domingo, 6 de noviembre de 2016

Crisis de la democracia en USA. Dossier.

Democrisis



"El sistema está amañado" no es una frase nueva, aunque en esta elección tanto Bernie Sanders como Donald Trump –en versiones diferentes– la han repetido de manera constante, justo porque tiene eco entre millones de personas; la mayoría no confía en los candidatos presidenciales, ni el Congreso ni en gran parte de las instituciones del aparato político, y menos en el económico.

En tiempos recientes esto ha sido en esencia el mensaje de Ocupa Wall Street, del movimiento sobre el cambio climático, de Black Lives Matter y, de hecho, de ahí brotó la respuesta electoral que llevó a Barack Obama a la presidencia. De diversas maneras la opinión pública mayoritaria expresa la idea de que este sistema no funciona para las mayorías.

Esto se refleja en que los candidatos presidenciales de los dos partidos que tienen el monopolio sobre la democracia electoral son rechazados por la mayoría del pueblo, algo sin precedente. A Trump lo perciben de manera desfavorable 66 por ciento de estadunidenses, y a Clinton, 53 por ciento, según el sondeo más reciente de ABC News. Más aún, sólo 34 por ciento de votantes empadronados creen que Trump o Clinton son honestos y confiables. La contienda es en verdad un concurso de quién es el menos malo.

También se refleja en que el nivel de alta o suficiente confianza en la institución del Congreso es sólo de 9 por ciento, la institución más reprobada del país, según la última encuesta de Gallup. Dos tercios del pueblo opina que el país va sobre una vía equivocada.

En un sondeo de votantes empadronados este mes, 40 por ciento afirmó: "yo he perdido la fe en la democracia estadunidense". En el sondeo realizado por SurveyMonkey y analizado por Nathaniel Persily, profesor de leyes en Stanford, en el Washington Post, sólo 31 por ciento están dispuestos a aceptar definitivamente el resultado de esta elección como legítimo si pierde su candidato; 28 por ciento dice que no lo harán.

De que en la democracia más antigua del mundo y proclamada como la de mayor grandeza en la historia, el debate político electoral ahora gira sobre mentiras, engaños y comportamiento sexual de los candidatos demuestra, antes de analizarlo demasiado, una descomposición alarmante.

Lo más asombroso no es Donald Trump y su efecto en lo que es tal vez la contienda electoral más fea de la era moderna, sino que una clase política entera permitió que él llegara a la antesala de la Casa Blanca; eso dice más sobre el deterioro de esa clase política que de él.

Sigue como el mejor análisis, inicialmente hecho por el conservador Robert Kagan de la Brookings Institution, de que el Partido Republicano creó un Frankenstein; surge de años de promover una agenda antimigrante, xenófoba, antimujer, antigay, antisindical que buscaba anular los avances de los derechos civiles al final creando a un monstruo tan poderoso que está por destruir a sus creadores.

"El primer síntoma de una aristocracia degradada es la falta de candidatos aptos para el trono. Después de años de indulgencia, las familias gobernantes se vuelven débiles, endogámicas y aisladas, con nadie más que místicos, impotentes y niños para presentar como reyes", escribe Matt Taibbi en Rolling Stone al describir el posible fin del Partido Republicano después de Trump.

Todo esto se alimenta de un hartazgo popular ante una sistema político que pretende representar a un electorado pero que en los hechos ha abandonado a amplios sectores sociales. Vale repetir que la implementación, por consenso bipartidista, de políticas neoliberales en Estados Unidos desde los 80 hasta ahora ha generado la devastación de sectores enteros en varios puntos del país, y ha llevado a una concentración de riqueza y la peor desigualdad económica desde 1928, poco antes de la gran depresión.

El gran misterio de por qué tantos estadunidenses apoyan a un candidato tan deplorable como Trump no se puede reducir a algo tan fácil como porque todos son racistas y antimigrantes. Lo que ha alimentado el apoyo a Trump, al igual que al fenómeno tal vez más notable e inesperado de Bernie Sanders, es algo que se resumió en el lema de Ocupa Wall Street: el uno por ciento que ha secuestrado al sistema para sus propios intereses y el 99 por ciento que padece las consecuencias. Hay sectores masivos de estadunidenses que después de hacer todo siguiendo las reglas: trabajar, ahorrar, cuidar a sus hijos y pagar sus cuentas, se encuentran en condiciones cada vez más precarias con la sensación de que sus gobernantes los han abandonado para dedicarse a proteger a los más ricos, incluso a aquellos que violaron leyes y no jugaron con las reglas, como los banqueros. O sea, el sistema está "amañado".

Ante ello, no sólo no confían en el sistema, sino que no pocos están dispuestos a que estalle. Por eso, en parte, la ira tan aparente en los actos de Trump con denuncias de la cúpula política entera, tanto demócratas como republicanos, y la falta de respeto a las grandes instituciones políticas y económicas del país. Trump combina eso con su mensaje antimigrante (Fuck off, we’re full. Chíngate, ya no hay cupo, mensaje antimigrante en una camiseta en un mitin de Trump) y xenófobo, en la antigua tradición fascista.

Sanders ofreció una crítica dirigida a lo mismo, pero con una visión progresista e incluyente que también generó una ola de apoyo sin precedente para un candidato insurgente. Ambos tienen un eco extraordinario justo porque tocaron algo fundamental: enormes sectores de votantes y ciudadanos se sienten traicionados por sus gobernantes y por el sistema del cual forman parte.

Pero en lugar de que esa furia popular lograra, a través de las urnas, generar un cambio democrático del sistema, todo ha sido desviado por la candidatura de un pequeño salvaje patético tan extremo que ahora todo ser racional, incluyendo progresistas, se ven obligados, ante la amenaza de Trump, de promover el voto por Clinton, la "reina del establishment".

O sea, de cierta manera, ante esta crisis política, tienen que salvar al sistema de sí mismo. Eso no regenera la confianza en lo que dicen que se llama democracia.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/10/17/mundo/023o1mun


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 TEXTOS.

 El nexo Washington-Wall Stree

thttp://www.lavanguardia.com/internacional/20161104/411555704526/elecciones-estados-unidos-washington-wall-street.html


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 Una sociedad desgarrada

  https://mundo.sputniknews.com/firmas/201611021064562151-clinton-trump-presidenciales/

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 La creación de una “democracia” tipo Estado de la seguridad nacional



 http://www.tomdispatch.com/post/176206/tomgram%3A_engelhardt%2C_resurrecting_my_parents_from_the_dead_for_election_2016/#more



sábado, 5 de noviembre de 2016

Una crítica demoledora que explica la USA de ahora.



 Resultado de imagen de la muerte dela clase liberal




Durante décadas, la clase liberal ha sido un mecanismo de defensa contra los peores excesos del poder. Posibilitaba formas limitadas de disidencia y cambio, y servía como baluarte contra los movimientos más radicales, ofreciendo una válvula de escape para la frustración y el descontento popular, y desacreditando a quienes planteaban un cambio estructural profundo. Sin embargo, una vez perdido su papel social y político, la clase liberal y sus valores se han convertido en objeto de burla y odio. La bancarrota del liberalismo ha abierto la puerta a los protofascistas, y los pilares de la clase liberal —prensa, universidades, movimiento obrero, Partido Demócrata e instituciones religiosas— se han derrumbado. Las clases más pobres, e incluso la clase media, ya no disponen de un contrapeso efectivo, por lo que la clase liberal se ha vuelto irrelevante para la sociedad en general y también para la élite del poder empresarial al que una vez sirvió.
En esta contundente crítica Chris Hedges acusa abiertamente a las instituciones liberales de haber distorsionado sus creencias básicas con el fin de apoyar un capitalismo sin restricciones, un absurdo estado de seguridad nacional y unas desigualdades de ingresos y redistribución de la riqueza sin parangón en la historia reciente. Para Hedges, la «muerte» de la clase liberal ha creado un profundo vacío en la vida política, que están tratando de llenar los especuladores, los promotores de la guerra y las demagógicas milicias del Tea Party.
 
 
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Reseña "La muerte de la clase liberal", de Chris Hedges
Crítica demoledora

El Viejo Topo

"La muerte de la clase liberal", Chris Hedges. Capitan Swing, Madrid, 2015, traducción de Jesús Cuellar

Una de las principales tesis de esta crítica demoledora y muy bien argumentada de la (globalmente entregada, no en su totalidad) tradición liberal usamericana: “La democracia, un sistema concebido para cuestionar el statu quo, se ha corrompido al servicio del propio statu quo. El lamentable fracaso cosechado por los activistas y al clase liberal en sus presiones a los Estados empresariales e industrializados para que acometieran reformas medioambientales importantes, impidieran el aventurismo imperial o desarrollaran políticas humanas para abordar los problemas de los pobres del mundo surge de la incapacidad para enfrentarnos a estas nuevas configuraciones del poder” (pp. 267-268)

La idea que esta reseña pretende defender: estamos ante una lectura más que recomendable, un buen ensayo, magníficamente escrito (y traducido), cañero donde los haya, tocando la cara servil y entregada de muchos (se introducen matices) liberales norteamericanos, incluyendo sus instituciones más destacadas. Un ejemplo (que aunque pueda parecerlo no es irracionalista ni tampoco anticientífico: “La clase liberal, que buscó el contenido y fue obediente cuando debería haber contraatacado, sigue proclamando a bombo y platillo una fe infantil en el progreso humano”. Continúa vendiendo, prosigue CH, “la ingenua idea de que la tecnología y la ciencia nos propulsarán hacia espacios más amplios de prosperidad y que nos salvarán de nosotros mismos”. Pero, comenta en expresión mejorable, la racionalidad de la Ilustración “no domina ni dominará la actividad de nuestra especie. A la raza humana están a punto de recordarle bruscamente la fragilidad de la vida y el peligro de la soberbia. Quienes explotan a los seres humanos y la naturaleza están uncidos a una irracional ansia de poder y de dinero que nos está llevando al suicidio colectivo” (p. 262). ¿A que no está mal?

Del autor, no muy conocido entre nosotros. Chris Hedges [CH] es un periodista norteamericano (aunque nacido en Australia), un corresponsal de guerra especializado en América y Próximo Oriente. En 2002 formó parte del grupo de periodistas del New York Times galardonados con el premio Pulitzer. Ha impartido clases en las universidades de Toronto, Columbia, New York y Princeton. Entre sus libros más destacados cabe citar: War is a force that gives up meaning (2002) y Days of Revolt (2012). Salvo error por mi parte, ninguno han sido traducidos al castellano.

La edición original del libro que comentamos data de 2011 y está estructurado en seis apartados: Resistencia, La guerra permanente, El desmantelamiento de la clase liberal, Desertores liberales y Rebelión. Algunos de los maestros citados explícitamente por el autor: Howard Zinn, Amy Godman, Noam Chomsky, Daniel Berrigan o R. Nader. De ahí que no pueda extrañar la perspectiva anunciada por CH. “Esta hipermasculinidad, núcleo de la pornografía, funde la violencia con el erotismo, y también con la degradación física y emocional de la mujer. Es el lenguaje utilizado por el Estado empresarial. Los seres humanos no son más que mercancías”. Las grandes empresas, enclaves despóticos y autoritarios dedicados a la maximización del beneficio, prosigue, “y a conseguir que todos sus empleados reproduzcan un mismo guión, han contagiado sus valores al conjunto de la sociedad. La hipermasculinidad aplasta la capacidad de autonomía moral, la diferencia y diversidad. Solo aísla de los demás” (p. 212). Para CH, su consecuencia lógica-política “está en la cárcel de Abu Ghraib, en las guerras de Irak y Afganistán, y en la falta de compasión hacia nuestros propios conciudadanos sin hogar, enfermos mentales, desempleados o enfermos, o con los homosexuales, las lesbianas o las personas transgénero o bisexuales que hay en nuestro país”. La antítesis del liberalismo, concluye CH, que sin duda parte –no es el único momento- de una concepción más que mitificada de esta tradición (a la que él mismo pertenece sin ceguera) con tantas y tantas zonas de penumbra, opresión y muerte.

Como han sido muchos los elogios y la recomendación de lectura es explícita, señalo algunas críticas menores (incluidas las de edición): La edición castellana de La muerte de la clase liberal [MCL] hubiera exigido un índice analítico pero sobre todo nominal

El término “clase” tal vez no sea el más adecuado para referirse a los colectivos sociales, y a las instituciones y organizaciones políticas (Amnistía Internacional, Human Rights Watch) a las que el autor hace referencia, a todos aquellos que, supuestamente, creen y, en principio defienden, los derechos humanos (incluidos los sociales), el Estado de Derecho o las instituciones internacionales (ONU, por ejemplo). Desde colectivos intelectuales hasta Universidades no conservadoras pasando por la mayoría de agrupaciones y tendencias del Partido Demócrata. El término utópico o utopía, críticamente expuesto, hubiera sido preferirle cambiarlo en ocasiones por distopía. No siempre CH es equilibrado en sus aproximaciones a la tradición comunista, aunque sin decirlo distingue bien el libro negro y el gran y extenso libro blanco de la tradición, importante aunque aniquilada en la propia historia usamericana.

Sea como fuere, la perspectiva de resistencia defendida es tan clara como razonable (con algún nudo organizativo y colectivo no insidcado que resulta esencial en este punto): “Tendremos que continuar luchando contra los mecanismos de esta cultura dominante, aunque solo sea para conservar, mediante actos pequeños, incluso nimios, la humanidad que compartimos”. CH advierte de un peligro: “Tendremos que resistirnos a la tentación de replegarnos sobre nosotros mismos y de hacer caso omiso de las injusticias, que aflige a los demás, sobre todo de aquellos a quienes no conocemos. En nuestra condición de seres singulares y morales, solo perduraremos gracias a esos pequeños, a veces imperceptibles actos de desafío”. Este desafío, nuestra capacidad para decir no, “es lo que la cultura y la propaganda de masas pretenden erradicar”. Mientras estemos dispuestos a enfrentarnos a esas fuerzas, “tendremos una oportunidad, si no para nosotros mismos, al menos para los que vengan detrás”. Mientras les desafiemos seguiremos vivos. Por ahora, en opinión de CH, “esa es la única victoria posible”. Tal vez no sea ésta la única victoria posible pero no es un mal enfoque, especialmente si pensamos en términos usa, para el programa-programa-programa de nuestros días y de nuestra hora.

viernes, 4 de noviembre de 2016

El G​obierno invisible.






