miércoles, 16 de diciembre de 2020

Francia en la paranoia anti musulmana .

 Francia regresiva, racista y neocolonial

 Pedro Costa Morata  

 De conflicto en conflicto, de sobresalto en sobresalto, la Francia de Macron se revela cada vez más inerme frente a sus grandes contradicciones como sociedad, y no digamos como símbolo de libertades políticas y consuelo de perseguidos. Francia añade ahora, a la protesta duradera de los “chalecos amarillos”, el rechazo callejero al nuevo proyecto de Ley de Seguridad Global, que anuncia duras restricciones a libertades públicas esenciales, como las de información, expresión y manifestación.

 Una ley que pretende responder a los últimos atentados de índole islamista, aportando mayor seguridad a los ciudadanos franceses (como suelen alegar todas las leyes que conculcan libertades), pero sin ir al fondo del asunto ni poner el dedo en la llaga, es decir, sin reconocer que, en las relaciones con los otros, hay libertades inaceptables (es el sempiterno desafío de l’autrui, bien tratado por la filosofía francesa cuando ha reparado, lealmente, en los defectos del pensamiento eurocéntrico).

Ningún código deontológico de índole informativa consiente o justifica el insulto, la burla o el menosprecio hacia los sentimientos religiosos de nadie. Y tampoco lo permiten –sino todo lo contrario– las declaraciones universales sobre los derechos humanos, que se explayan en el respeto debido a las diferencias. No existe, en la actualidad, ningún marco de libertades civiles o políticas que haya de justificar o proteger a quienes ignoran estas prescripciones tan universales como elementales, civilizadas y reflexivas. Tampoco es admisible que esas transgresiones sean contestadas con la violencia, desde luego, pero cuando esta se produce debe quedar clara la atribución de las responsabilidades de quienes generan el conflicto, máxime si son reincidentes y les anima un impulso xenófobo o racista.

Este es el caso de las provocaciones contra el Islam que algunos medios informativos franceses gustan de practicar, sabiendo bien a lo que se exponen. El caso del profesor Samuel Paty, exhibiendo unas caricaturas de Mahoma en clase de Libertad de Expresión es el epítome de la afrenta a la libertad de expresión, con fundamento eurocéntrico y explicación xenófoba. El castigo infligido, tan extremado, no deja de evidenciar el necio enfrentamiento de dos fundamentalismos implacables.

 Es esta una etapa francesa de más y más profunda involución social y política a manos de gobiernos que no cejan en sus políticas reaccionarias ni en su rotunda incomprensión de las relaciones con el Islam, optando por la guerra interna y externa. Y tiene de protagonista de excepción a Emmanuel Macron, un producto oportunista, pero químicamente puro, de las élites económicas francesas, educadas en las Grands Écoles parisinas y seleccionadas desde la cuna para asumir el poder por delegación de los intereses de las grandes empresas y de los suyos propios. Un personaje afiliado a la ideología más cruda de las derechas económicas, encriptada en los códigos de un poder económico indiscutido, invasivo e insaciable; y con un estilo arrogante y cuasi monárquico que recuerda al de Sarkozy, Chirac, Giscard y por supuesto De Gaulle, sin dejar fuera a Mitterrand (que no rompió esa tradición personalista y que, pasando por socialista, pronto acabó practicando políticas tan de derechas como los demás).

 No parece querer salir Francia de la paranoia antimusulmana en la que a sí misma se encerró desde que invadió Argelia (1830) y pretendió apropiársela eternamente al declararla un departamento más (España hizo lo mismo con su “provincia” del Sáhara, por cierto, aunque llegado el momento del conflicto no tuvo inconveniente alguno en desprenderse de tan amada parcela de territorio nacional). De hecho, la espina clavada en ambos países por la cruenta guerra colonial de 1954-62, que tan pavorosos crímenes produjo a cuenta de Francia, sigue sangrando del lado argelino y hace imposible una auténtica “normalización” de relaciones, sobre todo por el tratamiento netamente racista que se sigue dispensando a los emigrados y sus descendientes, cuyo número se acerca al medio millón.

 En realidad, no se acaban de concretar los signos de reconciliación que desde las antiguas potencias coloniales despuntan en los escasos momentos de reconocimiento de culpa, resistiéndose a llegar hasta el final todo el armazón reaccionario de la tradición colonial, bien construido por los intereses económicos que siguen dominando la vida y la política de numerosos países africanos, todos ellos influidos en mayor o menor medida, por el Islam. Ni lo hace Francia ni, mucho menos, el Reino Unidos, las dos grandes potencias que mantienen la esencia del colonialismo (que es la explotación de recursos naturales y de mercados emergentes) con el control por sus empresas, de tantas economías nacionales. Como si ignoraran el odio que todavía se les dirige por las consecuencias de sus exacciones, por la dependencia neocolonial que imponen y por el racismo –de pensamiento, palabra y obra– que se respira en las antiguas metrópolis. Un odio plenamente justificado, al que no apaga la insistencia en un comportamiento denigrante, que es una patente destacadamente francesa. (Algo han hecho los Países Bajos y Bélgica recientemente, apelando al refugio del lenguaje para esconder su hipocresía reconociendo los “errores” de su pasado colonial. Como si los crímenes cometidos por Holanda en Indonesia, Surinam y otras colonias, o por Bélgica con su infamante dominio en el Congo, fueran un accidente involuntario.)

 Francia, por su parte, somete en su círculo de sujeción económica a una docena de países africanos mediante la presencia absorbente de sus empresas, así como por el franco CFA, que los engancha y vincula, desde las independencias políticas, al franco de la ex metrópoli. Unos países en los que se permite intervenir militarmente cuándo y cómo le viene en gana, siguiendo sus estrictos intereses económico-políticos: así hace actualmente en Mali (con la cobertura nominal de Naciones Unidas y el apoyo, entre otros Estados, de España) y ha hecho antes en Costa de Marfil, República Centroafricana, Chad… sin contar con los bombardeos sobre Libia y Siria, pretendidamente antiterroristas pero en realidad ciegos y caprichosos, con objetivos de mera exhibición y con mucho de “recordatorio colonial”.

 Francia tiene un verdadero problema con el Islam, y aunque sabe cómo resolverlo, se deja arrastrar por el peso de la historia y sus iniquidades, a cambio de las cuales obtuvo y obtiene pingues beneficios. En esa misma línea, otros Estados europeos, como España, parece que han abandonado todo intento de entendimiento, por las exigencias que para ellos supondría el diálogo y la renuncia a toda superioridad, así como a desterrar las operaciones militares de corte imperial.

 Ante esta realidad, y esta tarea pendiente que es apremiantemente política, pero también histórica y cultural, mejor no desviar la inmensa deuda contraída, tanto en el pasado como en la actualidad, hacia una cruzada por la libertad de expresión cuando ésta implica reiterar un mensaje de superioridad y una recaída en resabios inaceptables. Ni la libertad de expresión carece de límites ni hay que sostenerla a cualquier precio; muy al contrario, debe someterse, en concreto, al respeto universalmente reconocido de las creencias religiosas. Obsérvese con qué cuidado los medios satíricos franceses se abstienen de zaherir (como hacen con Mahoma) a los más significativos símbolos del cristianismo y –más todavía– al judaísmo y sus profetas.

https://www.cuartopoder.es/ideas/opinion/2020/12/14/francia-regresiva-racista-neocolonial-costa-morata/

Nota del Blog .-De todos modos el trasfondo es   más amplio ... ..https://www.lahaine.org/mundo.php/neocolonialismo-occidental-en-africa-de

lunes, 14 de diciembre de 2020

Una ‘Patria’ amnésica .


Una ‘Patria’ amnésica.

La construcción de esta obra coral se mueve básicamente en el plano privado de las emociones que sacuden a sus protagonistas. Y ahí no hay debate ideológico

Paco Roda 

Leí Patria por si dentro de esas 642 páginas encontraba algún enigma por descubrir más allá de lo que uno ya sabía. Y lo que uno sabía era que había que poner a funcionar la memoria. Y entonces sonaron los ecos de los disparos, que diría Edurne Portela, y los llantos y entierros y torturas negadas y cárceles vejatorias y viajes de norte a sur y los sicarios a sueldo de los presupuestos, y un relato enfangado y la sangre y las iras y las maneras de entender el mapa y los odios taladrándonos como chispas en el corazón. Y sufrimos los usos y abusos de un conflicto que se eternizó como un fruto extraño. Conflicto que, lejos de sedimentarse, algunos siguen empeñados en resucitar y rentabilizar hasta el asco, porque fue y sigue siendo el pecado del que comen caliente cada día.

Llegó la serie Patria y la vi por ver si me había perdido algo. Y siento que la novela ha pasado por una UCI terapéutico-asistencial. Pero es el mercado, amigo. Porque la serie ha reblandecido hasta el merengue lo que la novela, hasta donde pudo, fue capaz tensionarnos. Y ese es el triunfo de Patria, que ha conseguido tranquilizar muchas conciencias confirmando a los malos, pero también a los buenos. Como una epopeya definitiva que nos explicara todo. Sin fisuras.

Sin embargo, antes de Patria hubo vida. El conflicto vasco ha sido una de las tradiciones de la literatura vasca: El eco de los disparos de Edurne Portela , Los turistas desganados de Katixa Agirre, Como si todo hubiera pasado de Iban Zaldúa, Twist de Harkaitz Cano, Ehun metro de Ramón Saizarbitoria, El comensal de Gabriela Ybarra, Agua turbia de Aingeru Epaltza, o El amigo armado de Raúl Zelik, son solo algunos ejemplos que no han logrado eso que alguien ha denominado ”el rompehielos contra el trauma de ETA”. Pero igual tampoco hacía falta.

Personalmente, ni el libro ni la serie me han hecho vibrar. Y eso es lo grave. No porque uno esté corrompido por el escepticismo bastardo, ni porque reniegue de la palpitación de cierto músculo, sino porque Aramburu tira de emotividad para hacerte de los suyos. Como ocurre con la superstición del antibiótico.

Porque en Patria todo transcurre por dirección obligatoria. Y Aramburu te lleva a una calle cerrada en el que las víctimas de ETA te atrapan en un universo emocional de muy difícil salida. Eso o dejas de leer. Y ahí explotas. Como si se te abriera una costura melodramática en el alma. Porque sí o sí solo puedes emocionarte con el dolor de las principales víctimas, las de ETA. Con las otras también, sí, pero por obligación del guion.

Porque la construcción de esta obra coral se mueve básicamente en el plano privado de las emociones que sacuden a sus protagonistas. Y ahí no hay debate ideológico. Como si ellos y ellas se enfrentaran  a su infinita negrura y descomposición en una sociedad que les ha robado la tensión pública y política. Como si esas violencias que hemos vivido no tuvieran espacio de reflexión en Patria. Porque en esa Patria de Aramburu nadie indaga la razón última de sus actuaciones. Y como ya dijera Ramón Zallo: “Se cierra el círculo narrativo de la novela con la figura del arrepentimiento (y la ambigüedad sobre el perdón) simbolizado en las consecuencias de la violencia y en la vida fracasada de Joxe Mari (el militante de ETA). La cárcel cumple su función redentora-destructora personal y su objetivo político de vencedores y vencidos. Michel Foucault lo tenía claro”.

Aramburu circunvala así el conflicto. Quizás respondiéndose a sí mismo.

Y no digo que lo privado no interese resolverlo. Faltaría más. Pero la trascendencia pública de la reparación y reconciliación ha de ser socialmente prioritaria. Para construir un relato compartido. Porque no vale pasar página desde lo privado sin politizar el gesto. También.

Desde 1977 la sociedad vasca, compleja que no acomplejada, se movilizó a un lado y otro de ETA. Euskadi no fue un pesebre silencioso

Por otro lado, Aramburu presenta a la gente de ETA y el entorno abertzale de manera simplista, como deficientes, o con alguna tara psicológica, como si la inteligencia y la intelligentsia nunca hubiera estado cerca de ETA. Y no es verdad. Los principios de ETA estuvieron absolutamente intelectualizados: Txillardegi, Federico Krutwig, Emilio López Adán, Beltza, Joxe Azurmendi e incluso Oteiza diseñó una página de la revista Zutik. Aramburu casi caricaturiza y ridiculiza a los perpetradores y sus seguidores. Y ojo, con esto no pretendo justificar a ETA. Trato de explicar algo que falta en Patria. Algo que debería ir más allá de un relato literario. Porque tanto en literatura, como en el cine, la cosa va de eso. De sentir que no necesitas ni brújula, ni mapas ni puntos cardinales para estrellarte contra la realidad. Y en este sentido, Aramburu crea una Patria amnésica. Algo más evidente en la serie televisiva.

Porque Euskadi parece un territorio arrasado por la uniformidad, la inmovilización y acobardamiento de sus gentes. Como si Euskadi durante tiempos hubiera sido una dirección prohibida. Y no. Desde 1977 la sociedad vasca, compleja que no acomplejada, se movilizó a un lado y otro de ETA. Euskadi no fue un pesebre silencioso. Las luchas contra Lemoiz, la movilización de Lurraldea contra la autovía A15, el esfuerzo de Elkarri por su mediación en el conflicto o Gesto por la Paz, activo durante años, marcaron un tiempo tenso y de alta socialización. Otra cuestión es cómo se gestionó todo ese conglomerado y los cortocircuitos que generó. Asimismo parte del PNV y el socialismo guipuzcoano, especialmente, se movilizaron contra ETA. Así que no hubo cobardía comunitaria como muestra Patria.

 Hubo sí, dificultades impuestas por un tiempo absolutamente envenenado, pero no ese avestruzamiento que nos muestra Patria. Como hubo intentos para salir de aquel atolladero: Lizarra 1998, y Loioa 2006 fueron ensayos de desbloqueo. Otra cosa es que se llegara tarde, que alguien mirara para otro lado o que ciertas certezas se empezaran a venir abajo.

 Hoy Patria triunfa como producto tranquilizador en un tiempo temeroso y pandémico. Costará recuperar aquel punto y seguido donde dejamos de vernos. Y cuando esto sea, habrá que volver a politizar nuestras vidas frente a la sanitarización actual. Porque como diría Walter Benjamin los lugares de la memoria son reliquias, pero hay que redimirlos.

 Paco Roda es trabajador social e historiador.

https://ctxt.es/es/20201201/Firmas/34399/patria-aramburu-serie-hbo-eta-pais-vasco-critica-paco-roda.htm

  y ver  . https://www.sinpermiso.info/textos/un-titulo-tendencioso-patria

 

domingo, 13 de diciembre de 2020

Venezuela: ¿El único que festeja es Maduro?

Venezuela: ¿El único que festeja es Maduro?

Manuel Sutherland  

 El 6 de diciembre se realizaron elecciones para una nueva Asamblea Nacional (AN), el único poder del Estado que no respondía, desde 2015, al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), hegemón absoluto en la política nacional. El partido que comanda Nicolás Maduro controla 19 de las 23 gobernaciones, manda en 305 de las 335 alcaldías y tiene 227 de los 251 diputados de las asambleas legislativas regionales. Todo ese poder contrasta con una desaprobación que roza el 90%, resultado de una desastrosa gestión de la economía, que registró el peor colapso de su historia en la era Maduro (2013-2020).

En estas circunstancias, parecía que la derrota electoral del gobierno sería aplastante. Sin embargo, aparentemente sucedió lo contrario. A pesar de una altísima abstención, que rondó el 70%, el PSUV celebra una muy holgada «victoria», que le permite recuperar el control de la AN. No obstante, este fracaso electoral opositor ha sido vendido como un triunfo por sus publicistas, que se atribuyen haber conseguido una abstención histórica.

En este escenario surgen varios interrogantes: ¿con qué porcentajes ha vuelto a ganar el chavismo? ¿Es realmente una victoria del gobierno? ¿Cómo evaluar la estrategia abstencionista e insurreccional del ala radical de la oposición? ¿Cuáles son las perspectivas a corto plazo en la crisis política y los riesgos de apatía y desafección? Veamos.

Una derrota evitable

El gobierno ganó con 68% de los 6,2 millones votos escrutados. Con algunas pocas diputaciones por decidir, el PSUV ha logrado aproximadamente 185 escaños, lo suficiente como para tomar posesión de la AN en pleno, es decir, para impulsar leyes de rango constitucional y cambiar a piacere casi todo el entramado jurídico nacional. En números gruesos, se diría que el chavismo obtuvo algunos votos más que en 1998, pero con un padrón electoral que se multiplicó por dos y con todas las ventajas de ser gobierno por más de dos décadas consecutivas. Si en la última elección parlamentaria, en 2015, votó alrededor de 74% del padrón electoral, ahora solo lo hizo alrededor de 30%. Es decir, la abstención casi se triplicó y solo es comparable a la de 2005, durante los momentos más álgidos del gobierno de Hugo Chávez, cuando ningún opositor se presentó a las elecciones, con discursos similares a los actuales sobre la falta de garantías para la oposición. Entonces la abstención fue de 75% y el chavismo se quedó con 97% de las bancas. ( Las notas en rojo son del blog) ..( Debe tenerse en cuenta que en Venezuela el voto no es obligatorio). 

