Neofascismo . La bestia neoliberal
¿Pueden agruparse las nuevas tendencias de extrema derecha bajo la
divisa del fascismo, del (neo) fascismo? ¿Qué diferencias existen entre
las formaciones e ideologías de ultraderecha y las llamadas «fascistas»?
¿Estamos recorriendo, aun con diferentes acentos y modulaciones, la
misma trayectoria que tomó Europa en las décadas de 1920 y 1930? ¿Hay
paralelismos entre las dictaduras de los años setenta en América Latina y
las prácticas, presentes o anunciadas, de algunos gobiernos en las
Américas? ¿Es el neoautoritarismo de mercado un peldaño, un elemento
intrínseco o una desviación de un posible (neo)fascismo? ¿Nos condenan
nuevamente las circunstancias a revivir la barbarie de la exclusión, la
persecución e incluso la aniquilación del disidente, en nombre de la
pureza y el vigor de las naciones… o únicamente de una voluntad de
recuperar la tasa de ganancia del capital?
Estos interrogantes y otros similares se plantean con recurrencia en la
opinión pública europea desde hace años. El inesperado triunfo de Donald
Trump, seguido del auge de otras agrupaciones nacionales de extrema
derecha, los provoca. El estupor de los sectores progresistas ante el
presente ascenso ultraderechista los hace más acuciantes, si cabe. Y,
ante tanta incertidumbre acumulada, solo un indicio parece verosímil: la
conexión del incremento neofascista con la crisis y recomposición del
capitalismo financiero global, con el incremento de las dinámicas de
acumulación por desposesión, de la violencia y el conservadurismo moral,
con el machismo, la xenofobia, el racismo y con el malestar larvado en
las sociedades tras su desencadenamiento, que explota de manera
fragmentada y cada vez menos esporádica.
Como apuntó en una época oscura Walter Benjamin, no se puede abordar la
cuestión del fascismo sin plantearse la del capitalismo. Sería como
indagar en los efectos sin interrogarse sobre las causas, tal como
indicaba, en ese mismo tiempo, Bertolt Brecht. Lo más evidente a este
respecto es apreciar cómo, ayer igual que hoy, las desigualdades y la
impotencia difusa a las que nos aboca el capitalismo desenfrenado son
respondidas por parte de las elites, pero consiguiendo gran respaldo
popular, con una reavivación del mito cohesivo y protector de la nación,
mucho más cohesionada si se identifica en sus adentros o en el exterior
la figura de un enemigo colectivo que sacrificar. Un enemigo que hoy
apunta hacia las mujeres, las personas refugiadas, las personas pobres o
racializadas.
Menos evidente aparece a nuestros ojos, aunque ya se reveló en época de
entreguerras, cómo las vías de acumulación capitalista que resultan en
situaciones de práctico monopolio terminan reclamando, para un gobierno
eficaz de la economía, fórmulas autoritarias que exceden el Estado
democrático y constitucional. El abandono desde la década de 1980 de las
funciones democratizadoras típicas del Estado social, desde la
desmercantilización de espacios sociales a la diversificación de la
economía o el combate por la igualdad real, resucitó la dinámica
inmanente al capitalismo desbocado, volviendo a colocarnos en un
escenario de gobierno corporativo transnacional, un autoritarismo de
mercado establecido por la nueva Lex Mercatoria, que necesita ser
compensado o sostenido con prácticas autoritarias nacionales.
No cabe duda de que las soluciones políticas que ofrecen las formaciones
ultraderechistas se anclan en profundas necesidades psicológicas de
carácter colectivo. Entre ellas, sobresale la necesidad de comunidad,
ante un marco de competitividad individualista descarnada. Pero también
destaca la necesidad vital de sentirse partícipe activo de la comunidad
en la que se vive. La gestión de la crisis financiera, presidida por la
máxima del «No hay alternativa», puesta en práctica con toda virulencia
en Grecia, ha sembrado en el ánimo colectivo una sensación de impotencia
que comienza a reclamar, para sanarse, liderazgos autoritarios y
ejecutivos, capaces de decidir haciendo estallar las mallas de la
legalidad. En esta misma dirección apunta el sentimiento difuso de
desafección provocado por la independización de los representantes
públicos, traducida en muchas ocasiones en «cartelización» organizada
para fines corruptos de enriquecimiento privado. La corrupción se
convierte en el eje para justificar la necesidad de liderazgos
autoritarios, que, como evidencia el caso de Brasil, acaban
transmitiendo la idea de que los mecanismos de la democracia
representativa resultan estériles para librarse del saqueo pilotado por
las elites políticas. En ambos lados del Atlántico vuelve a extenderse
en el alma colectiva la necesidad de liderazgos carismáticos que
conecten en bloque con los ánimos de intervención inmediata, sin
mediaciones ni contenciones jurídicas, en el terreno político.
Bajo el capitalismo salvaje, no solo se erosionan los mecanismos típicos
de la representación y de la garantía del interés general. El incentivo
público generalizado de que goza la cultura empresarial (del llamado
«emprendimiento»), ajustándose sin roces a las necesidades de
acumulación del capital, se adecua mal a los requerimientos culturales
–pluralistas, igualitarios, horizontales– de una democracia. El culto a
la individualidad triunfante y con capacidad de mando, que solo prospera
por la obediencia disciplinada del conjunto, fomenta los valores
autoritarios y jerárquicos cuando se traslada a la polis. Los
principios morales que rigen en muchas escuelas de negocios, conducentes
al éxito individual con desprecio de la cooperación colectiva y con
necesidad de instrumentalizar, cosificándolos, a los semejantes,
procuran un ecosistema inmejorable al fascismo rampante si terminan por
convertirse, como ocurre en nuestros días, en una ética social.
Asistimos además, y de manera paralela, al auge de los discursos
conservadores y violentos, reforzándose los tradicionales ejes de
dominación colonial, eurocéntrica, racista y patriarcal sobre el
trabajo, las y los migrantes y, muy en particular, sobre las mujeres.
Utilizando la religión, los valores conservadores tradicionalistas, la
difamación, el discurso del miedo al otro y la exacerbación del mandato
de la masculinidad, se rearma un andamio ideológico / jurídico orientado
a potenciar modelos de sumisión y explotación violenta de una mayoría
de la población, con especial impacto de género, y sin duda necesarios
para mantener los procesos de acumulación y de control social.
Así, la propia cultura que se extiende en nuestros modelos de sociedad
propicia el abandono de los valores democráticos y el abrazo a las
tácticas del fascismo. En su plena orientación hacia el futuro, tiende a
relegar las exigencias instructivas de la memoria democrática, olvido
agravado en aquellos países que transitaron a la democracia sin romper
con las dictaduras que los habían oprimido. Conocer las dinámicas que
condujeron a los fascismos y sus prácticas de exterminio y dominación no
garantiza, es cierto, el no repetir la barbarie, pero sí introduce
dispositivos de amortiguación y freno, que contribuyen a prevenirla.
En el imprescindible documental de Chris Marker sobre las izquierdas mundiales en las décadas de 1960 y 1970, El fondo del aire es rojo,
se funden en planos consecutivos las manifestaciones de neonazis
americanos y las de los ejecutivos de Wall Street, coincidentes en su
agresivo belicismo y en su furibundo anticomunismo ante la Guerra del
Vietnam. Liberalismo económico y fascismo político, frente a la
tergiversación inducida durante décadas de corrección teórica
demoliberal, terminan reclamándose mutuamente.
Con este escenario de fondo, el presente libro pretende indagar en los
diferentes flancos de esa compenetración, tratando de resolver
incógnitas fundamentales que flotan hoy en la esfera pública y de
destapar complicidades que permanecen todavía ocultas a los ojos
generales. Para tal fin, los diferentes trabajos se organizarán en dos
grandes bloques temáticos. El primero atiende al aspecto general teórico
e histórico del asunto, para anclar las posibilidades reales del mismo
uso del término «neofascismo». Resulta fundamental conocer bien el
ascenso de los fascismos en el mundo de entreguerras, y sus vínculos con
el capitalismo, para trazar los paralelismos pertinentes, y también
para prescindir de las comparativas más simplistas. Igualmente crucial
nos parece la delimitación conceptual del fascismo, tanto en sus formas
pasadas de expresión, cuanto en las que comienzan a emerger en la
actualidad. Y habrá que atender también a las diferentes líneas de
evolución que están desembocando en el auge de unas fuerzas que, si hoy
se presentan como ultraderechistas, incuban ya, de forma inequívoca, la
serpiente del fascismo futuro.
