domingo, 4 de diciembre de 2016

Europa en vez de más gasto social apuesta por más gasto militar.



Europa empieza a dar asco

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¿Cómo se justifica que se pueda “perdonar” el déficit que genere el gasto militar y no el gasto necesario para salvar vidas humanas o el empleo y los ingresos de millones de personas y empresas? No hay respuesta para esta pregunta
Juan Torres López

4 de Diciembre de 2016
Los dirigentes europeos parecen empeñados en que no pase un día sin que las personas corrientes tengamos que sentir algo más que vergüenza de lo que hacen en materia económica (por no hablar de otras decisiones en temas incluso de mayor calado humano como el de los refugiados).

Se siente vergüenza cuando se empecinan en aplicar políticas que son un manifiesto fracaso pero se siente algo peor cuando se comprueba que no lo hacen por error sino como una farsa gigantesca para poder darles todavía más a los que ya lo tienen casi todo.

Se dijo por activa y pasiva que los recortes sociales y las ayudas multimillonarias a la banca eran la condición necesaria para recobrar la actividad y el empleo, para reducir la deuda y para asegurar definitivamente el sistema financiero. Pero lo cierto es que desde que empezaron a aplicarse en la Unión Europea al estallar la crisis hay unos siete millones menos de empleos a tiempo completo, seis millones más de parados, otros casi seis millones más de empleos no voluntarios a tiempo parcial (en la UE28), cinco millones más de personas en riesgo de pobreza y 35 puntos más sobre el PIB de deuda pública (en la Eurozona). Y los bancos se siguen encontrando en insolvencia y muchos de ellos a punto de estallar de nuevo en cualquier momento. Pero eso no es solo un fracaso o un error sino un engaño porque eran multitud los economistas que habían advertido que esto era justamente lo que iba a ocurrir cuando las autoridades decían a los ciudadanos que sus políticas frente a la crisis eran seguras, las adecuadas y plenamente infalibles.

Se siente algo mucho peor que vergüenza cuando se tiene noticia de propuestas como la que acaba de lanzar  la comisaria europea de Mercado Interior, Elzbieta Bienkowska, como siempre de modo sibilino y completamente al margen de las instituciones representativas y del debate democrático.

Según ha dejado caer la comisaria, la Comisión Europea pretende promover un amplio programa de gasto militar que quedaría exento a la hora de calcular el déficit público que, como se sabe, no debe superar el 3% del PIB de cada economía.

Como he explicado en el libro que acabo de publicar (Economía para no dejarse engañar por los economistas. Ediciones Deusto), este criterio del tres por cien no tiene  base científica ninguna. No hay nada, absolutamente nada que lo justifique. Se podría haber puesto el 1, el 5 o el 30 por ciento con el mismo fundamento económico, es decir, con ninguno. El criterio del 3% del PIB como límite del déficit público se lo inventó un funcionario francés, Guy Abeille, cuando su jefe le pidió alguna norma para que el recién elegido presidente Mitterrand pudiera frenar las demandas de más presupuesto que le hacían sus ministros. En unos minutos tuvo que inventarse algo siendo plenamente consciente de que no había ningún economista ni teoría económica alguna que proporcionaran algo así. Pero como tenía que ofrecer rápidamente una solución a sus superiores se decidió por el 3%.

Tal y como reconoció el propio Abeille años después, el 1% o el 2% le parecía demasiado poco mientras que “el tres es una figura sólida que tiene detrás de él precedentes ilustres [...], un amplio eco en la memoria común: las tres Gracias, la Trinidad, los tres días de la Resurrección, los tres órdenes de la alquimia, la triada hegeliana, las tres edades de Augusto Compte, los tres colores fundamentales, el acuerdo perfecto..., la lista es infinita…”.

Aunque pueda parecer mentira, esa y no otra es la teoría o la ciencia económica que hay detrás del criterio del 3% del PIB que se impone como límite del déficit público a las naciones europeas. Ninguna. Un engaño que hasta el que fue presidente del Instituto Monetario Europeo, Alexandre Lamfalussy, reconoció sin tapujos: “Los gobernadores son gente demasiado honesta y que saben que los criterios son arbitrarios. Yo jamás habría aceptado cifras de este género”.