El domingo pasado, en este contexto de abstencionismo masivo, la alianza opositora mejor ubicada obtuvo algo más de un millón de votos. Y en su conjunto, la oposición que participó de los comicios, mortalmente dividida y atomizada, podría obtener alrededor de 87 diputados, casi un tercio de la AN. Un dato que no deja de ser bastante significativo a la vista de la feroz campaña de la oposición abstencionista para desacreditar a quien se plantease enfrentar al chavismo por su terreno más débil: el electoral.

Los votos totales del PSUV alcanzan los 4,2 millones. Eso es, 25% menos que lo obtenido en las elecciones parlamentarias de 2015, pero con un padrón mayor. Si se compara con los supuestos ocho millones de votos obtenidos en las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente en agosto de 2017, la sangría es de casi 50%. Es de por sí notorio que si la oposición en pleno hubiera ido a votar habría ganado fácilmente la elección. ( El subrayado en negro es del blog )

¿Es útil esta «victoria» del gobierno?

La «victoria» del gobierno era esperada. Hubo dos maquinarias que la impulsaron con infinidad de recursos económicos y mediáticos. Por un lado, el propio oficialismo presionó a su base política amenazando con negarles cajas de comida a quienes no fueran a votar. Por otro lado, Juan Guaidó y la «comunidad internacional» hicieron hercúleos esfuerzos para evitar que su propia base opositora fuera a votar, para evitar así que que los opositores al gobierno votaran en contra de Maduro y el PSUV. Es un secreto a voces que el ex-candidato presidencial Henrique Capriles, quien había amagado con participar en las elecciones del 6 de diciembre, tuvo que renunciar a tal empresa por presiones que llegaron a ser vigorosas amenazas: desde sanciones económicas hasta congelamiento de bienes en Estados Unidos. Así las cosas, con intimidaciones en contra de todo aquel que quisiera votar contra el gobierno, las elecciones parecían un juego de niños para el PSUV, que literalmente corrió solo su carrera.

Como era de esperarse, poco después de que varios países latinoamericanos desconocieran la elección del pasado domingo, la Unión Europea rechazó el resultado y pidió a Maduro que trazara un camino hacia la reconciliación nacional. Es muy fácil entrever que el chavismo se negó a aceptar la propuesta de veeduría y acompañamiento de la UE debido a que ello podría estimular una participación que le habría proferido una derrota sin atenuantes. Su tarea era promover acciones que impulsaran la abstención del voto opositor, cosa que logró con un enorme éxito. Incluso el día de la elección, se encargó de cometer innecesarias y burdas irregularidades electorales para azuzar a los abstencionistas. Desde los polémicos «puntos rojos», donde se escanea el «carné de la patria» como forma de control de quienes votan por el PSUV, hasta el repentino cambio, el mismo día de la elección, del lugar de votación de Maduro y su esposa, de su lugar original en el barrio popular de Catia al fuerte militar Tiuna.( Bueno temía un atentado y se curo en salud )

Al gobierno lo tiene sin cuidado el manido discurso sobre la «legitimidad». De hecho, respondió señalando que en otras partes del mundo hay mucha abstención (por ejemplo, en las elecciones parlamentarias en Rumania) y que en 1993 Rafael Caldera ganó las presidenciales con apenas 17,66% del padrón electoral, poco menos que el 20% obtenido por el gobierno en estas últimas elecciones, y nadie cuestionó su legitimidad. En su defensa, el Poder Ejecutivo argumenta que a pesar de la negativa de los observadores internacionales de la UE, más de 1.500 observadores nacionales e internacionales se han sumado y desplegado en los centros electorales del país. (En las elecciones municipales de Francia que tuvieron lugar el 28 de junio, donde se elegían alcaldes en las grandes ciudades del país, comenzando por París, la tasa de participación electoral fue del 40 %) (Y esto no es todo: en las elecciones legislativas del 2014 que tuvieron lugar en Estados Unidos, la “mayor democracia del mundo”  la tasa de participación electoral se empinó unos pocos puntos encima de la venezolana: 36 %) ( También es verdad que hay entre 4 a  5 millones fuera de Venezuela , que muchso vuelven  por la pandemía y la falta de apoyo o criminalizandolos a donde fueron , como en Perú  y Sudamerica además  está descompuesta  y igual los  del grupo de Lima )

Pasada la polémica de las elecciones, el gobierno asegura que por fin podrá ofrecer sustento legal a sus políticas económicas, que pasan por una apertura y una búsqueda frenética de inversiones extranjeras a cualquier costo. Se espera que se aprueben leyes proclives a la privatización exprés de valiosos activos estatales, proceso que ya se ha venido adelantado sotto voce. También se planean aperturas masivas, endeudamiento y normas que garanticen la inversión ventajosa de empresarios iraníes, turcos, rusos y chinos. La intención es sobrevivir día a día. Cada hora en que se mantienen en el poder es ganancia.

La insurrección imaginaria

En un aciago 20 de mayo de 2018, el ala mayoritaria de la oposición decidió abstenerse en las elecciones presidenciales. La táctica había sido empleada tan temprano como en las mencionadas elecciones parlamentarias de 2005, en las que, previsiblemente, el chavismo arrasó con la totalidad de las curules y promovió con total serenidad las leyes que más fácil le harían el trabajo de gobernar sin ningún contrapeso. En mayo de 2018 se argumentó que el régimen había excluido a candidatos opositores históricos de la batalla electoral. Por esa y otras irregularidades, la oposición decidió abstenerse en aras de presionar por condiciones electorales óptimas. El resultado es por todos conocidos.

Desde el 23 de enero de 2019, cuando el diputado y presidente de la AN Juan Guaidó se autojuramentó en una plaza, en un un mitín, como «presidente encargado de la República», la vía electoral y la lucha democrática contra el régimen de Maduro han sido considerada como colaboracionistas y gallináceas. En febrero de 2019, las encuestas decían que Guaidó tenía hasta 80% de aceptación popular. Los gobiernos aliados de Estados Unidos y varios europeos más salieron a aplaudirlo. El 23 de febrero se planteó una insurrección sui generis a través de un atípico caballo de Troya: la ayuda humanitaria internacional. Esta ingresaría «sí o sí» por la frontera colombiana. El plan era que la gente se abalanzara sobre los camiones y el Ejército se uniera a la sublevación popular. Este desaguisado fue un rotundo fracaso: no se pudo hacer ingresar ni una caja en una porosa frontera donde el contrabando de gandolas de gasolina y alimentos es inmenso cada día. ( En la frontera  de Colombia  no hay un puente solo  ,sino tres , cosa que obvian siempre las informaciones  y eso les permitio  manipular las fotos areas de los puentes cuando quemaron los containers , habia mas puentes  con camiones que querian pasar a  Venezuela ,  como ya probe en este  blog y también  se vio como fueron quemados por la oposición según probó la prenda  americana )

Cuando se creía que el intento frustrado de asesinar a Maduro con un dron cargado de explosivos, el pasado 4 de agosto de 2018 en la avenida Bolívar, era la intentona subversiva más osada, amanecimos el 30 de abril de 2019 con un conato de golpe de Estado cívico-militar protagonizado por Guaidó. El joven «presidente» aseguraba haber tomado, o estar dentro, de la base aérea La Carlota, ubicada en el corazón de Caracas. Pocas horas después, y sin un solo tiro, la sedición fue aplastada. Varios de los militares se entregaron aduciendo que los habían engañado y otros huyeron a embajadas extranjeras esa misma tarde. Nadie se responsabilizó del bochornoso coup d’état, que terminó ampliamente ridiculizado en redes sociales. En 2018 ya habíamos presenciado la masacre del grupo armado encabezado por Óscar Pérez, ex-comando policial famoso por disparar contra el Tribunal Supremo de Justicia y robar armas de alto calibre en el fuerte de Paramacay. La subestimación del poder militar y policial del gobierno bolivariano es realmente asombrosa. En 2019 se desarrolló otra nueva aventura insurreccional de índole militar. En la tarde del 26 de junio el gobierno declaró, en tono de sorna, que frustró otro intento de alzamiento militar. Ese día fueron apresados más de 30 militares que enfrentarían cargos de «traición a la patria», acusación generosamente endilgada por jueces chavistas. ( No olvidemos  que sus más prominentes opositores  llegaron, en su ofuscación, a solicitar a las autoridades civiles y militares de Estados Unidos que invadiesen o atacasen a su propio país ni tampoco olvidemos las protestas de las guarimbas , un intento  clave  de "revolucion de lo colores" ,con muertos de todos lados incluidos militares y policias , culpando la gobierno de la muerte de todos ellos ).

