varios problemas, o lo que es igual, trata de remediar algún mal; nos dice: “las Constituciones nacen habitualmente en momentos de crisis, con el objeto de resolver algún drama político-social fundamental”1
La Constitución de 1999 en Venezuela vino a resolver tres problemas básicos: la incorporación de los sectores populares a las tareas de gobierno, es decir, convertir a estos sectores en sujetos políticos protagónicos, en segundo lugar, recuperar la soberanía sobre los recursos naturales (especialmente el petróleo), y en tercer lugar, resolver el drama de la desigualdad social.
La movilización social, el cambio de correlación de fuerzas y la acumulación de poder social fueron el punto de partida de las nuevas Constituciones latinoamericanas tanto en Venezuela como en Ecuador o en Bolivia; y también la crisis del modelo de acumulación capitalista en estos paises.
Pero esa recuperación de la soberanía popular que significó la Constitución de 1999 sólo podía estabilizarse con la mejora de las condiciones de vida al tiempo que se desarrollaba una cultura política de participación real y efectiva. Ambos procesos, mejora económica y participación política, son los que han dado y dan legitimidad al gobierno bolivariano. Son las bases del poder popular que derrocó al golpe contra el gobierno bolivariano en el 2002.
Dieciocho años después de esa Constitución, ha habido 24 procesos electorales, se ha avanzado en casi todos los indicadores sociales (educación, desarrollo, vivienda, salud…), como demuestran los datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de Naciones Unidas. Pero el contexto nacional e internacional han cambiado. A pesar del avance en cultura democrática y participación –o precisamente por ello-, el gobierno de Nicolás Maduro perdió la mayoría de la Asamblea Nacional que ahora se encuentra en manos de la llamada “oposición venezolana” –un conglomerado de más de 20 partidos unidos sólo por el odio al gobierno bolivariano2, una Asamblea que además sesiona en desacato. La llamada oposición y las oligarquías empresariales han emprendido una hoja de ruta que, como en la Chile de Allende, trata de reventar la economía (inflación inducida, embargo comercial encubierto, bloqueo financiero internacional), someter por hambre a las clases populares (boicot en el suministro de bienes de primera necesidad, desabastecimiento programado), bloquear las instituciones, tomar las calles con la violencia extrema, crear un gobierno paralelo y finalmente, si no se derroca al gobierno bolivariano ni se quiebra al ejército bolivariano, habrá creado las mejores condiciones para una intervención humanitariamente armada.
Tal vez no a través de la IV Flota estadounidense próxima a las costas venezolanas, pero como declaró hace apenas unos días Michael Richard Pompeo, director de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), se trabaja con los gobiernos de Colombia y México para evaluar las maniobras necesarias para lograr un cambio de gobierno en Venezuela3.
Internacionalmente la región latinoamericana ha sufrido un retroceso provocado por la derrota del gobierno progresista de Cristina Kirstchner, los golpes parlamentarios en Brasil (2016) y Paraguay (2012), precedidos por los Golpes de Estado de Haití (2004) y Honduras (2009). La integración regional se ha ralentizado por los Estados más afines a Estados Unidos, como Colombia o México. La OEA (Organización de Estados Americanos) vuelve a ser esa organización internacional instrumentalizada por el imperio contra los gobiernos latinoamericanos díscolos.
También a escala global el imperio estadounidense y sus aliados tienen sobre sus cabezas la espada de Damocles de una crisis económica que sólo resuelven aumentando la presión y la desposesión de sus poblaciones (saqueo de lo público, austeridad, recortes, precarización…). Llevar la guerra a cualquier parte del mundo donde haya algo que saquear, recuperar cuotas de influencia frente a Rusia o China y disciplinar a sus propias poblaciones, se hace urgente y necesario. Así, apoyar a las llamadas oposiciones, moderadas, armadas o de colores es la única política internacional realista para las necesidades imperiales.
Ante este nuevo contexto nacional e internacional, el Poder electoral venezolano, a propuesta del Presidente (de acuerdo con el artículo 348 de la Constitución) ha convocado elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente el 30 de julio. No hay constitución que aguante tamaña embestida.
