lunes, 18 de mayo de 2015

Las revueltas en Siria no son una rebelión popular, sino una guerra de agresión utilizando mercenarios.




Las revueltas en Siria no son ni fueron una rebelión popular ni pacífica.



  Por Mikel Itulain..
Las acciones de los "rebeldes" (crueles atentados terroristas) no suscitan la indignación de las organizaciones humanitarias ni de los medios corporativos occidentales: Enlace 1Enlace 2


¿Cómo empezaron las revueltas en Siria? ¿Fue un movimiento espontáneo y popular lo que ocurrió?
Bien, veamos algunos hechos relevantes que deben ser tenidos en cuenta para entender lo que ha ocurrido.
En primer lugar, aunque  esto creo que ya lo  saben, en Oriente Medio el colonialismo occidental se ha apoyado históricamente, además de en Israel, en dos movimientos religiosos extremistas y bastante fanáticos para controlar aquellos países, estos son el wahabismo y los Hermanos Musulmanes. Estos movimientos implantaban e implantan un férreo control social, anulando las libertades, y así las familias que poseen las corporaciones en Estados Unidos o Europa hacen lucrativos negocios sin ningún contratiempo. Claro está, a costa del desarrollo y de la prosperidad de esos países y de esas gentes, debido a que anulan la soberanía nacional, el control propio de los recursos (la soberanía económica) y la libertad política. Los Hermanos Musulmanes lucharon con fiereza, financiados por occidente, contra uno de los mayores exponentes de la libertad y la emancipación de Oriente Medio, Nasser; también lo hicieron contra el padre del actual presidente de Siria y perdieron la partida. El wahabismo se instaló en Arabia Saudí y desde que la dinastía Saud se hizo con el poder a principios del siglo XX se anuló cualquier posibilidad de progreso e independencia del país, convirtiéndose en una dictadura títere al servicio británico primero y posteriormente de la élite económica estadounidense, tras la Segunda Guerra Mundial.
El modelo "ideal" de Arabia para el mundo de las corporaciones debía ser exportado a otros países, por ejemplo a Afganistán, o ahora a Libia o Siria.
Los Talibán continuarán posiblemente como los saudíes. Habrá una ARAMCO [el consorcio de compañías petroleras que controlaba el petróleo saudí], gaseoductos-oleoductos, un emir, sin parlamento y un montón de ley Sharia. (1)
Por este motivo Siria, un estado secular, no sometido a una tiranía religiosa, es más, con libertad religiosa, incluidos los cristianos, y un estado tampoco sometido económicamente a la potencia mundial actual ni a sus socios, ha estado constantemente en el punto de mira de este mundo económico-militar y fundamentalista religioso.
Si vamos al año 1991, tras la caída de la Unión Soviética, tenemos por caso a Paul Wolfowitz diciendo que había que "eliminar a aquellos viejos regímenes clientes soviéticos antes de que el próximo superpoder venga a desafiarnos".(2) Wolfowitz, subsecretario del Ministerio de Defensa de Estados Unidos y que fue también presidente del Banco Mundial, sabía muy bien  lo que decía. La zona de Oriente Medio fue vital ya desde mediados del siglo pasado y su control suponía el control del mundo. El subsecretario entendió que, tarde o temprano, tras la caída del sistema soviético, emergería otro u otros superpoderes que podrían hacer competencia a los Estados Unidos, en concreto a las élites económicas estadounidenses. Estos otros superpoderes aparecieron, ahora son Rusia y China. De ahí el interés por mantener este control sobre Oriente Medio, y en particular por Siria primero y luego por Irán, ya que son los rivales finales una vez destruido Irak. El general Wesley Clark también revelaría que en el año 2001 en el Pentágono le habían comunicado que se iba a atacar a siete países para someterlos: Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán.(3) Todos estos países fueron atacados de  un modo u otro, bien con invasión militar, con ejércitos mercenarios o con políticos y organizaciones a sueldo, como las revoluciones de color, es el caso de la "revolución de los cedros" en el Líbano, en la que actuó la NED, una organización satélite de la CIA. Los objetivos iban más lejos de Oriente Medio, fijándose especialmente en África. La "Primavera árabe" volvería con estas intenciones, triunfando en el caso de  Libia, Egipto y Túnez.
Ya en el año 2002 Siria entra en el denominado por la administración estadounidense "eje del mal", siendo amenazada.(4) El mal lo hacía esta administración, la estadounidense, pero se lo achacaba  a otros.