En pleno pandémico 2020, entre el 3 y el 4 de mayo, se optó por un intento foquista con tonalidades de farsa en el corazón de la bahía de Macuto y de Chuao: un par de peñeros con alrededor de 22 personas pobremente armadas irrumpieron con pertrechos militares y sólidas convicciones de liberar a los 30 millones de venezolanos víctimas del régimen actual. Ahí estaban ex-militares armados, había uniformes, equipos y todos portaban sus verdaderos documentos de identidad. Entraron por el litoral central a plena luz del día, a pocos kilómetros del mayor puerto del país y de una base naval, en un área densamente poblada. La incursión derivó en un sangriento combate donde murieron varios jóvenes alzados. El gobierno capturó incluso a ex-militares estadounidenses en una operación que fue vista como una parodia de Bahía de Cochinos, a baja escala.

El abandono de la lucha electoral parece empujar a la oposición a formas de aventurerismo político de lo más inverosímiles. Entre farsas y tragedias se yuxtapone la mar de fracasos insurreccionales. Las sediciones parecen caer en el terreno favorito de un gobierno de índole militar y policial, que con apoyo de otros regímenes (Cuba, Rusia, China, Irán), expertos en control social y lucha antisubversiva, sortea con extrema facilidad estas iniciativas. Los fracasos son tan estrepitosos que, por embrionarios, la gente los cree irreales o incluso inventados por el mismo gobierno. ( Ya leí en otros medios que van hacer privatizaciones y que incluso del petroleo ,se entiende a Rusia y China y pagar sus creditos  )

Las chanzas sobre la esterilidad de este tipo de iniciativas llenan las redes sociales y la frustración se apodera de miles de venezolanos que terminan simplemente votando con los pies y abandonando el país. Cada motín deriva en un profundo sentimiento de derrota y pesadumbre; en una sensación de derrota inmanente y una vocación por el descalabro que abate la moral de las bases opositoras y las sitúa en el campo de la espera de un fementido milagro: una invasión de tropas estadounidenses que liberen a la población del comunismo. Una posibilidad mil veces negada por todos los voceros oficiales de Estados Unidos, que en repetidas ocasiones han negado tan sangrienta posibilidad. Incluso se han burlado de activistas proclives a «exigir» una invasión liberadora que los coloque en el poder, tildando sus propuestas de «realismo mágico».

Se trata de un camino de derrotas continuas que, por una parte, justifican la insistencia en la vía insurreccional, abandonando la lucha democrática electoral (debido, según ellos, a todas las injusticias, ventajismo y trampas que el gobierno comete en ese terreno); y que, por otra, explicita por qué la oposición decidió abstenerse y continuar por una ruta de confrontación que a todas luces parece condenada a la derrota. La consulta del 12 de diciembre, promovida por Guaidó, aparece como la manifestación de impotencia más severa que han protagonizado en años.

2021: ¿entre la apatía y la desafección?

Parecía esperable que gran parte de la oposición siguiera este 6 de diciembre por la senda abstencionista. Casi sin iniciativa, el «presidente encargado» Guaidó prometió, para contrarrestar las elecciones «fraudulentas», una consulta popular online el 12 de diciembre. Con un consejo nacional electoral paralelo integrado solo por sus más íntimos aliados, se presentarán a la población, a través de Telegram y otra app, preguntas como: «¿Exige usted el cese de la usurpación de la Presidencia de parte de Nicolás Maduro (…)? ¿Rechaza usted el evento del 6 de diciembre (…) y ordena usted adelantar las gestiones necesarias ante la comunidad internacional para rescatar la democracia (…)?». Estas preguntas son tan groseramente obvias que mueven a la risa a los propios opositores más radicales. Preguntar lo que es axiomáticamente aceptado por sus bases parece un acto que solo deja en evidencia la propia falta de táctica y estrategia.

 La oposición argumenta que de nada valía participar y ganar las elecciones, ya que el gobierno había anulado al anterior Parlamento mediante una argucia jurídica del Tribunal Supremo de Justicia que lo declaró en desacato. Sin embargo, el propio devenir opositor de Guaidó y su presidencia «encargada», incluidos sus abrazos con Donald Trump, su discurso en el G-20, la gestión provechosa de lucrativas empresas del país en el extranjero (Citgo, Monómeros) y los miles de millones de dólares recogidos como «ayuda para la lucha democrática», fue posible porque la oposición participó en las elecciones parlamentarias de 2015 y Guaidó pudo obtener 90.000 votos. Esa victoria de la oposición le permitió presidir el Parlamento y empujar todas sus campañas internacionales de asonadas y revueltas. Si se hubiera abstenido en 2015, Guaidó no existiría en el imaginario político y el gobierno habría transitado con total tranquilidad el periodo 2015-2020. Con una oposición abstencionista, el gobierno ni siquiera necesita hacer fraude y se puede mostrar mucho más abierto y «democrático» de lo que en verdad es.

A fines del año próximo, habrá elecciones para alcaldes y gobernadores. El gobierno cuenta con un nuevo auge de la campaña abstencionista que le permita ganar otras elecciones sin competencia. Es quizás por eso que, siendo tan abiertamente represivo, deja a Guaidó acometer sus campañas políticas sin tocarle ni un pelo. Es de esperar que el propio Maduro aliente la abstención del voto opositor y promueva su inmovilismo. Pero que la misma oposición lo haga no es más que ponerse un chaleco de cemento justo antes de tirarse al río. De más está decir que el gobierno bolivariano jamás ofrecerá condiciones electorales óptimas. Si la oposición quiere asumir de verdad su papel, deberá luchar a brazo partido en el único terreno donde tiene ventaja: el electoral, mientras este siga de uno u otro modo abierto. Al final de cuentas, la única victoria importante de la oposición frente al gobierno fue en las urnas.

Manuel Sutherland  economista y director del Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO), Caracas.

 https://www.sinpermiso.info/textos/venezuela-el-unico-que-festeja-es-maduro


 Nota del blog .- 1. Abrams, enviado especial del gobierno de Donald Trump para Venezuela e Irán, ha confirmado sin ningún tipo de anestesia, vergüenza o lenguaje políticamente correcto, que tanto los medios de comunicación como buena parte del liderazgo y los partidos opositores son empleados de la Agencia de EEUU para el Desarrollo (Usaid), nada menos que la fachada “decente” de la CIA, si es que tiene alguna. La declaración ostenta el valor de una confesión espontánea o tal vez de una echada al pajón por parte de quien ya sabe que va de salida.

Nota del blog .- 2. Carpiles Radonski expresó que algunos dirigentes políticos se fanatizaron con la figura de Trump hasta perder la racionalidad, "vieron a Trump como un Dios (...) fue el error más grande para encontrar una solución a la crisis del país", agregó. El excandidato presidencial denunció que Trump los usó para ganar los comicios en el estado La Florida, "fue más que obvio que fue un juego interno para ganar en Florida usándonos a nosotros, los venezolanos que estamos aquí adentro", añadió. Finalmente, Capriles enfatizó que la solución a las diferencias políticas y problemas económicos del país está en la población, "la solución no puede ser sin tener en cuenta a los 25 millones de venezolanos", concluyó.

Pero además Capriles intento que la UE  enviara observadores , dudaron , pero salió la administración americana y dijo no y se plegaron a ella y apoyaron a Guido. Aduciendo además que era el presidente légitimo , cuando en Venezuela las presidenciales estan separadas de las  parlamentarias  y  Maduro gano las suyas y ni  murio ni está enfermo ni inutil .. La UE así se hundió en su propio abismo . Y Guaido ahora ya no  puede ser presidente virtual exterior. Asi cumplieron aquella ley  de la estupiedez del  tuerto que para que el contrario , se sacara aun ojo ,  se saco el suyo y se quedo ciego . Y como Borrell dijo : "No esperabamos que Maduro aguantara tanto ". Y la ministra exteriores española más de lo mismo . Esperando  Godot  o  sea    a ver que hace Biden . Lo han dicho ellos .





jueves, 10 de diciembre de 2020

Las guerras civiles europeas del siglo XX .

 


Una violencia indómita. El siglo XX europeo

Eloy Fernández Clemente

Catedrático jubilado de Historia económica.

Universidad de Zaragoza

Sumidos en una pandemia inusitada, que afecta ya a más de 50 millones de personas contagiadas en el mundo y varios millones de muertos, la mirada hacia el siglo pasado europeo, en que sólo en guerras murieron más de cien millones puede parecer inoportuna para los autosatisfechos con esta era de progreso ahora en suspenso. Leer el libro de Julián Casanova “Una violencia indómita. El siglo XX europeo” (Crítica), nos parece, en cambio, una cura de realismo, de humildad, de reconocimiento de esos demonios familiares demasiado ocultos bajo las alfombras. Es el autor uno de los más brillantes historiadores de la España actual, discípulo de los Fontana, Juliá, Preston, excelente maestro universitario, investigador y docente viajero de Budapest y Viena a Princeton en numerosas universidades, autor de dos docenas de libros memorables, en los que aborda honestamente grandes temas vidriosos y complejos. Varios editados en inglés y alguno en árabe y turco.