El criterio del 3% es una arbitrariedad, una farsa, pero, además, algo completamente inútil para lo que aseguraban que iba a servir, es decir, para reducir la deuda: cuando comenzó a utilizarse como criterio de cumplimiento obligatorio para todos los países la deuda era aproximadamente de un 55% del PIB, como media de los países europeos, y ahora, como he señalado, supera el 90%. 

La prueba de que se trata de una cifra completamente arbitraria, que no se establece así porque sea mejor o peor para la economía o para reducir la deuda, sino como recurso de los dirigentes europeos para disciplinar y someter a los gobiernos y para anular su capacidad de maniobra, es que se puede incluir o dejar de incluir dentro de ese porcentaje lo que le venga en gana a quien lo impone. Si de verdad fuese imprescindible que el déficit público no sobrepase el 3% del PIB daría igual que fuese a causa del gasto militar o del gasto en educación porque no hay ninguna razón que pueda justificar que el gasto militar sea inocuo desde el punto de vista de la deuda que genere y cualquier otro no. Y si no hay ningún problema para dejar fuera del cómputo del déficit el gasto militar, con el exclusivo propósito de que los grandes grupos industriales hagan negocio con el dinero de la gente ¿por qué no se deja fuera el gasto social, que es imprescindible para evitar que millones de personas vivan en la indigencia, pierdan su vivienda, carezcan de recursos y formación o incluso mueran por falta de atención? ¿dónde está escrito que la economía no se resienta si (al margen de ese 3%) se incrementa el gasto militar y que, por el contrario, sí sufra si aumenta el gasto social que se necesita para que la inmensa mayoría de la población sobreviva y disponga de bienes y servicios esenciales para su sustento diario? ¿qué argumento económico justifica que se pueda “perdonar” el déficit que genere el gasto militar y no el gasto necesario para salvar vidas humanas o el empleo y los ingresos de millones de personas y empresas?

No se cansen: no hay respuesta para esas preguntas. O, al menos, no hay respuesta económica, científica o razonable. Se permite el gasto militar y no cualquier gasto social o humanitario, o incluso de apoyo a la vida empresarial que crea riqueza efectiva, porque el criterio del 3% solo busca amedrentar a los gobiernos y a la ciudadanía para conseguir lo que efectivamente se viene logrando con él: que los más ricos y poderosos lo sean cada vez más.

Decía hace unos días el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, que la integración europea se había debilitado en los últimos tiempos por los populismos. Una opinión que demuestra que las autoridades europeas han perdido completamente el norte y que no entienden el sentido de las cosas que están pasando y de las que se encuentran ya a la vuelta de la esquina en Europa. Eso que llaman los populismos no es lo que debilita la integración europea sino la consecuencia de haber querido integrar a Europa a base de mentiras y de políticas que constantemente han dado como resultado lo contrario de lo que se decía que traerían consigo.

Cuando se ha hecho sufrir a millones de personas y cuando han muerto miles a causa de los recortes, cuando se han deteriorado los servicios públicos y no se han atendido las necesidades básicas de la población porque, según se decía, había que cumplir a rajatabla la norma del déficit, y de pronto se dice que no hay límite para comprar armamento, carros de combate o minas, ¿tienen también culpa los populismos del asco o de los negros fantasmas que comienzan de nuevo a recorrer  Europa?

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Juan Torres Lópe  z. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.







sábado, 3 de diciembre de 2016

Naturaleza humana , cultura e historia.



Contra la naturaleza humana

www.mecon.nomadit.co.uk


IntroducciónHay una contradicción fundamental en el núcleo del actual pensamiento evolutivo. Las ciencias naturales, incluida la ciencia de la biología evolutiva, se han desarrollado en Occidente como una investigación sobre las propiedades objetivas de las entidades físicas. Así, la aplicabilidad de la biología evolutiva a los humanos depende de aceptar que estos son, también, objetos de naturaleza. Pero ellos son nosotros¸ y si solo fuésemos objetos, ¿cómo podríamos saber para qué somos? Paradójicamente, si los organismos son entidades vivas, para reconocernos como organismos debemos ser más que organismos. Debemos ser tanto objetos dentro del mundo de la naturaleza como sujetos fuera de ella al mismo tiempo. Así, aunque la ciencia insista en que la humana no es más que otra especie biológica, la institución misma de la ciencia –y su afirmación de que ofrece un relato autorizado de cómo funciona realmente la naturaleza- descansa sobre la idea de que los humanos han sido elevados por un proceso de cultura o civilización, sin paralelo en la historia de la vida, a un nivel de existencia por encima y más allá de lo puramente biofísico. Es por esto por lo que la ciencia sigue apelando a una idea de humanidad esencial en nombre de una teoría –de variación bajo selección natural- que niega su misma existencia. Para resolver la contradicción necesitamos nada menos que una nueva forma de pensar sobre la evolución humana: una que nos permita comprender el proceso evolutivo desde dentro, reconociendo que no somos más capaces de observar desde los lados que otras criaturas de cualquier otro tipo y que, como ellas, participamos con la totalidad de nuestro ser en el continuum de vida orgánica. Y el primer paso para establecer este modo de pensar es revisitar la vieja cuestión de la naturaleza humana. Esta será aquí mi tarea.

