Apuntes para un diálogo urgente
Pueblo y clase en la teoría de Ernesto Laclau
El reciente
desarrollo teórico político de perspectiva crítica propone
profundizaciones, reformulaciones y hasta superaciones de los clásicos
conceptos marxistas. No pocos de estos proyectos se abocan al plano
político, intentando alumbrar otros caminos en un mundo de fuerte
persistencia neo-liberal. Dentro de las teorías que afirman la
emergencia de nuevas subjetividades sirviendo a diversos movimientos
sociales en distintos escenarios mundiales, la obra de Ernesto Laclau
ocupa un lugar destacable, por su amplia recepción y difusión, pero
también porque, a diferencia de otros ejemplos, sus proposiciones no han
sido suficientemente rebatidas, y la polémica sobre su trabajo
continúa. La actualidad, y sobre todo la coyuntura
Latinoamericana y Europea, nos obliga a revisar su pensamiento aún sin
pretender abarcar más que una pequeña parcela del controvertido terreno
que ocupa, ya que urge una aproximación dialógica entre marcos
conceptuales en un momento de avanzada imperialista en el que se hace
crucial repensar las categorías que usamos para entender y transformar
el mundo, con la ambición de alimentar un debate estratégico hacia la
articulación de un nuevo proyecto político que ofrecer a las grandes
mayorías.
Con la rigurosidad adecuada y la inteligencia
política necesaria puede que el cotejo de conceptos a la luz de la
realidad esquive la forma del reproche político para constituirse en un
capital común.
Empezando por la noción de clase en Marx
este artículo busca observar de qué modo y sobre qué presupuestos Laclau
se aparta de ésta; por qué considera que la "construcción del Pueblo"
es la tarea principal de la política radical y cómo se relaciona este
concepto con otras propuestas teóricas; para preguntarse finalmente:
¿responden verdaderamente ambas categorías a estrategias políticas
absolutamente excluyentes?
La noción de clase en Marx
Daniel Bensaid informa que en Marx no podremos encontrar una definición
sencilla de clase, que sus referencias fueron más estratégicas que
sociológicas y (vía Engels) que sus manuscritos se interrumpen en la
enumeración de una cantidad diversa de intereses dentro de la clase
obrera, de la capitalista y la de los propietarios de tierras,
provocando "un suspenso teórico insostenible" que no llegó a ser
resuelto en los inexistentes libros inicialmente previstos sobre el
Estado y el mercado mundial.
[1]
Marx nos deja, sin embargo, además de las célebres frases del
Manifiesto algunas aproximaciones; por ejemplo, en el capítulo X del
libro I de El Capital:
"La reglamentación de la jornada
laboral se presenta en la producción capitalista como una lucha de
siglos, para conseguir poner límites a la jornada laboral, entre el
capitalista (es decir, la clase capitalista) y el trabajador (es decir,
la clase trabajadora)."
O en El 18 Brumario de Luis Bonaparte:
"En
la medida en que millones de familias viven en condiciones económicas
que las distinguen de las otras clases, por su modo de vida y su
cultura, constituyen una clase social."
Y en La ideología alemana:
"Lo que une a los individuos de una clase es la guerra común que han de hacer a los de la otra clase."
Concepción que desarrolla inmediatamente en Miseria de la filosofía:
"Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la
población del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado a
esta masa una situación común, intereses comunes. Así, pues, esta masa
es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para
sí. En la lucha, de la que no hemos señalado más que algunas fases, esta
masa se une, se constituye como clase para sí. Los intereses que
defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase
contra clase es una lucha política."
Luego será Engels quien nos provea de una amplia definición de proletariado como
"...clase
de trabajadores asalariados modernos, que no poseen medios de
producción propios y dependen de la venta de su fuerza de trabajo para
poder vivir."
Y más tarde Lenin:
"Se llaman clases a
amplios grupos de hombres que se distinguen por el lugar que ocupan en
un sistema históricamente definido de producción social, por su relación
(en la mayoría de los casos regulada por la ley) con los medios de
producción, por su rol en la organización social del trabajo, por los
modos de obtener la riqueza y por la importancia que tienen las riquezas
sociales de que disponen."
Ya en los años sesenta Edward
Thompson planteó la imposibilidad de separar las lucha obrera de las
luchas plebeyas en la constitución de la clase como tal, que se
produciría solo a partir de la experiencia de la lucha y no de un
proceso o una realidad objetiva. Una década más tarde, Nicos Poulantzas
utilizó el criterio de trabajo productivo como delimitador de la clase,
para independizarla políticamente de las nacientes pequeñas burguesías
[2];
y Erik Wright, con su diferenciación entre clases ambiguas y
contradictorias desarrolló un esquema sociológico de las clases adecuado
a la etapa histórica que nos toca basado en las ideas de Marx.
Pero la grandes discusiones no pasan por la existencia del antagonismo
de clases (cuya identificación en la historia es anterior a Marx
[3]
y reconocida por economistas no marxistas e incluso por íconos del
capitalismo como el empresario Warren Buffet cuando dijo: "La lucha de
clases sigue existiendo, solo que la mía va ganando.") sino por las
consecuencias de las contradicciones entre las mismas, sus intereses, y
el rol que juegan efectivamente o deberían jugar (y por qué) en la
historia.
Para Laclau la clase obrera está constituida por una
pluralidad de posiciones de sujeto débilmente integradas y en muchos
casos contradictorias, lo que plantea una alternativa clara que impone
optar por una teoría de la historia según la cual esa pluralidad
contradictoria será eliminada -en cuyo caso los intereses objetivos de
la clase pueden determinarse desde un comienzo-, o bien abandonar dicha
teoría y aceptar que
no hay ningún fundamento para privilegiar
ciertas posiciones de sujeto antes que otras en la determinación de los
intereses "objetivos" del agente como un todo. Basado en esa apuesta teórica se erige su pensamiento tal como hoy lo conocemos.
"Si se quiere avanzar en la determinación de los antagonismos sociales,
lo que hay que hacer, es analizar esta pluralidad de posiciones
diversas y en muchos casos contradictorias y abandonar la idea de un
agente perfectamente unificado y homogéneo tal como la "clase obrera"
del discurso clásico. La búsqueda de la "verdadera" clase obrera es un
falso problema, y como tal carece de toda relevancia teórica o
política." [4]
Según Slavoj Zizek
[5]
Marx hace una distinción entre clase trabajadora como grupo social
particular y proletariado como una posición subjetiva. A lo que Laclau
contesta que Marx debería haber hecho tal distinción, pero no la hizo.
[6]
Cabe agregar que la existencia de un estricto reduccionismo clasista
asociado a una concepción determinista de la historia no puede ser
atribuida a Marx y Engels, si no es a partir del desconocimiento de
algunos pasajes aclaratorios como los que se encuentran por ejemplo en
la correspondencia del primero con Vera Zasulich (sobre la fatalidad
histórica del desarrollo capitalista) o del segundo con José Bloch
(sobre la determinación en última instancia de la economía).
El marxismo según Laclau
Pero a lo largo del grueso de su obra nuestro autor no discute
específicamente con Marx (y Engels), sino más bien con el marxismo como
proyección del pensamiento marxiano del que tampoco ahorra críticas en
sus últimos trabajos, aunque estas quizás no lleguen a ser del todo
deslegitimantes
[7] .
Tanto en Hegemonía y estrategia socialista como en La razón populista
aparecen escasas referencias directas a Marx. Por ejemplo sobre el final
de esta última:
"Para Marx la unidad del sujeto
revolucionario, el proletariado, era la expresión de una homogeneidad
esencial que resultaba de la simplificación de la estructura social bajo
el capitalismo."
Laclau no niega la existencia de clases, ni
el carácter político de esa división económica, ni la lucha de clases.
Lo que hace a lo largo de su obra es una crítica de lo que denomina
recurrentemente reduccionismo clasista, economicista, y esencialista. Y
el resultado de esa crítica es la propuesta en sus últimos trabajos de
"ir más allá de la lucha de clases".
Es posible reconocer en el
trabajo de Laclau tres momentos diferenciados en relación a su posición
frente al marxismo, desde un estructuralismo neomarxista a un
pos-estructuralismo pos-marxista
[8].
En ese tránsito, el concepto de clase en cualquiera de sus
interpretaciones va perdiendo vigor a medida que la noción de pueblo
como construcción discursiva va tomando forma.
[9]
Una primera etapa de conciliación se halla en Política e ideología en
la teoría marxista publicado en Inglaterra en 1977, donde afirma que:
"La lucha de clases a nivel ideológico consiste, en buena medida, en el
esfuerzo por articular las interpelaciones popular-democráticas a los
discursos ideológicos de las clases antagónicas. La interpelación
popular-democrática no sólo tiene un contenido de clase preciso, sino
que constituye el campo por excelencia de la lucha ideológica de clases.
Toda clase lucha a nivel ideológico a la vez como clase y como pueblo
o, mejor dicho, intenta dar coherencia a su discurso ideológico
presentando sus objetivos de clase como consumación de los objetivos
populares."
Una segunda etapa en la maduración de su
pensamiento, que constituye una revisión del marxismo clásico es
identificable con la publicación de Hegemonía y Estrategia Socialista
elaborado con Chantal Mouffe, donde dan cuenta de una evolución del
concepto de Hegemonía de Lenin a Gramsci, señalando sucesivos avances en
Rosa Luxemburgo, Kautsky y Sorel. En el prólogo para la edición
española de 1987 afirman:
"La realidad de las sociedades
industriales avanzadas o pos-industriales nos obliga a ir más allá de
Gramsci y a deconstruir la noción misma de "clase social". Y esto porque
la noción tradicional de "clase" suponía la unidad de las posiciones de
sujeto de los diversos agentes; en tanto que en las condiciones del
capitalismo maduro, dicha unidad es siempre precaria y sometida a un
constante proceso de rearticulación hegemónica. Éste es el punto en el
que en nuestro texto intentamos ligar la problemática teórica de la
crítica al esencialismo y a la concepción del sujeto unitario fundante
con el conjunto de problemas vinculados a la emergencia de nuevos
antagonismos y a la transformación de la política en el mundo
contemporáneo(...)
Esto nos ha llevado a redefinir el
proyecto socialista en términos de una radicalización de la democracia;
es decir, como articulación de las luchas contra las diferentes formas
de subordinación."
Finalmente, es en los trabajos posteriores
a la publicación de La razón populista de 2005 donde el autor asume una
ruptura con la tradición que se proponía (en sus propias palabras
tomando a Husserl) "reactivar" y se consolida una distancia con el
marxismo, ya que tal acervo teórico y político deja de ser utilizado en
sus explicaciones si no es como referencias anecdóticas.
En su
artículo Por qué construir un pueblo es la tarea principal de la
política radical publicado en español en 2006 por la Universidad Central
de Venezuela, contesta detenidamente las críticas de Slavoj Zizek a su
trabajo, afirmando que
"Unos pocos principios organizaron el
marxismo clásico como un espacio homogéneo de representación discursiva.
Uno fue el postulado de la naturaleza de clase de los agentes
históricos. Otro fue la visión del capitalismo como una sucesión
ordenada de etapas dominadas por una lógica económica unificada y
determinada en forma endógena. Un tercero, y el más importante para
nuestro argumento, fue una perspectiva según la cual las metas
estratégicas de la clase trabajadora dependían completamente de las
etapas del desarrollo capitalista."
Este último Laclau rescata las soluciones políticas de dirigentes como Lenin y su
alianza de clases, Trotstky y la
revolución permanente, Mao con la
revolución cultural o Togliatti y sus
tareas nacionales de la clase
sin por ello encontrar algún valor teórico en sus ejemplos y
contribuciones. De esta manera se da a entender que estos líderes no
encarnaron procesos revolucionarios por la aplicación práctica del
concepto que se tenía de clase, sino a pesar de él.
A partir de
La razón populista, Laclau es absorbido completamente por un "giro
lingüístico" que no se agotará en una reformulación de los tópicos y
áreas tradicionales de investigación, sino que implicará:
(
...)en palabras de Geertz, una verdadera "refiguración del pensamiento
social" en su conjunto en el que las antiguas antinomias habrían perdido
su sentido. La asunción del hecho de que la red de significados
intersubjetivamente construidos no es un mero vehículo para representar
realidades anteriores a ella, sino que resulta constitutiva de nuestra
experiencia histórica, vendría finalmente a quebrar las polaridades de
la antigua historiografía entre el sujeto y el objeto de estudio. [10]
La "construcción del Pueblo"
Si ese sujeto histórico no existe como tal, y solo es identificable
como un sector social entre muchos, entonces toda lucha política debe
interpelar a (lo que implica articular con) el conjunto para hacer su
propia reivindicación, sea esta lucha consistente en la socialización de
los medios de producción, la reducción de la jornada laboral, el
respeto a las identidades culturales, de género, etc.
Por tanto,
no existe relación social privilegiada políticamente y es la
constitución discursiva del "pueblo" como actor político central
(configurado mediante la articulación hegemónica e indeterminado
apriorísticamente) la tarea principal para remplazar un orden por otro.
Sus contornos son tan difusos que "cualquier sutura será retórica"
[11].
En la compleja teoría de Laclau que combina semiótica con psicoanálisis
se pretende dar una fundamentación del quehacer político (que se
propone en contraposición con la simple administración) como
convocatoria de voluntades alrededor de un significante vacío que asume
la representación de la pluralidad a partir de una lógica interna que
unifica demandas heterogéneas en una cadena equivalencial, junto a la
estructuración (discursiva) de la realidad en polos antagónicos.
Este proceso descrito por Laclau tendría un carácter neutral al poder
ser aplicado por los más ideológicamente diversos movimientos políticos.
De esta manera, como su teoría es presentada, no estaría al servicio de
una visión del mundo o una política determinada sino que contribuiría a
esclarecer una lógica política (cuando no "la" lógica de la política).
Visto de este modo, poco y nada queda de Marx o el marxismo en su
teoría. Lo más parecido a una inspiración marxista tiene que ver con el
desarrollo que hace de la transformación de las demandas democráticas en
demandas populares, según el cual cuando una demanda democrática
(llamada así por enfrentarse al statu-quo y tomada de la noción de
revolución democrático-burguesa de la tradición marxista) cobra
centralidad, se vuelve el nombre de algo que la excede y se convierte en
un "destino" del que no puede escapar.
Conclusión: un debate abierto
Como se habrá podido reconocer este artículo parte de la sospecha de
que no existe finalmente una incompatibilidad absoluta entre la
categoría de clase que se puede encontrar en Marx y muchos otros
marxistas y la construcción del pueblo que nos propone Laclau. Esta
discusión no se trata de definir el contenido de una campaña electoral,
el estatuto de un partido o un programa de gobierno. La teoría de Laclau
no viene a remplazar la lucha de clases por un artilugio semántico pero
aporta una impugnación fundamentada a determinadas formas de asumir
ésta en el escenario político actual.
En la historia de
lucha de los pueblos movimientos que apelaron a una y otra forma de
interpelación consiguieron cambiar la relación de fuerzas en la sociedad
y ampliar la base de ciudadanía real propiciando el mejoramiento de las
condiciones materiales de la gran masa de los oprimidos. Sin embargo,
mientras las fuerzas más nítidamente representativas de la opresión no
han dudado nunca en despreciarlos por igual, dentro del campo popular
reconocer el parentesco aunque sea táctico y provisorio de los
diferentes marcos interpretativos ha sido un desafío cuando no una
imposibilidad limitante de su potencial transformador.
Entre los críticos más agudos y apasionados de Laclau encontramos a Nestor Kohan
[12] y Atilio Borón
[13],
cuyos señalamientos no podemos desglosar pero, y aun coincidiendo con
los aspectos más sustanciales de sus objeciones, tampoco carecen de
sombras. Se derrama de sus buenas plumas por momentos una retórica
agitatoria que bordea los razonamientos ad-hominem y que ensombrece lo
que hay de refutación teórica real. El primero se centra en denunciar el
carácter metafísico de la teoría basada en el discurso. Si bien esta
postura es a priori aceptable, no dejaría de suscitar la pregunta por el
carácter puramente ideal del discurso y su distinción con el concepto
de praxis, ya que cuando hablamos de discurso no nos referimos solamente
a una articulación de palabras. El segundo demuestra que no se trata de
pos-marxismo sino de pre-marxismo, pero eso vuelve incongruente la
tesis sobre la tentativa de liquidación del marxismo, que se le atribuye
en ese caso a Laclau. No es nada complicado demostrar incluso el
carácter no-marxista de las definitivas contribuciones de Laclau, pero
no alcanza intentar asociar sus ideas con las de otros más
desprestigiados para clausurar el debate posible con su argumentario,
que a pesar de no merecer un lugar en los anales del pensamiento
marxista podría contribuir a alumbrar algún problema, aunque más no sea
evidenciándose como síntoma de alguna discusión no resuelta. De otro
modo, ¿por qué interesarnos en su obra y no simplemente ser
indiferentes?
Como dice Anton sobre la experiencia reciente de
Podemos en España, hay un debate abierto que merece ser convertido en
diálogo hacia la conformación de un sujeto colectivo
progresivo,
democrático-igualitario, con una amplia base popular y partiendo de sus
condiciones materiales, sus demandas, su cultura, su articulación
asociativa, política e institucional y su experiencia (...) [14]. Aún cuando, como con Rush (inspirado en Holloway), podamos considerar que
el discursivismo politicista olvida que los discursos políticos están
entretejidos con la lógica del capital mismo, que la construcción de un
bloque civilizatorio contra-hegemónico, anti-capitalista,
anti-patriarcal, anti-racista, ecologista, etcétera, no tiene una
relación puramente contingente con los nuevos grupos o clases sociales y que por tanto
el conjunto de variados grupos o clases de hombres, mujeres y seres
naturales que la lógica del capital clasifica como lo otro-del-capital,
sigue siendo una base material preferencial para construir un nuevo
discurso y una nueva organización emancipadora. [15]
Notas
[1] BENSAID, Daniel. "Por qué la lucha es de clase" en "Marx ha vuelto". Buenos Aires. Edhasa. 2011
[2] POULANTZAS, Nicos. "Las clases sociales en el capitalismo actual". Madrid. Siglo XXI. 1977.
[3] LEFEBVRE, Henri. "El Marxismo". Buenos Aires. EUDEBA. 1985.
[4] LACLAU, Ernesto. MOUFFE, Chantal. "Hegemonía y estrategia socialista". Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 1987
[5] ZIZEK, Slavoj . "Against the Populist Temptation". Critical Inquiry, 2006.
[6]
LACLAU, Ernesto. "Por qué construir un pueblo es la tarea principal de
la política radical" en Cuadernos del CENDES, vol. 23, núm. 62,
mayo-agosto, 2006, pp. 1-36. Universidad Central de Venezuela.
[7] Ver LACLAU, op. cit. 2006.
[8]
FAIR, Hernán. " Mitos y creencias en torno a la teoría post-marxista de
la hegemonía de Ernesto Laclau. Una hermenéutica sobre los estudios
críticos" . Universidad de Quilmes. CONICET. 2014.
[9]
Al mismo tiempo su noción de Hegemonía se va distanciando de la
formulación original en Gramcsi (o anteriores), alejándose lo suficiente
para adquirir autonomía respecto de todo el corpus marxista, pero esta
idea excede las pretensiones de este artículo y sería materia para otro
análisis.
[10] PALTI, José. "Giro lingüístico e historia intelectual". Universidad Nacional de Quilmes. 1998.
[11] LACLAU, op. cit. 2014.
[12] KOHAN, Nestor. "Che Guevara, el sujeto y el poder". 2003.
[13]
BORÓN, Atilio. ¿Posmarxismo? Crisis, recomposición o liquidación del
marxismo en la obra de Ernesto Laclau", en: Revista Méxicana de
Sociología, México. vol. 58, núm. 1, 1996.
[14] ANTON, Antonio. "A vueltas con el sujeto (clase o pueblo)". Rebelión. 2016.
[15]
RUSH, Alan. "Marxismo y posmarxismo Polémica Laclau-Mouffe versus
Geras. Primeras hipótesis y especulaciones". Revista Herramienta n° 18.
2002.