Si Dios existe, desaparece la ética: Kant frente a Dostoievski y Freud
Roberto R. Aramayo
29 DE DICIEMBRE DE
2023,
Se atribuye a Dostoievski el apotegma de “Si Dios no existe,
todo está permitido”, aunque la cita no se localice de modo literal en Los
hermanos Karamázov. Lo cierto es que la idea recorre su argumento y en un
momento dado el personaje de Smérdiakov (nombre del que conviene conocer su
significado en ruso) afirma que: “Si el Dios infinito no existe, no hay virtud,
ni siquiera hace falta”. Curiosamente Kant pensaba justo lo contrario, es
decir, que la virtud solo tiene cabida donde no comparece divinidad alguna y
que, si se comprobara la existencia de Dios, la ética haría mutis por el foro.
Para el filósofo de Königsberg, cuyo tricentenario festejamos en 2024, la
genuina moral no requiere un sustento divino y, de hecho, adjudicar cualquier
papel a Dios perjudica letalmente nuestro comportamiento ético, que a juicio de
Kant debe ser autónomo y no responder a mandatos heterónomos provenientes de
una voluntad ajena.
Según Kant nuestra conciencia moral es el juez supremo de
nuestros criterios éticos y no hay ninguna otra instancia superior que los
dirima o condene
Según Kant, nuestra conciencia moral es el juez supremo de
nuestros criterios éticos y no hay ninguna otra instancia superior que los
dirima o condene. Gracias a las formulaciones del célebre imperativo
categórico, podemos comprobar si nuestra máxima tendría o no una validez
universal en caso de generalizarse. De no ser asumible por cualquiera en
cualquier momento y circunstancia, estaremos manejando una pauta pragmática,
pero no un criterio ético. La ética nos exige no tratar a ningún ser humano,
incluidos nosotros mismos, como un simple medio instrumental, sin considerarlo
al mismo tiempo un fin en sí mismo. El presunto rigorismo kantiano, lejos de
imponer una norma determinada y de obligado cumplimiento, deja en manos del
agente moral juzgar su propia conducta y decidir lo que le parezca compatible
con la moral, sin delegar ninguna responsabilidad en los demás, las
circunstancias o una entidad superior.
¿Tendría sentido clonar cibernéticamente a Kant y Diderot
con la IA?
El formalismo ético kantiano nos invita, como señala en el
parágrafo cuarenta de su Crítica del discernimiento, a ponernos en la piel de
los demás y compadecernos de su situación, pensando por cuenta propia y
procurando hacerlo de manera coherente. Nada nos asegura tener éxito en tal
empeño, ni que consigamos nuestros propósitos, pero se trata de intentarlo con
una buena voluntad, un querer que sea bueno de suyo y no con respecto a sus
logros. Por supuesto, nunca estaremos totalmente seguros de que tras nuestra
intencionalidad no estén agazapadas motivaciones poco edificantes, porque nunca
podemos descontar el autoengaño y las jugarretas del inconsciente. Sin embargo,
sí nos cabe apostar por cultivar nuestro talante moral, por decirlo con
Aranguren, aun cuando lo hagamos en detrimento de nuestros talentos y los dones
de la fortuna. Nuestras costumbres modelan el carácter y a su vez este modula
los hábitos.
Kant reitera constantemente que la presencia de Dios
arruinaría nuestra moralidad, porque nos moveríamos en pos de recompensas o por
miedo al castigo
Kant reitera constantemente que la presencia de Dios
arruinaría nuestra moralidad, porque nos moveríamos en pos de recompensas o por
miedo al castigo. Seguir unos mandamientos o cualesquiera instrucciones al pie
de la letra nos convertiría en autómatas movidos por ciertos resortes que
alguien ha diseñado y que sería el último responsable de nuestra conducta, como
lo son quienes programan los algoritmos de la IA. Parapetarse a lo Eichmann en
una obediencia debida y ciegamente acatada, nos hace abandonar -como bien
señala Javier Muguerza- la condición humana, caracterizada por ser dueños de
nuestros actos y asumir nuestras responsabilidades. Cosificar a las personas
nos deshumaniza tanto como rehuir la imputación de nuestras decisiones. Nuestra
libertad está en juego y el ser humano está condenado a ser libre, por decirlo
con Sartre. A ojos de Kant, si Dios existiera, tampoco podría ser un agente
moral, puesto que su voluntad santa y absolutamente perfecta le impediría
perseguir la virtud. En su segunda Crítica se recalca que ni Dios podría
permitirse considerar a un ser humano como simple medio instrumental. El Dios
kantiano es la idea de una razón ético-practica y auto-legislativa.
El encuentro secreto entre Diderot y Kant: Los dos
“apóstoles” del ateísmo ético de la Ilustración
Pascal nos legó su célebre apuesta. ¿Por qué renunciar a la
vida eterna, si no perdemos nada creyendo en ella y al contrario podemos
perderlo todo? Kant discrepa y entiende que perderíamos nuestra capacidad para
ser agentes morales. Desde una óptica nada religiosa, Freud viene a suscribir
el diagnóstico de Dostoievski en El porvenir de una ilusión, donde cabe leer lo
siguiente: “Si les enseñamos que la existencia de un Dios omnipotente y justo,
de un orden moral universal y de una vida futura son puras ilusiones, se
considerarán desligados de toda obligación de acatar los principios de la
cultura, cada uno seguirá sin freno ni temor, sus instintos sociales y egoístas
e intentará afirmar su poder persona, y de este modo surgirá de nuevo el caos,
al que ha llegado a poner término una labor civilizatoria de muchos milenios.
Aunque supiésemos y pudiésemos demostrar que la religión no posee la verdad,
deberíamos silenciarlo y conducirnos como nos aconseja la filosofía del como
si”.
Freud coincide con la satírica pluma de Heine, quien hacía
de Kant un agnóstico bondadoso que, tras ajusticiar a Dios con su Crítica de la
razón pura, lo habría resucitado con la varita mágica de su razón práctica. Sin
embargo, Kant no confunde los planos. Entiende perfectamente que las religiones
ofrezcan un consuelo ante la muerte y el sufrimiento, pero tiene claro que
cualquier expectativa religiosa es incompatible con la moralidad. Por eso su
héroe moral es un ateo virtuoso llamado Spinoza, que cumple con su deber a
pesar de los pesares, la injusticia y las adversidades. Diderot mantuvo que
cabe ser virtuoso sin creer en Dios, pero Kant fue más allá y afirmó que solo
podemos devenir agentes morales descontando a Dios de la ecuación.
Conviene tener en
cuenta el planteamiento kantiano, en una época en donde las religiones
continúan teniendo una incidencia en el espacio público, incluso en Estados
laicos o aconfesionales, regulando con sus liturgias los calendarios festivos,
nacimientos, matrimonios y funerales. Aunque la historia recoja vidas
ejemplares entre gentes religiosas, no es menos cierto que las religiones han
suscitado guerras cruentas contra quienes no compartían sus credos y que sirven
de pretexto para seguir haciéndolo. La celebración del natalicio kantiano
debería propiciar que se relea uno de sus textos más emblemáticos, junto a la
Fundamentación o ¿Qué es la Ilustración? Me refiero a Hacia la paz perpetua: Un
diseño filosófico. .
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