El segundo de los bloques consta de ensayos de tono empírico, centrados
ya en el análisis de experiencias de dominación ancladas en los axiomas
neofascistas. Su campo de pruebas lo proporcionan en ocasiones
trayectorias estrictamente nacionales, y, en otras ocasiones, escenarios
transnacionales que consienten la comparación de itinerarios y
prácticas locales. Interesa en este apartado el examen de los ejes y
dispositivos de dominación, que promueven la jerarquización social
fascista o que se encuentran inspirados directamente en fórmulas
neofascistas, en los ámbitos de la convivencia, el trabajo, la
comunicación, la religión o el feminismo.
Para elaborar la proyectada obra colectiva hemos apostado por una
aproximación pluridisciplinar e internacional, reuniendo a quince
personas que tienen en común el hilo del pensamiento crítico. Las y los
autores, procedentes de Ecuador, Colombia, Brasil, Argentina y España,
cultivan materias como la filosofía política, el derecho, la sociología,
la antropología, la teología, la comunicación o la historia. Desde la
pluralidad epistemológica, los capítulos, en diálogo permanente entre
los conceptos compartidos, se esfuerzan en entender y razonar sobre uno
de los fenómenos más complejos, que afecta a todos los aspectos de la
sociedad y que no es reducible a un solo plano.
El resultado de este trabajo colectivo, pluridisciplinar y
transatlántico es un libro que aporta instrumentos al análisis de lo que
acordamos denominar como «neofascismo», los cuales explican sus
múltiples dimensiones y que desmontan lugares comunes y prejuicios
generados muchas veces por los propios movimientos de extrema derecha,
pero que se consolidan al ser repetidos por otros partidos y por los
medios de comunicación.
Precisamente por lo que acabamos de explicar, el libro sirve de
instrumento para combatir los discursos de la ultraderecha en un momento
en el que estos son amplificados por muchos medios de comunicación, que
los sitúan en el centro del debate, con propuestas que suponen amenazas
para los derechos humanos y para la democracia. Este libro, escrito
desde el rigor intelectual de sus autores y autoras, tiene una clara
vocación de ser, ante todo, una herramienta útil en la lucha contra los
neofascismos.
Fuente...
domingo, 21 de julio de 2019
sábado, 20 de julio de 2019
La bancarrota moral de Occidente .
Bancarrota moral de Occidente en evidencia
Por Esto!
La bancarrota moral de las potencias occidentales integradas en la OTAN bajo la batuta de Washington quedó al descubierto con la reciente publicación de varios informes noticiosos separados que ilustran la hipocresía de los gobiernos occidentales por la forma en que se priorizan los temas o se les dejan inconexos en sus medios principales de prensa, al servicio obediente de la propaganda del poder estatal y el corporativo.
Pensamos, en primer lugar, en la investigación dirigida por los Países Bajos (Holanda) sobre el derribo en 2014 del avión MH17 de Malasia, que culpó a Rusia por el desastre en el que murieron las 298 personas que viajaban a bordo.
Esa investigación, que duró casi cinco años, jamás proporcionó prueba creíble alguna de la culpabilidad rusa, sin embargo, los investigadores integrados en un equipo investigador internacional (ECI) encabezado por Holanda, mostraban acusaciones reiteradas de que Rusia había suministrado un misil antiaéreo a los rebeldes ucranianos que supuestamente volaron el Boeing 777 desde el aire.
Pese a que los evidentes fallos en el debido proceso negaban a las acusaciones del ECI la debida credibilidad, los gobiernos y medios de prensa occidentales encabezados por los de EEUU, Gran Bretaña y otros miembros de la OTAN pedían a Rusia que aceptara la “investigación” del ECI, difamando a Moscú como culpable de causar el derribo del MH17.
El Primer Ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, denunció ese informe tildándolo de “ridículo rumor destinado a servir a la acusación contra Rusia”. De manera reveladora, esos importantes comentarios del Primer Ministro malayo prácticamente no fueron difundidos en los medios de comunicación occidentales.