Cada venezolano podrá votar una vez territorialmente y una vez por el sector y subsector que le corresponda. Los comisionados electos tendrán que reformar la Constitución de 1999 para tratar de resolver esta vez los siguientes graves y nuevos problemas que se resumen en 9 temas propuestos para la reforma: 1) Constitucionalizar las Misiones (salud, vivienda, educación…) creando un sistema público que garantice por ley los avances sociales, 2) dotar de instrumentos más eficaces para defender la soberanía nacional y el rechazo al intervencionismo, 3) constitucionalizar las comunas y consejos comunales para hacer de la participación un requisito democrático, 4) crear instrumentos jurídicos y penitenciarios para luchar contra la impunidad, el terrorismo y el narcotráfico, 5) caminar hacia un sistema económico menos dependiente del petróleo, 6) luchar contra el cambio climático y el calentamiento global, 7) favorecer los procesos de paz, reafirmar la justicia y aislamiento de los violentos, 8) Desarrollar los derechos y deberes sociales, 9) una nueva espiritualidad cultural y venezolanidad, garantizar el carácter pluricultural y la identidad cultural.
El miedo a la constituyente venezolana se ha convertido en pánico en las pantallas. Los paraperiodistas dan diariamente el parte de guerra: 80, 90, 100 muertos, 20,30, 40 heridos. ¿Quiénes eran, a manos de quién, estaban en la manifestación?,-detalles irrelevantes-; huelga general, 70%, 90% de seguimiento –¿quién da esas cifras, están comprobadas? –detalle irrelevante-; nueva manifestación que es reprimida violentamente; ¿por qué es reprimida, en qué consiste la represión de la policía si solo vemos manifestantes tapados que arrojan cócteles y disparan morteros? – detalles irrelevantes. Qué extraña “dictadura” la venezolana donde los periodistas nacionales e internacionales campan a sus anchas por las calles grabando la “represión policial”. Paraperiodistas que solo beben de las fuentes de la oposición, que no desaprovechan la oportunidad de disfrazarse de reporteros de guerra, que nunca entrevistan al pueblo bolivariano, que repiten cual papagayos las consignas de la llamada “oposición”.
Todo vale en la propaganda de guerra, quien paga manda. Elparaperiodista está siempre del lado correcto, el del empresario, el del gobierno si es un medio nacional, como televisión española, y si el gobierno español se ha pronunciado declarando enemigo al gobierno venezolano, pues ellos están ahí sirviendo a la patria.
Los paraperiodistas españoles tienen un serio entrenamiento: descubrieron armas de destrucción masiva en Iraq, nos convencieron de que para quitar el burka a las afganas había que facilitar a USA la intervención, justificaron el bombardeo de la OTAN en Yugoslavia, el asesinato de Gadafi, el golpe de Estado del 2002 en Venezuela, han apoyado a la más que moderada, moderadísima oposición siria, en fin, una probada fidelidad a las Agencias de información y a las orientaciones imperiales. Lástima que según un informe de la Universidad de Oxford de 2015, de los 11 países consultados en Europa, los medios de comunicación españoles son los menos creíbles y los segundos menos creíbles de los 12 países estudiados a nivel mundial.
Sin embargo, hay quienes no temen a la Constituyente venezolana, es más, hay quienes la defienden incluso a riesgo de su vida. Es el pueblo venezolano, son las clases populares que no se han dejado engañar ni amedrentar. Es el pueblo que rinde homenaje a la memoria de su comandante que les colocó en la historia. Son los que recibieron educación, libros gratis, vivienda, salud,… No temen a la constituyente los líderes barriales, los obreros, los dirigentes, miles de venezolanos que se postulan para servir a su pueblo.
Nadie que conozca la historia reciente de Venezuela, nadie que conozca los planes imperiales, nadie que haya soñado alguna vez con que en su país le hubieran dejado participar en un proceso constituyente, puede temer a la Constituyente venezolana.
Notas:
1 Gargarela R., El nuevo constitucionalismo latinoamericano: Promesas e interrogantes ; CONICET/CMI
2 Composición de la Oposición Venezolana, MUD, compuesta por 19 partidos, originariamente por 31
3 CIA, Colombia y México quieren derrocar a Maduro: canciller de Venezuela,http://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/cia-colombia-y-mexico-quieren-derrocar-maduro-canciller-de-venezuela-articulo-704678