Tras el brutal ataque de Israel al Líbano en el año 2006, donde mató a miles de civiles y no pudo destruir a Hezbolá, la organización chiita que contó con el apoyo de Siria, se empiezan a formar, financiar y armar a extremistas islámicos vinculados a Al Qaeda, por parte del propio Israel, de Estados Unidos, Arabia Saudí y los mismos hermanos musulmanes sirios, con el fin de crear terror y división entre las comunidades sunni y chiita en Siria. Estos fanáticos se refugiarían en el norte del Líbano.(5) Esto ya pasaba en el año 2007 e iba a preparar el terreno a lo que ocurriría luego en las revueltas poco pacíficas de  2011, a cargo de estos islamistas violentos, principalmente extranjeros. Hay que recordar también que la destrucción de Irak por parte de la potencia norteamericana contribuyó a que organizaciones terroristas como Al Qaeda pudieran por primera vez asentarse con fuerza en este país, y entrasen también en Siria con el apoyo de los Hermanos Musulmanes.
En el año 2008 el Departamento de Estado de Estados Unidos financia una organización, la Alianza para los Movimientos de la Juventud, que serán los que preparen los disturbios y a los líderes que actuarán el año 2011 en la llamada "Primavera Árabe", algo que muestra que dicho movimiento tuvo poco de espontáneo y menos de popular y autóctono.  Detrás de esta alianza estaban organizaciones como Freedom House,  la NED y otras como el International Republican Institute o elNational Democratic Institute.(6) Todas ellas bajo el control y orden del Departamento de Estado y de las corporaciones económicas. La "Primavera Árabe" la creo la administración estadounidense para conseguir objetivos políticos, económicos y militares largamente deseados. Y tuvo para ello la ayuda inestimable de las organizaciones humanitarias y de la propia izquierda.(7), (8).
Como consecuencia de todo esto comenzaron las revueltas en Siria. En concreto fueron en una pequeña ciudad del sureste, Daraa, cerca de la frontera con Jordania. Como comenta Michel Chossudovsky, no empezaron por ejemplo en Damasco, donde se pueden concentrar un mayor número de opositores democráticos. Los medios de comunicación corporativos indicaban que la ciudad donde se originaron las protestas tenía 300.000 habitantes, como "informaba" Associated Press, aunque en realidad Daraa tenía 70.000. Esos mismos medios mostraban una escena donde el ejército disparaba sin compasión contra manifestantes pacíficos, matando a varios de ellos, en una represión brutal. Sin embargo, no se informaba de que en esas "manifestaciones pacíficas" se habían asesinado a varios policías. Tuvo que ser precisamente un medio israelí, el Israel National News Report, que no se le puede acusar de simpatías hacia el gobierno sirio, quien sí informase de que:
Siete oficiales policías y al menos cuatro manifestantes en Siria han sido asesinados en los choques violentos que surgieron en la ciudad sureña de Daraa...(9)
Imaginen si en una manifestación en Madrid, manifestantes armados matan a siete policías, ¿se imaginan la respuesta? Es más, los manifestantes de Daraa quemaron edificios gubernamentales y otros bienes públicos y privados, en un claro intento de rebelión violenta. No había, por tanto, como se ha dicho, manifestaciones pacíficas en el comienzo, que luego degeneraron al tomar fuerza organizaciones como Al Qaeda. Desde el comienzo los más extremistas y violentos, pertenecientes a los Hermanos Musulmanes, a un flujo enorme de yihadistas extranjeros y a Al Qaeda, llevaron a cabo las revueltas. Los dos primeros forman principalmente el Ejército Sirio Libre, teniendo este como dirigentes a miembros de Al Qaeda.
El Grupo Combatiente Islámico Libio (LIFG) actualmente armando, financiando y comandando brigadas enteras del llamado "Ejército Sirio Libre" (FSA), es calificado como un filial de Al Qaeda por las Naciones Unidas indicado en la resoluciones 1267 (1999) y 1989 (2011), además de ser enumerado por tanto el Departamento de Estado de los Estados Unidos y por el Ministerio de Interior británico como una organización extranjera terrorista y una organización proscrita terrorista, respectivamente.(10)
Entre estos dirigentes de Al Qaeda dirigiendo y organizando al Ejército Sirio Libre tenemos a Mahdi al-Harati y a Abdul Hakim Belhaj. El LIFG es el que llevó a cabo, junto a la OTAN, infinidad de crímenes en Libia.


Aquí tienen una combinación explosiva: prensa occidental, de azul Paul Conroy, con sus colegas de Al Qaeda, Mahdi al-Harati y Abdul Hakim Belhaj, a su izquierda. 
La prensa libre defendiendo la libertad y los derechos humanos. Fuente: (10)

Detrás de todos estos fundamentalistas y terroristas que entraron y entran en Siria están los poderes occidentales y las dictaduras de Catar y de Arabia Saudí, junto a colaboradores como Turquía e Israel, que los financian, forman y arman con la más moderna y destructora tecnología.
El cuartel general de la OTAN en Bruselas y el alto mando turco estaban mientras tanto elaborando planes para el primer paso en la intervención militar en Siria, que consiste en armar a los rebeldes con armas para combatir a los tanques y a los helicópteros que encabezan la represión del régimen de Assad contra la disidencia. [nombre dado a los  terroristas islámicos] En vez de repetir el modelo libio de los ataques aéreos, los estrategas de la OTAN están pensando más en términos de vertergrandes cantidades de anti-tanque y anti-aire misiles, morteros y ametralladoras pesadas en los centros de protesta por golpear a las fuerzas blindadas del gobierno.(11)
Esto decían  fuentes de la inteligencia israelí, ellos llamaban disidencia a los yihadistas y a los seguidores de Al Qaeda que habían entrado a Siria desde infinidad de países, principalmente desde Libia, una vez arrasada por la OTAN y por la yihad, y desde Arabia Saudí. También pasan por Israel desde Egipto (ver figura 1).
Como hemos comentado, la invasión del ejército de Estados Unidos sobre Irak ya en su segunda fase, en 2003, tuvo unos efectos devastadores para que grupos fundamentalistas y la propia Al Qaeda pudiesen aparecer y ganar fuerza en un lugar donde antes no tenían ninguna posibilidad. Pero esta presencia no fue una consecuencia indirecta de la invasión, sino que los propios servicios de inteligencia estadounidenses, con su embajada  a la cabeza, John Negroponte y su segundo Robert S. Ford, promovieron la creación de escuadrones de la muerte en Irak, con el fin de hundir al país en el caos y de eliminar a la verdadera resistencia a la  ocupación. Negroponte tenía ya un siniestro historial creando escuadrones de la muerte en América Central en los años 80 del siglo XX.(12) Robert S. Ford se convertiría en embajador estadounidense en Siria en enero de 2011 y enseguida empezaron a actuar estos escuadrones de la muerte también en Siria.
El mandato de Negroponte como embajador de EE.UU. en Irak (junto con Robert S. Ford) fue coordinar la embajada de Estados Unidos, dar apoyo oculto a los escuadrones de la muerte y a grupos paramilitares en Irak con vista a fomentar la violencia sectaria y debilitar el movimiento de resistencia. Robert S. Ford como número dos (Ministro Consejero para Asuntos Políticos) jugó un papel central en la embajada estadounidense en este menester.(12)
En Siria en esos momentos de la invasión sobre Irak había sectores extremistas que apoyaban y daban cobijo a estos paramilitares y escuadrones de la muerte islámicos, entre ellos estaba el embajador Nawaf Fares. Se estaba creando el nido de  víboras que luego se extenderían y aplicarían su veneno a la propia Siria.
En informes académicos emitidos por el West Point Combating Terrorism Center del Ejército de los Estados Unidos se realizaron estudios donde se mostraba de donde procedía el flujo principal de miembros de Al Qaeda que llegaban a Irak.(13), (14) En ellos se veía que el principal suministrador en número era Arabia Saudí, pero en proporción de habitantes lo era Libia, en concreto de la zona Cyrenaica, donde está Bengasi, y donde empezarían años después las revueltas en Libia. Por tanto, se ve una clara conexión entre la existencia de centros de acumulación de terroristas de Al Qaeda y afines, y el  comienzo de actos de terror, que los medios de comunicación occidentales calificaron como revueltas y rebeliones de  "manifestantes pacíficos".
Las rutas  que usaban los terroristas para llegar a Irak son prácticamente las mismas que ahora se usan para invadir Siria. Todo ello con la complicidad y apoyo de occidente y de sus socios en la región: Egipto, Israel, Jordania, Turquía, Arabia Saudí y Catar.