Rusia, así como los rebeldes ucranianos pro-rusos, rechazaron vehementemente las acusaciones de su participación en el desastre del MH17. Las reiteradas ofertas de Rusia de aportar información a la investigación eran rechazadas por el ECI dirigido por Holanda. Sin embargo, la investigación de Rusia descubrió pruebas de radar y forenses de que un misil antiaéreo disparado contra el avión de pasajeros procedía en realidad de fuerzas militares bajo el mando de los gobernantes de Kiev. La evidencia rusa fue sistemáticamente ignorada por los informes de medios occidentales. A las autoridades políticas y de inteligencia de Kiev se les había permitido participar en la investigación del ECI y enmarcarla para inculpar a Rusia.
Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN apoyan al régimen de orientación neonazi dominado por Kiev, tanto financiera como militarmente, desde que tomó el poder en un violento golpe de Estado en 2014. Eso debió haber sido el verdadero foco del escándalo en la historia del MH17.
A raíz del embrollo del MH17, los gobiernos occidentales han seguido imponiendo sanciones a Rusia que le han costado a la economía de ese país unos 50.000 millones de dólares. Los estados occidentales y sus medios de prensa presentan a Rusia y al presidente Putin como un paria, entre otros improperios.
Llama la atención la prioridad indebida que se han dado a las dudosas solicitudes del ECI respecto a otros acontecimientos igualmente publicados recientemente. Uno de ellos fue el terrible número de víctimas mortales entre la población civil de Yemen infligido por la guerra que los saudíes libran en ese país con apoyo occidental. Se calcula que en los últimos cuatro años han muerto más de 90.000 personas a causa de la violencia, y que la mayoría de las víctimas civiles han sido causadas por ataques aéreos de Arabia Saudita.
Es un hecho indiscutible que Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y otras potencias de la OTAN han estado armando al régimen saudí con aviones de guerra, helicópteros, misiles y logística para llevar a cabo esta matanza de civiles yemeníes lo que los hace cómplices de crímenes de guerra.
El presidente Trump sigue presionando a los legisladores estadounidenses a aprobar ventas de armas multimillonarias a Arabia Saudita, no obstante la matanza. El gobierno británico y su aspirante a primer ministro, Boris Johnson, afirman que sus ventas de armas no están implicadas en la muerte de civiles yemeníes, lo que supone una negación flagrante de la realidad.
Un tribunal británico dictaminó recientemente que las exportaciones de armas del Reino Unido infringían sus propios supuestos códigos éticos que protegen la vida de los civiles en los conflictos. El gobierno británico está dispuesto a apelar el fallo de la corte y probablemente lo ignorará de todos modos, dada la relación sistemática de Gran Bretaña armando a Arabia Saudita -el mayor mercado de exportación de armas del Reino Unido- año tras año.
Los medios occidentales informan mínimamente sobre el escandaloso sufrimiento humano en Yemen. Toda la barbarie y la culpabilidad de los gobiernos occidentales son en gran medida silenciadas y omitidas por los medios controlados por estos gobiernos machihembrados con el imperialismo estadounidense.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.com/
viernes, 19 de julio de 2019
¿Quién es Ursula von der Layen ?
¿Quién es Ursula von der Layen ?
Rafael Poch
Eurasia.
Ursula von der Layen pertenece a una familia gran burguesa alemana. Es hija de Ernst Albrech, ex presidente regional alemán. Más que por mérito propio, fueron sus excelentes conexiones familiares las que le permitieron abrirse paso en la familia conservadora alemana. No fue candidata en las elecciones europeas, ni participó en la campaña. Carece de experiencia europea y llega a la presidencia por una ambigua carambola activada por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien por un lado logra poner a una compatriota, Christine Lagarde al frente del BCE -evitando al jovencito talibán de Merkel, Jens Weidman- mientras que por el otro sitúa a una alemana al frente del cargo más importante de un club que ya estaba excesivamente dominado por alemanes, bien en los cargos clave, bien en los inmediatamente siguientes en el escalafón. Y no es una alemana cualquiera.
En materia de seguridad europea, hay diferentes alemanes. En los años sesenta y setenta, fueron alemanes como Willy Brandt y Egon Bahr quienes le pusieron valiosas cataplasmas a la guerra fría mediante el diálogo con el Este que aplacó no pocas tensiones. Hoy aquella generación ha desaparecido. Desde la reunificación de Alemania (1990) y al calor de su retomado nacionalismo, se han acabado los complejos de culpa por las guerras del pasado. En esa tendencia general, Ursula von der Layen representa, como el reaccionario ex Presidente federal Joachim Gauck, al ala más vehemente.