Ángeles Diez es Doctora en CC. Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid.
 


 Nota.-


La escalada tenía sus motivos: la presión instalada debía corroer la paciencia del pueblo, provocando un levantamiento contra el gobierno y lograr además atraer alguna facción rebelde en las Fuerzas Armadas que permitiera un golpe militar o un conato de guerra civil fratricida para abrir las puertas a una intervención multinacional extranjera.
La oposición intentó todo para detener el proceso. Quemar personas, trancar las calles, amedrentar a los vecinos, ponerle candado a las puertas de salida en las urbanizaciones, incendiar comercios, asesinar candidatos, interrumpir el transporte, dificultar la actividad productiva en varias ciudades, impedir la circulación de alimentos, volar camiones o amenazar a quienes querían votar. Difamar, agredir, asustar.
Sin embargo, la estrategia falló. Nada de eso se produjo y la elección de constituyentes se realizó, tal como estaba previsto, el 30 de Julio.
 Mientras los medios ocultaban las largas colas para votar . Al final

Más de 8 millones de venezolanos votan a pesar de los focos de violencia opositores.


 "Confío en que la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) abra un contacto de diálogo político sincero entre todos los sectores", expresó el ministro de Comunicación de Venezuela, Ernesto Villegas luego de ejercer su derecho al voto este domingo.
  Foto de votación en Caracas  ..

 Foto:@alvarohpsuv


 Asalto a centro electoral y destrucción de urnas:

Bomba contra fuerzas del orden:

viernes, 28 de julio de 2017

Paro en España . -Radiografía de ocho años de la crisis económica .





Más allá del paro y la ocupación, la Encuesta de Población Activa revela muchos otros datos que sirven para matizar la situación del mercado laboral. Por ejemplo, que hoy hay más personas con empleo que en 2011, pero con menos horas trabajadas. O que más de la mitad de parados lo son de larga duración: llevan más de un año buscando un trabajo.
Por primera vez, la tasa de paro alcanza los mismo niveles que al inicio de la crisis. En este segundo trimestre de 2017 se ha registrado la misma tasa de paro (17%) que en el mismo trimestre de 2009. ¿Estamos igual que al principio de la recesión? Hacemos una radiografía del mercado laboral español con los datos de la EPA, comparando la situación actual con la que teníamos ocho años atrás.





  Hay menos población ocupada  , ver el 1 Trimestre del 2008 habia 20.620.000 y ahora 18.813.000

 





 

miércoles, 26 de julio de 2017

Macron , la dictadura del capital en marcha.



Macron en marcha (o la dictadura triunfante del capital)

PEDRO COSTA MORATA
  Cuartopoder .
    «Macron prometió hacer de Francia lo más parecido a una empresa donde las normas sean escasas y las decisiones las adopten con celeridad gente de los negocios».
    «Se trata de un privilegiado de nacimiento, educado en las mejores escuelas nacionales de burocracia político-administrativa y mimado por las élites financieras más prístinas».




Francia se apresta a vivir una más de las interesantes experiencias colectivas que en la historia han atraído sobre ella la atención del mundo, levantando como ahora sucede la mayor expectación entre sus vecinos europeos. Un inmenso y sincronizado orfeón turiferario político y, más aún, mediático, ha puesto a la cabeza del Estado a Emmanuel Macron, un joven tecnócrata rápida y concienzudamente seleccionado por los poderes más alerta de la coyuntura gala, los económico-financieros, después de amamantarlo con urgencia para cuando hiciera falta, que es justamente ahora.

Con su improvisada formación En Marcha, Macron ha conseguido el poder presidencial y el legislativo en poco tiempo y en una medida que le deja libertad para hacer casi lo que quiera en una democracia desvirtuada, y así se apresta a hacerlo. Con tanto poder, y más prisa de la que podría justificar no tiene intención de ajustarse a la mecánica parlamentaria, inevitablemente lenta pero que está a su entera disposición debido a la aplastante mayoría obtenida. Y ha optado por el gesto, sobrado y autoritario, de recurrir a una tramitación sin discusión, tipo decreto, y al referéndumopcional frente a las dificultades: pulsiones de tecnócrata de viejo cuño, reacio a leyes e instituciones.



