La muerte de Israel
Christopher Lynn Hedges
22 diciembre, 2023.
LOS ESTADOS COLONIALES DE COLONOS TIENEN UNA VIDA ÚTIL
TERMINAL. ISRAEL NO ES UNA EXCEPCIÓN.
Israel aparecerá triunfante cuando termine su campaña
genocida en Gaza y Cisjordania. Respaldado por Estados Unidos, logrará su
demencial objetivo. Sus desenfrenos asesinos y su violencia genocida
exterminarán o limpiarán étnicamente a los palestinos. Su sueño de un Estado
exclusivamente para judíos, con los palestinos que queden despojados de sus
derechos básicos, se hará realidad. Se regodeará en su sangrienta victoria.
Celebrará a sus criminales de guerra. Su genocidio será borrado de la
conciencia pública y arrojado al enorme agujero negro de la amnesia histórica
de Israel. Los que tengan conciencia en Israel serán silenciados y perseguidos.
Pero para cuando Israel logre diezmar Gaza –Israel habla de
meses de guerra– habrá firmado su propia sentencia de muerte. Su fachada de civismo,
su supuesto cacareado respeto por el Estado de derecho y la democracia, su
mítica historia de valerosos militares israelíes y milagroso nacimiento de la
nación judía, yacerán en montones de cenizas. El capital social de Israel se
agotará. Se revelará como un régimen de apartheid feo, represivo y lleno de
odio, que alienará a las generaciones más jóvenes de judíos estadounidenses. Su
patrocinador, Estados Unidos, a medida que las nuevas generaciones lleguen al
poder, se distanciará de Israel del mismo modo que se está distanciando de
Ucrania. Su apoyo popular, ya erosionado en Estados Unidos, provendrá de los
fascistas cristianizados estadounidenses que ven en la dominación israelí de
antiguas tierras bíblicas un presagio de la Segunda Venida y en su subyugación
de los árabes un racismo afín y la supremacía blanca.
La sangre y el sufrimiento palestinos –en Gaza han muerto 10
veces más niños que en dos años de guerra en Ucrania allanarán el camino hacia
el olvido de Israel. Las decenas, quizás cientos, de miles de fantasmas tendrán
su venganza. Israel se convertirá en sinónimo de sus víctimas del mismo modo
que los turcos lo son de los armenios, los alemanes lo son de los namibios y
más tarde de los judíos, y los serbios lo son de los bosnios. La vida cultural,
artística, periodística e intelectual de Israel será exterminada. Israel será
una nación estancada en la que los fanáticos religiosos, los intolerantes y los
extremistas judíos que se han hecho con el poder dominarán el discurso público.
Encontrará sus aliados entre otros regímenes despóticos. La repugnante
supremacía racial y religiosa de Israel será su atributo definitorio, razón por
la cual los supremacistas blancos más retrógrados de Estados Unidos y Europa,
incluidos filosemitas como John Hagee, Paul Gosar y Marjorie Taylor Greene,
apoyan fervientemente a Israel. La cacareada lucha contra el antisemitismo es
una celebración apenas disimulada del Poder Blanco.
Los despotismos pueden existir mucho después de su fecha de
vencimiento. Pero son terminales. No hace falta ser un erudito bíblico para
darse cuenta de que la lujuria de Israel por los ríos de sangre es contraria a
los valores fundamentales del judaísmo. La cínica instrumentalización del
Holocausto, que incluye tachar a los palestinos de nazis, tiene poca eficacia
cuando se lleva a cabo un genocidio retransmitido en directo contra 2,3
millones de personas atrapadas en un campo de concentración.
Las naciones necesitan algo más que la fuerza para
sobrevivir. Necesitan una mística. Esta mística proporciona propósito, civismo
e incluso nobleza para inspirar a los ciudadanos a sacrificarse por la nación.
La mística ofrece esperanza para el futuro. Aporta significado. Proporciona
identidad nacional.
Cuando las místicas implosionan, cuando quedan expuestas
como mentiras, se derrumba un cimiento central del poder estatal. Informé sobre
la muerte de las místicas comunistas en 1989, durante las revoluciones de Alemania
Oriental, Checoslovaquia y Rumanía. La policía y el ejército decidieron que ya
no había nada que defender. La decadencia de Israel engendrará la misma lasitud
y apatía. No podrá reclutar colaboradores autóctonos, como Mahmud Abbas y la
Autoridad Palestina –vilipendiada por la mayoría de los palestinos– para que
cumplan las órdenes de los colonizadores. El historiador Ronald Robinson cita
la incapacidad del Imperio Británico para reclutar aliados autóctonos como el
punto en el que la colaboración se convirtió en no cooperación, un momento
decisivo para el inicio de la descolonización. Una vez que la no cooperación de
las élites nativas se transforma en oposición activa, explica Robinson, la
«rápida retirada» del Imperio está asegurada.
