Andan diciendo los rojos de siempre, los recalcitrantes, que Isabel Díaz Ayuso juega con ventaja en estas elecciones por el apoyo incondicional que le están ofreciendo las teles y radios tradicionales y nuestros viejos periódicos papeleros. Es un bulo maldito como otro cualquiera. A la desvalida IDA me la tienen silenciada, en el ostracismo, ayuna de titulares y fanfarria mediática. A las pruebas me remito.
Esta semana, a la presidenta más chiripitifláutica de las Tierras Planas nos la dejaron sin unas portadas más que merecidas. Había publicado InfoLibre que Ayuso ocultó en su declaración de bienes una empresa de la que es titular al 50%, Sismédica SL, y sin embargo semejante notición fue censurado por los portadistas de nuestros más eximios diarios.
Uno se había levantado a la mañana siguiente con el espíritu gozoso, presto a asaltar los kioskos para contemplar la epifanía de decenas de portadas con IDA disfrazada de máter dolorosa, de aviadora audaz, de enfermera vacunadora compulsiva, de cabra de la legión o de cualquier otra cosa heroica y patriótica, pues ya se sabe de la afición de los patriotas españoles por ocultar bienes al fisco, al congreso y a la opinión pública. A ver qué transparencia ni qué pollez. Si quieres ser transparente, bebe agua. La libertad consiste en ser transparente solo si uno quiere. Lo demás es comunismo, cuernos y rabo. El caso es que mi decepción fue mayúscula cuando me vi privado de las portadas de Ayuso con sus siempre apasionantes posados.
Es difícil cuantificar la cantidad de votos que le habrá costado a Ayuso este mezquino silencio mediático. De todos es sabido, después de un cuarto de siglo gobernando Madrid, la querencia que tiene el votante popular madrileño por los más simpáticos pícaros, por los corruptos sin complejos, por descuideros y conseguidores, por imaginativos líderes que se encuentran un millón de euros en el altillo del armario de su suegro.
Esperanza Aguirre levantaba pasiones del votante del PP cada vez que añadía una rana a su estanque o la pillaban presuntamente financiándose ilegalmente a través de Fundescam solo cuando los delitos ya habían prescrito. También gozaba mucho el gentío conservador viéndola atropellar policías y huir cual Steve McQueen a su palacete. Ignacio González y Francisco Granados enfervorecían a las masas cada vez que presuntamente se les hallaban millones por aquí y por acullá. Y el delirio se alcanzaba cuando Cristina Cifuentes acudía a recoger títulos de másteres que presuntamente no había cursado muy bien perfumada con colonias presuntamente robadas en el Mercadona más alejado de cualquier aula.
A IDA, sin embargo, se le niega la publicidad de sus éxitos, y eso explica que el español medio esté abandonando los periódicos para leer compulsivamente a Kierkegaard, que viene siendo igual de soso.
La corrupción está valorada por el votante conservador español como una de las bellas artes. Y por eso ocultar las medallas de IDA, como hacen nuestros periódicos, solo contribuye a desmovilizar el voto cristiano y favorecer la llegada de un gobierno social-comunista peligrosamente honrado.
Después de muchos años escribiendo de política, entrevistando a líderes, pateando parlamentos y sedes de partidos, este anciano vate llega a la conclusión de que el votante de derechas rige su conducta política con un particular axioma muy español: si es un chorizo, es listo y está capacitado para gobernar; si es honrado, es tonto y mejor que se dedique a la filosofía, que ya después la suprimiremos nosotros del programa curricular.
Ayuso es heredera de los 400.000 euros que su padre despistó a la entidad semipública Avalmadrid, y de ahí le viene esta ocultación de empresas y fortunas de la que los viejos periódicos nos han privado con su silencio artero. Por suerte la dama goza de enorme cintura política y ha enriquecido la anécdota con su lírica inefable.
--No es una empresa, es una sociedad limitada.
Esa es mi Ayuso, y lo demás son gabilondadas
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