Con estas medidas pretende cumplir lo que ha venido prometiendo, que es hacer de Francia lo más parecido a una empresa, innovadora y digitalizada, en la que las normas sean escasas, las decisiones puedan adoptarse con celeridad y los decisores sean, por supuesto, gente de los negocios: empresarios y financieros, tecnócratas de formación y burócratas de casta. Todo eso representa Macron, porque todo eso es él mismo, y por ello diseña en su discurso una Francia productivista de faz política pero de entrañas crematísticas y, por supuesto, ferozmente antisocial. Por eso ha empezado por redactar una reforma laboral que prevé dar el poder a las empresas y el oprobio a los sindicatos, a los que espera neutralizar con medidas ad hoc de distracción y disimulo. Y ya que ha instalado en el ejecutivo y el legislativo a hombres de empresa “productivos” en el más actualizado sentido sansimoniano, también considera necesario adelantarse a la corrupción, que habrá de florecer entre tanto portador de intereses –como ya le ha sucedido, con dimisiones entre sus primeros colaboradores–, con la eliminación de un tribunal especial que entiende de los delitos de los ministros.

Digamos, para resumir, que se trata de un privilegiado de nacimiento, educado en las mejores escuelas nacionales de burocracia político-administrativa y mimado por las élites financieras más prístinas (como la de los Rothschild) aunque debiendo su meteórica carrera política al socialista francés Hollande (que lo hizo ministro de Economía y le permitió la “Ley Macron”, provocativamente neoliberal). Su descripción debiera de retratar al villano amenazante, pero ha sido llevado a hombros hasta las más altas cumbres del poder por la mayoría de los franceses, sabiendo lo que les espera pero aturdidos por una campaña sin precedentes, sonora, acorde y, curiosamente, casi monotemática o, al menos, con un tema de referencia netamente destacado sobre los demás: el miedo a que ganase la ultraderecha de Le Pen.



Esta ha sido la más importante nota a destacar en el éxito de Macron: la prédica del “voto útil” y la imperiosa exigencia de “arrimar todos el hombro” para evitar que ganara Marine Le Pen (algo altamente improbable), para lo que lo más sensato era votar al brillante líder salido de la Francia de los negocios, prometedor de reformas decisivas, decidido a salvar a una Europa en crisis y –no podía faltar– capaz de devolver a Francia su grandeurcon más bombardeos y medidas securitarias ante el peligro yihadista (por cierto, ahora en provechosa sintonía con Trump) tras la sostenida decadencia de las últimas décadas, con la modernización, la competitividad y la recuperación del papel que le corresponde en la globalización imparable.

Aunque no es la primera vez desde que la formación ultra del Frente Nacional viene haciendo mella en el electorado francés, en el proceso electoral que ha encumbrado a Macron la llamada a rebato ante el peligro fascistoide llevaba esta vez implícita la laminación de la izquierda superviviente, que ya no era el Partido Socialista Francés (hundido y humillado) ni el Partido Comunista (residual) sino la formación Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Esta ha sido la gran victoria de una derecha, que podemos llamar macronista por novedosa (sincrética, tecnocrática, amarilla), a la que han contribuido agentes sociopolíticos en coalición y que incluyeron entre sus principales objetivos el arrinconamiento de estos insumisos, un movimiento de gran coherencia que inquieta y desequilibra dentro y fuera de Francia y que se muestra antieuropeo en tanto que izquierdista.

En el argumentario de descalificación de esta izquierda –que ha acertado definiéndose insumisa, conociendo bien la deriva francesa– se ha intentado desarrollar la perversa teoría de la “proximidad de los extremos”, atribuyendo el mismo papel político a ultraderechistas e izquierdistas (a Le Pen y Mélenchon, en definitiva) en razón de la grave coyuntura que vivía Francia. Perfidia que, en nuestros pagos, ha sido oportunamente cultivada para que el premeditado castigo a Francia Insumisa golpeara de paso a Podemos, formación a la que se considera poco menos que hermana de la francesa. (Ahí ha estado El País, exhibiendo su inquina enfermiza, con la artillería implacable de su escuadra antipodemos, aprovechando la ocasión de su decidido alineamiento macronista por aquello del orden, las reformas y el europeísmo.)

