viernes, 17 de septiembre de 2021

El pelotazo en el Prat que intenta AENA .

                                                                              


Fotografía de la laguna de La Ricarda DEPANA

El debate sobre la ampliación de la pista en la reserva de la Ricarda esconde el “pelotazo” inmobiliario que se está preparando

Redacción

 El triangle.  

 El Gobierno español se ha hecho el ofendido y ha dicho que retira el proyecto de ampliación del aeropuerto del Prat que promueve la empresa Aena (participada con el 51% por el Estado) y que preveía una inversión de 1.700 millones de euros. La razón es la posición del Gobierno de la Generalitat de exigir que esta ampliación no afecte la laguna de la Ricarda, que está incluida en la Red Natura 2000.

 Pero, a continuación, la ministra de Transportes, Raquel Sánchez –que es la ex-alcaldesa de Gavà y que, por consiguiente, conoce perfectísimamente la problemática del aeropuerto– ha mostrado su predisposición a retomar las negociaciones con el presidente Pere Aragonès para conseguir una solución de consenso. En esta línea, ha abierto un plazo hasta finales de septiembre para llegar a un acuerdo.

 Estamos asistiendo a una partida de póquer donde parece que Aena esté dispuesta a hacer un regalo de 1.700 millones de euros a la metrópoli de Barcelona y que ERC, los comunes de Ada Colau y la CUP lo rechazan para proteger un rincón del delta del Llobregat. En la otra trinchera encontramos a los partidos de “orden” (PSC, PP, un sector de JxCat…) y a las organizaciones empresariales, encabezadas por Fomento del Trabajo, presidido por el ex-diputado de CiU, Josep Sànchez Llibre.

 Pero en esta comedia de enredos, nada es lo que parece. Para Aena, que ahora se hace la desentendida, es vital que salga adelante la ampliación del aeropuerto del Prat. Y si se tiene que preservar la laguna de la Ricarda, se preservará: se puede alargar la pista 200 metros –en vez de los 500 metros previstos en el proyecto– y todo el mundo contento.

 Porque el gran negocio de Aena al aeropuerto del Prat no es el supuesto incremento de pasajeros –hasta 90 millones anuales– que, si se hace la ampliación, se conseguirá con el incremento de vuelos y la nueva terminal orbital. El gran negocio son las 328 hectáreas de terreno que tiene Aena junto a la terminal T2 y que, actualmente, están vacías o mal aprovechadas.

 Aquí se prevé el desarrollo de un enorme complejo de oficinas, naves logísticas, hoteles…, con una superficie edificable de 1,8 millones de metros cuadrados. Este es el gran “pelotazo” inmobiliario que tiene en cartera Aena y que, cuando salga adelante, se convertirá en el proyecto urbanístico más grande de España, superando a la Operación Chamartín en Madrid.

 En tiempos del Gobierno de Mariano Rajoy ya se presentó, en 2018, un esbozo de esta macrooperación inmobiliaria que, después, ha quedado guardada en un cajón. Para Aena es esencial conseguir, como sea, la ampliación del aeropuerto, porque esta es la llave que abre el gran negocio del Prat, el de verdad.

 

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Ayuso y su Mano Invisible.

                                                                            


 

 La Mano Invisible de Ayuso

DAVID TORRES

Si hay algo que me fascina de los neoliberales es su desmedida pasión por el dinero público. No sólo los políticos, que esos van a piñón fijo, sino los intelectuales, escritores y artistas que no dejan pasar la ocasión de apadrinar cursos, conferencias y cursos universitarios, por no hablar de los que se rebajan a rebañar premios literarios de provincias. Su fervor y su ansia recaudadora recuerdan la de aquellos herejes exaltados que, en nombre de Jesucristo, se dedicaban exclusivamente al asesinato, el robo, la violación y la blasfemia, intentando acaparar el mayor número de pecados posible de manera que el mal se extinguiera cuanto antes sobre la superficie terrestre y así pudiera llegar el reino de los cielos. Seguramente, el neoliberal piensa (es un decir) que el dinero público es una ubre que acabará de dar leche más tarde o más temprano y que exprimirla al máximo es el camino más rápido para instaurar la economía de libre mercado.

En consonancia con estos principios, uno de los puntales del neoliberalismo europeo, el Instituto Bruno Leoni, ha premiado a Isabel Díaz Ayuso por su "defensa de la libertad de los ciudadanos" durante la gestión de la pandemia, un galardón que corrobora el espaldarazo en las urnas recibido por la presidenta. Nadie sabe muy bien quién financia el Instituto Bruno Leoni, una institución que el año pasado recibió más de medio millón de euros de procedencia tan misteriosa que merecería un especial de Iker Jiménez. Probablemente fuese la Mano Invisible, la misma que agita las aguas del libre mercado y que hace que los ricos siempre sean más ricos, los pobres más pobres y la electricidad más cara.

Lo asombroso de la victoria de Ayuso es que los madrileños, por el módico precio de unas cañas, decidieron olvidar que Ayuso representa la continuidad del gobierno más corrupto e indecente de España. Tan representativo que la propia Esperanza Aguirre -que dirigía la Comunidad de Madrid como si fuese la cueva de Alí Babá- ha bendecido el proyecto político de su ahijada oponiéndolo a los chiquilicuatres y niñatos de Pablo Casado. La libertad no era la ley de divorcio, ni la ley del derecho al aborto, ni la ley de matrimonio homosexual (el PP se opuso a todas ellas por principio, hasta que se divorciaron en masa, se casaron por parejas y se fueron a abortar a Londres) sino la libertad de tomarse unas cañas en una terraza.

La Mano Invisible (1)de Aguirre consiguió levantar a lo largo de años una docena de hospitales públicos sin variar apenas el número de plazas hospitalarias, algo verdaderamente difícil, casi un ejercicio de malabarismo inmobiliario, si uno lo piensa despacio. Eso por no hablar de sus sucesores en el cargo, célebres por sus privatizaciones de áticos y de botes de cremas en el Eroski. En los últimos tiempos, gracias a Ayuso, la Mano Invisible ha perfeccionado sus maniobras de trilero despachando a miles de profesores, médicos, enfermeros y sanitarios mientras aumentan significativamente las ayudas a la tauromaquia. Veinte siglos después, la sátira de Juvenal del panem et circenses se ha reencarnado en "cerveza y toros". En efecto, el neoliberalismo ha arraigado tan fuerte en la Comunidad de Madrid que la libertad está bajo fianza.

https://blogs.publico.es/davidtorres/2021/09/15/la-mano-invisible-de-ayuso/#

 Nota del blog ..-(1) Entiendase además , que   la mano invisible , es el neoliberalismo salvaje  y darwinista social  


El costo de las guerras americanas .

 Costos de la guerra de 20 años contra el terrorismo: $ 8 billones y 900.000 muertes

 El proyecto Costs of War está codirigido por Stephanie Savell Catherine Lutz   y Neta Crawford  

 PROVIDENCE, RI [Universidad de Brown] - Casi 20 años después de la invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos, el costo de su guerra global contra el terrorismo asciende a 8 billones de dólares y 900.000 muertes , según un nuevo informe del proyecto Costs of War de la Universidad de Brown. . 

El proyecto Costs of War , fundado hace más de una década en el Watson Institute for International and Public Affairs y codirigido por dos académicos de Brown, publicó su influyente informe anual antes del vigésimo aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York. City, Washington, DC y Pensilvania, el ímpetu de un esfuerzo estadounidense en curso para erradicar el terrorismo en el Medio Oriente y más allá.

El proyecto Costs of War está codirigido por Stephanie Savell (izquierda), Catherine Lutz (centro) y Neta Crawford (derecha).

"La guerra ha sido larga, compleja, horrible y sin éxito ... y la guerra continúa en más de 80 países ", dijo Catherine Lutz, codirectora de Costs of War y profesora de asuntos públicos e internacionales en Brown, durante una conferencia virtual. evento organizado por el Instituto Watson el miércoles 1 de septiembre. “El Pentágono y el ejército de los Estados Unidos ahora han absorbido la gran mayoría del presupuesto federal discrecional, y la mayoría de la gente no lo sabe. Nuestra tarea, ahora y en los años venideros, es educar al público sobre las formas en que financiamos esas guerras y la escala de esa financiación ".

La estimación de $ 8 billones del equipo de investigación representa todos los costos directos de las guerras del país posteriores al 11 de septiembre, incluida la financiación de las operaciones de contingencia en el exterior del Departamento de Defensa; Gastos de guerra del Departamento de Estado y costos relacionados con la guerra antiterrorista, incluidos los aumentos relacionados con la guerra al presupuesto base del Pentágono; cuidar a los veteranos hasta la fecha y en el futuro; Gasto del Departamento de Seguridad Nacional; y pagos de intereses sobre los préstamos para estas guerras. El total incluye fondos que la administración de Biden solicitó en mayo de 2021.

El número de muertos, que se estima en 897.000 a 929.000, incluye militares estadounidenses, combatientes aliados, combatientes de la oposición, civiles, periodistas y trabajadores de ayuda humanitaria que murieron como resultado directo de la guerra, ya sea por bombas, balas o fuego. Los investigadores señalaron que no incluye las muchas muertes indirectas que la guerra contra el terrorismo ha causado por enfermedades, desplazamiento y pérdida de acceso a alimentos o agua potable.

"Las muertes que contabilizamos son probablemente una gran subestimación del verdadero número de víctimas que estas guerras han cobrado en vidas humanas", dijo Neta Crawford, cofundadora del proyecto y profesora de ciencias políticas en la Universidad de Boston. "Es fundamental que tengamos en cuenta adecuadamente las vastas y variadas consecuencias de las muchas guerras y operaciones antiterroristas de Estados Unidos desde el 11 de septiembre, mientras hacemos una pausa y reflexionamos sobre todas las vidas perdidas".

El informe llega al final de una polémica retirada estadounidense de Afganistán, donde los insurgentes talibanes capturaron todas las ciudades importantes y tomaron el control gubernamental mientras las unidades militares estadounidenses trabajaban para extraer 123.000 soldados, diplomáticos y aliados. De los $ 8 billones, $ 2,3 billones se atribuyen a la zona de guerra Afganistán / Pakistán, según el informe.

En un discurso a la nación el martes 31 de agosto, el presidente Joe Biden citó las estimaciones de los costos de la guerra para transmitir la carga financiera y humana de la guerra de 20 años en Afganistán mientras defendía su decisión de retirarse del país.

"Ya no teníamos un propósito claro en una misión abierta en Afganistán", dijo Biden. “Después de más de $ 2 billones gastados en Afganistán, los costos que los investigadores de la Universidad de Brown estimaron serían más de $ 300 millones por día durante 20 años. Sí, el pueblo estadounidense debería escuchar esto ... ¿qué hemos perdido como consecuencia, en términos de oportunidades? ? ... Me niego a enviar a los hijos e hijas de Estados Unidos a pelear una guerra que debería haber terminado hace mucho tiempo ".

Incluso cuando Estados Unidos sale de Afganistán, las estimaciones de Costs of War muestran que los estadounidenses están lejos de terminar de pagar la factura de la guerra contra el terrorismo, que continúa en varios continentes. El costo acumulativo de la intervención militar en la zona de guerra de Irak / Siria ha aumentado a $ 2,1 billones desde el 11 de septiembre, y alrededor de $ 355 mil millones más han financiado la presencia militar en otros países, incluida Somalia y un puñado de países africanos.

Y cuando las guerras terminen, los costos de la guerra continuarán aumentando, señala el informe: un enorme $ 2.2 billones de las cuentas totales financieras estimadas para la atención futura que ya se ha reservado para los veteranos militares, dijeron los investigadores, y los EE. UU. y otros países podrían pagar el costo del daño ambiental causado por las guerras para las generaciones venideras.

"¿Qué hemos logrado realmente en los 20 años de guerras posteriores al 11 de septiembre y a qué precio?" dijo Stephanie Savell, codirectora del Proyecto Costos de la Guerra e investigadora asociada senior del Watson Institute. "Dentro de veinte años, todavía tendremos en cuenta los altos costos sociales de las guerras de Afganistán e Irak, mucho después de que las fuerzas estadounidenses se hayan ido".