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miércoles, 30 de noviembre de 2016

La ciudad y el capitalismo distópico .

 Resultado de imagen de David Harvey. Ciudades rebeldes.

 

Miseria y muerte en la era de las ciudades inteligentes del capitalismo

Por José Iglesias Fernández
 Economista
 Kaosenlared
 
En medio de los planes de ciudades inteligentes, en las que se reclaman y prometen modelos ecológicos sostenibles, gestionados por políticos al servicio de los capitales de estas multinacionales, la gente muere de frío y hambre, carente de las energías más elementales, y que son un bien común de la humanidad: tierra, agua, aire limpio, sabiduría, espacio y tiempo social…


1) Dos hechos que confirman la presencia del capitalismo distópico
Estos días, las empresas más importantes de todo el mundo celebran el Congreso Mundial de las Ciudades Inteligentes en Barcelona. El encuentro presume de pasar de ser una “feria de teorías para convertirse en un lugar de realidades. Ya no solo se presentan proyectos de futuro, ideas, sino que muchos municipios de grandes ciudades y empresas exponen ya casos reales, prácticos, de cómo las tecnologías están transformando el día a día de los ciudadanos”.1 Consideran ejemplos de esta novedad a “los medios de comunicación gobierno-ciudadano, los robots policía, las cabinas inteligentes, la emprendeduría, los cambios en el transporte y las tiendas inteligentes”. Son iniciativas en marcha relacionadas con las ciudades inteligentes que el capitalismo distópico proyecta de acuerdo con sus nuevos objetivos de acumulación y apropiación de riqueza.
Por estas mismas fechas, los mismos medios informan como una persona de 81 años de edad, que tenía la luz cortada por falta de recursos económicos, muere en un incendio causado por una vela. La víctima llevaba dos meses sin suministro eléctrico e utilizaba estas lamparillas tan de tiempos antiguos, de pueblos y aldeas de la edad media, para iluminarse; antiguallas en comparación con lo que nos dicen que son las sociedades inteligentes. Según fuentes consistoriales, la mujer recibía ayuda para pagar el agua pero no había pedido la de la electricidad, pese a que le correspondía. Es decir, “por sufrir pobreza energética debería de estar viva y con electricidad si los mecanismos previstos por la ley hubieran funcionado. Pero nadie, ni siquiera ella misma, alertó de lo precario de su situación. A pesar de que la ley 24/2015 obliga a que las compañías de servicios básicos (luz, agua y gas) informen a los servicios sociales de que van a cortar el servicio por falta de pago, la mujer pasó los dos últimos meses de su vida a oscuras”. Mientras, el ayuntamiento y la suministradora se echan la culpa de la muerte de esta ciudadana; el alcalde denunciará ante la fiscalía el corte de luz que obligó a la mujer a usar velas, mientras la empresa alega que el ayuntamiento no avisó de la vulnerabilidad económica de la mujer. ¿Cuántas personas más, incluso familias, están en esta situación de abandono social? ¿Cuántas más no irán muriendo? Lo que queda claro es que el consistorio (Reus) por la suministradora (Gas Natural), y ésta por aquel, la casa sin barrer. La Generalitat y los servicios sociales oficiales tampoco quieren asumir responsabilidades. 2
Pero estos dos hechos, coincidentes en el tiempo, no deben sorprendernos. Este es el capitalismo distópico, un “sistema caracterizado por los elementos más negativos de las sociedades despóticas, crueles y totalitarias […] un mundo malo”.3 Los medios de comunicación denuncian situaciones de carencia y atropello sin tener en cuenta que no es una ley administrativa la que protege a las personas ciudadanas, sino que es la lógica depredadora del sistema la que genera estas situaciones de explotación, desigualdad y desamparo. Las leyes que salen y administran sus instituciones oficiales no pueden amparar lo que el propio capitalismo como sistema necesita para su desarrollo. En otro artículo ya avanzaba la existencia de un periodismo alienante, 4 otra de las actividades indispensables para la consolidación y legitimación del capitalismo distópico. Al periodista, tertuliano, parlanchín, le cuesta aceptar que ejerce el papel de policía bueno del sistema.