 

 SIGUE ... https://conversacionsobrehistoria.info/2020/11/14/violencia-indomita/

 

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Las almas del pueblo negro .

 


Reseña de "Las almas del pueblo negro"

W. E. B. Du Bois en la lucha del pueblo negro contra el capitalismo racial

 

Por Alejandro Pedregal, Ramón Pedregal Casanova  

Fuentes: Rebelión

A lo largo de su extensa vida, W. E. B. Du Bois (1868-1963) acompañó y actuó en diferentes etapas clave para el desarrollo del movimiento negro antirracista, anticolonial y antiimperialista de Estados Unidos. El comprometido humanismo de Du Bois se radicalizó con el paso de los años, hasta abrazar el materialismo histórico al final de su vida, pero desde el principio estuvo latente en él una crítica sin titubeos al capitalismo, al que observaba como piedra angular de la particular forma racista que adoptaba en Estados Unidos. A esa etapa temprana pertenece su libro Las almas del pueblo negro, publicado ahora en castellano por Capitán Swing con traducción de Héctor Arnau, una obra ineludible para comprender la crudeza del capitalismo racial estadounidense, que Du Bois conoció bien en su experiencia vital.

Sociólogo, historiador y activista, Du Bois tuvo un origen relativamente acomodado, considerando las condiciones propias de su pertenencia racial a finales del siglo XIX. Además, fue el primer afroamericano en obtener un doctorado por la Universidad de Harvard, después de lo cual desarrolló una fructífera vida académica, actividad que compaginó con un compromiso firme en favor de la lucha antirracista. Como parte de ésta, pronto se posicionó como voz destacada contra el líder de las posiciones apaciguadoras y sumisas en el movimiento negro, Booker T. Washington, a cuya controversia dedica dos de los capítulos integrados en Las almas del pueblo negro.

 El libro recoge catorce ensayos, algunos de los cuales habían sido publicados previamente en la revista The Atlantic Monthly. De forma significativa, Du Bois abre cada uno de los capítulos con dos epígrafes: uno perteneciente a un poeta blanco y otro a un espiritual negro. Con esta apertura, trataba de disputar desde el principio el racismo intrínseco a la jerarquía con que tradicionalmente se asumía la producción cultural de las distintas razas, al tiempo que cuestionaba la asociación de esta distinción a concepciones de “alta” y “baja” cultura. Du Bois exponía así un aspecto crítico que recorrerá toda su obra, algo que le dará la trascendencia que hoy se le reconoce: la compleja relación que subyace entre los conflictos de raza y de clase.

 Una de las grandes contribuciones a la teoría crítica racial de Las almas del pueblo negro aparece ya en su primer capítulo, donde se subraya la noción de “doble conciencia”; idea que será también desarrollada en obras tan relevantes para el pensamiento antirracista y anticolonial como los clásicos Piel negra, máscaras blancas de Frantz Fanon o Atlántico negro: Modernidad y doble conciencia de Paul Gilroy, ambos disponibles en castellano en Ediciones Akal. Por “doble conciencia”, y en parte de modo autorrefleivo, Du Bois se refiere a la experiencia post-esclavista de los afroamericanos en Estados Unidos, que empujaba al pueblo negro a ser consciente de sí mismo, al tiempo que debía serlo de cómo era observado en un ámbito de opresión perpetuada. La brutalidad del contexto situaba al pueblo negro en una encrucijada entre su herencia africana y la dominación europea.

 Pero más allá de la riqueza de sus reflexiones, Las almas del pueblo negro destaca por su carácter etnográfico, ya que en él Du Bois recoge las experiencias de lucha que conoció en sus viajes a través del territorio estadounidense, conviviendo con su pueblo, segregado y pauperizado por el color de su piel. De este modo, por ejemplo, se detiene en la significación que tuvo para éste el periodo que va de 1861 a 1872 y la creación de la Oficina de los Libertos, así como la etapa posterior a la Proclamación de Emancipación emitida por Abraham Lincoln en el Año Nuevo de 1863, con la que se abolió la esclavitud en el Sur en plena Guerra Civil. Du Bois señala, con afilada capacidad de análisis, tanto la continuidad de los obstáculos como la necesidad de continuar con algunos de los avances iniciados. Entre sus apuntes históricos sobre el sufrimiento negro, destaca la narración de cómo los esclavos liberados debieron alistarse en el ejército durante la guerra para poder comer, y cómo lo hicieron en tal cantidad que los propios generales, viéndose incapaces de manejar la situación, acabaron empleándolos como carne de cañón en el campo de batalla. Si en algún momento se pensó que aquello sería tan sólo un problema coyuntural, muy pronto se vio que la situación adquirió unas dimensiones que no se sabían o no se querían manejar.

 Así, Du Bois continúa relatándonos cómo el trabajo que se había anunciado para el pueblo negro liberado después de la guerra, en el periodo de la reconstrucción, acabó siendo irregular y a disposición de los intereses de las élites blancas, lo que llevó al muy frecuente impago de salarios. En muchos casos además, a la extrema precarización y superexplotación, se unía la falta de toda formación económica y educativa de un pueblo post-esclavizado, sometido a siglos de dominación y alienado de todo nivel formativo, lo que afectaba a la escasa capacidad de planificación y prevención en multitud de ellos.

 Du Bois muestra en su recorrido cómo bajo esas condiciones también se fueron entregando campos agrícolas y fincas confiscadas, se aprobaron leyes en 1863 y 1864 sobre tierras abandonadas para arrendarlas por periodos de apenas un año, en busca de algún relajo social. La situación se consideró institucionalmente parte de la “problemática de los negros”. Y del mismo modo, el autor nos muestra cómo a los militares aquellos mínimos avances les parecerían excesivos, por lo que en agosto de 1864 tomaron el control de la situación. Las tensiones provocarían una disputa constante, cargada de crudeza, entre la presión por los avances sociales y las exigencias de las élites.

 Bajo estas duras condiciones históricas Du Bois se pregunta cómo es posible confeccionar mejoras sociales en una situación de desastre económico, ante un cambio que no llegaba a los más necesitados. Y es ahí, en su polémica con Booker T. Washington, donde Du Bois ubica la cuestión central de la educación. En sus palabras, “la oposición a la educación del negro en el Sur fue encarnizada al principio, materializándose en edificios calcinados, cenizas, insultos y derramamiento de sangre, ya que el Sur creía que un negro educado era un negro peligroso”. De esta forma, en la relación entre educación y conciencia Du Bois encuentra el punto exacto sobre el que volverá a lo largo de Las almas del pueblo negro, para señalar en él la aguja que debería guiar la esperanza emancipadora de su pueblo.

 Así, de múltiples formas, haciendo uso incluso de algún recurso de ficción, Du Bois se detiene con pasión crítica en las muy diversas maneras que han hecho desaparecer la autoestima del pueblo negro, en los mitos y fabricaciones racistas que lo habían predispuesto a aceptar su subordinación, su condición social de servicio al blanco. “El problema del siglo XX es el problema de la línea de color”, indica Du Bois a este respecto, alertando ya desde ese momento temprano del siglo XX sobre la necesidad para todo proyecto emancipador de trascender todo conflicto entre razas (“más claras” y “más oscuras”) que separe a la humanidad a lo largo y ancho del mundo. La fragmentación de la conciencia negra participa de un modo de colonización mental —a la que Malcolm X llamará “la mentalidad del esclavo” años más tarde— que somete a buena parte del pueblo negro a un estado de sumisión; una sumisión de tal grado que pareciera a veces imposible de trascender, señala Du Bois. Y es ahí donde reconoce el mayor impedimento para la verdadera liberación de su pueblo.

 A partir de su propia experiencia, si bien privilegiada en relación con la mayoría de su gente, Du Bois procura mostrar en diferentes partes de Las almas del pueblo negro la importancia de reconocer las características del mundo en que vive su pueblo, como condición imprescindible para organizar la lucha por la emancipación ansiada, trascendiendo toda conjetura genético-racista. Para Du Bois, la capacidad de superación histórica del negro ante las dificultades señala al ánimo y disposición del colectivo para la lucha, como principal herramienta de su pueblo frente a la dominación blanca. Las debilidades, desconocimiento, dejadez, vagancia, todos y cada uno de los mitos sesgados y segregados sobre los que las élites blancas habían construido la identidad del pueblo negro, pesaban enormemente en la conciencia del negro. Era, por tanto, lo primero de lo que debía desprenderse para avanzar hacia su liberación; una liberación que sería también parte de la liberación de toda la humanidad. Porque como dijo Dioniso Yupanqui ante las Cortes de Cádiz, en el discurso que inspiró al del propio Marx ante la I Internacional, “un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”.

