Guantánamo en Polonia
Iouso Perales
La Unión Europea (UE) se viene abajo como proyecto político democrático y fuente de valores. Ni la derecha tradicional ni la socialdemocracia quieren verlo.
La UE ni siquiera se respeta a sí misma y acepta de manera asombrosa que un país miembro viole los derechos humanos con total impunidad.
Lo que están haciendo los jueces polacos en cuyas manos está la suerte de Pablo González, cruza las líneas rojas. A ver si se enteran los demócratas pusilánimes: no hay nada que pueda justificar su aislamiento que incluye la prohibición de visitas familiares y de su propio abogado. Y si alguien no actúa, debiendo hacerlo, por tener dudas sobre la inocencia de Pablo, debe saberlo: nada justifica que no se respeten sus derechos. Nada.
Después de seis meses de reclusión los jueces acaban de prolongar su prisión otros tres meses más. ¿Saben por qué? Porque no encuentran pruebas para fundamentar una acusación homologable. Pablo González es hoy un rehén, una víctima utilizada por el gobierno polaco que sirve a la derecha en el poder para extender un sentimiento de país atacado por Rusia que necesita defenderse de enemigos que incluso están dentro de sus fronteras. Saldrán perdiendo las libertades de un régimen que no respeta el principio de presunción de inocencia. Todo huele a una detención que se quiere exhibir como vuelta de tuerca hacia un mayor autoritarismo.
Andrzej Duda, actual presidente de la República de Polonia es el responsable de la detención del periodista vasco cuando estaba cubriendo el éxodo de refugiados ucranianos hacia Polonia, como freelance, durante los primeros días de la invasión rusa. Andrzej Duda no quiere testigos en sus conflictivas fronteras y ha dado un serio aviso a los corresponsables que cubren la guerra desde Polonia. La realidad es que los jueces polacos no tienen pruebas contra Pablo y antes que ponerlo en libertad prefieren alargar su prisión y ya se verá si finalmente aparece algún indicio de culpabilidad. Claro que, en el tiempo transcurrido, desde su detención, ahora hace seis meses, ha habido tiempo para fabricar pruebas falsas que salven las decisiones judiciales (políticas) tomadas. Veremos.
La pregunta es, ¿cómo la UE acepta que el régimen de Polonia incumpla con los principios básicos del derecho y de la democracia? ¿cómo y por qué silencia lo que debieran ser críticas severas y sanciones? Lo cierto es que este caso muestra la ruta que sigue la UE hacia la relativización de las libertades atacadas desde la extrema derecha.
Polonia, su gobierno y sus jueces, ningunea al gobierno español y a su presidente Pedro Sánchez cuya tímida voz se ha limitado a decir que respeta a la justicia polaca. Estoy persuadido que Sánchez ha doblado la rodilla ante presiones de algunos actores que con frecuencia le recuerdan a quien pertenece Ceuta y Melilla. Puede parecer inverosímil, pero es que los pulsos geopolíticos son así. El chantaje está presente en el tablero de la política donde se mueven fichas inesperadas. ¿Saben cuanta presión exterior recibió Sánchez para pasarse a la posición marroquí sobre el Sahara? Toda y más. Piensen en una gran potencia mundial y acertarán.
La Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE) ha instado también al Gobierno español y a los organismos de la Unión Europea a actuar en defensa de los derechos de Pablo González y de la libertad de prensa. Por su parte, las Federaciones Internacional y Europea de Periodistas han afirmado que la detención de González es un ataque a la libertad de prensa y a la democracia, pidiendo al Gobierno polaco su puesta en libertad. También, Reporteros Sin Fronteras denuncia la detención y pide al gobierno polaco su liberación..
«Yo he hablado con la Seguridad polaca y se les nota muy seguros de la impunidad con la que están actuando», denuncia su abogado, Gonzalo Boye. El relativo alivio que ha supuesto el anuncio del presidente español de amparar consularmente a Pablo González no se ha traducido en la liberación del periodista detenido. Su letrado insiste en que su detención es irregular, sin ‘luz ni taquígrafos’, por acusaciones desconocidas hasta el momento y con absoluta indefensión.
Sabido es que el gobierno de Polonia está impulsando una presión brutal contra la prensa, hasta el punto de que la Comisión Europea expresó su preocupación en diciembre de 2021, por la aprobación del parlamento polaco de una polémica ley que golpea a los medios más críticos, restringiendo la libertad de prensa. Por su parte, los eurodiputados volvieron a debatir y aprobar (502 votos a favor» y 149 votos en contra, incluyendo a toda la extrema derecha), una resolución sobre el deterioro del Estado de Derecho en Polonia y, en particular, de la libertad de prensa. Críticos europeos que siguen las políticas gubernamentales en Polonia, dicen que las medidas contra los grupos de medios de comunicación forman parte de una agenda cada vez más autoritaria, que ha puesto a Varsovia en conflicto con Bruselas en relación con los derechos del colectivo LGBT y las reformas judiciales.
El contexto de persecución de medios extranjeros es inquietante para el caso de Pablo González, pues ahora mismo su prisión simboliza el endurecimiento del gobierno polaco contra la libertad de prensa. Es un hecho que el encarcelamiento de Pablo González está fuera del marco legal de la Unión Europea. Pero la Comisión no se pronuncia. Otra vez la cobardía europea, esa misma que nos está haciendo insignificantes.
Por cierto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya resolvió en 2014 que el gobierno polaco se confabuló con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense para montar en Stare Kiejkuty una prisión secreta que estuvo en funcionamiento entre 2002 y 2005. En ese lugar, a 180 km al norte de Varsovia, los detenidos permanecían recluidos en detención secreta y eran torturados. Sucedió durante el gobierno socialdemócrata de Leszkek Miller Kwasniewski que en 2004 logró la adhesión de Polonia a la Unión Europa. La UE lo celebró, y eso que ya la noticia de la cárcel secreta había salido a la luz. Algunas voces dirán ¿qué tiene que ver esto con la prisión de Pablo? Tiene que ver: está en manos de gente peligrosa.
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