Reino de España: del Plan A, al Plan B, al Plan C… de Rajoy
G. Buster
28/05/2017Y todas las fuerzas políticas han sacado una primera conclusión evidente: las primarias socialistas han sido una condena directa de la política de la gestora del PSOE de permitir primero la formación de un gobierno minoritario de Rajoy y de hacer después una “oposición útil”, que no ha sido otra cosa que un intento melancólico de apuntalar el bipartidismo del régimen del 78.
El reconocimiento más importante de este hecho es el del propio Rajoy. Todavía no ha “encontrado un minuto” para felicitar al nuevo jefe de la oposición, que le calificó de “indecente” en el último debate televisivo que tuvieron. Por sorpresa compareció ante la prensa en directo, no a través de la habitual pantalla de plasma, al día siguiente de las primarias socialistas y tras la reunión del Comité Ejecutivo del PP: “Para mi no cambia nada en el PSOE. No va a haber adelanto electoral”.
En realidad todo había cambiado ya hace tres meses, cuando aparcó el apoyo de la gestora del PSOE al nuevo presupuesto exigido por la UE para 2017, a pesar de su compromiso con el techo de gasto, para no perjudicar la candidatura de Susana Díaz. La presidenta de la Junta de Andalucía, por otro lado había sido uno de los puntales de la Conferencia de Presidentes Autonómicos que había pactado la reforma de su sistema de financiación. Pero el Plan B para la aprobación de los presupuestos ha supuesto poco después la voladura incontrolada de ese mismo acuerdo, al tener que pactar bilateralmente con el PNV y las dos ramas del autonomismo canario un auténtico “cuponazo”. Las necesidades tácticas de Rajoy han acabado por demoler uno de los pilares del régimen del 78: la financiación del estado de las autonomías.
Con Pedro Sánchez, como secretario general elegido gracias a la campaña de movilización del “NO es NO” del PSOE, no hay Plan A. Solo queda la gestión chapuza de la ciénaga a corto plazo. Pero incluso sin capacidad de recuperación parcial de las consecuencias políticas de los presupuestos del “cuponazo”, porque el PSOE ya no está para “oposiciones útiles”. Y el Plan B es por si mismo el ejemplo de la “inestabilidad”, que se supone el mayor peligro para el cumplimiento del acuerdo trienal de austeridad con la UE y para hacer frente al desafío del referéndum de autodeterminación catalán, que son los únicos dos objetivos en esta legislatura del minoritario gobierno Rajoy.
Para escapar de la inflexibilidad del Plan B en relación al referéndum catalán, Rajoy necesita un Plan C. Y ha puesto en marcha ya el aparato mediático -el institucional y el de la “policía patriótica” llevan mucho tiempo funcionando- para crear las condiciones que lo hagan posible. Y cuatro o cinco meses, si se respeta mínimamente la “hoja de ruta” catalana, pueden dar para mucho.
Pedro Sánchez y la “plurinacionalidad”
Además del “No es NO” a Rajoy, Sánchez ha introducido en las primarias el principio de la “plurinacionalidad” del Reino de España, que a su juicio exige cambiar la actual táctica del palo por la zanahoria con las instituciones autonómicas catalanas y las fuerzas que apoyan el referéndum (80%) y la independencia (41%, según la última encuesta). En realidad esta convencido que el gobierno Rajoy no tiene margen de maniobra para otra política que el palo, es decir la prohibición y represión del referéndum. Que por lo tanto, sobre la cresta de la represión, se convocarán elecciones autonómicas anticipadas en Cataluña. Y que en esas elecciones puede reconstruir un PSC destrozado en el espacio político de un catalanismo volcado en la reforma del Estatut, que incluya un sistema fiscal propio, frente a la impotencia independentista, la indignación referendaria melancólica de Catalunya en Comú y el españolismo sin vuelta atrás de Ciudadanos y los restos del PP en Cataluña.
Esta estrategia tiene el inconveniente –sobre todo fuera de Cataluña- de que se parece demasiado a la de Zapatero, estrangulada por los poderes fácticos y el Tribunal Constitucional de la mano del recurso del PP. Pero las consecuencias a ambos lados del Ebro –y más allá de los Pirineos- de la represión del referéndum pueden ser de tal calibre, por mucho que tenga lugar en el marco del “Estado de derecho”, que puede hacer del acuerdo de 2006 entre Más y Zapatero una aspiración irredenta de las clases dominantes peninsulares, o de lo que ahora Enric Juliana llama “el oficialismo”.
Esta “tercera vía” –y su urgencia- ante la cuestión del referéndum catalán es la que ha aconsejado a los derrotados en las primarias (aparatos territoriales y barones y exdirigentes del PSOE), además de la magnitud de la victoria de Pedro Sánchez, a buscar los mecanismos para condicionarlo como secretario general en el inminente Congreso de junio. Por el momento tienen bastante éxito. En todas las federaciones se ha aceptado la composición de listas de consenso de delegados sobre la base de la proporción de los resultados de las primarias. Es decir, una ejecutiva “sanchista” con un comité federal donde la “oposición” puede contar con cerca del 49% de los miembros. Y una parte de los “ganadores” (diputados, concejales..) no está dispuesto a repetir semejante apuesta a todo o nada en su vida, sobre todo ahora que han sobrevivido.
El punto de consenso, sin embargo, queda fuera del Plan A de Rajoy. La reconstrucción del PSOE como fuerza dominante en la izquierda exige, en cualquier caso, contar con una alternativa de gobierno apoyada por el resto de la izquierda, es decir por Unidos Podemos (que tiene el mismo problema estratégico a la inversa). Pero a la espera de que se produzca una recuperación del voto socialista por encima del de Unidos Podemos, en el horizonte de unas elecciones generales en 2020, se producen algunos puntos de coincidencia, aunque sea indirectamente, con la estrategia de alianzas asimétricas de Rajoy: la confrontación con Unidos Podemos y el respeto al “Estado de derecho” (la Constitución de 1978) frente al referéndum catalán. Esos son los mimbres del Plan C de Rajoy.
¿Qué hacer entonces en este interregno de la legislatura ciénaga en la transición del Plan A, al Plan B, al Plan C?
Un interregno, por otro lado, marcado por la subida de nivel de las aguas fétidas de la corrupción en el ciénaga y la ejecución inmisericorde del “plan más completo de lucha contra la corrupción en Europa” por parte del gobierno. Que, por si alguien lo ha olvida, por el momento ha conseguido la inusitada reprobación por el Congreso de los Diputados del ministro de justicia, el fiscal general del estado y el fiscal anti-corrupción. Y, según las grabaciones de la “Operación Lezo”, que el ex tesorero de la Caja B, Luis Barcenas, haya pactado y se haya reconciliado con la misma dirección del PP que destruyó a martillazos –con alevosía, según las declaraciones- los discos duros de los ordenadores de Barcenas. Solo la dirección del PP de Rajoy y el periodista Ernesto Ekaizer –que ha dedicado los últimos años de su vida al análisis periodístico de las causas y de los implicados- son ya capaces de tener una visión global del alcance de la corrupción del régimen del 78. Mucho más meritoria por parte de la dirección del PP, porque no solo le falta distancia escénica sino que, además, sostiene que es solo comprensible como una suma nominalista de casos individuales. En el caso de la Asamblea de Madrid, 21 dimitidos ya de los 48 miembros del grupo parlamentario conservador. Falta por declarar Rajoy.
La amenaza de que el interregno se hiciera interminable, con la desmoralización social colectiva y el agotamiento del espíritu del 15-M, es lo que ha obligado a Unidos Podemos a tomar la iniciativa de la moción de censura. Las razones tácticas se acumulaban –y entre ellas la no menor de abrir la perspectiva de una alternativa de izquierda en el proceso de las primarias socialistas-, pero sobre todo venia exigida por la necesidad de un cambio de horizonte de las elecciones generales del 2020, como pretende Rajoy, a uno de movilización social, en la calle y en las instituciones, para forzar unas elecciones anticipadas en 2018.
Es posible que la decisión de registrar la moción de censura antes de conocer el resultado de las primarias socialistas haya sido un error táctico. Al menos así parecía reconocerlo la oferta de retirar la moción de Unidos Podemos si el PSOE de Pedro Sánchez registraba la suya, con el apoyo asegurado de Unidos Podemos. Pero los ritmos del proceso congresual socialista son más lentos y ello ha dejado aparentemente aislado a Unidos Podemos con su moción.
Rajoy cree poder despacharla recomendando “tila” y ninguneándola, haciéndose representar por el portavoz del PP, Rafael Hernando. Pero en una moción de censura condenada a perderse en votos –como las dos anteriores habidas- lo importante no es un recuento final que se intuye, sino los argumentos puestos sobre la mesa, el diagnóstico de la situación, la capacidad de denuncia y el eco que tenga en los demás grupos al fijar sus posiciones y, sobre todo, en la calle. Es un mecanismo de representación institucional de las movilizaciones en la calle, que dejan así de ser extra-parlamentarias, para inscribirse en una estrategia de construcción de una alternativa política.
El efecto de esta lógica de construcción de una alternativa de izquierda puede abrir un boquete importante en el Plan C de Rajoy, porque la moción de censura tendrá lugar cinco días antes de que se celebre el Congreso del PSOE. La cuestión de la “estabilidad” del gobierno minoritario de Rajoy pasará a primer plano, teniendo en cuenta además que a la vuelta del verano tendrá que enfrentarse con la cuestión del referéndum catalán. Sin el paraguas de la gestora del PSOE, con lo que está cayendo, la ciénaga se puede convertir en inhabitable incluso para las ranas del PP.