Von der Layen es una abogada de la « contención », es decir del espíritu de la guerra fría contra ese “kremlin que no perdona ninguna debilidad” y obliga a que “Europa tenga que actuar desde una posición de fuerza”. Una persona que se jacta de la vergonzosa (para cualquiera con memoria histórica) presencia militar alemana en las repúblicas bálticas (“somos la única potencia continental europea que mantiene una presencia destacada en el área báltica protegiendo a nuestros amigos bálticos”), y de la absurda y mortífera presencia militar en países lejanos (“somos el segundo mayor suministrador de tropas en Afganistán”).
Lo más probable es que Rosita sea una presidenta de la Comisión que nos retroceda a épocas anteriores a la Ostpolitik y la distensión, es decir a todo aquello que los socialdemócratas como Willy Brandt, Bruno Kreisky y Olof Palme introdujeron en el continente en los inicios históricos de cierta autonomía europea después de De Gaulle: la idea de que la seguridad europea debe ser una cuestión conjunta y negociada, y no el resultado de la preponderancia militar de un bloque.
Al mismo tiempo, von der Layen no es una gran figura de la derecha. Es más bien un peso ligero. Fue una pésima ministra de defensa en Alemania, que fue claramente sobrepasada por su función de ministra, promotora del incipiente intervencionismo militar alemán que tanto cuesta imponer a una sociedad todavía alérgica al militarismo. También ha sido, bajo la batuta de Merkel, artífice del horizonte del gasto alemán del 2% del PIB en defensa, tal como pide Trump y de los desfiles militares en el Báltico.
La nueva presidenta es también una ex ministra con sospecha de escándalos sobre corrupción y pagos desmesurados a “consejeros” en materia de modernización del ejército alemán, en la renovación del buque escuela de la marina Gorch Fock y otros. La prensa alemana, y detrás de ella la europea, no ha hecho cuestión de ello. Tengan la sustancia que tengan estos escándalos, la indulgencia que ha merecido von der Layen sería inimaginable si la candidata hubiera sido, italiana, francesa, o meridional en general.
¿Quién gana con su presidencia? Si hay algún ganador son los Estados Unidos “y con ellos sus ayudantes en Europa, es decir Macron, Merkel, los gobiernos de Polonia y las repúblicas bálticas, así como toda una serie de otros gobiernos de la UE”, dice Albrecht Müller, un socialdemócrata que fue consejero de Willy Brandt.
En resumen: La UE ha puesto en su presidencia a una partidaria acérrima de la militarización, abogada del complejo militar-industrial y decidida atlantista. En el BCE, una gestora que viene del FMI, más abogada que economista que irradia menos confianza que su antecesor, Draghi. Esta nueva dirección más floja, diluirá, seguramente, la buena noticia del relevo: la de Josep Borrel al frente de la política exterior. Borrell es uno de los raros políticos españoles con sentido de Estado y solvente en materia de relaciones internacionales. Demasiado bueno para nuestro PSOE, pero claramente limitado por el contexto: un club más fragmentado y debilitado que el de hace cinco años, que complicará, aun más, la formulación de una inexistente política exterior autónoma y unificada en materia de lo más urgente: Oriente Medio, belicismo, Rusia y China.
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Rafael Poch
Eurasia.
Ursula von der Layen pertenece a una familia gran burguesa alemana. Es hija de Ernst Albrech, ex presidente regional alemán. Más que por mérito propio, fueron sus excelentes conexiones familiares las que le permitieron abrirse paso en la familia conservadora alemana. No fue candidata en las elecciones europeas, ni participó en la campaña. Carece de experiencia europea y llega a la presidencia por una ambigua carambola activada por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien por un lado logra poner a una compatriota, Christine Lagarde al frente del BCE -evitando al jovencito talibán de Merkel, Jens Weidman- mientras que por el otro sitúa a una alemana al frente del cargo más importante de un club que ya estaba excesivamente dominado por alemanes, bien en los cargos clave, bien en los inmediatamente siguientes en el escalafón. Y no es una alemana cualquiera.