El evento virtual del Watson Institute incluyó comentarios de varios investigadores asociados con el Proyecto Costs of War, el senador estadounidense Jack Reed, DR.I., y los representantes estadounidenses Barbara Lee, demócrata de California, David Cicilline, DR.I. y Ro Khanna, demócrata de California. Fue moderado por Murtaza Hussain, reportera de seguridad nacional de Intercept.

Estadísticas (en inglés)

Gastos (¿inversión?) de EEUU en las guerras (tener en cuenta que en EEUU llaman billones a los miles de millones, y trillones a los billones)

 

 

 Número de muertes

 

https://www.brown.edu/news/2021-09-01/costsofwar

 

Notadel blog . Las cifras de muerto son mayores..además falta Libia

........." Se estima que en Siria pereció medio millón de personas, la mitad de la población fue desplazada y un tercio sobrevive en campos de refugiados (Maget 2020). El 60% de los habitantes debe lidiar con el hambre, en una economía que tan sólo mantiene un tercio de su PBI anterior (Dahler, 2021). Se calcula que en Afganistán fueron ultimadas unas 241.000 personas y millones de familias perdieron sus hogares (Engelhardt 2021). En Sudán se computan 400.000 muertos y 3 millones de refugiados. En Yemen no hay "crisis de refugiados" porque el grueso de los sobrevivientes es masacrado. Los hospitales quedaron reducidos a escombros en medio del coronavirus y una epidemia de cólera (Pierson 2021). Los barcos con ayuda alimenticia son confiscados y la catástrofe humanitaria es silenciada por un desvergonzado apagón informativo"  .https://katz.lahaine.org/b2-img/FRACASOSFALACIASYREPLANTEOSENELGRANORIEN.pdf

En Libia  el cálculo más conservador ubica el número total de decesos –civiles, rebeldes, combatientes de Kadafi– en alrededor de 8 mil. Pero un académico de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Londres, que fue asesor de la oficina del exterior, calculó la cifra entre 20 mil y 30 mil personas. Los aviones de la OTAN no protegieron a civiles cuando atacaban a las fuerzas de Kadafi. Nada nuevo hicieron igual cuando bombardearon Servia y Kosovo. Al final el coste total de victimas  en  Libia segun otros analistas se acerca a 100.000 .


lunes, 13 de septiembre de 2021

El programa económico de la ultraderecha de la UE .

 El programa económico de la derecha radical europea: lo que dicen, lo que no dicen y lo que hacen

Àngel Ferrero  

 Muchas gracias a la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), y en especial a Laure Vega, por invitarme a esta mesa sobre una cuestión que nos ocupa desde hace unos años, como es el auge de la ultraderecha, a falta de un nombre mejor, porque es el concepto que mejor agrupa a diferentes corrientes de este espectro político.

Una cuestión que, por desgracia, probablemente nos seguirá ocupando en los próximos años: un estudio de 31 países europeos del especialista en ultraderecha Cas Mudde, los resultados del cual se publicaron en diciembre de 2020, mostraba que la percepción de que la ultraderecha se había debilitado como consecuencia de la pandemia de COVID-19 era errónea. Según este estudio, sólo la mitad de los partidos había perdido apoyos durante la primera oleada del coronavirus, mientras que el resto los ganó y 10 de ellos no experimentó ningún cambio en las encuestas de intención de voto; el impacto general era marginal: una variación de un 1% de media.

El motivo de mi presencia hoy en esta mesa es la publicación hace unos meses de un informe que el eurodiputado Miguel Urbán nos encargó al economista Ivan Gordillo y a mí. El informe, que puede descargarse de la página web de Miguel Urbán, se titula ‘El programa económico antisocial de la nueva derecha europea’. A continuación resumiré muy brevemente el contenido y los objetivos del informe para tratar a continuación otras cuestiones relacionadas con la ultraderecha. Digo “muy brevemente” porque la presentación del informe se ha publicado ya en español y en inglés y volverla a repetir aquí íntegramente significaría cometer un fraude intelectual, que es un delito frecuente en el mundo académico y los círculos culturales, particularmente en este país.

En el informe analizamos 10 partidos políticos representados en el Parlamento Europeo. Estos 10 partidos se repartían en el momento en que redactamos el informe en tres grupos: Identidad y Democracia (ID) –del que forman parte Agrupación Nacional (RN), de Francia; la Liga, de Italia; Alternativa para Alemania (AfD); el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ); e Interés Flamenco (VB), de Bélgica–, el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) –al que pertenecen Ley y Justicia (PiS), de Polonia; Hermanos de Italia (FI); Demócratas de Suecia (DI); y Vox, de España– y el húngaro Fidesz, que entonces se integraba en el Partido Popular Europeo (PPE). Después de su salida en marzo del PPE, los 12 eurodiputados de Fidesz han ido automáticamente al grupo de los no inscritos, a la espera de su posible incorporación a otro grupo, probablemente ECR, o la creación de nuevo grupo que fusione a los anteriores y con el cual se especula desde hace tiempo.

¿Por qué decidimos analizar los programas económicos de estos partidos? Lo hicimos conscientemente, para alejarnos de las críticas más habituales, centradas en su xenofobia o su moral reaccionaria. Como no nos hemos cansado de repetir, estos partidos alimentan la división y el enfrentamiento social explotando las líneas de fractura culturales: es su mejor táctica para crecer electoralmente. Lo es porque hay problemas sociales para los cuales no hay una respuesta clara: desde la integración de las comunidades de trabajadores inmigrantes hasta una política de transición ecológica que no cargue los costes sobre las espaldas de los trabajadores, pasando por uno de los temas favoritos de la nueva derecha radical como es el arrinconamiento de las culturales nacionales –sobre todo, evidentemente, la de las “grandes” naciones, no la de las pequeñas– ante la inmensa y devastadora influencia cultural de la cultura de masas y el ocio alienado procedente de Estados Unidos durante todos estos años de llamada “globalización”.

La crisis de los partidos de izquierdas en todo el continente favorece esta táctica. Sólo hace falta echar un vistazo a las encuestas de intención de voto de la mayoría de países: las excepciones a esta crisis –por muchas y diferentes razones que no son motivo de esta mesa– pueden contarse prácticamente con los dedos de una mano. Los cambios en la estructura social de la base de la izquierda –más urbana, más frecuentemente con titulación universitaria y en no pocas ocasiones de clase media o hasta media-alta– dan pie a la caricatura que la ultraderecha utiliza hasta la extenuación en sus intercambios de golpes, que no debates, en las redes sociales.

En este contexto, presentarse como representantes del “ciudadano común” y hasta del “trabajador” –por supuesto, del “trabajador nacional” antes que ningún otro–, empleando una retórica populista, y hasta pseudosocialista, entre otras estrategias de apropiación que no por históricamente conocidas dejan de ser efectivas, les ha permitido ir obteniendo conquistas electorales, como hemos visto repetidamente en los últimos años.

La información que recogimos en el informe deja al descubierto, obviamente, otra realidad. Una de las demandas más repetidas de los partidos ultraderechistas es, por ejemplo, la aprobación de un tipo fijo sobre la renta, más conocido por su expresión inglesa, flat tax, es decir, que el porcentaje del impuesto a aplicar sea constante, con independencia del nivel de ingresos. La Liga y Hermanos de Italia lo fijan en el 15%, Fidesz en el 16% y Vox en el 20%. Esta medida la defienden con la típica falacia neoliberal de que un tipo fijo sobre la renta simplificaría el proceso de declaraciones y recaudación de impuestos y que, gracias a eso, se reduciría la burocracia. Estas llamadas a la contención del gasto pública se limitan, sin embargo, al ámbito de la administración o los servicios públicos, no al de los cuerpos y fuerzas de seguridad que, muy al contrario, piden aumentar.

Como también recordaba Ivan Gordillo en la presentación del informe, una caída pronunciada de los ingresos del tesoro público como consecuencia de la reducción de impuestos tampoco permitiría financiar los programas de medidas “sociales” que la ultraderecha pregona. Gordillo señalaba otra contradicción no menos importante: el proteccionismo propuesto por la ultraderecha, aparentemente patriótico, consiste en defender a unas determinadas empresas nacionales, favoreciendo su producción respecto a las empresas extranjeras importadoras. Ahora bien, la propiedad de muchas de estas empresas, como añadía de inmediato Gordillo, puede ser muy difícil de determinar o puede ser muy difusa si recae en manos de grupos financieros inversores o grandes conglomerados bancarios, como es el caso de las empresas que cotizan en bolsa.

