Contra la naturaleza humana
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IntroducciónHay
una contradicción fundamental en el núcleo del actual pensamiento
evolutivo. Las ciencias naturales, incluida la ciencia de la biología
evolutiva, se han desarrollado en Occidente como una investigación sobre
las propiedades objetivas de las entidades físicas. Así, la
aplicabilidad de la biología evolutiva a los humanos depende de aceptar
que estos son, también, objetos de naturaleza. Pero ellos son nosotros¸
y si solo fuésemos objetos, ¿cómo podríamos saber para qué somos?
Paradójicamente, si los organismos son entidades vivas, para
reconocernos como organismos debemos ser más que organismos.
Debemos ser tanto objetos dentro del mundo de la naturaleza como sujetos
fuera de ella al mismo tiempo. Así, aunque la ciencia insista en que la
humana no es más que otra especie biológica, la institución misma de la
ciencia –y su afirmación de que ofrece un relato autorizado de cómo
funciona realmente la naturaleza- descansa sobre la idea de que los
humanos han sido elevados por un proceso de cultura o civilización, sin
paralelo en la historia de la vida, a un nivel de existencia por encima y
más allá de lo puramente biofísico. Es por esto por lo que la ciencia
sigue apelando a una idea de humanidad esencial en nombre de una teoría
–de variación bajo selección natural- que niega su misma existencia.
Para resolver la contradicción necesitamos nada menos que una nueva
forma de pensar sobre la evolución humana: una que nos permita
comprender el proceso evolutivo desde dentro, reconociendo que no somos
más capaces de observar desde los lados que otras criaturas de cualquier
otro tipo y que, como ellas, participamos con la totalidad de nuestro
ser en el continuum de vida orgánica. Y el primer paso para establecer
este modo de pensar es revisitar la vieja cuestión de la naturaleza
humana. Esta será aquí mi tarea.
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