 Es por este motivo que, si bien aún cargado del idealismo propio de la obra temprana de Du Bois, Las almas del pueblo negro subraya repetidamente la importancia para el pueblo negro de acceder a medios educativos y culturales esenciales para su liberación. Esta posición en su momento resultó fundamental para hacer frente a los postulados condescendientes dominantes, como eran los de Booker T. Washington, quien insistía en la necesidad de integrar al pueblo negro por medio de la formación meramente técnica, que respondiera a las demandas de las élites capitalistas blancas. Como gran humanista, Du Bois ve en la educación integral la esperanza de alejar al pueblo negro de las mezquindades a las que históricamente le había empujado la segregación. La necesidad de crear centros de enseñanza y universidades propias, entre otras instituciones, que diesen fundamento a los propósitos de liberación, aparece como un aspecto central en la obra, como muestra Du Bois cuando expresa:

 “Enseñar a los pensadores a pensar —un conocimiento necesario en una época de lógica vaga y negligente—; y quienes tengan un destino más difícil han de tener una educación aún más cuidada para pensar acertadamente. (…) Y el producto final de nuestra educación no ha de ser un psicólogo o un albañil, sino un hombre. Y para hacer hombres, debemos tener ideales, objetivos de vida ambiciosos, puros y edificantes; no la sórdida obtención de dinero, ni las manzanas de oro. El trabajador tiene que trabajar por la gloria de su labor manual, no solo por la paga; el pensador tiene que pensar a favor de la verdad, no por la fama. Y todo esto solo se logra mediante la lucha y el anhelo humanos, la enseñanza y la educación incesante, al fundamentar la razón en la honradez y la verdad en la búsqueda libre, sin impedimentos, de la verdad, al fundamentar la escuela pública gratuita en la universidad, y la escuela taller en la escuela pública gratuita, y tejer así un sistema, no una distorsión, y producir un nacimiento, no un aborto”.

 Du Bois recoge también en Las almas del pueblo negro algunas de las vivencias que experimentó viajando en el “tren segregado”, con el que recorrió buena parte del territorio estadounidense. En aquellos eran vagones para negros, en los que se viajaba en las peores condiciones posibles, Du Bois supo de hermanos a los que llevaban encadenados, de la vida desgraciada de su pueblo, de las enfermedades y el hambre que les acosaba, expresiones de la violencia estructural a la que veían abocadas sus vidas. Y así lo plasma cuando escribe sobre “un hombre pardo, harapiento, de rostro grave: Esta tierra era un pequeño infierno. He visto negros caerse muertos en el surco, se les echaba a un lado de un puntapié. El arado nunca se detenía. Y en el pabellón para castigados corría la sangre a borbotones”.

Du Bois veía cómo el Sur blanco se servía del racismo como trinchera desde la que legislar con severidad contra el pueblo negro, como fue con las leyes Jim Crow de segregación, que se extendieron por casi un siglo, más allá de su propia vida. Éste era el marco que perpetuaba la subordinación de los afroamericanos, el dominio del blanco sobre el negro, hasta el punto de pauperizar sus condiciones de trabajo y el acceso a éste hasta el extremo, empujando a muchos a resignarse y volver a aceptar diversas formas de esclavitud, aunque ahora fuese ilegal. Así, Du Bois contempla esta situación ruinosa y se hace eco de las persecuciones, linchamientos y ahorcamientos que sufre su pueblo constantemente, especialmente en el Sur. Y frente a ello, se detiene en el contraejemplo maravilloso que representa para la historia el control y desarme del comercio de esclavos en Haití, tras el primer levantamiento triunfante de éstos —episodio vibrante que más tarde narraría con brillantez C. L. R. James, en su siempre necesario Los jacobinos negros: Toussaint L´Ouverture y la Revolución de Haití—. Pero además, en una contribución significativa sobre la complejidad y la dimensión que implica la sumisión de su pueblo, Du Bois señala con agudeza a la tendencia expansiva e inevitable del capitalismo hacia el imperialismo, donde todos los seres humanos son cosificados como instrumentos y recursos mercantiles al servicio del monopolio, utilizados en base a los dividendos que la explotación de sus vidas pueda dejar en caja.

 La voz de Du Bois se alza en las páginas de Las almas del pueblo negro como la de una lucha colectiva que nunca se rinde, como aún hoy no deja de mostrarnos el movimiento negro en las calles de Estados Unidos. Se trata de una lucha que nos enseña cómo, entre aquella vida cenagosa, crecía la esperanza y se luchaba por ella. En la palabra de Du Bois está la voz de multitudes, llamando a la vida y a su emancipación, de madres a hijos y de padres a hijas, de generación en generación. Es la vida en resistencia que el propio Du Bois observó y experimentó a lo largo de su travesía. Y al acabar su narración, el autor nos interpela sin tapujos:

 “Oh, Dios lector, escucha mi grito; no permitas que este libro mío caiga en lo estéril del desierto de este mundo. Qué le broten, gentil lector, de sus hojas pensamientos vigorosos y acciones sensatas para recoger la maravillosa cosecha. (Que los oídos de un pueblo culpable tiemblen con la verdad y setenta millones de hombres anhelen la justicia que exalta a las naciones, en este triste día en que la hermandad humana no es más que una burla y una trampa). Siendo así, que cuando te parezca bien la razón infinita despeje la maraña y estas marcas torcidas en la frágil hoja no sean en realidad EL FIN”.

 Así pues, Las almas del pueblo negro nos da la ocasión de conocer las raíces del territorio por el que aún hoy se extienden las más crueles formas de racismo. Se trata de un libro esencial para descubrir cómo se expresa ese pasado trágico en la farsa actual, así como para entender qué podemos esperar del capitalismo racial y sus formas de dominación colonial e imperial al que Du Bois se enfrentó hasta el final de sus días.

Foto  de  Du bois con familia  , el primero  a la derecha

 Du Bois entonces. Du Bois hoy.

 Las almas del pueblo negro resulta una obra clave para entender la evolución indivisible que se desarrollaría entre Du Bois y el movimiento antirracista en Estados Unidos. Poco después de publicarlo, Du Bois se implicaría de manera cada vez más decidida en la lucha por los derechos civiles, primero a través del Movimiento del Niágara en 1905, para después convertirse en el único fundador afroamericano de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) en 1909. Dentro de esta organización, Du Bois editó su revista mensual, The Crisis, tribuna desde la que intervino sobre los temas centrales del movimiento y pensamiento antirracista, en una evolución no exenta de las contradicciones y controversias propias tanto de su condición social como de la subalternidad del movimiento. A través de este medio, Du Bois mostraría, con el desarrollo de su prosa, su apertura y profunda capacidad crítica, resultado del diálogo orgánico y su compromiso activo.


 De este modo, por medio de la relación entre su actividad militante y su trabajo teórico en contra de toda discriminación racial, y ante los múltiples linchamientos que experimentaba el pueblo negro y la segregación que perpetuaban las leyes Jim Crow, Du Bois acabó convirtiéndose en una figura pionera del panafricanismo y en favor de la descolonización de África. Con el paso de los años, y especialmente después de viajar a la URSS a finales de los años 20, creció su interés por la obra de Marx y Lenin y comenzó a vislumbrar en el socialismo un camino para la igualdad racial; igualdad que entendía cada vez más intrínsecamente ligada al fin de la explotación proletaria.



 Con una extensa obra ya publicada a sus espaldas, incluida la que algunos consideran su obra maestra, Black Reconstruction in America (1935), Du Bois formaría parte de la delegación de la NAACP en el Congreso de San Francisco de 1945, a partir del cual se fundaría la ONU. En él, dio voz a la propuesta por la igualdad racial y contra el colonialismo, que tan sólo recibiría el apoyo de la URSS, China e India. Y fue así como, a pesar de haber apoyado la intervención estadounidense en la Primera Guerra Mundial, Du Bois evolucionaría hacia posiciones pacifistas, hasta involucrarse desde el principio en el movimiento contra la fabricación y uso de armas nucleares.

 Como no podía ser de otra manera, su actividad y compromiso hizo a que el FBI le comenzara a espiar en 1942. Y ante el creciente macartismo de postguerra, el acercamiento de Du Bois a figuras y organizaciones comunistas llevaría a la NAACP a tomar distancias de él. Así, al convertirse en presidente del Centro de Información de Paz (PIC, por sus siglas en inglés), creado con el objetivo de promover la prohibición de armas nucleares, sufriría la persecución definitiva del anticomunismo reinante, siendo juzgado en 1951 por su actividad pacifista. La decepcionante falta de apoyo de la NAACP, le llevó a alejarse paulatinamente de esta organización, mientras el calor que recibió de organizaciones obreras, junto a la expansión asfixiante del macartismo, acabaría por decidirle a afiliarse al Partido Comunista años más tarde.

