09-01-2015 |
Reseña de “Cómo nos engañan las eléctricas” (Akal), del periodista Carlos Corominas
Luz contra el oscurantismo de las corporaciones eléctricas
A la hora de escribir se puede elegir entre el trazo grueso, la redacción de grandes titulares, de manera que el lector pueda hacerse una idea general del contenido. O se puede optar por la escritura elaborada y de detalle, con el riesgo de caer en una excesiva especialización y así extraviar al lector poco avezado. En “Cómo nos engañan las eléctricas”, libro publicado por el periodista Carlos Corominas en la colección “A Fondo”, de Akal, se combinan las dos metodologías. Lo que permite dos lecturas, una más sencilla y general, y otra más pormenorizada. Esto no es fácil, requiere oficio y dominio de la materia, más todavía en un asunto tan deliberadamente enrevesado como el funcionamiento en el estado español de las grandes corporaciones eléctricas.
A resolver con buena nota el expediente, contribuye la experiencia de un periodista especializado en medio ambiente, que ha trabajado en Efe-Verde, tomado parte en el consejo de redacción de El Ecologista, en la organización Ecooo, que trabaja por la soberanía energética, y sobre todo para el presente libro, participó en el trabajo de investigación “Energía Oscura” (en colaboración con eldiario.es). De este modo el autor, Carlos Corominas, arroja luz al arcano que plantea Pascual Serrano en la misma presentación del libro: “Peajes de acceso, tarifa de último recurso, costes de transición a la competencia, precio voluntario para el pequeño consumidor, peaje de respaldo, ingresos regulados, subastas, déficit de tarifa, garantía de potencia, casación de precios… Todo con el objetivo de que no les comprendamos y así poder instalarse en el abuso y el atropello”.
¿En qué consistiría la lectura “gruesa” del texto? En informarse de que, a partir de la “liberalización” del mercado eléctrico en 1997, las “cinco” grandes eléctricas (Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, E.On España y EDP), han obtenido unos beneficios de más de 60.000 millones de euros. Se esgrime, al tiempo, que el déficit de tarifa (la deuda de los ciudadanos con este oligopolio empresarial) ronda los 30.000 millones de euros, mientras la pobreza energética en el estado español causa 10.000 muertos anuales. Para completar el paisaje a grandes rasgos, España es el país con la electricidad más cara de Europa sólo por detrás de Irlanda y Chipre (con el matiz agregado de se trata de dos islas).
“Cómo nos engañan las eléctricas” entra en el detalle, pero de manera accesible, sin apabullar al lector, en aspectos de contexto que se descuidan con el grito y la queja por las tarifas. Así, Corominas explica cómo antes de 1997 Endesa fue asegurándose “una posición muy fuerte en la futura liberalización”, y cómo –al concluir el proceso- el acceso a la electricidad ya no sería un “servicio público” para el ciudadano, al que se pasaba a considerar un mero “consumidor”. En cuanto a los Costes de Transición a la Competencia (CTC), señala el autor, “se idearon para compensar las inversiones que habían hecho las empresas en el marco regulado anterior a la liberalización”.
Para el lector que no se quiera perder en las subastas CESUR y las tarifas de último recurso, el periodista plantea ideas nítidas y de fondo: “El reparto del pastel está bastante claro, al menos para los dos más grandes. Endesa tiene el control sobre las islas que le reporta ingentes beneficios e Iberdrola domina la mayoría de las centrales hidráulicas. Fuentes del sector aseguran que existe un pacto tácito para que Iberdrola no entre a cuestionar la situación en las islas y Endesa no toque los embalses. En el ámbito nuclear, Endesa e Iberdrola se reparten la titularidad de las plantas con una escasa participación de Gas Natural”. Además, en relación con las centrales nucleares, “es conocido que en pleno proceso de transición a la democracia el sector público hubo de rescatar financieramente a las empresas eléctricas del país, que se habían embarcado en un proceso de inversión faraónico”, reconocía el exministro de Industria y Energía, Juan Manuel Eguiagaray en Cuadernos de Energía.
Otro aspecto de suma importancia que aborda el autor, y que posiblemente entre la barahúnda pase inadvertido para el gran público, es la llamada “burbuja del gas”, que condujo a la construcción de centrales de ciclo combinado (producción de energía eléctrica a partir de la quema de gas) por encima de las necesidades reales en la primera década de 2000. Actualmente están infrautilizadas, pero las compañías eléctricas han pedido compensaciones al estado por las inversiones realizadas. Y, para satisfacerlas, se inventó otro concepto sibilino, el “pago por capacidad”.
Tampoco se suele hablar del Plan del Carbón, suscrito en septiembre de 2013 por el gobierno, la patronal y los sindicatos, en el que se garantizaba una cuota de carbón nacional para la producción eléctrica, al tiempo que se estipulaba una reducción del uso y también de la plantilla en las minas. Aquello quedó, como titulaba un reportaje de El País, firmado por Rafael Méndez y Patricia Peiró, en “un pozo sin fondo” (en relación a los proyectos “alternativos” en las comarcas mineras). Un apartado especial merece en este asunto “el rey del carbón”, Victorino Alonso, denunciado por fraude, delitos fiscales, daños ambientales y la desaparición de medio millón de toneladas de carbón público. Asimismo, Carlos Corominas explica las “triquiñuelas” de las eléctricas para importar carbón del exterior, que les resulta más barato.
“Cómo nos engañan las eléctricas” analiza detenidamente el frenazo a las energías renovables, después de su auge, las causas judiciales abiertas contra el estado español por este motivo y el “cerrojo al autoconsumo”, que no deja de ser otro modo de primar a las grandes eléctricas. En este caso el gobierno no sólo innova otro concepto –el “peaje de respaldo”- sino que muestra un discutible equilibrio sancionador. Mientras, recuerda Carlos Corominas, no registrar una planta de autoconsumo puede suponer una multa entre seis y 60 millones de euros, la multa por una fuga radiactiva asciende a 30 millones de euros.
Otro asunto insoslayable, casi rutinario, cuando se trata el fraude de las eléctricas son los sueldos de presidentes y directivos de las compañías, y las “puertas giratorias”. Son números que tal vez expliquen otros guarismos, como los de la “pobreza energética”. El presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, cobró en 2013 la cantidad de 7,4 millones de euros entre salario y complementos. A las “puertas giratorias” Carlos Corominas dedica 11 páginas (capítulo III) muy bien documentadas, pero le llegaría para una tesis doctoral, con una exuberante nómina que incluye a Felipe González (Gas Natural Fenosa), José María Aznar (Endesa), Luis de Guindos (Enel), Elena Salgado (filial chilena de Endesa). Pero el periodista no se queda en la conocida onomástica, sino que va un punto más allá: “José María Aznar fue el presidente que empujó a España al mercado liberalizado. Bajo su mandato se idearon los Costes de Transición a la Competencia (CTC) y Endesa entró en el mercado liberalizado como la gran eléctrica española”.
El libro, realmente un reportaje de 127 páginas, es la prueba de que con buena capacidad de síntesis puede reducirse la complejidad de un asunto y, además, abordarlo en su integridad. En los apartados finales Carlos Corominas amplía la perspectiva y, citando a Erika González, investigadora del Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL), recuerda que el 80% de la inversión extranjera en el estado español está controlada por siete empresas, de las que cuatro corresponden al sector de la energía (Gas Natural Fenosa, Endesa, Iberdrola y Repsol). Otro hecho que pone de manifiesto el poderío de las eléctricas españolas es su desembarco en América Latina al calor de las privatizaciones. Gas Natural Fenosa, Endesa o Iberdrola se hicieron en los años 90 con empresas públicas previamente saneadas por los estados, y a un módico precio. Hoy operan sus filiales Electricaribe (Colombia), Chilectra (Chile) o Elektro (Brasil), entre otras muchas.
La colusión entre el estado español y las grandes corporaciones pudo fácilmente comprobarse cuando Evo Morales anunció, en 2012, la expropiación de Transportadora de Electricidad (filial de Red Eléctrica Española) o la nacionalización por parte del gobierno argentino de YPF, controlada mayoritariamente por Repsol. Reacciones airadas que no distinguían entre negocios privados e interés público. Pero el fenómeno cobra dimensión mayor a medida que Corominas va aumentando la lente y apuntando a otros sectores, como el hídrico. “Uno de los grandes negocios de las multinacionales españolas en América Latina es la construcción y gestión de presas hidroeléctricas”, sostiene el periodista. Endesa construye en Colombia la presa de El Quimbo y las centrales de Pangue y Ralco en Chile, donde también se ha embarcado en la iniciativa HydroAysén para la implantación de cinco centrales en dos ríos de la zona. Iberdrola, remata Carlos Corominas, forma parte del conglomerado de empresas que está detrás de la presa de Belo Monte, en Brasil.
A resolver con buena nota el expediente, contribuye la experiencia de un periodista especializado en medio ambiente, que ha trabajado en Efe-Verde, tomado parte en el consejo de redacción de El Ecologista, en la organización Ecooo, que trabaja por la soberanía energética, y sobre todo para el presente libro, participó en el trabajo de investigación “Energía Oscura” (en colaboración con eldiario.es). De este modo el autor, Carlos Corominas, arroja luz al arcano que plantea Pascual Serrano en la misma presentación del libro: “Peajes de acceso, tarifa de último recurso, costes de transición a la competencia, precio voluntario para el pequeño consumidor, peaje de respaldo, ingresos regulados, subastas, déficit de tarifa, garantía de potencia, casación de precios… Todo con el objetivo de que no les comprendamos y así poder instalarse en el abuso y el atropello”.
¿En qué consistiría la lectura “gruesa” del texto? En informarse de que, a partir de la “liberalización” del mercado eléctrico en 1997, las “cinco” grandes eléctricas (Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, E.On España y EDP), han obtenido unos beneficios de más de 60.000 millones de euros. Se esgrime, al tiempo, que el déficit de tarifa (la deuda de los ciudadanos con este oligopolio empresarial) ronda los 30.000 millones de euros, mientras la pobreza energética en el estado español causa 10.000 muertos anuales. Para completar el paisaje a grandes rasgos, España es el país con la electricidad más cara de Europa sólo por detrás de Irlanda y Chipre (con el matiz agregado de se trata de dos islas).
“Cómo nos engañan las eléctricas” entra en el detalle, pero de manera accesible, sin apabullar al lector, en aspectos de contexto que se descuidan con el grito y la queja por las tarifas. Así, Corominas explica cómo antes de 1997 Endesa fue asegurándose “una posición muy fuerte en la futura liberalización”, y cómo –al concluir el proceso- el acceso a la electricidad ya no sería un “servicio público” para el ciudadano, al que se pasaba a considerar un mero “consumidor”. En cuanto a los Costes de Transición a la Competencia (CTC), señala el autor, “se idearon para compensar las inversiones que habían hecho las empresas en el marco regulado anterior a la liberalización”.
Para el lector que no se quiera perder en las subastas CESUR y las tarifas de último recurso, el periodista plantea ideas nítidas y de fondo: “El reparto del pastel está bastante claro, al menos para los dos más grandes. Endesa tiene el control sobre las islas que le reporta ingentes beneficios e Iberdrola domina la mayoría de las centrales hidráulicas. Fuentes del sector aseguran que existe un pacto tácito para que Iberdrola no entre a cuestionar la situación en las islas y Endesa no toque los embalses. En el ámbito nuclear, Endesa e Iberdrola se reparten la titularidad de las plantas con una escasa participación de Gas Natural”. Además, en relación con las centrales nucleares, “es conocido que en pleno proceso de transición a la democracia el sector público hubo de rescatar financieramente a las empresas eléctricas del país, que se habían embarcado en un proceso de inversión faraónico”, reconocía el exministro de Industria y Energía, Juan Manuel Eguiagaray en Cuadernos de Energía.
Otro aspecto de suma importancia que aborda el autor, y que posiblemente entre la barahúnda pase inadvertido para el gran público, es la llamada “burbuja del gas”, que condujo a la construcción de centrales de ciclo combinado (producción de energía eléctrica a partir de la quema de gas) por encima de las necesidades reales en la primera década de 2000. Actualmente están infrautilizadas, pero las compañías eléctricas han pedido compensaciones al estado por las inversiones realizadas. Y, para satisfacerlas, se inventó otro concepto sibilino, el “pago por capacidad”.
Tampoco se suele hablar del Plan del Carbón, suscrito en septiembre de 2013 por el gobierno, la patronal y los sindicatos, en el que se garantizaba una cuota de carbón nacional para la producción eléctrica, al tiempo que se estipulaba una reducción del uso y también de la plantilla en las minas. Aquello quedó, como titulaba un reportaje de El País, firmado por Rafael Méndez y Patricia Peiró, en “un pozo sin fondo” (en relación a los proyectos “alternativos” en las comarcas mineras). Un apartado especial merece en este asunto “el rey del carbón”, Victorino Alonso, denunciado por fraude, delitos fiscales, daños ambientales y la desaparición de medio millón de toneladas de carbón público. Asimismo, Carlos Corominas explica las “triquiñuelas” de las eléctricas para importar carbón del exterior, que les resulta más barato.
“Cómo nos engañan las eléctricas” analiza detenidamente el frenazo a las energías renovables, después de su auge, las causas judiciales abiertas contra el estado español por este motivo y el “cerrojo al autoconsumo”, que no deja de ser otro modo de primar a las grandes eléctricas. En este caso el gobierno no sólo innova otro concepto –el “peaje de respaldo”- sino que muestra un discutible equilibrio sancionador. Mientras, recuerda Carlos Corominas, no registrar una planta de autoconsumo puede suponer una multa entre seis y 60 millones de euros, la multa por una fuga radiactiva asciende a 30 millones de euros.
Otro asunto insoslayable, casi rutinario, cuando se trata el fraude de las eléctricas son los sueldos de presidentes y directivos de las compañías, y las “puertas giratorias”. Son números que tal vez expliquen otros guarismos, como los de la “pobreza energética”. El presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, cobró en 2013 la cantidad de 7,4 millones de euros entre salario y complementos. A las “puertas giratorias” Carlos Corominas dedica 11 páginas (capítulo III) muy bien documentadas, pero le llegaría para una tesis doctoral, con una exuberante nómina que incluye a Felipe González (Gas Natural Fenosa), José María Aznar (Endesa), Luis de Guindos (Enel), Elena Salgado (filial chilena de Endesa). Pero el periodista no se queda en la conocida onomástica, sino que va un punto más allá: “José María Aznar fue el presidente que empujó a España al mercado liberalizado. Bajo su mandato se idearon los Costes de Transición a la Competencia (CTC) y Endesa entró en el mercado liberalizado como la gran eléctrica española”.
El libro, realmente un reportaje de 127 páginas, es la prueba de que con buena capacidad de síntesis puede reducirse la complejidad de un asunto y, además, abordarlo en su integridad. En los apartados finales Carlos Corominas amplía la perspectiva y, citando a Erika González, investigadora del Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL), recuerda que el 80% de la inversión extranjera en el estado español está controlada por siete empresas, de las que cuatro corresponden al sector de la energía (Gas Natural Fenosa, Endesa, Iberdrola y Repsol). Otro hecho que pone de manifiesto el poderío de las eléctricas españolas es su desembarco en América Latina al calor de las privatizaciones. Gas Natural Fenosa, Endesa o Iberdrola se hicieron en los años 90 con empresas públicas previamente saneadas por los estados, y a un módico precio. Hoy operan sus filiales Electricaribe (Colombia), Chilectra (Chile) o Elektro (Brasil), entre otras muchas.
La colusión entre el estado español y las grandes corporaciones pudo fácilmente comprobarse cuando Evo Morales anunció, en 2012, la expropiación de Transportadora de Electricidad (filial de Red Eléctrica Española) o la nacionalización por parte del gobierno argentino de YPF, controlada mayoritariamente por Repsol. Reacciones airadas que no distinguían entre negocios privados e interés público. Pero el fenómeno cobra dimensión mayor a medida que Corominas va aumentando la lente y apuntando a otros sectores, como el hídrico. “Uno de los grandes negocios de las multinacionales españolas en América Latina es la construcción y gestión de presas hidroeléctricas”, sostiene el periodista. Endesa construye en Colombia la presa de El Quimbo y las centrales de Pangue y Ralco en Chile, donde también se ha embarcado en la iniciativa HydroAysén para la implantación de cinco centrales en dos ríos de la zona. Iberdrola, remata Carlos Corominas, forma parte del conglomerado de empresas que está detrás de la presa de Belo Monte, en Brasil.