Doce tesis contra el silencio cómplice
- El problema de la Cataluña de hoy es que Cataluña (como España, como Francia, etc.) nunca ha sido una.
- El
problema del lenguaje creador de mundos es que durante los últimos
años, aquí y en catalán, se nos ha vendido que España (una) está contra Cataluña (una).
- El
problema de las verdades que son verdades a medias se convierte en un
problema mayor cuando pasan a ser las verdades oficiales de las
instituciones de turno. De los mil ejemplos posibles, sólo dos, y en
catalán:
- “La voluntat del
poble”, más allá del mesianismo cutre del delfín de Pujol, puso a las
claras el deliberado olvido de esa otra mitad del pueblo catalán.
- “El
vot de la teva vida” pervirtió institucionalmente el sentido de unas
elecciones autonómicas al otorgarles un contenido épico del que
carecía, carece y carecerá toda elección autonómica, “plebiscitaria” o
no.
- El problema de todo legítimo
movimiento cooptado por la institución (no por cualquiera, por la
institución asfixiantemente hegemónica desde la Transición; repitamos
bien alto, desde y por la Transición) no es sólo el oportunismo de
medio-burgueses y arribistas pseudo-revolucionarios, sucursaleros o no
de Madrid, sino la avanzada de un discurso patrio que es, por decirlo
con una paráfrasis de Jack London, lo opuesto al progreso.
- El
problema de confundir el progreso con la razón es que los monstruos no
te dejan ver el matiz de esos a quienes llamas bárbaros: la equidistancia que no es llevada a concepto no es nada, es, como toda media mentira, irreal.
Digámoslo de nuevo: El tardofranquismo reclama de todo demócrata que
exija urnas para un referéndum de libre determinación que resuelva en
qué posición político-jurídica quieren autoentenderse los catalanes;
pero el democratismo que quiere cambio transformador y no transformista
no puede jugar la carta de la media verdad, del discurso simple,
patriotero, banderillero y enemigo encendido de la paz, enemigo del
internacionalismo que no pudo ser en 1914.
- Si
la verdad de Zarzuela y Moncloa con Arabia Saudí es verdad, también lo
es la verdad de la Generalitat e Israel, de Qatar y su querencia
(inmobiliaria, muy inmobiliaria) por Barcelona. Si la primera víctima
de la guerra y la polarización terrorista es la verdad, el cinismo de
unos no justifica nuestro cinismo: nos hace igualmente cínicos.
- El
progresismo cándido de unos y otros no debiera olvidar que, si “esto”
iba “sólo” de votar, no tenía sentido poner en marcha “estructuras de
Estado” antes de haber preguntado: es hipócrita hablar de “referéndum”
porque las eventuales unilateralidad y desobediencia lo son por
referencia exclusiva a la independencia, no a la “democracia”.
- El
progresismo cándido de Madrid debería entender que “esto” del 1-O es
menos demócrata y más el proyecto de catalanes (unos) al margen de la
verdad de los propios catalanes (otros), a quienes nunca se ha
interpelado salvo cuando, hacia el final y con condescendiente
soberbia, ha sido necesario para dar al “proceso” el lustre de lo
legítimo y plural.
- El más débil
de la cadena sabe que sin aliados, el eslabón queda roto y aislado.
Recomponerla abrazado al más grande es reconstruirla para bien del más
grande; inculpar al hipotético aliado es, si bien electoralmente
rentable, darse un disparo tras otro en el pie; zaherir a la otrora
persistente y rigurosa memoria que, con patria o sin ella, ponía el dedo donde tenía que ponerlo.
- El problema de quien ejerce, aquí y ahora, la crítica es que para argumentar contra falacias de toda índole (como la de la patria) tiene que poder analizar su realidad social histórica y concreta. Mal podrá hacerlo si unos y otros siguen hablando de España (una) contra Cataluña (una) y viceversa: C’s y PSC (cuidado con Iceta) aplauden.
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Nota .- Es importante leer los enlaces del texto
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