 Sin embargo, a pesar de haber sido condenado en el juicio de 1951, ya nunca dejaría de sufrir la persecución del gobierno estadounidense, fuera del color que fuera, hasta el final de su vida. De este modo, al serle confiscado el pasaporte después del juicio, no pudo participar en la histórica Conferencia de Bandung en Indonesia de 1955, acto fundacional del proyecto del Tercer Mundo. Para cuando recuperó su pasaporte, viajó a África en 1960, primero para la creación de la República de Ghana y después para la toma de posesión del primer Presidente de la Nigeria independiente, Nnamdi Azikiwe. Un año más tarde, Du Bois trasladó su residencia a Ghana para hacerse cargo del proyecto de la Encyclopedia Africana. Sin embargo, cuando un par de años más tarde su salud comenzó a deteriorarse debido a su avanzada edad, Estados Unidos le denegó la renovación de su pasaporte, en una última expresión del racismo vengativo que gobernaba su país natal. Du Bois adoptaría la ciudadanía ghanesa en respuesta, para morir pocos meses más tarde, a los 95 años.

 Una semana después de su fallecimiento, en la Marcha sobre Washington liderada por Martin Luther King, se pediría un minuto de silencio en su memoria. La Ley de Derechos Civiles que un año más tarde alumbró aquella movilización masiva, se hizo eco al fin de algunas de las reivindicaciones por las que Du Bois dio su vida. Pero como las calles aún hoy claman en lucha, con las leyes no es suficiente. Y de eso también dio cuenta Du Bois en su vida.

 Con la publicación de Las almas del pueblo negro en castellano, nuestro estudio del capitalismo racial estadounidense comienza a saldar algunas importantes cuentas pendientes. Se trata de una lectura imprescindible para alimentar nuestro conocimiento crítico del racismo y del colonialismo que aún domina la práctica y los imaginarios políticos, sociales y culturales en Estados Unidos. Pero además, la significación del libro de Du Bois es de tal vigencia que hoy continúa inspirando la actividad teórica y militante más combativa, no sólo de aquellos colectivos al frente de la lucha contra esas plagas que perpetúan la segregación racial humana, sino también de todos aquellos entregados a repensar los vínculos de esas luchas con las de otras trincheras abiertas en favor de toda forma de emancipación. Ante la compleja interrelación de crisis que acumula actualmente la humanidad, la lectura de Du Bois hoy nos permite volver a explorar sus temáticas centrales desde una perspectiva amplia, interseccional, totalizadora. Una perspectiva que abarca, más allá de la raza, también cuestiones fundamentales para las batallas de clase y género, así como por la justicia medioambiental y contra el imperialismo; luchas todas ellas esenciales para combatir el proyecto del capitalismo racial global contra el que Du Bois escribió y vivió.

 Alejandro Pedregal es escritor, cineasta y profesor en la Universidad Aalto, Finlandia. Su libro más reciente es Evelia: testimonio de Guerrero (Akal/Foca, 2019). Contacto: @AlejoPedregal

 Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero; y Siete novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Presidente de la Asociación Europea de Cooperación Internacional y Estudios Sociales (AMANE), miembro de la Comisión Europea de Apoyo a los Prisioneros Palestinos y del Frente Antiimperialista Internacionalista (FAI).



lunes, 7 de diciembre de 2020

El hilo y el ovillo.





 Un hilo entre el rey y 26 millones de fusilamientos

Cristina Fallarás  

 En marzo de 2018, el general de división Juan Chicharro Ortega, en la reserva desde 2010, asumió la presidencia de la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF); sí, aún existente. Lo hizo con una carta donde destacan estas palabras: "Asumo el reto presente con la mirada en el inmediato futuro pero desde el respeto a nuestro pasado y a lo que significó la obra de un hombre como Francisco Franco, un hombre hoy atacado con saña por los mismos enemigos a los que derrotó en la guerra, y en la paz, y olvidado por una sociedad relativista que tanto le debe".

A veces el presente se explica siguiendo las miguitas de pan de Hansel y Gretel. Un hilo fino y terco une unos actos a otros, unos acontecimientos a otros, une con nombres o con gestos sucesos que parecen pertenecer a lugares y momentos sin conexión y, sin embargo, basta con posar la mano encima y avanzar sin levantarla.

El general Chicharro llegaba a presidir la Fundación Francisco Franco no desde cualquier lugar, no desde las cloacas de un golpismo triste de pistolas engrasadas con cera de iglesia. Llegaba después de haber sido durante años "ayudante de campo de Su Majestad el Rey" Juan Carlos I. Eso quiere decir que formaba parte del selectísimo grupo de militares, menos de una decena, que asistían al rey de forma permanente y también a la reina "en el desarrollo de sus actividades oficiales".

La realidad es testaruda como la evidencia, irrefutable como el contorno metálico de una medalla.

Si este tipo pasó de atender al rey Juan Carlos 24 horas al día, siete días a la semana, si pasó de ahí a presidir la fundación que honra y exalta la figura del dictador criminal, asesino, brutal Francisco Franco, podemos colegir que no fue fruto de una visión llegada a lomos de un rayo cegador, paulino. Chicharro era ya un franquista convencido, furibundo, los años que se dedicó a ser la servicial sombra del rey de España, jefe del Estado y capitán general de los tres ejércitos. Por eso estaba ahí.

Sigamos el hilo llamado Juan Chicharro que arranca en la Escuela Naval, pasa por los días, oh, y las noches de los reyes Juan Carlos y Sofía, y llega, por ahora, a la Fundación Nacional Francisco Franco.

El pasado 6 de octubre, este hombre, desde la putrefacción que preside, creyó necesario dar un paso, un paso serio, contundente. Él, que había formado parte del cuerpo mismo, del prietísimo cogollo íntimo de la monarquía española, decidió actuar al ver cómo aquel hombre a quien tanto le ligaba era acusado, vilipendiado, evidenciada su vileza. Así que escribió una carta al rey Felipe VI. "¿Acaso no es la monarquía obra de Franco?", subrayaba. "Si no hubiera sido por Franco", advertía al actual monarca, "no estaría VM [Vuestra Majestad] en el trono". Efectivamente. Ahí, Chicharro tenía razón.

Como cabría esperar, su papel junto a Juan Carlos I le hacía sentir especialmente unido a su hijo. Ah, los hilos. Así que se permitió poner por escrito la evidencia. La cuestión es que esa evidencia unía de hecho a la monarquía española, o sea a la jefatura del Estado, o sea a la capitanía general de los tres ejércitos, con la dictadura de Franco. Y no solo eso, sino que daba por hecho el mutuo conocimiento de dichas conexiones.

Entre Corinas y cuentas suizas, la misiva pasó prácticamente desapercibida. Pero la realidad es pertinaz como las decisiones finales, y no es extraño que Chicharro sintiera que su advertencia a la Corona, su leal servidumbre franquista a aquellos a quienes Franco había alzado hasta la cabeza de un país, había quedado desleída. Así que decidió volver a la carga.

Chicharro ha vuelto a mandar, esta vez junto con otros setenta altos mandos del Ejército retirados, una carta al rey Felipe VI para advertirle de que un Gobierno "social-comunista, apoyado por filoetarras e independentistas" amenaza "con la descomposición de la Unidad Nacional". Esta carta está ligada con un chat donde altos mandos del Ejército retirados afirman querer fusilar a 26 millones de personas en España y querer bombardearla, echar de menos la dictadura y lindezas semejantes.

Ya tenemos más recorrido: el hilo arranca de Juan Carlos I (que a su vez arranca de Franco y la dictadura), de ahí se dirige a la Fundación Francisco Franco, sigue hacia el actual rey Felipe VI, recoge en un ramillete a lo más hediondo de la cúpula militar, y vuelve, en una bonita pirueta siniestra, a Felipe VI.

Este pasado miércoles 2 de diciembre, el diputado socialista Odón Elorza, secretario de Transparencia y Democracia Participativa, preguntó a Santiago Abascal: "¿A qué 26 millones de españoles 'hijos de puta' según un general de división habría que fusilar?". La pregunta venía al caso porque el líder de Vox había enviado un afectuoso saludo al chat en el que se afirmaba tal barbaridad, entre otras. Son embargo, al no estar el hombre en la sala, fue Macarena Olona, secretaria general del grupo en el Congreso, quien respondió sobre el chat criminal en cuestión. Esto, exactamente: "Es una manifestación en favor de la unidad de España y, como tal, por supuesto que es nuestra gente".

Retomemos el hilo, con el convencimiento de que estamos aún en el camino, que no hemos llegado al extremo: de Franco a Juan Carlos I; del rey emérito a la Fundación Francisco Franco; de la Fundación Francisco Franco hasta el actual rey Felipe VI; de ahí a la cúpula militar retirada, y vuelta a Felipe VI; y desde el chat, el rey y la Francisco Franco hasta VOX.

Para seguir la realidad, cualquier realidad, basta posar la mano sobre el sedal y empezar a caminar.