Figura 1: Rutas para la invasión de terroristas islámicos hacia Siria. Se sigue la red que llegaba a Irak (ver recuadro pequeño), con la diferencia de que Turquía juega ahora una papel más relevante, al ser ahora el objetivo el país sirio. Fuentes: (13), (14)

En estos estudios e informes del Combating Terrorism Center también se vio cuales eran los principales centros de Siria donde se acumulaban terroristas de Al Qaeda durante la guerra contra Irak. En el gráfico siguiente se puede ver que eran lugares como Dayr Al-Zawr, en el sureste cerca de la frontera iraquí, Idlib, cerca de Aleppo, y en Daraa, donde se originaron las revueltas. Bien, esos sitios son precisamente los epicentros de estas revueltas en Siria, y no por casualidad. La presencia de Al Qaeda y de extremistas islámicos significó lo que pasó primero en Irak, luego en Libia y ahora en Siria: un ataque directo a la soberanía, a la libertad y a la tolerancia de estos países por mercenarios fanáticos, principalmente extranjeros, financiados y armados por el poder económico y político occidental. Esa es la misión de Al Qaeda, sus filiales y de salafistas o wahabitas. Ver este artículo sobre Al Qaeda, sus orígenes y su función: Al Qaeda.


Figura 2: A la izquierda gráfico donde se indican las principales localidades y zonas de donde procedían los terroristas de Al Qaeda (o grupos afines comos los Hermanos Musulmanes) en Siria durante la guerra contra Irak. A la derecha principales centros de donde emanó la "rebelión". Hay una coincidencia clara entre uno y otro. El país se llenó de células y centros de terroristas latentes y luego atacaron al país con la ayuda externa occidental y de los países de Oriente Medio sometidos al poder estadounidense: Turquía, Israel, Jordania, Egipto, Arabia Saudí o Catar. Fuentes: (13), (14).

Las revueltas en Siria no son una rebelión popular, sino una guerra de agresión utilizando mercenarios, llevada a cabo por terroristas islamistas que actúan como legión de choque al servicio del poder económico occidental y de sus socios locales ya nombrados, para eliminar la libertad y la soberanía económica y política de un país, en este caso Siria, antes lo fueron Libia o Irak.
Visto todo esto vean la falsificación y el apoyo a estos mercenarios islamistas y a la agresión militar externa que hacía el periódico corporativo El País en su editorial del 3 de agosto de 2012: La batalla por Alepo.


Las dimensiones de la guerra civil siria y su insoportable asimetría hacen inaplazable una intervención exterior que vaya más allá del envío de armas a los rebeldes por Turquía y Catar o de la ayuda menor de la CIA autorizada por un ambiguo Obama. Como toda fuerza de origen popular, los insurgentes sirios, pese a su arrojo, carecen del armamento y la disciplina necesarios para derrotar a un Ejército pertrechado y con licencia para aniquilar a sus compatriotas. La parálisis occidental, alimentada por los riesgos a corto plazo, ha acentuado las dimensiones del horror. Estados Unidos en particular, tras casi un año de estériles iniciativas diplomáticas, certificadas ayer con la renuncia de Kofi Annan, debe ponerse al frente de ese esfuerzo y establecer una cooperación formal con el Ejército Libre de Siria.

Notas:
(1) Phil Gasper. Afghanistan, the CIA, Bin Laden and The Taliban. International Socialist Review. November-December 2001.
(3) Interview du Général U.S Wesley Clark. Democracy Now! 2.3.2007.
(4) Axis of evil. Source Watch. Enlace
(5) Tony Cartalucci.  US, Israel, and Saudi Arabia have plotted bloodbath for years. Land Destroyer, 2.6.2012.
(6) Tony Cartalucci-Nile Bowie. War on Syria. Gateway to WWIII. 2012. p7. (libro muy recomendable).
(7) Mikel Itulain. Amnistía InternacionalEnlace
(8) Mikel Itulain. Cuando la izquierda se deja arrastrar por el poder económicoEnlace
(9) Michel Chossudovsky. Syria: Who is behind the protest movement? Global Research, 3.5.2011.
(10) Tony Cartalucci. UN designates "Free Syrian Army" affiliates as Al Qaeda. Land Destroyer. 12.8.2012.
(11) DEBKAfile, NATO to give rebels anti-tank weapons, August 14, 2011
(12) Michel Chossudovsky. The Pentagon´s "Salvador Option". Part II. Global Research.  16.8.2011.
(13) Tony Cartalucci. NATO Using Al Qaeda Rat Lines to Flood Syria With Foreign Terrorists. Land Destroyer. 25.10.2012.
(14) Al Qa´ida´s foreign fighters in Iraq. Harmony Project. Combating Terrorism Center at West Point. 2007. 