De las consecuencias estratégicas de la victoria de Macron en la política francesa lo más importante ha sido el hundimiento del Partido Socialista Francés (PSF), no tanto por su caída electoral cuanto por el proceso ignominioso en que ha incurrido durante décadas. Un tiempo en el que el PSF no ha dudado en practicar políticas de carácter liberal golpeando a las clases bajas y medias y favoreciendo sin rubor a las privilegiadas. En gran medida, este PSF encadenador de traiciones ha de anotare el avance del Frente Nacional, que ha ido absorbiendo el favor de las clases populares, incluyendo las obreras, huérfanas de asidero en el poder alternante socialista.



El derrumbe socialista ha sido anunciado y merecido tras la dinámica del hundimiento –seguida indefectiblemente por todos los partidos socialdemócratas europeos– y evoca la insistencia del PSF en hacer el juego sucio de la derecha, superándola en ocasiones, desde principios de los años 1980, al poco de ganar Mitterrand y por obra y gracia de este recordado líder.

La referencia a Manuel Valls, el ya exsocialista y exprimer ministro de Hollande, descalifica al PSF desde un caso pedagógico y en la persona de uno de sus más derechosas personalidades. Quiso competir, de cara a las presidenciales en ciernes, con un Macron ministro de su gabinete, pero tuvo que reconocer que los poderes fácticos preferían claramente a éste; y tras la debacle ha acabado retratándose como le pedía el cuerpo en el vistoso trance que vive Francia: abjurando de su partido y uniéndose al grupo y los ideales del vencedor (que hará bien, por cierto, en no fiarse del tránsfuga).

Con Macron y su poder neoliberal Francia parece configurarse como un peligro global, al haberse agotado como referencia política en valores y derechos.



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 Nota del blog .-  Efectivamente la Fundación San Simon  fue la lanzadora del proyecto Macron . http://elfalansteriodetheleme.blogspot.com.es/2017/04/francia-2016-la-operacion-emmanuel.html

domingo, 23 de julio de 2017

El 1-0 en Cataluña.

“El 1-O Cataluña puede estar sin gobierno”. Entrevista




Javier Pérez Royo

23/07/2017
 

Javier Pérez Royo (Sevilla, 1944) es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla. Denunció la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 sobre el Estatut como “un golpe de Estado”. En una entrevista con ARA, sostiene que para hablar del 2 de octubre, el día después del 1-O, hay que tener en cuenta que Cataluña puede estar con un gobierno suspendido y sin autonomía. He aquí los tramos esenciales del diálogo.

Veamos la situación de los dos campos. La Generalitat se refuerza para consumar el referéndum; el gobierno ha `externalizado´ en el Tribunal Constitucional la tarea de impedirlo.
En el campo del referéndum existía una heterogeneidad que dificultaba la dirección de las operaciones. Ahora hay un mando unificado. Van a por todas. Enfrente ¿qué ocurre? El Gobierno de Rajoy pensaba que tenía la situación controlada y que el proceso se descomponía y se da cuenta que no es así.  Hay un toro Mihura que ha salido a la plaza y el gobierno no quiere torear. No quiere torearlo. No le deja ninguna salida, regla elemental de la tauromaquia. Quiere que el Tribunal Constitucional lo toree por el.

El Gobierno de Rajoy no ve a ningún toro en la plaza…
El problema es que hay dos millones de votos, en números redondos, o el 50% del cuerpo electoral, de los que participan, que respaldan el proceso. Eso no ha cambiado. Pueden estar más movilizados o menos. Pero los dos millones del referéndum del 9-N ha servido para eso. Enfrente hay una cantidad similar pero desorganizada.

El referéndum se va a celebrar si no se impide. O dicho de otro modo: para que no tenga lugar aparte de prohibirlo, o suspenderlo, hay que impedirlo físicamente hablando.
El referéndum anunciado no se podrá hacer. El censo electoral no pueden tenerlo porque tiene que ser la Junta Electoral Central quien lo debe entregar. Hay formalidades jurídicas para celebrar el referéndum que dicen querer organizar que son imposibles sin la colaboración del Estado. Por tanto, habrá un 9-N con mayor grado de formalización, con una convocatoria expresa, pero referéndum como tal con todos los requisitos, eso no lo puede haber sin que el Estado colabore. Pero incluso ese 9-N el Gobierno tendrá que impedirlo. Porque el que se celebre algo ya será presentado como un éxito al vencer la resistencia del Estado. No permitirá una repetición del 9-N porque es su prestigio entero el que se juega. ¿Cómo lo harán? Tendrán que reprimirlo.

El Gobierno ha “externalizado” o “subcontratado”, por así decir, la aplicación de medidas equivalentes al artículo 155 de la Constitución, y ha delegado su articulación en el Tribunal Constitucional, que tiene ahora capacidad para suspender al gobierno de la Generalitat.
Sí. Medidas de suspensión. Que el TC suspenda e inhabilite. Pero a continuación alguien tendrá que dirigir la Generalitat. No descartaría, si la organización del referéndum se pone imposible, que la Generalitat delegue en la sociedad civil, la Asamblea Nacional de Cataluña u Omnium Cultural, por ejemplo, determinadas actuaciones.

El TC se vería abocado, conforme a la ley de reforma de 2015, a suspender al Gobierno de la Generalitat por incumplir sus resoluciones.
Si el TC aplica las medidas que le confiere la reforma de 2015 tiene que suspender al gobierno. Incluso puede actuar de oficio- Tiene que dejar sin gobierno a Cataluña. Bien. Se suspende. ¿Y qué pasa? ¿Cómo se dirige la autonomía? ¿Y quien puede descartar dimisiones en cascada en todos los niveles de la Comunidad Autónoma?

Pero esta cadena se rompe por el eslabón de los Mossos d´ Esquadra con el cambio de director general…
Los Mossos son una pieza clave en la gestión de la campaña electoral del referéndum y en el orden el día 1-O. Es decir: la garantía de las libertades públicas. La retirada de las urnas, por ejemplo. Si se prohíbe, son ellos quienes deben impedir que se abran los colegios. Este cambio en la jefatura de los Mossos muestra que la teoría del suflé, de que el independentismo acabará rindiéndose y una vez que se rinda seremos magnánimos con ellos, ha resultado falsa. Es lo que Rajoy presenta ahora como el modelo vasco, aunque fuera él, precisamente, quien se negó a considerar el pacto fiscal cuando lo propuso como ultimátum Artur Mas. Solo quieren hablar desde la derrota y rendición.
¿Qué tendremos el 1-O?
Jurídicamente no será un referéndum. Puede un 9-N. Fue materialmente un referéndum aunque jurídicamente no lo fuera. Pero materialmente, para el independentismo, fue contar los votos. Cuántos somos. Solo participaron los independentistas. Si se concreta ahora algo parecido, veremos si la participación se mantiene, sube o baja. Pero si el 9-N fue una fiesta ahora la situación es más dramática.
Los promotores en realidad estarían buscando una reedición del 9-N en escala mayor, aunque no se puede decir así de claro.  El exconseller Jordi Baiget hablaba de un 9-N con 4 millones. Es decir: lo importante es la participación.

Se puede pensar que es un 9-N pero no decir. En efecto, la expectativa está puesta en la participación porque si aumenta significativamente es un éxito. Porque esto es un pulso político, de dos opiniones públicas. El Gobierno de Rajoy cuenta con una opinión pública bastante favorable fuera de Cataluña y cree que es la opinión pública en el conjunto del Estado. Pero en Cataluña no es así. Allí el Gobierno está perdiendo la batalla de la opinión pública.

El objetivo es, por tanto, mostrar que, a pesar de la prohibición, los catalanes se pronuncian…
Los promotores quieren exponer que el gobierno de Rajoy no les deja hacer un referéndum como se debería y que, en consecuencia, el resultado, no siendo jurídicamente un referéndum porque el gobierno lo impide, sin embargo, materialmente, por el grado de participación, existían las condiciones para hacer el referéndum. Nosotros convocamos un referéndum, no se puede celebrar, y no nos vamos a bajar del burro. El plan es que la fuerte participación habría justificado ese referéndum.
Para eso tiene que haber algo.

Y eso es lo que el Gobierno tiene que impedir como sea. El Gobierno no puede permitir que haya un 9-N, que abran los colegios.

Para eso contaban con los Mossos dEsquadra y ahora eso ya está en duda.

Sí, si no es con los Mossos tendrá que ser con la Guardia Civil o la Policía Nacional. También podrían movilizar a organizaciones como Sociedad Civil Catalana o Abogados Catalanes por la Constitución contra aquellos que participen, con denuncias ante la Fiscalía y los tribunales. Son estas dos entidades las que han denunciado a Mas ante el Tribunal de Cuentas. Pero esto sería acrecentar un clima de discordia civil. Esto se ha ido de las manos. Lo dijo Miguel Roca en 2010 tras la sentencia del TC sobre el Estatut: España tiene un problema.

Y este clima va a ir  in crescendo en los primeros quince días de septiembre con la Diada en el medio.

Y quizá me equivoque pero no tendremos solamente la Diada. Estoy pensando en la resaca, por así decir, del Once de Septiembre, en los quince días de la campaña del referéndum. Y quizá para ese momento, Cataluña puede estar sin gobierno. El gobierno de Rajoy necesitaría unas dos o tres semanas como mínimo para aplicar el artículo 155 a través del Senado, pero no va por ahí; el TC sí puede suspender al presidente de la Generalitat y al gobierno en veinticuatro horas. Suspender al gobierno es suspender la autonomía. Eso es un estado de excepción. ¿Y como vuelven a la normalidad? Y la otra derivada: si suspendes al gobierno, no se puede disolver el Parlamento y convocar elecciones. Suspender es no volver porque inmediatamente se pone en marcha la querella para inhabilitar. Y si las cosas se ponen feas aquí puede haber penas privativas de libertad y hasta delito de sedición.

Gente de buena fe  cree que a partir del 2 octubre se abrirá una nueva fase…
Si el 2 de octubre no hay gobierno en Cataluña! Se ha suspendido la autonomía de facto vía las medidas del TC y no hay Gobierno, el parlamento no se podrá reunir. Y si intenta reunirse lo cerrarán. No hay posibilidad de convocar elecciones porque falta el órgano que las tiene que convocar. El 2-O, ¿qué se hace?¿quién dirige?

No hay salida…
No la hay sin que los catalanes se autogobiernen. El golpe de Estado contra el Estatut aprobado en referéndum ha tardado en desplegar sus efectos. Pero finalmente lo ha hecho. España no se puede gobernar democráticamente sin autonomía en Cataluña sin un Estatut querido por los catalanes, no con el Estatut del Partido Popular que se impuso a través del TC en 2010 a partir del recurso de inconstitucionalidad del PP. Creo que Rajoy está arrepentido de su recurso y la sentencia del TC que él promovió…Ojalá pudiera volver al Estatut pensará…Sabe que fue un error monumental.
es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.
Fuente:
http://www.ara.cat/es/Javier-Perez-Royo-Cataluna-gobierno_0_1837016496.htm


Nota del blog.

En esta situación que apunta el artículo anterior se supone que el que actuará ante el 1-0 será o debe ser , el Tribunal Constitucional por ser rápido y no el Senado que es más lento ,y no  aplicar el artículo de suspensión  de la Autonomía , aunque el PP tenga mayoría absoluta y más con el CS,   sería  una aplicación política y a lo mejor no les interesa , aunque electoralmente  si , en cambio el Constitucional suspendería solo al Gobierno  y podría disolver el Parlament y convocar elecciones  ya que aunque no hay ley sobre esa  situación  el Constitucional la crea ..y nombra un gobierno provisional  en funciones. Hasta las elecciones. De todos modos hasta el 8 de agosto , no se sabe aun si en realidad Puigdemont   convocará elecciones plebiscitarias otra vez el 1-0 .