lunes, 13 de febrero de 2017

Comanchería.

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Comanchería..

El diario.es


- La pobreza es una enfermedad que pasa de padres a hijos sin remedio ni curación
- En los años dulces de la socialdemocracia, en el siglo pasado, el Estado de Bienestar introdujo una pequeña batería de medidas compensatorias… pero en las últimas décadas, el retroceso ha sido y sigue siendo brutal
´El sistema se ha quitado la careta y, en ese proceso, el sistema financiero ha asumido sin recato el papel protagonista
- Necesitamos, al menos, un poco de banca pública que dé un ejemplo de ética, de gestión social y de compromiso con las necesidades de la ciudadanía, no de unos pocos.
Imagen del western Comanchería. EFE
A veces un par de frases en una película golpean más que sesudos discursos, cuadros de datos o gráficos ilustrativos. La interesante película citada en el título proporciona algunas de ellas.
No es mi intención caer en eso que antes llamábamos "destripar" y ahora hacer un spoiler. (Como escribía Alex Grijelmo hace meses, "sorprende que el anglicismo llegue ahora, después de tantos años en los que siempre hubo idiotas que nos contaban el final"). Pero me perdonarán que destaque un par de aspectos que no creo que resten ningún interés para aquellos que quizás no han visto todavía la película.
El primero es una frase demoledora (cito de memoria por lo que me perdonarán los guionistas la falta de literalidad): "He vivido pobre toda mi vida. Igual que mis padres y los padres de mis padres. La pobreza es una enfermedad que pasa de padres a hijos sin remedio ni curación". Un puñetazo directo a los cerebros biempensantes, a los estómagos satisfechos. Y una realidad irrefutable.
A veces he comparado el sistema capitalista con el juego del Monopoly. Pero, coincidiendo con la cita anterior, de forma que cada jugador empieza la partida como terminó su padre la anterior. Irremediablemente, quienes ganaron al principio ganarán cada vez más; quienes perdieron inicialmente están condenados a pagar y pagar sin esperanza, sin ilusión alguna.
Una vez entre un millón, quizás una buena suerte excepcional sonría a un jugador o la mala acompañe gravemente a otro. Los "monopolistas" se apresurarán a destacar el primer caso como una demostración de que cualquier persona puede llegar donde se proponga, que el sistema premia a los trabajadores con iniciativa. Y se reafirmarán en que los pobres lo son por ser vagos carentes de empuje.
Todos sabemos que, desgraciadamente, la realidad es cada vez más próxima a la comanchería que a la que nos quieren vender los "monopolistas". El sistema está montado de forma que los ricos sean cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres.
En los años dulces de la socialdemocracia, en el siglo pasado, el Estado de Bienestar introdujo una pequeña batería de medidas compensatorias que favorecían algo a los débiles y penalizaban un poquito a los más adinerados. Por ejemplo, la educación universal, pública y gratuita era un potente instrumento en favor de la igualdad.
La educación universitaria pasó de ser un privilegio de las clases dominantes a un nivel accesible para amplias capas de la población. Como escribía hace poco mi colega en la UNED, Miguel Requena, "todo esto no quiere decir que ya no exista desigualdad de oportunidades educativas vinculada a la clase de la que se procede, pues un 63 % de los hijos de profesionales o directivos lograron un título universitario frente a solo un 26 % de los hijos de trabajadores. Ni tampoco que las perspectivas de movilidad se hayan desvinculado del origen social, ya que en igualdad de condiciones educativas los hijos de los profesionales y directivos tienen 2,8 veces más probabilidades de llegar a ser profesionales y directivos que los hijos de trabajadores y 1,4 veces más que los hijos de las clases intermedias".
Por otra parte, quienes más ganaban tributaban a elevados tipos marginales en el IRPF y los patrimonios más elevados también tenían su impuesto. Y el gravamen de las herencias reducía esa desigualdad al principio de cada partida que antes se reflejaba.
En las últimas décadas el retroceso ha sido y sigue siendo brutal. Los impuestos sobre el patrimonio y sobre sucesiones desaparecen. Los marginales de la imposición sobre la renta se reducen y, sobre todo, las rentas y patrimonios financieros quedan libres de impuestos. El Estado de Bienestar se desmantela paulatinamente y los gestores públicos neoliberales (¡¿cómo consiguieron hacer creer que gestionan mejor?!) propician su deterioro creciente. El trasvase de fondos públicos hacia el negocio privado en educación, en sanidad y en los servicios públicos en general es de los mayores escándalos de los últimos tiempos… que parece poder realizarse con total impunidad y el beneplácito de muchos electores.
El sistema se ha quitado la careta. Acabo de leer a El Roto: "Cuando las elecciones fueron una cuestión de dinero, los millonarios tomaron el poder". Y ha sido muy citada aquella afirmación del millonario Warren Buffet: "La lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando".
Y en ese proceso, el sistema financiero ha asumido sin recato el papel protagonista. Ya he escrito más veces en estas páginas escandalizado por los descarados expolios a través artimañas como las primas de riesgo y las agencias de calificación, la opacidad financiera y los paraísos fiscales, la inmunidad fiscal del capital financiero, la sumisión de los poderes democráticos a las imposiciones de los grandes conglomerados, el mito de la independencia de los Bancos Centrales que solo pueden prestar a los gobiernos a través del peaje de la banca privada…
Comanchería es un alegato descarnado en esa misma dirección. Toda la ciudadanía de la América profunda, sí, esa que vota a Trump, vive atrapada en las deudas a los bancos que se convierten en la losa que hace todavía más irremediable la cita que se recogía más arriba. Y esa ciudadanía es consciente de ello y lo vive con la resignación que da la conciencia de la impotencia. Por eso, los Robin Hood (aprovecho la referencia para reivindicar de nuevo que implantemos de una vez el impuesto sobre transacciones financieras) han tenido siempre simpatías a lo largo de la historia. Por eso el refranero (y una reciente película española, ya que vamos hoy de cinéfilos) otorga cien años de perdón a quien roba al ladrón.
Podría citar un par de detalles de la película para subrayar lo que acaba de escribirse. Pero no caeré en la tentación, no vaya a ser que destripe más de la cuenta.
Por ello, necesitamos una banca pública. Al menos un poco de banca pública. Y tenemos una ocasión inmejorable con Bankia y BMN. Ya hemos puesto 31.000 millones de fondos colectivos en ellas, ya están nacionalizadas. Es el momento de evitar su privatización. No podemos regalárselas al sistema privado. Bastante han recibido ya de rescates y avales. Paremos la venta de Bankia y BMN.
Es la ocasión de disponer de una banca pública que de un ejemplo de ética, de gestión social y de compromiso con las necesidades de la ciudadanía, no de unos pocos.
No defenderé, en plan "comanchero", que robemos a los bancos. Pero no podemos seguir tolerando que nos roben a todos nosotros. Condición necesaria, aunque no suficiente, para erradicar esa gravísima enfermedad de nuestra sociedad que es la pobreza.
Juan A. Gimeno, Economistas sin fronteras.
Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/Comancheria_6_611098917.html

domingo, 12 de febrero de 2017

Grecia , en colapso y ni sale en las noticias.

Grecia: el colapso silenciado de todo un país



Martine Orange

10/02/2017


La crisis griega sigue ahí. Los líderes europeos y el FMI han lanzado un nuevo ultimátum a Alexis Tsipras. Tiene tres semanas para presentar nuevas medidas de austeridad. Agotado, el país está al borde del colapso financiero, económico y moral. Los dirigentes de Syriza hablan de salir del euro.
Después de rechazar la idea durante más de dos años, Syriza parece estar dispuesta a pensar lo impensable: abandonar la zona euro. Mientras que los funcionarios del gobierno no hablan de ello abiertamente, figuras prominentes del partido de izquierdas evocan públicamente la hipótesis. Para el ex ministro de Asuntos Europeos de Syriza, Nikos Xydakis, el tema de la salida del euro, en cualquier caso, no debe ser considerado "tabú". "No debería ser un tabú cuando hablamos del destino de la nación. Hemos  llegado al punto en que las personas están al límite de su resistencia. Creo que necesitamos una discusión política nacional en profundidad. Y esta discusión, por supuesto, tiene que empezar en el Parlamento" , ha declarado el martes 31 de enero.
Los observadores se pierden en conjeturas. ¿Es un globo sonda personal del ex ministro? ¿Esta intervención pretende disminuir la presión sobre el gobierno de Syriza, cuando se encuentra, una vez más, en un callejón sin salida frente a sus acreedores? ¿O la asunción de una salida del euro es realmente un escenario que discute el gobierno, agotado de no encontrar ningún apoyo y soluciones?
La crisis griega ha desaparecido de las pantallas de radar desde el tercer rescate, impuesto después de la capitulación de Syriza en julio de 2015.  Se han tomado todas las medidas incluso para enterrar el tema con cuidado, para que no vuelva a abrir divisiones europeas, en espera de que el tiempo acabase por hacer olvidar Grecia. Los líderes europeos ciertamente no quieren que el tema vuelva a su agenda, a la espera de elecciones este año en Países Bajos, Francia y Alemania.
Este intento de silenciar Grecia casi ha funcionado. Pero la crisis griega sigue ahí. Ahora más que nunca: el tercer rescate, como se temía, no aporte ninguna solución, ni respiro para Atenas. Y el caso griego podría volver muy rápidamente al debate europeo, si los acontecimientos siguen a este ritmo.
Con cada desembolso de fondos adicionales en el plan, los acreedores se vuelven más exigente. La última reunión del Eurogrupo, celebrada el 26 de enero, en presencia de funcionarios del FMI, solo confirmó la regla. Mientras Atenas espera la liberación de los fondos europeos para ayudar a refinanciar alrededor de 6 mil millones de deuda en julio, la discusión repitió los mantras habituales, que tanto gustan a los responsables como expresión de su neolengua: "mantener los compromisos, aplicar las reformas, reducir el déficit, recuperar el crecimiento sostenible, etc.". Es decir, una nueva humillación para Grecia.
Un nuevo ultimátum a Atenas. El primer ministro griego Alexis Tsipras tiene tres semanas para llegar a un acuerdo con los acreedores. En la reunión europea de 22 de febrero, todo debe estar cerrado. Para entonces, un proyecto completo del plan propuesto por Atenas debe ser presentado en Bruselas el 6 de febrero. "Digamos que la ventana de oportunidad es una ventana que todavía está abierta, pero que pronto se cerrará porque hay elecciones" en los Países Bajos, Francia y Alemania, dijo el ministro de Finanzas de Francia Michel Sapin, después de la reunión de los ministros de finanzas europeos. Además de recordar a Grecia que no debe convertirse en un tema de debate en las elecciones europeas, y que después se puede encontrar con "socios europeos" menos predispuestos hacia ella.
La discusión gira, como de costumbre, alrededor de esos famosos ratios financieros que sirven de política a las autoridades europeas y el FMI. Mientras que el gobierno griego ha logrado, con un esfuerzo fiscal sobrehumano, alcanzar un superávit presupuestario (antes del pago de la deuda y gastos financieros) de 1,5% en el año 2016, las autoridades europeas han condicionado su nueva ayuda a partir de julio a un superávit primario del 3,5% a partir de 2018 y durante al menos ¡veinte años!
Hasta el FMI argumentó que este nivel de superávit era irreal, incluso contra-productivo. Pero en las últimas semanas, el FMI ha cambiado totalmente su posición. No sólo apoya ahora el objetivo del 3,5% de superávit presupuestario sino que exige más garantías. Y condiciona su apoyo al plan de rescate a la adopción preventiva por parte del gobierno griego de medidas de austeridad adicionales, que se sumen a las ya previstas en el plan de rescate. Todas ellas deberían ejecutarse automáticamente a la menor superación del techo de gasto presupuestario.
Aunque el gobierno de Syriza ya ha subido el IVA al 24%, recortado en un 40% las pensiones, aumentado los impuestos, incluido sobre la tierra, creado nuevos impuestos sobre los automóviles, las telecomunicaciones, los televisores, la gasolina, los cigarrillos, el café, la cerveza, anunciado nuevos recortes de 5.600 millones en salarios públicos, se niega a adoptar estas leyes preventivas que imponen nuevos recortes en los salarios y las pensiones públicas y nuevos aumentos de impuestos. En nombre de los últimos restos de la soberanía nacional de Grecia, "exigir estas medidas, mientras que los ingresos del Estado son mejores de lo esperado no sólo es extremista, es absurdo. Ninguna nación puede dar su consentimiento a este tipo de dispositivos" , dijo el ministro de Finanzas griego Euclides Tsakalotos, destacando el carácter antidemocrático de las medidas exigidas.
No encontró apoyo entre sus homólogos europeos. Alemania hace de la presencia del FMI en el plan de rescate a Grecia condición de su propia participación y Berlín está dispuesto a aceptar las condiciones impuestas por la institución internacional. Sobre todo porque no le parecen exorbitantes. Todos los europeos están alineados con la posición alemana.
Esto no impide que haya diferencias entre el FMI y los europeos. Este fin de semana, la institución internacional ha publicado nuevos documentos sobre la situación financiera de Grecia. Como ya había dicho en 2013, 2014, 2015, 2016, ha reafirmado que la deuda griega es "explosiva". De acuerdo con sus cálculos más recientes, ascendería a 260% del PIB en 2060. "Grecia no puede resolver su problema de endeudamiento. Atenas necesita un alivio sustancial de la deuda por parte de sus socios europeos para encontrar un nivel aceptable de servicio de la deuda", según los documentos.
¿Era realmente necesario esperar los cálculos del FMI hasta 2060 para afirmar que la deuda griega es insostenible? Hace mucho tiempo que lo es. Mientras que el nivel de deuda de Grecia era del 120% del PIB en 2010, ahora ha alcanzado el 180% del PIB. Es casi el doble de la producción anual de la riqueza nacional. Durante años, muchos economistas, cualquiera que fuese su orientación, han pedido una reestructuración radical o la cancelación total de la deuda de Grecia. Condición imprescindible, a sus ojos, para encarrilar económicamente al país.
Esto no impide que las autoridades europeas hagan oídos sordos. En la reunión de 26 de enero, han negado el problema de nuevo ante los funcionarios del FMI. "No hay ninguna razón para tales alarmas acerca de la situación de la deuda griega", dice en un comunicado el Mecanismo Europeo de Estabilidad, encargado de la  gestión de los fondos europeos en Grecia. Teniendo en cuenta las tasas más bajas y los plazos más largos concedidos a Grecia, la preocupación, de acuerdo con los funcionarios de la UE, no es disminuir la presión o conceder ningún alivio a Atenas. La única cosa que el gobierno griego debe hacer, repiten, es "aplicar las dos terceras partes de las reformas" que aún no ha implementado.
Un país agotado
La inoperancia de toda esta política de austeridad determinada por ciertos ratios financieros salta a los ojos. Los funcionarios europeos defienden su plan de rescate, se felicitan de la recuperación en Grecia y de los excedentes presupuestarios conseguidos. Pero la situación es diferente: estamos viendo, pasivos, el colapso silenciado de todo un país.
Mientras que las previsiones esperan un repunte de la economía griega en 2016, con un crecimiento del 2,6% por lo menos, es probable que una vez más no sea así. La pequeña mejora a principios de año se está revirtiendo. En los últimos meses, parece incluso haberse estancado. Según cifras de Markit publicadas el 1 de febrero, la actividad manufacturera registró en enero su mayor caída en 15 meses. "La caída está relacionada tanto con la disminución de la producción como de  los nuevos pedidos. Mientras que el aumento de los precios de importación creció a su mayor nivel en 70 meses, sin embargo, las empresas reducen su precio de venta" , explica el instituto económico y financiero, señalando la caída del consumo y la ausencia de oportunidades fuera del país.
En siete años, el PIB de Grecia se ha reducido en un tercio. El desempleo afecta al 25% de la población y al 40% de los jóvenes entre 15 y 25 años. Un tercio de las empresas han desaparecido en cinco años. Los sucesivos recortes impuestos en nombre de la austeridad alcanzan a todas las regiones. No hay ni trenes ni autobuses en zonas enteras del país. Ni tampoco más escuelas. Muchas escuelas secundarias han tenido que cerrar en los rincones más remotos por la falta de fondos. El gasto per cápita en sanidad disminuyó un tercio desde 2009, según la OCDE. Más de 25.000 médicos han sido despedidos. Los hospitales carecen de personal, medicamentos, de todo.
El coste humano y social de la austeridad no aparece en las tablas de Excel del Eurogrupo. Lo paga en efectivo la población. Una quinta parte de la población vive sin calefacción o teléfono. El 15% de la población ha caído en la pobreza extrema desde un 2% en 2009.
El Banco de Grecia, que no es sospechoso de complacencia, hizo una evaluación de la salud de la población griega, en un informe publicado en junio de 2016. Las cifras son contundentes: el 13% de la población está excluida de cualquier tipo de atención médica; el 11.5% no puede comprar las medicinas prescritas; un 24% tiene problemas de salud crónicos. Los suicidios, las depresiones, las enfermedades mentales registraron incrementos exponenciales. Peor aún, mientras que la tasa de natalidad ha disminuido un 22% desde el inicio de la crisis, la tasa de mortalidad infantil casi se ha duplicado en pocos años, hasta alcanzar el 3,75% en 2014.
Después de siete años de crisis, de austeridad, de planes europeos, el país está agotado, financiera, económica, físicamente. "La situación sigue empeorando. Lo que más necesitamos ahora es comida. Esto muestra que los problemas se refieren a la esencial y no a la calidad de vida. Esto es pura sobrevivencia", dice Ekavi Valleras, director de la ONG Desmos. Y es a este país al que Europa exige asumir prácticamente solo a los refugiados que vienen a Europa.
Inicialmente, los observadores analizaron la intransigencia de los funcionarios europeos como un golpe político contra Syriza. Después de dos años de gobierno, después del giro de 180 grados sobre el referéndum de julio de 2015 y el nuevo plan de rescate, el gobierno de Alexis Tsipras está por los suelos ante la opinión pública. Exigirle nuevas medidas de austeridad, ponerlo de nuevo contra la pared y forzar nuevas elecciones es la maniobra final para derrotarlo políticamente, hacerle pagar de una vez por todas la afrenta de 2015 y sustituirlo por un gobierno mucho más aceptable.
Este escenario político no les parece realista a otros economistas. Creen que se está llegando al final de la gestión europea de la crisis griega. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, que nunca ha ocultado su deseo de que Grecia salga del euro, pero que vio derrotada su línea en julio de 2015, está ganando ahora, señalan estos analistas. Poco a poco, los líderes europeos, cansados de un problema para el que no tienen solución, se suman a su tesis. El FMI también está tratando de salir de la ciénaga griega y también aboga por una salida de Grecia del euro, única medida que podría dar oxígeno monetario al país.
El problema es que nadie quiere aceptar la responsabilidad histórica de este fracaso y sus consecuencias. Excluir a un país de la eurozona significa que la moneda única no es irreversible, como se afirmó en sus inicios. Otros, voluntariamente o no, podrían seguir el ejemplo. Los financieros se preparan para hacer su agosto. La deuda griega es de nuevo objeto de intensas especulaciones, empujando las tasas de interés por encima del 7%. Además, todo el mercado europeo de bonos se ve afectado, empujando hacia arriba las tasas italiana, española, francesa a pesar de la intervención del BCE.
La actitud de los dirigentes europeos y del FMI en las últimas semanas es asombrosa, por que se inscribe en un retroceso histórico. Empujar a Grecia fuera del euro sin que quiera en lugar de la necesaria reestructuración de su deuda, cuando las tensiones geopolíticas nunca han sido mayores, cuando Donald Trump ataca explícitamente la construcción europea y apuesta por su descomposición, parece incomprensible. La historia llama a la puerta, pero estos burócratas y tenderos no tienen respuesta. Como siempre desde el inicio de la crisis griega.

Periodista económica, ha colaborado con Le Monde y Tribune antes de unirse al equipo de Mediapart. Su último libro es Rothschild une banque au pouvoir, Albin Michel, 2012.
Fuente:
Mediapart, 2 de febrero de 2017
Traducción:Para Sin permiso .

jueves, 9 de febrero de 2017

Periodismo real y periodismo ficción .



Reporteras y tertulianos, una historia de odio merecido

Pikara


A Helena le van a pagar 80 euros por un reportaje de 9000 caracteres de los campos de refugio en Grecia. En un plató de televisión, un tertuliano cobra 400 euros por cada programa en los que habla de la crisis de refugio sin haber estado nunca en el terreno. Tiene necesidad de pronunciarse sobre cualquier tema y cree que su opinión de varón blanco heterosexual de clase media-alta representa el sentido común.

Helena conversa con Rahin junto al campo de refugiados de Preševo, en parte serbia de la frontera con la Antigua República Yugoslava de Macedonia. Helena conoce Preševo de cuando recorrió la llamada ‘Ruta de los Balcanes’ a finales de 2015. En aquella ocasión lo hizo como voluntaria, ahora viene como reportera. Una reportera que no sabe si va a conseguir publicar su reportaje. El diario al que se lo ha propuesto le dijo que tal vez les interesa: “Enviánoslo cuando lo tengas y ya veremos”. Al menos esta vez le contestaron el mail. Al menos, la ‘sección de internacional’ de ese periódico no es la traducción de otro diario, es una sección de verdad.
Para llegar hasta aquí, Helena ha tenido que alquilar un coche en Atenas. Reservó un VW Polo y le dieron un Nissan Micra. Lo más barato. En invierno, temporada baja, son 40 euros al día. Cruza los dedos para no tener ningún problema: el full insurance es casi el doble y se va de presupuesto. La gasolina hasta la frontera serbia son unos 100 euros y los peajes 40. Comparte los gastos con dos colegas: Miquel, un fotógrafo que conoce bien la zona porque el último año y medio ha estado aquí casi tanto tiempo como en Barcelona, y Laia, una amiga a la que también le gustaría dedicarse al periodismo pero, de momento, pasa más tiempo sirviendo copas que haciendo entrevistas. Se alojarán en un hotel en el que la habitación triple cuesta 60 euros. Su mayor preocupación es que el wifi funcione correctamente.
Si el wifi del hotel no chuta, pueden recurrir al del barucho que hay frente a la entrada del campo. Da igual la hora del día, allí siempre ponen videoclips de turbofolk a un volumen delirante. También a cualquier hora del día, y de la noche, policías sentados en sus pequeñas mesas beben vasos de vodka con sus pistolas sobre la mesa. A Miquel se le conecta el wifi automáticamente al tiempo que le saluda el camarero. Se acuerda de él por la cantidad de horas que ha pasado allí editando y enviando fotos. Siempre en la mesita del fondo; la que se entrevé junto al frigorífico detrás de la densa nube de humo de cigarrillos que producen los policías. Al principio Miquel pedía zumos y cervezas cada cuarenta minutos para poder seguir usando la mesa, es decir, el wifi. Luego, igual que los policías, se pasó a los chupitos de vodka porque sale mucho más barato.
Justo enfrente de la puerta del garito, Nasim le explica a Helena que ha escapado de Irán por ser cristiano. Como muchos maricas iraníes, prefiere explicar que el motivo de su huida es la religión que decir la verdad a alguien que acaba de conocer. Le parece menos vergonzoso declararse cristiano que homosexual. Nasim no puede registrarse en el campo oficial; duerme a 15 grados bajo cero en las carpas que hay junto a las vías de tren. No puede registrarse en el campo porque, para las autoridades comunitarias -y, en consecuencia, para las serbias-, Nasim no es un ‘refugiado’. Para la UE, Nasim es un ‘inmigrante’ porque no es sirio ni iraquí.
De la vez anterior, Helena sabe que en Preševo hay dos campos de refugiados. El oficial es en el que actúan ACNUR y las grandes ONGs. Al mismo acceden las personas que han sido reconocidas como solicitantes de asilo en los hot-spot. Los hot-spot son los centros de identificación de las islas griegas, reconvertidos en centros de detención y deportación tras el acuerdo de Turquía, que Helena también conoce de coberturas anteriores. Sólo sirios e iraquíes tienen garantizada la consideración de refugiados al llegar a Europa. El resto, como Nasim, duermen fuera del campo, en las carpas junto a las vías de un tren al que tienen prohibido subir.
Cuando Helena vino por primera vez, el campo oficial estaba abarrotado y en las carpas de fuera había unas decenas de migrantes -en su mayoría magrebíes- conscientes de que el éxito de su viaje hacia Alemania estaba en manos de los contrabandistas a los que pagan un dineral para que les cruzaran las fronteras de los Balcanes. Ahora la proporción es a la inversa: el campo oficial está casi vacío y las carpas de fuera están abarrotadas. Helena conversa, en las carpas de fuera, con afganas que escapan de la guerra, iraníes perseguidos por su orientación sexual, palestinas que huyen de la ocupación israelí y marroquíes que se han manifestado contra el rey Mohamed VI antes de emprender su viaje. Ninguna de ellas es reconocida como “refugiada”. Además, ahora también sirios e iraquíes deben recurrir a los contrabandistas porque las fronteras están cerradas para todo el mundo.
Helena vuelve al hotel conmovida y satisfecha. Es muy duro lo que acaba de ver pero está convencida de la necesidad de contarlo y de que los testimonios son suficientemente potentes para que le compren la historia. Le van a pagar 80 euros una la pieza de 9.000 caracteres. Abre el portátil, escribe un Telegram a su amante -“Guapa, perdona que no te haya contestado el Telegram. Yo también pienso una y otra vez en la noche del sábado. ¿Ya es sábado otra vez? Ostras, es verdad. No puedo hablar, estoy en Serbia. Bien, ya te contaré. Mil besos”- y comienza a redactar mientras ingiere los primeros alimentos desde el desayuno. Hoy también ha olvidado comer mientras buscaba a sus posibles entrevistadas.
A la misma hora, un tertuliano sienta cátedra en un plató de Madrid: “Debemos dejar de usar ya la expresión ‘crisis de los refugiados’ porque, de todos los inmigrantes ilegales que llegan ahora a Europa, sólo una pequeña parte son verdaderamente refugiados. El resto son inmigrantes que buscan una vida mejor, a ver si os enteráis los pijo-progres, ¿vale? Porque el Estado del Bienestar europeo no puede asumir que vengan a beneficiarse de nuestros servicios sociales”. El señor tertuliano no ha estado en su vida en un campo de refugiados y no tiene la menor intención de visitar ninguno nunca. Cobrará, como cada semana, 400 euros por sus documentadísimas intervenciones. Tiene necesidad de pronunciarse sobre cualquier tema y cree que su opinión de varón blanco heterosexual de clase media-alta representa el sentido común.
En otra tertulia similar, otro señor similar pero un poco más joven asegura que Rita Maestre nunca se habría atrevido a enseñar las tetas en un mezquita. “No sólo eso”, dice rotundo, y demuestra su infinita sabiduría exponiendo que las autodenominadas feministas, que mejor sería llamarles hembristas pero eso es políticamente incorrecto, callan ante las continuas agresiones sexuales cometidas por los mal llamados refugiados, porque no son refugiados sino inmigrantes, como por ejemplo en la nochevieja pasada en Colonia y otras ciudades de Alemania.
A muchos kilómetros de allí, esas palabras del tertuliano provocan que Lara tenga ganas de tirar la tele por la ventana. Tele es un decir; Lara tiene puesta la tertulia en el mismo portátil en el que redacta sus reportajes mientras cocina.
Hace un año, pocos días después de la nochevieja de la que hablan en la tertulia, cuando todos los telediarios repetían lo que acaba de decir el tertuliano con un tono más neutro, Lara pilló un tren y se plantó en Colonia. Entrevistó a mujeres que habían estado en la plaza del ayuntamiento la última noche del año. Escuchó a feministas y a mujeres migrantes. Trató de verificar el titular “Grupos de refugiados siembran el terror con ataques sexistas a mujeres alemanas” con el portavoz de la policía local, que le dijo lo siguiente: de los 58 hombres identificados como presuntos agresores, 55 son alemanes. Por ese reportaje, a Lara le pagaron 50 euros. El tertuliano se embolsó 350, como cada semana.
Lara siente la necesidad de escribir otro artículo explicando lo que es el Purple Washing, la utilización perversa de argumentos supuestamente feministas con fines racistas. Pero lo que le apetece realmente es partirle las piernas con un bate de baseball a ese tertuliano porque sabe que la basura racista que suelta él por la boca es mil veces más influyente que las crónicas contrastadas que hace ella.
“Pero es que estás comparando situaciones que no tienen nada que ver, Lara”, sostiene Marco. “Ese tertuliano aporta miles de espectadores que se traducen en miles de euros de ingresos por publicidad. Los reportajes son aburridos, las tertulias son entretenidas”. “Y fáciles”, añade Miriam, “porque antes de que empiecen a hablar ya sabes con quién vas a estar de acuerdo. Cada uno de los tertulianos va a defender una posición fija e inmutable que se corresponde con el espacio político de un partido.” “Exacto”, retoma Marco, “nunca vas a ver un tertuliano que convence a otro ni una posición que no se pueda identificar fácilmente con una postura política partidista. Eso facilita las cosas y nos permite centrarnos en lo importante, en indignarnos cuando hablan unos y celebrar lo que dicen los nuestros como forma de entretenimiento. Te equivocas al comparar una tertulia con el periodismo. La tertulia es sólo show business”.
“Es una vergüenza que el Ayuntamiento de Carmena quite la bandera de España, la de todos los españoles, mientras mantiene esa pancarta demagógica de ‘Refugees Welcome’. Lo que no puede ser es que Europa acoja a todos los refugiados de Oriente Medio mientras los países musulmanes de la zona se desentienden del problema, que es más suyo que nuestro”, dice una tertuliana joven con pinta de pija. Es subdirectora de un periódico que paga 100 euros por cada crónica de una página. 100 euros está bastante bien. Por eso Raquel suele decir que sí cada vez que le proponen publicar, aunque tiene miedo de que alguna amiga googlee su nombre y sepa que, de vez en cuando, escribe en ese estercolero.
Cuando escucha las palabras de ‘su’ subdirectora, Raquel se acuerda de la cobertura que no le aprobaron en el otro medio para el que escribe. El año pasado quiso viajar a Líbano y Jordania para comprobar cómo viven allí los millones de desplazados de la guerra de Siria. Demasiado caro, le dijeron. No vale la pena centrar la recepción de refugiados en Oriente Medio en un momento en el que hay tanta gente llegando a Europa.
Al día siguiente, los tertulianos y la tertuliana debaten en un plató acerca del presente y el futuro del periodismo. Los tres coinciden en el peligro que suponen las redes sociales para la credibilidad. alertan del peligro de los populismos y se comprometen a seguir defendiendo la libertad de prensa, pilar fundamental para una sociedad libre. A Raquel, Lara y Helena nadie les pregunta nunca sobre el presente y el futuro del periodismo. Ellas seguirán escribiendo cuanto puedan y haciendo malabares para pagar la cuota de autónomos mientras cobran 50 o 100 euros por crónicas que tienen que escribir antes de saber si serán publicadas.
PS: Las situaciones y personajes reflejados en este texto son pura invención. Cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad.

Fuente original: http://www.pikaramagazine.com/2017/01/reporteras-y-tertulianos-una-historia-de-odio-merecido/