-----------------------------------------

No logran ocultar secretos sobre Israel-Irán-Irak

Consortium News



Al publicar recientemente una versión censurada de “puntos de conversación” altamente secretos que el secretario de estado Alexander Haig utilizó para informar al presidente Ronald Reagan sobre eventos en Medio Oriente en la primavera de 1981, el gobierno de EE.UU. ha revelado inadvertidamente lo que quiere seguir ocultando al público unos 34 años después – porque encontré la versión completa en archivos del Congreso a fines de 1994 y escribí al respecto por primera vez a comienzos de 1996.
Los puntos esenciales que el gobierno de EE.UU. todavía no quiere que conozcáis incluyen que a principios de 1981 Israel ya estaba suministrando equipamiento militar estadounidense a Irán para su guerra contra Iraq; que los saudíes habían transmitido una “luz verde” supuestamente del presidente Jimmy Carter a Sadam Hussein para que invadiera Irán en 1980, y que los saudíes aceptaron financiar ventas de armas a Pakistán y otros estados en la región.
Los tres puntos tienen relevancia en la actualidad porque revelan las tempranas semillas de políticas que han crecido durante las últimas tres décadas hasta ser las contorsionadas enredaderas de los actuales conflictos sangrientos. Las secciones todavía ocultas de los “puntos de conversación” de Haig también podrían causar un cierto embarazo a las naciones mencionadas.
Por ejemplo, los israelíes gustan de presentar su actual hostilidad hacia Irán como si fuera derivada de una oposición por principio al supuesto extremismo del estado islámico, de modo que la revelación de que estaban suministrando material militar estadounidense al gobierno de Ayatolá Ruhollah Jomeini, que había mantenido a 52 diplomáticos estadounidenses como rehenes durante 444 días, sugiere que las decisiones de Israel eran impulsadas por motivaciones menos nobles.
Aunque el ex presidente Carter ha negado que haya alentado Iraq para que invadiera Irán en septiembre de 1980 –durante el clímax de la crisis de rehenes que estaba destruyendo su candidatura a la reelección– la afirmación de “luz verde” de los saudíes indica por lo menos que habían llevado a Sadam Hussein a creer que su invasión tenía respaldo de EE.UU.
Hayan o no engañado los saudíes a Hussein sobre la “luz verde”, su instigación de la guerra saca a la luz los orígenes del moderno conflicto suní-chií, aunque ahora los saudíes acusan a los iraníes de agresión regional. Los “puntos de conversación” de Haig revelan que el primer golpe para el renacimiento de esta antigua lucha no fue lanzado por los chiíes de Irán sino por los suníes del régimen iraquí de Sadan Hussein con el respaldo y aliento saudí.
El acuerdo saudí de pagar por compras de armas de Pakistán y otros gobiernos regionales saca a la luz otro aspecto de la actual crisis en Medio Oriente. La ayuda financiera saudí a Pakistán en los años 80 se convirtió en un elemento clave en la expansión de un radical movimiento yihadista suní que se reunió a lo largo de la frontera entre Pakistán y Afganistán para realizar la guerra con el respaldo de la CIA contra el ejército soviético y fuerzas seculares afganas.
Esa guerra –en la cual EE.UU. y Arabia Saudí terminaron por invertir cada uno 500 millones de dólares por año– condujo al retiro de las tropas soviéticas y al colapso del gobierno modernista, izquierdista, en Kabul para ser reemplazado por los ultra-fundamentalistas talibanes que, por su parte, dieron refugio a al-Qaida, dirigido por un acaudalado saudí, Osama bin Laden.
Por lo tanto, los contornos del actual violento caos en Medio Oriente fueron esbozados durante esos años, aunque con numerosos altibajos.
La guerra del Golfo Pérsico