Cuando el general Juan Chicharro asumió la presidencia de la Fundación que honra al jefe de la muerte y la tortura, el dictador Francisco Franco, escribió en su carta pública: "Hoy cuando vemos tambalearse la unidad de España, cuando vemos como se derriban Cruces, cuando vemos asesinos terroristas recibiendo homenajes, cuando la corrupción política se hace asfixiante, cuando vemos peligrar las pensiones y como se incrementan las desigualdades sociales, la figura de Francisco Franco se acrecienta en la historia".

Corría marzo de 2018. A los viejos generales franquistas retirados que, al amor del rey Felipe VI, amenazan fusilamientos se les ha unido Vox. Esos no son viejos ni generales ni retirados.

 Esto no ha hecho más que empezar, así que no soltemos el hilo.

 https://blogs.publico.es/cristina-fallaras/2020/12/04/un-hilo-entre-el-rey-y-26-millones-de-fusilamientos

Nota del blog .- "Lo importante es ver el bosque, no solo ver el árbol. Es decir, ver realmente que tenemos un problema estructural en las Fuerzas Armadas en lugar de quedarnos en lo folklórico y creer que esto se trata de cuatro jubilados que ya no están en activo. Al mismo tiempo que pasa esto hemos sabido que el Tribunal Central Militar ha ratificado la expulsión del cabo Marco Antonio Santos Soto por firmar un manifiesto antifranquista hace dos años. Fue expulsado por el Jefe del Estado Mayor del Ejército y fue ratificado por Margarita Robles. Que se le expulse como represalia por firmar un manifiesto antifranquista demuestra que en las Fuerzas Armadas hay un problema ideológico. Y a eso hay que sumarle varios factores. Hay que comparar lo que pasa en España con otros países. En Alemania se han tomado medidas muy serias expulsando a centenares de militares por filias ultraderechistas. Se ha llegado a cerrar unidades enteras, hay verdadera intención de combatir la situación. Que por otra parte es más o menos habitual que siempre nos encontramos al analizar ejércitos del mundo que hay una cierta querencia en las bases de la ultraderecha de entrar en las instituciones militares. Pero países como Alemania y Reino Unido se lo toman en serio. En Reino Unido se han producido advertencias respecto al uso de carteles extremistas en los cuarteles y en España nos encontramos que la ministra de Defensa expulsa a un firmante. Es un problema estructural y una falta de voluntad política de acabar con ese problema".

Texto Teniente Segura expulsado del ejercito por   denunciar la corrupción




14 articulos de la Constitución del 78 no cumplidos .

Hasta catorce artículos de la Constitución siguen sin hacerse realidad 42 años después de la aprobación de la Carta Magna

El texto constitucional acumula artículos sin desarrollar o cuyo contenido, sobre todo en relación con aspectos sociales, es meramente declarativo

Igualdad, laicidad, educación, sanidad, vivienda, empleo o dependencia son algunas de las materias que tienen protección constitucional pero que aún están lejos de alcanzar el desarrollo fijado en 1978

 Fernando Varela

 El paso de los años —ya son 42— no ha facilitado ni el desarrollo de nuevos consensos ni el despliegue de todos los artículos que la Constitución Española tiene pendientes desde los días de transición. La mayoría de ellos relacionados con derechos sociales que, en la práctica, no han pasado de ser un enunciado voluntarioso. Estos son los agujeros negros de la Carta Magna:

Artículo 9.2. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.

Artículo 14. Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Son dos artículos estrechamente vinculados entre sí. El primero está en el título preliminar de la Constitución y reconoce la “igualdad material” de los ciudadanos. Se basa en que la configuración del Estado como social “exige la intervención de los poderes públicos para que la igualdad de los individuos sea real y efectiva”. Lo que, según los letrados del Congreso, “reinterpreta la igualdad formal propia del Estado liberal de Derecho e incorpora el principio de igualdad material” con la finalidad de conseguir “una equiparación real y efectiva de los derechos sociales” de los ciudadanos.

 El enunciado ni siquiera motivó discrepancias en la ponencia constitucional, pero su objetivo sigue siendo aparentemente inalcanzable. De hecho, si nos atenemos a las evolución de los últimos años, está más lejos que nunca. La desigualdad alcanzó máximos históricos la pasada primavera, según el Institute of Political Economy and Governance, la Pompeu Fabra y CaixaBank Research, que han analizado tres millones de nóminas con técnicas de big data. El impacto es aún más fuerte entre los jóvenes y los inmigrantes.

 Las leyes de igualdad siguen en la agenda política y son objeto de fuertes discrepancias, como las de violencia sexual o la de igualdad trans que impulsa el ministerio que dirige Irene Montero.

Para muestra algunos datos: aunque las mujeres pensionistas superan en un 5,27% a los hombres, la cuantía de su pensión es un 37,79% más baja, según datos de UGT. Las mujeres ganan un 22,35% menos que los hombres en el mismo puesto y, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el porcentaje de mujeres en los Consejos de Administración de empresas que forman parte del IBEX-35 es de sólo un 22,2%.

La igualdad ante la ley también ha quedado en entredicho en los últimos años a la vista de la inviolabilidad del rey, que ha dejado en la impunidad las actividades económicas de Juan Carlos de Borbón cuando ocupaba la Jefatura del Estado.

 Artículo 16 - Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.

Este artículo Forma parte del Título I, el que enumera los derechos y deberes fundamentales. La expresión de este párrafo resultaba más fácil de comprender en un momento en el que la mayoría de la población era católica y otras religiones minoritarias sólo exigían tolerancia, pero plantea problemas en el momento en el que, por una parte, en especial debido a la inmigración, otras religiones alcanzan una amplia implantación y, por otra, se manifiestan abiertamente sectores ateos o agnósticos. Las discusiones que se plantean en el ámbito escolar y, por tanto, en relación con el derecho a la educación son buena prueba de ello.

Es verdad que este Gobierno ha dado algunos pasos simbólicos en la separación del Estado y la iglesia católica, como la supresión de símbolos religiosos del ritual de jura o promesa del cargo o con la organización de funerales de Estado no religiosos como el que tuvo lugar en homenaje a las víctimas de la covid-19. Pero aún quedan muchos restos de religión en el Estado en muy diferentes ámbitos, desde la educación pública a las Fuerzas Armadas. La iglesia católica, además, conserva muchas de sus ventajas y privilegios, como la exención del pago de determinados impuestos o una presencia destacada en el sistema de recaudación del IRPF.

El derecho a sentirse ofendido en nombre de los sentimientos religiosos sigue estando protegido por el Código Penal, que sin embargo no protege del mismo modo a los no creyentes que puedan sentirse ofendidos por los símbolos y ritos de quienes sí profesan una fe. La iglesia católica conserva todavía ventajas y privilegios.

Ningún presidente llegó a La Moncloa con el listón de promesas laicistas tan alto como Pedro Sánchez —derogación de los acuerdos de 1976-1979, "consolidación” de España como “Estado laico”, reversión de inmatriculaciones, nueva Ley de Conciencia y Libertad Religiosa, recorte de las exenciones del IBI— pero después el listón ha ido bajando.

 Artículo 27.5 “Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes”

 Los letrados del Congreso interpretan el derecho a la educación en virtud de su naturaleza prestacional, reforzada con la proclamación de la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza básica, pero que se proyecta también sobre la enseñanza no obligatoria, con independencia de que no se imponga constitucionalmente para esta última ni la obligatoriedad ni la gratuidad, algo que se apoya además en sentencias posteriores del Tribunal Constitucional.

Cuatro décadas después de la aprobación de la Carta Magna, la realidad es no sólo que la educación sigue sin ser gratuita en todos los niveles sino que el modelo público es incapaz de cubrir todos sus costes. Las becas están muy lejos de resolver ni las necesidades de los alumnos ni el precio de matrícula. Tampoco está garantizado el acceso a los libros de texto en condiciones de igualdad.

 Artículo 31 “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio".

La realidad es muy distinta. La ingeniería fiscal permite todavía a las grandes empresas y corporaciones reducir lo que pagan muy por debajo de lo que está establecido oficialmente, como ocurre con el impuesto de sociedades. Los cálculos más modestos hablan de un fraude fiscal multimillonario, que significa que una parte de la población sigue eludiendo su responsabilidad, algo que los asalariados no pueden hacer.

Fraude fiscal  .......................

  Y sigue...https://www.infolibre.es/noticias/politica/2020/12/06/hasta_catorce_articulos_constitucion_siguen_sin_hacerse_realidad_anos_despues_aportacion_carta_magna_114139_1012.html

Y ver ..

Los artículos que menos gustan a los que tienen todo el día la Constitución en la boca

  https://www.cuartopoder.es/espana/2020/12/06/constitucion-constitucionalistas-casado-pp-voz-abascal-ciudadanos/