Francia: Los "chalecos amarillos"
son también el producto de una serie de fracasos del movimiento social
Annick Coupé,
Patrick Farbiaz, Pierre Khalfa, Aurélie Trouvé 25/11/2018
La indignación social ha encontrado con el movimiento de los
"chalecos amarillos" una expresión sin precedentes. El carácter
neopoujadista y anti-impuestos que parecían dominar hasta una semana y los
intentos de su instrumentalización por la extrema derecha y la derecha extrema
se han visto relativizados por la dinámica del movimiento, que ha crecido
considerablemente, y la conciencia de que el aumento de impuestos sobre la
gasolina ha sido "la gota que ha colmado el vaso."
Algunos excesos homófobos o racistas, marginales pero no
obstante detestables, y algunos incidentes, a veces graves, no empañan su
sentido. Este movimiento de auto-organización popular es un punto de referencia
y es una buena noticia.
El movimiento de los “chalecos amarillos" es ante todo
síntoma de una crisis generalizada, la de la representación social y política
de las clases trabajadoras. El movimiento obrero organizado ha sido durante
mucho tiempo la fuerza que cristalizó el descontento social y le dio un
sentido, un imaginario emancipador. El poder del neoliberalismo ha debilitado
progresivamente su influencia en la sociedad, no dejándole otra función que la
de acompañar la regresión social.
Una situación fluida
Más recientemente, el desarrollo de las redes sociales ha
apoyado esta profunda transformación, permitiendo la coordinación informal sin
pasar por las organizaciones. La arrogancia del gobierno Macron ha hecho el
resto con el cinismo de quienes dominan y que siempre valoran a “los primeros
de la cordada" contra "los que fuman cigarrillos y conducen vehículos
de diesel”.
El movimiento se caracteriza por una desconfianza
generalizada vis-à-vis el sistema político
Los “chalecos amarillos" son también el producto de una
serie de fracasos del movimiento social. Estos fracasos se han multiplicado
desde la batalla de 2010 sobre las pensiones hasta el movimiento contra la Ley
del Trabajo o la huelga de los ferrocarriles, y tienen razones estratégicas
todas ellas relacionadas con la incapacidad de refundarse política,
organizativa e ideológicamente tras Guerra Fría, la globalización financiera y
el rechazo de cualquier compromiso social de las clases dominantes. Todos somos
responsables, activistas y líderes de la izquierda política, sindical y
asociativa, de estos fracasos.
En esta situación fluida, la respuesta de la izquierda
emancipadora debe ser la politización popular. Por ello hay que trabajar en la
reconstrucción de una fuerza anclada en nuestros valores: la igualdad, la
justicia fiscal, social y ambiental, las libertades democráticas, la lucha
contra la discriminación. El movimiento de los “chalecos amarillos" se
caracteriza por la desconfianza generalizada vis-à-vis el sistema político, en
especial los partidos y sindicatos.
Anclar la izquierda emancipadora en las clases populares
No se puede luchar contra esta desconfianza, ni contra la
instrumentalización por la extrema derecha o el riesgo de antifiscalismo,
practicando la política de la silla vacía o culpando a los manifestantes. Se
trata por el contrario de tener los medios para influir en él y ganar la
batalla cultural y política dentro del movimiento contra la extrema derecha y
las fuerzas patronales que quieren hacerse con él.
Este movimiento plantea dos cuestiones: la creciente miseria
social, especialmente en los barrios populares de las áreas metropolitanas, los
desiertos rurales y las regiones ultraperifericas; y el de la gravedad de la
crisis ambiental y climática que amenaza las condiciones de existencia de una
gran parte de la humanidad y principalmente de los pobres.
Debemos responder a estas dos preguntas con la conjunción de
un proyecto, prácticas sociales y una perspectiva política que una
indisolublemente la cuestión social y la cuestión ecológica, la redistribución
de la riqueza y la lucha contra el calentamiento climático global. El anclaje
de la izquierdo emancipadora en las clases populares es condición previa para
alentar una coalición de la mayoría por la justicia social y ambiental.
Annick Coupé, Patrick Farbiaz, Pierre Khalfa, Aurélie Trouvé
son miembros de Attac y de la Fundación Copernic.
Fuente:
Le Monde, 20 de Noviembre 2018
Traducción: G. Buster para
Sin Permiso.
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