Después del fin de la guerra Irán-Iraq en 1988 –con ambos países agotados financieramente– Sadam Hussein se volvió contra sus benefactores suníes repentinamente avaros que comenzaron a negar más créditos y a exigir el pago de préstamos del tiempo de la guerra. Como reacción, Hussein –después de consultar con la embajadora de EE.UU., April Glaspie, y pensando que había recibido otra “luz verde”– invadió Kuwait. Eso, por su parte, condujo al despliegue dirigido por EE.UU. para defender Arabia Saudí y expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait.
Aunque Hussein pronto mostró su disposición a retirar sus tropas, el presidente George H.W. Bush rechazó esas ofertas e insistió en una sangrienta guerra terrestre para demostrar la superioridad cualitativa de las modernas fuerzas armadas de EE.UU. y para excitar al pueblo estadounidense con una victoria militar –y así “derrotar el síndrome de Vietnam” [Vea Secrecy & Privilege de Robert Parry.]
La ofensiva militar de Bush tuvo éxito con esos objetivos pero también provocó la indignación de bin Laden por la colocación de tropas de EE.UU. cerca de sitios sagrados del Islam. EE.UU. se convirtió en el nuevo objetivo de la venganza terrorista de al-Qaida. Y, para los emergentes neoconservadores de Washington, la necesidad de destruir final y completamente a Sadam Hussein –en aquel entonces la pesadilla de Israel– se convirtió en un artículo de fe.
La demostración de la capacidad militar de EE.UU. en la guerra del Golfo Pérsico –combinada con el colapso de la Unión Soviética en 1991– también alentó a los neoconservadores a vislumbrar una estrategia de “cambios de régimen” para cualquier gobierno que mostrara hostilidad hacia Israel. Iraq fue identificado como objetivo número uno, pero Siria también estaba arriba en la lista de potenciales enemigos.
A principios de los años 90, Israel comenzó a apartarse de Irán escaso de dinero, que se había retirado del lucrativo bazar armamentista que Israel había estado desplegando para ese gobierno chií durante los años 80. Gradualmente, Israel comenzó a realinearse con los suníes financiados por Arabia Saudí.
Los ataques del 11-S en 2001 fueron una expresión de la indignación contra EE.UU. entre fundamentalistas suníes, que estaban financiados por los saudíes y otros estados petroleros del Golfo Pérsico, pero las complicadas realidades de Medio Oriente eran entonces poco conocidas por los estadounidenses que no sabían gran cosa sobre la diferencia entre suníes y chiíes y que carecían de conocimientos sobre las hostilidades entre secularistas como Hussein y fundamentalistas como bin Laden.
El presidente George W. Bush y su administración aprovecharon esa ignorancia para unir al público en el apoyo a una invasión de Iraq en 2003 por temores fantasiosos de que Iraq compartiría armas de destrucción masiva con Osama bin Laden. Más allá de las falsas afirmaciones de que Iraq tendría armas de destrucción masiva y de una conexión entre Hussein y bin Laden, hubo poco reconocimiento incluso en los niveles superiores de la administración de Bush sobre cómo incluso el derrocamiento y el asesinato de Hussein alterarían el frágil equilibrio entre suníes y chiíes.
Con la eliminación de Hussein, la mayoría chií consiguió el control de Iraq, inquietando a los saudíes que habían, de muchas maneras, lanzado la moderna guerra suní-chií impulsando la invasión iraquí de Irán en 1980 pero ahora veían que aliados de Irán conseguían el control de Iraq. Los saudíes y los jeques del Golfo comenzaron a financiar a extremistas suníes que ingresaron masivamente a Iraq para combatir a los chiíes y a sus apoyos, los militares de EE.UU.
Los saudíes también establecieron una alianza entre bastidores con Israel, que consideró que sus intereses financieros y geopolíticos eran favorecidos por esa colaboración secreta. Pronto, los israelíes identificaron a sus antiguos socios en el comercio de armas, los iraníes, como una “amenaza existencial” para Israel y llevaron a EE.UU. a un enfrentamiento más directo con Irán. [Vea “Did Money Seal Israel-Saudi Alliance?” de Consortiumnews.com.]
Expansión de conflictos

