¿Quién es Ursula von der Layen ?
Rafael Poch
Eurasia.
Ursula von der Layen pertenece a una familia gran burguesa alemana.
Es hija de Ernst Albrech, ex presidente regional alemán. Más que por
mérito propio, fueron sus excelentes conexiones familiares las que le
permitieron abrirse paso en la familia conservadora alemana. No fue
candidata en las elecciones europeas, ni participó en la campaña. Carece
de experiencia europea y llega a la presidencia por una ambigua
carambola activada por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien por
un lado logra poner a una compatriota, Christine Lagarde al frente del
BCE -evitando al jovencito talibán de Merkel, Jens Weidman- mientras que
por el otro sitúa a una alemana al frente del cargo más importante de
un club que ya estaba excesivamente dominado por alemanes, bien en los
cargos clave, bien en los inmediatamente siguientes en el escalafón. Y
no es una alemana cualquiera.
En materia de seguridad europea, hay diferentes alemanes. En los años
sesenta y setenta, fueron alemanes como Willy Brandt y Egon Bahr
quienes le pusieron valiosas cataplasmas a la guerra fría mediante el
diálogo con el Este que aplacó no pocas tensiones. Hoy aquella
generación ha desaparecido. Desde la reunificación de Alemania (1990) y
al calor de su retomado nacionalismo, se han acabado los complejos de
culpa por las guerras del pasado. En esa tendencia general, Ursula von
der Layen representa, como el reaccionario ex Presidente federal Joachim
Gauck, al ala más vehemente.
Von der Layen es una abogada de la « contención », es decir del
espíritu de la guerra fría contra ese “kremlin que no perdona ninguna
debilidad” y obliga a que “Europa tenga que actuar desde una posición de
fuerza”. Una persona que se jacta de la vergonzosa (para cualquiera con
memoria histórica) presencia militar alemana en las repúblicas bálticas
(“somos la única potencia continental europea que mantiene una
presencia destacada en el área báltica protegiendo a nuestros amigos
bálticos”), y de la absurda y mortífera presencia militar en países
lejanos (“somos el segundo mayor suministrador de tropas en
Afganistán”).
Lo más probable es que Rosita sea una presidenta de la Comisión que nos retroceda a épocas anteriores a la Ostpolitik
y la distensión, es decir a todo aquello que los socialdemócratas como
Willy Brandt, Bruno Kreisky y Olof Palme introdujeron en el continente
en los inicios históricos de cierta autonomía europea después de De
Gaulle: la idea de que la seguridad europea debe ser una cuestión conjunta y negociada, y no el resultado de la preponderancia militar de un bloque.
Al mismo tiempo, von der Layen no es una gran figura de la derecha.
Es más bien un peso ligero. Fue una pésima ministra de defensa en
Alemania, que fue claramente sobrepasada por su función de ministra,
promotora del incipiente intervencionismo militar alemán que tanto
cuesta imponer a una sociedad todavía alérgica al militarismo. También
ha sido, bajo la batuta de Merkel, artífice del horizonte del gasto
alemán del 2% del PIB en defensa, tal como pide Trump y de los desfiles
militares en el Báltico.
La nueva presidenta es también una ex ministra con sospecha de
escándalos sobre corrupción y pagos desmesurados a “consejeros” en
materia de modernización del ejército alemán, en la renovación del buque
escuela de la marina Gorch Fock y otros. La prensa alemana, y
detrás de ella la europea, no ha hecho cuestión de ello. Tengan la
sustancia que tengan estos escándalos, la indulgencia que ha merecido
von der Layen sería inimaginable si la candidata hubiera sido, italiana,
francesa, o meridional en general.
¿Quién gana con su presidencia? Si hay algún ganador son los Estados
Unidos “y con ellos sus ayudantes en Europa, es decir Macron, Merkel,
los gobiernos de Polonia y las repúblicas bálticas, así como toda una
serie de otros gobiernos de la UE”, dice Albrecht Müller, un
socialdemócrata que fue consejero de Willy Brandt.
En resumen: La UE ha puesto en su presidencia a una partidaria
acérrima de la militarización, abogada del complejo militar-industrial y
decidida atlantista. En el BCE, una gestora que viene del FMI, más
abogada que economista que irradia menos confianza que su antecesor,
Draghi. Esta nueva dirección más floja, diluirá, seguramente, la buena
noticia del relevo: la de Josep Borrel al frente de la política
exterior. Borrell es uno de los raros políticos españoles con sentido de
Estado y solvente en materia de relaciones internacionales. Demasiado
bueno para nuestro PSOE, pero claramente limitado por el contexto: un
club más fragmentado y debilitado que el de hace cinco años, que
complicará, aun más, la formulación de una inexistente política exterior
autónoma y unificada en materia de lo más urgente: Oriente Medio,
belicismo, Rusia y China.
ver texto completo
No hay comentarios:
Publicar un comentario