G​obierno invisible: guerra, propaganda. Clinton y Trump

johnpilger.com


El sobrino de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, el periodista Edwards Bernays acuñó el término "relaciones públicas" como un eufemismo para definir sus artimañas. Haciendo gala de sus recursos, en 1929 Bernays convenció a algunas feministas para que promovieran el consumo de cigarrillos fumando en el desfile de Pascua en Nueva York , un comportamiento considerado entonces totalmente descabellado. Logro incitar a Ruth Booth quien proclamó: "¡Mujeres! La lumbre de tu cigarrillo es otra antorcha de la libertad. ! Lucha contra otro tabú del sexismo!"
La influencia de Bernays se extendió mucho más allá de la publicidad. Su mayor éxito fue persuadir a la población estadounidense que para que aceptara la masacre que significó la Primera Guerra Mundial. En privado, reconoció más de una vez, que su metodología de propaganda era "ingeniería del consentimiento" con el fin de "controlar y regir los sentimientos, de acuerdo a nuestra voluntad, sin que las personas se lleguen a enterar".
Ésta técnica la describió como "el verdadero poder en nuestra sociedad" y la bautizo como “el gobierno invisible".
Hoy en día, el gobierno invisible es más potente que nunca y peor aún, es menos comprendido. En mi larga carrera como periodista, nunca había visto como la propaganda manipula con éxito nuestras vidas y se queda sin réplica.
Imagine dos ciudades. Ambos están bajo el asedio de las fuerzas del gobierno. Ambas ciudades están ocupadas por fanáticos, que cometen atrocidades terribles, como la decapitación de personas.
Pero hay una diferencia vital. En un sitio, los periodistas occidentales informan con entusiasmo sobre las batallas y los ataques aéreos, llegando a describir a los soldados del gobierno como liberadores. Mientras la primera página de los medios están llenas de fotografías de heroicos soldados que con una V de la victoria no hay una mínima mención de las bajas civiles.
En la segunda ciudad -en un país vecino- está ocurriendo casi exactamente lo mismo. Las fuerzas del gobierno han puesto cerco a una ciudad controlada por la misma sexta de fanáticos.
La diferencia es que estos fanáticos son compatibles con "nosotros" -el Reino Unido y Estados Unidos- que les proporcionamos las armas. Inclusive estos fanáticos tienen su centro de comunicación y espionaje financiado por una entente entre Estados Unidos y Gran Bretaña.
La diferencia es que los soldados del gobierno que ponen cerco a esta segunda ciudad son los malos, a los que hay que condenar por agredir y bombardear - que es exactamente lo que los buenos soldados hacen en la primera ciudad.
¿Confuso? Realmente no. Este doble estándar básico, es la quinta esencia de la propaganda. Me refiero, por supuesto, al sitio de Mosul por las fuerzas del gobierno de Irak, respaldados por los Estados Unidos y Gran Bretaña y al asedio de Alepo efectuado por las fuerzas del gobierno de Siria, apoyados por Rusia. Un asedio es bueno; el otro es malo.
Lo que rara vez se informa es que ambas ciudades no estarían ocupadas por fanáticos y devastadas por la guerra, si Gran Bretaña y Estados Unidos no hubieran invadido Irak en 2003, una empresa criminal que se puso en marcha con mentiras, sorprendentemente similares a la propaganda que ahora distorsiona nuestra comprensión de la guerra civil en Siria.
Sin la formidable batería de propaganda disfrazada de noticias, el monstruoso ISIS, Al-Qaida, Al-Nusra y el resto de las bandas yihadistas no existirían, y el pueblo de Siria no tendría que estar luchando por sus vidas.
Algunos recordarán que en 2003, los reportajes de la BBC aupaban a un Blair, por lo que finalmente resultó ser uno de los crímenes de guerra de este siglo. Por su parte las cadenas de televisión estadounidenses promovieron con el mismo entusiasmo las falsedades de George W. Bush y de Colin Powell –respaldadas efusivamente por H. Kissinger.
El mismo año, poco después de la invasión, grabe una entrevista en Washington con Charles Lewis, reconocido periodista de investigación estadounidense. Le pregunté, "¿Qué habría ocurrido si los medios del mundo hubieran investigado y denunciado documentadamente aquello que resultó ser solo burda propaganda?"
Respondió que si los periodistas hubiesen hecho su trabajo con seriedad ; "habría habido una oportunidad para la paz y posiblemente no hubiéramos ido a la guerra en Irak".
Fue una declaración impactante, ratificada por periodistas famosos a los que les hice la misma pregunta ; Dan Rather, de la CBS, David Rose del Observador y otros periodistas de la BBC, que por ahora desean permanecer en el anonimato.
En otras palabras, si los periodistas hacen su trabajo, deberían haber desafiado la propaganda en lugar de amplificarla, y seguramente, hoy en día, cientos de miles de hombres, mujeres y niños estarían vivos y, no habría ISIS ni estaría bajo asedio Alepo o Mosul.
Tampoco se habría producido el atroz atentado del metro en Londres el 7 de julio de 2005. No habrían millones de refugiados muertos o en campamentos miserables.
Como respuesta al ataque terrorista ocurrida en París , el pasado noviembre, el presidente François Hollande envío inmediatamente aviones para bombardear Siria. Como era previsible, sobrevino más terrorismo, producto entre otras cosas de la ostentación de Hollande que declaro “Francia esta en guerra" y "no mostrará piedad". Que la violencia estatal y la violencia yihadista se retro-alimentan es una verdad que ningún líder político internacional tiene el valor de reconocer.
"Cuando la verdad se sustituye por el silencio", dijo el disidente soviético Yevtushenko, "el silencio es una mentira."
El ataque a Irak, el ataque a Libia, el ataque a Siria han ocurrido porque los líderes de estos países no aceptaron ser marionetas de Occidente. El historial de derechos humanos de Saddam o Gadafi no fue relevante. En realidad ellos se negaron a entregar el control de sus países. No obedecieron las ordenes de occidente.
La misma suerte esperaba a Milosevic una vez que se negó a firmar un "acuerdo" que reclamaba prácticamente la ocupación de Serbia y su conversión en una economía de mercado. Su pueblo fue bombardeado, y el fue procesado en La Haya. Un arresto de independencia de este tipo era intolerable.
Tal como WikiLeaks ha revelado, sólo cuando el líder sirio Bashar al-Assad (en 2009) rechazó un oleoducto ,que iba atravesar su país desde Qatar a Europa, fue atacado.
A partir de ese momento, la CIA planeó destruir el gobierno de Siria con los fanáticos jihadistas –que son los mismos fanáticos que ocupan actualmente Mosul y el este de Alepo y que mantienen a su población como rehenes.
¿Por qué esto no es noticia? El ex funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores británico Carne Ross, que fuera responsable de las sanciones contra Irak, me confeso en su momento: “Alimentamos a los periodistas con noticias de inteligencia convenientemente esterilizadas, o bien silenciamos toda información, Así funciona esto".
La nación cliente de Occidente, la medieval Arabia Saudí -a la que EE.UU y Gran Bretaña vende miles de millones de dólares en armas'- en la actualidad está bombardeando y destruyendo Yemen, un país tan pobre que en el mejor de los casos, la mitad de sus niños están desnutridos.
Busque en YouTube y verá el tipo de bombas masivas -"nuestros" bombas- que los saudíes lanzan contra los pobladores de pobres aldeas de tierra y contra bodas y funerales.
Las explosiones se ven como pequeñas bombas atómicas. Codo a codo con los quienes lanzan las bombas desde Arabia Saudita trabajan oficiales británicos. Este hecho no es noticia, No la encontrara en el noticiero de la noche.
La propaganda más efectiva – para nuestro adhesión- es la que está diseñado por profesionales con alta cultura - Oxford, Cambridge, Harvard, Columbia - y con carreras en la BBC, The Guardian, el New York Times, el Washington Post.
Estas organizaciones periodísticas son conocidas como “medios liberales”. Se nos presentan como tribunas ilustradas, progresistas, acordes con el espíritu moral de esta época. Son antirracistas, feministas y pro-LGBT.
Pero ellos aman la guerra.
Mientras se manifiestan en pro del feminismo, apoyan guerras rapaces que niegan los derechos de un sinnúmero de mujeres, incluido el derecho a la vida.
En 2011, Libia, un estado moderno, fue destruido con el pretexto que Muammar Gaddafi estaba a punto de cometer un genocidio contra su propio pueblo. Esa era la noticia permanente y machacona, Y… no había pruebas. Fue una mentira.
De hecho, Gran Bretaña, Europa y los Estados Unidos querían, lo que les gusta llamar, "un cambio de régimen" en Libia, el mayor productor de petróleo en África. La influencia de Gadafi en ese continente y, sobre todo, su independencia era intolerable.
Así que fue asesinado ,con un cuchillo por su parte trasera, por un comando de fanáticos apadrinados por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Hillary Clinton aplaudió esta espantosa muerte ante las cámaras de televisión, declarando: "Vinimos, vimos, murió!"
La destrucción de Libia fue un triunfo de los medios de comunicación. A medida que sonaban los tambores de guerra, Jonathan Freedland escribió en The Guardian: "Aunque los riesgos son reales, la decisión por la intervención sigue siendo fuerte."
Intervención – The Guardián utilizó una palabra amable, cuyo significado real, para Libia, era y es muerte y destrucción.
De acuerdo con sus propios registros, la OTAN lanzó 9,700 vuelos de "ataque" contra Libia, de los cuales más de un tercio estaban dirigidos contra objetivos civiles. Estos bombardeos incluyeron misiles con ojivas de uranio.
Mirad las fotografías de los escombros de Misurata y Sirte, o las fosas comunes identificadas por la Cruz Roja. Un informe de UNICEF sobre los niños muertos, dice, "la mayoría de ellos tenía menos de diez años".
Como consecuencia directa de la “intervención” , Sirte se ha convertido en la capital del ISIS.
Ucrania es otro triunfo de los medios de comunicación. Periódicos liberales respetables como el New York Times, el Washington Post y The Guardian, y emisoras tales como la BBC, NBC, CBS, CNN han jugado un papel crítico en el acondicionamiento de sus espectadores para que acepten una nueva y peligrosa guerra fría.
Han falsificado los acontecimientos en Ucrania, calificándolo como un acto maligno de Rusia cuando, en realidad, el golpe de Estado, en Ucrania en 2014, fue obra de los Estados Unidos, con la ayuda de Alemania y la OTAN.
Esta inversión de la realidad es tan penetrante que la intimidación militar de Washington a Rusia no es noticia; se ahoga detrás de una campaña de difamación y del miedo que vivimos durante la primera guerra fría.
Una vez más, los Ruskies vienen a invadirnos, conducido por otro Stalin, a quien The Economist describe como el diablo.
La supresión de la verdad sobre Ucrania es una de las más completas negaciones informativas de las que puedo recordar. Los fascistas que diseñaron el golpe de estado en Kiev son la misma mala ralea que apoyó la invasión nazi de la Unión Soviética en 1941.
Ante las alarmas sobre el ascenso del fascismo antisemita en Europa, ningún líder occidental menciona a los fascistas en Ucrania -con excepción de Vladimir Putin, pero esto no cuenta.
Muchos de los medios occidentales han trabajado duro para presentar la población de habla rusa de Ucrania como extraños en su propio país, como agentes de Moscú, nunca como ucranianos en busca de una federación dentro de Ucrania y como ciudadanos ucranianos que resisten un golpe de estado -orquestado desde el extranjero- contra un gobierno elegido.
No hay descanso para los hacen sonar los tambores de guerra. Los que incitan a la guerra desde el diario Washington Post, contra Rusia, son los mismos escritores de editoriales que publicaron la mentira que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva.
Para la mayoría de nosotros, la campaña presidencial estadounidense es un espectáculo en los medios de comunicación, en la que Donald Trump es el villano. Pero Trump es odiado por los que tienen el poder en los Estados Unidos por razones que tienen poco que ver con su comportamiento y sus desagradables opiniones.
Para el gobierno invisible en Washington, el impredecible Trump es un obstáculo para el diseño de los Estados Unidos para el siglo 21.
Es decir; mantener la dominación de los Estados Unidos, someter a Rusia, y, si es posible, a China.
Para los militaristas en Washington, el verdadero problema con Trump es que, en sus momentos de lucidez, parece no querer una guerra con Rusia; dice que es necesario hablar con el presidente de Rusia, no luchar contra él; también afirma que quiere hablar con el presidente de China.
En el primer debate con Hillary Clinton, Trump se comprometió a no ser el primero en introducir armas nucleares en un conflicto, dijo: "Yo ciertamente no lo haría primero. Una vez que la alternativa nuclear ocurre, se acabó todo." Esta declaración no fue noticia.
¿Que quiso decir realmente? ¿Quién lo sabe ? A menudo se contradice a sí mismo. Pero lo que está claro es que Trump es considerado una grave amenaza por el gran aparato de seguridad nacional que gobierna Estados Unidos, independientemente de quién esté en la Casa Blanca.
La CIA lo quiere nockeado. El Pentágono lo quiere derrotado. Los medios de comunicación le quiere en el suelo. Incluso su propio partido lo quiere golpeado. Él es una amenaza para los que dominan del mundo -a diferencia de Hillary Clinton, que no ha dejado ninguna duda que está dispuesta a ir a la guerra, con armas nucleares, contra Rusia y China.
Clinton es lo que la gente intuye, una belicista. De hecho, con sus acciones lo ha demostrado. Como senadora, apoyó el baño de sangre en Irak. Cuando era candidata contra Obama, en 2008, amenazó con "borrar del mapa" a Irán. Como Secretario de Estado, actuó en connivencia ,con los halcones, para destruir los gobiernos de Libia y Honduras y puso en marcha un dispositivo agresivo contra China.
Ahora se ha comprometido a apoyar una zona de exclusión área en Siria –en una provocación directa contra Rusia. Hillary Clinton puede llegar a ser la más presidente más peligrosa de los Estados Unidos en mi vida, una distinción para ella atroz.
Sin una sola prueba, ha acusado a Rusia de apoyar Trump por el pirateo de sus correos electrónicos. Los mensajes de correos electrónicos, dados a conocer por WikiLeaks, relatan lo que Clinton dice en privado a ricos y poderosos, es exactamente lo contrario de lo que dice en público.
Por eso el silenciamiento y las amenazas a Julián Assange son tan importantes. Como editor de WikiLeaks, Assange sabe la verdad. Y permítanme asegurarles que WikiLeaks está funcionando a toda máquina.
Hoy en día, la mayor acumulación de fuerzas encabezadas por Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial está en marcha - en el Cáucaso y en el este de Europa, en la frontera con Rusia, en Asia y en el Pacífico, donde China es el objetivo.
Tenga esto en cuenta cuando el circo presidencial llegue a su fin el 8 de noviembre, si el ganador es Clinton, un coro griego de comentaristas necios va a celebrar su coronación como un gran paso adelante para las mujeres. Ninguno mencionará las víctimas de Clinton: las mujeres de Siria, las mujeres de Irak, las mujeres de Libia.
Ninguno mencionará los ejercicios de defensa civil que se están llevando a cabo en Rusia ante el temor a una guerra . Ninguno recordará a Edward Bernays y las "antorchas de la libertad".
El portavoz de prensa de George Bush llamó una vez a los medios de comunicación "facilitadores cómplices". Viniendo de un alto funcionario de una administración cuyas mentiras, facilitadas por periódicos y cadenas de televisión , ha causado tanto sufrimiento, esa descripción es una advertencia de la historia.
En 1946, el fiscal del Tribunal de Núremberg dijo de los medios alemanes: "Antes de cada agresión importante, iniciaron una calculada campaña de prensa para debilitar a sus víctimas y para preparar al pueblo alemán psicológicamente para el ataque con un sistema de propaganda, donde la prensa diaria y la radio eran las armas más importantes".
John Pilger, periodista y cineasta australiano
Fuente: http://johnpilger.com/articles/inside-the-invisible-government-war-propaganda-clinton-trump

jueves, 3 de noviembre de 2016

La CETA que firmaron finalmente la UE y Canadá .

CETA y la crisis en el comercio mundial

  Por Michael Roberts
El acuerdo de libre comercio CETA que firmaron finalmente la UE y Canadá este domingo estuvo a punto de descarrilar la semana pasada por las objeciones de los belgas de habla francesa (Valonia), mostrando las dificultades para los nuevos acuerdos comerciales globales. El acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) entre Asia y los EE.UU., se acordó a principios de este año, pero todavía tiene que ser ratificado por las Asambleas de todos los países firmantes. Y los dos candidatos a la elección presidencial de Estados Unidos se oponen ahora a la ratificación. El acuerdo de Asociación de Comercio e Inversión Transatlántico (TTIP) entre Europa y los EE.UU. permanece a la espera, con poca probabilidad de un acuerdo en el futuro previsible.


Los partidarios deL CETA dicen que incrementará el comercio entre Canadá y la UE en un 20% y aumentará la economía de la UE en 12 mil millones de euros al año y la de Canadá por12 mil millones de dólares canadienses. Sin embargo, hemos oído hablar de tales beneficios de los acuerdos comerciales globales antes y siempre resultan ser mucho menos, especialmente para los socios más débiles del acuerdo.
Por otra parte, CETA fue firmado pero sólo porque se acordó que sus partes más controvertidas quedan congeladas, a saber, la reducción de los aranceles a los productos agrícolas canadienses que amenazaban los agricultores de Valonia y los llamados tribunales para dirimir las disputas sobre las inversiones que permiten a las empresas demandar a los gobiernos por cualquier acción que amenacen sus ganancias (¡a través de tribunales con representantes empresariales!). Además, puede tardar otros dos años antes de que se complete la plena ratificación por los 28 estados miembros de la UE.
Como he indicado anteriormente, los acuerdos de bloques regionales han sustituido los acuerdos que abarcaban a todo el mundo a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), debido a que estos últimos han fracasado una y otra vez desde la crisis financiera global. Y la razón es clara. Se debe a que el crecimiento del comercio mundial ha disminuido drásticamente. Cuando un pastel se hace más y más grande, los que lo cortan están contentos de llegar a un acuerdo para compartir. Pero cuando un pastel empieza a ser más y más pequeño, nadie quiere renunciar a su ración y compartirla. Esa es la situación ahora. La Larga Depresión, con su baja tasa de crecimiento del PIB real y su no inflación de los precios de los productos básicos, ha reducido el pastel.
La OMC recientemente redujo el pronóstico de crecimiento del comercio mundial de este año más de un tercio. Ahora se espera un crecimiento de sólo 1,7% en volumen, por debajo de la anterior estimación del 2,8%. La OMC también espera ahora un crecimiento más lenta para 2017, con un aumento entre el 1.8 y el 3.1% en lugar del 3,6% estimado en abril.
Como he señalado antes, desde el final de la gran recesión, ya no hay un crecimiento del comercio mundial que supere el crecimiento del PIB real sino al contrario. En promedio, desde 1945, el comercio mundial crecía 1,5 veces más rápido que el PIB e incluso dos veces más rápido cuando la “globalización” se aceleró en la década de 1990. Las estimaciones de la OMC señalan el primer revés de la globalización desde 2001 y el segundo desde 1982.
Incluso las previsiones de la OMC parecen optimistas. La agencia de comercio holandesa, CPD, considera que hasta agosto de 2016, el volumen de comercio mundial era en realidad plano. Y si nos fijamos en el registro del comercio mundial desde la Gran Recesión, el crecimiento medio anual en volumen ha sido sólo un 2% frente al 5,6% de antes de 2008.
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Los EE.UU. no son una excepción a la tendencia más amplia. El valor total de las importaciones y exportaciones de Estados Unidos se redujo en más de 200 mil millones de dólares el año pasado. En los primeros nueve meses de 2016, el comercio cayó adicionalmente en 470 mil millones de dólares. Es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que el comercio con otras naciones ha disminuido durante un período de crecimiento económico.
Todo esto preocupa seriamente a los estrategas del capital, especialmente a los que representan a las principales economías. “La reducción de libre comercio estancaría un motor que ha traído ganancias de bienestar sin precedentes en todo el mundo durante muchas décadas”, escribió Christine Lagarde, directora gerente del FMI, en un reciente llamamiento a las naciones para que renueven su compromiso con el comercio.
Todo esto hace que las perspectivas del capitalismo británico para conseguir un buen acuerdo de comercio con la UE en los próximos dos años de negociación sean sombrías. Y como he señalado antes, la idea de que los exportadores británicos van a ganar más cuota de mercado después de la devaluación del 20% de la libra esterlina resultará falsa. Después de la depreciación del 25% de la libra tras la gran recesión en 2008, los exportadores británicos no pudieron conseguir un aumento de su cuota de mercado. Y en 2013, cuando la moneda se apreció, la cuota de exportación se redujo aún más.
La razón era doble. Las empresas exportadoras británicas prefirieron obtener más beneficios y mantienen los precios de exportación aunque la libra esterlina cayó. Pero también la devaluación significó el aumento de los precios de importación y la mayor parte de los componentes de las exportaciones británicas (coches o servicios financieros) son importados. Así que los mayores precios de importación hicieron difícil bajar los precios de exportación.
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El comercio mundial ha dejado de crecer. Los acuerdos comerciales regionales están en peligro. La globalización ha terminado. Un buen momento para el Brexit.

