viernes, 19 de julio de 2019

¿Quién es Ursula von der Layen ?

 ¿Quién es Ursula von der Layen ?
  Rafael Poch
Eurasia.


Ursula von der Layen pertenece a una familia gran burguesa alemana. Es hija de Ernst Albrech, ex presidente regional alemán. Más que por mérito propio, fueron sus excelentes conexiones familiares las que le permitieron abrirse paso en la familia conservadora alemana. No fue candidata en las elecciones europeas, ni participó en la campaña. Carece de experiencia europea y llega a la presidencia por una ambigua carambola activada por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien por un lado logra poner a una compatriota, Christine Lagarde al frente del BCE -evitando al jovencito talibán de Merkel, Jens Weidman- mientras que por el otro sitúa a una alemana al frente del cargo más importante de un club que ya estaba excesivamente dominado por alemanes, bien en los cargos clave, bien en los inmediatamente siguientes en el escalafón. Y no es una alemana cualquiera.
En materia de seguridad europea, hay diferentes alemanes. En los años sesenta y setenta, fueron alemanes como Willy Brandt y Egon Bahr quienes le pusieron valiosas cataplasmas a la guerra fría mediante el diálogo con el Este que aplacó no pocas tensiones. Hoy aquella generación ha desaparecido. Desde la reunificación de Alemania (1990) y al calor de su retomado nacionalismo, se han acabado los complejos de culpa por las guerras del pasado. En esa tendencia general, Ursula von der Layen representa, como el reaccionario ex Presidente federal Joachim Gauck, al ala más vehemente.
Von der Layen es una abogada de la « contención », es decir del espíritu de la guerra fría contra ese “kremlin que no perdona ninguna debilidad” y obliga a que “Europa tenga que actuar desde una posición de fuerza”. Una persona que se jacta de la vergonzosa (para cualquiera con memoria histórica) presencia militar alemana en las repúblicas bálticas (“somos la única potencia continental europea que mantiene una presencia destacada en el área báltica protegiendo a nuestros amigos bálticos”), y de la absurda y mortífera presencia militar en países lejanos (“somos el segundo mayor suministrador de tropas en Afganistán”).
Lo más probable es que Rosita sea una presidenta de la Comisión que nos retroceda a épocas anteriores a la Ostpolitik y la distensión, es decir a todo aquello que los socialdemócratas como Willy Brandt, Bruno Kreisky y Olof Palme introdujeron en el continente en los inicios históricos de cierta autonomía europea después de De Gaulle: la idea de que la seguridad europea debe ser una cuestión conjunta y negociada, y no el resultado de la preponderancia militar de un bloque.
Al mismo tiempo, von der Layen no es una gran figura de la derecha. Es más bien un peso ligero. Fue una pésima ministra de defensa en Alemania, que fue claramente sobrepasada por su función de ministra, promotora del incipiente intervencionismo militar alemán que tanto cuesta imponer a una sociedad todavía alérgica al militarismo. También ha sido, bajo la batuta de Merkel, artífice del horizonte del gasto alemán del 2% del PIB en defensa, tal como pide Trump y de los desfiles militares en el Báltico.
La nueva presidenta es también una ex ministra con sospecha de escándalos sobre corrupción y pagos desmesurados a “consejeros” en materia de modernización del ejército alemán, en la renovación del buque escuela de la marina Gorch Fock y otros. La prensa alemana, y detrás de ella la europea, no ha hecho cuestión de ello. Tengan la sustancia que tengan estos escándalos, la indulgencia que ha merecido von der Layen sería inimaginable si la candidata hubiera sido, italiana, francesa, o meridional en general.
¿Quién gana con su presidencia? Si hay algún ganador son los Estados Unidos “y con ellos sus ayudantes en Europa, es decir Macron, Merkel, los gobiernos de Polonia y las repúblicas bálticas, así como toda una serie de otros gobiernos de la UE”, dice Albrecht Müller, un socialdemócrata que fue consejero de Willy Brandt.
En resumen: La UE ha puesto en su presidencia a una partidaria acérrima de la militarización, abogada del complejo militar-industrial y decidida atlantista. En el BCE, una gestora que viene del FMI, más abogada que economista que irradia menos confianza que su antecesor, Draghi. Esta nueva dirección más floja, diluirá, seguramente, la buena noticia del relevo: la de Josep Borrel al frente de la política exterior. Borrell es uno de los raros políticos españoles con sentido de Estado y solvente en materia de relaciones internacionales. Demasiado bueno para nuestro PSOE, pero claramente limitado por el contexto: un club más fragmentado y debilitado que el de hace cinco años, que complicará, aun más, la formulación de una inexistente política exterior autónoma y unificada en materia de lo más urgente: Oriente Medio, belicismo, Rusia y China.

ver texto completo

No hay comentarios: