El régimen y el sistema
Isidoro Moreno
Rebelión
Es evidente que los resultados de las elecciones de
diciembre certificaron la quiebra de uno de los pilares del régimen político
construido en la transición al posfranquismo: el bipartidismo de la alternancia
(UCD-PSOE en los primeros tiempos y luego PP-PSOE), que ha sido el núcleo
central de las instituciones junto con la monarquía borbónica y la visión de
España como “Una” (negando legitimidad a la definición plurinacional del Estado
que hasta la transición política era parte importante de los programas de los
partidos de izquierda, incluidos el PSOE y el PCE).
Durante casi cuarenta años, con mayoría absoluta o con el
apoyo de alguna fuerza de las derechas catalana o vasca, los dos partidos se
han alternado en el Gobierno dando lugar a un régimen de democracia de baja intensidad
que cerró en la práctica toda otra forma de participación política ciudadana
que no sea a través de los partidos. Una ley electoral ad hoc favoreció y
consolidó este bipartidismo, que ha invadido todas las esferas institucionales
y muchos ámbitos de la sociedad civil, incluido el poder judicial, teóricamente
independiente, pero donde PP y PSOE colocaron a sus peones o simpatizantes sin
rubor alguno.
Todo ello ha tenido como consecuencia el altísimo nivel de
corrupción que se extiende desde miembros de la Familia Real hasta pequeños
ayuntamientos, basado en la prepotencia y en la sensación (o certeza) de
impunidad, y también la obscena generalización de las “puertas giratorias” por
las que personajes y personajillos políticos pasan directamente a ocupar
asientos en consejos de administración o puestos de asesores bien pagados de
empresas multinacionales, como ocurre con Felipe González, Aznar y un
larguísimo etcétera.
En las últimas elecciones, entre los dos partidos no
llegaron al 50% de los votos, lo que es insuficiente para la continuidad de la
alternancia, ni siquiera si alguno de ellos sumara los del partido “emergente”
más cercano, Ciudadanos en el caso del PP (o también del PSOE, que gobierna
gracias a este partido en Andalucía) y Podemos en el del PSOE. Necesitarían,
además de ello, contar con el apoyo directo (con los votos) o indirecto (con la
abstención) de otra u otras fuerzas.
Lo realmente importante es que el régimen
político bipartidista no garantiza ya el mantenimiento eficaz del sistema y por
eso la actual situación es definida como de “inestabilidad” por las fuerzas
fácticas de éste –la banca, las grandes corporaciones empresariales, las
instancias supraestatales de la globalización como el FMI, el Banco Central
Europeo o la Troika-, por los mass-media y por los partidos que son los
administradores políticos de sus intereses, como el PP, Ciudadanos (para
muchos, la nueva expresión política del Íbex-35) y los sectores más
determinantes del PSOE, encabezados por González, Guerra, Bono, Rodríguez
Ibarra, Corcuera y sus patrocinados más jóvenes, como Susana Díaz.
La tan temida “inestabilidad” consiste precisamente en que
el régimen político que fue creado para garantizar la perpetuación del sistema
no es capaz ya de cumplir ese papel. Entendiendo por sistema el conjunto de
intereses económico-sociales e ideológicos que conforman la verdadera
estructura de nuestra sociedad. En él radica, y no en las instituciones del
régimen político, el verdadero poder.
Por eso, los regímenes políticos están
organizados de tal manera que siempre gobiernen los partidos o alianzas de
partidos que, aunque puedan estar enfrentados, no van a tocar ninguno de los
componentes estructurales del sistema. Parafraseando a Lampedusa, podríamos
decir que todo, o casi todo, puede cambiar en el régimen político siempre que
ello no cuestione el sistema. Entender esto es esencial para interpretar los
ahora diarios llamamientos para que los dos partidos de la (hasta ahora)
alternancia pacten entre sí, y con quien haga falta, para cerrar el paso a
cualquier otro actor que pueda cuestionar el sistema (en la hipótesis de que
realmente alguno pretenda hacerlo).
Para conseguir este objetivo, creo que en las próximas
semanas serán sacrificados Rajoy y Sánchez, y luego, o tras nuevas elecciones
(improbables, pero que en todo caso repetirían con pocas variantes los
resultados de las anteriores), el PSOE apoyará a PP más Ciudadanos, mediante su
abstención, que es lo que piden Felipe González y la gente de orden de su
partido, acusando, a la vez, a Podemos de hacer imposible un Gobierno “de
izquierda”. Y este apoyo será presentado no como una exigencia del sistema,
sino como un sacrificio “anteponiendo el bien de España a los intereses del
partido”. Todo sea, incluido el suicidio del PSOE y el fin del bipartidismo,
para garantizar la estabilidad del sistema.
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Isidoro Moreno. Catedrático Emérito de Antropología de la
Universidad de Sevilla
Publicado en Diario de Sevilla y otros diarios del Grupo
Joly el 2 de febrero de 2016
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