Publicado originalmente en inglés en: https://thenextrecession.wordpress.com/2016/10/31/ceta-and-the-crisis-in-world-trade/

martes, 1 de noviembre de 2016

Hay cosas que no se pueden contar.



Lo que no se puede contar

La suplantación de voluntad que en la sesión de investidura denunciaron las diputadas es un hecho que no tiene precedentes en la democracia española ni por supuesto en ninguna otra que se dé a respetar, argumenta Alberto Carrio Sampedro
31 octubre 2016
 
ALBERTO CARRIO SAMPEDRO.
 Pocas sorpresas podía deparar la sesión de investidura del pasado sábado. El guion, minuciosamente diseñado con base en el socorrido argumento del interés general y la gobernabilidad, fue fielmente interpretado por los actores de la escuela de Ferraz. Una vez más, como no quien quiere la cosa, el Partido Popular invistió a su candidato sin más esfuerzo que el desgaste al que se expusieron los demás.
Ni siquiera sorprendió la renuncia de Pedro Sánchez, otrora candidato dispuesto a desayunarse los sapos de las fuerzas del mal y hoy dispuesto a contar todo lo que sabe porque sabe que todos saben que sabe cosas que es mejor callar. Todo previsto hasta que tres palabras encendieron todas las alarmas del Estado de Derecho porque con ellas amenaza ruina todo el entramado consustancial.

 “Abstención por imposición”, dijo la diputada socialista María González cuando la Mesa del Congreso la requirió para votar. “Abstención” se repitió desde la Mesa, dado que para computar el voto era necesario amputar. Pocos minutos después, otra diputada socialista, Adriana Lastra, utilizó la misma frase, y nuevamente la Mesa procedió a la amputación antes de computarla como otra abstención más.
La suplantación de voluntad que el sábado denunciaron las diputadas es un hecho que no tiene precedentes en la democracia española ni por supuesto en ninguna otra que se dé a respetar.
Por eso es incomprensible que la presidenta del Congreso, entre cuyas funciones se encuentra vigilar el cumplimiento estricto de la legalidad, no detuviera la votación para asegurarse de que la voluntad de las diputadas no había sido secuestrada como acababan de confesar. No sólo porque la Constitución prohíba el mandato representativo (Art. 67.2 CE), sino porque el imperativo que las diputadas han confesado obedecer es, por definición, ilegal.
La omisión del deber legal impidió a la presidenta restituir a las diputadas en su derecho y, de paso, contribuyó a generar nuevas dudas sobre la legitimidad del proceso de investidura en su conjunto. Sin embargo, como es ya habitual por estos lares, la presidenta del Congreso transmitió con total normalidad al jefe del Estado el resultado de una votación viciada que inocula a la democracia una sustancia letal.
A las sospechas sobre la legitimidad de una investidura que exigía, para ser viable, varios asesinatos previos en Ferraz, hay que añadir ahora la tacha de ilegalidad que supone el vicio en la formación de la voluntad de la Cámara que han denunciado las diputadas socialistas.
Lo primero no supone un gran problema para quienes están habituados a trabajar con el material maleable con el que se construye la legitimidad, como bien saben los fontaneros de Génova y Ferraz. Lo segundo, sin embargo, es preocupante.
La confesión pública de suplantación de la voluntad en sede parlamentaria asesta una puñalada de muerte a la democracia constitucional e invalida el procedimiento en su integridad. No se trata de aritmética, si contamos todos los votos las cuentas dan para gobernar.
 El problema es de otra índole: bajo imposición no hay libertad y sin libertad no hay decisión.

 Hay cosas que no se pueden contar.

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Alberto Carrio Sampedro es profesor de Filosofía del Derecho de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
http://cort.as/neuk


 y ver ..



El fracaso económico de la expansión cuantitativa .






Tipos de interés negativos o finanzas que andan de cabeza



Desde hace tiempo, algunos bancos centrales vienen aplicando tipos de interés negativos a los depósitos que en ellos realizan los bancos privados. Y eso mismo ha ocurrido con títulos de deuda pública que diversos países (entre ellos España) han emitido últimamente. Incluso algunos bancos comienzan a cobrar a sus clientes en lugar de retribuirles por sus depósitos, hasta el punto de que muchas personas que tienen grandes sumas de dinero en países como Japón o Alemania han empezado a comprar masivamente cajas de caudales para mantener sus fortunas en metálico.El significado de los tipos de interés negativos es bastante claro: los prestamistas, en lugar de recibir una retribución por prestar a alguien, han de pagar por hacerlo. Y los depositantes, en lugar de ganar dinero cuando dejan sus fondos en una entidad, deben pagar también por mantener su dinero depositado en el banco. El mundo financiero al revés de lo que siempre habíamos conocido.
Se trata sin duda de una anomalía y puede parecer un sin sentido pero, en realidad, es hasta cierto punto normal que algo así ocurra cuando las economías y las finanzas se encuentran desde hace tiempo en una situación tan irregular, y casi al límite, como la actual.
La primera razón que explica que el precio del dinero sea negativo es su abundancia, la impresionante expansión de los medios de pago y de los depósitos bancarios que se ha producido en los últimos años.
Para hacerse una idea del incremento reciente de la masa monetaria puede bastar un solo ejemplo. En Estados Unidos, la llamada base monetaria (el efectivo en manos del público más los depósitos de los bancos en la Reserva Federal) aumentó en 821.585 millones de dólares en los 63 años que fueron de 1945 a 2008. Sin embargo, de principios de este último año a finales de 2015 aumentó en 3,1 billones de dólares. Es decir, que en 7 años creció unas 3,7 veces más que en 63. Cuesta trabajo hacerse una idea, ni siquiera aproximada, de lo que verdaderamente representa para la economía un crecimiento tan grande y generado en tan poco tiempo como el de estos últimos años (en solo los seis primeros meses de 2008 en Estados Unidos se creó más base monetaria -950.000 millones de dólares- que en los 50 años anteriores -840.000 millones).
Esa creación gigantesca de dinero se ha producido cuando los bancos centrales han inyectado billones de dólares en los bancos privados con la intención de tapar el agujero patrimonial que ellos mismos se produjeron al acumular la ingente cantidad de basura financiera que dio lugar a la crisis. La inyección se ha producido o bien a base de préstamos billonarios prácticamente regalados o de compras masivas de sus títulos para “reciclar” esa basura. Los bancos centrales se han ido quedando así con la porquería acumulada por la banca privada a precio sobrevalorado (gracias a que previamente les habían permitido mantenerlos en sus balances valorados a su precio de adquisición y no al mucho más bajo de mercado) y “a cambio” los bancos recibían billones de dólares. Eso es lo que se ha traducido en la subida impresionante de los depósitos de los bancos privados en los bancos centrales que multiplica como la espuma la base monetaria.
Teóricamente, esas inyecciones deberían servir, según la explicación oficial de las autoridades, para que los bancos concedieran más créditos. Una explicación simplista y falsa, por no decir que sencillamente estúpida: la economía mundial (no solo la de Estados Unidos) hubiera reventado si toda esa cantidad de billones (4,7 veces más que la que había a finales de 2006) se hubiera diseminado por la economía de verdad y tan rápidamente como se creó. Los precios se hubieran disparado, cuando lo que ocurrió fue todo lo contrario, que la mayoría de las economías entró en deflación. Lo que buscaban era pura y simplemente rescatar a la banca cuando podrían haber rescatado a la gente con mucho menos dinero.
Lo cierto (y esa es la segunda explicación de los tipos negativos) es que la crisis reciente y la desigualdad de los últimos decenios ha debilitado en grado sumo las alternativas de inversión productiva. Aunque ha habido un cierto incremento del crédito, ni éste ha sido todo el que se corresponde con el aumento de la base monetaria que acabo de señalar, ni el suficiente para reactivar la economía. En Europa, la situación es particularmente curiosa al respecto porque las economías que más ahorran (Alemania y Holanda) apenas invierten y son las que generan así la abundancia de fondos ociosos: es decir, ellas mismas provocan los tipos bajos de los que luego se quejan.
La tercera razón que hace que una anomalía como los tipos negativos se mantengan es el predominio de la especulación. En principio y en condiciones normales, a ningún inversor le debería interesar colocar sus fondos a tipos negativos. Pero pueden interesar como apuesta cuando la hacen inversores especulativos tan poderosos que ellos mismos pueden generar tendencias alcistas de las que se aprovechan casi instantáneamente.
Además, con las finanzas patas arriba como están, con la gran incertidumbre dominante y con la ausencia de alternativas productivas rentables, tener el dinero sin utilizar también tiene un coste, de modo que los tipos negativos se explican también porque los inversores siempre preferirán perder un poco que perder más. Sobre todo, como acabo de decir, si se encuentran en medio de una dinámica especulativa permanente.
Por otro lado, las consecuencias de que los tipos de interés sean negativos no son exactamente tan positivas como en principio podría parecer.
Pensar que gracias a que los tipos estén más bajos los sujetos económicos que invierten en actividad real van a demandar más crédito me parece bastante ingenuo porque su demanda de crédito no depende solo de que el crédito sea barato. Solo aumenta cuando hay posibilidades de rentabilizarla y eso sigue muy complicado en la situación tan débil en la que, como he dicho, se encuentra la economía productiva.
Por el contrario, y por las mismas razones, los tipos de interés negativos son un incentivo para que siga aumentando el endeudamiento que tanto dicen querer controlar: el privado con el que se llevan a cabo las operaciones especulativas de todo tipo (las verdaderamente rentables cuando la desigualdad ha debilitado los mercados de bienes y servicios) y el de los gobiernos. Así que, al final, los tipos negativos no hacen sino aumentar la deuda que es el gran negocio de la banca y lo que los banqueros tratan de que crezca, sobre todo, cuando la banca internacional está totalmente quebrada desde hace tiempo y no es sino un zombi al que mantienen artificialmente los gobiernos y los grandes organismos internacionales por todos los medios posibles que tienen a su alcance. Y que son muchos gracias al extraordinario poder político y mediático que han acumulado.
Pero, desde otro punto de vista, los tipos negativos suponen un grave inconveniente para los bancos (aunque aumente su negocio, como acabo de señalar). Para poder mantener sus márgenes y beneficios deben recurrir a otros mecanismos que traen también consecuencias negativas, como la subida de las comisiones, las operaciones de maquillaje para ocultar nuevas pérdidas patrimoniales y los recortes de personal o de sucursales para reducir gastos que, a la postre, terminan limitando su propio éxito comercial. Y si llega a generalizarse que los bancos cobren a los clientes por sus depósitos (como ya está pasando en algunos de ellos) será inevitable que se produzcan retiradas de fondos que darán lugar a que la insolvencia bancaria (que ya es un hecho) se haga indisimulable y patente ante todo el mundo. Y es por eso que los bancos y los economistas que viven de ellos estén promoviendo cada día con más fuerza que se acabe con el dinero metálico, que es el que sus clientes pueden retirar materialmente de sus cuentas y llevarse a sus cajas de caudales.
Otro efecto negativo que tienen los tipos negativos es que cuando el coste de la financiación es menor los inversores lógicamente pueden optar por productos más arriesgados, pues el coste financiero más bajo les compensa la mayor probabilidad de pérdida por el riesgo. Y eso es lo que hace que de la mano de tipos de interés negativos la economía financiera mundial en su conjunto se esté haciendo todavía más volátil y peligrosa.
La pregunta obligada ante todo esto es evidente: si la existencia de tipos de interés negativos tiene estos riesgos o perjuicios ¿por qué los bancos centrales los mantienen así y no los suben cuanto antes?
No es fácil responder en unas pocas líneas a esa pregunta fundamental pero apuntaré algunas hipótesis que a mi juicio pueden explicar la situación.
En primer lugar, porque a los bancos centrales no les queda más remedio que inyectar medios de pago para que las economías no se vengan abajo estrepitosamente. Es verdad que tratar de empujar la economía solo inyectando dinero en los depósitos de los bancos privados en el banco central es casi tan inútil como tratar de empujar un carro con una cuerda (como se ha comprobado en Japón, en donde no se consigue salir de la recesión a pesar de la masiva inyección monetaria). Pero es el único medio que tienen a su alcance cuando:
a) no quieren recurrir a la política fiscal que es más expansiva porque tendrían que renunciar a sus dogmas ideológicos sobre la estabilidad presupuestaria y asumir su efecto redistributivo más evidente para la población.
b) las economías no tienen fuerzas endógenas suficientes para ponerse en marcha con vigor debido (ya lo he señalado) al debilitamiento progresivo de la economía productiva en perjuicio de la basada en la especulación financiera.
c) se niegan, sobre todo, a que la economía se recupere incrementando la masa salarial.
En segundo lugar, recurren a los tipos negativos porque la concentración cada vez mayor de la renta en grupos que solo gastan en consumo una parte muy pequeña de lo que ganan ha debilitado la actividad económica dedicada a producir bienes y servicios y eso se traduce en una deflación (precios a la baja) que tratan de evitar aumentando la masa monetaria. Algo que, sin embargo, apenas van a lograr porque para que subieran los precios el dinero creado por los bancos tendría que ir a la economía y no quedarse en los depósitos o los balances de los bancos privados, tal y como señalé antes.
En tercer lugar, porque, como ya he dicho, gracias a esa masiva creación de dinero aumenta la deuda que es el negocio de la banca, de modo que se permite así que los banqueros sigan ganando cifras fabulosas de dinero a pesar de que sus negocios están materialmente quebrados. Un portentoso juego de manos que los bancos centrales y los banqueros perpetran ante nuestros ojos sin que apenas nadie se dé cuenta del engaño.
Finalmente, hay que tener en cuenta las condiciones en las que se mueven la economía mundial y las finanzas en particular en los últimos años y, sobre todo, tras la crisis. Entre otras, la hipertrofia de la circulación monetaria que ha descompensado cada vez más la relación entre la economía real y las finanzas; la espiral de una deuda extraordinariamente peligrosa y que se ha convertido en un fin en sí mismo porque es el gran negocio de la banca; la especulación generalizada a base de operaciones realizadas en milisegundos; y la desigualdad creciente que debilita la producción de riqueza, el comercio y el negocio productivo. Todas esas condiciones han sido muy exitosas desde el punto de vista de reforzar la ganancia y el poder de los grupos económicos más poderosos, de las elites de todo el planeta pero han dado al traste con el “orden” económico que hasta ahora podía explicar y ayudar a gobernar la “sabiduría” económica convencional dominante. Desde hace un tiempo, y sobre todo tras la crisis como acabo de decir, no tienen ya una guía de acción que les asegure que van a poder gobernar la nave de la macroeconomía sin nuevos y cada vez mayores sobresaltos. Como dijo en su día el expresidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, la crisis no solo colapsó la economía sino “nuestra estructura mental”. Ahora, como reconoció hace unos días la actual presidenta de ese organismo, Janet Yellen, la macroeconomía presenta rasgos completamente nuevos antes los cuales sirven de muy poco los instrumentos de expansión y estabilización hasta ahora utilizados. Van a la deriva porque ni saben el efecto de lo que hacen ni lo que tendrían que hacer para salir de dónde nos han llevado sus políticas erróneas anteriores y la codicia de la banca.
En definitiva, los tipos de interés son una anomalía. Desde luego que sí pero no solo eso: son una expresión más del desorden que crea el capitalismo de nuestra época.
Lo que no sabemos es por cuánto tiempo se podrá mantener tanta sinrazón solo a base de concentrar el poder, de exprimir el trabajo ajeno y de aumentar el endeudamiento. Los tipos de interés no pueden ser negativos toda la vida y la deuda no puede seguir creciendo sin explotar así que lo que queda por ver es quién y cómo le pone el cascabel al gato.
Versión ampliada del artículo con el mismo título publicado en Noticias Obreras, número 1.588 de octubre de 2016.
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (España). Página web: www.juantorreslopez.com