Además de todo eso, en los programas económicos de la ultraderecha no se encuentra por ningún lugar un plan estratégico para la transformación del modelo productivo que esté basado en la demanda interna y las necesidades de la población. Por eso lo veníamos a decir en las conclusiones del informe es que lo verdaderamente esconden estos programas es una batería de medidas en última instancia en detrimento del trabajo y favorables al capital. O, para ser más precisos, a determinados sectores del capital, ya que la ultraderecha no es la opción política de determinados sectores empresariales, sobre todo los más dinámicos, como el de las nuevas tecnologías digitales, como muestra el caso de Estados Unidos. El vacío que dejase el Estado del Bienestar en su retroceso lo ocuparía la iniciativa privada y los servicios de caridad.

Aunque encontramos diferentes similitudes entre los programas, conviene matizar que no hay un programa económico común a todas las fuerzas políticas: mientras Agrupación Nacional se opone a los tratados de libre comercio, por ejemplo, los Demócratas Suecos son partidarios de ellos, sobre todo con el Reino Unido post-Brexit y Estados Unidos. En términos generales, puede afirmarse que los partidos del grupo Identidad y Democracia (ID) acostumbran a ser más “populistas” que los del Grupo de los Reformistas y Conservadores de Europeos (ECR).

Consultando los programas, también nos sorprendió el detalle y el acento social que presentaba el de Agrupación Nacional frente al de otros partidos –de hecho, la mayoría– que tienen programas económicos mucho más esquemáticos. Esta característica la consideramos un síntoma de las escasas propuestas que tienen a hacer los partidos de la ultraderecha en este ámbito que los distinga a la hora de la verdad de otras formaciones de la derecha y, por extensión, de su interés en amplificar la retórica de confrontación y librar ‘guerras culturales’ que ayuden, también, a encubrir estas carencias.

Llegados a este punto, no está de más observar aquí la ironía que afecta a dos de los partidos analizados, Ley y Justicia (PiS) y Fidesz, que gobiernan desde hace años en dos países, Polonia y Hungría, y en consecuencia sirven como modelo para el resto. Hungría y Polonia presentan como es sabido una considerable dependencia de los fondos estructurales y de inversión de la Unión Europea. En el período 2014-2020 Hungría ha recibido más de 25 mil millones de euros a través de 9 programas de fondos estructurales de inversión comunitarios, una media de 2.532 euros por persona. En el mismo período Polonia recibió más de 86 mil millones de euros, una media de 2.262 euros por persona. En comparación, España recibió más de 39 mil millones de euros que se tradujeron en 856 euros por persona.

Esta paradoja entre el discurso y la práctica “soberanista” en Polonia y Hungría es aún más estridente si se buscan los porcentajes de Inversión Extranjera Directa (IED), que muestran la profundidad con la que ha penetrado el capital alemán en Europa occidental. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), hasta un 25,4% de la IED en Hungría procedía de Alemania (datos de 2017), un 20,1% en el caso de Polonia (datos de 2018). En 2018 Alemania fue, a su vez, el país al que más exportaron Hungría (26,8%) y Polonia (27,3%). Si entramos en detalle en qué exportaron estos dos países encontramos que los vehículos a motor y componentes para el automóvil son el producto más exportado –Hungría (26%), Polonia (13%)– seguido por los equipos electrónicos –Hungría (26%), Polonia (10,7%)–.

Lo que demuestran estos datos es que a pesar de toda su retórica “soberanista”, las economías de Hungría y Polonia siguen integradas en la alemana como “semi-periferia” de este país. De manera no muy diferente, antes de la pandemia los húngaros eran la segunda comunidad de inmigrantes en Austria (datos de 2018). La oficina de estadística de este país calculó que un 2,5% de su fuerza de trabajo es de esta nacionalidad. Una estadística, no obstante, que no tiene en cuenta a los trabajadores transfronterizos, es decir, a quienes tienen su residencia en Hungría pero cruzan la frontera a diario para trabajar en Austria, o sólo viven durante la semana laboral. ¿Y qué tipos de trabajos hacen los inmigrantes húngaros en Austria? Pues los más precarios: cerca de 11.500 de estos inmigrantes trabajaban en la hostelería y cerca de 9.000 en la restauración. El resto lo hacían como conductores de camión, auxiliares de limpieza, obreros de la construcción, y en las industrias cárnicas y gasolineras, donde se calculó que uno de cada tres empleados era húngaro. En septiembre de 2018 el ministro de Finanzas húngaro, Mihály Varga, afirmó que los húngaros, gracias a la política de Fidesz, finalmente volvían a su patria después de años de trabajar en el extranjero. La realidad, en cambio, decía una cosa muy diferente.

Hungría y Polonia son, como se sabe, dos de los referentes de Vox, del que me gustaría ocuparme a continuación.

Primero resumiré algunas de sus propuestas económicas más importantes, que coinciden con el patrón que grandes trazos he presentado. Son: reducción de lo que llaman “gasto político”, con la eliminación de cargos y organismos, la fusión de ayuntamientos y la eliminación del modelo autonómico; derogación de cinco normativas por cada una promulgada (una medida copiada del programa electoral de Donald Trump); tipo único (flat tax) sobre la renta del 20% hasta los 60 mil euros y del 30% por encima de esta cantidad; reducción del impuesto de sociedades al 20%; beneficios fiscales para las familias numerosas; eliminación del impuesto de sucesiones (que llaman, siguiendo al Partido Republicano de los Estados Unidos, “impuesto sobre la muerte”); fomentar la reindustrialización con esquemas de cooperación público-privados; priorizar la contratación pública de empresas y trabajadores españoles; liberalización del suelo edificable; y medidas de apoyo a los autónomos y parados de larga duración como la eliminación de las cuotas para los autónomos si no perciben una cantidad de ingresos y beneficios fiscales para las empresas que contraten a parados de larga duración y mayores de 50 años.

De esta breve enumeración puede concluirse la escasa originalidad y el neoconservadurismo del programa económico de Vox. Daniel Rueda ha calificado en un artículo la construcción ideológica de Vox de pastiche. Creo que es una buena definición. Vox ha ido tomando de aquí y de allá componentes discursivos que han funcionado a partidos similares en otros países o que pueden apelar a diferentes sectores de su electorado en función de su generación o clase social, aunque parezcan estar fuera de lugar en la realidad española.

Haría evidentemente falta un estudio detallado de su discurso, pero podemos citar, de pasada, los siguientes: el trumpismo (desde el eslogan ‘Hacer España grande otra vez’ hasta propuestas como la ya citada derogación de cinco normativas por cada una promulgada); la alt-right estadounidense, sobre todo en su uso de las redes sociales, vocabulario y lugares comunes, y en su penetración ideológica en las comunidades digitales, principalmente las formadas por hombres adolescentes; la nueva derecha europea, en particular en sus textos más teóricos; el nacionalismo español, con su revisionismo histórico y la defensa de un Estado unitario que aplaste al resto de naciones que forman parte de él, así como la defensa de las manifestaciones culturales que supuestamente lo caracterizan (como la tauromaquia); el nacionalcatolicismo, con el anticomunismo visceral que conlleva; la “izquierda” falangista representada por Ramiro Ledesma Ramos, a quien Santiago Abascal ha citado en alguna ocasión, sin mencionarlo, y que toma cuerpo en la formación de un pseudosindicato, Solidaridad, que copia su nombre del célebre sindicato católico polaco; y así sucesivamente.

Rueda se apresuraba a añadir que cometeríamos un grave error de subestimar esta mezcla ecléctica, por ridícula y precipitada que nos parezca, porque ha demostrado con creces su efectividad: a día de hoy Vox sigue siendo la tercera fuerza política en las encuestas, con un porcentaje de votos bastante sólido, de entre el 12% y el 15%. Como dije en la presentación en Barcelona del libro de Miguel Urbán sobre Vox, sin conciencia de clase –que se crea a través de un tejido asociativo y de organizaciones en las que los trabajadores participan y se sienten representados–, el voto obrero puede ser movilizado con factores culturales, llamadas a la seguridad ciudadana y promesas de mejoras laborales.

En las elecciones andaluzas de 2018 –las primeras donde entraron en un parlamento, precedidas de muchas bromas por el anuncio electoral en el que salía Abascal a caballo– el mismo Abascal habló de Vox no como “de un partido de extrema derecha, sino de extrema necesidad”. Esta expresión la tomó del fundador del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), Diamantino García. En su libro, Urbán también destacaba cómo más de la mitad de quienes siguen a Vox en redes sociales tiene menos de 44 años, más de las tres cuartas partes no han cumplido aún los 55 años y sólo un 12% son jubilados.

¿En qué se ha traducido todo esto? La mejor manera de buscar una respuesta es comenzar por sus resultados por barrios. En las elecciones al Congreso de los Diputados de 2019, Vox obtuvo buenos resultados en Barcelona en los barrios de Pedralbes (12%) o Sant Gervasi-La Bonanova (8,7%), pero también resultados destacables en Torre Baró (12,9%), Baró Viver (12%), Ciutat Meridiana (10%), Besòs i el Maresme (9,7%), Les Roquetes (9,1%), Trinitat Nova (9,7%), Verdun (8,2%), La Teixonera (7,9%) o el Carmel (7,5%).

En las elecciones al Parlament de Catalunya de este año los resultados fueron bastante similares: 17% en Pedralbes, 12% en Sant Gervasi-La Bonanova o un 9,5% en Sarrià, pero también un 17.7% en El Carmel, un 12,5% en Trinitat Nova, un 12% en Ciutat Meridiana, un 11,8% en Canyelles o un 10,7% en el Besòs, y, en general, resultados de entre el 5% y el 7% en el resto de barrios de la periferia. Incluso si la suma de fuerzas de centro-izquierda e izquierda en los barrios trabajadores arroja una mayoría clara, son porcentajes que no pueden dejarse pasar por alto y que conviene abordar.

Acabo citando al mismo autor con el que he comenzado, Cas Mudde, quien, en un artículo reciente, planteaba cómo la pandemia “ha mostrado la importancia de la competencia, la experiencia y las cuestiones socioeconómicas, como los sistemas públicos de salud y el Estado del Bienestar”, y cómo eso mismo crea “una oportunidad para los partidos progresistas, mucho de los cuales han estado marginados en un mundo político dominado por cuestiones socioculturales, como la identidad y la seguridad”.

Para evitar que la nueva situación acabe siendo explotada por el populismo ultraderechista o vuelva a manos de los socialdemócratas de la “tercera vía” que son quienes en buena medida nos trajeron hasta aquí en un primer momento, Mudde planteaba cuatro grandes ejes para una política de transformación social que merece la pena tener en cuenta y que sirven, también, para privar de oxígeno a la ultraderecha.

El primero, “repolitizar la política”, abandonar la política “tecnocrática” y “pragmática”, y ofrecer planes de futuro realistas y convincentes; el segundo, controlar la agenda política, y no que la agenda política los controle a ellos, ni que sean los partidos de la ultraderecha y derecha quienes marquen los temas y el marco del debate, normalmente sobre cuestiones de identidad y seguridad; el tercero, redefinir Europa, en la línea de lo que ha mostrado la pandemia: que la coordinación y cooperación internacional más allá de las fronteras de la Unión Europea es clave para resolver los retos del siglo XXI, una tarea que la opacidad con la que trabaja la Comisión Europea dominada por una ‘gran coalición’ entre socialdemócratas y conservadores no ayuda; y el cuarto, aceptar los cambios que vayan en la dirección correcta, ni que sea tímidamente, para asegurar un futuro de mayor justicia social para Europa, ya que, de lo contrario, los partidos progresistas corren el riesgo de caer en la marginalidad.

Muchas gracias.

https://www.sinpermiso.info/textos/el-programa-economico-de-la-derecha-radical-europea-lo-que-dicen-lo-que-no-dicen-y-lo-que-hacen