En materia de seguridad europea, hay diferentes alemanes. En los años sesenta y setenta, fueron alemanes como Willy Brandt y Egon Bahr quienes le pusieron valiosas cataplasmas a la guerra fría mediante el diálogo con el Este que aplacó no pocas tensiones. Hoy aquella generación ha desaparecido. Desde la reunificación de Alemania (1990) y al calor de su retomado nacionalismo, se han acabado los complejos de culpa por las guerras del pasado. En esa tendencia general, Ursula von der Layen representa, como el reaccionario ex Presidente federal Joachim Gauck, al ala más vehemente.
Von der Layen es una abogada de la « contención », es decir del espíritu de la guerra fría contra ese “kremlin que no perdona ninguna debilidad” y obliga a que “Europa tenga que actuar desde una posición de fuerza”. Una persona que se jacta de la vergonzosa (para cualquiera con memoria histórica) presencia militar alemana en las repúblicas bálticas (“somos la única potencia continental europea que mantiene una presencia destacada en el área báltica protegiendo a nuestros amigos bálticos”), y de la absurda y mortífera presencia militar en países lejanos (“somos el segundo mayor suministrador de tropas en Afganistán”).
Lo más probable es que Rosita sea una presidenta de la Comisión que nos retroceda a épocas anteriores a la Ostpolitik y la distensión, es decir a todo aquello que los socialdemócratas como Willy Brandt, Bruno Kreisky y Olof Palme introdujeron en el continente en los inicios históricos de cierta autonomía europea después de De Gaulle: la idea de que la seguridad europea debe ser una cuestión conjunta y negociada, y no el resultado de la preponderancia militar de un bloque.
Al mismo tiempo, von der Layen no es una gran figura de la derecha. Es más bien un peso ligero. Fue una pésima ministra de defensa en Alemania, que fue claramente sobrepasada por su función de ministra, promotora del incipiente intervencionismo militar alemán que tanto cuesta imponer a una sociedad todavía alérgica al militarismo. También ha sido, bajo la batuta de Merkel, artífice del horizonte del gasto alemán del 2% del PIB en defensa, tal como pide Trump y de los desfiles militares en el Báltico.
La nueva presidenta es también una ex ministra con sospecha de escándalos sobre corrupción y pagos desmesurados a “consejeros” en materia de modernización del ejército alemán, en la renovación del buque escuela de la marina Gorch Fock y otros. La prensa alemana, y detrás de ella la europea, no ha hecho cuestión de ello. Tengan la sustancia que tengan estos escándalos, la indulgencia que ha merecido von der Layen sería inimaginable si la candidata hubiera sido, italiana, francesa, o meridional en general.
¿Quién gana con su presidencia? Si hay algún ganador son los Estados Unidos “y con ellos sus ayudantes en Europa, es decir Macron, Merkel, los gobiernos de Polonia y las repúblicas bálticas, así como toda una serie de otros gobiernos de la UE”, dice Albrecht Müller, un socialdemócrata que fue consejero de Willy Brandt.
En resumen: La UE ha puesto en su presidencia a una partidaria acérrima de la militarización, abogada del complejo militar-industrial y decidida atlantista. En el BCE, una gestora que viene del FMI, más abogada que economista que irradia menos confianza que su antecesor, Draghi. Esta nueva dirección más floja, diluirá, seguramente, la buena noticia del relevo: la de Josep Borrel al frente de la política exterior. Borrell es uno de los raros políticos españoles con sentido de Estado y solvente en materia de relaciones internacionales. Demasiado bueno para nuestro PSOE, pero claramente limitado por el contexto: un club más fragmentado y debilitado que el de hace cinco años, que complicará, aun más, la formulación de una inexistente política exterior autónoma y unificada en materia de lo más urgente: Oriente Medio, belicismo, Rusia y China.
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Abdelbaki es-Satty era informador del CNI
El líder de los ataques terroristas en Barcelona y Cambrils, informante del Estado español desde 2014
Demasiadas preguntas vitales para que no se les de respuesta; al menos en honor y como respeto a las víctimas del terrorismo yihadista que conmocionó Barcelona y Cambrils.
Tras
evitar que fuera expulsado de España, los servicios secretos tuvieron
un conflicto con su jefe de zona en la capital catalana porque no
aceptaba tenerlo como confidente infiltrado en la ciudad pero dirigido
directamente desde el cuartel general del CNI. Así que finalmente se
decidió llevarlo a la demarcación de Girona, cuyo responsable aceptó
ceder el control.
miércoles, 17 de julio de 2019
Democracia y capitalismo: los orígenes del engaño
Democracia y capitalismo: los orígenes del engaño
Josep Fontana fue miembro del consejo editorial de Sin Permiso hasta
su muerte el 28 de agosto de 2018. Publicó 47 textos en esta revista y,
después de su muerte, realizamos una selección de algunos de los textos
publicados que pueden encontrase aquí. Muy recientemente se ha publicado en catalán y castellano la obra póstuma de Josep Fontana: Capitalismo y democracia, 1756-1848. Cómo empezó este engaño .
El gran historiador ilustra con su erudición habitual y a lo largo de
un período histórico clave expuesto en el título, una tesis ya apuntada
en las primeras palabras de su prefacio: muchos estados actuales son
democracias parlamentarias cuyas constituciones recogen derechos y
libertades de la ciudadanía, pero sus gobiernos se preocupan
especialmente de favorecer los intereses económicos de las grandes
empresas y de los más ricos.
Es imposible entender el mundo actual, sostiene Fontana, sin entender los aspectos fundamentales de su configuración histórica. A este fin dedica Fontana este trabajo.
Cómo empezó este engaño es un subtítulo suficientemente elocuente. No estamos donde estamos de forma natural dictada por el “progreso”, lo estamos porque mediante leyes, asesinatos, ejércitos y terror los grandes ricos en alianza con aristócratas y monarquías carniceras han ido configurando el mundo que vivimos. 1756-1848: un siglo de expropiaciones campesinas, revueltas, reacciones, revoluciones, represión sin miramientos a los resistentes. Un siglo en donde conviven la esclavitud y las formas más explotadoras de trabajo asalariado. Engels en 1842 escribía que la población obrera industrial sufría de una “esclavitud más abyecta que la de los negros de América, porque están más estrechamente vigilados”. Y su amigo Marx a su vez escribía refiriéndose a la clase trabajadora: “la esclavitud escondida de los obreros de Europa”. Dos citas que Fontana recuerda en el libro.
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Es imposible entender el mundo actual, sostiene Fontana, sin entender los aspectos fundamentales de su configuración histórica. A este fin dedica Fontana este trabajo.
Cómo empezó este engaño es un subtítulo suficientemente elocuente. No estamos donde estamos de forma natural dictada por el “progreso”, lo estamos porque mediante leyes, asesinatos, ejércitos y terror los grandes ricos en alianza con aristócratas y monarquías carniceras han ido configurando el mundo que vivimos. 1756-1848: un siglo de expropiaciones campesinas, revueltas, reacciones, revoluciones, represión sin miramientos a los resistentes. Un siglo en donde conviven la esclavitud y las formas más explotadoras de trabajo asalariado. Engels en 1842 escribía que la población obrera industrial sufría de una “esclavitud más abyecta que la de los negros de América, porque están más estrechamente vigilados”. Y su amigo Marx a su vez escribía refiriéndose a la clase trabajadora: “la esclavitud escondida de los obreros de Europa”. Dos citas que Fontana recuerda en el libro.
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martes, 16 de julio de 2019
Chantal Mouffe y el populismo de izquierdas
Entrevista a Chantal Mouffe, filósofa y politóloga
“Nunca tomé muy en serio esa idea de Podemos de asaltar el cielo”
Ctxt
En la década de 1980, Chantal Mouffe escribió con Ernesto Laclau Hegemonía y estrategia socialista1, que se convirtió en un clásico y un instrumento para las izquierdas que, en el contexto del agotamiento del socialismo real y de las apuestas revolucionarias de los años 70, buscaban apostar a la democracia pero sin abandonar los proyectos de cambio social. Y desde entonces, la autora belga viene abogando por una visión “agonista” de la política que recupera el conflicto –frente a las visiones pospolíticas–, aunque en el marco de una democracia que no deja de ser “liberal” pero se radicaliza mediante un conjunto de reformas2. En los últimos tiempos, su apuesta sigue las huellas de Laclau hacia la construcción de populismos de izquierda como forma de enfrentar la posibilidad de que las “demandas democráticas” del pueblo sean articuladas por los populismos de derecha. Y sobre este tema versa esta entrevista, en la que analiza parte de la actual coyuntura europea y latinoamericana.
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