 Nota ..

 La expansión cuantitativa (EC) —en menor medida, flexibilización cuantitativa (FC)— (en inglés, quantitative easing, cuyo acrónimo es QE) es una herramienta no convencional de política monetaria utilizada por algunos bancos centrales para aumentar la oferta de dinero, aumentando el exceso de reservas del sistema bancario, por lo general mediante la compra de bonos del propio Gobierno central para estabilizar o aumentar sus precios y con ello reducir las tasas de interés a largo plazo. Esta medida suele ser utilizada cuando los métodos más habituales de control de la oferta de dinero no han funcionado; como cuando la tasa de interés de descuento o la tasa de interés interbancaria están cerca de cero.


domingo, 30 de octubre de 2016

La deflagración .Como estará el PSOE para que Pedro Sánchez sea el rojo...

Efectos expansivos de la bomba del PSOE


Jesús López-Medel *

Una bomba tiene unos efectos que van más allá de donde está situado el artefacto. Una explosión tiene una onda expansiva que puede ser grande y unos radiación y consecuencias que llegan a otras zonas. Igual que un suicido por medios especialmente destructivos hace que se extiendan y expandan  los restos  y vísceras.
La autodestrucción por bomba expansiva que han generado los socialistas ha producido el efecto esencialmente deseado: evitar que en una semana el defenestrado Pedro Sánchez pudiese llegar a un pacto de gobierno con fuerzas progresistas de izquierda y una variada tipología de nacionalismos. Evitaron ellos, como partido que forma parte del sistema, que este pudiese quedar afectado por la irrupción de unos muchachos peligrosos cuyo pecado de sanear la podredumbre preocupaba mucho a los más instalados y poderosos.
Lo han conseguido a base de un daño letal. Y durará durante lustros, inhabilitando largamente al Partido Socialista para poder ser alternativa. Se irán difuminando aún más y, con su nula credibilidad, su valor pasará a ser marginal. No hay más que ver los efectos del abrazo de la gran coalición en Alemania donde el apareamiento entre los dos principales partidos, aunque allí pactaron previamente los objetivos, está hundiendo cada vez más a los socialdemócratas germanos. El abrazo del oso.
Pero aún más tremendo es que aquí ese apoyo ha sido a cambio de nada. ¿Han pactado algo PP y PSOE? ¿Han dialogado? ¿Sacan alguna ventaja o compromiso de que el partido mayoritario apoye alguna iniciativa con dimensión social? Pues no. Nada de nada. Un gran aplauso a los chapuceros golpistas de Ferraz. Quedarán atados de pies y manos. ¡Y eso, gratis!
Pero decía, hay otras consecuencias expansivas en las que quiero centrarme. Se trata de los efectos que va a provocar en el poder territorial más allá de Madrid, el gobierno Central y las Cortes Generales. Sobre todo en los que alentaron el golpe en ese partido tan medieval a base de reinos de taifas. Una cosa es un partido federal y otra el ser un partido feudal.
Me refiero a lo que supone que en todas las Comunidades Autónomas que gobierna el PSOE (salvo Andalucía), lo hace porque Podemos les sostiene parlamentariamente. Y lo más curioso es que han sido los dirigentes de esas Comunidades Autónomas, alentados por la sultana, los que más batallaron para laminar a Pedro Sánchez en su intento en marcha (aunque no público) de intentar un gobierno con otras fuerzas y desalojar al PP.
Cierto es que esa aplicación de partido más votado en ese segmento hizo que Podemos y sus confluencias tengan alcaldías importantes: Madrid, Barcelona, Cadiz, etc. Pero son varias las Comunidades Autónomas (con mucho más poder y capacidad económica que los Ayuntamientos) en las que gobierna el PSOE gracias al apoyo de Podemos o su coaligado. Y es muy llamativo que varios de esos presidentes autonómicos que lo son por lo expuesto, hayan sido muy activos en evitar a toda costa un acuerdo con el mismo partido que les da soporte a ellos en sus territorios.
Hasta ahora Podemos sólo ha lanzado algún mensaje en Castilla la Mancha pero no ha reaccionado rompiendo lazos. Es inteligente esa actitud, pero sucederá que con el tiempo reciban algún castigo en alguna votación aislada para que recuerden esa dependencia. Además, veremos los resultados en unas elecciones autonómicas y locales para las que quedan dos años y medio y qué efectos tendrá la alianza en Madrid con la derecha y la desmovilización de una militancia muy decepcionada.
Así como con esa decisión del PSOE de apoyar o posibilitar (es lo mismo) que siga el PP y Rajoy les va a eliminar por lustros su llegada al poder central, las consecuencias expansivas pueden ser muy amplias y llevar consigo la pérdida de poder en la gran mayoría de territorios como Comunidades Autónomas en las que hoy gobierna y preside. Eso será el anticipo del gran réquiem en las generales.
(*) Jesús López-Medel es abogado del Estado.