El frente de batalla en el conflicto suní-chií pasó a Siria, donde Israel, Arabia Saudí, Turquía y otros estados suníes se unieron en el apoyo a una rebelión para derrocar el gobierno del presidente Bashad al-Assad, alauita, una rama del Islam chií. A medida que ese conflicto pasaba a ser más y más sangriento, el régimen relativamente secular de Assad se convirtió en protector de cristianos, chiíes, alauitas y otras minorías contra las fuerzas suníes encabezadas por al-Qaida y el híper-brutal Estado Islámico.
En 2014, bajo presión del presidente Barack Obama, los saudíes se unieron a una alianza contra el grupo Estado Islámico, aunque la participación saudí fue poco entusiasta en el mejor de los casos. El verdadero interés de Arabia Saudí era promover una serie de guerras regionales por representante contra Irán y cualesquiera movimientos relacionados con chiíes, como ser los hutíes en Yemen y los alauitas en Siria. Si eso ayudaba a al-Qaida y a Estado Islámico, así sea, era la posición saudí.
Aunque los dos párrafos censurados de los “puntos de conversación” de Haig de hace 34 años podrían parecer historia antigua que ya no es digna de estar cubierta por el secreto, el gobierno de EE.UU. sigue insistiendo en ocultar esa información a los estadounidenses, sin dejar que sepan demasiado sobre cómo se formó ese entrelazamiento de alianzas y quién fue el responsable.
Las fuentes primordiales para Haig fueron el presidente egipcio Anwar Sadat y el príncipe saudí Fahd (posteriormente rey Fahd). Ambos muertos, así como varios otros protagonistas en esos eventos, incluyendo Reagan, Hussein y Haig. Los dos párrafos censurados –que Haig utilizó en su presentación a Reagan – dicen lo siguiente, con partes subrayadas en los “puntos de conversación” originales.
 “Fahd también se mostró muy entusiasta hacia nuestras políticas. Como una medida de su buena fe, se propone insistir en una política petrolera común en una próxima reunión de sus colegas árabes que incluirá un solo precio y un compromiso a no bajar la producción. También fue de importancia el acuerdo de Fahd en principio de financiar ventas de armas a los paquistaníes y a otros estados en el área.
“Tanto Sadat como Fahd suministraron otras pequeñas cantidades de inteligencia útil (por ejemplo que Irán recibe repuestos militares para equipamiento estadounidense de Israel). También fue interesante confirmar que el presidente Carter dio a los iraquíes una luz verde para lanzar la guerra contra Irán a través de Fahd.”
La versión corregida –con esos dos párrafos eliminados– fue liberada por la biblioteca presidencial George H.W. Bush después que los “puntos de conversación” pasaron por un proceso de desclasificación. La publicación tuvo lugar como respuesta a una solicitud según la Ley de Liberad de la Información que presenté en conexión con el así llamado affaire October Suprise, en la cual se afirmó que la campaña Reagan-Bush en 1980 había conspirado con funcionarios iraníes y oficiales de la inteligencia israelí para retardar la liberación de los 52 rehenes estadounidenses retenidos en Irán a fin de asegurar la derrota del presidente Carter en la reelección.
En 1991, el Congreso inició una investigación del problema de 1980, por sospechas de que podría haber sido un prólogo del escándalo Irán-Contra que había involucrado los acuerdos secretos de armas-por-rehenes con Irán en 1985-86 (también con ayuda israelí). El gobierno de George H.W. Bush reunió documentos posiblemente relacionados con los eventos de 1980 y compartió algunos con la investigación del Congreso, incluyendo los “puntos de conversación” de Haig.
Pero los operadores de Bush –tratando de proteger sus posibilidades de reelección en 1991-92– se involucraron en retrasos y obstrucciones de la investigación del Congreso, que finalmente estuvo de acuerdo después de la derrota de Bush por Bill Clinton en noviembre de 1992 en decir que no podía encontrar “ninguna evidencia creíble” de que Reagan y Bush habían orquestado un retraso en la liberación de los rehenes por Irán. Los rehenes fueron finalmente liberados el 20 de enero de 1981, inmediatamente después del juramento como presidente de Reagan.
Subsiguientes revelaciones de evidencia, sin embargo, reforzaron las antiguas sospechas de un acuerdo republicano-iraní, incluyendo documentos que la Casa Blanca de Bush había negado al Congreso así como otros documentos que la investigación del Congreso poseía [o para más detalles vea  Second Thoughts on October Surprise ” de Consortium News o America’s Stolen Narrative de Robert Parry.]
El periodista de nvestigación Robert Parry reveló muchas de las historias de Irán-Contra para The Associated Press y Newsweek en los años ochenta. Su nuevo libro es: America’s Stolen Narrative.


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens






No hay comentarios: