viernes, 21 de noviembre de 2014

Corea del Sur , un milagro explicado .


Corea del Sur, el milagro desenmascarado

CADTM


El pretendido éxito de Corea del Sur se obtuvo gracias a una política opuesta al modelo propuesto por el Banco Mundial. Lejos de una acumulación virtuosa fundada en los beneficios del libre mercado, su desarrollo económico fue posible por «una enorme acumulación primitiva basada en los métodos más coercitivos para construir la “virtud” a la fuerza» (J-P. Peemans). Corea del Sur alcanzó los resultados que conocemos bajo el yugo de un régimen dictatorial particularmente represivo, protegido por los Estados Unidos en el marco de su lucha contra los regímenes llamados “socialistas”. Adoptó un modelo productivista muy poco respetuoso del ambiente. La vía coreana no es ni recomendable ni repetible. Pero vale la pena estudiarla.

Según el Banco Mundial, el caso de Corea del Sur constituye un éxito indiscutible. Si nos remitimos a la versión del Banco, las autoridades del país habrían recurrido eficazmente al empréstito externo, atrayendo las inversiones extranjeras e invirtiéndolas para poner en práctica un modelo de desarrollo exitoso, basado en la sustitución de exportaciones. El modelo de industrialización por sustitución de exportaciones constituye la alternativa del Banco Mundial (y de otros) al modelo de industrialización por sustitución de importaciones (que implica fabricar en el país los productos que se importaban). Corea, en vez de producir lo que importaba, habría adaptado sus actividades productivas a la demanda del mercado mundial, logrando al mismo tiempo favorecer a la industria que proporcionaba un alto porcentaje de valor agregado. Habría reemplazado la exportación de productos apenas transformados (o de materia prima) por mercaderías cuya elaboración requería una tecnología avanzada. Según el Banco, el Estado coreano habría intervenido modestamente para apoyar la iniciativa privada y garantizar el libre juego de las fuerzas del mercado. En realidad, la vía coreana a la industrialización y el crecimiento sostenido contradice con toda claridad la versión del Banco.
Aclaro de entrada que de ninguna manera considero que Corea sea un modelo a seguir, y ello por razones éticas, económicas y sociales. Corea del Sur alcanzó los resultados que conocemos bajo el yugo de un régimen dictatorial particularmente represivo, protegido por los Estados Unidos en el marco de su lucha contra los regímenes llamados “socialistas”. Adoptó un modelo productivista muy poco respetuoso del ambiente. La vía coreana no es ni recomendable ni repetible. Pero vale la pena estudiarla.
El pretendido éxito coreano se obtuvo gracias a varios factores. Los principales son: una fuerte intervención del Estado (que dirigió el proceso con mano de hierro); un apoyo financiero (en forma de donaciones) y técnico muy importante de los Estados Unidos; la realización desde el comienzo de una reforma agraria radical; la aplicación de un modelo de industrialización por sustitución de importaciones durante 25 años, que se fue convirtiendo progresivamente en sustitución de exportaciones (paso que no habría sido posible sin el paso anterior); la política permanente de represión del movimiento obrero (prohibición de los sindicatos); la sobreexplotación de campesinos y obreros; el control del Estado sobre el sector bancario; la aplicación de una planificación autoritaria; un control estricto del cambio y de los movimientos de capitales; la fijación estatal de precios para una amplia gama de productos, la benevolencia de los Estados Unidos, que toleraron a Corea lo que prohibían a otros países. El Estado coreano también realizó un gran esfuerzo en educación, lo que le permitió ofrecer a las empresas una mano de obra muy calificada.
Agreguemos que, paradójicamente, la pobreza en recursos naturales favoreció el desarrollo de Corea del Sur, pues el país se salvó de la codicia de las transnacionales y de los Estados Unidos. Éstos consideraron a Corea como una zona estratégica desde el punto de vista militar frente al bloque “comunista”, no como una fuente esencial de materias primas (como es el caso de Venezuela, de México o de los países del golfo Pérsico). Si Corea hubiera tenido importantes reservas de petróleo o de otras materias primas estratégicas, habría sido considerada como una zona de aprovisionamiento y no hubiera gozado del mismo margen de maniobra para conseguir dotarse de un poderoso aparato industrial. Los Estados Unidos no están inclinados a favorecer deliberadamente la emergencia de un poderoso competidor que tenga a la vez grandes reservas naturales y una industria diversificada.
El marco político y geoestratégico
Un acuerdo estadounidense-nipón firmado en 1905 definió las respectivas zonas de influencia de ambas potencias en el este asiático. Los Estados Unidos se adjudicaron las Filipinas, que habían conquistado en 1902. Taiwán (anexada en 1895) y Corea correspondieron a los nipones. En 1910, Japón anexó Corea, la convirtió en un granero agrícola y después en una especie de anexo para todo servicio de la industria japonesa. Cuando el imperio nipón fue derrotado en la segunda guerra mundial, abandonó en Corea unas instalaciones modernas en materia de transportes y de electricidad, una industria relativamente importante que iba desde el textil hasta el armamento, pasando por la química y la construcción mecánica, así como un sistema bancario completo. Pero en Corea la industria no constituía un conjunto coherente, pues había sido montada para responder a las necesidades de Japón. La industrialización estaba concentrada principalmente en el norte (en la futura Corea del Norte) mientras que el sur era esencialmente agrícola. La burguesía estaba poco desarrollada pues la dominación japonesa le dejaba muy poco espacio. En comparación con Argentina, en la misma época, Corea era un país netamente desfavorecido en términos de desarrollo industrial.
En virtud de los acuerdos de Yalta, de febrero de 1945, entre los Estados Unidos, el Reino Unido y la URSS, en particular la parte que fijaba las condiciones de la entrada de la Unión Soviético en la guerra contra Japón, las tropas soviéticas y las estadounidenses ocuparían Corea. Los soviéticos fueron los primeros en llegar, en agosto de 1945, y fueron recibidas como libertadores por un amplio movimiento de liberación antijaponés, organizado en una red de comités populares, que constituyeron la base del aparato del nuevo Estado. Éste emprendió de inmediato una serie de reformas nacionales, democráticas y anticapitalistas. Entre las medidas que encontraron un profundo eco popular figuraba una reforma agraria radical. La ulterior evolución del régimen de Corea del Norte, su degeneración burocrática y autoritaria no deben hacernos olvidar los adelantos económicos iniciales.
Al Sur de la península, las cosas se desarrollaron de otro modo. Cuando sus tropas no habían aún llegado a Corea, Washington tomó la decisión unilateral (sin concertarla con Moscú) de acordar con los japoneses que presentaran su capitulación a las tropas americanas, al sur del paralelo 38 |1. Esto significó, de hecho, la partición de Corea en dos sectores, lo cual no estaba previsto en los acuerdos de Yalta. Las tropas estadounidenses no desembarcaron hasta el 8 de septiembre de 1945, y dos días después de la proclamación en Seúl (que se encuentra al sur del paralelo 38), por una asamblea nacional de los comités populares antijaponeses, de la República Popular de Corea. Antes de la llegada de los estadounidenses, este nuevo poder ya había desarmado a los japoneses, liberado a los prisioneros políticos y detenido a los colaboradores. Pero cuando los nacionalistas se presentaron ante el estado mayor americano para proponerle colaboración, la respuesta fue un rechazo rotundo. El 9 de septiembre tomó posesión el Gobierno Militar de los Estados Unidos en Corea (U.S. Military Government in Korea, USAMGIK), que constituiría la autoridad principal hasta junio de 1948. En febrero de 1946, el estado mayor americano estableció un gobierno civil coreano, bajo la tutela del gobierno militar de Estados Unidos en Corea. Dicho gobierno civil estaba presidido por Syngman Rhee, un político de derecha que había retornado a Corea en octubre de 1945, después de haber pasado en Estados Unidos 39 de los 41 años precedentes. Washington había decidido poner al frente del gobierno al Partido Democrático Coreano (KDP), un partido anticomunista formado legalmente durante la ocupación japonesa, como fuerza política coreana representante de los intereses de la clase acomodada. Pronto el KDP sufrió un apresurado cambio de fachada y pasó a llamarse Partido Liberal. Junto a Syngman Rhee se encontraban ex colaboradores de los ocupantes japoneses, y el aparato del nuevo Estado conservó en gran parte los cuadros de los tiempos de la colonia, especialmente en lo relativo a las fuerzas de represión. Se creó una CIA coreana, con el significativo nombre de KCIA (Korean Central Intelligence Agency).
El régimen instaurado por los Estados Unidos fue muy impopular. En 1946 y en 1948 la protesta adquirió la forma de levantamientos populares, que fueron duramente reprimidos. El Consejo General de los Sindicatos Coreanos (GCKTU), dirigido por militantes del Partido Comunista, contaba con varios centenares de miles de miembros, y estaba a la cabeza de los manifestantes. Sufrió frontalmente la represión y finalmente fue prohibido en 1948, pero la represión continuó después de esa fecha. La Comisión de las Naciones Unidas para Corea señalaba en agosto de 1949 que en los ocho meses anteriores al 30 de abril de 1949, 89.710 personas habían sido detenidas en virtud del «Decreto para la protección de la paz nacional». Las pérdidas en vidas humanas se cifran en millares, o en decenas de millares. Muchos líderes históricos de la lucha contra los japoneses que no tenían relación con los comunistas fueron asesinados por el régimen de Syngman Rhee.
Cuando en 1948 la partición del país fue institucionalizada, con la creación de la República de Corea al sur del paralelo 38, la gran mayoría de las fuerzas políticas del país se opuso. Al estallar la guerra de Corea, en 1950, el rápido avance de las tropas norcoreanas sólo se debió parcialmente a factores militares. En parte fue la consecuencia lógica de la falta de apoyo popular efectivo al régimen de Syngman Rhee. Según la historia oficial del ejército americano de la guerra de Corea, el ejército surcoreano «se desintegró» |2. Se produjeron deserciones masivas.
La guerra asoló el país durante tres años y puso al mundo al borde de la tercera guerra mundial. El ejército estadounidense intervino masivamente, con el apoyo de sus aliados occidentales: 300.000 soldados con mandato de las Naciones Unidas |3| combatieron al lado del ejército surcoreano. Se enfrentaron al ejército norcoreano y a un importante contingente chino (entre 500.000 y 800.000 hombres, según las fuentes). El balance en vidas humanas: 3 millones de muertos en la población coreana. En el curso de la guerra, el régimen de Syngman Rhee recurrió a una feroz represión contra la izquierda surcoreana. Algunas fuentes mencionan la cifra de 100.000 ejecuciones o asesinatos de militantes opuestos al régimen |4. El armisticio del 27 de julio de 1953 dejó a las tropas de ambos bandos prácticamente en el punto de partida, a ambos lados del paralelo 38.
Burguesía coreana bajo tutela del Estado
Dejado en posesión de una industria atrasada y de un sistema financiero que había estado en manos de los japoneses |5|, el gobierno de Syngman Rhee se sirvió de ellos, con la bendición del gobierno militar estadounidense en Corea (USAMGIK), para recompensar y consolidar la lealtad del estrato de propietarios que constituía su clientela política. Los nuevos industriales prosperaron, no gracias a sus propias inversiones, pues casi no disponían de capitales propios, sino gracias a los ingresos del impuesto y, sobre todo, a los subsidios estadounidenses, que la dictadura les redistribuía con largueza. Una política rigurosamente proteccionista los puso, por otra parte, al abrigo de la competencia exterior. Más tarde, la dictadura de Park Chung Hee (1961-1979) crearía los conglomerados industriales y financieros, los chaebols.
Primera conclusión: la burguesía coreana se desarrolló a la sombra del Estado. Éste la tutelaba y protegía.
La ayuda financiera externa proveniente de los Estados Unidos
Un hecho totalmente ocultado por el Banco Mundial: Corea no recurrió en absoluto al empréstito externo durante los primeros 17 años posteriores a la segunda guerra mundial, y luego sólo se endeudó moderadamente. Entre 1945 y 1961, Corea no se endeudó ni recibió inversiones extranjeras. Según los criterios del Banco y del pensamiento neoclásico, tal situación constituye una anomalía.
En cambio, durante el mismo período, recibió en forma de donaciones de los Estados Unidos más de 3.100 millones de dólares |6|. Esta suma representa toda la aportación exterior recibida. El monto es considerable: es más del doble de lo que el trío Bélgica-Luxemburgo-Países Bajos recibió durante el Plan Marshall, un tercio más de lo que recibió Francia, un 10% más que el Reino Unido. Las donaciones recibidas por Corea entre 1945 y 1961 son superiores al total de los préstamos otorgados por el Banco Mundial al conjunto de los países en desarrollo que han logrado su independencia (excluidas las colonias).
A partir de 1962, Corea se endeudó, pero modestamente. Entre 1962 y 1966, las donaciones de los Estados Unidos constituían aún el 70% del total de capitales ingresados al país, representando los préstamos el 28% y las inversiones extranjeras el 2%. Fue a partir de 1967 que los ingresos de capitales tomaron principalmente la forma de préstamos de bancos extranjeros, en su mayoría japoneses. Y las inversiones extranjeras no fueron importantes hasta finales de los años ochenta, cuando Corea ya había logrado su industrialización.
Segunda conclusión: La industrialización inicial de Corea no dependió, en absoluto, de los préstamos externos ni de las inversiones extranjeras.
Reforma agraria y acción coercitiva del Estado sobre los campesinos
Al acabar la segunda guerra mundial, la parte sur de Corea era aún un país fundamentalmente agrario. La población rural representaba el 75% de la población total, hasta el comienzo de los años cincuenta. Las autoridades militares de ocupación estadounidenses procedieron entonces a una reforma agraria radical para contrarrestar la propaganda comunista |7|. Los latifundios expropiados, sin indemnización a los japoneses |8| pero con indemnización a los terratenientes coreanos, fueron desmantelados y la masa de campesinos se encontró propietaria de modestas parcelas de tierra |9|(la propiedad no podía ser superior a 3 hectáreas por familia!) |10|. El Estado intervino de forma activa y coercitiva. La renta que los campesinos antes pagaban a los grandes propietarios fue reemplazada por impuestos que debían abonar al Estado. De hecho, éste metió la mano en los excedentes agrícolas que antes se apropiaban los terratenientes. También, el Estado impuso a los campesinos un volumen mínimo de producción para ciertos productos, que debía ser entregado a los organismos estatales a un precio fijado por las autoridades. El precio era muy bajo, a menudo inferior al precio de coste |11|. Se calcula que «el precio de compra del arroz, hasta 1961, no permitía a los campesinos cubrir el conjunto de los costes de producción, que permanecieron muy inferiores al precio de mercado hasta 1970. Hasta 1975, las oficinas de comercialización públicas controlaban por lo menos el 50% de las cantidades de arroz puestas en el mercado, cantidad que llegaba al 90% para la cebada» |12| En resumen, a cambio del acceso a la propiedad de la tierra, el campesino coreano liberado, de los grandes latifundios tuvo que trabajar para el Estado.
Tercera conclusión: El Estado intervino de manera despótica imponiendo una reforma agraria radical basada particularmente en la expropiación, sin indemnización a los terratenientes japoneses. La reforma agraria se emprendió para minar el terreno a los comunistas. Los campesinos se encontraron sometidos a una presión muy fuerte por el Estado.
Utilización de los excedentes agrícolas en beneficio de las ciudades y de la industrialización
El Estado, que fijaba los precios de compra (al campesino) y de venta (al consumidor), proveía alimentos a precios subvencionados (bajos, comenzando por el arroz) a los sectores sociales que consideraba estratégicos, como la enorme burocracia estatal. Por otra parte, poner el tazón de arroz al alcance de la población urbana, en particular el naciente proletariado industrial, le permitía mantener los costes salariales a un nivel límite. Además, invertía los impuestos y contribuciones pagados por el campesino en la infraestructura de comunicaciones, en la electricidad y la industria
Como dice Jean-Philippe Peemans, a propósito del esfuerzo impuesto al campesino, «No se trata, de ninguna manera, en absoluto, de una acumulación virtuosa basada en las virtudes del mercado, sino de una enorme acumulación primitiva basada en los métodos más coercitivos para construir la “virtud” a la fuerza.» |13|
Cuarta conclusión: El Estado no permitió el libre juego de las fuerzas del mercado para fijar los precios, los fijaba por decreto.
Quinta conclusión: El Estado impuso una pesada carga fiscal sobre el campesino. Los neoliberales denuncian habitualmente la «pasión impositiva» del Estado. Corea del Sur es un buen ejemplo.
Utilización de la ayuda financiera externa
Dos fuentes principales alimentaron los cofres del Estado coreano: los impuestos y contribuciones (fundamentalmente provenientes del campesino) y la ayuda exterior ofrecida por los Estados Unidos. Hay que precisar que, hasta 1961, una parte de ésta consistía en excedentes agrícolas estadounidenses (representaba alrededor del 40% de la ayuda), y no ingresaba, es evidente, en las arcas del Estado. El resto, al contado, se empleaba en el pago de los bienes importados de los Estados Unidos, una parte de los cuales estaba constituida por material de equipamiento para la industrialización del país. El 71% de las inversiones efectuadas por el Estado se financiaron, hasta 1961, con la ayuda estadounidense |14|. Es así mismo importante tener en cuenta una ayuda militar, nada despreciable, que representaba más de 1.500 millones de dólares |15|. Una gran parte de la misma sirvió para la construcción de carreteras, puentes y otras obras de infraestructura que se requerían para la producción industrial. Por último, hay que añadir los pedidos del cuerpo expedicionario estadounidense en Vietnam. A principios de los años 1970, éstos representaban el 20 % de las exportaciones coreanas.
Sexta conclusión: Corea del Sur se benefició de una ayuda exterior masiva proveniente de los Estados Unidos. Sólo unos pocos países han recibido un tratamiento similar: Taiwán y Israel.
Industrialización por sustitución de importaciones
El desarrollo industrial de los años cincuenta se organizó esencialmente en torno a la producción de bienes de sustitución de importaciones, con el fin de satisfacer las necesidades del mercado interno, en particular de los sectores agroalimentario y textil, que entre los dos representaban en el año 1955 el 55% de la producción industrial. Ésta estaba centrada en la transformación del algodón y en la elaboración de azúcar y de harina de arroz. El sector manufacturero no representaba entonces, 1955, más que el 10% del PNB.
Séptima conclusión: Corea aplicó una política de industrialización por sustitución de importaciones en los años cincuenta, que reforzaría en la década siguiente.
La política económica de la dictadura militar de Park Chung Hee (1961-1979) |16|
La dictadura corrupta de Singman Rhee fue derrocada por la sublevación urbana iniciada en abril de 1960 por los estudiantes. En el seno de las masas urbanas movilizadas bajo la consigna central «unificación pacífica de toda Corea», lanzada y llevada adelante por los estudiantes en 1960, se desarrolló una profunda corriente de centralización política.
El freno a la movilización lo puso el golpe de Estado del general Park Chung Hee, que implantó una dictadura militar, la que reforzó aún más la intervención estatal en la economía. El nuevo régimen nacionalizó el sistema financiero, desde los principales bancos hasta la más pequeña compañía de seguros, y lo convirtió en el brazo secular de su intervencionismo económico.
A partir de 1962, la financiación exterior evolucionó progresivamente, pero las donaciones siguieron siendo su fuente principal hasta 1966. Los Estados Unidos presionaron a Corea para que reanudara las relaciones económicas con Japón, el cual firmó un acuerdo por diez años (1965-1975) que preveía una ayuda económica de 500 millones de dólares, de los cuales, 300 millones como donaciones.
Corea contrató su primer préstamo con el Banco Mundial en 1962, y firmó un primer acuerdo con el FMI en 1965 (bajo la presión de los Estados Unidos). La voluntad de colaboración de Corea con el Banco se basaba en objetivos más políticos que económicos. Posteriormente, Mahn-Je Kim, viceprimer ministro y ministro de Planificación Económica bajo la dictadura de Chun Doo Hwan en los años ochenta |17|, y luego presidente de una empresa siderúrgica (POSCO), se congratuló de las buenas relaciones con el Banco Mundial y pintó un balance positivo del régimen militar. Escribió sin tapujos que el Banco había ayudado al dictador Park a ganar apoyos tanto en el plano nacional como en el internacional: «Semejante reconocimiento por el Banco -la principal autoridad entre los organismos internacionales de desarrollo- tuvo una influencia positiva sobre las relaciones internacionales de Corea, pero aún más en el nivel nacional. En efecto, este reconocimiento ha justificado plenamente la existencia de un gobierno dictatorial ante la opinión pública coreana, dado que estaba al servicio del desarrollo económico» |18|. No se puede ser más claro sobre la complicidad del Banco Mundial con la dictadura.
El general Park Chung Hee trató de ganar autonomía respecto a Washington en materia de política económica. El recurso a los préstamos del Banco Mundial a partir de 1962, y luego, desde 1967, sobre todo de bancos extranjeros privados, era parte de esa voluntad de disminuir progresivamente la dependencia de Corea de la financiación proveniente de los Estados Unidos. Esto convenía también a Washington, que a partir de 1963 empezó a tomar medidas para limitar la salida de dólares.
Octava conclusión: El Banco Mundial apoyó la dictadura de Park Chung Hee, quien utilizó este sostén con fines internos y externos para consolidar su posición.
Park Chung Hee aplicó una política de industrialización acelerada bajo la dirección de una planificación autoritaria. El primer plan quinquenal se lanzó en 1962. Corea aplicó un proteccionismo estricto tanto sobre su producción agrícola (prohibición de importar arroz) como sobre la industrial. A mediados de la década de los sesenta, el país ya estaba dotado de una industria ligera que satisfacía el mercado interno y ganaba cuotas de mercado en el exterior. Se trataba esencialmente de artículos elaborados por una industria que empleaba mucha mano de obra de bajo coste, que transformaba o montaba bienes importados. La dictadura quería modificar radicalmente la situación consolidando la industrialización. Reforzó en primer lugar el modelo de sustitución de importaciones y Corea intentó producir ella misma lo que importaba. A tal efecto, a partir de finales de los años sesenta se dotó de una industria pesada de producción de acero y de bienes de equipamiento (máquinas herramienta, cadenas de montaje, turbinas) así como de una industria petroquímica. El régimen de Park no se detuvo allí, pretendía también orientar la producción a la exportación.
El Estado favoreció el desarrollo de chaebols, amplios conglomerados creados a partir de un número limitado de sociedades privadas, seleccionadas por Park, para constituir la punta de lanza de la nueva industria. Estos chaebols son conocidos hoy en el mundo entero: Samsung, Hyundai, Lucky Goldstar, Daewoo |19|, Kia, etc. Los chaebols se beneficiaron, año tras año, de aportaciones financieras del Estado, considerables y a menudo gratuitas. Los préstamos que el régimen o sus bancos contraían (a tipos de mercado), en general con bancos estadounidenses antes de que Japón ocupara el primer lugar en los años setenta, sirvieron para brindar a loschaebols fuentes de capitales casi inagotables, a tasas deinterés que desafiaban toda competencia, incluso a veces a fondo perdido. A todo esto se sumaron las subvenciones directas del Estado. Éste, de hecho, asumió el control de la economía por intermedio de una Oficina de planificación. Y dirigió con mano de hierro todas las opciones de desarrollo tomadas por loschaebols.
Los planes quinquenales se sucedieron. En el primero (1962-1966) se dio prioridad al desarrollo energético, los abonos, el textil, el cemento. En el segundo (1967-1971) se puso el acento en las fibras sintéticas, la petroquímica, el equipamiento eléctrico. El tercero (1972-1976) se centró en la siderurgia, el equipamiento del transporte, los electrodomésticos, la construcción naval.
Novena conclusión: El Estado planificó con mano de hierro el desarrollo económico del país. En cierto modo, creó la clase capitalista coreana.
Las reticencias del Banco Mundial
Al principio, el Banco Mundial consideró que la voluntad de Corea de dotarse de una industria pesada era prematura |20| e intentó disuadir al gobierno, sin éxito. Ante la insistencia de Seúl y preocupado por mantener una influencia en el país, cambió de estrategia y apoyó la política de industrialización por sustitución de importaciones |21|
La argumentación de los coreanos era la siguiente: 1) Debemos dotarnos de una industria pesada (metalurgia, petroquímica) y fabricar los bienes de equipamiento a fin de alimentar nosotros mismos nuestra industria liviana, reducir las importaciones y mejorar nuestra balanza de pagos. 2) En el mercado mundial, los países competidores pueden ganar con rapidez cuotas de mercado, pues están en condiciones de producir las mismas mercaderías que nosotros a menor coste empleando mano de obra más barata que la nuestra. Por ello, es necesario que nos dotemos de una industria pesada para diversificar nuestras exportaciones con productos de mayor valor agregado, incorporando más componentes elaborados en el país. Los otros países tendrán mucha dificultad en competir con nosotros en ese campo. 3) Aparte del desarrollo de la industria pesada, haremos un gran esfuerzo en materia de tecnología y aumentaremos de manera creciente la inversión en educación superior e investigación. 4) Al principio, nuestra industria pesada no será competitiva frente a los competidores extranjeros que tengan acceso a nuestro mercado interior; en consecuencia, debemos proteger nuestra industria naciente y cerraremos las fronteras a la competencia exterior. 5) El Estado debe utilizar el dinero público para financiar y controlar todo esto.
A mediados de los años setenta, cuando Corea lograba dotarse de una potente industria pesada, el Banco Mundial volvió a poner en duda la estrategia seguida. Consideraba que el país era demasiado ambicioso y sugirió que redujera el esfuerzo en ese sector |22|. Las autoridades coreanas no siguieron sus recomendaciones. El ejemplo más espectacular de esta política fue el programa de desarrollo de la industria pesada entre 1977 y 1979. Durante dos años, el Estado le dedicó el 80 % de todas sus inversiones. Su financiación fue asegurada por un colosal crecimiento del endeudamiento de la economía, tanto del Estado como de la banca y las empresas privadas, así como por la congelación de todos los fondos de pensiones y la utilización forzada de una parte del ahorro privado |23|.
Mahn-Je Kim describió en lenguaje diplomático, no sin cierta ironía, la actitud de los economistas del Banco: «Hay que señalar la flexibilidad de los economistas del Banco Mundial. Eran típicos economistas neoclásicos que ponían por delante la supremacía del mercado y en gran medida contribuyeron a convencer a los representantes del poder coreano de la pertinencia de la economía de mercado. En general, no eran economistas dogmáticos y sabían cómo hacer coincidir la doctrina con las exigencias del mundo real» |24|. Mahn-Je Kim se refería al período que llega hasta principios de los años ochenta.
Décima conclusión: Corea del Sur se negó a seguir las recomendaciones del Banco Mundial.
Transformaciones sociales de 1960 a 1980
En el curso de la dictadura de Park Chung Hee, la sociedad surcoreana cambió profundamente. La población urbana pasó de 28% en 1960, a 55%, en 1980. La capital, Seúl, duplicó su población entre 1960 y 1970, que pasó de 3 a 6 millones de habitantes, y en 1980 rozaba los 9 millones. La estructura de la población activa se modificó radicalmente. En 1960, el 63% trabajaba en la agricultura, el 11% en la industria y la minería, y el 26% en servicios. Veinte años después, las proporciones cambiaron de la siguiente manera: 34 % en la agricultura, 23 % en la industria y la minería y 43% en servicios. En 1963 el país contaba con 600.000 trabajadores industriales, en 1973 éstos eran 1,4 millones y en 1980 superaban los 3 millones, la mitad de los cuales eran obreros calificados. Estaban sometidos a un grado extremo de explotación: en 1980, el coste salarial de un obrero coreano representaba un décimo del de un obrero alemán, la mitad del de un mexicano, un 60% del de un brasileño. Uno de los ingredientes del milagro coreano fue la sobreexplotación de la mano de obra industrial. La semana laboral de un obrero coreano era en 1980 la más larga de todo el mundo. No había salario mínimo legal.
Después de la derrota del Consejo General de Sindicatos Coreanos (GCKTU), los asalariados carecieron de un verdadero sindicato. El régimen de Syngman Rhee había creado en 1946, con el apoyo de los Estados Unidos (y de la central sindical estadounidense AFL-CIO), la Federación Coreana de Sindicatos (FKTU), que fue la única central sindical legal del país hasta los años noventa. La FKTU era una simple correa de transmisión de la dictadura y de la patronal. La clase obrera estaba casi totalmente amordazada, al menos hasta los años ochenta. Además de la clase obrera fabril, otros actores sociales se afirmaron. En 1980 había 100.000 ingenieros y 130.000 técnicos. La población de la enseñanza superior eclosionó: había cerca de un millón de estudiantes en 1980.
Decimoprimera conclusión: La estructura social entre 1960 y 1980 cambió profundamente acercándose a la de los países industrializados.
Decimosegunda conclusión: La dictadura impidió a la clase obrera organizarse en sindicatos y la reprimió con dureza. Uno de los ingredientes del milagro coreano fue la sobreexplotación de los trabajadores.
De la dictadura de Park Chung Hee a la de Chun Doo Hwan
A lo largo de toda la dictadura de Park, a pesar de la represión, estallaron grandes movimientos de protesta en los que los estudiantes desempeñaron un papel de primer plano. Es el caso, en particular, de las grandes manifestaciones de 1965 contra la firma del tratado de paz con Japón, y en 1972 contra la promulgación de la ley marcial y la nueva constitución que permitía al dictador seguir en el poder hasta su muerte.
Las manifestaciones de estudiantes de octubre de 1979 desencadenaron una crisis del régimen que se saldó con el asesinato de Park Chung Hee. Una gran manifestación de estudiantes en la ciudad industrial de Pusan, el día 16 de octubre, derivó en un enfrentamiento con la policía al día siguiente. El gobierno proclamó de inmediato el estado de excepción en la ciudad y envió una división de infantería. A pesar de esta medida, las manifestaciones se propagaron a otras ciudades, como Masan, también industrial y sede de muchas empresas exportadoras. Numerosos obreros se sumaron a las acciones en la calle y Park declaró el estado de sitio también en Masan. Durante los cuatro días de enfrentamiento fueron detenidas 4.207 personas. Las manifestaciones se extendieron a la capital, Seúl |25|. El 26 de octubre, el dictador fue abatido por los disparos de su colaborador más próximo, Kim Jae Kyu, director de la KCIA, la Agencia Central de Informaciones de Corea, que había juzgado que desembarazándose de Park sería posible controlar la situación.
Al día siguiente de la muerte de Park, el ejército estaba dividido: un sector insinuaba la perspectiva de cierta «liberalización» del régimen, pero la movilización proseguía. A principios de diciembre de 1979, la mayor parte de los presos políticos (algunos purgaban largas penas de prisión) fueron liberados. El 12 de diciembre, golpe de teatro: el mayor-general Chun Doo Hwan intentó con éxito un putsch en el seno del ejército, hizo arrestar a su principal rival, el general Ching, y tomó el control total del ejército. La movilización proseguía. El 14 de abril de 1980, Chun Doo Hwan, que conservaba sus funciones de jefe del ejército, fue nombrado director de la KCIA por el jefe del Estado. Y la movilización proseguía. El retorno a la dictadura militar abierta tuvo lugar el 18 de mayo de 1980. Se desencadenó una brutal represión: todos los jefes de la oposición fueron arrestados, lo que provocó grandes estallidos sociales cuyo punto culminante fue la insurrección urbana de Kwangju.
Inmediatamente después de la promulgación de una nueva ley marcial, el 18 de mayo de 1980, varios miles de estudiantes de la universidad de Chonam en Kwangju salieron a la calle. El gobierno envió regimientos de paracaidistas, que asesinaron a manifestantes, entre ellos a chicas jóvenes, con las bayonetas. Al día siguiente, más de 50.000 personas se enfrentaron con el ejército, muriendo 260 de ellas en el curso de los combates. Después de cuatro días de lucha encarnizada, el número de insurgentes llegó a los 200.000, en una ciudad de alrededor de 750.000 habitantes, y, finalmente, tomaron el control de la ciudad. Los amotinados, enfurecidos porque las emisoras de radio no informaban sobre su lucha, debido a la censura impuesta por la ley marcial, las incendiaron. Se apoderaron de las armas abandonadas por el ejército en su repliegue y organizaron comités de control y de administración de la ciudad. El 23 de mayo, toda la provincia de Cholla, en el sur del país, estaba en manos de los estudiantes y de la población sublevada.
Los estudiantes de Kwangju se apoderaron de autobuses y camiones y, armas en mano, se dirigieron a las otras ciudades, una tras otra, propagando el movimiento. Mientras nuevas tropas gubernamentales se aproximaban a Kwangju, los insurrectos constituyeron un comité de crisis a fin de negociar con las autoridades encargadas de imponer la ley marcial. Exigían que presentaran excusas al pueblo de Kwangju por las atrocidades cometidas, que pagaran indemnizaciones por los heridos y muertos, que no tomaran represalias, que los jefes militares no hicieran avanzar las tropas hasta que se llegara a un acuerdo. A pesar de estas negociaciones, unos 170.000 hombres tomaron por asalto la ciudad al alba del día 27 de mayo y la ocuparon. Varios centenares de estudiantes y vecinos de la ciudad murieron en el combate |26|.
La represión, que se efectuó con la bendición del ejército estadounidense y de Washington |27|, alcanzó, en los meses siguientes, a todo el país. Según un informe oficial con fecha del 9 de febrero de 1981, más de 57.000 personas fueron apresadas con ocasión de la «Campaña de purificación social» puesta en marcha en el verano de 1980. Cerca de 39.000 de ellas fueron enviadas a campos militares para una «purificación física y psicológica» |28|. En febrero de 1981, el dictador Chun Doo Hwan fue recibido en la Casa Blanca por el nuevo presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan |29|.
Washington permitió la masacre de 1980. Las fuerzas armadas de la República de Corea estaban colocadas bajo el mando conjunto coreano-estadounidense, éste a su vez bajo el control del comandante en jefe de las fuerzas US en Corea del Sur. Sólo escapaban a esta regla el comando de la guarnición de la capital y un sector de los paracaidistas, que estaban bajo la autoridad directa del presidente. El grueso del ejército coreano no podía ser movilizado sin la autorización del comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses. En el momento de la sublevación Kwangju, en mayo de 1980, las tropas de la guarnición de la capital estaban ocupadas en mantener el orden en Seúl, y las unidades de paracaidistas se habían enviado a Kwangju. Si ocurrían nuevos alzamientos -de amplitud igual o superior- el gobierno carecía de fuerzas de reserva bajo su autoridad directa.
Por esta razón, el gobierno estadounidense, en respuesta al pedido del gobierno surcoreano, rápidamente puso a su disposición una parte de las tropas que estaban bajo la autoridad del mando conjunto. Sólo así fue posible el envío a Kwangju, el 19 de mayo, de la 31ª división. En el momento del asalto final, cuatro regimientos -7.800 hombres- fueron retirados del mando conjunto para ser enviados a Kwangju. Además, el portaaviones estadounidense Coral Sea, que navegaba hacia Oriente Medio, recibió órdenes de cambiar de rumbo y dirigirse a la península coreana.
Cuando los estudiantes de Kwanju enviaron un mensaje desesperado al presidente demócrata Jimmy Carter |30| para pedirle que interviniera en defensa de sus derechos, los Estados Unidos ignoraron el pedido con el pretexto de que «no había sido transmitido por los canales oficiales». ¿Cuáles son los canales oficiales en el caso de una ciudad sitiada? The Washington Post del 1º de junio de 1980 informó que un importante funcionario estadounidense había declarado: «No se trata de una cuestión de derechos humanos. Es una cuestión que afecta al interés nacional de los Estados Unidos en la realización y el mantenimiento de la estabilidad en el Noreste de Asia». Conviene señalar que también el gobierno japonés se alineó con Chun Woo Hwan contra el pueblo surcoreano.
Decimotercera conclusión: Un potente movimiento social antidictatorial encabezado por los estudiantes se enfrentó a la dictadura. Después del asesinato de Park (octubre de 1979) y un breve intervalo democrático, se implantó una nueva dictadura feroz, que desencadenó una sangrienta represión en mayo de 1980, con el apoyo de Washington y de Tokio.
La política económica del dictador Chun Doo Hwan
Después del asesinato del dictador Park Chung Hee y la instauración de la dictadura del general Chun Doo Hwan, la orientación económica no cambió esencialmente. Corea del Sur, que se había endeudado mucho en el curso de los años 70 con los bancos extranjeros, en su mayor parte japoneses, sufrió con más dureza que los otros PED el choque del alza brusca de las tasas de interés, pues sus deudas eran a interés variable. En 1983, Corea del Sur ocupaba el cuarto lugar en la lista de los países más endeudados en valores absolutos (43.000 millones de dólares), sólo superada por Brasil (98.000 millones), México (93.000 millones) y Argentina (45.000 millones), pero una vez más su situación geoestratégica le valió un trato diferente al de los demás países en desarrollo. Japón acudió en su ayuda otorgándole 3.000 millones de dólares, en concepto de reparaciones de guerra, que Corea utilizó para cumplir el reembolso de la deuda con los banqueros japoneses. Esto le permitió salvarse de tener que apelar al FMI y plegarse a sus condiciones draconianas |31|. Por su parte, el gobierno japonés evitó de este modo la quiebra de algunos de sus bancos y obtuvo de Corea del Sur mayores facilidades de inversión.
Decimocuarta conclusión: Al contrario de la versión del Banco Mundial, el recurso masivo al endeudamiento externo con bancos privados casi le costó muy caro a Corea del Sur. Si no hubiera ocupado un lugar de primera importancia geoestratégica para los Estados Unidos y Japón, habría podido correr la misma suerte que Argentina, Brasil y México, países que tuvieron que someterse a las condiciones del FMI. Como veremos, Corea pudo seguir una vía parcialmente independiente de desarrollo hasta los años 90.
El país también fue afectado por el segundo shock petrolero de 1979 (aumento del precio del petróleo provocado por la revolución iraní y el derrocamiento del sha), pero encajó el golpe. Mantuvo el control autoritario de la economía: el gobierno impuso a la industria qué productos podía fabricar. Decidió reestructurar la industria de fabricación de vehículos de transporte y encomendó a dos chaebols la producción de automóviles. El Banco Mundial se opuso a esta orientación y recomendó a Corea que abandonara la producción de vehículos terminados y se concentrara en la fabricación de repuestos destinados a la exportación. El Banco argumentó que los automóviles coreanos no se venderían.
Las autoridades coreanas no dieron el brazo a torcer. Resultado: a mediados de los años ochenta, la compañía coreana Hyundai (controlada al 100% por capital coreano privado con el apoyo del poder público) consiguió exportar sus coches a los Estados Unidos y conquistar una cuota substancial de mercado!
Por entonces, el Banco había abandonado definitivamente las concesiones con respecto al modelo de industrialización por sustitución de importaciones. En 1981, bajo el gobierno de Reagan, los últimos economistas favorables a una intervención del Estado fueron reemplazados por neoliberales puros y duros, con Anne Krueger como economista jefe. Ésta había escrito, unos años antes, un libro sobre Corea para demostrar la superioridad de la sustitución de exportaciones sobre la sustitución de importaciones |32|. La voluntad de Seúl de producir automóviles para la exportación se inscribe en una maniobra agresiva de sustitución de exportaciones y, en principio, tendría que haber sido apoyada por el Banco. Esto no fue así, porque la decisión de Seúl amenazaba la industria automotriz estadounidense. El límite de la gran flexibilidad de los economistas del Banco se alcanza rápidamente cuando los intereses de los Estados Unidos están en juego.
Decimoquinta conclusión: El régimen de Chun Doo Hwan se negó, una vez más, a seguir las recomendaciones del Banco Mundial y ganó la apuesta. El Banco mantuvo, de todos modos, su apoyo a la dictadura pues quería, a toda costa, tratar de mantener la influencia. Por su parte, los Estados Unidos comenzaron a desconfiar del apetito de las empresas surcoreanas.
Hacia el fin de la dictadura de Chun Doo Hwan (1980-1987)
En 1979-1980, en numerosas empresas, los obreros intentaron formar sindicatos. Debían ser nuevos sindicatos, «independientes», desafiando abiertamente la política colaboracionista de la dirección de la FKTU, al estar obligados por ley a afiliarse a ella. Después de la represión desencadenada por Chun Doo Hwan, un centenar de secciones locales de la FKTU se disolvieron, 191 administrativos sindicales fueron despedidos, y algunos enviados a los campos. En este movimiento de creación de sindicatos independientes, el motor fueron jóvenes, obreros o estudiantes contestatarios, que decidieron proseguir en las fábricas la lucha política iniciada en la universidad.
El movimiento de estudiantes comenzó a recuperarse en 1983-1984 y vivió un momento de radicalización y de profundización política. Entre principios de año y mayo de 1986, 166.000 estudiantes participaron en las manifestaciones |33|. La importancia del movimiento en las universidades |34| quedó reflejada en el hecho de que los estudiantes constituyeron la gran mayoría de presos políticos (800 estudiantes sobre 1.300 detenidos). En las fábricas, los obreros reanudaron el combate a partir de 1985. Por primera vez estalló una huelga importante en unchaebol, la empresa Daewood Motors, que fue coronada por el éxito, y se creó un nuevo sindicato independiente.
El 12 de febrero de 1986, el Nuevo Partido Democrático de Corea (NKDP) lanzó una campaña de petición en Seúl para cambiar la constitución (el objetivo era permitir la elección por sufragio directo del presidente, en vez de hacerlo por un colegio electoral). En los meses siguientes, una serie de formaciones movilizaron decenas de miles de personas en las grandes ciudades del país. Los estudiantes participaron de forma autónoma en el movimiento democrático detrás de consignas radicales, tales como «Abajo la dictadura militar», «Contra la presencia en el país de 40.000 soldados US» y «Por una constitución popular».
El 29 de noviembre de ese año, el régimen hizo invadir la ciudad de Seúl por 50.000 policías a fin de impedir una concentración del NKDP. Aplicó la fuerza del Estado contra la oposición, pero esta política fracasó porque había un mar de fondo transversal a todas las capas de la sociedad, que estaba de acuerdo con las reivindicaciones democráticas. Las negociaciones entre la dictadura y la oposición sobre los procedimientos electorales no llegaron a ningún resultado. El gobierno estaba debilitado por las secuelas políticas del asesinato de un estudiante en una comisaría. En esta situación, todas las fuerzas opositoras, entre ellas una nueva coalición surgida de la escisión del NKDP, convocaron una manifestación el día 10 de junio. La víspera, la policía interrogó a 3.000 personas, puso en residencia vigilada a 140 dirigentes de la oposición, desplegó decenas de miles de agentes policiales. No sirvió de nada, el 10 de junio y los días siguientes la protesta se extendió por todo el país, los enfrentamientos masivos alcanzaron un nivel tal que el régimen comenzó a ceder: se conquistó la elección presidencial directa |35|. Esa vez, Washington tuvo que presionar a la dictadura para que soltara lastre.
En las fábricas, el movimiento no se limitó a la perspectiva de las urnas. Los trabajadores surcoreanos se precipitaron en la brecha abierta por la victoria del movimiento de masas de junio de 1987, cuya punta de lanza fueron los estudiantes. En el invierno de 1987, Corea del Sur fue conmovida por una ola de huelgas sin precedente. Entre el 17 de julio y el 25 de agosto se contabilizaron 1.064 conflictos laborales |36|, en tanto que la media anual de la década precedente estaba en unos 200 conflictos |37|. Todos los sectores de la economía se vieron afectados, incluidos los chaebols (24.000 obreros de los astilleros de Hyundai, 15.000 mineros del carbón, etc.). Las luchas estuvieron marcadas por una fuerte combatividad: ocupación de empresas, incluso de los locales de la dirección, bloqueo de las vías férreas y ocupación de estaciones, rechazo de la táctica patronal del lock-out… Los conflictos terminaron con significativos aumentos salariales y el reconocimiento de los sindicatos independientes y democráticos, que en 1988 llegaron a ser 2.799, y en 1989 más de 7.000. En enero de 1990 se fundó el Congreso de Sindicatos Coreanos, que unos años más tarde se convertiría en la Confederación de Sindicatos Coreanos (KCTU). De todos modos, hasta los años 2000, la creación de una confederación sindical era una acción ilegal.
En el plano político, en 1988 se organizaron por primera vez en el país elecciones por sufragio universal. Pero la oposición estaba dividida y presentó tres candidatos, «los tres Kim»: Kim Youngsam, Kim Daejun y Kim Jongpil. Resultó electo el general Roh Taewoo, candidato apoyado por el presidente saliente, y que había estado a su lado en el putsch de 1979 y en la masacre de Kwangju, en mayo de 1980.
Decimosexta conclusión: Presionado de todos lados por los movimientos de protesta, en una situación de crecimiento de la fuerza de una clase obrera joven y combativa, la dictadura soltó lastre ante la oposición y organizó las primeras elecciones libres. Washington acabó presionando. Ante la división de la oposición, el candidato de la dictadura ganó las elecciones, pero las luchas se desarrollaron en las fábricas.
El giro de los años 90
Desde los años ochenta hasta mediados de los noventa, Corea acumuló éxitos en términos de posición en la producción industrial: de la fabricación de bulldozers al material informático, pasando por la construcción naval (en los años ochenta era el segundo constructor de barcos en el mundo, superada sólo por Japón). El país logró competir con las transnacionales de los Estados Unidos y Europa en diversos campos.
En el mismo período, China se convirtió en aliada de Washington. Ya había cortado hacía tiempo su ayuda a los movimientos que, en diferentes países, amenazaban la estabilidad, y en 1980 ingresó al Banco Mundial. Por otra parte, a finales de los años ochenta, Moscú, bajo Gorbachov, firmó acuerdos geoestratégicos con Washington; en 1989 cayó el muro de Berlín y la URSS implosionó en 1991. La guerra fría llegaba a su fin.
La situación política y militar internacional heredada de la segunda guerra mundial, de la victoria de la revolución China de 1949 y de la guerra de Corea de 1950-1953 cambió fundamentalmente. Washington consideraba que en adelante no valía la pena empeñarse en apoyar a dictaduras establecidas, enfrentadas a poderosos movimientos de oposición y a la revuelta social. Frente a unas movilizaciones que amenazaban con ir hasta el fin, era mejor soltar lastre, como en junio de 1987, y salvar lo esencial: relaciones privilegiadas con el régimen que reemplazara a la dictadura. Por otra parte, es más eficaz tener un gobierno democrático para aplicar la agenda neoliberal, porque así se evita hacer frente a una conjunción de la oposición democrática con un movimiento social opuesto al neoliberalismo.
En 1992, después de la fusión del partido en el poder y dos partidos de la oposición, Kim Youngsam, el antiguo opositor moderado, fue elegido con el apoyo de Rho Taewoo. Era el primer presidente civil desde hacía 32 años, pero dependía del apoyo de los militares, y se puso con decisión del lado de Washington |38|.Y su programa era claramente neoliberal.
Corea seguía siendo una plaza militar estratégica, pero el gobierno estadounidense, que mantiene en el país 37.000 soldados, consideró que ya no era necesario dejarle tanto margen de maniobra a su apetito económico. Había que llevar sus pretensiones a una dimensión modesta. Washington presionó y utilizó diferentes instrumentos, entre otros la protección tarifaria contra los productos coreanos. Pidió a Corea que siguiera las recomendaciones del Banco Mundial y del FMI y en parte ganó la causa. Testimonio de ello es el informe de la comisión enviada a Corea por el FMI en noviembre de 1996 y el el acta del debate entre dirigentes del FMI. He aquí unos extractos:
1) De la supresión de las barreras u otras formas de limitación a las importaciones: «Desde 1994, las autoridades han desmantelado progresivamente los obstáculos a la importación y han reducido los derechos de aduana conforme a los acuerdos de la Ronda Uruguay |39|. La concesión de licencias de importación es, en adelante, automática, salvo para un pequeño número de productos que pueden constituir una amenaza para la salud o la seguridad pública» |40|.
2) De la privatización: «En el curso de los últimos diez años, las autoridades han aplicado parcialmente dos programas de privatización de empresas públicas. El programa aplicado en diciembre de 1993 preveía, durante el período 1994-1998, la privatización de 58 de las 133 empresas públicas. A mediados de 1996, habían sido privatizadas 16 empresas» |41|.
3) De la liberalización de los movimientos de capitales: «Los administradores del FMI se han congratulado también de la reciente liberalización de los movimientos de capitales. Aunque algunos administradores hayan suscrito el trámite progresivo en este campo, otros estiman que una liberalización rápida e integral ofrece numerosas ventajas al estado de desarrollo en que se encuentra Corea».
Decimoséptima conclusión: Washington modificó progresivamente su política con las dictaduras aliadas a partir de la segunda mitad de los años ochenta, en una situación de fin de guerra fría. Aplicó este nuevo enfoque a Brasil en la segunda mitad de los ochenta, a las Filipinas en 1986, a Corea del Sur en 1987 y, en el curso de la década siguiente, a Sudáfrica en 1994, progresivamente a Chile y a Indonesia en 1998. Desde el punto de vista estadounidense, el balance es positivo, sus intereses esenciales están en salvaguardia. En efecto, ¿qué habría ocurrido si Washington se hubiera obstinado en mantener hasta el final todas las dictaduras aliadas enfrentadas a movimientos de masas? Pero este giro no fue general. En el caso de los países árabes, Washington sigue manteniendo el apoyo a las dictaduras, comenzando por Arabia Saudí.
La crisis económica asiática de 1997 y sus consecuencias
Entre 1980 y 1996, los trabajadores surcoreanos obtuvieron, con sus luchas, un aumento del 66 % de su salario real |42|. ¡Impresionante! La agenda neoliberal encontró en Corea, como en otros países, una fuerte resistencia de los obreros. El 26 de diciembre de 1996 estalló la primera huelga general que conoció el país desde 1948. Los trabajadores se oponían a la reforma del código laboral que tendía a facilitar el despido. Después de 24 días de huelga, el movimiento triunfó, la reforma del código quedó suspendida y la KCTU salió reforzada del conflicto.
Las importantes conquistas laborales fueron replanteadas aprovechando la crisis que estalló en 1997. La patronal tomó su desquite. Por otra parte, las ventajas que los Estados Unidos y otras potencias industriales habían logrado hasta 1996 aumentaron con la crisis de 1997, provocada por una oleada de ataques especulativos contra las monedas de Corea y el sureste asiático. Estaespeculación fue facilitada por las medidas de liberalización de los movimientos de capitales antes mencionadas. La crisis, que llegaba desde el sureste asiático -Tailandia fue la primera afectada, en julio de 1997- golpeó con fuerza a Corea del Sur en noviembre de aquel año. Entre noviembre de 1997 y el 8 de enero de 1998, la moneda coreana, el won, se devaluó un 96,5 % con respecto al dólar estadounidense. En diciembre de 1997, el gobierno de Seúl se sometió a las condiciones impuestas por el FMI (en tanto que Malasia se negaba a hacer lo mismo) |43|.
Un auténtico reordenamiento estructural se puso en marcha: cierre de numerosos establecimientos financieros, despidos masivos, autonomía delBanco Central respecto al gobierno, abrupto aumento de las tasas de interés -lo que sumergió a industria y trabajadores en la recesión-, abandono de grandes proyectos de inversiones, desmantelamiento de algunos grandes conglomerados (chaebols), venta de ciertas empresas a transnacionales de los países más industrializados. La reforma del código de trabajo, que había sido retirada a consecuencia de la huelga general de enero de 1996, fue aprobada. El tratamiento neoliberal impuesto a Corea fue de choque. El país cayó en una profunda recesión (caída del 7 % del PIB en 1998).
Todos los préstamos acordados por el FMI, el Banco Mundial y los bancos privados tenían unaprima de riesgo. Estas instituciones obtienen así jugosos beneficios con los reembolsos. Las decenas de miles de millones de dólares prestados a Corea fueron destinados inmediatamente a reembolsar a los bancos. Todos los participantes del «plan de salvamento» cobraron gracias a los ingresos por las exportaciones y a los recortes netos de los gastos públicos. Una parte creciente de los ingresos fiscales sirvió para pagar la deuda externa. La deuda pública de Corea creció de forma espectacular porque el Estado se hizo cargo de la deuda de las empresas privadas. La deuda pública, que representaba el 12 % del PIB antes de la crisis, casi duplicó este porcentaje, llegando al 22% a finales de 1999.
El aumento de la deuda pública sirvió de pretexto para aplicar nuevos recortes en los gastos sociales y para ampliar los programas de privatización y de apertura al capital extranjero. Las medidas impuestas apuntaban también a la imposición de una derrota a los trabajadores coreanos, cuyas organizaciones se habían reforzado en los años precedentes. El salario real del trabajador coreano bajó un 4,9% a consecuencia de la crisis. Las medidas de apertura comercial también golpearon con fuerza a los campesinos, que han multiplicado la resistencia en el país y emprendido el envío sistemático de delegaciones de manifestantes al exterior con ocasión de las cumbres de la Organización Mundial del Comercio(OMC): Cancún en septiembre de 2003, Hong Kong en 2005. Para el Banco Mundial, Corea de Sur es actualmente un país desarrollado. Pero aún quedan muchas luchas por delante.
Traducido por Raul Quiroz.
Notas|1| Bong-young Choy, A History of the Korea Reunification Movement: Its Issues and Prospects,Bradley University, Peoria, 1984.
|2| Roy E. Applemanb, South to the Naktong, North to the Yalu, Washington, 1961, p. 18.
|3| Los Estados Unidos obtuvieron un mandato de la ONU para intervenir en Corea del Norte. El cuerpo expedicionario comandado por Washington incluía soldados de 16 países. ¿Cómo fue que el Consejo de Seguridad de la ONU llegó hasta ahí, siendo China y la Unión Soviética miembros permanentes, con derecho de veto? Desde que China Popular fue excluida del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, después de la victoria de la revolución, era el régimen anticomunista de Taiwan, dirigido por el general Chiang Kaishek, el que tuvo el derecho de representar a China de 1949 a 1971. Votó a favor de la intervención en Corea. Por su parte, la URSS, que en el marco de la guerra fría había decidido adoptar la política de la silla vacía, no participaba en el Consejo de Seguridad, y por ello no pudo oponer su veto.
|4| La cifra de 100.000 muertos es sacada del libro de Gregory Henderson, por entonces diplomático en Corea, The Politics of the Vortex, Harvard, 1968.
|5| Antes de 1945, más del 90 % de la inversión total en la economía coreana, excepto la agricultura, era japonesa.
|6| Mahn-Je Kim, «The Republic of Korea’s successful Economic Development and the World Bank»,in Devesh Kapur, John P. Lewis y Richard Webb, The World Bank, Its First Half Century, vol. 2: Perspectives, Brookings Institution Press, Washington D.C.,1997, p. 25. Ver también US Overseas Loans and Grants (Greenbook) http://qesdb.cdie.org/gbk/index.html.
|7| «La reforma ha eliminado igualmente el último problema sobre el cual la izquierda habría podido basarse para esperar un apoyo importante de la población rural de Corea», David C. Cole y Lyman Princeton N., Korean Development, The Interplay of Politics and Economy, Cambridge, Harvard University Press,1971, p. 21, citado por Anne O. Krueger, 1979, p. 21.
|8| El 40 % de las tierras cultivadas estaban en poder de los japoneses.
|9| El mismo tipo de reformas se aplicó en Taiwán.
|10| Anne O. Krueger, Studies in the Modernization of the Republic of Korea: 1945-1975. The Development Role of the Foreign Sector and Aid, Council on East Asian Studies, Harvard University, Cambridge, Massachusetts y Londres, Inglaterra, 1979, p. 20. Ver también Sarah Sugarman, «Land Rights and Establishing Desirable Production and Consumption Outcomes for Agricultural Hauseholds», 2 de octubre de 2002.www.reed.edu/sugarmas/LandRights&am….
|11| Para aumentar sus ingresos, los campesinos incrementaron fuertemente su productividad, especialmente en productos cuyo precio seguía siendo libre (por ejemplo, frutas).
|12| Ver Jean-Philippe Peemans, Le développement des peuples face à la modernisation du monde, Academia-Bruylant/L’Harmattan, Louvain-la-neuve/París, 2002, p.374.
|13| Ver Jean-Philippe Peemans, op. cit. p.374.
|14| Bank of Korea, National Accounts (1987), citado por Mahn-Je Kim, op. cit.
|15| Según Mahn-Je Kim, entre 1953 y 1961, la ayuda militar de los Estados Unidos en forma de donaciones se elevaba a 1.561 millones de dólares. Según US Overseas Loans and Grants, op. cit., el total llegaba a 1.785 millones de dólares.
|16| Para un análisis del régimen de Park Chung Hee, ver especialmente Paik Nak-chung, discurso con ocasión de la apertura de la conferencia internacional de estudios coreanos, celebrada en la universidad de Wollongong, Australia, 10-13 de noviembre de 2004, sobre el tema «L’ère Park: une nouvelle évaluation après 25 ans». Disponible en francés, inglés y coreano en http://www.korea-is-one.org/article…. Ver también el sitio de la editorial Changbi:http://www.changbi.com/english/html…. El director de la editorial, Paik Nak-chung, fue víctima de la represión durante la dictadura de Park. Changbi fue cerrada bajo la dictadura de Chun Doo Hwan, de 1980 a 1987.
|17| Desempeñó, así mismo, funciones ministeriales en los años noventa, durante la presidencia de Kim Young Sam.
|18| Mahn-Je Kim, op.cit., p. 46.
|19| Pierre Rousset describió en 1984 la evolución fulgurante del grupo Daewood: «Tiene 70.000 empleados, cuando ha sido formado hace sólo 17 años, a partir de una pequeña empresa textil. Gracias al apoyo de Park Chung Hee, Kim Woochong ha levantado un imperio en el comercio, la construcción naval, la construcción de viviendas, el automóvil, el textil, las finanzas, las telecomunicaciones, la electrónica, la confección. Posee en Pusan la mayor fábrica textil del mundo y en Oskpo un astillero altramoderno. Abre empresas en Oriente Medio. Actualmente invierte en semiconductores.», Pierre Rousset, «La Corée du Sud, second Japon?» in Croissance des jeunes nations, nº 265, París, octubre de 1984.
|20| Man-Je Kim, op. cit., p.33.
|21| Ver el capítulo precedente, «El desarrollo según el Banco Mundial».
|22| Mahn-Je Kim, op. cit., p.35.
|23| Ver Lutte de Classe, nº 26, marzo de 1997, «Corée du Sud – Du mythique “miracle économique” aux traditions de lutte de la classe ouvrière».
|24| Mahn-Je Kim, op. cit., p.35.
|25| Ver Jun Yasaki, «La crise du régime sud-coréen et le soulèvement de Kwangju», Inprecor nº 80, 26 de junio de 1980, p. 25.
|26| Las cifras relativas al número de pérdidas de vidas humanas del lado de los manifestantes varían mucho. El cálculo más bajo, el de las autoridades, da la cifra de 240 muertos. Otras fuentes hablan de mil a dos mil muertos. The New York Times del 28 de mayo de 1980 afirma que 50 paracaidistas murieron en el curso de un solo combate (ver Kim Chang Soo, «Le soulèvement de Kwangju», Inprecor nº 97, 16 de marzo de 1981, pp. 35-39.
|27| Jun Yasaki, op. cit. y Kim Chang Soo, op. cit.
|28| Kim Chang Soo, op. cit., p. 35.
|29| Ronald Reagan fue presidente de los Estados Unidos de 1981 a 1988.
|30| Jimmy Carter fue presidente de los Estados Unidos de 1977 a 1980. En el curso de su mandato, muchos aliados de Washington cayeron o fueron desestabilizados: el sha huyó en febrero de 1979 ante la revuelta popular, el dictador Anastasio Somoza fue derribado en julio de 1979 por la revolución sandinista, la dictadura coreana fue desestabilizada de octubre de 1979 a mayo de 1980. Era demasiado, había que mantener, a cualquier precio, este aliado estratégico. Y sin embargo, Carter se hacía pasar por el apóstol de los derecho humanos en la política internacional.
|31| «Corea del Sur se ha beneficiado igualmente de una ayuda especial del gobierno japonés a título formal de reparaciones. El hecho de que el tratado firmado después de la guerra haya permanecido aletargado durante muchos años no preocupó a ninguna de las dos partes. El gobierno japonés sabía muy bien que una donación de tres mil millones de dólares a Corea, para permitirle seguir reembolsando su elevada deuda externa, beneficiaría a la larga los intereses de las empresas japonesas que habían invertido en el país y tenían participaciones en las empresas coreanas. Mientras que la crisis de la deuda se extendía, el gobierno coreano no tuvo jamás necesidad de negociar con los banqueros extranjeros ni con el FMI.» Susan Strange, Rival States, Rival Firms, Competition for World Trade Shares, CSRI, 1991, p.46.
|32| Anne O. Krueger, The Development Role of the Foreign Sector and Aidop. cit. p. 256.
|33| Cifras publicadas por Kang Min Chang, jefe de la policía nacional. Citado en Korea Communiqué Bulletin, número especial, julio de 1986.
|34| Asalto al campus de Konkuk, el 31 de octubre de 1986, por ejemplo.
|35| David Cameron, «La classe ouvrière prend la relève», Inprecor nº 248, 7 de septiembre de 1987, París, pp. 4-5.
|36| Datos del ministerio de Trabajo citados en The International Herald Tribune, 26 de agosto de 1987.
|37| «De juillet à septembre 1987, le nombre de grèves atteindra 3.372», Hermann Dirkes, «Le nouveau mouvement syndical», Inprecor, nº 281, 6 de febrero de 1989.
|38| En octubre de 1995, estalló en Corea el mayor escándalo desde el fin de la guerra. Salpicó a tres presidentes sucesivos. Por la acusación de un parlamentario de la oposición, el ex presidente de la República Roh Taewoo (1987-1993) fue arrestado por haber recibido 369 millones de dólares de soborno. Su predecesor, Chun Toowhan (1980-1987) corrió la misma suerte. Kim Youngsam se encontró en una situación embarazosa: en efecto, fue elegido gracias al apoyo de Roh Taewood. Reconoció haber recibido dinero en su campaña electoral. El mundo industrial no quedó a la zaga: la mayor parte de los chaebols están mezclados de una manera o de otra en este escándalo.
|39| El último ciclo de negociaciones del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) se llamó Ronda Uruguay. Dio lugar, en particular, a la creación de la OMC, que tomó el relevo en 1995. El GATT había sido creado en 1948 después del naufragio de la Organización Internacional de Comercio, fundada en los papeles en la Conferencia de la Habana de 1947, saboteada por los Estados Unidos.
|40| Fondo Monetario Internacional, Rapport annuel 1997, Washington DC, 1997, p.60.
|41Op. cit., p.61.
|42| CNUCED, 2000, pp. 65-66, citado en Eric Toussaint, Las finanzas contra los pueblos, CLACSO, Buenos Aires, 2004, capítulo 16, p. 353.
|43| Analizo la crisis asiática de 1997-1998 en detalle en Eric Toussaint, op. cit., Capítulo 16, «Tempestad en Asia: los Tigres domados», pp. 341-354.
Eric Toussaint, doctor en ciencias políticas, es portavoz de la red internacional CADTM y miembro del consejo científico de ATTAC Francia. Es autor de los libros Banco mundial: El golpe de Estado permanente Proceso a un hombre ejemplar, 2014 ; Una mirada al retrovisor. El neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad , Editorial Icarias, 2010. Proximo libro : Bancocratie, Aden, 2014.
Fuente original: http://www.noticiaspia.org/corea-del-sur-el-milagro-desenmascarado/

jueves, 20 de noviembre de 2014

La revolución de julio de 1909 en Barcelona.


Reseña de “¿Quién mato a Ferrer i Guardia?” de Francisco Bergasa



Capítulo destacado de la historia universal de la infamia, el juicio y ejecución de Francisco Ferrer se nos aparece hoy como la respuesta desesperada de un gobierno que aprovechó al vuelo la ocasión de librarse de un enemigo incómodo. Los detalles de esta tragedia con visos de farsa han sido estudiados por Francisco Bergasa y se presentan en ¿Quién mato a Ferrer i Guardia? (Aguilar), publicado cuando se conmemoraba el centenario del fusilamiento de Ferrer en el foso de Santa Amalia del castillo de Montjuïc el 13 de octubre de 1909.El libro comienza acercándonos al contexto socioeconómico de los hechos y a la biografía de su protagonista principal. En los albores del siglo XX, la ciudad de Barcelona, con su rígida estratificación que segregaba a la gente bien, la clase media y una muchedumbre de obreros condenados a la miseria, representaba un foco de aguda inestabilidad. Políticamente, el colapso del canovismo, tras el desastre del 98, había favorecido la irrupción de dos fuerzas poderosas: el catalanismo, lastrado por un conservadurismo que forzaba la sumisión a Madrid, y el movimiento obrero, oscilante entre la agitación anarquista y el populismo de Lerroux. Culturalmente, la ciudad era un hervidero de ideas brillantes en arquitectura, pintura, música y literatura. Este es el complejo escenario de la trama.
Francisco Ferrer i Guardia nace en 1859 en una familia de agricultores acomodados del Maresme y con catorce años se traslada a Barcelona, donde trabaja en un comercio de tejidos y luego en una fábrica de harinas, mientras estudia en clases nocturnas. En 1878 pasa a la Compañía de Ferrocarriles, en la que pronto es revisor. Trata ya a Anselmo Lorenzo (1841-1914), tipógrafo y abuelo del anarquismo ibérico, que junto con otras influencias va decantando sus ideas. Sus viajes permiten a Ferrer actuar como discreto correo de Manuel Ruiz Zorrilla, líder del republicanismo español refugiado en París desde 1875, y este contacto le será de ayuda cuando su participación en una intentona insurreccional lo arrastre al exilio en 1885. Para entonces, llevaba ya cinco años casado con Teresa Sanmartí, con la que tuvo siete hijos, y hacía dos que había ingresado en la masonería. En la capital de Francia, Ferrer regenta un restaurante en la rue Pont Neuf, bautizado “Libertad” y luego da clases de español, aunque se entrega sobre todo al activismo con republicanos y anarquistas.
En el congreso de librepensadores celebrado en Madrid en 1892, Ferrer acude a defender sus ideas y cuando al fin es prohibido a los dos días de empezar, reparte un manifiesto entre los asistentes. Este contenía un llamamiento a la insurrección violenta, y será utilizado después contra él en el juicio, pero de momento le ganó la amistad de un redactor de El País que sintonizaba por entonces con aquello, Alejandro Lerroux. De regreso a París, Ferrer se divorcia al poco tiempo de Teresa, con la que las relaciones estaban muy deterioradas debido a las profundas diferencias de carácter entre ambos. Hubo después un incidente desagradable cuando ella le disparó en la calle hiriéndole levemente.
En el último lustro del siglo se produce un cambio ideológico importante en Ferrer, que ve clara la incapacidad revolucionaria de los republicanos, buenos sólo para prodigar cuarteladas que siempre fracasaban, y orienta sus esperanzas hacia un proletariado que emerge como fuerza poderosa. Esto la ligará más a los anarquistas, al tiempo que comienza a desarrollar la idea de una pedagogía libertaria, basada en métodos racionales y científicos, y capaz de crear espíritus críticos. Se trataba de combatir la perniciosa influencia de la educación católica, servil y dogmática, y promover la adquisición de conocimientos en un marco de respeto personal, solidaridad y libertad. Así alumbrará su gran proyecto, la Escuela Moderna. Respecto a su vida personal, desde 1899 Ferrer vive maritalmente con una alumna suya, Leopoldine Bonnard, con la que el año siguiente tiene un hijo, Riego. Las relaciones se prolongarán hasta 1905.
El dinero para el proyecto pedagógico lo aportará la herencia que dejó a Ferrer su discípula y amiga Ernestine Meunier, fallecida en 1901. El legado financia la fundación de la Escuela Moderna en la calle Bailén de Barcelona en septiembre de ese mismo año, que echa a andar con treinta muchachos de ambos sexos y dirección de Clemencia Jacquinet, profesora francesa ardiente defensora de la educación laica. La empresa cuenta con la colaboración de los catedráticos de la universidad de Barcelona Andrés Martínez Vargas y Odón de Buen y pronto editará manuales de autores como Santiago Ramón y Cajal, Federico Urales o Anselmo Lorenzo. Hay que decir también que el proyecto cosechó críticas de los que lo veían excesivamente volcado en el adoctrinamiento político, como Ricardo Mella o Clemencia Jacquinet, que acabó dejando su puesto de directora de la escuela.
El número de alumnos de la escuela va creciendo (146 en 1905) y se crean sucursales, que llegan a ser más de medio centenar en 1906. En 1901 Ferrer funda además un periódico quincenal y luego semanal, La huelga general, lo que no es óbice para que la que estalla en febrero del año siguiente en Barcelona sea un completo fracaso. En estos comienzos del siglo XX, aparte de su labor educadora, se convierte en alma y sustento de las campañas que se dan en España a favor de activistas presos o de agitación antimonárquica. En 1905, Ferrer conoce a una agraciada joven navarra, Soledad Villafranca, veintiún años más joven que él, y se va a vivir con ella, dejando su viejo domicilio a Leopoldine y Riego. Por esas fechas se produce en París un atentado con bomba contra Alfonso XIII en el que existen indicios de que Ferrer tuvo alguna implicación.
El año siguiente, tras el atentado de Mateo Morral en la calle Mayor de Madrid, a cuya gestación es probable que no fuera ajeno, Francisco Ferrer es detenido y encausado con una petición inicial de pena de muerte que luego se rebaja a dieciséis años, y sus bienes son inmovilizados. Las perspectivas son sombrías, aunque Alejandro Lerroux desarrolla desde El progreso una intensa campaña a su favor, denunciando una conspiración jesuítica para deshacerse del incómodo impulsor de la Escuela Moderna. Pronto arrecian también movilizaciones en el extranjero pidiendo su libertad y, desprovisto de pruebas para inculparlo, el tribunal absuelve a Ferrer, con lo que el 12 de junio de 1907 está en la calle. No obstante, la Escuela Moderna ha sido clausurada, y su prestigio se ve seriamente mermado, por lo que decide establecerse en París. En los meses siguientes, viajará por Europa defendiendo sus postulados pedagógicos, pero manteniendo el contacto con sus amigos españoles a los que subvenciona con generosidad, volcado cada vez más en los anarquistas, pues sólo a ellos ve capaces de llevar a las masas a la insurrección que puede alumbrar un orden nuevo. Una desgracia familiar, la grave enfermedad que aquejaba a su cuñada y su sobrina, es la causa de que viniera a España en junio de 1909 y se encontrara en Cataluña cuando se precipitaron los acontecimientos.
LA SEMANA TRÁGICA
Vive España en los comienzos de aquel verano de 1909 el fracaso del proyecto renovador de Maura, la famosa “revolución desde arriba”, y en Barcelona la marginada masa obrera avanza en un proceso organizativo en el que un hito importante había sido el nacimiento en 1907 de Solidaridad Obrera, confederación gremial que ponía las bases de lo que llegaría a ser un pujante movimiento sindical. Este proletariado militante identificaba como enemigos no sólo a patronos y burgueses, sino también al ejército y la Iglesia. Al mismo tiempo, el Partido Radical de Lerroux, demagógico y populista, suponía otro polo de atracción para los obreros.
La situación no andaba muy boyante por aquellos meses, con crisis económica y lockouts a la orden del día, pero se complica aún más cuando en el Rif se reanudan las hostilidades debido a las actividades mineras en las proximidades de Melilla, y se producen llamamientos a filas en Cataluña. Era la denominada “Guerra de los banqueros” en el argot popular y sus víctimas previsibles eran los obreros que no disponían de las mil quinientas pesetas necesarias para eludir el servicio militar. La prensa radical y hasta la moderada hervían de indignación y cuando el domingo 18 de julio se obliga a desfilar por las Ramblas, camino de los muelles, al Batallón de Cazadores de Reus, formado íntegramente por soldados catalanes, la rabia de las esposas y madres de los desventurados estalla implacable. En los días siguientes hay manifestaciones en Barcelona y por toda la geografía española. La agitación crece y la ciudad es ocupada militarmente. Pronto anarquistas y socialistas convocan huelga general para el lunes 26. Los radicales les apoyan. El comité de huelga está integrado por José Rodríguez Romero, en representación de los libertarios, Miguel Moreno, de Solidaridad Obrera, y Fabra Rivas por los socialistas.
Lunes 26 de julio
La calurosa mañana de ese día, la ciudad está casi paralizada y los obreros llegados de sus barrios al centro se juntan en grupos y fuerzan el cierre de los últimos comercios, mientras se producen algunos enfrentamientos y detenciones. Cuando se comprueba que los tranvías siguen funcionando, la violencia se concentra contra ellos y son apedreados e incendiados. Las autoridades locales deciden declarar el estado de guerra y el capitán general Luis de Santiago se hace cargo de la situación, poniendo en marcha un dispositivo eminentemente defensivo. Mientras tanto, los obreros asaltan las comisarías para liberar a los detenidos.
Por la tarde, cuando los manifestantes se acercan pacíficamente a Capitanía General pidiendo la solidaridad del ejército con el pueblo, son recibidos con disparos que causan varios muertos, determinando esto para muchos historiadores la transformación de la huelga en una abierta rebelión. Al filo de la medianoche, el edificio del Patronato Obrero de San José de los maristas, en Pueblo Nuevo, es incendiado, dando apenas tiempo a la tropa de proteger la salida de los religiosos.
Ocurre entonces que el comité de huelga contacta con los dirigentes políticos, tratando de dar un sentido a los acontecimientos, pero todos: catalanistas, radicales (con Lerroux además ausente), republicanos y socialistas rehúsan cualquier intento de encauzar lo que entienden que está sujeto a su propia dinámica. La situación queda así en manos de los treinta o cuarenta mil exaltados que dominan las calles.
Martes 27 de julio
Los rebeldes levantan por la ciudad centenares de barricadas para defenderse de las cargas de las fuerzas del orden, disparando desde ellas con su escaso armamento. Arden más de treinta iglesias y monasterios. Mientras tanto, en Madrid, La Cierva, ministro de la Gobernación, trata de hacer creer que lo que se vive en Cataluña es una revuelta separatista. Más al sur, en el barranco del Lobo, en las faldas del Gurugú, las tropas españolas son masacradas por los rifeños con más de mil trescientos soldados muertos.
Miércoles 28 de julio
Con la tropa a la defensiva, la ciudad está en manos de los sublevados que han conseguido armas en asaltos al Cuartel de Veteranos y a las armerías. Hay tiroteos con la Guardia Civil, y el ejército apenas interviene. Arden nuevas iglesias y monasterios, y algunos cementerios conventuales son profanados. El carbonero Ramón Clemente será fusilado por bailar, en la plaza del Padró, con el cadáver de una monja.
Jueves 29 de julio
Con la llegada de abundantes refuerzos, las tornas se invierten y los sublevados, que resisten heroicamente en numerosos enfrentamientos, terminan batidos y dispersados aunque provocan aún algunos incendios. Los miembros del comité de huelga empiezan a contemplar la posibilidad de huir.
Viernes y sábado
Estos días el ejército, con más de diez mil soldados, elimina progresivamente los focos de resistencia que quedan, mientras algunas líneas de tranvía comienzan a funcionar, y lentamente se recupera la normalidad.
La semana trágica sólo puede decirse que concluye el domingo, día 1 de julio, cuando el capitán general de Cataluña telegrafía a Madrid que la situación está plenamente controlada. Como saldo de los hechos hay que señalar que los revolucionarios respetaron centros institucionales y factorías industriales y no hubo asaltos generalizados de tiendas o comercios. Por otra parte, la persecución religiosa sólo provocó tres muertos, de los que uno fue debido al humo. Para ser una huelga general, resultó extraordinariamente violenta, pero es necesario reconocer que como revolución fue muy blanda.
¿Qué hizo Ferrer estos días? Sabemos que a principios de junio deja la residencia londinense donde se había instalado con Soledad Villafranca y se ocupaba en la selección de textos destinados a ser traducidos y publicados en su editorial. La grave enfermedad que afectaba a su cuñada y su sobrina lo trae a Cataluña, y el 17 de junio llega a Mongat. Durante el resto del mes de junio y la primera mitad de julio vive en su casa de Mas Germinal y realiza sólo esporádicas visitas a Barcelona, siempre vigilado por la policía. Entre el 14 y el 18 de julio, se aloja con Soledad en el Hotel Internacional de Barcelona, pero los datos disponibles sugieren que sus relaciones con los dirigentes anarquistas, de Solidaridad Obrera, radicales o socialistas que estaban en aquellos momentos implicados en la movilización contra la guerra no eran muy fluidas y poco pudo influir en este sentido.
Cuando ya los acontecimientos se han desencadenado, el lunes pasa el día en Barcelona, haciendo gestiones para su editorial, pero también entrevistándose con Miguel Moreno, de Solidaridad Obrera, y Emiliano Iglesias, jefe por entonces de los radicales, con los que cambia impresiones sobre los sucesos. Regresa andando a su domicilio y en él permanece el martes. El miércoles acude a Masnou y Premiá de Mar, donde trata, con escaso éxito, de incitar a algunos de sus conocidos a sumarse a la revuelta. Su “intervención” en los hechos de esa semana termina cuando de regreso a casa se encuentra por la tarde con un grupo de jóvenes que volvían de Barcelona y ante las noticias que traen les anima a la lucha con estas palabras: “Eso está bien. ¡Ánimo! Es el momento de destruirlo todo.”
EL PROCESO
Durante el mes de agosto, dos mil quinientas personas son detenidas acusadas de participar en los hechos, al tiempo que se cierran periódicos, centros sociales y escuelas laicas. Se busca un chivo expiatorio y la prensa afín al gobierno comienza una campaña de falsedades contra Francisco Ferrer: presencia en las calles dirigiendo a los amotinados, financiación de los insurrectos, etc. El auto de procesamiento enhebra rumores y juicios de valor para plantear una responsabilidad que no se sustenta en ningún indicio probatorio. Se le busca afanosamente y al fin el 1 de septiembre, de madrugada, es detenido en Alella cuando trataba de huir a Francia. Mientras tanto, familiares, amigos y colaboradores de Ferrer son desterrados a Alcañiz y Teruel y todos sus bienes son confiscados.
Variados fueron los destinos de los miembros del comité de huelga y de los sindicatos y partidos que se adhirieron a la sublevación. Bastantes consiguieron huir, otros fueron apresados el primer día y de poco se les podía hacer responsables. La represión se cebó en los anarquistas de Solidaridad Obrera, algún nacionalista catalán y militantes del Partido Radical. Estos últimos, aunque no los líderes principales, destacaron por las acusaciones que vertieron contra Ferrer. Se repasa muy detalladamente en el libro la instrucción del proceso contra este, cuyas múltiples irregularidades son puestas de manifiesto. De los testigos convocados (105), sorprende en primer lugar la abundancia de militares, agentes de las fuerzas del orden y políticos derechistas, así como la exclusión injustificable de familiares y correligionarios del acusado. Las declaraciones amplifican y validan rumores, tuercen la realidad y tejen insidias para acabar convirtiendo a Ferrer en el alma de la sublevación. Las pruebas documentales fueron obtenidas en el registro realizado en su casa y consisten en escritos suyos en los que expresa su ideología o defiende un programa revolucionario, sin que se encuentre ninguna referencia concreta a los hechos de Barcelona.
Se acusa a Ferrer de “un delito probado de rebelión militar” y se le pide que elija a su defensor entre una lista de oficiales togados. Optará, debido al simple hecho de la coincidencia de nombres, por el capitán Francisco Galcerán Ferrer, que se comportará de forma leal y honesta. Las sesiones del juicio oral tienen lugar el 9 de octubre en la Cárcel Modelo de Barcelona. Comienzan a las ocho horas con el “apuntamiento”, una versión abreviada del sumario que precede a la intervención del fiscal. En estos trámites se contemplan resumidas las atrocidades de la instrucción: una maraña de mentiras consigue presentar a Francisco Ferrer como cabecilla de la sublevación. Habla después el defensor, que convencido de su inocencia, se atreve a denunciar las irregularidades del proceso y la debilidad de los argumentos de la acusación. Su honradez le valdrá ser censurado por el auditor por “exagerar la defensa del reo” y la apertura de una investigación que al fin quedó en nada. Se permite luego a Ferrer leer un par de cuartillas en las que protesta de su inocencia. A las doce y cuarenta y cinco minutos se da por terminada la vista.
Tras esta pantomima, Ferrer trató de dar ánimos a sus allegados, aunque no se le escapaba lo oscuro de su destino. A las seis de la tarde, el tribunal declara al acusado culpable de liderar la revuelta y le impone la pena de muerte. El fallo es aprobado por el capitán general de la IV región con fecha del 10 de octubre, y esa misma noche, el reo es trasladado al castillo de Montjuïc. El consejo de ministros del día 12 da el “enterado” y la sentencia se comunica al reo a última hora. Tras despedir amablemente a los sacerdotes que acuden a hablar con él, Ferrer redacta un detallado testamento, descansa apenas unos minutos y escribe varias cartas. A las nueve en punto del día 13 de octubre es fusilado. Sus palabras postreras a los soldados que formaban frente a él fueron: “¡Muchachos, apuntad bien, y disparad sin miedo! ¡Soy inocente! ¡Viva la escuela moderna! La mañana siguiente fue enterrado en el cementerio próximo al castillo. Los hechos provocaron en el mundo la mayor campaña antiespañola jamás vista. Cayó en breve el gobierno Maura y se mitigó la represión, pero ya nada volvería a ser igual. La sangre derramada de Ferrer hará que sus ideas tengan un éxito que nunca habían conocido y se conviertan en fermento y sustancia del anarquismo español.
El libro concluye tratando de depurar las responsabilidades del asesinato legal que en él se describe. ¿Por qué ocurrió lo que ocurrió? Ferrer estaba en el punto de mira del poder, era vigilado desde hacía mucho tiempo y tras el atentado de Morral de 1906 podía considerársele el enemigo público número uno. Su detención en Alella, dio al gobierno de Antonio Maura la ocasión que esperaba de ajustar cuentas con él, y ciertamente no la desaprovechó. Las medidas que toma en ese momento permiten explicar todo lo que ocurre después. El ejército fue un instrumento dócil en manos del gobierno y se sumó entusiasmado a la campaña contra el que se había mostrado un abierto antimilitarista. La iglesia tampoco escatimó medios para combatir al que denunciaba sus privilegios. Fue decisivo también el apoyo de la prensa de mayor difusión, enteramente al servicio del gobierno y los partidos conservadores, que actuó de altavoz para las mentiras que se atribuían a Ferrer. Solamente El País, órgano nacional de los radicales y periódicos menores asumieron su defensa.
De enemigos como aquellos sin duda podía esperarse algo así, pero sorprende la animadversión de los miembros del Partido Radical que declararon contra Ferrer. Sin embargo, el reciente acercamiento de este a los anarquistas había motivado una cierta tirantez que contribuye a explicarla. La falta de afinidad con los catalanistas de derechas ayuda a entender los testimonios de algunos de ellos y la indiferencia distante de otros. Los catalanistas de izquierdas no lo acusaron abiertamente, pero poco o nada hicieron por él. Más extraño es el alejamiento de los anarquistas y socialistas de Solidaridad Obrera, pero hay que decir que estos, aunque habían sido generosamente financiados por Ferrer, nunca dejaron de considerarlo un hombre de otro mundo, un burgués enriquecido, compañero de viaje apenas. Hay que señalar, por otra parte, que no sólo en el extranjero hubo movilizaciones a favor de Ferrer, sino también en distintos lugares de España, y que en ellas participaron los miembros más combativos del proletariado junto a algunos burgueses liberales.
¿Quién mató a Ferrer i Guardia? nos introduce en todos los aspectos históricos, sociológicos y económicos que permiten explicar el estallido de la Semana Trágica y nos acerca después con riguroso detalle a los hechos de aquellos días. Paralelamente, el libro nos ofrece una aproximación biográfica a la figura de Francisco Ferrer. Son estos dos relatos casi inconexos, pues este apenas intervino en la sublevación de Barcelona y fue sólo un poder dispuesto a cualquier arbitrariedad el que acabó por anudar las dos historias. Una fatal casualidad puso a Ferrer demasiado cerca del motín, y el gobierno de Antonio Maura aprovechó para inculparlo y librarse de él. Con la laboriosa exhumación de todos los detalles del proceso que llevó a la muerte al pedagogo catalán, Francisco Bergasa deja visto para la sentencia de la historia uno de sus episodios judiciales más lamentables.
http://www.jesusaller.com/

La Casa d'Alba és un imperi.






20.11.2014
Cañamero, sobre la duquessa d'Alba: 'Tantes terres i quan et mors en tens prou amb dos metres'



En aquesta terra tenim una assignatura pendent. Després de més de trenta anys de govern del PSOE, hi continua havent una estructura arcaica. El 50% de la terra d'Andalusia és a les mans d'un 2%. La Casa d'Alba hi té onze 'cortijos' (set a Sevilla i quatre a Còrdova).
 Rep 3 milions d'euros de la política agrària comunitària (PAC), igual com la resta de terratinents, que consten com a despeses corrents. No tenen cap finalitat. No els exigeixen llocs de feina, ni transformació dels productes agraris, ni respecte al medi. Res. Ni tan sols compleixen els convenis ni cap norma amb cap treballador perquè no hi ha cap contracte. Avui a Andalusia els contractes del camp encara són verbals.


Sentim la mort de qualsevol persona, però la Casa d'Alba, la casta terratinent i l'aristocràcia tenen part de la culpa del subdesenvolupament d'aquesta terra. Hi ha 500.000 jornalers desocupats, sense feina ni terra, cobrant una misèria del subsidi agrari —que només el poden cobrar el 40%. Vivim un endarreriment econòmic i social. Tenim mà d'obra barata i matèria primera que es transporta a uns altres llocs.
Va ser l'acord històric de la burgesia del nord amb la burgesia terratinent d'Andalusia. I quan als anys seixanta es va tecnificar el camp, amb la coneguda revolució verda, dos milions de persones van haver de marxar d'Andalusia.


Els governs han sostingut aquesta situació. Les terres es llauren per poder cobrar les subvencions. Només set propietaris de terra reben 30 milions d'euros en subvencions per a tenir terres. El 20% dels propietaris s'emporta el 80% dels ajuts. Després es fiquen amb els PER, com va fer Duran i Lleida. Doncs mireu, el PER a Andalusia existeix perquè els polítics no heu fet una política favorable a la majoria de la població per a desenvolupar la nostra agricultura ni donar feina. Nosaltres no volem PER ni subsidis. Les mans d'un treballador han de servir per a crear riquesa i no pas per a demanar almoina. Els polítics en són els culpables perquè han afavorit el caciquisme.


Quan Cayetano d'Alba va dir que a Andalusia la gent no volíem treballar, vam ocupar la seva finca, perquè era un insult. Nosaltres havíem aixecat tots els seus camps, de sol a sol.


Els governs haurien d'aplicar una reforma agrària, perquè les terres dels grans propietaris passessin a mans de les cooperatives i d'ajuntaments i fossin públiques. La terra és un do de la naturalesa, un do de Déu per als creients, i ha d'estar al servei de l'ésser humà, no pas en mans de quatre cacics.


La duquessa d'Alba és una persona més que se'n va als seus dos metres de terra, que és allò que ha de tenir tothom. Per a què vols tantes terres si quan et mors en tens prou amb dos metres quadrats? I no canviarà res. La Casa d'Alba és un imperi. És destinada, com tots els terratinents, a viure de les seves grans propietats i no pensar ni en les comarques, ni en el desenvolupament, ni en l'economia, ni en la transformació. No en té cap necessitat.


Diego Cañamero, portaveu del Sindicat Andalús de Treballadors
(Opinió recollida per telèfon.)

http://www.vilaweb.cat/opinio_contundent/4220583/canamero-duquessa-dalba-tantes-terres-quan-et-mors-tens-prou-dos-metres.html

  http://www.publico.es/557404/esa-aristocracia-insultante
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El 90% del patrimonio de la Casa de Alba está exento de impuestos, según GESTHA Destacado
Escrito por  Kaosenlared.


 El 90% del patrimonio de la Casa de Alba está exento de impuestos, según GESTHA
De un patrimonio calculado de 3.200 millones de euros, la Casa de Alba sólo paga a Hacienda 6 millones, por considerarse Patrimonio Histórico, según los Técnicos del Ministerio de Hacienda...
Agencias

El 90% del patrimonio de la Casa de Alba, cuyo valor está entre los 2.200 y 3.200 millones de euros, está exento del pago de impuestos por considerarse Patrimonio Histórico y por la cesión de obras de arte y antigüedades a la Fundación Casa de Alba, según los Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha).

En un comunicado, Gestha asegura que la cantidad libre de impuestos se sitúa entre los 2.065 y los 2.875 millones de euros, de los que tres cuartas partes corresponden a la exención de bienes integrantes del Patrimonio Histórico español.

Asimismo, incide en que no todo el patrimonio de la Casa de Alba tributa por igual, ya que depende de la comunidad autónoma en la que resida su titular y en la que se ubiquen las propiedades.

A este respecto, recuerda que los impuestos sobre sus bienes inmobiliarios se liquidan en las autonomías en donde están situados, mientras que el resto de bienes, como las acciones en empresas o depósitos bancarios, tributan en la comunidad en la que reside el heredero.

Gestha señala que la mayoría de los hijos y nietos de la duquesa reside en Madrid, donde el impuesto de sucesiones y donaciones está bonificado al 99%.

Por ello, sostiene que de un patrimonio calculado de 3.200 millones sólo se paga a Hacienda 6 millones, lo que supone un "exiguo" tipo efectivo del 0,2%.

Además, Gestha cree que, en el caso de que las obras de arte y antigüedades no se hubieran cedido a la Fundación, la Casa de Alba tendría que pagar 9,7 millones, mientras que si sus castillos y palacios no estuvieran catalogados como bienes del Patrimonio Histórico el pago ascendería a 57,8 millones.






Fuente: Gestha




martes, 18 de noviembre de 2014

La cuestión del populismo .



La Ilustración populista


 La cuestión del populismo se ha convertido en uno de los temas centrales del debate teórico y político. En el debate político sirve sobre todo como invectiva, como acusación de demagogia, mientras que en el debate teórico, después de La razón populista (2005) de Ernesto Laclau, el término ha adquirido rango de concepto con valor analítico. Si se atiende a lo que el concepto de populismo critica y a lo que formula como novedad, hay que reconocer que supone una reacción frente al marxismo, frente a la incapacidad política de un marxismo cuyo discurso se ha vuelto cada vez menos apto para la acción política y la conquista de hegemonía

Este dictamen sobre el marxismo como macizo ideológico-político no es novedoso, pues ya fue emitido en los años 40 por Jean-Paul Sartre en su artículo Materialismo y revolución o en los 70 por Cornelius Castoriadis, quien afirmó en La institución imaginaria de la sociedad (1975) que los miembros de su grupo, 'Socialismo o barbarie', habían tenido que "elegir entre seguir siendo marxistas o seguir siendo revolucionarios", sin olvidar al Gramsci del artículo con el que saludó la revolución rusa y cuyo título muy elocuente era La revolución contra el Capital

La razón populista que propugna Laclau viene a incidir en el bloqueo que produce el marxismo como teoría determinista y como reducción identitaria del sujeto histórico a una clase predeterminada que lastra la capacidad de acción política de las clases populares. El determinismo económico subordina la política a un saber, a una verdad sobre la economía o sobre la lucha de clases. Este saber, por lo demás, no es otro que la veredicción que sirve de fundamento al poder en régimen liberal. 

Para el soberano liberal, el poder se basa fundamentalmente en un saber sobre la población y sus dinámicas de producción, intercambio y circulación de productos que configuran una esfera supuestamente autorregulada: la economía. El dirigente socialdemócrata o estalinista ocupa muy precisamente el lugar de ese poder basado en el saber que hizo identificar a Jacques Lacan "socialismo” con "discurso de la universidad". Ahora bien, un poder basado en la verdad solo puede implantarse cuando existe ya un poder con otra base. El propio soberano moderno del régimen liberal tuvo que ser primero soberano para ser después liberal. Como los neoliberales han afirmado correctamente, rectificando así algunas tendencias del liberalismo clásico, no existe autorregulación del mercado ni por lo tanto objeto del saber económico sin una constante intervención del poder político a fin de establecer y restablecer las condiciones adecuadas para el funcionamiento del mercado. 

Una política basada en el poder-saber no es por lo tanto capaz de dar cuenta de sí misma ni de crear las condiciones en que un saber puede funcionar como poder. La historia del marxismo político nos ilustra a este respecto: las dos grandes corrientes procedentes del leninismo ~de un malentendido sobre el leninismo– que ha conocido el siglo XX, elestalinismo y el trotskismo, han pretendido basarse en una verdad teórica, la del marxismo. Sus resultados fueron totalmente dispares: por un lado, el estalinismo, que tenía el poder, pudo imponer mediante la violencia de Estado su verdad, con el coste de sobra conocido, mientras que los trotskistas que no tenían el poder, se limitaron a proclamar esa verdad dividiéndose en capillas. 

La historia de la izquierda en el siglo XX se reparte así entre la impotencia, el terror y también, por supuesto, el oportunismo de las socialdemocracias unidas a los distintos pactos neoliberales, desde el ordoliberal hasta el friedmanita. Esta transformación liberal de la socialdemocracia no debe sorprender por lo demás a quien sepa reconocer en el paradigma del poder-saber la matriz misma del poder liberal.

Un movimiento político deseoso de transformación social tiene que salir de esa trampa y comprender la necesidad de partir, no ya del saber de un mando político, sino del "sentido común" de la población. El populismo, entre cuyas fuentes reconoce Laclau a pensadores marxistas heterodoxos como Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci o Louis Althusser, acepta la necesidad de partir de la ideología como concepción del mundo realmente existente, sin intentar inyectar desde fuera una verdad, sino produciendo desde dentro de una multitud cuyo mundo, cuyo entorno vital es necesariamente imaginario, las nociones comunes que llevan al buen sentido, a un ejercicio siempre parcial y problemático de la razón. 

La política se convierte así en un combate centrado en el ámbito ideológico, el de los significantes y las representaciones, en el cual lo que está en juego es en buena medida el significado de los significantes políticos. El saber queda así desplazado por un hacer que requiere de saberes específicos, pero que no pretende gobernar amparado en ellos. Ciertamente, la propaganda también produce este tipo de efectos, pues parte del sentido común e intenta incidir en él. 

Uno de los riesgos del populismo, de esa apelación explícita a la ideología y al sentido común es el de convertirse, no ya en política, operación inmanente al sentido común, pugna por su resignificación, sino en operación de manipulación de masas desde el exterior. El populismo se salva y es una vía eficaz y productiva de recuperación de la política cuando se instala en el antagonismo, pero degenera cuando su actuación es exterior y sustituye el poder-saber liberal o socialista por las técnicas de manipulación.

Un elemento central del populismo como estrategia política es suapelación al pueblo. Esto merece también una matización, pues el pueblo al que se refiere no es un pueblo ya existente, sino un pueblo en constitución. El populismo es una estrategia constituyente y no puede confundirse con las apelaciones al pueblo étnicas o raciales, pues estas presuponen un pueblo ya constituido, sea este real o imaginario. El populismo que teoriza Laclau y que hemos visto operar en los últimos decenios en el continente sudamericano es un populismo democrático en sentido estricto, pues no arranca de una representación ya dada del pueblo, sino del demos como sector no representado del pueblo en su totalidad conforme a la acepción clásica del término. 

El demos, el sector de la población que en la Grecia clásica se caracterizaba por no haber tenido su parte en el reparto del poder y de la riqueza, es, como enseña Jacques Rancière, un concepto esencialmente polémico, pues polémico, esencialmente discutible, es el determinar si –y conforme a qué criterios– un sector se ha visto injustamente tratado. Con todo, esa discusión, esa polémica congénita a la idea de que una sociedad se basa en el derecho del demos, es la esencia misma de la democracia o, lo que es rigurosamente lo mismo, de la política. 

En una sociedad en la que la disputa sobre las partes y los derechos que corresponden a cada grupo estuviera cerrada –como ocurría según recuerda Maquiavelo en la disciplinada Esparta en contraste con la libre y turbulenta Roma– dejaría de haber política y democracia y solo subsistiría un régimen de conservación de las partes ya asignadas que en la terminología de Jacques Rancière, se denomina elocuentemente "policía". De este modo, como reitera Laclau, el concepto de populismo coincide con los de democracia e incluso de política. Más acá de la disputa populista solo quedan los espacios del poder-saber, de la economía como destino ineluctable y de la neutralización de todo antagonismo.

Suele criticarse al populismo como apelación irracional al sentir de las mayorías que no tiene en cuenta la necesidad económica o las determinaciones sociales que son objeto del saber-poder. Esta crítica es, sin embargo, muy poco sólida, pues presupone que el pueblo del populismo democrático es el pueblo existente, el privado de protagonismo político por el propio sistema de poder-saber que critica al populismo. Sin embargo, el pueblo de que se trata es un pueblo que no existe, un demos politizado, en escisión respecto del pueblo y del mando correlativo ya existente. 

No hay ninguna irracionalidad en una recuperación del espacio público y una reactivación del debate sobre lo común, del debate propiamente político, a condición de que no se confunda política populista con simple manipulación propagandística. El populismo democrático apela a una razón del demos, exige que se dé razón de toda medida política en la plaza pública y no solo en los ámbitos cerrados y reservados de los gabinetes de un poder al que se supone un saber propio no compartible ni discutible. El populismo, como figura activa, constituyente, de la democracia, es así un proceso genuinamente ilustrado de producción de nuevos espacios de racionalidad, de nuevas formas de autonomía. El populismo recupera así el espacio público donde se despliega el “uso público” de la razón que, según un Kant que coincide con Maquiavelo y con Spinoza, es la base de todo avance de la Ilustración.

El populismo, como reactivación y recuperación de la democracia, como proceso constituyente es un desafío de primer orden para unas democracias representativas y tecnocráticas que habían dejado de lado a ese exterior interior a toda democracia que es el demos. La reactivación del demos como sujeto unificado alrededor de un significante “vacío” que subsume múltiples demandas crea una nueva figura de pueblo, pero de un pueblo que es multitud en potencia de Ilustración, multitud que abandona la minoría de edad que la caracteriza en los regímenes de poder-saber. 

Estos regímenes, que dicen velar por la felicidad y el bienestar de la población, mantienen a esta en un estado de minoría de edad y son, como Kant afirmaba "el peor de los despotismos". Podemos, el nombre de una nueva formación política española cuyos fundadores reivindican abiertamente el populismo democrático y constituyente, es, entre otras cosas, una respuesta al imperativo kantiano de la Ilustración: sapere aude! (atrévete a saber), aunque este saber no deba identificarse con unsaber-poder de casta, sino con una progresiva producción de saber racional por parte de un pueblo en devenir.


 Y ver ....


Redalyc.Reseña de "La razón populista" de Ernesto Laclau

www.redalyc.org/pdf/902/90201013.pdf




La memoria democrática y el sr Cercas.


El impostor y la memoria democrática

Javier Cercas, a partir del caso Enric Marco, critica la industrialización de la memoria y la aproximación sentimentaloide al pasado.
Negar como hace el escritor que exista la memoria histórica significa dar por bueno el relato del pasado que el Estado construyó y difundió entre los años sesenta y ochenta.
Las críticas del libro de Cercas pueden servir para que, diez años después, asociaciones e instituciones superen los errores de la aproximación emocional al pasado.
Alfons Aragoneses . El Diario.es.



Javier Cercas acaba de presentar su nueva obra titulada El impostor. El escritor reconstruye la historia real de Enric Marco, el impostor que se hizo pasar por deportado a los campos nazis, al mismo tiempo que hace un repaso devastador de lo que él llama “la industria de la memoria” en nuestro país y una crítica a su historia reciente. En las entrevistas en las que se ha prodigado ya lanzaba las ideas que sustentan el libro: "La memoria histórica no existe, solo existe la memoria individual". "La memoria histórica se ha vuelto una industria".

Cercas estudia el caso Marco y lo aprovecha magistralmente para cargar contra una determinada forma de construir lo que él nombra “la llamada memoria histórica”, aunque no queda claro si hace referencia a la memoria democrática o a una determinada forma de reconstruir la memoria histórica. En todo caso, acierta en la crítica a ciertas aproximaciones emocionales y sentimentaloides al pasado reciente que hacen más mal que bien a nuestra cultura democrática.

Cercas aprovecha el caso Marco porque los que debieron extraer lecciones de aquel escándalo no lo han hecho en los casi diez años pasados desde que estalló. Lo que pasó en 2005 fue una gran oportunidad para modernizar la cultura de la memoria en España, para sacarla del gheto de la clandestinidad y del empeño de algunas asociaciones de víctimas por patrimonializarla. Fue una gran ocasión para europeizar la cultura de la memoria en España, tan dañada por una dictadura que sí elaboró su propio relato: el de la Cruzada y el de los XXV Años de Paz, el de las culpas compartidas y los errores moralmente equivalentes de dictadura y República.

Cercas relata muy bien cómo se gestó el escándalo. Explica la entrada de Enric Marco en Amical y el ambiente dentro y fuera de la asociación, que permitió que el engaño triunfase. Explica también lo que sucedió después, cómo muchas asociaciones, en lugar de abrirse, continuaron cultivando una cultura cerrada, resistencialista y patrimonializadora de la memoria de las víctimas. En muchos casos, las personas al frente de estas asociaciones no detectaron la necesidad de cambio ni los errores cometidos. Tras el escándalo, continuó algo que también denuncia Cercas en el libro y que los que estudiamos la deportación hemos vivido: la sacralización del testigo, a la que añadiría la del familiar del testigo, y la aproximación acrítica y sentimental al pasado.

Por todo ello, la crítica de Cercas es oportuna y útil. Pero no para descartar la petición de políticas de memoria, sino por lo contrario. El relato del escritor y su análisis debiera ayudar a que, diez años después, se sustituya la concepción comercial de la memoria histórica por la defensa de la justicia, de la verdad, de la reparación y el desarrollo de una memoria democrática en nuestro país.

Porque la memoria colectiva, contra el parecer de Cercas, sí existe. O al menos existe de la misma manera que la memoria individual: como metáfora. Los neurólogos desconocen el mecanismo de lo que llamamos memoria. Ignoran todavía cómo funciona la transmisión de impulsos que permite hacer referencias a experiencias del pasado. La memoria del ser humano es por ello una metáfora referida a esos desconocidos mecanismos. Y al igual que el individuo hace referencias al pasado, también los sistemas sociales -la sociedad en su conjunto, la política o el derecho- construyen relatos que hacen referencias al pasado. Es lo que llamamos memoria histórica. La memoria democrática es la que reivindica la lucha antifascista y por las libertades. Desgraciadamente en España existe memoria histórica del Estado, mas todavía no tenemos memoria democrática o esta es muy precaria.

Y es que Cercas, tan crítico con el concepto, hizo mucho por construir una determinada manera de referenciar el pasado de la guerra civil con su primera novela: la que ve errores moralmente equivalentes y no ve las diferencias entre el gobierno legítimo de un Estado tocado de muerte por los golpistas y unos fascistas que tenían un programa de eliminación física del enemigo. En el nuevo libro el autor, en un imaginado (¿?) diálogo con Marco, reconoce que Soldados de Salamina jugó una función en lo que algunos llamamos hace años el “boom del Franquismo” o "historia en migajas del Franquismo". Cercas, por tanto. participa de esa reconstrucción colectiva del pasado. O mejor dicho: participa de una determinada forma de reconstruir el pasado que hunde las raíces en los años sesenta, cuando Manuel Fraga y otros impulsaron la campaña de los “XXV Años de paz” que permitiría cambiar el discurso legitimador del régimen. Este discurso que todavía pervive es el de las culpas compartidas, el de la guerra entre hermanos en la que todos cometieron errores. Cercas participa de ella al equiparar moralmente al miliciano Miralles y al falangista Sánchez Mazas en su novela Soldados de Salamina.

Con su última obra, Cercas equipara todo el memorialismo a la industria de la memoria, aunque reivindica, sin llamarlas por su nombre, la necesidad de acabar con la vergüenza de los miles de cadáveres en las cunetas. Pero la memoria no es solamente Enric Marco y Amical de Mauthausen. De hecho, Cercas se refiere a esta organización como “la asociación de deportados”, cuando sabe perfectamente que es solamente una entre varias asociaciones de deportados, al lado de la FEDIP francesa o Triangle Blau o Amical Ravensbrück, escisiones estas últimas del Amical de Mauthausen. De hecho, el escritor cita solamente en una ocasión a una deportada, Neus Català, quien ya decía hace años lo que se descubrió en 2005: que Marco nunca había estado en un campo de concentración.

Cercas critica la sacralización del testigo, pero la propuesta que hace de sustituir testigo por historiador obvia que este último, por muy riguroso que sea, también está "inventando" el pasado desde sus anteojos culturales e ideológicos. Eso lo sabemos los que, como Cercas, vivimos y trabajamos en este momento en Cataluña.Además, pese a no ser sagrado, el testigo sí es necesario: como señalaba Ferriol Soria recientemente,el testigo, aunque no tiene la verdad, sí posee una de las verdades que, al lado de la histórica, la jurídica o la factual, también es importante a la hora de actualizar el relato del pasado.

Es necesario diferenciar entre esa llamada industria de la memoria -que en muchos casos ha intentado generar una cultura democrática que es muy precaria en España- de las demandas de derechos. Cuando se reclama reconocimiento y ayuda, también financiera, por parte de asociaciones o individuos, se están defendiendo derechos todavía vigentes y no realizados en nuestro Estado democrático de derecho. Eso hacían asociaciones y personas en los años setenta. Se dejó de hacer, dice Cercas, porque la vida en libertad hizo que se olvidasen estas reclamaciones. El escritor niega que hubiese un pacto de silencio, pero obvia el candado que entre 1981 y 1982 se echó en España para evitar la profundización en la joven democracia. Al cerrarse la vía de la justicia, la verdad y la reparación, se evitó que el incipiente discurso de la memoria democrática sustituyese al de los XXV Años de Paz.

Lo que Margalida Capellà llamó “la revuelta de los nietos” hizo resurgir la reivindicación memorialística veinte años después. Eso sin duda ha generado excesos o incluso falsedades como las de Marco, lo que hace que la denuncia de Cercas sea justa y pueda ser utilísima para separar el grano de la paja y conseguir desenmascarar no solamente a los Enric Marco que puedan seguir viviendo, sino también la impostura de unas elites españolas que, como Rodolfo Martín Villa, se inventaron en los años setenta y ochenta un pasado de liberales y demócratas de toda la vida. También la mentira de un Estado español que ahora pretende rescatar un falso pasado de país ajeno a la Segunda Guerra Mundial y salvador de judíos.

En resumen, me atrevería a decir que la crítica de Cercas a la industria de la memoria debe ser utilizada, pero precisamente para defender con más ahínco una memoria democrática en nuestro país. Porque, como la realidad se empeña en recordarnos constantemente, sin memoria democrática no puede haber una verdadera, moderna y europea cultura democrática. La alternativa es seguir con la inercia de la memoria histórica que comenzó a elaborarse en los sesenta, que continuó en los ochenta y que ahora esgrimen los defensores del pacto de 1978. Esa alternativa es la que continúa manteniendo miles de cadáveres en las cunetas y defendiendo a los franquistas que la justicia argentina reclama y que aquí dan lecciones de democracia.