2) El veneno de la mentira repetida
El título ya es llamativo en sí mismo, propio de un ecologicista todo terreno. 5 Seguramente por eso le conceden el premio Ramón Margalef de la Generalitat de Cataluña, por prestarse a culpar a la humanidad de los desastres ecológicos que amenazan al planeta, y así exculpar al capitalismo de sus responsabilidades. No es el primero, tampoco será el último. 6
Josep Peñuelas (JP) repasa y repite con ánimo catastrofista los conocidos tópicos de la tribu académica ecologicista: el crecimiento del CO2 se dispara; inundaciones y sequías anti cíclicas en diferentes partes de planeta; todo ello pone en peligro muchas de las actividades productivas económicas o las altera geográficamente; cierto que la inversión en tecnologías pueden ayudar, aunque no sean suficientes; la especie humana está amenazada por el cambio climático; los gobiernos han de intervenir más; pero sobre todo, y he aquí el valor del premio, la culpa de todo esto la tenemos los humanos por nuestra persistencia en los hábitos de consumo y nuestra manía de consumir “por encima de lo que puede soportar la Tierra, tanto en recursos alimentarios como en determinados minerales. No hay para todos y además está mal repartido, algo que solo puede desembocar en problemas”. ¿Un galardón por repetir estos viejos y carcomidos eslóganes? Se ve que hace tiempo que el mercado de académicos está bastante abaratado…
Causas y culpables o consecuencias y víctimas…
Cierto que está cambiando el clima; ahí está el deshielo en los polos para confirmarlo. Cierto que aumentan los residuos urbanos y rurales, aunque también es verdad que el capitalismo está encontrando soluciones sobre las que obtiene pingües beneficios; por ejemplo, se están ya empleando nuevos modelos productivos basados en el reciclaje y reutilización de materiales y recursos. Cierto que se mantienen alteraciones en el ecosistema, aunque está por demostrar que los cambios negativos que se dan en un lugar del planeta no sean beneficiosos en otro. Cierto…
Sin embargo, en otros trabajos ya denunciábamos en un buen número de ecologicistas la actitud catastrofista y de poner el énfasis en el nosotras las personas como culpables de tales agresiones al planeta. 7 Según estos autores, no es el capitalismo, depredador de los recursos naturales y explotador de la fuerza de trabajo el que aparece como responsable, sino que, con la excusa de apoyarse en el conocimiento científico, consiguen que la humanidad nos sintamos culpables de tales desastres y que está, por tanto, en nuestras manos el corregirlos.
Releyendo la entrevista a JP, no encontramos en ningún momento que sea el capitalismo el que mal usa los recursos energéticos y los humanos, polucionando y creando residuos en todas las fases de su actividad: producción, consumo, inversión, creación de necesidades innecesarias, o destruyendo recursos productivos y generando paro, pobreza, desigualdad. Se queda tan tranquilo constatando que el cambio en “la distribución de los corales y de los manglares, además de modificar la distribución del agua” se debe a los efectos climáticos, y estos al sistema económico que practican los humanos; no a la decisión y gestión de las empresas multinacionales. Es decir, los purines y hormonas de las industrias cárnicas no se deben a estas empresas sino a los humanos; el cultivo de productos transgénicos, o genéticamente modificados, que destruyen el suelo no se debe a las compañías que producen las semillas, y a los terratenientes que las plantan, sino a los humanos; la contaminación 8 térmica y el vertido a los ríos de residuos de nitratos y metales pesados no se debe a las empresas sino a los humanos; la culpa de las emisiones de compuestos químicos y gases tóxicos emitidos a la atmósfera por industrias químicas, metalúrgicas, energéticas, etc., es de los humanos; la potenciación del uso del transporte privado (coches, camiones; viajeros y mercancías) a expensas del público, no está inducido por la acción de los Estados sino por la irresponsabilidad de los humanos; la mala gestión y pésima distribución de la riqueza no se debe a ese 1% que es propietario privado de la misma, sino al 99% de los humanos que somos incapaces de responsabilizarnos de nuestras vidas. Es resumen, lo que para JP es preocupante es la economía de los humanos, pues el capitalismo como sistema social nos existe, y lo que no existe no puede ser la causa de la contaminación y demás agresiones al planeta: lo dice claro en una de sus respuestas: “el cambio actual es muy rápido. Además, eso no es lo que está fundamentalmente en juego: a la vida quizá no le pase nada, pero los humanos sí podemos salir perjudicados. No es un problema ambiental, sino un problema global. Afecta a todas nuestras actividades, como la agricultura, la salud o el turismo. ¡Quién querrá venir a veranear a nuestras tierras si estamos todos los días a 40 grados!”. No se acuerda de que el turismo ha dejado de visitar los países de la otra ribera del Mediterráneo, debido a las guerras de baja intensidad que las poderosas empresas multinacionales han desencadenado en esa rapiña y control por las energías y metales que poseen esos territorios.
Para JP, en todo esto de la ecología siempre hay alguna gente que gana (no son los capitalistas) y mucha que pierde (no es la trabajadora), pero no clasifica a la humanidad en clases sociales: opresores y oprimidos, explotadores y explotados, etc. Sino que todas las posibles soluciones las simplifica o reduce a un repetitivo nos: “lo que necesitamos es cambiar de manera significativa el estilo de vida para no agotar los recursos […] Es posible que podamos cultivar naranjas en Girona […] No estamos preparados para estos cambios bruscos […] Siempre habrá gente que gane, por supuesto, pero la mayoría saldrá perjudicada […] No hay para todos y además está mal repartido, algo que solo puede desembocar en problemas […] No entiendo por qué nuestros gobernantes no liberan más el uso de energías alternativas en el ámbito doméstico, que la gente se lo haga en casa. Los veo muy en manos de los grupos de presión económica. Sé que no es fácil, pero el cambio energético es algo que necesitamos de forma inmediata”.
Con este discurso de la ambigüedad social, la humanidad es siempre la culpable, no el sistema; es decir, tan culpable es el rey como su porquero, el director de Monsanto como el segurata que le abre la puerta cuando llega por la mañana a tomar decisiones y dar órdenes.
3) Recopilando: tres sucesos
Dos mundos en contraste, el de la explotación, miseria, desamparo, y muerte, y el de las ciudades inteligentes con su cibernética, ciberespacio, inteligencia artificial, robótica, electrónica, sus modelos sostenibles y otras tecnologías que se irán descubriendo. Entonces, ¿a qué y en qué mundo vivirán las personas? Si David Harvey tiene razón, él ya nos advertía que, actualmente, las ciudades crecen y se desarrollan de acuerdo con las exigencias de acumulación de capitalismo. 9 Por tanto, como en Metrópolis,10 la gran mayoría de la gente vivirá en los subterráneos de las ciudades inteligentes mientras que ese afamado 1% vivirá en la superficie, un espacio edénico, todo jardín, disfrutando de un aire limpio y un sol radiante como parece que acríticamente defiende JP sin tener en cuenta las realidades sociales, de clase, que componen y son explotadas dentro del capitalismo.
Hemos juntado tres hechos sobre los que debemos reflexionar. En medio de los planes de ciudades inteligentes, en las que se reclaman y prometen modelos ecológicos sostenibles, gestionados por políticos al servicio de los capitales de estas multinacionales, la gente muere de frío y hambre, carente de las energías más elementales, y que son un bien común de la humanidad: tierra, agua, aire limpio, sabiduría, espacio y tiempo social. Mientras, parte de las izquierdas aplauden y se sientan plácidamente en la mesa del amo a consolidar el capitalismo distópico. 

José Iglesias Fernández
Barcelona, 15 noviembre del 2016


1 En http://www.elperiodico.com/es/temas/smart-city-26971 . 13 a 16 de noviembre del 2016.
2 Para ver y entender el papel burocrático de los funcionarios y políticos, especialmente relacionados con los servicios sociales, véase Yo, Daniel Blake, película reciente de Ken Loach.
3 José Iglesias Fernández. “Viene el capitalismo distópico, si antes no lo paramos”. Próxima publicación en Directa. En https://directa.cat/ .
5 Josep Peñuelas: «Estamos consumiendo más de lo que la Tierra puede soportar». El Periódico de Cataluña, 14 noviembre del 2016. En http://www.elperiodico.com/es/noticias/medio-ambiente/entrevista-josep-penuelas-premio-ramon-margalef-5626138
6 José Iglesias Fernández. El final está cerca, pero el comienzo también. Desde el marxismo, reflexiones para la recuperación del ecologismo. Para escudriñadoras Baladre, 2014.
7 José Iglesias Fernández. Renta Básica, sustentabilidad, sostenibilidad. Cuadernos nº 6. Baladre Zambra, 2005. Decrecimiento. El vano intento de poner a dieta a la bestia. Cuadernos nº 9, Baladre/Zambra 2007. Sobre el decrecimiento y otras rendiciones. Interpretación crítica sobre el decrecimiento y el consumo responsable. Libreando Baladre, 2010. La miseria del decrecimiento. De cómo salvar el planeta con el capitalismo dentro. Libreando Baladre, 2011.
8 Los contaminantes, primarios y secundarios pueden depositarse en la superficie de la tierra por precipitación, deposición seca o húmeda e impactar en determinados receptores, como personas, animales, ecosistemas acuáticos, bosques, cosechas y materiales.
9 David Harvey. Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana.
En http://www.cronicon.net/paginas/Documentos/CIUDADES_REBELDES.pdf
10 Fritz Lang. Metrópolis. En https://www.youtube.com/watch?v=pT4A-76CS28

sábado, 26 de noviembre de 2016

Amarga dulzura.










 

 Diego Rivera. Ingenio de azúcar. 1930. Fresco, aprox. 14' 3 1/4" x 111" (4.35 x 2.82 m). Palacio de Cortés, Museo Regional Cuauhnáhuac, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Cuernavaca, México.




 HISTORIA DEL AZUCAR.






 Resultado de imagen de historia del azucar









 

viernes, 25 de noviembre de 2016

Brasil, rumbo al fin del mundo



Las delaciones del grupo Odebrecht llegan al corazón del sistema político
Brasil, rumbo al fin del mundo

Página 12

El grupo que controla la mayor constructora de América latina involucró en la corrupción a al menos 130 diputados, senadores, ministros y alrededor de 20 gobernadores. Las denuncias abarcan los mandatos de Cardoso, Da Silva y Rousseff.

En la tarde del miércoles se anunció formalmente que Marcelo Odebrecht, heredero y presidente del gigante de la construcción, firmó su “acuerdo de delación premiada”. Además de él, quien se encuentra detenido desde junio del año pasado, otros 77 altos ejecutivos del grupo, que controla la que es la mayor constructora de América latina, también empezaron a firmar acuerdos semejantes. A cambio de contar todo lo que saben del esquema de corrupción existente no sólo en la estatal de petróleo Petrobras, sino también en otras obras públicas que consumieron miles de millones de dólares, podrán tener sus condenas reducidas.

Las negociaciones entre detenidos, fiscales federales y Policía Federal suelen ser largas, tensas e intrincadas, antes de que se llegue a la firma con el Ministerio Público. En ese trámite, ya se sabe que tanto Marcelo Odebrecht como sus antiguos directores mencionaron los nombres de por lo menos 130 diputados, senadores, ministros, además de otros veinte gobernadores o ex gobernadores. 

Corren rumores, en Brasilia, de que el número total podrá acercarse y hasta superar la marca de los 200. Además, ya se sabe que las denuncias no se refieren solamente a los gobiernos del PT, con Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016), sino que retroceden al año 2000, cuando la presidencia era ocupada por Fernando Henrique Cardoso, uno de los mentores e impulsores del golpe institucional que destituyó a la mandataria electa por 54 millones de votos.


Entre los nombres mencionados están los del actual presidente de la República, Michel Temer, de al menos tres de sus principales ministros (Eliseu Padilha, de la Jefatura de Gabinete; José Serra, de Relaciones Exteriores, y Geddel Vieira Lima, secretario de Gobierno) y de otros políticos de importancia clave para el actual gobierno. De hecho, las delaciones alcanzan, con el poder destructivo de una bomba, el corazón del actual sistema político brasileño.


El paso siguiente será la homologación, por el Supremo Tribunal Federal, de los acuerdos. Para llegar a esto, se examinarán todos los términos de los acuerdos alcanzados, se verificará su veracidad y serán pedidas pruebas de lo que consta en las declaraciones. 


