“El espectáculo organiza con destreza la ignorancia de lo que sucede”, escribió Guy Debord. Hay que reconocer que lo que está sucediendo en la política de Madrid responde a una extraordinaria organización de la ignorancia. No sabemos lo que sucede, el porqué sucede, pero sucede. Ni siquiera está claro que eso que sucede, y sucede a ritmo trepidante, las noticias como tráiler de un estreno, vaya a suceder. En principio hay dudas legales en la organización de la ignorancia, pero la protagonista indiscutible, la presidenta Ayuso, se mueve por la Casa Real de Correos con la determinación de un Napoleón le Petit en su 18 Brumario. De hecho, parece avanzar sin titubeos en el futuro borroso, festejando el conflicto. Y donde se dice “determinación” debería decirse “decisionismo”. La gestualidad, las palabras, esa sonrisa oblicua de Grande de España que le transfirió Aguirre, ese pisar hípico de botas altas sobre la alfombra roja, vienen a decir: “Los actos de quien manda se traducen en ley”. En este escenario histórico, la convocatoria electoral necesita un rumor de cruzada, y lo tiene, algo así como “¡Dios y Madrid lo quieren!”, pero lo que retumba al final es un algoritmo caníbal: “Socialismo o libertad”.
Guy Debord también escribió que, inmediatamente después de organizar la ignorancia, el espectáculo organiza “el olvido de lo que, a pesar de todo, ha llegado a conocerse”.
Ahí tenemos, por lo menos, un apunte de causalidad. Resulta realmente extraordinario el constatar cómo en pocas horas se organizó el olvido. Estaban en el aire, en las pantallas, en la tinta, y en el polen común de la conversación popular, grandes cuestiones de Estado. Estaba en primera el “circulo vicioso” que tiene atrapado este país. La corrupción coronada, los sobresueldos ilegales a exgobernantes, la financiación irregular de las campañas de la derecha en Madrid –con pelos y señales–, el tufo de la red de cloacas del Estado, con Villarejo, inspector principal del “alcantarillado” haciendo calceta en casa… Por otra parte, esta era la semana prevista para que el Gobierno de coalición de izquierdas anunciase el mayor acuerdo de ayudas directas para los sectores más abatidos por la pandemia.
Es previsible que, en estos casos, funcionen a tope las maniobras de distracción. Lo que no es previsible es que las montañas desaparezcan, de repente, desaparezcan. Se conviertan en llanos. En horas, la organización del olvido tuvo la eficacia de un eclipse total. ¡Demasiado para el ‘efecto mariposa’ de Murcia! El zafarrancho de la derecha de Madrid no pudo ser improvisado. De hecho, en Murcia lo arreglaron en un plisplás siguiendo una norma del “círculo vicioso” ya descrita por Flaubert hace mucho tiempo: Hay gente que está dispuesta a pagar para venderse.
La “pataleta” de Ayuso en Madrid pronto apareció en gran parte de los medios como “la gran jugada”. Por una parte, todas las gallinas echaron a volar y se oscureció el cielo y, con él, los grandes casos de corrupción. Por arte de birlibirloque, salieron casi de inmediato estupendas encuestas. Por otra, la responsabilidad de romper el acuerdo de Gobierno en la comunidad no fue de quien lo rompió sino de la parte leal, en este caso, Ciudadanos. Pero el séptimo de caballería mediático, sin prueba alguna, se encargó de buscar un “Judas” colectivo a la medida. Los que no se suiciden políticamente en Ciudadanos serán tratados, políticamente, como “falsos positivos”. Es decir, linchados.
Guy Debord terminaba escribiendo: “Lo más importante es lo más oculto”. Y aquí estamos. En lo más oculto.
Esta no es una “catarsis” de la derecha, como algunos han dicho. Tampoco es una operación genial y espontánea por parte de Ayuso. Pero sí es una operación de gran calado. Pase lo que pase en las elecciones, se ha laminado el potencial espacio moderado de una derecha democrática. Ahí están los clamorosos silencios. Hay algo todavía peor y posiblemente irreversible: la derecha está siendo alegremente devorada por la ultraderecha. Es el triunfo de la “excitación destructiva” y del “círculo vicioso”. Hay mucha gente en el mundo que hoy mira atónita ante esta entrega peligrosa. Porque no solo se trata de una estrategia electoral, que es repugnante, sino que también se vende el alma. No creo que sea ficción decir que Ayuso, al final, será en realidad una presidenta al servicio de la derecha más reaccionaria. ¡Pobre libertad!
El problema político de Madrid es un problema para toda España. No solo se está produciendo una convulsión en el mapa político. Vemos cómo, paralelamente a este reagrupamiento extremista, el pensamiento peligroso, el pensamiento bruto, va ocupando espacios y tomando posiciones.
El gran filósofo Martin Heidegger acabó sucumbiendo a la seducción del partido nazi en 1933 y aceptó, gobernando Hitler, el cargo de rector en la universidad de Friburgo. Su discurso de toma de posesión es de los que deja el corazón helado. Una persona de inteligencia excepcional adulando el pensamiento bruto, aquella maquinaria que preparaba la barbarie. Después de un tiempo en el cargo, dimitió y volvió a su trabajo docente. Un compañero le preguntó con sorna: “¿Qué tal tu viaje a Siracusa?”. Era una referencia a Platón que había querido convertir al tirano de Siracusa en un rey-filósofo y estuvo a punto de perder la cabeza en el intento.
Lo más importante es lo más oculto, sí.
Leo a gente inteligente, gente que te ayudó a pensar con sus libros y artículos, gente que amaba la libertad y se rebelaba contra la injusticia, y tengo la impresión, una punzada dolorosa, de que demasiados han perdido los escrúpulos y se están yendo de viaje a Siracusa.
Manuel Rivas es escritor y periodista. Premio Nacional de Narrativa por su libro de relatos ¿Qué me quieres amor?. Su último libro se titula Zona a defender (Alfaguara).
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