Lo único que le queda a Israel es la escalada de violencia,
incluida la tortura, que acelera el declive. Esta violencia al por mayor
funciona a corto plazo, como ocurrió en la guerra librada por los franceses en
Argelia, en la guerra sucia de la dictadura militar argentina y durante el
conflicto británico en Irlanda del Norte. Pero a largo plazo es suicida.
«Se podría decir que la batalla de Argel se ganó mediante el
uso de la tortura», observó el historiador británico Alistair Horne, «pero que
la guerra, la guerra de Argelia, se perdió».
El genocidio de Gaza ha convertido a los combatientes de
Hamás en héroes en el mundo musulmán y en el Sur Global. Israel puede acabar
con los dirigentes de Hamás. Pero los asesinatos pasados –y actuales– de
decenas de dirigentes palestinos no han servido de mucho para aplacar la
resistencia. El asedio y el genocidio de Gaza han producido una nueva
generación de hombres y mujeres jóvenes profundamente traumatizados y
enfurecidos cuyas familias han sido asesinadas y cuyas comunidades han sido
arrasadas. Están preparados para ocupar el lugar de los líderes martirizados.
Israel ha enviado las acciones de su adversario a la estratosfera.
Israel estaba en guerra consigo mismo antes del 7 de
octubre. Los israelíes protestaban para impedir la abolición de la
independencia judicial por parte del primer ministro Benjamin Netanyahu. Sus
fanáticos e intolerantes religiosos, actualmente en el poder, habían montado un
ataque decidido contra el laicismo israelí. La unidad de Israel desde los
atentados es precaria. Es una unidad negativa. Se mantiene unida por el odio. E
incluso este odio no es suficiente para evitar que los manifestantes denuncien
el abandono por parte del gobierno de los rehenes israelíes en Gaza.
El odio es una mercancía política peligrosa. Una vez que se
acaba con un enemigo, los que avivan el odio van en busca de otro. Los
«animales humanos» palestinos, una vez erradicados o sometidos, serán
sustituidos por apóstatas y traidores judíos. El grupo demonizado nunca podrá
ser redimido ni curado. Una política de odio crea una inestabilidad permanente
que es explotada por quienes buscan la destrucción de la sociedad civil.
Israel avanzó mucho por este camino el 7 de octubre al
promulgar una serie de leyes discriminatorias contra los no judíos que
recuerdan a las racistas Leyes de Nuremberg que privaron de sus derechos a los
judíos en la Alemania nazi. La Ley de Aceptación de Comunidades permite a los
asentamientos exclusivamente judíos prohibir la residencia a los solicitantes
por motivos de «adecuación a la perspectiva fundamental de la comunidad».
Muchos de los jóvenes mejor formados de Israel han
abandonado el país y se han trasladado a lugares como Canadá, Australia y el
Reino Unido, y hasta un millón se ha ido a Estados Unidos. Incluso Alemania ha
visto una afluencia de unos 20.000 israelíes en las dos primeras décadas de
este siglo. Alrededor de 470.000 israelíes han abandonado el país desde el 7 de
octubre. Dentro de Israel, los defensores de los derechos humanos, los
intelectuales y los periodistas –israelíes y palestinos– son atacados como
traidores en campañas de difamación patrocinadas por el gobierno, sometidos a
vigilancia estatal y a detenciones arbitrarias. El sistema educativo israelí es
una máquina de adoctrinamiento para el ejército.
El académico israelí Yeshayahu Leibowitz advirtió que si
Israel no separaba Iglesia y Estado y ponía fin a su ocupación de los
palestinos, daría lugar a un rabinato corrupto que deformaría el judaísmo hasta
convertirlo en un culto fascista. «Israel», dijo, «no merecería existir, y no
merecerá la pena conservarlo».
La mística global de Estados Unidos, tras dos décadas de
desastrosas guerras en Oriente Próximo y el asalto al Capitolio del 6 de enero,
está tan contaminada como su aliado israelí. La administración Biden, en su
fervor por apoyar incondicionalmente a Israel y apaciguar al poderoso lobby
israelí, se ha saltado el proceso de revisión del Congreso con el Departamento
de Estado para aprobar la transferencia de 14.000 proyectiles de munición de
tanque a Israel. El Secretario de Estado Antony Blinken argumentó que «existe
una emergencia que requiere la venta inmediata». Al mismo tiempo ha pedido
cínicamente a Israel que minimice las víctimas civiles.
Israel no tiene ninguna intención de minimizar las víctimas civiles. Ya ha matado a 18.800 palestinos,( son cifras del día 22/12 hoy 1/1/2924 son mas de 5.000 mas . El 0,82% (+) de la población de Gaza, el equivalente a unos 2,7 millones de estadounidenses. Otros 51.000 han resultado heridos (1).
La mitad de la población de Gaza se muere de hambre, según la ONU. Todas las instituciones y servicios palestinos que sustentan la vida –hospitales (sólo 11 de los 36 hospitales de Gaza siguen «funcionando parcialmente»), plantas de tratamiento de agua, redes eléctricas, sistemas de alcantarillado, viviendas, escuelas, edificios gubernamentales, centros culturales, sistemas de telecomunicaciones, mezquitas, iglesias, puntos de distribución de alimentos de la ONU– han sido destruidos. Israel ha asesinado al menos a 80 periodistas palestinos junto con decenas de sus familiares y a más de 130 cooperantes de la ONU junto con miembros de sus familias. La cuestión son las víctimas civiles. Esta no es una guerra contra Hamás. Es una guerra contra los palestinos. El objetivo es matar o expulsar a 2,3 millones de palestinos de Gaza.
El asesinato a tiros de tres rehenes israelíes que
aparentemente escaparon de sus captores y se acercaron a las fuerzas israelíes
sin camisa, ondeando una bandera blanca y pidiendo ayuda en hebreo no sólo es
trágico, sino que deja entrever las reglas de enfrentamiento de Israel en Gaza.
Estas reglas son: mata todo lo que se mueva.
Como escribió en Yedioth Ahronoth el general de división
israelí retirado Giora Eiland, que anteriormente dirigió el Consejo de
Seguridad Nacional israelí, «[E]l Estado de Israel no tiene otra opción que
convertir Gaza en un lugar en el que sea temporal o permanentemente imposible
vivir… Crear una grave crisis humanitaria en Gaza es un medio necesario para
lograr el objetivo». «Gaza se convertirá en un lugar en el que no podrá existir
ningún ser humano», escribió. El general de división Ghassan Alian declaró que
en Gaza «no habrá electricidad ni agua, sólo habrá destrucción. Queríais el
infierno; tendréis el infierno».
Los Estados coloniales que perduran, incluido Estados
Unidos, exterminan mediante enfermedades y violencia a casi la totalidad de sus
poblaciones indígenas. Las plagas del Viejo Mundo traídas por los colonizadores
a América, como la viruela, mataron a unos 56 millones de indígenas a lo largo
de unos 100 años en América del Sur, Central y del Norte. En 1600 quedaba menos
de una décima parte de la población original. Israel no puede matar a esta
escala, con casi 5,5 millones de palestinos viviendo bajo la ocupación y otros
9 millones en la diáspora.
La presidencia de Biden, que irónicamente puede haber
firmado su propio certificado de defunción política, está atada al genocidio de
Israel. Intentará distanciarse retóricamente, pero al mismo tiempo canalizará
los miles de millones de dólares en armas exigidos por Israel –incluidos 14.300
millones de dólares en ayuda militar suplementaria para aumentar los 3.800
millones de dólares de ayuda anual– para «terminar el trabajo». Es un socio de
pleno derecho en el proyecto de genocidio de Israel.
Israel es un Estado paria. Esto se puso de manifiesto
públicamente el 12 de diciembre, cuando 153 Estados miembros de la Asamblea
General de la ONU votaron a favor de un alto el fuego, con sólo 10 –incluidos
Estados Unidos e Israel– en contra y 23 abstenciones. La campaña de tierra quemada
de Israel en Gaza significa que no habrá paz. No habrá solución de dos Estados.
El apartheid y el genocidio definirán a Israel. Esto presagia un conflicto
largo, muy largo, que el Estado judío no podrá ganar en última instancia.
Fuente: https://chrishedges.substack.
Artículo seleccionado por Carlos Valmaseda para la página
Miscelánea de Salvador López Arnal.
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NOTA DEL BLOG . La creación del Estado de Israel fue bajo una coartada moral por la persecución de lo judíos y su exterminio por los nazis y que otros estados particularmente Occidentales no les permitieron refugiarse ni exiliarse en ellos . Esta actuación en el presente la derrumba totalmente La expulsión de palestinos ya estaba programada desde el principio. https://www.jornada.com.mx/2023/12/24/opinion/010o1pol pero en la actualidad entre ellos y los árabes superan a los israelitas .
NOTA ( 1 ).- De acuerdo a los últimos informes, 21 672 palestinos han perdido la vida y otros 56 165 han resultado heridos como consecuencia de los ataques del régimen israelí contra Gaza. El 70 % de las víctimas son mujeres y niños.