Lo que se sabe hasta ahora ha sido filtrado a los medios de comunicación, una práctica ilegal pero de largo uso cuando los mencionados eran nombres de peso del PT y sus antiguos aliados. Ahora les toca a los del gobierno nacido a raíz del golpe institucional probar del mismo veneno antes destinado exclusivamente al PT de Lula da Silva, lo que provoca sacudones de pánico en Michel Temer, sus acólitos y sus paniaguados.


Tan pronto se supo de la noticia empezaron a circular, en Brasilia, rumores con buena base de credibilidad, indicando que parte de lo negociado podrá implicar penas más suaves para algunos figurazos del actual gobierno. El daño moral y sus consecuencias, sin embargo, serán inevitables.


Acosado por pésimas noticias del área económica –en 2016 todos los indicadores fueron revisados para peor, e igualmente retrocedieron las proyecciones para 2017–, enfrentando fuerte resistencia en determinados nichos de la opinión pública (hay más de mil secundarias públicas y un nutrido número de universidades nacionales ocupadas por estudiantes), sin haber alcanzado siquiera vestigios de la tan ansiada legitimidad, Michel Temer se ve cada vez más acorralado.


Sigue discurseando por doquier, como si fuese otra la realidad vivida por el país y por su gobierno. Pero es nítido su creciente aislamiento y la evidente falta de estatura para conducir Brasil en un momento especialmente tenso y nebuloso.


La más reciente muestra de que Temer carece de condiciones para diluir el cerco que se aprieta cada vez más surgió, el pasado viernes 18, dentro de su propio gobierno. En aquella ocasión Marcelo Calero, un diplomático joven y poco expresivo, abandonó intempestivamente el Ministerio de Cultura. Para justificar su abrupta renuncia, centró sus cañones contra Geddel Vieira Lima, que desde hace un cuarto de siglo es íntimo amigo de Temer y uno de sus tres brazos derechos (los otros dos son Eliseu Padilha, el jefe de Gabinete, y Moreira Franco, encargado del multimillonario programa de privatizaciones). 


De forma convincente, gracias principalmente a los métodos de Geddel Vieira, Calero lo acusó de haber intentado intervenir en una decisión del Instituto de Patrimonio Histórico, órgano del Ministerio de Cultura, que impedía la construcción de una torre de 30 pisos en un área de protección patrimonial en Salvador, Bahía. Argumentando haber comprado un piso en el edificio cuya construcción fue embargada, Geddel Vieira amenazó con recurrir directamente a Temer, en caso de que el entonces ministro de Cultura no admitiera revertir la decisión. Frente al escándalo desatado, Temer hizo exactamente lo que se podría esperar de él: saltó en defensa de su viejo compinche.


Pasados tres días ya se sabe que Geddel Vieira compró no uno, sino tres departamentos en el edificio cuya construcción fue embargada.Como una especie de isla cercada por escándalos y denuncias por todos los lados, Temer sigue discurseando como si nada.
Mientras, el país sigue a paso firme rumbo al fin del mundo. ¿Hasta cuándo?

Fuente
:
https://www.pagina12.com.ar/4898-brasil-rumbo-al-fin-del-mundo


Las delaciones del grupo Odebrecht llegan al corazón del sistema político
Brasil, rumbo al fin del mundo

Página 12

El grupo que controla la mayor constructora de América latina involucró en la corrupción a al menos 130 diputados, senadores, ministros y alrededor de 20 gobernadores. Las denuncias abarcan los mandatos de Cardoso, Da Silva y Rousseff.

En la tarde del miércoles se anunció formalmente que Marcelo Odebrecht, heredero y presidente del gigante de la construcción, firmó su “acuerdo de delación premiada”. Además de él, quien se encuentra detenido desde junio del año pasado, otros 77 altos ejecutivos del grupo, que controla la que es la mayor constructora de América latina, también empezaron a firmar acuerdos semejantes. A cambio de contar todo lo que saben del esquema de corrupción existente no sólo en la estatal de petróleo Petrobras, sino también en otras obras públicas que consumieron miles de millones de dólares, podrán tener sus condenas reducidas.

Las negociaciones entre detenidos, fiscales federales y Policía Federal suelen ser largas, tensas e intrincadas, antes de que se llegue a la firma con el Ministerio Público. En ese trámite, ya se sabe que tanto Marcelo Odebrecht como sus antiguos directores mencionaron los nombres de por lo menos 130 diputados, senadores, ministros, además de otros veinte gobernadores o ex gobernadores. 

