Todos esos escenarios de aglomeraciones humanas, contra los
que no se levantaron las voces que se levantan ahora por los actos previstos
del 8M, tenían algo en común: no eran actos de reivindicación feminista
Felipe Moreno
Estos últimos días, en algunos medios de comunicación, así
como en las redes sociales, están lanzándose muchos mensajes sobre el próximo
8M, la mayoría envenenados por la nube de desinformación y de cinismo en la que
los envuelve el odio contra el feminismo que profesa bastante gente, en buena
medida intoxicada por las falsedades que difunde la extrema derecha (y alguna
no tan extrema) machista y misógina.
Para empezar, se habla de la 'manifestación del 8M', y no
hay convocada ninguna manifestación para el 8M, en el sentido en el que
habitualmente entendemos una manifestación. Por lo que respecta a Madrid, el
escaparate nacional de las expresiones públicas del movimiento feminista, la
Plataforma 8M ha convocado cuatro actos puntuales monotemáticos en otras tantas
plazas de Madrid, cada uno de ellos sobre un tema específico referente a la
mujer. La asistencia en esos actos se limitará a 500 personas, con mascarilla y
con distancia de seguridad, tal como exige la Delegación del Gobierno en las
condiciones establecidas para autorización de esos actos.
De paso, se aprovecha para cargar, por enésima vez, contra
la manifestación del 8M del año pasado, señalándola, todavía a estas alturas,
como la causante de la expansión de la pandemia en España, cuando tanto los
dictámenes sanitarios como la resolución judicial por la acusación contra el
delegado del gobierno por no prohibirla, dejaron claro que esa manifestación no
tuvo incidencia reseñable alguna en la expansión del virus; no más, en
cualquier caso, que la que pudieron tener otros actos, como los partidos de
fútbol, las misas o los conciertos musicales de aquel fin de semana, contra los
que no se dijo ni se dice ni pío, pero esos acontecimientos no tenían nada que
ver con el feminismo, claro.
Para seguir, he de decir que yo, por precaución personal y
familiar, no asistiría, en este momento, a ninguna manifestación ni
concentración callejera, pero me parece que quienes han convocado esos actos el
Día de la Mujer tienen todo el derecho a hacerlo, especialmente si lo han
previsto con las medidas de limitación de asistencia y de seguridad
interpersonal anunciadas, medidas que no me parece que sea muy difícil
controlar. A fin de cuentas, 500 personas son el aforo de un cine o un teatro
de tamaño normal.
Y para terminar, me gustaría que alguien de quienes,
alegando el riesgo para la salud, demonizan los actos programados para del Día
de la Mujer y ponen el grito en el cielo por su celebración, me explicara por
qué han estado callados en otras ocasiones, como, por ejemplo, cuando ha habido
concentraciones y manifestaciones callejeras de cayetanos con sus cacerolas, de
defensores de la tauromaquia, de contrarios a la Ley Celaá, de detractores del
confinamiento, de protestones contra el gobierno, de negacionistas, y de
ultraderechistas, o cuando se han celebrado corridas de toros y conciertos
musicales atestados de espectadores (como los dos de Raphael en el Wikzin
Center de Madrid, con 5.000 asistentes en cada uno), o cuando miles y miles de
transeúntes se apelotonaron en las calles, en diciembre, especialmente en
Madrid, animados por sus gobernantes autonómicos y municipales para 'salvar la
Navidad’, lo que, a la postre, dio origen a la terrible y lastimosa tercera ola
de la pandemia.
Pero, claro, todos esos escenarios de aglomeraciones
humanas, contra los que no se levantaron las voces que se levantan ahora por los
actos previstos del 8M, tenían algo en común: no eran actos de reivindicación
feminista.
En resumen: cinismo y manipulación del antifeminismo rancio.
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