Corren rumores, en Brasilia, de que el número total podrá acercarse y hasta superar la marca de los 200. Además, ya se sabe que las denuncias no se refieren solamente a los gobiernos del PT, con Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016), sino que retroceden al año 2000, cuando la presidencia era ocupada por Fernando Henrique Cardoso, uno de los mentores e impulsores del golpe institucional que destituyó a la mandataria electa por 54 millones de votos.


Entre los nombres mencionados están los del actual presidente de la República, Michel Temer, de al menos tres de sus principales ministros (Eliseu Padilha, de la Jefatura de Gabinete; José Serra, de Relaciones Exteriores, y Geddel Vieira Lima, secretario de Gobierno) y de otros políticos de importancia clave para el actual gobierno. De hecho, las delaciones alcanzan, con el poder destructivo de una bomba, el corazón del actual sistema político brasileño.


El paso siguiente será la homologación, por el Supremo Tribunal Federal, de los acuerdos. Para llegar a esto, se examinarán todos los términos de los acuerdos alcanzados, se verificará su veracidad y serán pedidas pruebas de lo que consta en las declaraciones. 


Lo que se sabe hasta ahora ha sido filtrado a los medios de comunicación, una práctica ilegal pero de largo uso cuando los mencionados eran nombres de peso del PT y sus antiguos aliados. Ahora les toca a los del gobierno nacido a raíz del golpe institucional probar del mismo veneno antes destinado exclusivamente al PT de Lula da Silva, lo que provoca sacudones de pánico en Michel Temer, sus acólitos y sus paniaguados.


Tan pronto se supo de la noticia empezaron a circular, en Brasilia, rumores con buena base de credibilidad, indicando que parte de lo negociado podrá implicar penas más suaves para algunos figurazos del actual gobierno. El daño moral y sus consecuencias, sin embargo, serán inevitables.


Acosado por pésimas noticias del área económica –en 2016 todos los indicadores fueron revisados para peor, e igualmente retrocedieron las proyecciones para 2017–, enfrentando fuerte resistencia en determinados nichos de la opinión pública (hay más de mil secundarias públicas y un nutrido número de universidades nacionales ocupadas por estudiantes), sin haber alcanzado siquiera vestigios de la tan ansiada legitimidad, Michel Temer se ve cada vez más acorralado.


Sigue discurseando por doquier, como si fuese otra la realidad vivida por el país y por su gobierno. Pero es nítido su creciente aislamiento y la evidente falta de estatura para conducir Brasil en un momento especialmente tenso y nebuloso.


La más reciente muestra de que Temer carece de condiciones para diluir el cerco que se aprieta cada vez más surgió, el pasado viernes 18, dentro de su propio gobierno. En aquella ocasión Marcelo Calero, un diplomático joven y poco expresivo, abandonó intempestivamente el Ministerio de Cultura. Para justificar su abrupta renuncia, centró sus cañones contra Geddel Vieira Lima, que desde hace un cuarto de siglo es íntimo amigo de Temer y uno de sus tres brazos derechos (los otros dos son Eliseu Padilha, el jefe de Gabinete, y Moreira Franco, encargado del multimillonario programa de privatizaciones). 


De forma convincente, gracias principalmente a los métodos de Geddel Vieira, Calero lo acusó de haber intentado intervenir en una decisión del Instituto de Patrimonio Histórico, órgano del Ministerio de Cultura, que impedía la construcción de una torre de 30 pisos en un área de protección patrimonial en Salvador, Bahía. Argumentando haber comprado un piso en el edificio cuya construcción fue embargada, Geddel Vieira amenazó con recurrir directamente a Temer, en caso de que el entonces ministro de Cultura no admitiera revertir la decisión. Frente al escándalo desatado, Temer hizo exactamente lo que se podría esperar de él: saltó en defensa de su viejo compinche.


Pasados tres días ya se sabe que Geddel Vieira compró no uno, sino tres departamentos en el edificio cuya construcción fue embargada.Como una especie de isla cercada por escándalos y denuncias por todos los lados, Temer sigue discurseando como si nada.
Mientras, el país sigue a paso firme rumbo al fin del mundo. ¿Hasta cuándo?

Fuente
:
https://www.pagina12.com.ar/4898-brasil-rumbo-al-fin-del-mundo